“¡¿Qué quiere hacer qué?! "
Elizabeth estaba de pie delante de Lady Danbury, con la boca abierta de la sorpresa.
"Ya te lo he dicho, voy a dormir una siesta. "
"Pero usted nunca duerme siesta. "
Lady Danbury alzó una ceja. "Dormí una hace solamente dos días. "
"Pero, pero…"
"Cierra la boca, Elizabeth. Empiezas a parecerte a un pescado. "
"Pero usted me ha dicho," protestó Elizabeth, "muchísimas veces, que la huella de la civilización es la rutina. "
Lady D se encogió de hombros y emitió un desdeñoso gorgojeo. "¿Es que una dama no puede tomarse la libertad de cambiar ocasionalmente su rutina? Todas las rutinas necesitan periódico reajuste.”
Elizabeth, quién había estado lanzando aturdidos vistazos alrededor del cuarto, contestó, "Un ventrílocuo. Es imposible que estas palabras estén saliendo de su boca. "
"Te aseguro que sí. Encuentro que la siestas vespertinas son prodigiosamente refrescantes. "
"Pero la que usted durmió el otro día – su única siesta desde la infancia, podría añadir -fue por la mañana. "
"Hmmph. Tal vez lo fue. Tal vez no. "
"Lo fue. "
"Habría sido mejor por la tarde. "
Elizabeth no tuvo ni idea de cómo responder a algo tan ilógico, así que simplemente alzó los brazos y dijo, "La dejaré dormir, entonces. "
"Sí. Hazlo. Y cierra la puerta detrás de ti. Estoy segura de que necesitaré silencio absoluto. "
"No puedo imaginar que requiera algo menos. "
"Chiquilla impertinente. ¿De dónde proviene todo este descaro? "
Elizabeth lanzó a su patrona una mirada de reprensión. "Sabe muy bien que proviene de usted, Lady Danbury. "
"Sí, estoy haciendo un trabajo bastante bueno moldeándote, ¿verdad? "
"Dios me ayude," refunfuñó Elizabeth.
"¡He oído eso! "
"No he supuesto que haya alguna posibilidad de que la audición sea el primer sentido que pierda. "
Lady Danbury rió en voz alta ante su comentario. "Sabes verdaderamente cómo entretener a una vieja señora, Elizabeth Hotchkiss. No pienses que no aprecio eso. Realmente siento un gran cariño por ti. "
Elizabeth parpadeó sorprendida ante la inusual muestra de sentimentalismo de Lady D. "Oh, gracias. "
"No soy siempre totalmente descortés." Lady Danbury miró el pequeño reloj que llevaba colgado de una cadena alrededor del cuello. "Creo que me gustaría ser despertada dentro de setenta minutos. "
"¿Setenta minutos? ¿Cómo puñetas se le ocurrían a Lady D esas extrañas cifras? "
"Una hora no es realmente bastante, pero estoy demasiado ocupada para desperdiciar una hora y media. Además," añadió Lady Danbury con una mirada astuta, "me gusta mantenerte alerta."
"De eso," refunfuñó Elizabeth, "no tengo la menor duda. "
"Setenta minutos, entonces. Y ni un minuto antes. "
Elizabeth sacudía la cabeza asombrada, mientras se dirigia hacia la puerta. Antes de salir, sin embargo, se giró y preguntó, "¿Está segura de que se siente bien? "
“Todo lo bien que una mujer de cincuenta y ocho años tiene derecho a sentirse. "
"Lo cual es verdaderamente una bendición," dijo Elizabeth irónicamente, "ya que usted tiene sesenta y seis años. "
"Chiquilla impertinente. Sal de aquí antes de que decida retener tu salarios. "
Elizabeth arqueó las cejas. "No se atrevería. "
Lady Danbury sonrió para si misma cuando vio a su acompañante cerrar la puerta tras ella. “Estoy haciendo un buen trabajo," se dijo, con tono lleno de ternura y quizás apenas una insinuación de autofelicitación. "Se parece más a mí cada día. "
Elizabeth soltó un largo suspiro y se dejó caer sobre un banco almohadillado del pasillo. ¿Qué se suponía que iba a hacer ahora? Si hubiera sabido que Lady Danbury iba a convertir el dormir la siesta en una costumbre regular, habría traído un poco de costura, o quizás las cuentas de la casa. El Señor sabía que las finanzas de los Hotchkiss siempre podían ser repasadas un poco más.
