Elizabeth llegó a Danbury House a la mañana siguiente con un solo objetivo en mente: mantenerse tan lejos de James Siddons como fuera humanamente posible.
Él la había besado. Realmente la había besado. Peor, ella le había dejado. Y aún peor, había escapado como una cobarde a casa. Sólo una vez en todos sus años como acompañante de Lady Danbury se había marchado antes de tiempo a casa, y fue cuando tuvo una fiebre pulmonar. E incluso entonces, había tratado de permanecer en su puesto, marchándose sólo cuando Lady Danbury la había amenazado con cuidarla ella misma en persona.
Pero esta vez todo lo que había hecho falta fue un beso de un hombre apuesto, y ella gimoteaba como una tonta. Elizabeth se había sentido tan mortificada por sus acciones que ella había enviado a Lucas a Danbury House con una nota para Lady D en la que le explicaba que se sentía bastante enferma. No era completamente mentira, razonó Elizabeth. Estaba caliente y sofocada, y sentía algo muy raro en el estomago.
Además, la alternativa a la mentira era morirse de vergüenza. Así que a Elizabeth le llevó muy poco tiempo decidir que su pequeña mentira estaba completamente justificada.
Se había pasado toda la tarde escondida en su cuarto, estudiando de forma obsesiva y minuciosa Cómo casarse con un Marqués. No había demasiadas referencias a los besos. Obviamente la señora Seeton pensó que alguien que fuera lo bastante inteligente para comprar su libro era también lo bastante inteligente como para saber que una, evidentemente, no besaba a un caballero con quien no tenía una profunda y potencialmente duradera relación.
Y una, casi seguro, no debería disfrutarlo.
Elizabeth gimió, recordando todo esto. Hasta ahora el día se desarrollaba como cualquier otro, salvo que ella había mirado por encima de su hombro tantas veces que Lady Danbury le había preguntado si había desarrollado un tic nervioso.
La vergüenza la obligó a dejar de girar el cuello, pero todavía brincaba sobresaltada siempre que oía pasos.
Intentó convencerse de que no debía ser tan terriblemente difícil evitarlo. El señor Siddons debía tener miles de deberes como administrador, novecientos de los cuales, seguramente, requerían su presencia fuera de la casa. Así que si Elizabeth simplemente se encerrara a cal y canto dentro de Danbury House, estaría a salvo. Y si él decidía realizar alguna de las pocas tareas que requerían su presencia dentro de la casa… bien, entonces estaba segura de que podría encontrar alguna razón para salir de la mansión y disfrutar de la cálida luz del sol ingles.
Y entonces comenzó a llover.
La frente de Elizabeth golpeó contra el cristal de la ventana de la salita con un ruido sordo. "Esto no puede estar sucediendo," refunfuñó. "Simplemente no puede estar sucediendo. "
"¿Qué no puede suceder? " preguntó enérgicamente Lady Danbury. "¿La lluvia? No seas cabeza de chorlito. Esto es Inglaterra. Por lo tanto, debe llover. "
"Pero no hoy," suspiró Elizabeth. "Estaba tan soleado esta mañana cuando llegué. "
"¿Desde cuándo supone eso una diferencia? "
"Desde… " Cerró los ojos y se tragó un gemido. Alguien que había vivido toda su vida en Surrey debería saber que uno no podía confiar en una mañana soleada. "Oh, no importa. Da igual. "
"¿Estás preocupada por el regreso a tu casa? No lo hagas. Haré que alguien te lleve a casa. No deberías exponerte a los elementos tan pronto después de una enfermedad." Los ojos de Lady Danbury se entrecerraron. "Aunque debo decir que pareces notablemente recuperada. "
"No me siento notablemente recuperada," dijo Elizabeth, con bastante honestidad.
"¿Qué me dijiste que tenías? "
"El estómago," masculló ella. "Creo que fue algo que comí. "
"Hmmph. Nadie más cayó enfermo. No puedo imaginar qué comiste. Pero si te pasaste toda la tarde echando hasta las tripas- "
"¡Lady Danbury! " exclamó Elizabeth. No había pasado toda la tarde anterior echando hasta las tripas, y de todos modos, no había ninguna necesidad de hablar de tales funciones corporales.
