Bella abrió su horno, echó una miradita a la cena, y se rindió.
Qué lío.
Cogió un par de agarraderas y extrajo el pastel de carne. El pobre se había aplanado por los lados de la cazuela, había ennegrecido en medio y había desarrollado grietas por estar seco. No era comestible, mejor adecuado para proveer a la construcción comercial que para un simple plato. Una docena más de éstos y algún mortero y ella tendría aquella pared que quería alrededor de su terraza.
Cuando cerró la puerta del horno con su cadera, podía haber jurado que la cocina Viking de alta calidad la miraba airadamente. La animosidad era mutua. Cuando su hermano había vuelto a hacer la granja para ella, le había puesto lo mejor de todo, por que esta era la única manera en que Rehvenge hacía las cosas. El hecho de que ella hubiera preferido una cocina pasada de moda y puertas chillonas y el apacible envejecido lugar no había importado. Y Dios la ayudara si hubiese armado alboroto sobre las medidas de seguridad. La única manera que Rehvenge le había permitido mudarse era si la casa era incombustible, antibalas e impenetrable como un museo.
Ah, las alegrías de tener un hermano mandón con una mentalidad cerrada.
Ella recogió la cazuela y se dirigió hacia las ventanas del patio trasero cuando el teléfono sonó.
Cuando ella contestó, esperaba que no fuera Rehvenge. -¿Hola?
Hubo una pausa. -¿Bella?
– ¡Mary! Te llamé antes. Espera un segundo, tengo que alimentar a los mapaches. -Ella colocó el teléfono sobre la mesa, salió disparada hacia el patio, se deshizo de la carga y regresó. Cuando la cazuela estuvo en el fregadero, ella recogió el receptor. -¿Cómo estás?
– Bella, tengo que saber algo. -La voz de la humana era algo tensa.
– Cualquier cosa, Mary. ¿Qué pasa?
– ¿Eres tú…una de ellos?
Bella se hundió en una silla al lado de la mesa de la cocina. – ¿Piensas que soy diferente a ti?
– Uh-huh.
Bella miró su acuario. Todo se veía muy tranquilo allí, ella pensó.
– Sí, Mary. Sí, soy diferente.
Hubo una rápida respiración en la línea. -Oh, gracias a Dios.
– De algún modo, no pensé que saberlo sería un alivio.
– Esto es…yo tengo que hablar con alguien. Estoy muy confundida.
– Confundida sobre…-Espera un minuto. ¿Por qué ellas tenían esta conversación? -¿Mary, cómo sabes de nosotros?
– Rhage me lo dijo. Bien, me lo mostró, también.
– Eso significa que él no lo ha borrado… ¿Lo recuerdas?
– Estoy con él.
– ¿Tú qué?
– Aquí. En la casa. Con un puñado de hombres, vampiros…Dios, esa palabra…-La mujer se aclaró la garganta. -Estoy aquí con aproximadamente otros cinco tipos como él.
Bella se puso la mano sobre la boca. Nadie se quedaba con la Hermandad. Nadie hasta dónde ella sabía. Y esta mujer era una humana.
– Mary, ¿Cómo hizo…como pasó?
Cuando le contó toda la historia, Bella estaba desconcertada.
– ¿Hola? ¿Bella?
– Lo siento, yo… ¿Estás bien?
– Eso creo. Lo estoy ahora, al menos. Escucha, tengo que saber. ¿Por qué nos citastes a los dos? ¿Rhage y yo?
– Te vio y a él…le gustaste. Me prometió que no te haría daño, que fue la única razón por la que acordé arreglar esa cita.
– ¿Cuando me vio él?
– La noche que llevamos a John al centro de entrenamiento. ¿O no recuerdas eso?
– No, no lo recuerdo, pero Rhage me dijo que yo había ido allí. ¿John…es un vampiro?
– Sí, lo es. Su cambio está próximo, que es por lo que me involucré. Él morirá a no ser que una de nuestra raza esté con él cuando llegue la transición. Él necesitará una mujer de la que beber.
– Entonces aquella noche, cuando lo conociste, lo supiste.
– Lo supe. -Bella escogió las palabras con cuidado. Mary, ¿el guerrero te trata bien? ¿Es él…amable contigo?
