Elizabeth estaba sorprendida de lo indiferente que le resultaba el estado de su casa cuando ella y James llegaron a los escalones frontales. Las cortinas de damasco verdes estaban descoloridas, y las molduras necesitaban una nueva capa de pintura. El mobiliario era de buena calidad, pero estaba desgastado, con cojines estratégicamente colocados sobre las zonas con más necesidad de reparación. En conjunto, la casa tenía un ligero aire frugal. Habían pocas chucherias; cualquier cosa con un mínimo de valor había sido ya llevada al prestamista o vendida a un comerciante ambulante.
Por lo general sentía la necesidad de explicar que su familia había sufrido un revés de la fortuna, y aclarar que ellos habían vivido en una casa mucho más grande antes de que sus padres murieran. Lucas era un baronet, después de todo, y era embarazoso que ellos se vieran reducidos a tales circunstancias.
Pero con James ella simplemente abrió la puerta con una sonrisa, segura de que él vería su pequeña casita de la misma forma que ella, como un cálido y confortable hogar. Él había aludido a que procedía de una buena familia, pero también había dicho que su familia había perdido la fortuna que habían poseído una vez, así que entendería su incapacidad para comprar nuevas cosas y su necesidad de economizar.
La casa, ¡gracias a Dios! estaba ordenada, y el aire olía a galletas calientes. "Tiene suerte," dijo Elizabeth con una sonrisa. “Susan debe haber decidido hacer pasteles. "
"Huele delicioso," dijo James.
"Galletas de jengibre. Bien, ¿por qué no me sigue a la cocina? Somos terriblemente informales, me temo. " Ella abrió de un empujón la puerta de la cocina y entro en ella. Cuando él no se sentó inmediatamente, lo reprendió y dijo, "No hace falta que permanezca de pie por mi. Se ha golpeado la cadera y debe dolerle terriblemente. Además, es una tontería que esté ahí de pie mientras preparo el té."
Él sacó una silla y se sentó, preguntado luego, "¿Son aquellos en el jardin sus hermanos? "
Elizabeth apartó una cortina y miró a través de la ventana. "Sí, son Lucas y Jane. No estoy segura de dónde está Susan, aunque ha debido estar aquí hace poco. Las galletas están todavía calientes. " Con una sonrisa, depositó un plato lleno delante de él. "Llamaré a Lucas y Jane. Estoy segura de que querrán conocerle. "
James miró con interés mientras ella golpeaba tres veces sobre el cristal de una ventana. Unos segundos después, la puerta de la cocina se abrió velozmente y aparecieron dos pequeños pilluelos.
"Oh, eres tú, Elizabeth," dijo el muchacho. "Pensé que eras Susan. "
"No, sólo yo, me temo. ¿Tienen idea de adónde se ha marchado? "
"Fue al mercado," contestó el muchacho. "Con un poco de suerte alguien nos dará un poco de carne para acompañar esos nabos. "
"Con un poco de compasión, más bien," refunfuñó la niña. "Por qué alguien desperdiciaría un pedazo perfectamente bueno de carne para un nabo absolutamente miserable está más allá de mí comprensión. "
"Odio los nabos," dijo James.
Tres Hotchkiss giraron sus rubias cabezas en su dirección.
James añadió, "Una amiga me dijo una vez que uno puede aprender mucho sobre la diligencia de un nabo, pero nunca he podido entender lo que quiso decir. "
Elizabeth comenzó a toser sin resuello.
"Eso suena como un montón de basura," dijo la niña.
"Lucas, Jane," interrumpió Elizabeth en voz alta. "Me gustaría que conocieran al señor Siddons. Es mi amigo, y también trabaja en Danbury House. Es el nuevo administrador de Lady Danbury. "
James se puso de pie y estrecho la mano de Lucas con la misma gravedad que utilizaba para estrechársela al primer ministro. Después se giró hacia a Jane y besó su mano. Se ruborizo de los pies a la cabeza, pero lo más importante, cuando él levanto la vista hasta Elizabeth para su aprobación, ella estaba radiante.
"¿Cómo están ustedes? " murmuró.
"Muy bien, gracias," dijo Lucas.
Jane no dijo nada. Estaba demasiado ocupada mirándose fijamente la mano que él había besado.
"He invitado al señor Siddons a tomar el té y galletas," dijo Elizabeth. "¿Os gustarían unirnos a nosotros? "
Normalmente James habría lamentado perder un tiempo a solas con Elizabeth, pero había algo reconfortante en la reunión, aquí en la cocina, con este pequeño grupo de tres quiénes obviamente sabía lo que significaba ser una familia.
