La noche estaba llena de magia. La luna refulgía, el aire estaba impregnado del delicado aroma de flores silvestres, y el viento era un romántico susurro contra la piel.
Elizabeth se sentía como una princesa. La mujer que corría a través del campo, con el pelo ondeando como una cinta de oro, no podía ser la ordinaria y sencilla Elizabeth Hotchkiss. Sólo por una noche, se había transformado. Sólo por una noche, su corazón no albergaba preocupaciones ni responsabilidades. Estaba bañada en risas y pasión, envuelta en pura alegría.
Cogidos de la mano, corrieron. Danbury House se perdió de vista, aunque los sonidos de la fiesta flotaban en el aire. Los árboles alrededor se hicieron más densos, y finalmente James se detuvo, con la respiración jadeante por el esfuerzo y de excitación.
"Oh, Dios mío," jadeó Elizabeth sofocada, casi chocándose contra él. "No he corrido tan rápido desde – "
Sus brazos se enroscaron alrededor de ella, y se quedó sin aliento. "Bésame," le ordenó.
Elizabeth estaba perdida en el encanto de la noche, y cualquier indecisión que hubiera podido sentir, cualquier noción de lo que era apropiado y lo que era escandaloso, se desvaneció. Arqueó el cuello, ofreciéndole los labios, y él los tomó, su boca capturo la suya con una dulce mezcla ternura y primitiva necesidad.
"No te tomaré. No ahora- no aún," juró él sobre su piel. "Pero déjame amarte. "
Elizabeth no sabía a que se refería, pero su sangre corría ardiente y veloz por sus venas, y no podía negarle nada. Alzó la mirada, vio el fuego en sus ojos color chocolate, y tomó su decisión. "Ámame," susurró. "Confío en ti. "
Los dedos de James temblaron cuando los acercó reverentemente a la suave piel de sus sienes. Bajo sus dedos su pelo era como seda dorada, y parecía tan dolorosamente pequeña y frágil bajo sus grandes, y de repente, torpes manos. Se dio cuenta de que podría lastimarla. Era pequeña y delicada, y era su responsabilidad protegerla. "Seré tierno," susurró, casi sin reconocer su propia voz. "Jamás te haría daño. Jamás. "
Ella confiaba en él. Esto era un poderoso regalo, un intercambio de almas.
Dejó vagar sus dedos suavemente por los ángulos de sus mejillas hasta la desnuda piel de su cuello. Su disfraz no se parecía a nada que ella hubiera llevado antes, provocándolo con la insinuación de sus hombros desnudos, amenazando con caerse solamente con el más leve empujón. Podía enganchar su dedo alrededor de la suave tela blanca y revelar un delicado hombro, y luego el otro, y luego podía tirar un poco mas hacia abajo, exponiéndola-
La sangre se le agolpó en las ingles. Dios santo, si solo con pensar en desnudarla tenia semejante erección, ¿qué demonios iba a pasar cuando la tuviera realmente desnuda y dispuesta en sus brazos? ¿Cómo lograría hacerle el amor con la gentileza y el cuidado que merecía?
El aliento se le atascó en la garganta, cuando lentamente deslizó el vestido por un hombro, sin despegar los ojos de la piel que iba exponiendo. Ella relucía a la luz de la luna como la perla más exquisita, y cuando inclinó la cabeza para acariciar con los labios la cálida y seductora curva donde el cuello se encontraba con el hombro, fue como llegar a casa por fin.
Mientras la besaba, su mano tejía la misma magia con el otro hombro, y oyó su jadeo cuando la tela poco a poco resbaló hacia abajo, revelando la suave curvatura de las cumbres de sus pechos. Ella murmuró algo -pensó que podía haber sido su nombre – pero no lo detuvo, así que desabrocho el botón que anidaba entre sus pechos, soltando el escote de su vestido lo suficiente para permitir que se abriera.