Lady D sacudió la cabeza. "Que púdica. ¿Desde cuándo se han vuelto las mujeres tan mojigatas? "
"Cuando decidimos que el vómito no era un tema agradable de conversación," replicó Elizabeth.
"¡Bien dicho! " se rió Lady Danbury, aplaudiendo. “Afirmo, Elizabeth Hotchkiss, que cada día suenas más y más parecida a mí. "
"Dios me ayude," gimió Elizabeth.
"Muy bien. Exactamente lo que yo habría dicho. " Lady Danbury se recostó, se dio un golpecito con el índice en la frente, y frunció el ceño. "Ahora, bien, ¿de qué hablaba yo? Ah, sí, queríamos asegurarnos de que no tendrías que marcharte a casa bajo la lluvia. No temas, encontraremos a alguien que te lleve. Mi nuevo administrador, si es necesario. El señor sabe que le va a ser imposible hacer nada con este tiempo. "
Elizabeth tomó aire. "Estoy segura de que la lluvia parará pronto. "
Un relámpago cruzó el cielo, solamente para llevarle la contraria, estaba segura, seguido por un trueno tan estruendoso que Elizabeth se puso en pie de un brincó. "¡Ow! " gritó.
"¿Qué te has hecho ahora? "
"Es sólo la rodilla," contestó ella, con una sonrisa evidentemente falsa. "No me ha dolido casi nada. "
Lady Danbury bufó de incredulidad.
"No, de verdad," insistió Elizabeth. "Es gracioso que nunca me percatara de esa mesita estaba allí, sin embargo. "
"Ah, ésta. La puse ayer allí. Lo sugirió el señor Siddons. "
"Se podía haber quedado calladito," refunfuñó Elizabeth.
"¿Perdón? "
"Nada," dijo ella, un poco demasiado alto.
"Hmmph," fue la respuesta de Lady Danbury. "Tengo sed. "
Elizabeth inmediatamente se animó ante la perspectiva de tener algo que hacer además de mirar fijamente hacia fuera de la ventana y preocuparse por la perspectiva de que el señor Siddons apareciera. "¿Le apetece un té, Lady Danbury? O quizás mejor podría decirle a la cocinera que prepare un poco de limonada."
"Demasiado temprano para la limonada," ladró Lady D. "Y demasiado temprano también para el té, de hecho, pero tomaré uno de todos modos. "
"¿No tomó té con el desayuno? " indicó Elizabeth.
"Era el té del desayuno. Es completamente diferente a éste. "
"Ah." Algún día, pensó Elizabeth, recibiría la santidad por esto.
"Asegúrate de que la cocinera pone también un plato de galletas en la bandeja. Y no olvides pedirle que añada algo para Malcolm. " Lady D estiró el cuello y miró alrededor. "¿Dónde está ese gato? "
"Tramando su último plan de tortura para mí, sin duda," murmuró Elizabeth.
"¿Eh? ¿Qué dices? "
Elizabeth dio la vuelta hacia la puerta, mirando aún por encima de su hombro a Lady Danbury. "Nada en absoluto, Lady Danbury. Voy a- "
Cualquier otra cosa que pudiera haber dicho se perdió cuando su hombro se golpeó contra algo grande, caliente, y decididamente humano.
Elizabeth gimió. El señor Siddons. Seguro. Nunca había sido una mujer particularmente afortunada.
"Cuidado," lo oyó decir, una fracción de segundo antes de que sus manos la agarraran suavemente por la parte superior de sus brazos.
"¡Señor Siddons! " gorjeó Lady Danbury. "Qué encantador verlo tan temprano. "
"En efecto," refunfuñó Elizabeth.
"¿Se nos unirá para el té? " prosiguió Lady D. "Justamente Elizabeth iba a traer una bandeja."
Elizabeth aún se negaba-por principio, aunque no estuviera muy segura de qué principio -a mirarlo a la cara, pero, sin embargo, presintió su sonrisa lobuna.