Elizabeth dio una galleta a cada uno de sus hermanos y le preguntó, “¿Qué habéis hecho hoy? ¿Terminasteis las lecciones que os preparé? "
Jane asintió. "Ayudé a Lucas con la aritmética. "
"¡No lo hiciste! " chisporroteó Lucas, con migas volando de su boca. "Puedo hacerlo todo yo solo. "
"Tal vez puedes," dijo Jane con un encogimiento de superioridad, "pero no lo hiciste. "
"¡Elizabeth! " protestó Lucas. "¿Has oído lo que me ha dicho? "
Pero Elizabeth no hizo caso de la pregunta, en cambio olisqueo el aire con obvia repugnancia. “¿Qué es ese olor? "
"Fui a pescar otra vez," contestó Lucas.
"Debes ir a lavarte inmediatamente. El señor Siddons es nuestro invitado, y no es cortés- "
"No me importa un poco de un olor a pescado," interrumpió James. “¿Atrapó algo? "
"Casi tenía a uno que era asíiii de grande," dijo Lucas, extendiendo sus brazos casi tanto como largos eran, “pero se escapó. "
"Otra vez será," murmuró James con simpatía.
"Atrapé dos de tamaño mediano, sin embargo. Los deje en un cubo fuera. "
"Son bastante asquerosos," interpuso Jane, habiendo perdido el interés por su mano.
Lucas se encendió instantáneamente. "No dices lo mismo cuando puedes comértelos para cenar. "
"Cuando me los como para cenar," contraatacó ella, " no tienen ojos. "
“Eso es porque Lizzie les corta las cabezas, cabeza de chorlito. "
"Lucas," dijo Elizabeth, elevando la voz "creo que deberías salir y quitarte un poco de ese olor."
"Pero el señor Siddons-"
" – simplemente estaba siendo cortés," lo cortó Elizabeth. "Hazlo ya, y aprovecha para cambiarte de ropa. "
Lucas se quejó, pero hizo lo que le decían.
"Es un poco inmaduro a veces," dijo Jane con un suspiro cansado.
James tuvo que toser para evitar reírse.
Jane tomó esto como aceptación y siguió explicando, ”Sólo tiene ocho años. "
"¿Y qué edad tiene usted? "
"Nueve," contestó ella, como si eso significara un mundo de diferencia.
"Jane," dijo Elizabeth, desde la chimenea, dónde estaba poniendo el agua para el té, “¿puedo hablar contigo un momento? "
Jane se disculpó cortésmente y fue junto a su hermana. James hizo como que no veía que Elizabeth se agachó y susurró algo al oído de su hermana. Jane asintió y se escapó corriendo.
"¿Qué ha sido todo eso? " tuvo que preguntar.
"Pensé que a ella también le vendría bien un lavado, pero no quise avergonzarla diciéndoselo delante de usted. "
Él ladeó ligeramente la cabeza. “¿De verdad cree que se habría sentido avergonzada por eso? "
"James, es una niña de nueve años que cree que tiene quince. Usted es un hombre apuesto. Por supuesto que se sentiría avergonzada. "
"Bien, usted lo sabrá mejor que yo," contestó él, tratando de no dejar traslucir su placer al saber que a ella le parecía apuesto.
Elizabeth hizo señas hacia el plato de galletas. "¿No va a probar una? "
Él tomó una y la mordió. "Deliciosa".
"¿Verdad? No sé cómo lo hace Susan. Jamás he logrado que las mías salgan tan ricas. " Tomó una y le dio un bocado.
James la miró, incapaz de arrancar sus ojos de la vista del espectáculo de sus dientes mordisqueándola. Su lengua salió velozmente para atrapar una miga errante, y-
"¡Ya estoy aquí! "
James suspiró. Uno de los momentos más inesperadamente eróticos de su vida, interrumpido por un chiquillo de ocho años.
Lucas le sonrió ampliamente. "¿Le gusta pescar? "
"Es uno de mis deportes favoritos. "
"A mi me gustaría cazar, pero Elizabeth no me deja. "
"Su hermana es una mujer muy sabia. Un chico de su edad no debería manejar un arma sin la supervisión apropiada. "
Lucas hizo un gesto de contrariedad. "Lo sé, pero no es por eso por lo que no me deja hacerlo. Es porque es demasiado sensible. "
"Si no querer ver cómo asesinas a un pobre e inocente conejo," lo interrumpió Elizabeth, "significa que soy demasiado sensible, entonces – "
"Pero comes conejo," arguyo Lucas. "Lo he visto. "
Elizabeth cruzó los brazos y refunfuño, "Es diferente cuando tiene orejitas. "
James se rió. "Suena como la joven Jane con su aversión a los ojos de pescado. "
"No, no, no," insistió Elizabeth, "es completamente diferente. Si recuerda, soy yo quién les corta siempre la cabeza a los peces. Así que evidentemente no soy delicada. "
"¿Entonces cuál es la diferencia? " la pincho él.