Sus manos se elevaron para taparse, pero él las cogió entre las suyas y las mantuvo apartadas mientras se inclinaba para depositar un beso ligero como una pluma sobre sus labios. "Eres preciosa," susurró James, la calidez de su voz invadiendo su boca. "Tan hermosa. "
Sujetando aún las manos de ella con una de las suyas, estiró la otra mano y suavemente la ahuecó sobre uno de sus pechos, dejando que le colmara la palma. Ella era sorprendentemente exuberante y firme, y James no pudo evitar un gemido de placer cuando notó endurecerse su pezón contra la palma de su mano.
La miró a la cara, necesitaba ver su expresión, necesitaba saber que le gustaba su caricia. Sus labios estaban entreabiertos y brillantes como si se los acabara de humedecer con la lengua. Sus ojos estaban aturdidos y desenfocados, y su respiración brotaba en entrecortados jadeos.
Deslizó una de sus manos sobre su trasero, sujetándola mientras se deslizaban al suelo. La hierba formaba una suave y fresca alfombra bajo ellos, el cabello de Elizabeth se extendía como un abanico dorado. James la contempló durante un momento, murmurando un dulce gracias para el Dios que lo había guiado hasta ese momento, y entonces bajó su cabeza a sus pechos, amándola con su boca.
Elizabeth soltó un sorprendido "¡Oh! " cuando los labios de James se cerraron alrededor de su pezón. Sentía su cálido aliento sobre su pecho, y su sangre ardía por su caricia. Su cuerpo se volvió extraño, casi como si quisiera salirse de su propia piel. Sentía la imperiosa necesidad de moverse, de estirar los dedos de los pies y frotar las plantas contra la hierba, de flexionar las manos y luego hundirlas en su grueso cabello castaño.
Arqueó la espalda bajo él, consumido por algún demonio apasionado que la instaba a tomar lo que fuera que él le ofrecía. "James", jadeó, y luego lo susurró otra vez. Su nombre fue la única palabra que vino a sus labios, y sonó a una súplica y una oración.
Le había bajado la parte superior del vestido todo lo posible, así que llevó una de sus manos a su pierna, acariciándole la pantorrilla antes de seguir subiendo por la parte exterior de su rodilla. Y después, tan lentamente que ella agonizó de anticipación, su mano abandonó su rodilla para apretar la suave piel de su muslo.
Gimió su nombre otra vez, pero su boca estaba sobre la suya, y sus palabras se perdieron en su beso. Su mano siguió ascendiendo a lo largo de su pierna, alcanzando la suave piel del interior de su muslo. Ella se tensó, sintiendo que se aproximaba al borde de algo, que se dirigía a algún lugar secreto del cual no había vuelta atrás.
James levantó la cabeza y la miró. Ella tuvo que parpadear varias veces antes de poder enfocar sus queridas facciones, y entonces, con una sonrisa libertina, James le preguntó, "¿Más?"
Que el cielo la ayudara. Asintió, y vio como su sonrisa se ensanchaba justo antes de que su boca descendiera hasta la piel bajo su barbilla, haciéndola alzarla hasta sus labios pudieron explorar la totalidad de su cuello.
Y entonces su mano se desplazó más arriba.
Estaba casi en lo más alto de su muslo ahora, casi rozando su núcleo más intimo. La proximidad era desconcertante, y sus piernas comenzaron a temblar de anticipación.
"Confía en mí," le susurró él. "Solamente confía en mí. Te prometo que haré que lo disfrutes. "
Su temblor no se detuvo, pero sus piernas se separaron ligeramente, permitiendo que su cuerpo se acomodara entre sus muslos. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que él había estado manteniéndose apartado de ella, usando sus poderosos brazos para aguantar su peso.
Pero todo eso cambio cuando acomodó su cuerpo sobre el suyo. Su peso era excitante, la longitud y el calor. Era mucho más grande que ella; hasta que no habían estado tan íntimamente en contacto no se había percatado por completo de la verdadera magnitud de su poder y su fuerza.
