“¡Lo siento! "
"No diga eso," gruñó James, tratando de decidir qué parte de él estaba más dañada."¡Pero es que lo siento!" se lamentó ella. "Espere, déjeme ayudarle. "
"No," gritó él frenéticamente, prosiguiendo en tono más calmado, "no me toque. Por favor."
Elizabeth abrió la boca en un gesto de mortificante horror y comenzó a parpadear rápidamente, y por un instante James pensó que iba a llorar. "Todo está perfectamente," se obligó a mentir. "No estoy herido. " Ante su incrédula mirada, añadió, "Perfectamente."
Ella tragó. "Soy tan torpe. Incluso Susan se niega a bailar conmigo."
"¿Susan?"
"Mi hermana. Tiene catorce años."
"Ah," él dijo, añadiendo entre dientes, "chica lista."
Ella se mordió el labio inferior. "¿Está seguro de que no quiere que le ayude?"
James, que había estado tratando de desenredarse discretamente de su espinosa prisión, finalmente afrontó la realidad de que en un combate entre él y el rosal, este último saldría vencedor. "Voy a darle la mano," la instruyó, manteniendo un tono lento y calmado, "y entonces usted tirará de mi con fuerza y hacía usted. ¿Está claro?"
Ella asintió.
"No hacía un lado, no hacía arriba, no – "
"¡Está claro!" estalló ella. Antes incluso de que él tuviera posibilidad de reaccionar, lo agarró de la mano y lo sacó del rosal.
James se quedó mirándola un instante, un poco sobresaltado por la fuerza que se escondía tras su pequeña figura.
"Soy torpe," dijo ella. "No idiota."
De nuevo, lo dejó mudo. Dos veces en un minuto tenía que ser un nuevo record.
"¿Está herido?" le preguntó Elizabeth bruscamente, quitándole una espina de la pechera de la chaqueta y luego otra de la manga. "Se ha arañado las manos. Debería haber llevado puestos los guantes. "
"Hace demasiado calor para llevar guantes," murmuró James, mirando cómo le quitaba más espinas. Tenía que ser completamente inocente- ninguna dama con un poco de experiencia, aunque sólo fuera con el flirteo, estaría de pie tan cerca de un hombre, recorriendo con sus manos su cuerpo de arriba abajo…
Muy bien, admitió para sí mismo, estaba dejando que su imaginación y su libido se desbordaran. Ella no estaba exactamente moviendo sus manos de arriba abajo por su cuerpo, pero bien podría haberlo estado haciendo por el modo en que él reaccionaba. Estaba tan cerca. Solamente con extender la mano podría tocar su pelo, sentir cuán sedoso era en realidad, y-
Oh, Dios, podía olerla.
Su cuerpo se endureció en un segundo.
Ella retiró la mano y lo miró con sus inocentes ojos azules. “¿He hecho algo mal?"
“¿Por qué dice eso?" preguntó él, con voz estrangulada.
"Se ha puesto rígido."
James sonrió sin humor. Si ella supiera…
Ella eliminó otra espina, ésta vez del cuello de su chaqueta. "Y para ser sincera, suena bastante raro. "
James tosió, tratando de ignorar la forma en que sus nudillos acariciaban accidentalmente su mandíbula. "Me he atragantado," dijo con voz rasposa.
"Oh." Ella se apartó examinó su trabajo. "Oh, Señor, me he dejado una."
Él siguió su mirada… hacia abajo, hasta su muslo. "Yo la quitaré," dijo él rápidamente.
Ella se sonrojó. "Sí, será lo mejor, pero – "
"¿Pero qué?"
"Hay otra," dijo ella, con una embarazosa tos y señalando con un dedo.
"¿Dónde?" preguntó él, solamente para hacerla ruborizarse un poco más.
"Ahí. Un poco más arriba. " Lo señaló con un dedo y se dio media vuelta, roja como una remolacha.
James sonrió ampliamente. Había olvidado lo divertido que era hacer ruborizar a una señorita. "Ya está. ¿Estoy limpio de espinas?"
Ella se volvió, lo revisó, y asintió con la cabeza. "Realmente siento terriblemente lo de, ah, el rosal," dijo con una arrepentida inclinación de cabeza. "Lo siento muchísimo."
En el instante en que James oyó la frase "lo siento" otra vez, tuvo que luchar contra el impulso de agarrarla por los hombros y sacudirla. "Sí, creo que eso ya ha quedado claro."
Una de sus delicadas manos se elevó hasta su mejilla con expresión de preocupación. “Lo sé, pero se ha arañado la cara, y realmente deberíamos ponerle bálsamo, y…, ¿porque está olisqueando?"