"Estaría encantado," dijo él.
"Excelente," contestó Lady Danbury. "Ve entonces, Elizabeth. Necesitaremos té para tres. "
"No puedo ir a ninguna parte," dijo Elizabeth, haciendo rechinar los dientes, "mientras el señor Siddons siga sujetándome los brazos. "
“¿Lo hacía? " dijo él, ingenuamente, liberándola de su apretón. "No me había dado cuenta. "
Si hubiera tenido un solo penique, decidió Elizabeth gravemente, lo habría apostado en ese mismo momento a que mentía.
“Tenía que hacerle unas preguntas a nuestra querida señorita Hotchkiss," dijo el señor Siddons.
Los labios de Elizabeth se entreabrieron de la sorpresa.
"Aunque pueden esperar hasta que vuelva, estoy seguro," murmuró él.
La cabeza de Elizabeth giró alternativamente entre el señor Siddons y Lady Danbury mientras trataba de entender la extraña tensión que había surgido en la habitación. "Si está seguro," dijo ella. "Estaría encantada de…"
"Él cree que me estás chantajeando," dijo Lady Danbury sin rodeos.
"¿Cree que estoy haciendo qué? " casi chilló Elizabeth.
"¡Agatha! " exclamó el señor Siddons, sonando como si hubiera querido enviar a la anciana dama al infierno. "¿Te suena la palabra ‘sutileza’? "
"Hmmph. Nunca ha funcionado conmigo. "
"Ya lo veo," refunfuñó él.
"¿Acaba de llamarla Agatha? " preguntó Elizabeth. Miró a Lady Danbury sorprendida. Había estado cuidando a la condesa durante cinco años y nunca se había atrevido a usar su nombre de pila.
"Conocía a la madre del señor Siddons," dijo Lady Danbury, como si eso lo explicara todo.
Elizabeth se plantó las manos en las caderas y miró ceñuda al atractivo administrador. “¡Cómo se atreve a pensar que yo chantajearía a esta dulce y anciana dama! "
"¿Dulce? " repitió el señor Siddons.
"¿Anciana? " gritó Lady Danbury.
"Yo jamás caería tan bajo," dijo Elizabeth, respirando profundamente. "Nunca. Y debería avergonzarse por haberlo pensado. "
"Eso es lo que yo le dije," dijo Lady D con un encogimiento de hombros. "Realmente tú necesitas el dinero, desde luego, pero no eres de la clase de – "
La mano del señor Siddons se cerró alrededor de su brazo de nuevo. "¿Necesita dinero? " exigió.
Elizabeth puso los ojos en blanco. "¿No lo necesitamos todos? "
"Yo tengo en abundancia," dijo Lady D.
Sus dos empleados giraron la cabeza al unísono y la fulminaron con la mirada.
"Bueno, es la verdad," dijo ella, refunfuñando.
"¿Por qué necesita dinero? " preguntó suavemente el señor Siddons.
"¡No es asunto suyo! "
Pero Lady Danbury obviamente pensó que sí lo era, porque dijo, "Todo esto comenzó cuando – "
"¡Lady Danbury, por favor! " Elizabeth le dirigió una mirada suplicante. Ya era suficientemente difícil estar tan necesitada de fondos. Que la condesa además la avergonzara delante de un extraño…
Lady Danbury pareció darse cuenta- por una vez – de que se había sobrepasado y cerró la boca.
Elizabeth cerró los ojos y soltó el aliento. “Gracias," susurró.
"Tengo sed," declaró Lady D.
"Perfecto," dijo Elizabeth, para ella misma, aunque sus palabras fueron audibles para todos. "El té. "
"¿Qué estas esperando? " exigió Lady Danbury, golpeando el suelo con su bastón.
"La santidad," refunfuñó Elizabeth, por lo bajo.
Los ojos del señor Siddons se agrandaron. Oh, maldición, la había oído. Estaba tan acostumbrada a estar a solas con Lady Danbury que había olvidado vigilar lo que ella musitaba para si misma.