Su mano se extendió, abarcando la anchura de su muslo y su pulgar quedó peligrosamente cerca de los rizos que protegían su feminidad. Apretó y jugueteo.
Y entonces la tocó.
Elizabeth no estaba preparada para la descarga de pura electricidad que recorrió su columna. Nunca había imaginado que pudiera sentirse tan caliente, tan estremecida, tan desesperada por el contacto de otro ser humano.
Sus dedos juguetearon con ella hasta que estuvo segura de que no podría aguantar más, y entonces él insistió. Sentía su cálido aliento contra su oído hasta que estuvo segura de que le ardería, y entonces él empezó a susurrar; palabras de amor y palabras de pasión. Cada vez que creía haber alcanzado su límite, él la llevaba más alto, conduciéndola a un nuevo nivel de pasión.
Se aferraba a la hierba, temerosa de que si ponía los brazos alrededor de James, desgarraría su camisa en dos. Pero entonces, cuando su dedo se deslizó en su interior, él susurró, "Tócame. "
Vacilante, asustada de su propia pasión, levanto las manos hasta el cuello de su camisa. El botón superior estaba desabrochado; deslizó rápidamente el siguiente por el ojal en su afán de tocar su piel.
"Dios santo, Elizabeth," jadeó James. "Vas a matarme. "
Ella se detuvo y sus ojos se elevaron hacia los de él.
"No," dijo él, riéndose a pesar suyo. "Está bien. "
"¿Estás seguro? Porque- ¡Ohhhhhhhhh! "
No tenia ni idea de lo que él había hecho, cómo movió exactamente sus dedos, pero la presión que había estado acumulándose dentro de ella de repente explotó. Su cuerpo se tensó, luego se arqueó, tembló, y cuando finalmente, estremecida, se deslizó de nuevo al suelo, estaba segura de haberse deshecho en mil pedazos.
"Oh, James," suspiró. "Me haces sentir tan bien por dentro. "
Su cuerpo estaba aún tan duro como una roca, y estaba tan tenso de deseo que sabía que se quedaría insatisfecho esa noche. Sus brazos comenzaron a temblar bajo el peso de su cuerpo, así que rodó hacia un lado, acoplándose junto a ella sobre la hierba. Apoyó la cabeza sobre un codo, recreándose en la exquisita visión de su rostro. Tenia los ojos cerrados, los labios entreabiertos, y él estaba seguro de no haber visto nunca nada tan hermoso en toda su vida.
"Hay tantas cosas que necesito decirte," susurró, retirándole el cabello de la frente.
Elizabeth entreabrió los ojos. "¿Qué? "
"Mañana," prometió él, subiéndole dulcemente el corpiño. Era una lastima cubrir una belleza tan perfecta, pero sabía que ella sentía todavía timidez sobre su desnudez. O la sentiría, cuando recordara que estaba desnuda.
Ella se ruborizó, confirmando su teoría de que, tras la pasión, había olvidado su estado de desnudez. “¿Por qué no puedes decírmelo esta noche? " le preguntó ella.
Eso era una buena pregunta. Tenia en la punta de la lengua revelarle su verdadera identidad y pedirle que se casara con él, pero algo lo contenía. Solo iba a proponerle matrimonio a una mujer una vez en su vida, y quería que fuera perfecto. Nunca había soñado que encontraría a una mujer que capturara su alma por completo. Ella merecía rosas y diamantes, y a él sobre una rodilla.
Y sentía que le debía a Agatha decirle que daba por terminaba su farsa antes de finalizarla de hecho.
"Mañana," prometió otra vez. "Mañana".
Pareció quedar satisfecha, ya que suspiró y se sentó. "Supongo que deberíamos regresar."