– Él me cuida. Me protege. No tengo ni idea de por qué, considerándolo.
Bella suspiró, pensando que ella lo sabía. Considerando la fijación del guerrero con la humana, él probablemente se había vinculado con ella.
– Pero volveré a casa pronto. -Dijo la humana. -Sólo un par de días.
Bella no estuvo tan segura sobre eso. Mary estaba adentrándose en su mundo más de lo que ella comprendía.
El olor de los vapores del gas eran repugnantes, pensó O mientras maniobraba el Toro Dingo alrededor en la oscuridad.
– Está bien. Estamos bien para ir. -Llamó U.
O apagó la cosa e inspeccionó el área que había talado del bosque. Profesionalmente, de 12 por 12 metros, esta era la disposición del edificio de persuasión más el espacio para que ellos pudieran trabajar.
U dio un paso hacia el área nivelada y dirigió la reunión de lessers. -Vamos a comenzar a levantar las paredes. Quiero tres lados levantados. Dejad uno abierto. -U hizo señas impacientes con la mano. -Vamos. Moveros.
Los hombres recogieron los marcos hechos de 2,5 metros de largo y dos por cuatro y llevaron las cosas alrededor.
El sonido de un vehículo aproximándose paró a cada uno de ellos, aunque la carencia de focos sugería que era otro lesser. Con su superior visión nocturna, los miembros de la Sociedad eran capaces de bailar alrededor de la oscuridad como si fuera pleno mediodía; quienquiera que hubiera detrás de aquellas ruedas esquivando árboles tenía la misma acuidad.
Cuando el Sr. X salió del mini-camión, O se acercó.
– Sensei. -Dijo O, inclinándose. Sabía que el bastardo apreciaría el gesto y de algún modo cabrearía al tipo solo por no ser tan divertido como solía ser.
– Sr. O, veo como estáis haciendo progresos.
– Déjeme mostrarle lo que estamos haciendo.
Tuvieron que gritar sobre los golpes de los martillos, pero no había ninguna razón de preocuparse por cualquier ruido. Ellos estaban golpeando en medio de un terreno de treinta hectáreas aproximadamente a treinta minutos de la ciudad de Caldwell. Al oeste de la propiedad había un pantano que servía como una de las zonas de inundación del Río Hudson. La cubierta norte y este era la Big Notch Mountain, un montón de roca pública que los escaladores no apreciaban debido a las guaridas de las serpientes de cascabel y los turistas encontraban todos los alrededores poco atrayentes. El único punto de exposición era el sur, pero los palurdos que vivían en el escampado, desmoronándose sus granjas no tenían tiempo como para ir vagando.
– Esto se ve bien. -Dijo el Sr. X.-Ahora, ¿dónde están poniendo las instalaciones de almacenaje?
– Aquí. -O se mantuvo de pie sobre un trozo de terreno. -Tendremos las provisiones por la mañana. Deberíamos estar listos para recibir visitantes en un día.
– Lo ha hecho bastante bien, hijo.
Maldito fuera, o odiaba la mierda de hijo. De verdad que lo odiaba.
– Gracias, sensei. -Dijo él.
– Ahora camine conmigo hacia mi coche. -Cuando ellos estuvieron a cierta distancia del trabajo, el Sr. X le dijo. -Dígame algo, ¿Tiene mucho contacto con los Betas?
O se aseguró deque su contacto ocular no dudaba. -No realmente.
– ¿Ha visto a alguno de ellos últimamente?
Cristo, ¿a dónde quería llegar el Fore-lesser con esto?
– ¿En ningún momento de la pasada noche?
– No, como le he dicho, no me cuelgo con los Betas. -O frunció el ceño. Sabía que si le exigía una explicación, solo lo miraría defensivamente, pero lo jodería. ¿Qué pasa?
– Aquellos Betas que perdimos en el parque anoche habían mostrado alguna promesa. Yo lamentaría pensar que mataba a su competencia.
– Un hermano…
– Sí, un miembro de la Hermandad los atacó. De acuerdo. Divertido, aunque los hermanos siempre se aseguran de apuñalar a sus matanzas para que los cuerpos se desintegren. Pero anoche, aquellos Betas fueron abandonados para que murieran. Y el daño fue bastante malo por que entonces no pudieron responder a las preguntas cuando fueron encontrados por la escuadrilla de reserva. Por lo que nadie sabe lo que pasó.
