La vigiló durante todo el día. Sabía como seguir la pista a una persona, deslizándose por las esquinas y escondiéndose en cuartos vacíos. Elizabeth, quién no tenía razón alguna para pensar que alguien podría seguirla, no sospechó nada. James escuchó mientras ella leía en voz alta a su tía y la observó mientras ella iba de un lado a otro a través del pasillo, trayendo objetos innecesarios para su tía.
Trataba a Agatha con respeto y afecto. James siguió escuchando buscando signos de impaciencia o de cólera, pero siempre que su tía actuaba de modo irrazonable y caprichoso, Elizabeth reaccionaba con una divertida indulgencia que James encontró encantadora.
Su moderación ante los caprichos de su tía era sobrecogedora. James habría perdido la paciencia antes de mediodía. La señorita Hotchkiss aún conservaba la sonrisa cuando se marchó de Danbury House a las cuatro de la tarde.
James la miró a través de la ventana cuando ella caminó paseo abajo. Su cabeza se balanceaba ligeramente de un lado a otro, y tuvo el extraño y regocijante presentimiento de que ella iba cantando para si misma. Inconscientemente, él comenzó a silbar
"¿Qué melodía es esa?"
Él alzó la vista. Su tía estaba parada en la puerta del salón, apoyándose pesadamente en su bastón.
"Ninguna de la que quieras conocer la letra," dijo él con una sonrisa libertina.
"Tonterías. Si es picante, entonces seguro que quiero saberla. "
James rió entre dientes. "Tía Agatha, no confesé la letra cuando me pillaste tarareando aquella cancioncilla de marineros cuando tenía doce años, y ciertamente no voy a confesar ésta ahora."
"Hmmph. " Ella golpeó el suelo con su bastón y se giró. "Ven y hazme compañía mientras tomo el té."
James la siguió a su salita y tomó asiento frente a ella. "Realmente", comenzó, "estoy contento de que me hayas invitado a acompañarte. Estaba pensando en hablar contigo sobre tu señorita de compañía."
"¿La señorita Hotchkiss?"
"Sí," dijo James, tratando de sonar indiferente. "Pequeña. Rubia."
Agatha sonrió sagazmente, sus pálidos ojos azules agudos como nunca. "Oh, entonces lo notaste."
James se hizo el tonto. "¿Qué su pelo es rubio? Es difícil no darse cuenta, Tía."
"Quería decir que es tan bonita como un pimpollo y tú lo sabes."
"La señorita Hotchkiss es ciertamente atractiva," dijo él, ", pero – "
"Pero no es tu tipo de mujer," terminó ella por él. "Lo sé. " Alzó la vista. "He olvidado cómo te gusta el té."
James entrecerró los ojos. Tía Agatha nunca olvidaba nada. "Con leche, sin azúcar," dijo con recelo. "¿Y por qué crees que la señorita Hotchkiss no es mi tipo de mujer?"
Agatha se encogió delicadamente de hombros y expuso. "Ella posee un encanto más bien sutil, después de todo."
James calló un segundo. “Creo que acabas de insultarme."
"Bueno, debes confesar que aquella otra mujer era un tanto… ah, como lo diríamos… " Le dio su taza de té. "¿llamativa?"
"¿Qué otra mujer?"
"Ya sabes. Aquella con el pelo rojo y el… " Levantó las manos al nivel de su pecho e hizo unos vagos y circulares movimientos. "Ya sabes."
"¡Tía Agatha, era una cantante de ópera!"
"Bien," resopló ella. "Seguramente no deberías habérmela presentado."
"No lo hice," dijo James rígidamente. "Te lanzaste calle abajo sobre mí con la misma sutiliza que una bala de cañón."
"Si vas a insultarme -"
"Traté de evitarte," la interrumpió él. "Traté de escapar, pero no, no tenías intención de permitírmelo. "
Ella colocó dramáticamente una mano sobre su pecho. "Perdóname por ser una pariente preocupada por ti. Después de todo hemos estado esperando durante años tu matrimonio, y simplemente me interesé por tu acompañante. "
James respiró profundamente para tranquilizarse, tratando de relajar los músculos de los hombros. Nadie tenía la habilidad de hacerlo sentir de nuevo como un imberbe muchacho de dieciséis como su tía. "Creo," dijo con firmeza, "que hablábamos de la señorita Hotchkiss. "
"¡Oh, sí!" Agatha tomó un sorbo de té y sonrió. "La señorita Hotchkiss. Una chica encantadora. Y tan equilibrada. No como esas muchachas frívolas de Londres que sigo encontrando en Almacks. Después de pasar una tarde allí uno pensaría que la inteligencia y el sentido común habían sido completamente eliminados de la población británica. "
James estuvo completamente de acuerdo con ella sobre aquel punto, pero ahora, en realidad, no era el momento de hablar de ello. "¿La señorita Hotchkiss…? " le recordó.