Él se encogió de hombros y sonrió ampliamente. "No tengo ninguna cita urgente. "
Eso le valió un amable ceño. “Sí, pero a mi me esperan. Lady Danbury se ha pasado toda la semana fastidiándome para que asistiera a su mascarada. Si no hago acto de presencia, nunca me dejara olvidarlo. " Le lanzo una irónica mirada de reojo. "Ya de por si está a un paso de volverme loca. Un interminable sermón por mi no asistencia probablemente acabaría con mi cordura. "
"Sí," murmuró James, "es muy hábil manejando la culpabilidad. "
"¿Por qué no vienes conmigo? " le pregunto Elizabeth.
Una mala idea. Innumerables personas podrían reconocerlo. "Me gustaría," mintió él, "pero no puedo. "
"¿Por qué? "
"Er, estoy bastante polvoriento del viaje, y – "
"Te cepillaremos. "
"No tengo disfraz. "
"¡Bah! La mitad de los hombres se niegan a llevar disfraz. Estoy segura de podemos encontrarte una máscara. "
Desesperado, soltó, "Simplemente no puedo mezclarme con la gente en mi actual estado."
Eso hizo que ella se tragara cualquier respuesta que tuviera pensada. Después de varios segundos de embarazoso silencio, finalmente preguntó, "¿A qué estado te refieres? "
James gruñó. ¿Es que nadie le había explicado como funcionaban los hombres y las mujeres? Probablemente no. Su madre había muerto cuando ella solo tenía dieciocho años, y le resultaba difícil imaginarse a su tía haciéndose cargo de una tarea tan delicada. Miró a Elizabeth. Sus ojos lo miraban expectantes. "Supongo que no te conformaras con que te diga que lo que me gustaría seria lanzarme de cabeza a un lago helado y dejarlo así," dijo él.
Ella negó con la cabeza.
"Ya suponía que no," refunfuñó él.
"Tú no… ah… "
El se aferró a su balbuceo. "¡Exactamente! Yo no. "
"El problema," dijo ella, evitando sus ojos, "es que no se exactamente lo que tú no. "
"Te lo enseñare más tarde," prometió él. "Que Dios me ayude, si no te lo enseño más tarde, estaré muerto antes de que acabe el mes. "
"¿Un mes entero? "
¿Un mes? ¿Estaba loco? Iba a tener que conseguir una licencia especial. "Una semana. Definitivamente una semana. "
"Ya veo. "
"No, no lo haces. Pero lo harás. "
Elizabeth tosió y se sonrojó. "Independientemente de a lo que te refieras," masculló ella, "tengo la sensación de que debe ser bastante atrevido. "
Él se llevó su mano a los labios. "Todavía eres virgen, Elizabeth. Y yo me siento infernalmente frustrado. "
"¡Oh! Yo… " Sonrió tímidamente. "Gracias. "
"Te podría decir que no importa en absoluto," dijo, tomándola del brazo, "salvo que sería una descarada mentira. "
"Y supongo," añadió ella, de manera traviesa, "que también mentirías si dijeras que ha sido un placer para ti. "
"Sería una enorme mentira. De inmensas proporciones. "
Ella se rió.
"Si no empiezas a mostrarme el debido respeto," refunfuñó él, "puede que tenga que tirarte al lago conmigo. "
"Seguramente puedes soportar una pequeña provocación. "
"Me parece que por esta noche he soportado toda la provocación que mi cuerpo puede aguantar. "
Ella soltó otras cuantas risitas. "Lo siento," jadeó. "Mi intención no es reírme de ti, pero -"
"Sí que lo es. " Intentó no sonreír, pero no tuvo éxito.
"Muy bien, sí. Pero es sólo porque-"Dejó de caminar y alzó la mano hasta rozar su querido rostro. "Es sólo que me hace sentir tan feliz y libre. No puedo recordar la última vez que me sentí capaz de simplemente reír. "
"¿Y cuando estás con tu familia? " preguntó él. "Sé que los adoras. "
"Los adoro. Pero aún cuando nos estamos riendo y bromeando y nos lo estamos pasando bien, siempre hay una nube oscura pendiendo sobre mí, recordándome constantemente que podria perder todo eso. Que todo eso me podría ser arrebatado en el momento en que no pueda ser capaz de apoyarlos. "
"No tendrás que preocuparte nunca más de eso," dijo él, su voz era una feroz promesa. "Jamás".