– Yo no estaba en el parque y usted lo sabe.
– ¿Yo lo sabía?
– Por todos los santos…
– Cuide su boca. Y cuídese usted. -Los pálidos ojos del Sr. X se estrecharon como rajas. -Sabe a quien llamaré si tengo que tirar su collar corredizo otra vez. Ahora vuelva a trabajar. Le veré a usted y a los otros primarios con las primeras luces para su registro.
– Pensaba que teníamos el correo electrónico. Dijo O con los dientes apretados.
– Será en persona desde ahora en adelante para usted y su equipo.
Cuando el mini-camión se fue, O miró fijamente hacia la noche, escuchando los sonidos de la construcción. Debería estar hirviendo en cólera. En cambio él estaba solo…cansado.
Dios, no tenía ningún entusiasmo por su trabajo. Y él no podía estar trabajando sobre las chorradas del Sr. X. La emoción había se había ido.
Mary echó un vistazo al reloj digital: 1:56. Aún faltaban horas y horas para el alba y el sueño era inadmisible. Todo lo que ella imaginó cuando cerró los ojos eran aquellas armas que colgaban del cuerpo de Rhage.
Ella rodó sobre sí misma. La idea de no volverlo a ver era inquietante, rechazó examinar los sentimientos demasiado estrechamente. Sólo los aceptaba, los llevaba mal y esperaba algún alivio.
Dios, deseaba poder volver al momento antes de que se marchara. Lo habría abrazado con fuerza. Y dándole una estirada conferencia sobre la permanencia de la seguridad aun cuando ella no supiera nada sobre la lucha y él lo era, esperanzadoramente, un maestro en ello. Ella sólo quería su seguridad…
De repente se abrió la puerta. Cuando se abrió de golpe, el rubio cabello de Rhage brilló con la luz del pasillo.
Mary salió disparada de la cama, cruzando la habitación en una carrera mortal y se lanzó sobre él.
– Whoa, qué…-Sus brazos la abrazaron y la recogieron, manteniéndola con él cuando atravesó la puerta y la cerró. Cuando la liberó, ella se deslizó por su cuerpo. -¿Estás bien?
Cuando sus pies se posaron sobre el suelo, ella volvió a la realidad.
– ¿Mary?
– Ah, sí…sí, estoy bien. -Dio un paso hacia un lado. Mirando a su alrededor. Ruborizada como un infierno. -Sólo…sí, solo voy a volver a la cama ahora.
– Mantente firme, mujer. -Rhage se quitó la chaqueta, la pistolera del pecho y el cinturón. -Vuelve aquí. Me gusta el modo en que me das la bienvenida a casa.
El abrió sus amplios brazos y ella entró en ellos, abrazándolo con fuerza, sintiendo como respiraba. Su cuerpo estaba muy caliente y olía maravillosamente, como al aire y el sudor limpio.
– No esperaba que estuvieras levantada. -Murmuró él, acariciando arriba y abajo su espalda.
– No podía dormir.
– Te lo dije, aquí estás a salvo, Mary. -Sus dedos encontraron la base de su cuello y lo masajearon con fuerza. -Maldición, estás tensa. ¿Estás segura de que estás bien?
– Estoy bien. De verdad.
Él cesó las fricciones. -¿Alguna vez contestas estás preguntas sinceramente?
– Ya lo he hecho. -Algo.
Su mano volvió a acariciarla. -¿Me prometerás una cosa?
– ¿Qué?
– ¿Me avisarás cuando no te encuentres bien?- Su voz fue provocadora. -Digo, sé que eres fuerte, por lo que no malgastaré mi aliento por ello o cualquier otra cosa. No tendrás que preocuparte de matarme por esto.
Ella se rió. -Te lo prometo.
Él le levantó la barbilla con un dedo, mirándola gravemente. -Voy a obligarte a cumplirlo. – Entonces él la besó en la mejilla. -Escucha, iba a ir a la cocina y a coger algo de comer. ¿Quieres venir conmigo? La casa está tranquila. Lo otros hermanos aún están fuera.
– Sí. Deja que me cambia.
– Sólo ponte una de mis chaquetas de lana. -Él se acercó al aparador y sacó algo suave, negro y del tamaño de una lona. -Me gusta la idea de que lleves mi ropa.