Su tía alzó la vista, parpadeó una vez, y dijo, "No sé que haría sin ella. "
¿Quizás ser quinientas libras más rica? " sugirió él.
La taza de té de Agatha golpeó con fuerza el plato. "Seguramente no consideraras sospechosa a Elizabeth. "
"Tiene acceso a tus efectos personales," indicó él. “¿Podrías haber guardado algo que pudiera ser incriminatorio? Por lo que tú sabes, ella ha podido estar fisgoneando entre tus cosas durante años. "
"No," dijo ella en un tono suave que rezumaba seguridad. " Elizabeth no. Jamás haría tal cosa. "
“Perdóname, Tía, ¿pero cómo puedes estar tan segura?"
Ella lo atravesó con la mirada. "Creía que eras consciente de que soy muy buena juzgando caracteres, James. Como prueba, eso debería bastar. "
"Por supuesto que eres muy buena en ello, Agatha, pero – "
Ella alzó una mano. “La señorita Hotchkiss es todo bondad, amabilidad y honestidad, y me niego a escuchar una sola palabra más de menosprecio. "
"Muy bien. "
"Si no me crees, pasa un poco de tiempo con la muchacha. Veras que tengo razón. "
James se recostó, satisfecho. "Eso haré. "
Soñó con ella esa noche.
Estaba inclinada sobre ese condenado libro rojo suyo, su pelo, largo y rubio, suelto y brillante como la luz de la luna. Llevaba puesto un virginal camisón blanco que la cubría de la cabeza a los pies, pero de alguna manera él sabía exactamente como era ella bajo él, y deseaba tan desesperadamente…
Entonces echó a correr delante de él, riéndose por encima de su hombro y con su pelo derramándose tras de ella y cosquilleando su cara siempre que él conseguía acercarse. Pero cada vez que se estiraba para alcanzarla, lo eludía. Y siempre que creía que estaba lo bastante cerca para leer el título de su pequeño libro, las letras doradas cambiaban y se desenfocaban, y se encontraba a si mismo cayendo mientras jadeaba en busca de aire.
Que era exactamente como se sintió James cuando se incorporó de golpe en su cama hasta quedar sentado, mientras la primera luz de la mañana apenas comenzaba a asomar por el horizonte. Se sentía vagamente mareado, respiraba con fuerza, y sólo tenía una cosa en mente.
Elizabeth Hotchkiss.
Cuando Elizabeth llegó a Danbury House esa mañana, fruncía el ceño. Había jurado que ni siquiera iba a echar un vistazo a la tapa de Cómo casarse con un Marqués, pero cuando llego a casa el día anterior, se había encontrado el libro justo sobre su cama, con su brillante encuadernación roja que prácticamente la desafiaba a abrirlo.
Elizabeth se había dicho que solamente echaría un vistazo; lo único que quería era ver si decía algo sobre ser ingeniosa y hacer reír a un hombre, pero antes de darse cuenta, estaba sentada en el borde de su cama, absorta en la lectura.
Y ahora ella tenía tantas normas y reglas flotando alrededor de su cabeza que estaba verdaderamente mareada. No debía coquetear con hombres casados, se suponía que no debía tratar de dar un consejo a un hombre ni pretender saber más que él, pero debía romper inmediatamente con un pretendiente si él olvidara su cumpleaños.
"Gracias a Dios por los pequeños favores," murmuró para sí misma mientras entraba en el enorme vestíbulo de Danbury House. Su cumpleaños no era hasta dentro de nueve meses, lo bastante lejos en el futuro para no interferir con los posibles noviazgos que-
Oh, por el amor de Dios. ¿En qué estaba pensando? Se había dicho a si misma que no iba a dejar que la señora Seeton le dictara qué hacer, y aquí estaba-
"Parece bastante seria esta mañana. "
Elizabeth alzó la vista sobresaltada. "Señor Siddons," dijo, con voz un poco chillona al pronunciar la primera sílaba de su nombre. "Qué encantador encontrarlo. "
Él se inclinó. "El sentimiento, se lo aseguro, es mutuo. "
Ella sonrió rígidamente, sintiéndose repentinamente muy torpe en presencia de este hombre. Ellos habían conversado estupendamente bien al día anterior, y Elizabeth había sentido hasta casi que podían llamarse amigos, pero fue antes de… Carraspeó. Antes de que ella se hubiera pasado la mitad de la noche pensando en él.