"Oh, James," dijo ella, meláncolica. "Eres encantador por decir eso, pero no se cómo podrías-"
"Tendrás que confiar en mi," la interrumpió él. "Tengo algunos trucos bajo la manga. Además, creí que habías dicho que cuando estas conmigo ese nubarrón desaparecía."
"Cuando estoy contigo olvido todos mis problemas, pero eso no significa que desaparezcan."
Le palmeó la mano. “Puede que te sorprenda, Elizabeth Hotchkiss."
Caminaron hacia la casa en amistoso silencio. Conforme se acercaban, los sonidos de la fiesta iban aumentando-la música, mezclada con innumerables charlas, y el ocasional estrépito de ruidosas carcajadas.
"Suena como si hubiera una multitud," comentó Elizabeth.
"Lady Danbury no aceptaría menos," replicó James. Echo un fugaz vistazo hacia la mansión, que ya estaba a la vista. Los invitados habían salido al jardín, y sabia que tenia que retirarse inmediatamente. "Elizabeth," dijo, "tengo que irme ya, pero te visitare mañana."
"No, por favor quédate. "Le sonrió, sus ojos azul oscuros angustiosamente abiertos. "Nunca hemos bailado. "
"Te prometo que lo haremos. " No perdía de vista a las personas más cercanas de la muchedumbre. No veía a nadie conocido, pero uno nunca era lo suficientemente cuidadoso. "Te buscare una máscara, si eso es lo que te preocupa. "
"No, Elizabeth, sencillamente no puedo. Debes aceptarlo.”
Ella frunció el ceño. "No veo por qué tienes que- "
"Simplemente es así. Yo -¡Ooof! " Algo enorme y mullido chocó contra la espalda de James. Evidentemente no estaban tan alejados de la multitud como pensaba. Se giró para llamar la atención al patoso juerguista-
Y se encontró mirando directamente los ojos aguamarina de Caroline Ravenscroft.
Elizabeth contemplo la escena que se desarrollaba frente a sus ojos con una creciente sensación de incredulidad y horror.
"¿James? " preguntó Caroline, sus ojos se abrieron con placer. "¡Oh, James! ¡Es estupendo verte! "
Los ojos de Elizabeth viajaron de James a Caroline, tratando de entender como es que estas dos personas se conocían. Si Caroline conocía a James, entonces debía saber que él era el administrador que Elizabeth había mencionado al principio de esa noche.
"Caroline," respondió James, con voz increíblemente tensa.
Caroline trató de abrazarlo, pero su disfraz de calabaza lo dificultaba. "¿Dónde has estado?" exigió. "Blake y yo estamos muy disgustados. Él ha estado intentando localizarte para – ¿Elizabeth?"
James se quedó helado. "¿Cómo es que conoces a Elizabeth? " preguntó, lenta y cuidadosamente.
"Nos hemos conocido esta noche," contestó Caroline, descartándolo con la mano antes de girarse hacia su nueva mejor amiga. "Elizabeth, he estado buscándote toda la noche. ¿Dónde te has metido? ¿Y cómo conoces a James? "
"Yo-yo" a Elizabeth no le salían las palabras, no podía verbalizar lo que cada vez era más obvio.