Cuando la ayudó a ponérselo, su risa fue una expresión muy masculina de satisfacción. Y posesividad.
Y maldita fuera si esto no manifestaba satisfacción en su cara.
Cuando terminaron de comer y habían vuelto a su habitación, Rhage tenía problemas de concentración. El zumbido rugía con toda su fuerza, peor que la última vez. Y él estaba totalmente despierto, su cuerpo tan caliente que parecía que su sangre iba a secar en sus venas.
Cuando Mary se acercó a la cama y se instaló, él se dio una rápida ducha y se preguntó si no debería darle una liberación a su erección antes de acostarse. La maldita cosa estaba dura, tiesa y dolía como una perra y el agua que caía sobre su cuerpo le hacía pensar en las manos de Mary sobre su piel. Se cogió a si mismo y recordó como se había sentido los movimientos de su boca y el placer se sus suaves secretos. Él duró, como, menos de un minuto.
Cuando hubo terminado, el vacío orgasmo sólo lo enervó más. Parecía que su cuerpo sabía que el verdadero asunto estaba en el dormitorio y no tenía ninguna intención de desviarse.
Maldiciendo, saliendo y secándose con la toalla, se dirigió hacia el armario. Agradeciendo por lo detallista que era Fritz, él buscó hasta que encontró-gracias-a-Dios un pijama que nunca antes se lo había puesto antes. Se encogió de hombros y luego se puso la bata que hacía juego por añadidura.
Rhage hizo muecas, parecía que llevaba la mitad del maldito armario. Pero este era el punto.
– ¿Está la habitación demasiado caldeada para ti? -Le preguntó mientras encendía una vela y apagó la lámpara.
– Está perfecto.
Personalmente, pensaba que se encontraba en el trópico. Y la temperatura aumentó cuando se acercó a la cama y se sentó sobre el lado opuesto al de ella.
– Escucha, Mary, en aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos, escucharás que las persianas se cerrarán durante el día. Se deslizan sobre las ventanas hacia abajo. No es que haga mucho ruido, pero no quiero que te asustes.
– Gracias.
Rhage se dejó caer sobre el edredón y cruzó los pies sobre sus tobillos. Todo esto lo irritaba, la habitación caliente, el PJs, la ropa. Ahora sabía como se sentían los regalos, todo rígido como en papeles y cintas: picante.
– ¿Normalmente llevas todo eso cuando te vas a dormir?- Le preguntó ella.
– Absolutamente.
– ¿Entonces por qué aún tienes puesta la etiqueta de la ropa?
– Es que en caso de que quiera otra, sabré cual es.
Él se giró sobre su lado, distanciándose de ella. Rodando sobre sí mismo hasta que se quedó mirando fijamente hacia el techo. Un minuto más tarde, se colocó sobre su estómago.
– Rhage. -Su voz fue adorable en la oscura quietud.
– ¿Qué?
– Duermes desnudo, ¿verdad?
– Ah, normalmente.
– Mira, te puedes quitar la ropa. No va a molestarme.
– No quería que te sintieras…incómoda.
– Me hace estar más incómoda que te arrojes sobre aquel lado de la cama. Parezco una ensalada revuelta en este lado.
Él habría reído en silencio por su razonable tono, pero la bomba caliente que tenía entre las piernas aspiró directamente todo su humor.
Ah, infiernos, si pensaba en el atuendo tenía que ir a guardarlo comprobándolo, estaba fuera de sí. La quería tan duramente que excepto la cota de malla, lo que llevara o no llevara no iba marcar la diferencia.
Manteniéndose de espaldas a ella, se levantó y se desnudó. Con algunas artimañas, logró meterse bajo el edredón sin dirigirle ni una mirada de lo que llevaba entre manos debajo de él. Aquel monstruoso despertar no era para que ella no lo supiera.
Él se mantuvo a distancia de ella, echándose sobre su lado.
– ¿Puedo tocarte? -Le preguntó ella.
Su erección se tensó, como si se ofreciera voluntario para ser “ello”. -¿Tocar qué?
– El tatuaje. Me gustaría…tocarlo.