Él le tendió inmediatamente su pañuelo.
Elizabeth sintió como se ruborizaba y rezó para que no fuera demasiado obvio. "No es necesario," dijo rápidamente. "Solamente me aclaraba la garganta. "
¡THUMP!
"Será Lady Danbury," murmuró el señor Siddons, sin molestarse en volverse hacia el sonido.
Elizabeth sofocó una sonrisa de condolencia y giró la cabeza. Efectivamente, Lady Danbury estaba al otro extremo del pasillo, golpeando con su bastón. Malcolm estaba en el suelo al lado de ella, sonriendo con satisfacción.
"Buenos días, Lady Danbury," dijo Elizabeth, encaminándose inmediatamente hacia la anciana. "¿Cómo se encuentra? "
"Como si tuviera setenta y dos años," replicó ella.
"Bien, es una pena," contestó Elizabeth, con la cara muy seria "ya que sé de buena tinta que no tiene más que sesenta y siete años. "
"Chiquilla impertinente. Sabes muy bien que tengo sesenta y seis años. "
Elizabeth escondió su sonrisa. "¿Necesita ayuda para volver al salón? ¿Ha desayunado ya esta mañana? "
“He tomado dos huevos y tres trozos de tostada, y no quiero sentarme en el salón esta mañana. "
Elizabeth parpadeó sorprendida. Ella y Lady Danbury pasaban todas las mañanas en el salón. Y entre los muchos discursos de Lady D, su favorito era el que versaba sobre las cualidades preservadoras de la rutina.
"He decidido sentarme en el jardín," anunció Lady D.
"Oh," dijo Elizabeth. "Ya veo. Es una idea encantadora. El aire es bastante fresco esta mañana, y la brisa más bien – "
"Voy a dormir una siesta. "
Aquel anuncio privó completamente a Elizabeth del habla. Lady Danbury a menudo se quedaba dormida, pero jamás lo admitía, y ciertamente nunca usaba la palabra "siesta".
“¿Necesita que la ayuda a llegar al jardín? " preguntó el señor Siddons. "Estaría encantado de acompañarla. "
Elizabeth dio un brincó. Se había olvidado completamente de su presencia.
"No hace falta," dijo Lady D secamente. "No me muevo muy rápida últimamente, pero no estoy muerta. Ven, Malcolm. " Y con esto se alejó andando con dificultad y con Malcolm trotando a su lado.
Elizabeth simplemente se quedó mirando fijamente cómo se alejaban, con una mano pegada a su mejilla en estado de shock.
"Es realmente notable lo bien que ha entrenado a su gato," dijo James.
Elizabeth se dio la vuelta, con expresión atónita. “¿Le ha parecido enferma? "
"No, ¿por qué? "
Ella agitó las manos torpemente en dirección a la figura cada vez más lejana de Lady Danbury, incapaz de expresar con palabras su grado de sorpresa.
James la contempló con expresión divertida. "¿Tan raro es que pueda desear dormir una siesta en el jardín? El tiempo es bueno. "
"¡Sí! " dijo ella, con tono elevado por la preocupación. "Es muy extraño. "
"Bueno, estoy seguro de que ella – "
"Le digo que es muy extraño. " Elizabeth sacudió la cabeza. "No me gusta esto. No me gusta ni pizca. "
Él ladeó la cabeza y le dirigió un vistazo evaluativo. "¿Qué propone que hagamos? "
Ella se cuadró de hombros. "Voy a espiarla. "
"¿Va a mirar como duerme? " preguntó él, de forma sospechosa.