"Sí," dijo Lucas, cruzando los brazos e inclinando la cabeza en una perfecta imitación de James, "¿cuál es la diferencia? "
"¡No tengo que contestar a eso! "
James se giró hacia Lucas y dijo por detrás de su mano, "Sabe que no tiene argumentos con los que refutarnos. "
"¡He oído eso! "
Lucas tan sólo soltó una tonta risita.
James intercambio una masculina mirada con el muchacho. "Las mujeres tienden a ponerse fastidiosamente sentimentales con todo lo que tiene que ver con pequeñas y peludas criaturas. "
Elizabeth mantuvo los ojos fijos sobre la chimenea, haciendo como que vigilaba el té. Hacia mucho que Lucas no tenía a un hombre a quien pudiera respetar y admirar. Le preocupaba estar privándolo de algo importante educándolo ella misma, con tan sólo hermanas como compañía. Si hubiera permitido que cualquiera de sus parientes lo acogiera, seguiría sin tener un padre, pero al menos habría tenido a un varón adulto en su vida.
"¿Cuál es el pez más grande que ha atrapado alguna vez? " preguntó Lucas.
“¿En tierra o en el mar? "
Lucas llegó a darle un ligero empujón en el brazo cuándo le dijo, "¡No se puede atrapar a un pez en tierra! "
"Quise decir en un estanque. "
Los ojos del muchacho se hicieron enormes. "¿Ha pescado en el mar? "
"Por supuesto. "
Elizabeth lo miró perpleja. Su tono era tan normal.
"¿Estaba en un barco? " preguntó Lucas.
"No, era más bien un velero. "
¿Un velero? Elizabeth sacudió su cabeza mientras sacaba algunos platos del armario. James debia tener amigos muy bien situados.
"¿De qué tamaño era el pez? "
"Oh, no sé. Tal vez así de grande. " James separó las manos aproximadamente unos ochenta centimetros.
"¡Carajo! " exclamó Lucas.
A Elizabeth casi se le cayó un plato. "¡Lucas! "
"Lo siento, Elizabeth," dijo Lucas sin mucha convicción, y sin mirarla. Su atención no se despegaba de James mientras seguía preguntándole, “¿Tuvo que luchar mucho contra él? "
James se inclinó y le susurró algo al oído. Elizabeth estiró el cuello y las orejas, pero no pudo oír lo que dijo.
Lucas asintió algo desanimado, se levantó, cruzó la habitación hasta Elizabeth, y le hizo una pequeña inclinación. Elizabeth se quedó tan sorprendida que esta vez si que se le cayo lo que sostenía. Gracias a Dios, sólo era una cuchara.
"Lo siento, Elizabeth," dijo Lucas. "No es cortés usar tal lenguaje delante de una dama. "
"Gracias, Lucas. " Ella miró de reojo a James, que le ofreció una misteriosa sonrisa. Hizo un gesto con la cabeza hacia el muchacho, y entonces ella se inclinó y dio a Lucas un plato de galletas, diciendo, "¿Por qué no vais tú y Jane a buscar a Susan? Podéis comeros estas galletas de camino al pueblo. "
Los ojos de Lucas se encendieron ante la vista de las galletas, y rápidamente las agarró y salió del cuarto, dejando a Elizabeth con la boca abierta ante su veloz desaparición. "¿Qué le ha dicho? " preguntó asombrada.
James se encogió de hombros. "No puedo decírselo. "
“Pero debe hacerlo. Independientemente de lo que fuera, ha sido terriblemente eficaz. "
Él se recostó, pareciendo enormemente contento consigo mismo "Algunas cosas es mejor que queden entre hombres. "
Elizabeth frunció el ceño divertida, tratando de decidir si debería presionarlo un poco más, cuando notó una sombra que se oscurecía cerca de su ojo. "¡Oh, lo olvidé completamente! " exclamó. "¡Su ojo! Debo encontrar algo que ponerle en él. "
"Estará bien, estoy seguro. He tenido heridas mucho peores a las que le han prestado muchísima menos atención. "
Pero ella no lo escuchaba, mientras ella correteaba apresuradamente por su cocina en busca de algo frío.
