Era antes del alba cuando Mary escuchó finalmente voces masculinas en el pasillo. Cuando la puerta se abrió, su corazón saltó de su pecho. Rhage llenaba el marco de la puerta cuando el otro tipo le habló.
– Hombre, fue una lucha infernal cuando dejamos la barra. Te convertiste en un demonio allí fuera.
– Lo se. -Refunfuñó Rhage.
– Eres increíble, Hollywood y no solo con el cuerpo a cuerpo. Aquella mujer que tú…
– Más tarde, Phury.
La puerta se cerró y se prendió la luz del armario. Por el sonido de chasquidos y movimientos metálicos, él estaba desarmándose. Cuando salió, hizo una trémula respiración.
Mary fingió que estaba dormida cuando sus vacilantes pasos llegaron hasta el pie de la cama y luego se dirigió al cuarto de baño. Cuando escuchó que se estaba duchando, ella se imaginó que se estaba lavando: Sexo. Lucha.
Especialmente el sexo.
Ella se cubrió la cara con las manos. Hoy se marcharía a su casa. Empaquetaría sus cosas y saldría por la puerta. Él no podía hacer que se quedara; ella no era responsabilidad suya sólo por que él lo dijera.
El agua se cerró.
El silencio aspiró todo el aire de la habitación y ella soltó el aliento manteniéndose en el lugar. Jadeando, asfixiándose…levantó las sábanas y fue hacia la puerta. Sus manos sobre el cerrojo, luchando por abrir la cerradura, sacudiéndola, tirando incluso su cabello se agitaba a su alrededor.
– Mary. -Dijo Rhage directamente detrás de ella.
Ella saltó y luchó más contra la puerta.
– Suéltame. Tengo que escaparme…no puedo quedarme en esta habitación contigo. No puedo estar aquí…contigo. -Ella sintió como ponía sus manos sobre sus hombros. -No me toques.
Ella se movió alocadamente por la habitación hasta que saltó hacia el rincón más alejado, comprendiendo que no podía irse y que no había modo de escaparse. Él estaba delante de la puerta y ella tenía el presentimiento de que le mantendría las cerraduras en su lugar.
Atrapada, cruzó los brazos sobre su pecho y se apoyó de pie contra la pared. No sabía lo que haría si él la volvía a tocar.
Rhage no lo volvió a intentar.
Él se sentó sobre la cama, llevaba una toalla alrededor de sus caderas, el cabello húmedo. Arrastró su mano por la cara, a través de la mandíbula. Parecía el infierno, pero su cuerpo era la cosa más hermosa que ella nunca hubiera visto. Se imaginó las manos de otras mujeres sobre aquellos poderosos hombros, tal como ella había hecho. Vio como les daba placer a otros cuerpos como le había dado al suyo.
Se desgarraba entre el deseo de dar gracias a Dios por no haber dormido con él y le cabreaba que después de haber estado con todas aquellas mujeres, él no quisiera tener sexo con ella.
– ¿Cuántas? -Le exigió ella, las palabras tan roncas que apenas le salieron. -Y dime, ¿ha sido bueno para ti? No tengo que preguntar si les gustó. Sé el talento que tienes.
– Dulce…Mary. -Susurró él. -Si me hubieras dejado abrazarte. Dios, mataría solo por abrazarte ahora mismo.
– Tú nunca volverás a estar cerca de mi otra vez. ¿Cuantas había allí? ¿Dos? ¿Cuatro? ¿Un pack de seis?
– ¿De verdad quieres los detalles?- Su voz era suave, triste hasta el punto de resquebrajarse. Bruscamente su cabeza cayó hacia abajo y colgó flojamente de su cuello. Según todas las apariencias, parecía un hombre destrozado. -No puedo…No saldré de esa manera otra vez. Encontraré otro camino.
– ¿Otro camino que tomar? – Ella explotó. -Estate seguro como el infierno que no dormirás conmigo, entonces ¿Tal vez piensas usar la mano?