Por supuesto, siempre quedaba Cómo casarse con un Marqués. Había jurado que no iba a mirar el maldito libro de nuevo, pero tal vez debería echar una ojeada a la biblioteca para asegurarse de que James no lo había movido, o volcado, o había agitado las páginas, o… o, bueno, que no le había hecho algo.
No, se dijo con firmeza, agarrándose al terciopelo castaño del banco para impedirse levantarse. No iba a tener nada más que ver con la señora Seeton y sus edictos. Iba a quedarse allí sentada, como si la hubiesen pegado al banco, hasta que decidiera como emplear sus setenta minutos libres.
Sin entrar en la biblioteca. Independientemente de lo que fuera a hacer, no iba a entrar en la biblioteca.
"¿Elizabeth? "
Alzó la vista y se encontró con James -o más bien, con la cabeza de James, que asomaba por la puerta de la biblioteca.
“¿Podría venir un momento? "
Se puso de pie. “¿Sucede algo malo? "
"No, no. Al contrario, en realidad. "
"Suena prometedor," murmuró ella. Hacia mucho tiempo que nadie la llamaba para darle buenas noticias. ‘¿Podría venir un momento?’ podía ser un modo cortés de decir, ‘Su cuenta está atrasada y si no paga inmediatamente tendré que notificarlo las autoridades.’
Él le hizo señas con la mano. "Tengo que hablar con usted. "
Ella se le unió entrando en la biblioteca. Mira donde quedaba su firme resolución. “¿Qué sucede? "
Él le mostró Cómo casarse con un Marqués y frunció el ceño. "He estado leyendo esto. "
Oh, no.
"Es realmente fascinante. "
Ella gimió y se tapó los oídos con las manos. "No quiero oírlo. "
"Estoy convencido de que puedo ayudarle. "
"No estoy escuchando. "
Él le cogió las manos y tiró de ellas hasta que Elizabeth quedó extendida como una estrella de mar. "Puedo ayudarle," dijo él otra vez.
"Estoy más allá de toda ayuda. "
Él se rió, un rico sonido que calentó a Elizabeth hasta los dedos de los pies. "Venga, venga" dijo él, "no sea pesimista. "
"¿Por qué está leyendo esto? " le preguntó. Por el amor del cielo, ¿qué podría este o cualquier otro hombre tan apuesto y encantador encontrar interesante en tal libro? Si uno quería ser brutalmente sincero, esto no era más que un tratado para mujeres desesperadas. ¿Y no equiparaban los hombres a las mujeres desesperadas con la cicuta, la intoxicación alimentaria, y la peste bubónica?
"Atribúyalo a mi curiosidad insaciable," contestó él. "¿Cómo podría resistirme, habiendo sido obligado a adoptar tales medidas heroicas para recuperarlo esta mañana? "
"¿Medidas heroicas? " exclamó ella. "¡Lo sacó de un tirón de debajo de mí! "
"La palabra 'heroica' está siempre abierta a la interpretación," dijo él alegremente, dirigiéndole otra de aquellas sonrisas peligrosamente masculinas.
Elizabeth cerró los ojos y soltó un cansado y desconcertado suspiro. Esta tenía que ser la conversación más rara de su vida, y, sin embargo, de alguna manera parecía bastante natural.
Lo más extraño era que ella no se sentía realmente avergonzada. Oh, seguramente sus mejillas estaban un poco sonrosadas, y no podía creer algunas de las palabras que salían de su boca, pero para ser sincera, no corría el riesgo de perecer de un ataque de mortificación aguda por ahora
Era James, descubrió. Algo en él la hacia sentirse a sus anchas. Tenía una sonrisa tan natural, una risa tan reconfortante. Podría tener un lado peligroso e incluso misterioso, y a veces realmente la miraba de una forma tan ardiente, de una manera tan extraña que hacia que el aire se espesara, pero a pesar de esto era casi imposible sentirse incómoda en su compañía.
"¿En qué piensa? " lo oyó preguntar.