Pero el señor Siddons, para gran sorpresa suya, soltó repentinamente su brazo y comenzó a toser. Y después, cuando cualquier persona normal habría parado, se dobló, sufrió un colapso contra la pared, y empezó a toser aún más violentamente
El antagonismo de Elizabeth cedió paso a la preocupación mientras se inclinaba. "¿Se encuentra bien? "
Él asintió con la cabeza apresuradamente, sin quitarse la mano de la boca.
"¿Se habrá atragantado con algo? " gritó Lady Danbury.
"No puedo imaginar con qué," contestó Elizabeth. "No estaba comiendo nada. "
"Golpéalo en la espalda," dijo Lady D. "Golpéalo con fuerza. "
El señor Siddons sacudió la cabeza y salió disparado del cuarto.
"Quizás deberías seguirlo," sugirió Lady Danbury. "Y no olvides golpearlo. "
Elizabeth parpadeó dos veces, se encogió de hombros, y abandonó el cuarto, pensando que golpearlo con fuerza en la espalda podría resultar un esfuerzo bastante satisfactorio. “¿Señor Siddons? " Miró a izquierda y derecha, pero no lo vio. "¿Señor Siddons? "
Y entonces lo oyó. Grandes rugidos de risa que provenían de detrás de la esquina. Cerró la puerta con prontitud.
Cuando torció la esquina, el señor Siddons estaba sentado sobre un banco almohadillado, jadeando por tomar aire.
"¿Sr. Siddons? ¿James? "
Él alzó la vista, y de repente no pareció tan peligroso como el día anterior. "La santidad," exclamó. "Dios bendito, sí, sí que la merecemos. "
"Bueno, usted ha estado aquí sólo unos días," indicó Elizabeth. "Tendrá que pasar al menos un par de años más en su compañía, creo, antes de que pueda ser siquiera considerado para mártir. "
El señor Siddons trató de contener la risa, pero ésta estalló como un gran globo. Cuando recobró el control de si mismo, dijo, "Son los mansos como usted los más peligrosos y astutos. "
"¿Yo? " preguntó Elizabeth con incredulidad. "No soy mansa en absoluto. "
"Quizás no, pero realmente elige sus palabras con cuidado. "
"Bien, sí," dijo ella con una inclinación inconsciente de su cabeza. "Ya soy bastante torpe con mi cuerpo sin necesidad de añadir mi boca a la combinación. "
James decidió en ese mismo momento que ella no podía ser la chantajista. Oh, sabía que él no había reunido datos suficientes para hacer esta declaración, pero sus instintos habían estado diciéndole durante días que ella tenía que ser inocente. Él, simplemente, no había sido lo bastante inteligente para escucharlos.
La evaluó durante un momento, y luego le preguntó, "¿Le ayudo a traer el té? "
"Seguramente tiene cosas más importantes que hacer acompañar a la acompañante de una señora a la cocina. "
"He notado a menudo que las acompañantes de las señoras son las más necesitadas de compañerismo. "
Sus labios se torcieron en una reacia sonrisa. "Vamos, Lady Danbury es una buena persona."
James miró su boca con descarado interés. Quería besarla, se dio cuenta. Esto no era sorprendente en sí mismo – él había pensado en poco más el día anterior, además de en los besos de ella. Lo raro era que quiso hacerlo justo en ese mismo momento, en el pasillo. Él, por lo general, era mucho más discreto.
"¿Señor Siddons? "
Él parpadeó, un poco avergonzado por haber sido pillado contemplándola ensimismado.
“¿Quién está chantajeando a Lady Danbury? "
"Si lo supiera, no la habría acusado a usted. "
"Hmmph. No crea que le he perdonado por eso. "
"Dios santo," dijo él, asustado. "Empieza a sonar como ella. "
Los ojos de Elizabeth se agrandaron horrorizados. "¿Lady Danbury? "
Él asintió y soltó un ‘hmmmph’en una perfecta imitación de la imitación de Elizabeth de Lady D.
Ella jadeó. "No hice eso, ¿verdad? "
Él asintió otra vez, con la diversión bailoteando en sus ojos.