Él suspiró. -Aquel diseño. ¿En mi espalda? Es parte de mí.
– En cualquier caso. Hoy me marcharé de aquí.
Su cabeza giró hacia ella. -No, no lo harás.
– Sí, lo haré.
– Te daré otra habitación. No tendrás que verme. Pero no vas a ninguna parte.
– ¿Cómo vas a impedir que me marche? ¿Encerrándome aquí?
– Si es lo que se precisa, sí.
Ella retrocedió. -No puedes hablar en serio.
– ¿Cuándo tienes la próxima visita con el médico?
– Ese no es asunto tuyo.
– ¿Cuando?
La dura cólera en su voz refrescó un poco su genio. -Ah…el miércoles.
– Me aseguraré de que vayas.
Ella lo miró fijamente- ¿Por qué me haces esto?
Sus hombros se elevaron y cayeron. -Por qué te amo.
– ¿Perdona?
– Te amo.
El control de Mary se evaporó bajo una ráfaga de furia tan grande que se quedó muda. ¿Él la amaba? Él no la conocía. Y él había estado con otras…la indignación apareció cuando se lo imaginó teniendo sexo con alguien más.
De repente Rhage saltó de la cama y llegó hasta ella, como si sintiera sus emociones y fuera estimulado por ellas.
– Se que estás enfadada, asustada, herida. Échamelo encima, Mary. – Él la agarró de la cintura para impedirle que corriera, pero no la paró para que intentara separarse para distanciarse.-Utilízame para soportar el dolor. Déjame sentirlo en la piel. Golpéame si tienes que hacerlo, Mary.
Condénela el infierno, ella estaba tentada. Repartir golpes a diestro y siniestro parecía el único recurso para la clase de poder que surgía por todo su cuerpo.
Pero ella no era un animal. -Wo! Ahora deja que vaya!
Él la cogió de la muñeca y ella luchó contra la sujeción, lanzando todo su cuerpo hacia la lucha hasta que sus hombros se sintieron como si fueran a estallar. Rhage
– Úsame, Mary. Permíteme soportar esto por ti.- Con un rápido movimiento, él arañó su pecho con las uñas de ella y luego sujetó los dos lados de su cara con sus palmas.
– Hazme sangrar para tí…- Su boca acariciaba la de ella. -Permite que salga tu cólera.
Dios la ayudara, ella lo mordió. Directamente en el labio inferior. Ella tan solo hundió sus dientes en su carne.
Como con un golpe deliciosamente pecaminoso con su lengua, Rhage gimió con aprobación y presionó su cuerpo contra el suyo. Un zumbido, como si hubiera tomado demasiado chocolate, tarareaba para ella.
Mary gritó.
Horrorizada por lo que había hecho, se asustó de lo que le podría hacer después, ella luchó para escaparse, pero él la mantuvo en el lugar, besándola, diciéndole muchas veces lo que la amaba. La dura longitud, caliente que había despertado sobre su vientre a través de la toalla y se frotó contra ella, su cuerpo una promesa sinuosa, de sexo latiente que ella no quería, pero lo necesitaba hasta que las entrañas se le acalambraran.
Ella lo quería…aun cuando sabía que había jodido con otras mujeres. Esta noche.
– Oh, Dios…no…-Ella retiró su cabeza hacia un lado, pero él la cogió de la barbilla, volviéndola a centrar.
– Sí, Mary…-Él la besó desesperadamente, la lengua en su boca. -Te amo.
Algo dentro de ella se rompió y lo apartó, eludiendo su sujeción.
Pero en vez de correr hacia la puerta, ella lo miró despiadadamente.
Cuatro arañazos atravesaban su pecho. Su labio inferior estaba cortado. Jadeaba, colorado.
Ella extendió la mano y le quitó la toalla del cuerpo.
Rhage se despertó sexualmente, su erección tensa, enorme.