"¿Cuándo has conocido a Elizabeth? " Caroline se giró para enfrentar a James, su trenza castaño claro quedó sobre su hombro. “Le hable de ti esta noche y me dijo que no te conocía. "
"¿Me hablaste de él? " susurró Elizabeth. "No, no lo hiciste. No mencionaste a James. De la única persona de la que me hablaste fue de- "
"James," la interrumpió Caroline, mirándola. "El Marqués de Riverdale. "
"No," dijo Elizabeth, con voz trémula, su mente de repente repleta de imágenes de un pequeño libro rojo e interminables edictos. Como casarse con un Marqués. No, era imposible. "El no es – "
Caroline se volvió hacia James. "¿James? " Abrió mucho los ojos cuando comprendió que, sin querer, había descubierto un secreto. "Oh, no. Lo siento. Jamás imaginé que estuvieras trabajando de incógnito aquí, en Danbury House. Me dijiste que ya habías terminado con todo eso."
"¿Con todo qué? " preguntó Elizabeth, con voz ligeramente chillona.
"Esto no tiene nada que ver con el Ministerio de Defensa," dijo James, con los dientes apretados.
"¿Entonces qué? " preguntó Caroline.
"¿El Marqués de Riverdale? " repitió Elizabeth. "¿Eres un marqués? "
" Elizabeth," dijo James, ignorando a Caroline. "Dame un momento para explicártelo. "
Un marqués. James era un marqués. Y debió haberse estado riéndose de ella durante semanas. "Bastardo," siseó. Y entonces, poniendo en practica cada una de las lecciones de boxeo que él le había dado, más todos sus instintos asesinos, echo su brazo derecho hacia atrás y le dio un puñetazo.
James se tambaleó. Caroline chilló. Y Elizabeth se alejó con paso majestuoso.
“¡Elizabeth! " tronó James, caminando a zancadas tras ella. "Vuelve aquí ahora mismo. Me vas a escuchar. "
Su mano se cerró sobre su brazo. "¡Suéltame! " le gritó ella.
"No antes de que me escuches. "
"Oh, te lo has debido pasar muy bien a mi costa," le espetó. "Qué divertido pretendiendo enseñarme cómo casarme con un marqués. Bastardo. Asqueroso bastardo. "
Él casi se estremeció por el veneno de su voz. "Elizabeth, ni una vez he- "
"¿Te reíste de mi con tus amigos? ¿Te burlaste de la pobre señorita de compañía que pensaba que iba a ser capaz de casarse con un marqués? "
"Elizabeth, tenía mis motivos para mantener mi identidad en secreto. Estás sacando conclusiones precipitadas. "
"No seas condescendiente," le escupió, intentando soltar su brazo. "Ni siquiera vuelvas a dirigirme la palabra nunca "
"No te dejaré marchar sin escucharme hasta el final. "
"Y te dejé tocarme," susurró ella, el horror claramente visible en su rostro. "Te dejé tocarme y todo era una mentira. "
Él la agarró del otro brazo también y la apretó contra él, hasta que sus pechos quedaron aplastados contra sus costillas. "Nunca jamás," siseó él, "vuelvas a llamar a eso una mentira. "
"¿Entonces qué fue? Tu no me amas. Ni siquiera me respetas lo bastante para decirme quién eres. "
"Sabes que eso no es verdad." Alzó la mirada y vio que una pequeña muchedumbre había comenzado a congregarse cerca de Caroline, que continuaba todavía allí de pie, boquiabierta a unos cuantos metros de distancia. "Ven conmigo," le ordenó, arrastrándola hacia la esquina de Danbury House. "Hablaremos de esto en privado. "
"No voy contigo a ninguna parte. " Clavó los talones en el suelo, pero no era contrincante para su fuerza superior. "Me voy a casa, y si alguna vez intentas hablar conmigo de nuevo, no respondo de las consecuencias. "
"Elizabeth, estás siendo irracional. "
Ella estalló. Si fue por su voz o por sus palabras, nunca lo sabría, pero simplemente estalló. "¡No me digas lo que soy! " gritó, golpeándole el pecho con sus puños. "¡No me digas nada! "
James simplemente se quedo allí parado, dejando que lo golpeara. Estaba tan inmóvil que finalmente sus puños, al no sentir ninguna resistencia, tuvieron que pararse.
