Mary iba de un lado para el otro en el balcón del segundo piso, solo fuera de la puerta del dormitorio. No había sido capaz de mirar a Butch y a V cuando fueron a trabajar con aquellas cadenas. Y era difícil saber si los dos sabían si estaban preparado a Rhage para tener sexo con ella era por juegos eróticos como el infierno o francamente asustadizos.
La puerta se abrió.
Los ojos de Butch miraron por los alrededores, no encontrándose con los suyos. -Él está listo.
Vishous salió encendiendo un cigarrillo hecho a mano. Tomó una profunda calada. -Estaremos aquí en el pasillo. En caso de que nos necesites.
Su primer instinto fue decirles que se marcharan. ¿Cuán espeluznante era lo que habían acordado hacer que tenían que estar fuera, mientras ella y Rhage tenían sexo? Privacidad, después de todo, era un estado de ánimo así como un lugar aislado, íntimo.
Pero entonces pensó en la cantidad de acero con el que ellos habían entrado allí. Aquella carga de duro material no había sido en absoluto lo que había esperado. Alguna cuerda, tal vez, esposas. Pero no la clase de material que levantaría un motor del suelo.
– ¿Estáis seguros de que tenéis que esperar? -Dijo ella.
Ambos asintieron.
– Confía en nosotros sobre esto. -Refunfuñó Butch.
Mary entró en la habitación y cerró la puerta. Las velas encendidas rodeaban la cama y Rhage estaba desnudo sobre el colchón, sus brazos amarrados sobre su cabeza, sus largas piernas estaban estiradas. Las cadenas estaban alrededor de sus muñecas y tobillos quedando enroscadas alrededor de los pesados apoyos de roble de la cama.
Rhage levantó la cabeza, los azules ojos perforándola en la oscuridad. -¿Estás segura sobre esto?
En realidad, no, no lo estaba. -Pareces incómodo.
– No es muy malo. -Su cabeza se echó hacia atrás. -Aunque estoy contento de que sean postes de la cama y no caballos marchando en cuatro direcciones diferentes.
Miró su colosal cuerpo, tumbado para ella como una especie de sacrificio sexual.
Santo…Moisés. ¿Esto era real? Estaba yendo a…
Para, se dijo. No lo mantengas allí más de lo tienes que hacer. Y una vez que esto haya terminado y él se encuentre bien, no tendrás que volverlo a hacer.
Mary se liberó de sus zapatos con una patada, se quitó el jersey de cuello alto por la cabeza y se desnudó quitándose los vaqueros.
La cabeza de Rhage se elevó otra vez. Cuando se quitó el sujetador y las bragas, su sexo se movió. Alargándose. Vio como se transformaba para ella, endureciéndose, hinchándose, creciendo. La excitación le trajo rubor a la cara y una capa de sudor a toda su piel, sin vello.
– Mary…-Sus pupilas se volvieron blancas y comenzó a ronronear, moviendo sus caderas. La erección se movió creciendo hacia su estómago, la cabeza alcanzando su ombligo y algo más. Con una prisa repentina, sus antebrazos se dispararon y tiraron de las ataduras. Las cadenas repiquetearon, cambiando de posición.
– ¿Estás bien? -Dijo ella.
– Oh, Dios, Mary. Estoy…tenemos hambre. Estamos…sedientos de ti.
Apuntalando su coraje, ella se acercó a la cama. Se inclinó y lo besó en la boca, entonces se puso sobre el colchón. Levantada sobre él.
Cuando se sentó a horcajadas sobre sus caderas, él se movió ondulándose bajo ella.
Tomándolo con su mano, ella intentó introducirlo en su interior. No pudo hacerlo al primer intento. Era demasiado grande, ella no estaba lista y le dolía. Lo volvió a estirar e hizo una mueca.
– No estás preparada para mí. -Dijo Rhage, arqueándose cuando ella puso su cabeza contra su centro una vez más. Él hizo algo salvaje, tarareando un sonido.
– Está bien, permíteme solo…
– Ven aquí. – Cuando habló su voz había cambiado. Profunda. -Bésame, Mary.
Ella se inclinó sobre su pecho y tomó su boca, intentando conectar. Pero no funcionaba.
Él rompió el contacto, como si sintiera la carencia de su excitación.
– Sube más alto sobre mí. -Las cadenas se movieron, el sonido metálico casi como un repicar de campanas. -Dame tu pecho. Llévalo a mi boca.
Ella trémulamente subió y puso el pezón en sus labios. Al instante sintió un apacible chupar, su cuerpo respondió. Cerró los ojos, aliviada cuando el calor la inundó.
Rhage pareció reconocer el cambio en ella, por el sonido de ronroneo que emitió creció más fuerte, un hermoso ruido en el aire. Cuando la acarició con los labios, su cuerpo hizo una gran ondulación bajo su cuerpo, ascendió su pecho, luego su cuello y su cabeza arqueándose atrás. El sudor apareció de nuevo sobre su piel, el olor de su necesidad de rellenar el aire con su especia.