"No necesita tomarse ninguna molestia," intentó de nuevo.
Ella alzó la vista, lo que lo sorprendió. Pensaba que estaba tan enfrascada en su búsqueda para escucharlo, por no mencionar responderle.
"No voy a discutir esto con usted," declaró ella. "Así que puede ahorrarse el aliento. "
James se dio cuenta de que lo decía en serio. Elizabeth Hotchkiss no era de la clase de mujeres que dejaba proyectos inacabados o eludía una responsabilidad. Y si estaba determinada a ocuparse de su ojo magullado, había muy poco que él – un par del reino, un hombre de dos veces su tamaño – podía hacer para detenerla.
"Si se empeña," murmuró él, tratando de sonar al menos una pizca molesto por sus cuidados.
Ella escurrió algo con las manos en el fregadero, y girándose se lo ofreció. "Tenga".
“¿Qué es esto? " preguntó él, con recelo.
"Solamente es un trapo mojado. ¿Qué ha pensado- que iba a depositar la captura del día de Lucas sobre su cara? "
"No, no esta hoy lo bastante enojada para eso, aunque – "
Ella elevó las cejas mientras cubría su ojo magullado con el trapo. "Si está insinuando que cree que podría enfadarme un día lo bastante para que- "
"No estoy diciendo nada semejante. Dios, odio ser mimado excesivamente. Usted simplemente – No, es un poco más a la derecha. "
Elizabeth ajustó el trapo, inclinándose hacia delante al hacerlo. "¿Mejor así? "
"Sí, aunque parece que esto se ha calentado un poco. "
Ella retrocedió unos centímetros y se enderezó. "Lo siento. "
"No importa," dijo él, incapaz de la nobleza suficiente para apartar la mirada de lo que estaba situado directamente delante de él.
No estaba seguro de si ella se había dado cuenta de que estaba mirando fijamente sus pechos, pero soltó un pequeño "¡Oh! " y se alejó de un brinco. "Puedo enfriarlo otra vez. " Lo hizo, y luego le tendió el trapo mojado. "Mejor lo hace usted. "
Él desplazó su mirada hasta su cara, con expresión tan inocente como la de un cachorro. "Pero me gusta cuando lo hace usted. "
"Creí que no le gustaba ser excesivamente mimado. "
"Eso creía yo también. "
Esto le valió una mirada medio exasperada, medio sarcástica de Elizabeth, al tiempo que se ponía en jarras. Parecía bastante ridícula, y, al mismo tiempo amenazadora, permaneciendo allí de pie con un trapo de cocina colgando de su mano. "Si está tratando de convencerme de que soy su ángel de la guarda, venido del cielo a – "
Sus labios se extendieron en una lenta y cálida sonrisa. "Exactamente".
Ella le lanzó el trapo, dejando una mancha de humedad en medio de su camisa. "No le creo ni un segundo. "
"Para ser un ángel de la guarda," refunfuñó él, "tiene muy mal carácter. "
Ella gimió. "Simplemente póngase el trapo sobre el ojo. "
Hizo lo que ella le ordenó. Lejos de él desobedecerla cuando estaba de semejante humor.
Permanecieron de pie uno frente a otro durante un momento, y entonces Elizabeth le dijo, "Quíteselo un segundo. "
Él se llevó le mano al ojo. "¿El trapo? "
Ella asintió una vez.
"¿No me acaba de ordenar que lo pusiera sobre mi ojo? "
"Sí, pero quiero echar un vistazo al tamaño de la contusión. "
James no vio ninguna razón para no obedecer, así que se inclinó hacia delante, levantando la barbilla e girando la cara de modo que ella pudiera ver fácilmente su ojo.
"Hmmph," dijo ella. "No esta morado como habría esperado. "
"Le dije que no era una herida seria. "
Ella frunció el ceño. "Lo tiré al suelo. "
Él estiró un poco más el cuello, desafiándola silenciosamente a poner su boca a la distancia de un beso otra vez. “Quizás si lo mira más de cerca. "
Ella no iba a caer en la trampa. "¿Voy a ser capaz de ver mejor el color de su golpe acercándome? Hmmph. No se que está tramando, pero soy demasiado perspicaz para cualquiera de sus trucos. "
Que fuera demasiado inocente para darse cuenta de que él trataba de robarle un beso lo divirtió tanto como lo encantó. Sin embargo, después de pensarlo un momento, cayó en la cuenta de que también lo horrorizaba. Si era tan ignorante sobre sus verdaderos motivos, ¿qué demonios iba ella a hacer cuando se enfrentara con libertinos cuyas intenciones eran bastante menos nobles que la suya?