“¿Tiene alguna idea mejor idea"
“¿Mejor que espiar el sueño de una anciana? Bien, sí, realmente, si me apremia creo que podría pensar en uno o dos pasatiempos que serían – "
"¡Oh, ¡¡chitón!! " dijo ella con irritación. "No necesito su ayuda, de todos modos. "
James sonrió. "¿La había solicitado? "
"Como tan amablemente usted indicó," dijo ella alzando la barbilla, "no es tan difícil vigilar el sueño de una anciana. Estoy segura que tiene otros deberes más importantes. Buenos días. "
James abrió la boca sorprendido cuando ella empezó a alejarse con paso majestuoso. Condenación, no había querido ofenderla. "¡ Elizabeth, espere! "
Ella se paró y se giró, probablemente sorprendida por el uso de su nombre de pila más que porque se le hubiera pasado el arrebato. Infiernos, él se había quedado sorprendido. Era sólo que ella había ocupado sus pensamientos durante días, y él había comenzado a pensar en ella como en Elizabeth, y-
"¿Sí? "dijo ella finalmente.
"Iré con usted. "
Ella le dirigió una mirada más bien enojada. “Sabe ser realmente silencioso, ¿verdad? No quiero que nos pille espiándola. "
James se mordió los temblorosos labios; era lo único que podía hacer para no echarse a reír. "Puede estar segura de que no nos delataré," dijo él con gravedad. "Me siento orgulloso de ser un espía bastante bueno. "
Ella frunció el ceño. "Esa es una declaración muy rara. Y -, ¿se encuentra bien? "
“Estupendamente, ¿por qué? "
"Parece como si estuviera a punto de estornudar. "
Él vislumbró un jarrón con flores cercano y mentalmente se asió a él. "Las flores siempre me hacen estornudar. "
"No estornudó ayer en la rosaleda. "
Él se aclaró la garganta y pensó con rapidez. "Estas no son rosas," dijo, señalando hacia el florero.
"En ese caso, no puedo dejarle venir" dijo ella con un desdeñoso gesto de la cabeza. “Hay flores del uno al otro extremo del jardín. No puedo tenerle estornudando cada dos minutos. "
"Ah, no lo haré," dijo él rápidamente. "Sólo las flores cortadas para decoración me producen ese efecto. "
Sus ojos se entrecerraron con recelo. “Nunca he oído hablar de tal afección. "
“Yo tampoco. Nunca he conocido a nadie más que reaccione de la misma forma. Debe ser algo en los tallos. Algo que… eh… se libera cuando el tallo es cortado. "
Ella le lanzó otra mirada dudosa, y entonces él adornó la mentira añadiendo, “Esto me da un montón de malditos problemas cuando cortejo a una señora. Dios me ayude si intento ofrecerle flores. "
"Muy bien," dijo ella enérgicamente. "Venga. Pero si arruina esto- "
"No lo haré," le aseguró él.
"Si arruina esto," repitió ella, más fuerte esta vez, "no le perdonaré nunca. "
Él agachó ligeramente la cabeza y trató de dar una inclinación arrepentida a sus hombros. "Muéstreme el camino, señorita Hotchkiss. "
Ella dio unos pasos y entonces se detuvo y se giró, sus ojos azules con una expresión un poquito dudosa. "Antes, me llamó Elizabeth. "
"Perdóneme," murmuró él. "Me sobrepasé. "
James miró el juego de emociones que atravesaron su cara. No estaba segura si debería permitirle la libertad de llamarla por su nombre de pila. James podía ver como su naturaleza naturalmente amistosa luchaba con su necesidad de mantenerlo a distancia. Finalmente ella frunció las comisuras de su boca y dijo, “No tiene mayor importancia. Los criados no somos demasiado formales aquí, en Danbury House. Si el cocinero y el mayordomo me llaman Elizabeth, usted puede hacerlo, también. "
James sintió que su corazón se llenaba de una satisfacción bastante absurda. "Entonces debe llamarme James," contestó.
"James. " Ella probó a dejarlo deslizarse por su lengua, y luego añadió, “No debo referirme nunca a usted como tal, desde luego, si alguien preguntara por usted. "
"Por supuesto que no. Pero si estamos solos, no hay ninguna necesidad de ser tan formales. "
Ella asintió. "Muy bien, señor-" Sonrió avergonzada. "James. Deberíamos ponernos en marcha.”
Él la siguió por un laberinto de vestíbulos; ella insistió en seguir una tortuosa ruta para no despertar las sospechas de Lady Danbury. James no entendía cómo la presencia de ambos en el salón de baile, el cuarto del desayuno, y el invernadero todo en una sola mañana no iban a despertar nada, excepto sospechas, pero se guardó sus pensamientos para si mismo. Elizabeth evidentemente experimentaba una tranquila satisfacción en su posición como líder, y además, él disfrutaba de la vista que le ofrecía su posición a la espalda de ella.