Dios, ella estaba muy cerca de él y aquella voz suya, voz dulce, hermosa- era mágica. Pero el zumbido en su cuerpo hacía que pareciese que tenía un mezclador de pintura en la tripa.
Cuando se quedó tranquilo, ella murmuró. -No importa. No hago…
– No. Es solo… -Mierda. El odió la distancia en su tono.-Mary, está bien. Haz lo que quieres.
Oyó el roce de las sábanas. Sintió como el colchón se movió un poco. Y luego las yemas de sus dedos rozaron su hombro. Él siguió estremeciéndose.
– ¿Dónde te lo hicieron? -Susurró ella, remontando el contorno de la maldición. -El material gráfico es extraordinario.
Todo su cuerpo se tensó cuando sintió con precisión cuando ella estuvo sobre la bestia. Ella pasaba a través de su garra delantera izquierda y lo sabía por que sintió la correspondencia del zumbido en su propio miembro.
Rhage cerró lo ojos, atrapado entre el placer de tener su mano sobre él y la realidad que coqueteaba con el desastre. La vibración, la quemazón -ella lo elevaba todo, llamaba a la oscuridad en su corazón, lo más destructivo de él.
Él respiró a través de sus dientes cuando ella le acarició el flanco de la bestia.
– Tu piel es tan lisa. -Dijo ella, pasando su palma por la zona inferior de su espalda.
Congelado en el lugar, incapaz de respirar, rezó para tener autocontrol.
– Y…bueno, de todos modos. -Ella se retiró. -Creo que eres hermoso.
Él ya estaba encima de ella antes de que supiera que se había movido. Y no era un caballero. Empujó su muslo entre sus piernas, fijó sus brazos sobre su cabeza y buscando su boca con la propia. Cuando ella se acercó hacia él, él agarró el borde de su camisón y tiró de él con fuerza. Iba a tomarla. En este momento y en su cama, tal como había querido.
Y ella iba a ser perfecta.
Sus muslos se dejaron vencer por él, abriéndose ampliamente y ella lo animó, su nombre un gemido ronco que abandonó sus labios. El sonido encendido de una violenta sacudida en él, que oscureció su visión y enviando pulsos a sus brazos y piernas. Tomarla lo consumía, lo despojaba de cualquier tapa civilizada que había sobre sus instintos. Él era la materia prima, salvaje y…
Al borde de la implosión que quemaba que era la tarjeta de visita de la maldición.
El terror le dio la fuerza para saltar hacia atrás y separase de ella, tropezando por el cuarto. Se golpeó con algo. La pared.
– ¡Rhage!
Hundiéndose en el suelo, él puso sus temblorosas manos sobre su cara, sabiendo que sus ojos estaban en blanco. Su cuerpo estaba tan sacudido que sus palabras salieron como ondas. -Estoy fuera de mi mente…Esto es…Mierda, no puedo…tengo que alejarme de ti.
– ¿Por qué? No quiero que pares…
Él le habló directamente. -Tengo sed de ti, Mary. Estoy maldito…hambriento, pero no puedo tenerte. No te tomaré…a ti.
– Rhage. -Ella se quebró, como si intentara comunicarse con él. -¿Por qué no?
– No me quieres. Confía en mí, realmente no me quieres así.
– Un infierno que no quiero.
Él no estaba a punto de decirle que era una bestia que esperaba el acontecimiento. Entonces decidió repugnarla en vez de asustarla. -He tenido a ocho mujeres diferentes esta semana.
Hubo una larga pausa. -Buen Dios…
– No quiero mentirte. Nunca. Pero déjame ser muy claro. He tenido mucho sexo anónimo. He tenido muchas mujeres, ninguna por la que me haya preocupado. Y no quiero que pienses que alguna vez te utilizaría así.
Ahora que sus pupilas volvían a ser negras, él la miró.
– Dime que practicas el sexo seguro. -Refunfuñó ella.
– Cuando las mujeres me lo comentaban, lo hacía.
Sus ojos llamearon. -¿Y cuando ellas no lo hacen?
– Yo no puedo padecer ni siquiera un resfriado común, de la misma manera no puedo contagiarme el VHI o Hep C o cualquier enfermedad de transmisión sexual, tampoco. Los virus de los humanos no nos afectan.