Lo había pillado. "¿Lo hacía?"
"Sí."
James le dedicó su sonrisa más infantil. "Huele a rosas."
"No," dijo ella, con una sonrisa divertida, "usted huele a rosas."
James comenzó a reírse. Le dolía la barbilla justo donde ella lo había golpeado dos veces, su pie palpitaba en el punto donde ella había caminado por encima, y sentía todo el cuerpo como si hubiera nadado en un rosal, lo que no estaba muy lejos de la verdad. Y aún así siguió riéndose.
Miró a la señorita Hotchkiss, que se mordisqueaba el labio inferior y lo miraba de forma sospechosa. "No me he vuelto loco, si es eso lo que le preocupa," dijo con una sonrisa divertida, "aunque me gustara aceptar su oferta de tratamiento médico."
Ella asintió enérgicamente con la cabeza. "Lo trataré mejor dentro, entonces. Hay un pequeño cuarto cerca de la cocina donde la señora Danbury guarda las medicinas. Estoy segura de que habrá alguna clase de bálsamo o loción que podamos aplicar a sus heridas."
"Va a usted… ah… a ver… ah – "
"¿Sus arañazos?" terminó ella por él, con los labios curvados en una sonrisa de auto reproche. "No se preocupe, soy lo bastante hábil para curar esos rasguños sin provocar un desenlace mortal. He limpiado mucho más cortes y raspones de los que me gusta recordar."
“¿Sus hermanos son más jóvenes que usted, entonces?"
Ella asintió. “Y aventureros. Ayer mismo Lucas y Jane me informaron de que planean construir una fortaleza subterránea. " Soltó una risita incrédula. "Me dijeron que tengo que cortar nuestro único árbol para proveerlos de listones de madera para apuntalarla. De donde sacan estas ideas, no lo sabré jamás, pero – Oh, lo siento. Es muy grosero por mi parte hablar sin parar de mi familia."
"No," dijo James, sorprendido por la rapidez de su respuesta. “Disfruto oyéndola hablar de su familia. Parecen encantadores. "
Sus ojos se suavizaron, y James tuvo la impresión de que su mente había volado muy lejos-a algún sitio, a juzgar por su soñadora sonrisa, que era muy, muy agradable. "Lo son," contestó ella. "Por supuesto nos peleamos y discutimos como todas las familias, pero – Oh, míreme. Lo estoy haciendo otra vez. Lo único que pretendía era asegurarle que tengo bastante experiencia con heridas leves. "
"En ese caso," dijo él, animosamente, "confío completamente en usted. Alguien que haya cuidado a niños pequeños es lo bastante experimentado para curar estas ínfimas heridas. "
"Me alegra oír que cuento con su aprobación," dijo ella irónicamente.
Él extendió la mano. "¿Podemos declarar una tregua? ¿Amigos? "
Ella asintió con la cabeza. "Tregua".
"Bien. Entonces volvamos a la mansión. "
Reían y charlaban mientras abandonaban la rosaleda, y sólo cuando James estaba a mitad de camino a Danbury House recordó que la consideraba sospechosa de chantaje.
Elizabeth empapó su pañuelo en el bálsamo de punzante olor. "Esto puede escocer un poco," le advirtió.
El señor Siddons sonrió ampliamente. "¡Creo que soy lo suficientemente hombre para no – ¡Oww! ¿Qué lleva eso?"
"Le dije que podría escocer un poco. "
"Sí, pero no me dijo que tuviera dientes."
Elizabeth acercó el tarro hasta su nariz y lo olió. “Creo que contiene un poco de alcohol. Huele como a brandy. ¿Puede ser? ¿Pondría uno brandy en algo así?"
"No," refunfuñó él, "a menos que uno quisiera crearse enemigos. "
Ella lo olió otra vez y se encogió de hombros. "No lo puedo asegurar. Podría ser brandy. O quizás algún otro licor. Yo no hice la mezcla."
"¿Quién la hizo? " preguntó él, mirándola como si temiera la respuesta.
"Lady Danbury."
James gimió. "Me lo temía."
Elizabeth lo miró con curiosidad. "¿Por qué? Apenas la conoce."
"Cierto, pero nuestras familias han sido amigas durante años. Créame cuando le digo que es una leyenda entre la generación de mis padres."
"Oh, le creo. " Elizabeth se rió. " Es una leyenda entre mi generación. Tiene a todos los niños del pueblo atemorizados."