Cuando finalmente salieron al exterior, estaban en la parte este de la casa, cerca de la fachada de la mansión, y tan lejos del jardín como era posible. "Podríamos haber salido por las puertas francesas del cuarto de música," explicó Elizabeth, “pero de esta forma podemos deslizarnos por detrás de aquellos setos y bordeándolos llegar al jardín. "
"Una idea excelente," murmuró él, siguiéndolo alrededor de la parte de atrás de los setos. Los arbustos tenían unos doce pies de altos, ocultándolos completamente de la vista de la casa. Para su sorpresa, tan pronto como Elizabeth torció la esquina alrededor de la parte trasera de los setos, comenzó a correr. Bien, quizás no a correr, pero ciertamente se movía a medio camino entre un paso enérgico y un trote.
Sus piernas eran mucho más largas que las de ella, sin embargo, y todo lo que tuvo que hacer para mantener su ritmo fue alargar su zancada. "¿Es realmente necesaria tanta prisa? " preguntó.
Ella se volvió, pero sin dejar de andar. "Estoy muy preocupada por Lady Danbury," dijo, y luego reanudó su paso apresurado.
James vio esta ocasión de estar a solas con Elizabeth como una excelente oportunidad para estudiarla, pero su pragmatismo lo obligó a comentar, "Seguramente la vida en Danbury House no es tan aburrida como para que el acontecimiento más excitante del verano sea que una mujer de sesenta y seis años duerma una siesta. "
Ella se giró otra vez. "Lo lamento si encuentra mi compañía aburrida, pero si lo recuerda, no le he obligado a acompañarme. "
"Oh, su compañía es cualquier cosa excepto aburrida," dijo él, deslumbrándola con su sonrisa más zalamera. "Simplemente no entiendo la gravedad de la situación. "
Ella se detuvo bruscamente, plantó las manos sobre sus caderas, y clavó en él una severa mirada.
"Con esa postura, seria una institutriz endemoniadamente buena" dijo burlonamente.
"Lady Danbury nunca duerme la siesta," dijo ella con los dientes apretados y fulminándolo con la mirada por ese último comentario. "Ella vive y respira rutina. Dos huevos y tres pedazos de tostada para desayunar. Todos los días. Treinta minutos de bordado. Todos los días. La correspondencia es clasificada y contestada a las tres de la tarde. Todos los días. Y – "
James alzó una mano. "Ya lo he entendido. "
"Ella nunca duerme siesta. "
Él asintió lentamente, preguntándose qué podía decir a estas alturas de la conversación.
Ella soltó un ‘hmmphing’ final, y luego dándose media vuelta, volvió a caminar a toda velocidad. James la siguió, caminando con amplias y fáciles zancadas. La distancia entre ambos se fue ensanchado ligeramente, y él acababa de admitir para si mismo la necesidad de aumentar su velocidad a un ligero trote cuando se percató de una protuberante raíz de árbol un poco más adelante.
"Cuidado con- "
Ella aterrizó sobre la tierra, con un brazo revoloteando hacia atrás cual ave voladora, y el otro estirado hacia delante para detener su caída.
" – raíz," terminó él. Se precipitó hacia ella. "¿Se ha hecho daño? "
Ella sacudió la cabeza y refunfuñó, "Por supuesto que no," pero temblaba mientras lo decía, así que James no se sentía muy inclinado a creerla.
Se acuclilló a su lado y se estiró hacia la mano que ella había extendido para amortiguar su caída. "¿Cómo tiene la mano? "
"Estoy bien," insistió ella, retirando la mano, y sacudiendo la tierra y la grava que se habías incrustado en su piel.
"Me temo que debo insistir en verificarlo por mi mismo. "
"De alguna manera," se quejó ella, "esto tiene que ser por su culpa. "
Él no pudo contener una sonrisa sorprendida. "¿Por mi culpa? "
"No estoy segura de cómo o por qué, pero si hay justicia en este mundo, esto es por su culpa."
"Si es por mi culpa," dijo él con lo que pensó era suma gravedad, “entonces realmente debo compensarla ocupándome de sus heridas. "
"No tengo – "
"Raramente acepto un no por respuesta. "
Con un ruidoso suspiro, ella le tendió la mano, murmurando un bastante descortés, "Aquí".