Y en el momento jadeante entre ellos, ella despreció su lisa piel, perfecta sin vello, sus tensos músculos, su belleza de cara de ángel. Sobre todo, ella aborreció su orgullosa longitud, el instrumento sexual que tanto usaba.
Y de todos modos, ella lo quería.
Si hubiera estado en su sano juicio, se hubiera alejado de Rhage. Se habría encerrado en el cuarto de baño. Infiernos, se habría sentido intimidada por su puro tamaño. Pero estaba muy enfadada y fuera de control. Agarró su dura carne con una mano y con la otra le cogió las pelotas, ambas se desbordaban en sus palmas. Su cabeza echada hacia atrás, los tendones de su cuello tensos, el aliento explotando en su boca.
Su voz vibró, llenando el cuarto. – Haz lo que sea para tomarlo. Oh, Dios, te amo.
Ella lo acercó a la cama, empujándolo de manera que retrocediera hacia el colchón. Él cayó sobre las sábanas revueltas, sus brazos y piernas extendidas como si no tuviera ninguna reserva, ninguna restricción.
– ¿Por qué ahora? – Preguntó ella amargamente. -¿Por qué estás dispuesto a hacerlo ahora? ¿O esto no es en absoluto sobre el sexo y es sólo por que quieres que yo te haga sangrar más?
– Me muero por hacer el amor contigo. Y puedo estar contigo en este momento por que estoy a nivel. Estoy…agotado.
Oh, ahora ese era un pensamiento encantador.
Ella negó con la cabeza, pero él la cortó. -Tú me quieres. Toma el placer. No pienses, solo toma el placer de mí.
Enloquecida por la lujuria, la cólera y la frustración, Mary se levantó el camisón alrededor de sus caderas y se sentó a horcadas sobre sus muslos. Pero una vez que ella estuvo sobre él, mirándolo a la cara, vaciló. ¿Ella realmente iba a hacerlo? ¿Tomarlo? ¿Usándolo como salida y vengándose de por algo que él tenía derecho a hacer?
Ella comenzó a alejarse.
En un rápido movimiento, las piernas de Rhage la levantaron, derribándola sobre su pecho. Cuando ella cayó sobre él, sus brazos la atraparon.
– Sabes lo que quieres hacer, Mary. -Le dijo él al oído. – No pares. Toma todo lo que necesitas de mí. Úsame.
Mary cerró los ojos, apagó su cerebro y dejó ir su cuerpo.
Colocándose entre sus muslos, ella lo sostuvo y se sentó con fuerza sobre él.
Ambos gritaron cuando ella lo tomó entero, directo hasta el hueso pubiano.
Él era una enorme presencia en su cuerpo. Estirándola hasta que pensó que podría rasgarla. Ella respiró profundamente y no se movió, sus muslos estirándose cuando su interior estaba luchando por adaptarse a él.
– Estás tan apretada. – Gimió Rhage. Sus labios liberando sus dientes, enseñando sus colmillos. -Oh,…Dios, te siento por todas las partes de mi cuerpo. Mary.
Su pecho subió y bajo y los músculos de su abdomen se tensaron en las sombras con fuerza. Cuando sus manos exprimieron sus rodillas, sus ojos se dilataron hasta que apenas quedó azul en ellos. Y luego sus pupilas brillaron en blanco.
La cara de Rhage se retorció con algo de pánico. Pero entonces sacudió la cabeza como si quisiera limpiarlo y asumió una expresión de concentración. Despacio el centro de sus ojos volvieron a ennegrecerse, como si deseara que estuvieran así.
Mary dejó de concentrarse en él y comenzó a pensar en ella.
No preocupándose sobre como sus cuerpos se encontraban, ella plantó sus manos sobre sus hombros y tiró por encima de él. La fricción era eléctrica y la explosión de placer hizo que la ayudara a aceptarlo más fácilmente. Se deslizó hacia abajo sobre su erección y avanzó y luego repitió el movimiento muchas veces. Su ritmo era un lento deslizarse, cada descenso colocándose en posición horizontal, cada elevación cubriéndolo con la sedosa respuesta de su cuerpo.