"Eso,"dijo el señor Siddons con sequedad, " me lo creo. "
"No sabía que conocía a Lady Danbury de antes de que lo empleara," dijo ella, sumergiendo el pañuelo en el bálsamo otra vez.
"Sí. Creo- " se estremeció cuando ella le aplicó un poco más en la frente – "que fue por eso por lo que me contrató. Probablemente pensó que yo sería de más confianza que alguien enviado por una agencia."
"Qué raro. El día que usted llegó, Lady Danbury me despidió temprano para poder revisar los libros de cuentas y memorizar las cifras y así estar segura de que no intentaba engañarla."
James disimuló una sonrisita con una tos. "¿Eso dijo?"
"Mmm-hum." Se inclinó hacia delante, con los ojos entrecerrados de concentración mientras exploraba su cara. "Pero no debería tomárselo como algo personal. Diría eso sobre cualquiera, incluso sobre su propio hijo."
"Sobre todo sobre su propio hijo."
Elizabeth se rió. "Entonces la conoce realmente bien. Siempre se está quejando de él."
"Le ha contado la vez que encajó la cabeza – "
"¿En el Castillo de Windsor? Sí. " Ella sonrió ampliamente, tapándose los labios con los dedos cuando se le escapó una risita. “Nunca me he reído con tantas ganas."
James le devolvió la sonrisa, encontrando su proximidad embrujadora. Se sentía casi mareado. “¿Lo conoce usted? "
"¿A Cedric? " Ella retrocedió ligeramente para que ambos pudieran dialogar a una distancia más cómoda. "Oh, supongo que debería llamarle Lord Danbury ahora, ¿verdad? "
Él levantó el hombro en un gesto de despreocupación. "Puede llamarlo como le guste en mi presencia., por mi parte, me gusta llamarlo un… "
Ella sacudió un dedo en su dirección. "Me parece que tiene una vena muy traviesa, señor Siddons. Y está intentando engatusarme para que diga algo que podría lamentar."
Él sonrió lobunamente. "Preferiría empujarla a hacer algo que podría lamentar."
"Señor Siddons," dijo ella, reprobadoramente.
Él se encogió de hombros. "Perdóneme "
"Sucede que conozco al nuevo Lord Danbury," dijo ella, alzando la barbilla mientras lo miraba para indicar que el tema de conversación había sido oficialmente cambiado. "No muy bien, desde luego. Él es un poco mayor que yo, así que no jugamos juntos de niños. Pero regresa para visitar a su madre de vez en cuando, así que nuestros caminos se cruzan ocasionalmente."
A James se le ocurrió que si Cedric decidía visitar a su madre en un momento próximo su tapadera quedaría completamente arruinada. Incluso aunque él o Tía Agatha lograran advertirle de la situación a tiempo, Cedric no era en absoluto fiable para confiar en que mantuviera la boca cerrada. El hombre no tenía noción alguna de discreción e incluso menos de sentido común. James sacudió la cabeza impulsivamente. La estupidez, gracias a Dios, no abundaba en la familia.
"¿Qué sucede? " preguntó la señorita Hotchkiss.
"Nada. ¿Por qué?"
"Sacudió la cabeza."
"¿Yo?"
Ella asintió. "Probablemente no estaba siendo lo bastante suave. Lo siento."
Él atrapó su mano con la suya y la mantuvo cautiva con una mirada fija y hambrienta. "Un ángel no podría haber sido más suave."
Los ojos de ella se ensancharon, y por un breve instante le sostuvo la mirada, antes de volverla a sus manos unidas. James esperó que ella objetara, pero no lo hizo, y entonces él dejó un rastro a lo largo de su muñeca con su pulgar mientras la liberaba. “Le pido perdón," murmuró. "No sé qué se ha apoderado de mi. "
"Es-está bien," tartamudeó ella. "Ha sufrido un shock. No todos los días se encuentra uno empujado a un rosal."
James no dijo nada, solamente giró la cara para que ella atendiera un rasguño cerca del oído.
"Así, manténgala ladeada" dijo ella, con voz suave. "Necesito aplicar el bálsamo sobre este arañazo tan profundo."