James giró su muñeca suavemente. Ella no reaccionó hasta que él cautelosamente doblo su mano hacia atrás. "¡Oh! " exclamó Elizabeth, evidentemente irritada con ella misma por demostrar dolor.
"No ha dolido demasiado," dijo rápidamente. "Estoy segura de que no me la he torcido. "
"Estoy seguro de que tiene razón," accedió él. No había ningun signo de hinchazón. "Pero debería usar mas la otra durante al menos un día. Y tal vez podría desear volver a la casa y conseguir un poco de hielo o un trozo frío de carne para ponérselo sobre la muñeca. "
"No tengo tiempo," dijo ella enérgicamente, poniéndose en pie. "Debo comprobar que Lady Danbury está bien. "
“Si en efecto está, como teme, durmiendo una siesta, entonces me inclino a pensar que su temor de que se fuge es algo exagerado. "
Elizabeth lo fulminó con la mirada.
"En otras palabras," él dijo, tan suavemente como pudo, “no hay ninguna necesidad de que arriesgue su vida y su integridad física precipitándose. "
Podía verla meditar sobre sus palabras, pero finalmente se limitó a sacudir la cabeza y dijo, “Es libre de tomar sus propias decisiones. " Y dando media vuelta, salió corriendo.
James soltó un gemido, tratando de recordar por qué continuaba yendo tras ella, de todos modos. Tía Agatha, se recordó. Todo esto era por Tía Agatha. Tenía que averiguar si Elizabeth era la chantajista.
Sus tripas le decían que no lo era – nadie que exhibiera el tipo de preocupación que ella mostraba por una autoritaria y, bastante a menudo, increíblemente fastidiosa anciana, la chantajearía.
Aún así James no tenía a ningún otro sospechoso, así que salió al trote tras ella. Cuando Elizabeth dobló la esquina, la perdió la vista, pero sus largas zancadas hicieron que pronto la encontrara, todavía sana y salva, de espaldas al seto, con la cabeza vuelta de modo que espiaba por encima de su hombro.
"¿Qué ve? " preguntó él.
"Nada," confesó ella, "pero me parece que he conseguido un calambre horrible en el cuello."
James dominó la sonrisa que sintió burbujeando dentro de él y mantuvo el tono serio cuando dijo, "¿Le importaría mirarme? "
Ella volvió la cabeza al frente y luego, con una mueca de incomodidad, la inclinó a un lado y la volvió a erguir. James se estremeció cuando oyó un ruidoso crujido.
Ella se frotó el cuello. "¿ Cree que puede hacerlo sin ser visto? "
Imágenes de sus pasadas misiones- en Francia, en España, y también aquí, en Inglaterra, pasaron por su mente. James era un experto en no ser visto. "Oh", dijo desenvueltamente, "creo que me las arreglaré."
"Muy bien. " Ella retrocedió. "Pero si usted sospecha -aunque sólo sea por un segundo – que ella puede verle, retroceda. "
James sonrió ampliamente e hizo un saludo militar. "Usted manda. "
En aquel momento, Elizabeth lo olvidó todo.
Olvidó que no tenía ni idea de como iba a sacar adelante a sus hermanos menores.
Olvidó que Lady Danbury actuaba de forma muy extraña y que temía que su patrona pudiera estar gravemente enferma.
Hasta olvidó cada maldito edicto del pequeño libro de la señora Seeton, y, sobre todo, olvidó que este hombre hacia que su estomago diera un vuelco cada vez que alzaba las cejas.
Lo olvidó todo excepto la ligereza del momento y la picara sonrisa en la cara de James Siddons. Con una pequeña risa, se adelantó y lo golpeó bromeando en el hombro.
"Oh, pare ya," dijo, casi sin reconocer su propia voz.
"¿Qué pare qué? " preguntó él, con expresión absurdamente inocente.
Ella imitó su saludo militar.
“Ha estado impartiendo órdenes con gran facilidad y frecuencia," indicó él. "Es natural que la compare a – "
"Simplemente compruebe cómo está Lady Danbury," lo interrumpió ella.
James sonrió a sabiendas y se deslizó agachado hasta la esquina del seto.
"¿Ve algo? " susurró Elizabeth.