Y podía pasar, lo sabía. Puede que él poseyera reputación de libertino, pero trataba de vivir su vida con un mínimo de honor, que era más de lo que podría decir de la mayor parte de los miembros de la alta sociedad. Y Elizabeth, con aquel cabello de rayo de luna suyo, por no mencionar sus ojos, y esa boca, y-
Infierno, no tenía la intención de quedarse allí sentado y hacer inventario de sus atributos. La cuestión era que ella no tenía ninguna familia con poder para defenderla, y por lo tanto los caballeros tratarían de aprovecharse de ella, y cuanto más pensaba en ello, menos convencido estaba de que ella fuera capaz de llegar al altar con su pureza – y su alma- intactas.
"Vamos a tener que tener otra lección de boxeo mañana," soltó él.
“Creí que dijo – "
"Sé lo que dije," la interrumpió con brusquedad, "pero después comencé a pensar. "
"Qué diligente de su parte," murmuró ella.
"Elizabeth, debe saber defenderse. Los hombres son unos canallas. Unos sinvergüenzas. Unos idiotas, todos ellos. "
"¿Incluido usted? "
"¡Sobre todo yo! ¿Tiene idea de lo qué intentaba hacer hace un momento mientras me inspeccionaba el ojo? "
Ella negó con la cabeza.
Sus ojos ardieron de furia y necesidad. "Si hubiera tenido un segundo más, solamente un bendito segundo más, habría rodeado su cuello con mi mano, y antes de que pudiera decir ‘Jesús’, habría estado sentada en mi regazo. "
Ella no dijo nada, lo que, por alguna necia razón no podía entender, lo enfureció. "¿Entiende lo qué le digo? " le exigió.
"Sí," dijo ella, con tranquilidad. "Y consideraré esta lección como una parte crucial de mi educación. Soy demasiado confiada. "
"Es condenadamente razonable al respecto," se quejó él.
"Por supuesto, esto presenta un interesante dilema con respecto a la lección de mañana. " Ella cruzó los brazos y lo contemplo evaluativamente. “Después de todo, me dijo que debía estudiar los, er, aspectos amorosos del cortejo. "
James tenía el presentimiento de que no iba a gustarle lo que venía a continuación.
"Me dijo que debo aprender a besar, y" – aquí le lanzó una mirada extremadamente dudosa- "me dijo que debía ser usted quien me enseñara. "
James no podía pensar nada que lo hiciera aparecer bajo una luz elogiosa, así que mantuvo la boca cerrada y trató de mantener la dignidad frunciendo el ceño.
"Y ahora me dice," siguió ella, " que no debo confiar en nadie. Así que, ¿por qué debería confiar en usted? "
"Porque deseo lo mejor para usted de corazón. "
"¡Ha! "
Como punto y final, era conciso, directo, y notablemente eficaz.
"¿Por qué me está ayudando? " susurró ella. "¿Por qué ha hecho esta extraña oferta de sus servicios? Porque es extraño, lo sabe. Seguramente debe haberse percatado de ello. "
"¿Por qué ha aceptado usted? " le respondió él.
Elizabeth hizo una pausa. No había forma de contestar su pregunta. Ella era una mentirosa terrible, y definitivamente no podía decirle la verdad. Oh, él estaría encantado de escuchar que con lo del aprendizaje ella quería conseguir pasar una semana, o si era afortunada una quincena completa, en su compañía. Quería oír su voz, y respirar su olor, y capturar su respiración mientras pudiera tenerlo cerca. Quería enamorarse y fingir que podría durar para siempre.
No, la verdad no era una opción.
"No importa por qué he aceptado," contestó finalmente.
Él se puso de pie. "¿No? "
Sin ni quiera darse cuenta, ella retrocedió un paso. Era mucho más fácil fingir una baladronada cuando él estaba sentado. Pero completamente de pie, era el espécimen masculino más intimidante con el que se había topado alguna vez, y toda su reciente divagación sobre sentirse tan cómoda en su presencia parecía bastante tonta y prematura.
Ahora era diferente. Estaba aquí. Estaba muy cerca. Y la quería.