Él cerró la boca, y Elizabeth contuvo el aliento cuando se inclinó muy cerca de él. El corte estaba en el lado izquierdo y cerca de la boca, y se prolongaba hasta el hueco bajo su labio inferior. "Hay un poco de suciedad aquí," murmuró ella. "Yo… Oh, aguante un momento más. Necesito… "
Ella se mordía el labio inferior y dobló las rodillas para quedar al mismo nivel que la cara de James. Puso sus dedos sobre su labio y suavemente lo estiró hacia arriba para tener mejor acceso al rasguño. "Ya está," susurró cuando terminó de limpiar la herida, asombrada de ser capaz de emitir un sonido a pesar de la palpitación de su corazón. Nunca había estado de pie así de cerca de un hombre antes, y éste en particular la hacia sentir las cosas más extrañas. Sentía el absurdo deseo de dejar que sus dedos se deslizaran sobre los esculpidos planos de su cara, y luego alisar el elegante arco de sus oscuras cejas.
Se obligó a expulsar el aire que había retenido y bajó la mirada a su rostro. James la contemplaba con una expresión rara, medio divertida y medio algo más profundo. Sus dedos estaban todavía sobre sus labios, y de alguna manera verse a si misma tocándolo pareció más peligroso que el tocarlo realmente.
Con un pequeño grito ahogado ella apartó la mano.
"¿Ha terminado?" preguntó él.
Ella asintió. "Espero…espero no haberle hecho demasiado daño."
Sus ojos se oscurecieron. "No he sentido dolor en absoluto. "
Elizabeth sonrió tímidamente, y dio otro paso atrás -cualquier cosa para recobrar el equilibrio. "Usted es un paciente muy diferente a mi hermano," dijo, intentando dirigir la conversación hacia un tema más tópico.
"Probablemente no se estremeció ni la mitad que yo," bromeó el señor Siddons.
"No," dijo Elizabeth, con risa entrecortada, "pero grita mucho más fuerte."
"¿Dijo que se llamaba Lucas?"
Ella asintió.
“¿Se parece a usted?"
Los ojos de Elizabeth, que habían estado estudiando un cuadro de la pared en un esfuerzo por no mirar al señor Siddons, volaron de repente a su cara. "Esa es una pregunta rara. "
Él se encogió de hombros. "Al igual que usted, soy de los curiosos. "
"Oh. Bien, entonces, sí, se me parece. Somos muy parecidos. Mis padres eran muy rubios los dos. "
James permaneció silencioso un momento mientras consideraba sus palabras. Era difícil no notar que ella había hablado de ellos en pasado. "¿Han fallecido, entonces?" dijo suavemente.
Ella asintió, y a él no se le escapó la leve rigidez de su rostro cuando giró la cabeza a un lado. "Hace ya más de cinco años," dijo. "Estamos acostumbrado a apañárnoslas solos ahora, pero de todos modos sigue siendo" – tragó saliva – "difícil".
"Lo siento."
Ella permaneció inmóvil un momento, y después dejó escapar una pequeña y forzada risa. "Creí que acordamos no pronunciar más esas palabras."
"No," bromeó él, tratando de introducir un poco de humor en la conversación. Respetaba su deseo de no compartir su pena. "Acordamos que usted no las pronunciaría. Yo, por otra parte… "
"Muy bien," dijo ella, evidentemente aliviada porque él no iba a curiosear, "si realmente desea disculparse, estaré encantada de proporcionarle por escrito una lista de sus transgresiones."
Él se inclinó hacia delante, descansando los codos sobre sus rodillas. "¿Podría?"
"Oh, en efecto. Por supuesto, sólo tengo tres días de transgresiones que documentar, pero estoy bastante segura de que puedo llenar al menos una página."
"¿Sólo una página? Tendré que esforzarme más en – ¿Señorita Hotchkiss? "
Todo su cuerpo se había tensado y fulminaba con la mirada la puerta. “Escápese," siseó ella.
James se puso de pie para poder mirar por encima de la encimera. El gato de Tía Agatha estaba sentado en la entrada, descansando sobre sus peludos cuartos traseros. "¿Hay algún problema? " preguntó James.
Ella no apartó los ojos del animal. “Ese gato es una amenaza."
"¿Malcolm? " Él sonrió ampliamente y caminó hacia el animal. "No haría daño a una mosca."
"No lo toque," le advirtió Elizabeth. "Es maligno. "
Pero James simplemente lo levantó del suelo en brazos. Malcolm soltó un sonoro ronroneo y sepultó su cara en el cuello de James en un largo y perezoso roce.
Elizabeth quedó boquiabierta. "Ese pequeño traidor. ¡He tratado de hacerme amiga suya durante tres años!"
"Creí que trabajaba aquí desde hace cinco años."
“Cierto. Pero me rendí después de tres. Una mujer puede soportar recibir bufidos sólo cierto numero de veces."
Malcolm la miró, alzó la nariz en el aire, y volvió a restregarse contra el cuello de James con felina adoración.
