Capítulo 44

O se estaba poniendo nervioso. La mujer no estaba totalmente consciente y ya habían pasado dieciocho horas. Aquellos dardos habían sido calibrados para un hombre, pero ella debería empezar a levantarse ahora.

Se preocupó por si le había causado una conmoción cerebral.

Dios, esto sería tal y como había sido. Él y Jennifer lucharían y después, se pondría nervioso antes de hacerle algún daño serio. Mientras la había lavado, se había cuidado de sus heridas, buscando fracturas cortes profundos. Y cuando estuvo seguro de que estaba bien, había hecho el amor con ella incluso si aun no estaba bien. Llegando mientras estaba encima de ella, el alivio le llegó hasta los talones al saber de que no había llevado las cosas demasiado lejos, siempre era la mejor clase de liberación.

Desearía poder hacer el amor con la mujer que había secuestrado.

O caminaba sobre el agujero donde estaba ella. Quitó la placa de red, encendiendo una linterna y enfocando la luz dentro. Ella estaba derrumbada sobre el suelo, parpadeando contra el tubo.

Quería sacarla. Sujetarla. Besarla y sentir su piel. Quería estar dentro de ella. Pero todos…

…los lessers eran impotentes. Omega, aquel bastardo, era un amo celoso.

O sustituyó la cubierta y merodeó a su alrededor, pensando en el día y la noche que había pasado con Omega y la depresión en que había entrado desde entonces. Gracioso-ahora que tenía a esa mujer, su mente se había despejado y un nuevo compromiso lo estimuló.

Sabía que la que estaba en el agujero no era Jennifer, pero la vampira era parecida a la que le habían arrancado y él no iba a ser exigente. Aceptaría el regalo que le habían entregado y lo guardaría bien.

Esta vez nadie se iba a llevar a su mujer. Nadie.


****

Con los postigos levantados durante la noche, Zsadist se bajó de la plataforma y caminó desnudo alrededor de la habitación en dónde se quedaba.

Lo qué había pasado la noche pasada con Bella que lo mataba. Quería ir en su busca y pedirle perdón, pero ¿cómo iba a hacerlo?

Lo siento salté como un animal. Y tú no me pones enfermo. De verdad.

Dios, era tan estúpido.

Cerró los ojos y recordó como se apoyó contra la pared de la ducha mientras ella le tendía la mano sobre su pecho desnudo. Sus dedos eran largos y elegantes, sin brillo en las uñas. Su toque había sido ligero, sospechaba. Ligero y tibio.

Deberían haberse mantenido juntos. Si la tenía, podría tener el conocimiento solo una vez de cómo un hombre libre tenía ganas de tener la mano suave de una mujer sobre su piel. Cuando era un esclavo lo habían tocado demasiado a menudo y siempre contra su voluntad, pero libre…

Y esto no lo había cualquier mano. Habría sido la de Bella.

Su palma había aterrizado sobre su pecho, entre sus pectorales y tal vez ella lo habría acariciado un poquito. Le podría haber gustado esto, si ella hubiera ido despacio. Sí, cuanto más lo pensaba más podría tal vez gustarle…

Ah, ¿qué diablos estaba pensando? La capacidad de tolerar la intimidad de cualquier clase había sido violada hacía años. Y de todas formas, no tenía ningún negocio para entretenidas fantasías de una mujer como Bella. No era digno ni de las enfadadas putas humanas de las que se obliga a alimentarse.

Zsadist abrió los ojos y se dejó de sandeces. La cosa más amble que podía hacer por Bella, el mejor modo de compensarla, era el de estar seguro de que nunca lo volvía a ver, incluso sin querer.

Aunque él la viera. Cada noche visitaría su casa y se aseguraría de que estaba bien. Era un tiempo peligroso para los civiles y ella tenía que ser cuidada. Él se quedaría entre las sombras mientras lo hacía.

Pensar en protegerla lo aliviaba.

No podía confiar en sí mismo para estar con ella. Pero tenía fe absoluta en su capacidad para mantenerla segura, no importaba cuantos lessers tuviera que comerse vivos.

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