Él volvió atrás. "Veo a Lady Danbury. "
"¿Eso es todo? "
"No creía que estuviera interesada en el gato. "
"¿Malcolm? "
"Está sobre su regazo. "
"No me importa lo que hace el gato. "
James le dirigió una mirada vagamente condescendiente inclinando apenas la cabeza. "No creí que le importara. "
"¿Qué hace Lady Danbury? " le gruñó Elizabeth.
"Dormir. "
"¿Dormir"?
"Es lo qué dijo que haría, ¿verdad? "
Lo miró con el ceño fruncido. "Quería decir si duerme normalmente ¿Respira con dificultad? ¿Se mueve? "
"¿Mientras duerme? " preguntó él, dudoso.
"No sea botarate. La gente se mueve en sueños todo el – " Sus ojos se entrecerraron. "¿Por qué sonríe? "
James tosió para encubrir sus traidores labios, y trató de recordar la última vez que una mujer le había llamado botarate. Las damas con las que había coincidido en su reciente estancia en Londres habían sido de la clase de las que sonríen con afectación, elogiándolo por su ropa, su rostro o su aspecto. Cuando una llegó al extremo de elogiar la curvatura de su frente, supo que era el momento de escapar.
Jamás habría sospechado, sin embargo, lo divertido que podría resultar ser insultado por Elizabeth Hotchkiss.
"¿Por qué sonríe? " repitió ella, con impaciencia.
"¿Estaba sonriendo? "
"Sabe que sí. "
Él se inclinó hacia delante, lo suficiente como para conseguir que ella aguantara la respiración. "¿Quiere saber la verdad? "
"Er, sí. La verdad es casi siempre preferible. "
"¿Casi? "
"Bien, si esa opción va a herir innecesariamente los sentimientos de otro," explicó ella, "entonces – ¡Espere un momento! Se supone que es usted quien va a contestar a mi pregunta. "
"Oh, sí, la sonrisa," dijo él. "Ha sido por llamarme botarate, en realidad. "
"¿Sonríe porque le insulté? "
Él se encogió de hombros y extendió las manos en lo que esperó fuera un gesto encantador. "No soy insultado por las mujeres muy a menudo."
"Entonces ha estado frecuentando la clase incorrecta de mujeres," refunfuñó ella.
James soltó una carcajada.
"No haga ruido," siseó ella, arrastrándolo lejos del seto. "Le oirá. "
"Ronca lo bastante fuerte como para despertar a un muerto," contestó él. "Dudo que nuestras pequeñas payasadas vayan a despertarla. "
Elizabeth sacudió la cabeza y frunció el ceño. "No me gusta esto. Ella nunca duerme siesta. Siempre dice que es poco natural. "
James le dirigió una sonrisa, disponiéndose a embromarla otra vez, pero se contuvo cuando vio la ansiedad en sus ojos azul oscuro. "Elizabeth", dijo suavemente, "¿qué es lo que realmente teme? "
Ella soltó un largo suspiro. “Podría estar enferma. Cuando la gente de repente se siente cansada… " Tragó. "Puede ser un signo de enfermedad. "
Él se quedó en silencio unos segundos ante su tácita pregunta, "¿Sus padres estaban enfermos antes de morir? "
Alzo la mirada bruscamente hacia él, y James notó que se había quedado sorprendida por su pregunta. "No", dijo ella, parpadeando. "Mi madre murió en un accidente de carruaje, y mi padre…" Hizo una pausa, miró a lo lejos, y su expresión se fue tornando cada vez más angustiada hasta que finalmente dijo, "Él no estaba enfermo. "
Lo que más deseaba era seguir preguntando, averiguar por qué ella no hablaba de la muerte de su padre. De manera sorprendente, se dio cuenta de que quería saberlo todo sobre ella.
Quería conocer su pasado, su presente, y su futuro. Saber si hablaba francés, si le gustaba el chocolate, si había leído a Moliere.
Y sobre todo, conocer los secretos que se ocultaban detrás de cada diminuta sonrisa que cruzaba su cara.
James casi retrocedió un paso ante tal revelación. Nunca había sentido esta clase de ardiente necesidad de escudriñar todos y cada uno de los rincones más apartados del alma de una mujer.
Elizabeth llenó el torpe silencio preguntando, "¿Viven todavía sus padres? "
"No," contestó James. "Mi padre murió repentinamente, en realidad. El doctor dijo que fue su corazón. " Se encogió de hombros. "O la carencia del mismo. "
"Oh, querido," balbuceó ella.
