Mientras James acompañaba a Elizabeth a casa, sintió como su vida adquiría un rumbo. Desde que se había visto forzado a abandonar su trabajo para el Ministerio de Defensa, había estado flotando a la deriva. Se sentía inquieto, sabiendo que tenía que continuar con su vida, pero descontento con las opciones que se le presentaban. Era consciente de que tenía que casarse, pero su respuesta ante las mujeres que había conocido en Londres había sido casi unánimemente tibia. También debía emprender una participación más activa en sus tierras y sus inversiones, pero le era difícil llamar a Riverdale Castle su hogar cuando veía la sombra de su padre en cada esquina.
Pero en el transcurso de una semana, su vida había dado un vuelco. Por primera vez en más de un año, quería algo.
Quería a alguien.
Quería a Elizabeth.
Se había sentido atraído por ella antes de esta tarde, atraído y obsesionado hasta el punto que había decidido que se casaría con ella. Pero algo muy extraño y mágico había ocurrido en el interior de los establos cuando había tratado de consolar a Elizabeth.
Se había encontrado contándole cosas que había guardado en secreto durante años. Y mientras le salían las palabras, había sentido que un vacío dentro de él se llenaba. Y supo que no era que se sintiera embrujado por Elizabeth. No era que lo atrajera, y lo obsesionara.
La necesitaba.
Y sabía que él no encontraría la paz hasta que no la hiciera suya, hasta que no conociera cada pulgada de su cuerpo y cada recoveco de su alma. Si esto era el amor, se rendía a ello de buen grado.
Pero no podía abandonar sus responsabilidades, y no rompería la promesa hecha a su tía. Solucionaría el misterio de ese maldito chantajista. Después de todo lo que Agatha había hecho por él cuando era un niño, él resolvería este misterio para ella.
Elizabeth amaba a Agatha. Ella lo entendería.
Pero eso no significaba que fuera a quedarse ocioso. Le había dicho a Agatha que el mejor modo de encontrar al chantajista era esperar a recibir otra nota, y era cierto, pero estaba cansado de esperar.
Contempló la cara de Elizabeth, miró aquellos ojos infinitamente azules y su piel impecable, y tomó una decisión. "Tengo que irme a Londres mañana," dijo repentinamente.
Ella lo miró al instante. "¿A Londres? " repitió. "¿Por qué? "
"Algunos desagradables asuntos de familia," contestó él, odiándose por no poder decirle toda la verdad, pero reconfortándose por el hecho de que sus palabras no eran una completa mentira.
"Entiendo," dijo ella, quedamente.
Por supuesto que no entendía, pensó él enfadado. ¿Cómo podría hacerlo? Pero no podía decírselo. Era improbable que el chantajista de Agatha se volviera violento, pero James no podía descartar totalmente aquella posibilidad. El único modo de salvaguardar totalmente a Elizabeth era mantenerla en la ignorancia.
"Regresaré pronto," dijo él. "Espero que en una semana. "
"No planearas perseguir a Fellport, ¿verdad? " preguntó ella, frunciendo el ceño con preocupación. "Porque si es… "
Él presionó suavemente su índice contra sus tiernos labios. "No planeo perseguir a Fellport."
Su expresión permaneció dudosa. "Si lo vuelves a atacar, te colgarán," insistió ella. "Seguramente sabes… "
James la hizo callar con un beso que fue breve pero lleno de promesas, "No te preocupes por mí," murmuró él contra la comisura de su boca. Retrocedió, tomándole la manos entre las suyas. "Hay cosas que tengo que hacer, asuntos de los que debo ocuparme antes de… "
Sus palabras se detuvieron, y vio en sus ojos una silenciosa pregunta. "Estaremos juntos," juró él. "Te lo prometo. "
Al final, tuvo que besarla una vez más. “Nos espera un maravilloso futuro," susurró las suaves y dulces palabras contra sus labios. "Maravilloso, en efecto. "
Elizabeth atesoraba aquellas palabras cerca de su corazón diez días después, aun cuando no había tenido noticias de James. No estaba segura de por qué era tan optimista respecto al futuro; ella seguía siendo dama de compañía y James un simple administrador, y ninguno de ellos poseía un centavo, pero de alguna manera confiaba en la capacidad de ambos de hacer que el futuro, como él había dicho, fuera maravilloso.
Tal vez, él esperaba recibir una herencia de un pariente lejano. Tal vez, conociera a alguno de los maestros de Eton y pudiera arreglar que Lucas asistiera a un coste reducido. Tal vez…
Tal vez, tal vez, tal vez. La vida estaba llena de inciertos “tal vez”, pero de repente "tal vez" sonaba muy prometedor.