– Mary, permíteme probarte. – Su voz era ahora tan baja que casi se deformaban sus palabras. – Tu dulzor. Entre tus piernas. Déjame probarte.
Ella lo miró y dos brillantes orbes blancas la estaban mirando. Había una calidad hipnótica en ellos, una persuasión erótica que no podía negar, aun cuando sabía que no solo estaba con Rhage.
Avanzó lentamente sobre su cuerpo, parando cuando estuvo en su pecho. La intimidad era de algún modo chocante, sobre todo con él atado.
– Más cerca, Mary. – Incluso en el modo en que le dijo su nombre no era el mismo. -Acércate más a mi boca.
Se movió torpemente, intentando acomodarse sobre la posición en que estaba. Terminó con una rodilla sobre su pecho y otra sobre su hombro. Él estiró el cuello y giró su cabeza, elevándose para encontrar su carne, capturándola con sus labios.
Su gemido vibró sobre su centro, ella apoyó una mano sobre la pared. El placer le robó las inhibiciones completamente, dándole un servicio al sexo cuando lo lamió y chupó. Cuando su cuerpo respondió con una rápida humedad, se escuchó un sonido agudo seguido de un gemido cuando las cadenas fueron estiradas con fuerza y la madera del marco de la cama protestó. Los grandes brazos de Rhage se estiraron contra sus ataduras, sus músculos rígidos, sus dedos extendiéndose ampliamente y estirándose en forma parecida a una garra.
– Aquí.-Dijo él entre sus piernas. -Puedo sentir como llega…
Su voz se hundió y desapareció con un gruñido.
Llegó rápidamente su liberación y ella cayó, hundiéndose sobre la cama, su pierna se arrastraba a través de su cara antes de caer, en su cuello se encontraba su tobillo. En cuanto disminuyeron las pulsaciones, ella lo miró. Sus ojos blancos sin parpadear eran amplios por el asombro y el temor. Estaba cautivado por ella mientras se encontraba allí, aspirando aquel modelo que lo golpeaba seguido de una larga liberación.
– Tómame ahora, Mary. -Las palabras eran profundas, alabándola. No era Rhage.
Pero ella no se sintió asustada o como si lo estuviera traicionando.
Independientemente de cómo había llegado a él, esto no era malévolo y no le era completamente desconocido. Había sentido a esta cosa…siempre y sabía que no tenía por qué estar asustada. Y cuando ella se encontró con sus ojos, era como si hubiera estado en la sala de billar, una presencia apartada que la miraba, pero que era Rhage absolutamente igual.
Ella se movió hacia abajo y lo llevó hasta dentro de su cuerpo, encajándolo perfectamente. Sus caderas se elevaron y otro grito salió de su garganta cuando él comenzó a empujar. Los empujes entraron y salieron de ella, una deliciosa caída que crecía con fuerza. Para impedir salirse, se colocó a gatas e intentó quedarse estable.
El sonido de lamento se hizo más fuerte como si fuera un salvaje, pegando con las manos sus caderas contra ella, temblando por todas partes. La urgencia creció y creció, edificando, la llegada de una tormenta, golpeándolos. De repente él se dobló sobre el colchón, la cama chilló cuando sus brazos y piernas se contrajeron. Sus párpados se echaron hacia atrás y la blanca luz perforó la habitación, haciéndola tan brillante como si fuera mediodía. Profundamente dentro de ella sintió las contracciones en su punto culminante y las sensaciones comenzaron otro orgasmo para ella, llevándola al límite.
Ella cayó sobre su pecho cuando todo terminó y no se oyeron excepto para respirar, normalizándolas en su impar ritmo.
Levantó la cabeza y lo miró fijamente a la cara. Los ojos blancos la quemaban cuando se concentraron con adoración total.
– Mi Mary. -Dijo la voz.
Y luego una descarga eléctrica de bajo nivel fluyó por su cuerpo y cargó el aire. Cada luz que llegaba a la habitación, inundó el espacio iluminándolo. Ella jadeó y miró a su alrededor, pero la oleada desapareció tan rápidamente como había llegado. De esa manera, la energía se había ido. Ella miró hacia abajo.
Los ojos de Rhage volvían a ser normales otra vez, su habitual color azul brillante.
– ¿Mary? -Dijo él con la voz aturdida, indistinta.
Ella tuvo que hacer varias respiraciones antes de hablar. – Has vuelto.
– Y tú estás bien. – Levantó sus brazos, doblando sus dedos. -No cambié.
– ¿Qué significa el cambio?
– No lo hice…podía verte mientras estaba conmigo. Eras como una nebulosa, pero yo sabía que no te hacía daño. Esta es la primera vez que he recordado algo.