Con creciente predominio ella lo montó, tomándolo como quería, el grosor, el calor y la longitud de él creando una salvaje, retorciendo un nudo de profunda energía en su corazón. Ella abrió los ojos y lo miró.
Rhage era una imagen del éxtasis masculino. Un fino brillo de sudor cubrió su amplio pecho y sus hombros. Su cabeza echada hacia atrás, su barbilla alta, su pelo rubio que caía sobre la almohada, sus labios separados. Él la miraba con los párpados caídos, sus ojos demorándose en su cara, en sus pechos y en donde estaban unidos.
Como si estuviera completamente cautivado por ella.
Ella apretó sus ojos cerrados y empujó su adoración fuera de su mente. Era eso o perdía el toque con el orgasmo del que estaba tan cerca por que la visión de él la quería hacer llorar.
No lo costó mucho tiempo explotar. Con una ráfaga explosiva, la liberación barriéndola, privándola vista u oído y el latido del corazón, hasta que todo lo que pudo hacer fue derrumbarse sobre él.
Cuando su respiración se hizo más lenta, ella se dio cuenta de que él le estaba acariciando el trasero con cuidado y le susurraba suaves palabras.
En la secuela ella se sintió avergonzada y las lágrimas le picaban en los ojos.
No importaba con quien más había estado él esta noche, no merecía ser usado y esto era exactamente lo que había hecho ella. Había estado muy enfadada cuando todo esto había comenzado y luego lo había dejado fuera antes de rehusar mirarlo. Lo había tratado como un juguete sexual.
– Lo siento, Rhage. Yo…lo siento…
Ella se movió para bajarse de sus caderas y comprendió que todavía estaba muy grueso dentro de ella. Él no había terminado.
Oh, Dios, eso era malo. Todo eso era malo.
Las manos de Rhage la sujetaban como abrazaderas sobre sus músculos. -Nunca lamentes que hemos estado juntos.
Ella lo miró fijamente a los ojos. -Parece que te he violado.
– Yo estaba más que dispuesto. Mary, está bien. Ven aquí, déjame besarte.
– ¿Cómo puedes plantearte tenerme cerca tuyo?
– Lo único que no puedo manejar es que te marches.
Él la sujetó por las muñecas y la impulsó hacia su boca. Cuando sus labios se encontraron, él deslizó sus brazos a su alrededor, sosteniéndola. El cambio de posición la hizo sumamente consciente que él estaba preparado para explotar, tan fuerte que ella podía sentir las contracciones involuntarias de su excitación.
Él meció sus caderas con cuidado contra ella, retirando su pelo hacia atrás con sus grandes palmas. -No podré aguantar este fuego mucho más tiempo. Me tomas muy adentro, toco el techo ahora mismo. Pero mientras sea capaz, mientras pueda controlarme, quiero degustar tu cuerpo en el mío. Como comienza. Como acaba.
Él movió sus caderas arriba y abajo, saliendo, deslizándose. Ella se derritió a su alrededor. El placer era profundo, infinito. Aterrador.
– ¿Las besaste esta noche?- Le preguntó ella.- ¿A las mujeres?
– No, no besé a las mujeres, nunca lo hago. Y lo odié. No lo volveré a hacer otra vez, Mary. Encontraré otro modo de impedir descontrolarme mientras tú estés en mi vida. No quiero a nadie más que a ti.
Le permitió que rodara sobre ella. Cuando él se puso encima de ella, su peso caliente, presionando la horquilla de su cuerpo dónde él estaba alojado. La besó tiernamente, lamiéndola con la lengua, queriéndola con sus labios. Era tan apacible aunque estuviera en su interior y su cuerpo almacenara la clase de fuerza que podría partirla por la mitad.