Después de tantos años cargando responsabilidades, se sentía casi mareada al abandonar su constante sentimiento de preocupación. Si James decía que podía solucionar sus problemas, ella lo creía. Tal vez era tonta, creyendo que un hombre podía irrumpir en su vida y hacer que todo fuese perfecto. Después de todo, su padre no había sido, precisamente un modelo de fiabilidad y rectitud.
Pero, seguramente, ella merecía un poquito de magia en su vida. Ahora que había encontrado a James, ella no podía plantearse buscar escollos y peligros. Sentía el corazón más ligero que en muchos años, y ella se negaba a pensar que algo pudiera estropear aquella felicidad.
Lady Danbury confirmó que a James se le habían concedido un breve permiso para visitar a su familia. Esto era algo excepcional para concederlo a un administrador, pero Elizabeth asumió que James era tratado con mayor consideración debido a la antigua relación de su familia con los Danbury.
Lo raro, sin embargo, era el constante estado de irritación de Lady Danbury. Puede que le hubiera concedido tiempo a James para atender sus asuntos personales, pero, evidentemente, no lo había hecho de buen grado. Elizabeth no podía enumerar la cantidad de veces que había pillado a Lady D quejándose por su ausencia.
Últimamente, sin embargo, Lady Danbury había estado demasiado preocupada por su próximo baile de máscaras para calumniar a James. Iba a ser el baile más grande celebrado en Danbury House en años, y todo el personal- más los cincuenta criados extras contratados únicamente para el evento-zumbaban de actividad. Elizabeth apenas podía caminar del salón a la biblioteca (que estaba sólo a tres puertas de distancia) sin tropezar con uno u otro sirviente, que venía a asediar a lady Danbury con preguntas sobre la lista de invitados, o el menú, o los farolillos chinos, o los disfraces, o…
Disfraces. En plural. Para sorpresa de Elizabeth, Lady Danbury había encargado dos. Uno de Reina Elizabeth para ella, y otro de pastora para Elizabeth.
Elizabeth estaba muy contenta.
"No voy a llevar ese cayado toda la noche," juró ella.
"Cayado,¡ja!. Esto no es nada," se rió Lady D. "Solamente espera a ver las ovejas. "
"¿Quéééééé? "
"Bromeaba. ¡Santo cielo, muchacha!, debes desarrollar tu sentido del humor. "
Elizabeth balbuceó un gran número de sinsentidos antes de lograr mascullar, "¡Disculpe!"
Lady D agitó la mano desdeñosamente. "Lo sé, lo sé. Ahora vas a decirme que alguien que ha sobrevivido cinco años trabajando para mí debe estar en posesión de un excelente sentido del humor. "
"Algo así," refunfuñó Elizabeth.
"O tal vez que si no poseyeras un brillante sentido del humor la tortura de ser mi dama de compañía habría acabado contigo. "
Elizabeth parpadeó. "Lady Danbury, creo que es usted quien está desarrollando el sentido del humor. "
"Uf. A mi edad una tiene que tenerlo. Esto es el único modo de sobrellevar el día. "
Elizabeth simplemente sonrió.
"¿Dónde está mi gato? "
"No tengo ni idea, Lady Danbury. No lo he visto esta mañana. "
Lady D miró en todas direcciones, hablando mientras exploraba el cuarto buscando a Malcolm. "De todos modos", pontificó, "uno podría pensar que al menos sería tratada con más respeto. "
“No sé lo que quiere decir con semejante comentario. "
La expresión de Lady Danbury era sardónica. "Entre tu y James, ya nunca consigo salirme con la mía. "
Antes de que Elizabeth pudiera replicar, Lady D se dio la vuelta y dijo, "A mi edad, tengo derecho a salirme con la mía.”
“¿Y esa qué edad es hoy? "
Lady D la amonestó con el dedo. "No seas tan astuta. Sabes muy bien que edad tengo. "
"Hago todo lo posible por mantenerme al tanto de ella. "
"Hmmph. ¿Dónde está mi gato? "
Ya que ya había contestado esa pregunta anteriormente, Elizabeth, en cambio preguntó, "¿Cuándo, ah, espera usted que regrese el señor Siddons? "
Los ojos de Lady Danbury parecían demasiado perspicaces cuando preguntó, “¿Mi errante administrador? "
"Sí. "
“No lo sé, maldito hombre. Todo está convirtiéndose en ruinas. "
Elizabeth echó un vistazo por la ventana a los interminables y prístinos jardines de Danbury House. "Podría estar exagerando ligeramente. "
Lady D comenzó a decir algo, pero Elizabeth alzó la mano y dijo, "y no me diga que a su edad está en su derecho de exagerar. "
"Bueno, pues así es. Hmmph.¡Malcom! "
Los ojos de Elizabeth fueron hacia la puerta. El rey de Danbury House entraba en el salón, sus gordezuelas patas moviéndose silenciosamente sobre la alfombra.