Ella no sabía que hacer con esto, pero vio que las cadenas estaban dejando su piel en carne viva. -¿Puedo dejarte ir?
– Sí. Por favor.
Poder desatarlo le costó algo de tiempo. Cuando él estuvo libre, se masajeó las muñecas y los tobillos y la miró con cuidado, como si asegurara así mismo que estaba bien.
Ella miró a su alrededor buscando ropa. -Más vele que les digamos a Butch y a V que estoy a salvo al dejarte libre.
– Lo haré. – Se acercó a la puerta del dormitorio y sacó la cabeza.
Cuando habló con los hombres, ella miró el tatuaje de su espalda. Podría haber jurado que le estaba sonriendo.
Dios, estaba loca. Realmente lo estaba.
Ella saltó sobre la cama y se tiró encima las mantas.
Rhage cerró la puerta y se apoyó en ella. Todavía estaba tenso, a pesar de la liberación que había tenido. -Después de todo esto… ¿tienes miedo de mí?
– No.
– ¿No tienes miedo…de ello?
Ella le tendió los brazos. -Ven aquí. Quiero abrazarte. Te ves como si hubieras tenido un caso de traqueteo.
Él se acercó a la cama despacio, como si no quisiera que ella se sintiera acechada o algo así. Ella le hizo señas con las manos, impulsándolo a que se apresurara.
Rhage se sentó al lado de ella, pero no la alcanzó.
Después del un latido del corazón ella fue hacia él, colocando su cuerpo alrededor del suyo, poniendo sus manos sobre él. Cuando ella lo acarició contra su lado, pasando sobre el borde de la cola del dragón, Rhage se estremeció y se movió.
Él no la quería en ninguna parte cerca del tatuaje, pensó ella.
– Date la vuelta. -Dijo ella. -Sobre tu estómago.
Cuando él negó con la cabeza, ella le empujó los hombros. Parecía como su fuera a mover un piano de cola.
– Date la vuelta, maldita sea. Vamos, Rhage.
Hacerlo no le hizo ninguna gracia en absoluto, maldiciendo y arrojándose sobre su vientre.
Pasó sus manos sobre la espina dorsal, directamente sobre el dragón.
Los músculos de Rhage se tensaron de forma arbitraria. No, no arbitraria. Eran las partes de su cuerpo que correspondían a dónde ella tocaba el tatuaje.
Qué extraordinario.
Ella acarició su espalda un poco más, sintiendo como la tinta se elevaba bajo su palma como un gato.
– ¿Alguna vez querrás volver a estar conmigo? -Dijo Rhage rígidamente. Giró entonces su cara para poder verla. Pero no le alcanzaba la vista.
Ella se retrasó sobre la boca de la bestia, dibujando la línea de sus labios con la yema de su dedo. El propio Rhage se paró como si sintiera su toque.
– ¿Por qué no iba a querer estar contigo?
– Es un poco extraño ¿verdad?
Ella se rió. -¿Extraño? Duermo en una mansión llena de vampiros. Me he enamorado de uno…
Mary se paró. Oh, Dios. ¿Qué acababa de salirle de la boca?
Rhage separó su torso de la cama, torciendo su pecho para poder mirarla. -¿Qué es lo que has dicho?
Ella no había pensado en que pudiera pasar, pensó. Caer o decirlo.
Pero no se echaría atrás.
– No estoy segura. -Murmuró ella, recibiendo la fuerza bruta de la bestia de sus hombros y brazos. – Pero pienso que era algo que estaba en las líneas de te amo. Si, era eso. Yo, ah, te amo.
Ahora, esto era poco convincente. Ella podría hacer un infierno mucho mejor.
Mary le enmarcó la cara, plantando un buen beso con fuerza sobre su boca y lo miró directamente a los ojos.
– Te amo, Rhage. Te amo ferozmente.
Aquellos pesados brazos la abrazaron y él enterró su cabeza en su cuello. -No pensaba que lo hicieras alguna vez.
– ¿Soy tan testaruda?
– No. Soy indigno.
Mary se apartó y lo miró airadamente. -No quiero oírte decir eso otra vez. Eres lo mejor que nunca me ha pasado.
– ¿Incluso con la bestia?
¿La bestia? Seguramente había sentido que había algo más en él. ¿Pero una bestia? De todos modos Rhage se veía preocupado, le complacía.
– Sí, hasta con él también. ¿Podemos hacerlo la próxima vez sin la parte metálica? Estoy segura de que no me harás daño.
– Sí, creo que podemos dejar lo de las cadenas.
Mary lo instó a que echara hacia atrás el cuello y se encontró mirando a la Madonna y al Niño a través de la habitación.
– Eres el milagro más extraño. -Susurró ella, mirando la imagen.
– ¿Qué? -Dijo él sobre su garganta.
– Nada. – Ella besó la coronilla de la rubia cabeza y miró fijamente a la Madonna.