"No pasa nada," dijo él con un desdeñoso gesto de la mano. "No era un buen hombre. No lo echo de menos y no me apena. "
Ella apretó los labios, pero James vio la sombra de algo, ¿empatía, quizás?, en sus ojos.
"Mi madre murió cuando yo era bastante joven," añadió él repentinamente y no muy seguro de por qué le contaba eso. "Apenas la recuerdo. "
"Lo siento," dijo Elizabeth suavemente. "Espero que no fuera muy doloroso. "
James temió no haber sabido ocultar la respuesta de sus ojos, porque ella solamente tragó y dijo, "lo siento," otra vez. Él asintió en reconocimiento a su compasión, pero no dijo nada.
Los ojos de Elizabeth capturaron los suyos durante un fugaz momento, y después giro el cuello para echar otro vistazo a Lady Danbury. "Me moriría si Lady D estuviera sufriendo. Sé que ella no se lo diría nunca a nadie. Puede ser insoportablemente orgullosa. No reconocería el afecto y la preocupación por lo que son. Todo que vería sería la compasión. "
James la miró observar a su tía y súbitamente lo golpeó advertir lo menuda que Elizabeth era. Los campos de Danbury House se extendían tras ella en un interminable entramado de verde, y ella parecía terriblemente pequeña y sola contra la vasta extensión de tierra. La brisa veraniega entresacó diminutos y sedosos mechones de pelo rubio de su recogido, y sin pensar, James extendido la mano y agarró uno, poniéndolo tras su oreja.
Ella contuvo la respiración, e inmediatamente levantó una mano. Sus dedos se rozaron contra los nudillos de él, y James luchó contra el loco deseo de atrapar su mano en la suya. Sólo era necesario el más diminuto movimiento de sus dedos, y se sentía exquisitamente tentado, pero retiró la mano y murmuró, "Perdóneme. El viento despeinó su cabello. "
Sus ojos se agrandaron y sus labios se separaron como si fuera a decir algo, pero finalmente, ella sólo dijo. “Lady Danbury se ha portado muy bien conmigo," con voz ronca. “No hay ningún modo en que pueda reembolsarle alguna vez toda su bondad. "
James nunca había oído antes que su brusca y autoritaria tía fuera calificada de bondadosa. La alta sociedad la respetaba, la temía, incluso se reía de sus bromas cortantes, pero nunca anteriormente había visto el amor que él sentía por esa mujer, quien posiblemente había salvado su alma, reflejado en los ojos de otra persona.
Y entonces su cuerpo se hizo completamente independiente de él y se sintió avanzar. No controlaba el movimiento; era casi como si un poder superior se hubiera apoderado de él, haciéndolo extender la mano y acunar con ella la parte posterior de la cabeza de Elizabeth, sus dedos deslizándose entre la seda de su cabello mientras tiraba de ella acercándola, más cerca, más cerca, y entonces…
Y por fin sus labios estaban sobre los de ella, y cualesquiera que fuera la desconocida fuerza que había hecho que él la besara había huido, y todo lo que quedó era él – él y una imperiosa necesidad de poseerla de cada una de las maneras en que un hombre puede poseer a una mujer.
Cuando una de sus mano se hundió más profundamente en su pelo, la otra se enroscó alrededor de ella, posándose en la delicada curva de la parte baja de su espalda. Podía sentir el comienzo de su respuesta. Ella era inexperta, pero se estaba ablandando, y su corazón comenzaba a latir más rápido, y después comenzó a palpitar.
"Dios mío, Elizabeth," jadeó él, trasladando su boca a su mejilla, y luego a su oído. "Quiero… Quiero… "
Su voz debió despertar algo dentro de ella, porque se puso rígida, y la oyó susurrar, "Oh, no."
James quiso aferrarse a ella. Deslizarla hasta el suelo y besarla hasta que perdiera la razón, pero debía ser más honorable de lo que había imaginado nunca, porque la dejó ir en el instante en que ella comenzó a separarse.
Elizabeth permaneció de pie frente a él varios segundos, pareciendo más impresionada que otra cosa. Tenía su pequeña mano sobre su boca, y sus ojos estaban enormemente abiertos, sin parpadear. "Nunca pensé… " murmuró ella, contra su mano. "No puedo creer… "
"¿No puede creer qué? "
Ella negó con la cabeza. "Oh, esto es horrible. "
Eso era un poco más de lo que su ego podía soportar. "Bien, un momento, yo no diría – "
Pero ella ya había escapado.