"Aquí estas, dulzura," lo arrulló Lady Danbury. "Ven con mamá. "
Pero Malcolm ni siquiera movió su cola color café con leche hacia ella. Mientras Lady D lo contemplaba horrorizada, su gato trotó directamente hasta Elizabeth y saltó sobre su regazo.
"Gatito bueno," ronroneó Elizabeth.
"¿Qué ocurre aquí? " exigió Lady D.
"Malcolm y yo hemos llegado a un entendimiento. "
"¡Pero si te odia! "
"Pero, Lady Danbury," dijo Elizabeth dijo, fingiéndose sobresaltada. "Si durante todos estos años usted ha insistido en que él es un gatito muy amistoso. "
"Por supuesto que es un gatito muy amistoso," refunfuñó Lady D.
"Por no mencionar todas la veces que me dijo que todo eran figuraciones mías. "
"¡Mentí! "
Elizabeth se palmeó una mejilla con fingida incredulidad. "¡No! "
"Quiero que me devuelvas a mi gato. "
Elizabeth se encogió de hombros. Malcolm se puso de espaldas y se estiró con las patas sobre su cabeza.
"Felino miserable y traidor. "
Elizabeth le sonrió al gato mientras le rascaba la piel bajo la barbilla. “La vida es buena, ¿eh, Malcolm? La vida es muy, muy buena. "
Malcolm ronroneó en acuerdo, y Elizabeth supo que tenía que ser cierto.
De vuelta en Londres, James sentía una frustración de mil demonios. Había malgastado más de una semana investigando la vida de Agatha y no había dado con nada. No pudo encontrar ni un alma que conociera a alguien que sintiera al menos un poco de rencor contra su tía. Oh, mucha gente tenía mucho que decir sobre su mordaz ingenio mordaz y sus bruscos modales, pero nadie realmente la odiaba.
Además, no había ni el más leve indicio de escándalo en su pasado. Por lo que se refería a Londres, Agatha, Lady Danbury, había llevado una vida ejemplar. Honrada y fiel, era laureada como el perfecto ejemplo de la impecable dama inglesa.
Para ser sincero, no podía recordar haber llevado a cabo alguna vez una investigación tan aburrida.
Sabía que era improbable que encontrara algo sustancioso; después de todo, el chantajista había buscado a su tía en Surrey. Pero no había encontrado ninguna pista en Danbury House, y Londres le pareció el siguiente paso lógico. Si el enemigo de Agatha había descubierto algo sobre su pasado secreto a través de los brillantes e intensamente eficientes círculos de chismorreo de la alta sociedad londinense, entonces era razonable suponer que alguien en Londres sabría algo.
James quedó amargamente decepcionado.
No había nada más que hacer ahora excepto regresar a Danbury House con la esperanza de que el chantajista hubiese hecho otra demanda. Esto, sin embargo, parecía improbable; seguramente su tía se lo habría notificado si hubiese sucedido. Sabía donde localizarlo; él le había dicho exactamente donde iba y lo que esperaba conseguir.
Agatha se había opuesto vehementemente a que se marchara. Estaba convencida que su chantajista sería encontrado en Surrey, merodeando alrededor de Danbury House. Cuando James se marchó finalmente, Agatha se había comportado según su estilo,, gruñona, malhumorada y más irritable que su gato.
James se estremeció al pensar en la pobre Elizabeth, encadenada a la hosca compañía de su tía durante toda la semana pasada. Pero si alguien podía sacar a Agatha de su mal humor, él estaba convencido de que era Elizabeth.
Tres días más. No dedicaría más que ese tiempo a su investigación en Londres. Tres días y volvería a Danbury House, anunciaría su fracaso a su tía y sus intenciones a Elizabeth.
Tres días más y podría comenzar su vida de nuevo.