El sentimiento de seguridad había volado- el que le permitió estar tan cómoda en su compañía, y decir lo que se le pasara por la cabeza sin temor a sentirse avergonzada. Había sido sustituido por algo infinitamente más excitante, algo que le robó el aliento, la razón y su misma alma.
Sus ojos no abandonaron los de ella. Su profundo tono castaño ardía y se oscureció cuando él redujo la distancia entre ambos. Ella no podía parpadear, ni siquiera podía respirar cuando él se acercó aún más. El aire se calentó, se electrificó, y entonces él se detuvo.
"Voy a besarla," susurró.
Ella no pudo emitir una palabra.
Una de sus manos se posó en la parte baja de su espalda. "Si no lo desea, dígamelo ahora, porque si no lo hace… "
Ella creyó que no se había movido, pero sus labios se separaron en silencioso asentimiento.
Su otra mano se deslizó detrás de su cabeza, y ella creyó oírlo murmurar algo cuando sus dedos se hundieron en la seda de su pelo. Sus labios se rozaron contra los suyos, una vez, dos veces, después se trasladaron a la comisura de su boca, donde su lengua embromó la sensible piel del borde de sus labios hasta obligarla a jadear de placer.
Y todo el tiempo, sus manos se movían arriba y abajo, acariciando su espalda, rozando delicadamente la parte posterior de su cuello. Su boca se movió a su oído, y cuando susurró, ella lo sintió tanto como lo oyó.
"Voy a acercarla más. " Su aliento, y sus palabras, se sentían ardientes contra su piel.
La parte apenas consciente de Elizabeth se percató de que la trataba con un respeto poco común, y logró encontrar la voz el tiempo suficiente para decir, “¿Por qué me lo dice? "
"Para darle la posibilidad de decir que no. " Su mirada -dura, ardiente, y muy masculina -cayo abruptamente sobre su cara. "Pero no quiere decirlo. "
Ella odió su arrogancia no estaba equivocado, odiaba no poder negarle nada cuando la sostenía entre sus brazos. Pero adoraba la crepitante percepción que recorría su cuerpo -la extraña sensación de que por primera vez en su vida, entendía su propio cuerpo.
Y cuando la apretó contra él, le encantó que su corazón galopara tan rápido como el de ella.
Su calor la abrasó, y no sintió nada más que a él, no oyó nada excepto el apresuramiento de su propia sangre, y un suavemente articulado, "Maldición".
¿Maldición?
Él la soltó bruscamente.
Maldición. Elizabeth trastabilló hacia atrás, haciendo plaf en una silla que estaba tras ella.
"¿Ha oído eso? " susurró James.
"¿Qué? "
Murmullo de voces. "Eso", siseó él.
Elizabeth se incorporó como un rayo. "Oh, no," gimió. "Es Susan. Y Lucas y Jane. ¿Estoy presentable? "
"Er, casi," mintió él. "Tal vez podría querer… " Hizo un vago gesto de recogerse el cabello alrededor de su cabeza.
"¿El pelo? " jadeó ella. "¡Mi pelo! ¿Qué le ha hecho a mi pelo? "
"No tanto como me hubiera gustado," refunfuñó él.
"Oh Dios, oh Dios, oh Dios. " Se apresuró hasta el fregadero, haciendo tan sólo una pausa para mirar por encima de su hombro y decir, "Tengo que ser un ejemplo. Juré a Dios hace cinco años que seria un ejemplo. Y míreme. "
Había estado haciendo poco más durante toda la tarde, pensó James con desánimo, y todo que lo había conseguido era sentirse frustrado.
La puerta de calle se cerró de golpe. Elizabeth dio un brinco. “¿Tengo el cabello muy desordenado? " preguntó frenéticamente.
"Bueno, no tiene el mismo aspecto que cuando llegamos," reconoció él.
Ella se paso las manos por la cabeza con movimientos rápidos y nerviosos. "No me da tiempo a recogérmelo. "
Él decidió no contestar. Según su experiencia era de sabios no interrumpir la toilet de una dama.
"Sólo puedo hacer una cosa," dijo ella.
James miró con interés como se mojaba la manos en un pequeño cubo de agua que había sobre el mostrador. Era el mismo cubo que había utilizado para mojar el trapo para su ojo.
Las voces de niños se oyeron más cerca.
Y entonces, Elizabeth, a quien consideraba como un ser humano sobrio y racional, levantó las manos, salpicando agua por toda partes, por su cabeza, su blusa, y, por todo él.
La cordura de ella, decidió mientras, despacio, sacudía el agua de sus botas, era una presunción que obviamente necesitaba ser revisada.