Ella gimió. "Voy a por el té. "
"¿Entonces me ha perdonado por sospechar que era el chantajista? "
"Supongo que debo hacerlo. No es como si me conociera lo bastante para descartarme como sospechosa inmediatamente. "
"Muy tolerante por su parte. "
Ella le lanzó una mirada que le dijo que no apreciaba mucho su impertinente comentario. "Pero lo qué no entiendo es, ¿qué demonios puede haber hecho Lady Danbury para convertirse en objeto de chantaje?"
"No me corresponde a mi revelarlo," dijo él, suavemente.
Elizabeth asintió. "Traeré el té. "
"Voy con usted. "
Ella extendió el brazo con la mano alzada. "No. No viene. "
Él tomó sus dedos y besó las puntas. "Sí. Sí voy. "
Elizabeth apartó la vista de su mano. ¡Dios querido, este hombre la había besado otra vez! Justo allí, en el pasillo. Demasiado atontada para retirar la mano, miró a ambos lados, aterrorizada por si un criado tropezaba con ellos.
"Nunca la habían besado antes de ayer," murmuró él.
"¡Por supuesto que no!"
"Ni siquiera en la mano. " Él soltó sus dedos, le cogió la otra mano y le besó los nudillos.
"¡Señor Siddons! " jadeó ella. "¿Está loco? "
Él sonrió. "Me alegro de que no la hayan besado antes. "
"Está loco. Completamente loco. Y," añadió a la defensiva, "por supuesto que me han besado en la mano. "
“Su padre no cuenta. "
En ese momento, lo que Elizabeth más deseó fue que la tierra se abriera y se la tragara. Sintió que le ardían las mejillas, y sabía que no tenía que decir ni una palabra para que él supiera que tenía razón. No había muchos caballeros solteros en su pequeño pueblo, y ciertamente ninguno de ellos era lo bastante sofisticado como para besarla en la mano.
"¿Quién es usted? " susurró Elizabeth.
Él la miró de una manera extraña, entrecerrando sus ojos negros. "James Siddons. Ya lo sabe. "
Ella sacudió la cabeza. "Usted no ha sido nunca antes administrador de fincas. Apostaría mi vida por ello. "
"¿Quiere ver mis referencias? "
"No se comporta como tal. Un criado – "
"Ah, pero yo no soy exactamente un criado," la interrumpió él. "Como usted tampoco. Tengo entendido que pertenece a la pequeña nobleza local. "
Ella asintió.
"La mía también es una antigua familia," prosiguió él. "Nuestro orgullo, lamentablemente, no desapareció junto con nuestro dinero. "
"¿Lamentablemente? "
Una comisura de su boca se elevó ligeramente. “Hace incómodos algunos momentos. "
"Como éste," dijo Elizabeth firmemente. "Debe volver al salón en este instante. Lady Danbury estará allí, preguntándose, estoy segura, por qué diablos cerré la puerta, y lo que estamos haciendo, y aunque no me jacto de conocer su mente, no deseo dar explicaciones. "
James tan solo se quedó mirándola, preguntándose por qué, de repente, se sentía como si hubiera sido regañado por su institutriz. Sonrió ampliamente. "Es muy buena en esto. "
Elizabeth había logrado dar tres pasos en dirección a la cocina. Soltó un resoplido de frustración y se giró. "¿En qué? "
“En hablarle a un hombre adulto como si fuera un niño. Me siento bastante puesto en mi lugar."
"No es cierto," replicó ella, agitando su mano hacia él. "Solamente mírese. No parece ni una pizca arrepentido. Sonríe ampliamente como un idiota. "
Él irguió la cabeza. "Lo sé. "
Elizabeth alzó las manos exasperada. "Tengo que irme. "
"Usted me hace sonreír. "
Sus palabras, suaves e intensas, detuvieron sus pasos.