Ella abrió los ojos. "Pensaba que no puedo recordar la última vez que me sentí tan ridícula. "
"No sea tonta. "
"A veces," dijo ella, con un autodespectivo gesto de la cabeza, "simplemente no puedo evitarlo. "
Él no hizo caso de su comentario y alzó el libro, sacudiéndolo con pequeños giros de su muñeca. "Esto tiene inconvenientes. "
"¿ Cómo casarse con un Marqués? "
"Muchos inconvenientes. "
"Estoy deseando oírlos. Debo decir que parece prodigiosamente difícil cumplir los edictos. "
James comenzó a pasear de un lado a otro, sus ardientes ojos negros evidentemente concentrados en sus pensamientos. "Es obvio para mí," anunció él, "que esa señora Seeton -si este es en efecto su verdadero nombre- nunca, ni una vez consultó a un hombre para preparar sus edictos. "
Elizabeth encontró esto tan interesante que se sentó.
"Puede ofrecer tantas reglas y regulaciones como le guste," expuso él, "pero su metodología es errónea. Afirma que si sigue sus edictos, se casará con un marqués – "
"Por ‘marqués,' pienso que ella simplemente quería decir un buen partido," interrumpió Elizabeth. "Imagino que solamente aspiraba a la aliteración en el título de libro. "
Él sacudió la cabeza. “No marca ninguna diferencia. Marqués, buen partido-todos somos hombres."
"Sí," dijo ella, despacio, resistiendo a duras apenas al impulso de verificar este hecho dejando que su mirada vagara de arriba abajo por el cuerpo de él, "supongo que sí. "
James se inclinó, mirándola atentamente a la cara. “Y yo le pregunto: ¿Cómo, le ruego que me diga, puede la señora Seeton -si este es en efecto su verdadero nombre -juzgar si sus reglas son efectivas? ”
"Bien," Elizabeth se paró, "supongo que ella podría haber trabajado de acompañante de algunas señoritas y – "
"Lógica defectuosa," la interrumpió él. "La única persona que puede juzgar realmente si sus reglas son verdaderamente adecuadas es un marqués. "
"O un buen partido," acotó ella.
"O un buen partido," concedió el, con un ligero asentimiento de la cabeza. "Pero puedo asegurarle, como caballero moderadamente elegible, que si una mujer se acercara a mí siguiendo todos estos edictos – "
"Pero ella no se acercaría a usted," lo interrumpió Elizabeth. "No si siguiera las instrucciones de la señora Seeton. Iría contra las reglas. Una señora debe esperar hasta que un señor se acerque a ella. No puedo recordar qué edicto lo dice pero sé que está en el libro. "
“Lo cual sólo viene a demostrar lo necio que es la mayor parte de esto. El punto que yo trataba de recalcar, sin embargo, es que si encontrara a una protegida de nuestra querida señora Seeton -si este es en efecto su verdadero nombre – "
"¿Por qué sigue diciendo eso? "
James se lo pensó un momento. Debían de ser todos esos años como espía. Todo lo que dijo, sin embargo, fue, "No tengo la menor idea. Pero como decía, si conociera a una de sus protegidas, saldría huyendo en dirección contraria. "
Tras un instante de silencio, Elizabeth dijo, con un asomo de sonrisa traviesa, "No huyó de mí."
La cabeza de James giró bruscamente. "¿Qué quiere decir? "
La sonrisa de ella se ensanchó, y casi parecía un gatito ronroneando complacida por haberlo sorprendido. "¿No leyó el edicto que habla sobre la práctica de los edictos? " Ella se inclinó hacia delante para mirar detenidamente entre las páginas de Cómo casarse con un Marqués, las cuales estaba asaltando, en busca del edicto mencionado
Él la contempló con incredulidad durante al menos diez segundos completos antes de inquirir, "¿Usted practicó conmigo? "
"Suena muy a sangre fría, lo sé, y sentí realmente una o dos punzadas de remordimiento por ello, pero realmente no tenía ninguna otra opción. Después de todo, ¿si no era usted, quién? "
"Quién, en efecto," murmuró James, no muy seguro de por qué estaba irritado. No era porque ella hubiera estado practicando con él; era bastante divertido, en realidad. Más bien, pensó que podía ser porque no se había dado cuente de que ella lo había estado haciendo.
Para un hombre que estaba orgulloso de si mismo por su instinto y percepción, era bastante mortificante, en efecto.