Retrocedió un paso, con el cuerpo sacudido por profundas y violentas inspiraciones mientras lo miraba a la cara. "Te odio," dijo en voz baja.
Él no dijo nada.
"No tienes ni idea de lo que has hecho," susurró, moviendo la cabeza incrédula. "Ni siquiera crees que has hecho algo malo. "
"Elizabeth. " Nunca imagino que pudiera requerir tal esfuerzo el pronunciar una simple palabra.
Sus ojos brillaron con un destello de compasión, como si hubiera comprendido de repente que estaba por debajo de ella, que nunca sería digno de su amor y su respeto. "Me marcho a casa. Puedes informar a Lady Danbury de que he dimitido. "
"No puedes dimitir. "
"¿Y por qué no? "
"Ella te necesita. Y tu necesitas el – "
"¿El dinero? " escupió. "¿Es eso lo qué ibas a decir? "
Él sintió que sus mejillas enrojecían, y supo que ella podía ver la respuesta en sus ojos.
"¡Hay algunas cosas que no haría por dinero," le dijo, "y si piensas que voy a volver aquí y trabajar para tu tía – ¡Oh, Dios mío! " jadeó, como si acabara de comprender lo que había dicho. "Ella es tu tía. Debe haberlo sabido. ¿Cómo ha podido hacerme esto? "
"Agatha no tenía ni idea de lo que pasaba entre nosotros. Independientemente de sobre quién decidas hacer recaer la culpa, no puedes atribuirle ninguna a ella. "
"Confiaba en ella," susurró Elizabeth. "Fue como una madre para mi. ¿Por qué dejó que esto sucediera? "
"¿James? ¿Elizabeth? "
Ambos se dieron vuelta y vieron como una dubitativa calabaza asomaba la cabeza por la esquina, seguida por un bastante irritado pirata de cabello negro, que agitaba los brazos en dirección contraria, gritando, "¡Márchense! ¡Todos! No hay nada que ver. "
"No es buen momento, Caroline," dijo James, con tono cortante.
"En realidad," respondió Caroline suavemente, "me parece que sí lo es. ¿Quizás podríamos ir todos adentro? ¿A algún sitio privado? "
Blake Ravenscroft, el marido de Caroline y mejor amigo de James, se les acercó. "Ella tiene razón, James. Las habladurías ya están circulando. La mitad de la fiesta va a aparecer por detrás de esta esquina en unos minutos. "
Caroline asintió. "Me temo que va a ser un escándalo terrible. "
"Estoy segura de que ya lo es," replicó Elizabeth. "No es que me importe. Seguro que no voy volver a ver a ninguna de estas personas otra vez. "
James sintió como las uñas se le clavaban en la palmas de la mano. Se estaba hartando de la cabezonería de Elizabeth. Ni una vez le había dado la oportunidad de explicarse. ¿Qué eran todas aquellas tonterías que había dicho sobre que confiaba en él? Si verdaderamente confiara en él, le habría dejado meter baza.
"Verás a esa gente otra vez," dijo en tono peligroso.
"Oh, ¿y cuándo será? " se burló ella. "No soy de tu clase, como tan hábil-aunque solapadamente- has dejado claro. "
"No," dijo él, suavemente, "eres mejor. "
Eso la enmudeció. Le temblaron los labios, y su voz era trémula cuando finalmente dijo, "No. No puedes hacerme esto. Lo que has hecho es imperdonable, y no puedes valerte de dulces palabras para lograr la absolución. "
James apretó los dientes y dio un paso hacia ella, desentendiéndose del modo en que Caroline y Blake los miraban. "Te daré un día para que superes tu enfado, Elizabeth. Tienes hasta mañana a esta misma hora. "
"¿Y entonces qué pasará? "
Sus ojos ardían cuando se inclinó hacia ella, intimidándola adrede con su tamaño. "Y entonces te casaras conmigo. "