"Dése la vuelta, Elizabeth. "
Había alguna clase de conexión entre ambos. Elizabeth no sabía nada del amor, pero sabía que podría enamorarse de este hombre. Lo sentía profundamente en el corazón, y esto la aterrorizó. Él no era un hombre con el que ella podría casarse. No tenía dinero; se lo había dicho él mismo. ¿Cómo iba a enviar a Lucas a Eton con un administrador de fincas como marido? ¿Cómo iba a alimentar y a vestir a Susan y a Jane? Susan sólo tenía catorce años ahora, pero pronto querría hacer su debut. Londres quedaba fuera de toda consideración, pero hasta un pequeño debut local costaba dinero.
Y esto era algo que ni Elizabeth ni el hombre que estába de pie detrás de ella -posiblemente el único hombre que podría capturar alguna vez su corazón- tenían.
Dios querido, había pensado que la vida la había tratado injustamente antes, pero esto… esto era pura agonía.
"Dése la vuelta, Elizabeth. "
Ella siguió caminando. Fue lo más difícil que había hecho jamás.
Más tarde, esa noche, Susan, Jane, y Lucas Hotchkiss se agruparon juntos sobre el frío suelo del vestíbulo superior, justo delante de la puerta de la habitación de su hermana mayor.
"Creo que está llorando," susurró Lucas.
"Por supuesto que está llorando," siseó Jane. "Cualquier tonto podría decir que está llorando."
"La cuestión es," interrumpió Susan, "¿por qué está llorando? "
Nadie tenía respuesta para esto.
Un momento después se estremecieron, cuando oyeron un sollozo ligeramente más fuerte que los anteriores, y tragaron incómodamente cuando fue seguido de un ruidoso sorber de mocos.
"Ha estado muy preocupada por el dinero últimamente," dijo Lucas vacilantemente.
"Siempre está preocupada por el dinero," replicó Jane.
"Es natural," añadió Susan. "La gente que no tiene dinero siempre está preocupada por ello."
Los dos Hotchkiss más jóvenes asintieron en conformidad.
"¿No tenemos realmente nada? " susurró Jane.
"Me temo que no," dijo Susan.
Los ojos de Lucas comenzaron a relucir. "No voy a poder ir a Eton, ¿verdad? "
"No, no," dijo Susan rápidamente, "por supuesto que vas a ir. Solamente tenemos que economizar. "
“¿Cómo vamos a economizar cuando no tenemos nada? " preguntó él.
Susan no contestó.
Jane le dio un codazo en las costillas. “Creo que uno de nosotros debería consolarla. "
Antes de que Susan pudiera empezar a asentir con la cabeza, oyeron un sonoro golpe, seguido del increíblemente asombroso sonido de los gritos de su hermana mayor, "¡Maldición, vete al carajo! "
Jane jadeó.
Susan se quedó boquiabierta.
"No puedo creer que haya dicho eso," jadeó Lucas reverentemente. "Me pregunto a quién maldice. "
"No es algo de lo que estar orgulloso," exclamó Jane, dándole una palmada en la nuca.
"¡Ow! "
"Y no digas 'maldito,' " añadió Susan.
“Sí es algo de lo que estar orgulloso. Ni siquiera yo he dicho nunca eso. "
Jane puso los ojos en blanco. "Hombres".
"Dejad de discutir," dijo Susan distraídamente. "Creo que debería entrar a verla. "
"Sí," contestó Jane, "justo como yo estaba diciendo…”
"¿Por qué todo tiene que ser idea tuya? " dijo Lucas, hoscamente. "Tú siempre – "
"¡Ha sido idea mía! "
"¡Basta! " prácticamente ladró Susan. "Abajo, los dos. Y si averiguo que alguno me ha desobedecido, pondré doble dosis de almidón en su ropa interior durante un mes. "
Los dos pequeños asintieron con la cabeza y corrieron escaleras abajo. Susan suspiró y llamó a la puerta de Elizabeth.
Ninguna respuesta.