"No lo haré más," prometió ella. "Probablemente fue bastante injusto por mi parte. "
Él empezó a marcar el paso de un lado a otro, dando ligeros toques con su dedo contra su mandíbula mientras trataba de decidir cómo sacar ventaja de esta situación.
"¿James"?
¡¡Ahá!! Él se giró velozmente, con los ojos encendidos de emoción ante una nueva idea. "¿Para quién practicaba usted? "
"No entiendo. "
Él se sentó a su lado y dejó que las manos colgaran entre sus muslos con los antebrazos apoyados en ellos mientras se inclinaba hacia delante. Esa mañana, más temprano, se había jurado que haría desaparecer la mirada de la desesperación de los ojos de Elizabeth. En realidad, aquella mirada no estaba allí ahora, pero sabía que volvería en cuanto ella recordara a los tres hambrientos hermanos que la esperaban en casa. Pero ahora él había encontrado un modo de ayudarla y disfrutar haciéndolo.
Iba a darle clases particulares. Ella quería hacer caer en la trampa del matrimonio a algún incauto-bien, nadie podía saber más sobre tales trampas que el Marqués de Riverdale. Había sido objeto de cada uno de los trucos, desde debutantes de tontas risitas persiguiéndolo por oscuros rincones, pasando por cartas amorosas horriblemente explícitas, hasta viudas desnudas que se colaban en su cama.
Pareció sensato suponer que si él había aprendido tan bien como evitar el matrimonio, debería ser capaz de aplicar su conocimiento en dirección contraria. Con un poco de practica, Elizabeth debería ser capaz de atrapar a cualquier hombre sobre la faz de la tierra.
Era esa parte-la de la práctica- la que hacía que su pulso se acelerara, y ciertas partes – menos mencionables- de su anatomía, se inflamaran. Cualquier clase de tutoría implicaría al menos un examen superficial de las artes amorosas. Nada, desde luego, que comprometiera a la muchacha, pero-
"¿Sr. Siddons? ¿James? "
Él alzó la vista, consciente de que se había distraído. Dios santo, pero es que ella tenía la cara de un ángel. Encontró casi imposible de creer que pensara que necesitaba ayuda para encontrar un marido. Pero realmente lo creía, y esto la brindaba la oportunidad más espléndida…
"¿Cuándo practicaba conmigo," preguntó con voz profunda y concentrada, "quién era su objetivo final? "
¿"Quiere decir para casarse? "
"Sí. "
Ella parpadeó y movió ligeramente la boca antes de decir, "Yo… no lo sé, en realidad. No había llegado tan lejos en mis pensamientos. Simplemente esperaba poder asistir a una de las reuniones de Lady Danbury. Parecía un lugar tan bueno como cualquier otro para encontrar un buen partido. "
"¿Va a celebrar una pronto? "
"¿Una reunión? Sí. El sábado, creo. Una pequeña recepción al aire libre. "
James se recostó. Maldición. Su tía no le había dicho que esperaba compañía. Si cualquiera de sus invitados fuera conocido suyo, tendría que escabullirse rápidamente. Lo último que necesitaba era que algún pisaverde de Londres le palmeara la espalda delante de Elizabeth y se dirigiera a él como Riverdale.
"No creo que nadie se quede a pasar la noche, sin embargo," añadió ella.
James asintió pensativamente. “Entonces esta será una excelente oportunidad para usted. "
"Ya veo," dijo ella, sin sonar tan ilusionada como él habría esperado.
"Todo lo que tiene que hacer es averiguar qué hombres están solteros y elegir al mejor del grupo. "
"Ya he revisado la lista de invitados, y hay varios caballeros libres. Pero" – soltó una risa frustrada – " ha olvidado una cosa, James. El caballero en cuestión debe elegirme también. "
Él ignoró su protesta, "El fracaso no es una posibilidad. Cuando hayamos terminado con usted – "
"No me gusta como suena eso. "
" – será imposible de resistir. "
Una de las manos de Elizabeth se posó inconscientemente en su mejilla cuando lo contempló con asombro. ¿Se estaba ofreciendo a entrenarla? ¿A volverla casadera? No sabía por qué estaba tan sorprendida por esto, después de todo, él nunca había dado la menor indicación – excepto por un dulce beso- de que estuviera interesado en ella para él. Y además, había dejado claro que no podía casarse con un administrador sin dinero.