– No terminaré esto si tu no me quieres. -Le susurró él en su cuello. -Me retiraré ahora mismo.
Ella lo atrajo poniendo sus manos en su espalda, sintiendo cambiar los músculos y la expansión y compresión de sus costillas mientras respiraba. Ella inhaló profundamente y atrapó un olor encantador, erótico. Oscuro, picante, sazonado con especias. Entre sus piernas ella sintió una rápida contesta húmeda, como si la fragancia fuera un toque o un beso.
– ¿Qué es ese maravilloso olor?
– Mío. – Murmuró él contra su boca. -Es lo que pasa cuando un hombre se vincula. No lo puedo evitar. Si me dejas continuar, estará por toda tu piel, en tu pelo. También dentro de ti.
Con esto, él empujó profundamente. Ella se arqueó hasta el placer, dejando el flujo de calor por todas las partes de su cuerpo.
– No puedo hacerlo otra vez esta noche.- Gimió ella, más para sí misma que para él.
Cayendo completamente, él tomó su mano y la colocó sobre su corazón.-Nunca más, Mary. Lo juro por mi honor.
Sus ojos eran graves, un buen voto como podría hacer cualquier ser vivo. Pero el alivio que sintió en su promesa era un problema.
– No me enamoraré de ti. -Dijo ella. – No puedo permitírmelo. No quiero.
– Está bien. Te amaré lo suficiente para los dos. -Él se sumergió en ella, llenando sus profundidades.
– Tú no me conoces. – Ella le pellizcó el hombro y luego le lamió la clavícula. El sabor de su piel hizo que su lengua cantara, que aquel olor especial se condensara en su boca.
– Sí, te conozco. -Él se retiró, sus ojos considerándola con la convicción y la claridad de un animal. -Sé que me mantuviste a salvo cuando el sol estuvo alto y yo me encontraba indefenso contra ello. Sé que te preocupaste por mí aún cuando tuviste miedo. Me alimentaste de tu cocina. Sé que eres una guerrera, una superviviente, una wahlker. Y se que el sonido de tu voz es el más precioso que nunca antes escuché. -Él la besó suavemente. -Lo sé todo sobre ti y todo lo que veo es hermoso. Todo lo que veo es mío.
– No soy tuya. -Susurró ella.
El rechazo no lo desconcertó. -Bien. Si no puedo tenerte, entonces tómame. Obtén todo de mí, un pequeño trozo, todo lo que quieras. Pero por favor, toma algo.
Ella llegó hasta su cara, acariciando los planos y ángulos perfectos de sus mejillas y su mandíbula.
– ¿No temes al dolor?-Preguntó ella.
– No, pero te diré que me asusta como el infierno. Perderte. -Él miró sus labios. ¿Ahora quieres que me separe? Por que lo haré.
– No. Quédate. -Mary mantuvo los ojos abiertos y atrajo su boca hacia la suya, resbalando su boca en su interior.
ÉL tembló y comenzó a moverse en un ritmo estable, penetrando y retirándose, cada vez el eje más grueso vacilando en la rotura de su conexión.
– Te sientes…tan perfecta. -Dijo él, puntualizando las palabras con sus golpes. -Fui hecho para…estar en tu interior.
El delicioso olor que provenía de su cuerpo se intensificó cuando lo hizo el bombeo, hasta que toda ella lo podría sentir, toda ella olería a él, toda ella sabría a él.
Ella lo llamó por su nombre cuando culminó y lo sintió acercarse al borde con ella, su cuerpo estremeciéndose con el suyo, su liberación tan poderosa como lo habían sido sus embistes, su orgasmo vertido en ella.
Cuando él se quedó quieto, los giró para quedar de lado. Él la apretó contra él, tan cerca que ella podía oír los latidos del gran corazón en su pecho.
Ella cerró los ojos y durmió con un agotamiento que rivalizaba con la muerte.