Llamó otra vez. "Sé que estás ahí. "
Sonaron pasos, seguidos de una mordaz y brusca apertura de la puerta. "Por supuesto que sabes que estoy aquí," le espetó Elizabeth. "Probablemente pueden oírme desde Danbury House. "
Susan abrió la boca, la cerró, y luego la volvió a abrir otra vez para decir, “Iba a preguntarte si algo va mal, pero me he dado cuenta de lo ridículo que sonaba, así que, en cambio, que tal si pregunto ¿qué pasa? "
La respuesta de Elizabeth no fue verbal. Giró la cabeza y fulminó con la mirada a un bulto rojo que estaba en una esquina del suelo de la habitación.
"¡Santo Dios! " exclamó Susan, apresurándose a través del cuarto. "¿Este fue el ruido que oí? "
Elizabeth echó un desdeñoso vistazo a Cómo casarse con un Marqués, cuidadosamente sostenido entre las manos de su hermana.
"¡Este libro pertenece a Lady Danbury! " dijo Susan. "Tú misma me hiciste prometer no marcar ni siquiera el lomo al leerlo. ¿Y lo lanzas a través de la habitación? "
"Mis prioridades han cambiado. No me preocupa si arde en el infierno. No me preocupa si la señora Seeton arde con él. "
La boca de Susan formó una ‘o’ perfecta. "¿Estabas mandando a la señora Seeton al infierno? "
"Quizás lo hacía," dijo Elizabeth, con voz insolente.
Susan se llevó una mano a la mejilla consternada. “Elizabeth, no pareces tú misma. "
"No me siento como yo misma. "
"Tienes que decirme lo que ha sucedido que te tiene tan trastornada. "
Elizabeth soltó un corto y superficial suspiro. "Ese libro ha arruinado mi vida. "
Susan parpadeó. "Nunca has sido dada al melodrama. "
"Quizás he cambiado. "
"Quizás," dijo Susan, un tanto irritada, evidentemente, ante las evasivas de su hermana, "te gustaría explicarme cómo este libro ha arruinado tu vida. "
Elizabeth miró hacia otro lado así que Susan no pudo ver como se estremecía su rostro. "Yo no habría coqueteado con él. Nunca me habría acercado a él si no se me hubiese metido en la cabeza… "
"¡Dios mio! " la interrumpió Susan. "¿Qué te ha hecho? ¿Te ha deshonrado de algún modo?"
"¡No! " gritó Elizabeth. "Nunca lo haría. "
"¿Entonces qué pasó? "
"Oh, Susan," contestó Elizabeth, con silenciosas lagrimas rodando por su rostro. "Podría enamorarme de él. Podría amarlo de verdad. "
"¿Entonces qué está mal? " preguntó Susan en un suave susurro.
"¡Susan, no tiene ni un penique! ¡Es un simple administrador! "
"¿Es que no podrías ser feliz con una vida sencilla? "
"Por supuesto que podría," estalló Elizabeth. "Pero ¿y la educación de Lucas? ¿Y tu debut? ¿Y las acuarelas de Jane? ¿No has escuchado ni una palabra de lo que he estado diciendo durante toda la semana? ¿Creíste que buscaba a marido porque me divertía con ello? Necesitamos dinero, Susan. Dinero. "
Susan no pudo mirar a su hermana a los ojos. "Lo siento, si sientes que tienes que sacrificarte. "
"Lo gracioso es que no pensé que esto fuera tal sacrificio. Muchas mujeres se casan con hombres a los que no aman. Pero ahora… " Hizo una pausa y se secó los ojos. "Ahora es difícil. Eso es todo. Difícil. "
Susan tragó y suavemente dijo, "Tal vez deberías devolver el libro. "
Elizabeth asintió. "Lo haré mañana. "
"Podemos… podemos decidir como proceder más tarde. Estoy segura de que puedes encontrar un marido sin necesidad de practicar con – "
Elizabeth alzó una mano. "No quiero hablar de ello ahora. "
Susan asintió y sonrió débilmente mientras acunaba el libro. "Iré a quitarle el polvo. Puedes devolverlo mañana. "
Elizabeth no se movió mientras veia a su hermana abandonar la habitación. Después avanzó lentamente hasta su cama y comenzó a llorar. Pero esta vez mantuvo la almohada sobre su cabeza, amortiguando el sonido de sus sollozos.
Lo último que quería era más compasión