Ella se colocó las sábanas sobre los hombros. -¿Cómo sabes que no las dejas embarazadas? O no pueden los humanos y los vampiros…
– Los híbridos son raros, pero ocurre. Y es obvio para mí cuando las mujeres están fértiles. Puedo olerlas. Si lo están o están cerca, no tengo sexo con ellas, hasta uso protección. Mis niños, cuando los tenga, nacerán en la seguridad de mi mundo. Y amaré a su madre.
Los ojos de Mary cambiaron de camino, quedándose fijos, atormentados. Él admiró lo que ella miraba fijamente. Era la Virgen y el Niño que había pintado sobre el aparador.
– Me alegra que me lo hallas dicho. -Dijo ella finalmente. -¿Pero por qué tiene que ser con extrañas? Por qué no puede ser con alguien como tú…En realidad, no me contestes. No es asunto mío.
– Yo preferiría estar contigo, Mary. No estar en tu interior es una tortura…te quiero tanto que no puedo soportarlo. – Él apagó su respiración. -¿Pero puedes decirme francamente que me quieres ahora? Aunque…infiernos, incluso si lo quisieras, hay todavía algo más. La forma en que estás en mi cabeza, es como te dije antes. Me asusta perder el control. Me afectas de una manera diferente a las otras mujeres.
Hubo otro largo silencio. Ella lo rompió.
– Dime otra vez que eres un miserable y que no dormiremos juntos.- Dijo ella secamente.
– Soy un completo miserable. Dolorido. Duro todo el tiempo. Trastornado y fastidiado.
– Bueno -Ella sonrió un poco. -Chico, ¿soy una perra, verdad?
– De ningún modo.
La habitación se quedó tranquila. Eventualmente él yació sobre el suelo y se acurrucó, descansando su cabeza sobre su brazo.
Ella suspiró. -No espero que duermas en el suelo ahora.
– Es lo mejor.
– Por todos los santos Rhage, levántate de allí.
Su voz era baja como un gruñido. -Si vuelvo a aquella cama, no hay ningún modo de que no vaya a aquel dulce punto de entre tus piernas. Y esta vez no solo sería con mis manos y mi lengua. Volveríamos a donde estábamos. Mi cuerpo encima de ti, cada pulgada de mi cuerpo desesperada por entrar en el tuyo.
Cuando él cogió el delicioso olor de su excitación, el aire entre ellos se levantó con el sexo. Y dentro de su cuerpo, él volvió a ser un cable vivo.
– Mary, mejor me marcho. Volveré cuando te hallas dormido.
Él se marchó antes de que ella pudiera pronunciar otra palabra. La puerta se cerró detrás de él, se apoyó contra la pared del pasillo. Estar fuera del cuarto ayudaba. Era más difícil recoger su olor.
Él oyó una risa y vio a Phury paseándose por el pasillo.
– Te ves colgado, Hollywood. Así como malditamente desnudo.
Rhage se cubrió con las manos. -No se como puedes hacerlo.
El hermano se paró, removiendo la taza de sidra caliente que llevaba. ¿Hacer qué?
– El celibato.
– ¿No me digas que tu mujer no te tendrá?
– Ese no es el problema.
– Entonces, ¿por qué estás ahora en el pasillo?
– Yo, ah, no quiero hacerle daño.
Phury lo miró con sorpresa. -Tú eres grande, pero nunca has herido a ninguna mujer. Al menos que yo sepa.
– No, es solo…la quiero tan duramente, estoy…estoy picante, hombre.
Los ojos amarillos de Phury se estrecharon. -Estás hablando de la bestia.
Rhage lo miró. -Sí.
El silbido que salió del hermano fue sombrío. -Bien…infiernos, mejor te cuidas. Quieres ganar su respeto, eso esta bien. Pero tú ¿te mantienes en el nivel o realmente vas a hacerle daño, me entiendes? Busca una pelea, encuentra a otras mujeres, pero asegúrate de estar tranquilo. Y si necesitas algo de humo rojo, ven a buscarme. Te daré algunas de mis O-Zs, sin problema.
Rhage suspiró. -Pasaré de los humos por ahora. Pero, ¿puedo tomar prestado algún jersey y un par de Nikes? Voy a intentar controlarme con agotamiento.
Phury palmeó su trasero. -Vamos, mi hermano. Seré más que feliz de cubrir tu culo.