James se rió entre dientes y volvió a su silla. "Estoy seguro de que me ve como un desafío. Odio a los gatos."
La cabeza de Elizabeth adoptó la más sarcástica de las inclinaciones. "Extraño, pero no parece de los que odian a los gatos."
"Bien, ya no odio a éste."
"Son el uno para el otro," refunfuñó ella. "Un hombre que odia a todos los gatos excepto a uno, y un gato que odia a toda las personas excepto a una. "
"Dos, si tiene en cuenta a Lady Danbury. " James sonrió y se recostó, sintiéndose repentinamente muy satisfecho con su vida. Estaba lejos de Londres, lejos de las debutantes de sonrisa afectada y sus avaras madres, y, de alguna manera, se había encontrado en compañía de esta joven y encantadora mujer, quien casi seguro no estaba chantajeando a su tía, y aún si lo hacia pues -bien, su corazón no había palpitado tan fuerte en años, como cuando ella había tocado con sus dedos sus labios.
Considerando que no había logrado sentir ni una pizca de interés por cualquiera de las perspectivas matrimoniales que desfilan por Londres, esto tenía que significar algo.
Y tal vez, pensó con un melancólico optimismo que no había sentido durante años, si estaba chantajeando a su tía – bueno, tal vez tenía una buena razón para ello. Tal vez tenía un pariente enfermo, o estaba siendo amenazada con el desahucio. Tal vez necesitaba el dinero por una razón importante y noble, y realmente nunca tuvo la intención de avergonzar a Agatha haciendo públicos los rumores.
James le sonrió, decidiendo que la tendría en sus brazos antes del fin de semana, y si resultaba tan estupendo como pensaba que resultaría, comenzaría a pensar en perseguirla con más ahinco. [5] "Con el incentivo apropiado," bromeó él, “podría dejar caer un par de comentarios halagadores sobre usted a nuestro peludo amigo aquí presente."
"¡No estoy interesada en absoluto en- Oh, Dios mío!"
"¿Qué?"
"¿Qué hora es?"
James sacó su reloj de bolsillo, y para su sorpresa ella se precipitó sobre él y se lo arrebató de los dedos. "¡Oh, Señor! " exclamó. "Tenía que haberme reunido con Lady Danbury en su salón hace veinte minutos. Leo para ella todas las mañanas, y – "
"Estoy seguro de que no le importará. Después de todo," – James señalo los arañazos de su cara – "tiene bastantes pruebas de que asistía a alguien herido y necesitado."
"Sí, pero no lo entiende. Se supone que yo no -O sea, se suponía que estaba practicando – " Sus ojos se llenaron de horrorizada vergüenza, y se tapó con la mano la boca.
James se puso en pie, elevándose en toda su altura y cerniéndose sobre ella con intención de intimidarla. “¿Qué iba a decir?"
"Nada," chilló ella. "Juré que no iba a hacer esto más veces."
"¿Juró que no iba a hacer qué más veces?"
"No es nada. Lo juro. Estoy segura de lo veré más tarde. "
Y antes de que él pudiera cogerla, se escabulló del cuarto.
James contempló la puerta por la que ella había desaparecido durante un minuto completo antes de reaccionar finalmente. La señorita Elizabeth Hotchkiss era rarísima. Justo cuando había empezado finalmente a actuar como ella misma-él estaba convencido de que la mujer suave, amable y de sardónico y agudo ingenio era la verdadera Elizabeth- comenzó a actuar de forma asustadiza y a tartamudear y a farfullar toda clase de tonterías.
¿Qué había dicho que tenía que hacer? ¿Leer a su tía? También había dicho algo sobre practicar algo, y luego había jurado que no iba a hacerlo más- ¿qué demonios significaba eso?
Asomó la cabeza al pasillo y miró alrededor. Todo parecía tranquilo. Elizabeth-¿cuándo había comenzado él a pensar en ella como en Elizabeth y no apropiadamente como señorita Hotchkiss? – no se la veía por ninguna parte, probablemente estaría en la biblioteca seleccionando material de lectura para la Tía-
¡Eso era! El libro. Cuando la había descubierto en sus habitaciones ella estaba encorvada sobre su copia de los ENSAYOS de Bacon.
Un recuerdo destelló en su memoria, y se vio a si mismo tratando de recoger del suelo un pequeño libro de tapas rojas el primer día que tropezaron. Ella estaba atemorizada-prácticamente saltó por delante de él para conseguir cogerlo la primera. Debió pensar que de alguna manera él se las había arreglado para conseguir ese libro.
¿Pero qué demonios había en el libro?