Llegado el viernes por la tarde, Danbury House estaba sitiada. Elizabeth se encerró en la biblioteca durante una hora solamente para escapar de las hordas de criados que daban los últimos retoques a la mansión para la celebración del baile de aquella noche. No había modo de sustraerse a la frenética actividad, sin embargo; Lady Danbury había insistido en que Elizabeth se vistiera en Danbury House. Esto era una propuesta sensata, eliminando la necesidad de Elizabeth de regresar a su casa para cambiarse y luego volver de nuevo a la mansión. Pero también le hacia imposible escabullirse durante unos minutos en busca de un poco de paz.
El momento en la biblioteca no contaba. Como podía contar cuando no menos de cinco criados aporrearon la puerta, solicitando su opinión sobre los más triviales asuntos. Finalmente Elizabeth se rindió y grito, “¡Pregúntenle a Lady Danbury! "
Cuando el primero de los carruajes apareció por el camino, Elizabeth huyó escaleras arriba a la habitación que Lady Danbury le había asignado para esa velada. El temido traje de pastora colgaba en el armario, acompañado del cayado que se apoyaba contra la pared.
Elizabeth se dejó caer pesadamente sobre la cama. No tenía ningún deseo de llegar temprano. Esperaba pasar la mayor parte de la noche sola. No le desagradaba su propia compañía, y lo último que quería era llamar la atención. Llegar cuando la fiesta estuviese en su apogeo significaba que podría mezclarse con la muchedumbre. Para entonces, los invitados de Lady Danbury deberían estar demasiado inmersos en sus propias conversaciones para prestarle atención.
Pero los invitados llegaron como una inundación más que como un lento flujo, y Elizabeth conocía a Lady Danbury lo bastante bien como para saber que la condesa la arrastraría abajo por el pelo si ella demoraba mucho más su aparición. Así que se puso el disfraz de pastora, se colocó la máscara emplumada que Lady D había comprado también para ella, y se miró al espejo.
"Parezco ridícula," dijo ella a su reflejo. "Completamente ridícula. " Su vestido blanco era una masa de pliegues y volantes, adornado con más encaje del que cualquier pastora podría permitirse, y el corpiño, si bien no era indecente, estaba cortado más bajo que cualquier otro que ella hubiera lucido anteriormente.
"Como si una pastora pudiera caminar por los campos llevando puesto esto," refunfuñó, tirando del escote hacia arriba. Desde luego también era improbable que una pastora llevara puesta una máscara emplumada, pero eso no tenia importancia en comparación con la extensión de pecho que mostraba.
"Ah, no me importa," declaró. "Nadie sabrá quién soy, de todos modos, y si alguien intenta algo indecente, al menos tengo el maldito cayado. "
Con esto, Elizabeth lo agarró y lo blandió en el aire como una espada. Satisfactoriamente armada, ella salió de la habitación y caminó por el pasillo. Antes de que alcanzara la escalera, sin embargo, una puerta se abrió de golpe, y una mujer vestida como una calabaza salió disparada, colisionando con Elizabeth.
Ambas cayeron sobre la alfombra con un ruido sordo y una ráfaga de maldiciones. Elizabeth se puso en pie y después miró hacia la calabaza, quién aún estaba sentada sobre su trasero.
"¿Necesita que la ayude? " preguntó Elizabeth.
La calabaza, quién sujetaba una máscara verde en su mano, asintió. "Gracias. Estoy un poco patosa últimamente, me temo. "
A Elizabeth le llevó un par de parpadeos percatarse de lo que quería decir la cala-¡la dama!; tenia que dejar de pensar en ella como una calabaza. "¡Oh, no! " dijo Elizabeth, poniéndose de rodillas a su lado. "¿Se encuentra bien? Esta su… " Señaló hacía el centro de su figura, aunque resultaba difícil discernir dónde se encontraba el centro bajo el disfraz de calabaza.
"Estoy bien," le aseguró la dama. "El único que ha sufrido ha sido mi orgullo, se lo aseguro."
"Bien, déjeme ayudarla. " Era difícil maniobrar con el disfraz, pero finalmente Elizabeth logró ponerla de pie.