Entonces, ¿por qué estaba tan deprimida porque él pareciera tan impaciente por casarla con el caballero rico y bien relacionado qué ella le había dicho que quería y necesitaba?
"¿Qué implica esa educación? " preguntó con recelo.
"Bien, no tenemos mucho tiempo," reflexionó él, "y no hay nada que podamos hacer sobre su vestimenta. "
"Qué amable por su parte el indicarlo," refunfuñó ella.
Él le dirigió una mirada ligeramente represiva. “Si no recuerdo mal, usted no tuvo reparo alguno en criticar mi vestuario antes. "
Ahí la había pillado, admitió ella. Los buenos modales la obligaron a decir, a regañadientes, "Sus botas son muy agradables. "
Él sonrió ampliamente y contempló su calzado, que, aunque viejo, parecía muy bien hecho. "Sí, lo son, ¿verdad? "
"Quizás un poco rayadas," añadió ella.
"Las puliré mañana," prometió él, mirándola como si le dijera que no iba a picar el cebo.
"Lo siento," dijo ella, quedamente. "No debí decirlo. Los elogios deberían ser dados libremente, sin restricciones ni salvedades. "
Él la miró con una extraña expresión evaluadora durante un momento antes de preguntar “¿Sabe lo qué me gusta de usted, Elizabeth? "
Ella no tenía ni idea.
"Es usted una persona amable y buena," dijo, "pero a diferencia de la mayoría de las personas amables y buenas, no predica o empalaga, o intenta hacer que todos los demás sean amables y buenos."
Se quedó boquiabierta Esta era la declaración más increíble.
"Y por debajo de toda esa bondad y gentileza, parece poseer un malvado sentido del humor, no importa con cuanta fuerza trate de vez en cuando de suprimirlo. "
Oh, Señor, si decía algo más, caería locamente enamorada de él allí mismo.
"No hay nada malo en burlarse de un amigo mientras no lo haga con malicia," dijo él, su voz convertida en una suave caricia. "Y creo que usted no sabría ser malévola ni aunque alguien le ofreciera una disertación sobre el tema. "
"Entonces supongo que eso nos hace amigos," dijo ella, con voz ligeramente ronca,
Él le sonrió, y su corazón dejó de latir. “Realmente no tiene ninguna otra opción que ser amiga mía," dijo él, acercándose más. “Después de todo, conozco sus más embarazosos secretos. "
Una risita nerviosa se le escapó de los labios. "Un amigo que va a encontrarme marido. Qué pintoresco. "
"Bueno, pienso que yo podría hacer mejor trabajo que la señora Seeton -si éste es en efecto -"
"No lo diga," le advirtió ella.
"Considérelo no dicho. Pero si quiere un poco de ayuda… " La miró fijamente. "Quiere ayuda, ¿verdad? "
"Er, sí.Creo. "
"Tendremos que comenzar en seguida. "
Elizabeth echó un vistazo al ornamentado reloj de mesa que Lady Danbury había traido importado de Suiza. "Tengo que estar en la salita en menos de una hora. "
James ojeó unas cuantas páginas de Cómo casarse con un Marqués, sacudiendo la cabeza mientras leía. "¡Um!, esto no nos deja mucho tiempo, pero – " Él alzó la vista bruscamente. “¿Cómo ha logrado escapar de Lady Danbury a esta hora del día? "
"Está durmiendo una siesta. "
"¿Otra vez? " Su cara mostró claramente su sorpresa.
Ella se encogió de hombros. “Lo encontré tan increíble como usted, pero ella insistió. Exigió absoluto silencio y me dijo que no la despertara durante setenta minutos. "
"¿Setenta? "
Elizabeth hizo una mueca. "Eso debe mantenerme alerta. La cito textualmente, a propósito. "
"De alguna manera no me sorprende. " James tamborileo con los dedos sobre la mesa principal de la biblioteca, y después alzó la vista. "Podemos comenzar cuando termine con ella esta tarde. Necesitaré algún tiempo para trazar un plan de estudio, y – "
"¿Un plan de estudio? " repitió ella.