"Siento terriblemente haber chocado contra usted," se disculpó la dama. "Es solamente que llegaba bastante tarde, y sé que mi marido estará abajo dando golpecitos con el pie, y… "
"No pasa nada. Se lo aseguro," dijo Elizabeth. Y como la dama era una calabaza tan simpática, añadió, "De hecho le estoy bastante agradecida. Esta puede que sea la primera vez que no he sido yo la causante del accidente. Soy terriblemente torpe. "
La nueva amiga de Elizabeth se rió. "Ya que nos hemos conocido así, por favor, permítame ser terriblemente descarada y que me presente. Soy la esposa de Blake Ravenscroft, pero me sentiré insultada si no me llama simplemente Caroline. "
"Yo soy la señorita Elizabeth Hotchkiss, dama de compañía de Lady Danbury. "
"Dios mío, ¿de verdad? He oído que puede ser un autentico dragón. "
"En el fondo es realmente muy dulce. Pero no me gustaría despertar su mal genio. "
Caroline asintió y se toqueteó su cabello castaño claro. "¿Estoy muy desarreglada? "
Elizabeth negó con la cabeza. “No más de lo que uno esperaría de una calabaza. "
"Sí, supongo que a las calabazas se les permite una mayor lasitud en la pulcritud de su peinado. "
Elizabeth se rió de nuevo, gustándole esta mujer enormemente.
Caroline extendió su brazo. "¿Bajamos? "
Elizabeth asintió, y anduvieron hacia las escaleras.
"Definitivamente me descubro ante usted," dijo Caroline con una sonrisa, levantando su máscara en un saludo. "Mi marido pasó bastante tiempo aquí cuando era niño, y me asegura que todavía se siente aterrorizado por Lady Danbury. "
"¿Su marido era amigo de sus hijos? "
"De su sobrino, en realidad. el Marqués de Riverdale. Espero verlo esta noche. Debe estar invitado. ¿Lo ha conocido usted? "
"No. No, no lo conozco. Pero escuché algo sobre él la semana pasada. "
"¿De verdad? " Caroline comenzó a bajar cuidadosamente la escalera. "¿En qué está metido? No he tenido noticias de él desde hace más de un mes. "
"No lo sé, en realidad. Lady Danbury celebró una pequeña recepción al aire libre la semana pasada, y envió una nota pidiéndole a uno de los invitados que se reuniera con él en Londres inmediatamente. "
"Oooh. Qué intrigante. Y qué propio de James. "
Elizabeth sonrió ante el nombre. Ella tenía su propio James, y no podía esperar a verlo de nuevo.
Caroline se detuvo en un escalón y se giró hacia Elizabeth con una expresión muy propia de una hermana, y muy curiosa. “¿Qué ha sido eso? "
"¿Qué? "
"Esa sonrisa. Y no diga que no estaba sonriendo. La vi. "
"Ah. " Elizabeth sintió que sus mejillas se sonrojaban. "No es nada. Tengo un pretendiente cuyo nombre es también James. "
"¿De verdad? " Los ojos verde mar de Caroline brillaron con el destello de un casamentera nata. "Debe presentármelo. "
"No está aquí, me temo. Es el nuevo administrador de Lady Danbury, pero hace poco fue llamado a Londres. Algún tipo de emergencia familiar, creo. "
"Es una lástima. Ya siento que somos las mejores amigas. Me hubiera gustado haberlo conocido. "
Elizabeth sintió que sus ojos se empañaban. "Ha sido encantador por su parte decir eso. "
"¿Eso cree? Estoy tan contenta de que no me crea demasiado descarada. No fui educada en sociedad, y tengo la espantosa costumbre de decir las cosas sin pensarlas primero. Eso vuelve loco a mi marido. "
"Estoy segura de que la adora. "
Los ojos de Caroline brillaron, y Elizabeth supo que la suya había sido una boda por amor. "Llego tan tarde que él probablemente estará que muerde," confesó Caroline. "Puede ser tan aprensivo. "
"Entonces será mejor que nos pongamos en marcha. "
"No puedo esperar a presentarle a Blake. "
"Me encantaría. Pero primero debo encontrar a Lady Danbury y asegurarme de que no necesita nada. "
"El deber la llama, supongo. Pero debe prometerme que nos encontraremos más tarde. " Caroline sonrió irónicamente e hizo un gesto hacia a su traje. "Soy bastante fácil de encontrar. "
Elizabeth alcanzó el final de las escaleras y soltó su brazo del de Caroline. "Es una promesa. " Después, con una sonrisa y un saludo de la mano, escapó hacia el salón de baile. Lady Danbury estaría en la puerta principal recibiendo a sus invitados, y sería más fácil llegar hasta ella rodeando la casa por fuera que tratar de batallar contra la muchedumbre que había dentro.
"¿Qué demonios? " A la exclamación de James le siguieron una serie de maldiciones bastante más inventivas y fuertes mientras guiaba su caballo alrededor de la aglomeración de carruajes que lentamente rodaban hacia Danbury House.
El baile de máscaras. El maldito, molesto e inoportuno baile de máscaras. Se había olvidado completamente de ello.
Había planeado la noche hasta el último detalle. Iba a ir a ver a su tía, decirle que había fallado, que no había sido capaz de descubrir a su chantajista, y prometerle que lo seguiría intentando, pero que no podía dejar su vida en suspenso mientras lo hacia.
Después cabalgaría hasta la casita de Elizabeth y le pediría que se casara con él. Había estado sonriendo ampliamente como un idiota durante todo el regreso a casa, planeando cada palabra. Había pensado en llevar a Lucas a un aparte y pedirle la mano de su hermana. No es que James planeara permitir que un chiquillo de ocho años gobernara su vida, pero de alguna manera el pensar en involucrar al pequeño muchacho le enternecía el corazón. Además tenía el presentimiento de que Elizabeth se sentiría encantada por el gesto, lo cual era probablemente el verdadero motivo de todo el asunto entero.
Pero no le iba a ser posible escapar de Danbury House esta noche, y evidentemente no iba a ser posible una entrevista a solas con su tía.
Frustrado por el atasco de carruajes, guió a su caballo fuera del camino principal y cabalgo a través de la extensión de césped ligeramente arbolada que discurría junto al camino principal de Danbury House. Había luna llena, y una gran cantidad de luz se filtraba por las muchas ventanas de la mansión para iluminar su camino, así que no tuvo que aminorar excesivamente su marcha mientras se dirigía a los establos.
Se encargó de su caballo y caminó lentamente hacia su pequeña vivienda, sonriendo cuando recordó el momento en que había pillado a Elizabeth fisgoneando allí semanas antes. Aún no se lo había contado. No importaba; tendría toda una vida para compartir con ella y crear recuerdos juntos.
Trató de ignorar el ruido de la fiesta, prefiriendo la paz y el aislamiento de su vivienda temporal, pero él no podía hacer caso omiso del rugido de su estómago vacío. Había regresado precipitadamente a Surrey, impaciente por ver a Elizabeth, y no se había detenido ni para tomar un bocado de pan. En su casa no había nada comestible, así que se permitió una sonora maldición, y regresó cansinamente al exterior. Con un poco de suerte, podría llegar a la cocina sin ser reconocido o abordado por un juerguista borracho.
Mantuvo la cabeza agachada mientras zigzagueaba entre la muchedumbre que salía en tropel al jardín. Si actuaba como un criado, los invitados de Agatha verían a un criado y, con un poco de suerte, lo dejarían en paz. El Señor sabía que no esperarían tropezar con el Marqués de Riverdale tan desaliñado y cubierto de polvo.
Había conseguido esquivar a la mayor parte de la muchedumbre, y estaba a medio camino de su destino, cuando por el rabillo del ojo vio a una pastora rubia sortear una roca, agitar el brazo izquierdo desesperadamente para mantener el equilibrio, y finalmente enderezarse apoyando su cayado en la tierra.
Elizabeth. Tenía que ser ella. Ninguna otra rubia pastora podía ser tan encantadoramente torpe.
Parecía estar tratando de deslizarse a lo largo del perímetro exterior de Danbury House, en dirección a la entrada. James cambió ligeramente de planes y fue en su dirección, su corazón retumbando con la certeza de que ella pronto estaría en sus brazos.
¿Cuándo se había convertido en un tonto romántico?
¿Quién sabía? ¿A quién le preocupaba? Estaba enamorado. Finalmente había encontrado a la mujer que completaba su corazón, y si eso lo convertía en un tonto romántico, que así fuera.
Mientras ella se dirigía hacia la parte delantera, se le acercó sigilosamente por detrás, y antes de que ella pudiera oír el crujido de sus pisadas sobre la grava, extendió la mano y la agarró por la muñeca.
Ella se giró con un grito sofocado de sobresalto. James vio con placer como el pánico de sus ojos se convertía en alegría.
"¡James! " grito, agarrando con su mano libre la de él. "Has vuelto. "
Él se llevó sus manos a los labios y las besó. "No podía permanecer lejos. "
El tiempo que llevaban separados la había vuelto tímida, y no pudo mirarlo a los ojos cuando susurró, "Te he echado de menos. "
Al infierno el decoro. La estrechó en sus brazos y la besó. Y cuando finalmente pudo obligarse a arrancar sus labios de los suyos, susurró, "Ven conmigo. "
"¿Dónde? "
"A cualquier parte. "
Y ella fue.