"Tenemos que ser organizados. La organización hace accesible cualquier objetivo. "
Se quedo boquiabierta.
Él frunció el ceño. "¿Por qué me mira así? "
"Suena exactamente como Lady Danbury. De hecho, ella utiliza la misma frase. "
"¿De verdad? " James tosió, y luego se aclaró la garganta. Maldición, acababa de meter la pata. Algo en Elizabeth y en aquellos ojos azules de ángel suyos lo hizo olvidar que estaba de incógnito. Nunca debería haber usado una de las máximas favoritas de Tía Agatha. Habían sido machacadas en su cabeza con tanta frecuencia cuando era un niño que ahora eran también sus máximas.
Había olvidado que se dirigía a una persona que conocía cada uno de los matices del carácter de Agatha tan bien como él. "Estoy seguro de que es solamente una coincidencia," dijo, en tono firme. Según su experiencia la gente tendía a creer cualquier cosa que dijera mientras sonara como si supiera de lo que hablaba.
Pero, por lo visto, Elizabeth no. "Ella lo dice al menos una vez por semana. "
"Bien, entonces, estoy seguro que debo haberla oído en algún momento. "
Ella pareció aceptar aquella explicación, ya que abandonó el tema y en cambio dijo, "Decía algo sobre trazar un plan de estudios… "
“Correcto. Necesitaré una tarde para planearlo, pero quizás podríamos encontrarnos cuando haya acabado con Lady Danbury. La acompañaré a casa, y podemos comenzar por el camino. "
Ella sonrió débilmente. "Muy bien. Me encontraré con usted en la puerta principal a las cuatro y treinta y cinco minutos. Acabo a las cuatro y media," explicó ella, "pero me llevará cinco minutos llegar a la puerta. "
"¿No podemos simplemente encontrarnos aquí? "
Ella negó con la cabeza. “No, a menos que quiera que todos los criados de Danbury House chismorreen sobre nosotros. "
"Un razonamiento excelente. En la puerta principal, entonces. "
Elizabeth saludó con la cabeza y dejó el cuarto, sus piernas temblorosas apenas le alcanzaron para volver al banco almohadillado. Dios querido, ¿en que maldito lío se había metido?
Maullido.
Miró hacia abajo. Malcolm, el gato del demonio, estaba sentado a sus pies, contemplándola como si ella fuera un ratón.
"¿Qué quieres? "
El gato se encogió de hombros. Elizabeth no sabía que un gato pudiera hacerlo, pero claro, tampoco había creído jamás que se encontraría alguna vez sentada en el gran vestíbulo de Danbury House, hablando con su felina némesis.
"Piensas que soy ridícula, ¿verdad? "
Malcolm bostezó.
"He acordado dejar que el señor Siddons me entrene para encontrar marido. "
Las orejas del gato se irguieron.
"Sí, ya sé que te gusta más que yo. Todo el mundo te gusta más que yo. "
El gato se encogió de hombros otra vez, evidentemente poco inclinado a contradecir su declaración.
"Crees que no puedo hacerlo, ¿verdad? "
Malcolm movió su cola trazando un circulo. Elizabeth no tenía ni idea de cómo traducir esto, pero dado la bien documentada aversión del gato hacia ella, más bien pensaba que significaba, “Tengo mayores probabilidades de encontrar marido que tú. "
"¿Elizabeth? "
Se puso roja como una remolacha y volvió la cabeza hacia un lado. James había asomado la cabeza por la puerta de la biblioteca y la miraba socarronamente.
"¿Esta hablando con el gato? "
"No. "
"Podría haber jurado que la oí dirigiéndose al gato. "
"Bien, pues no lo hice. "
"Oh. "
"¿Por qué iba a hablarle yo al gato? Me odia. "
Los labios de James temblaron. "Sí. Me lo dijo. "
Trató de fingir que no se había dado cuenta de que sus mejillas ardían. "¿No tiene nada que hacer? "
"Oh, sí, el proyecto de lecciones. Le veré un poco más tarde de las cuatro y media. "
Elizabeth esperó hasta que oyó el chasquido de puerta de la biblioteca al cerrarse. "Dios santo," exhaló. "Me he vuelto loca. Completamente loca. "
Añadiendo el insulto a la herida, el gato asintió con la cabeza.