Holly Grace alzó la vista al reloj de aniversario encima de la chimenea y juró entre dientes. Dallie llegaba tarde como siempre. Él sabía que ella se iba a Nueva York en dos días y que no se verían durante un tiempo. ¿No podía ser puntual solamente una vez? Se preguntaba si habría salido detrás de aquella muchacha británica. Sería justa con él si se marchaba sin decir una palabra.
Se había vestido durante la tarde con una sedosa blusa color melocotón, con unos nuevos vaqueros. Los vaqueros tenían las patas de pitillo apretadas cuya longitud había acentuado con un par de tacones de tres pulgadas. Nunca llevaba joyas porque los pendientes y collares cerca de su gran melena rubia era, se decía, un caso claro de dorar el lirio.
– Holly Grace, cariño -Winona estaba en su butaca del otro lado de la sala de estar-.¿Has visto mi cuaderno de crucigramas? Lo tenía justamente aquí, y ahora parece que no puedo encontrarlo.
Holly Grace sacó el cuaderno de debajo del periódico de la tarde y se sentó en el brazo de la silla de su madre para ofrecerle su asesoramiento. No es que su madre necesitara su asesoramiento, por más que hubiera perdido su libro de crucigramas, pero Holly Grace no la prestaba la atención que deseaba. Cuando estudiaron el rompecabezas juntas, puso su brazo alrededor de los hombros de Winona y se inclinó para descansar su mejilla sobre la cima de los rizos rubios descoloridos de su madre, recogiendo el olor débil de champú de Breck y la laca para el cabello Aqua Net.
En la cocina, Ed Graylock, el marido de Winona desde hacía tres años, trataba de arreglar una tostadora rota y cantaba "You are so beautiful" con la radio. Su voz desaparecía sobre los apuntes altos, pero sonaba fuerte en cuanto Joe Cocker cantaba más suave.
Holly Grace sintió su tremenda gratitud hacia el gran Ed Graylock quien finalmente había llevado la felicidad que tanto se merecía a Winona, a su bonita madre frívola.
El reloj de aniversario sonó siete veces. Cediendo ante la vaga nostalgía que había estado molestándola todo el día, Holly Grace se levantó y dio un beso en la mejilla de Winona.
– Si Dallie alguna vez consigue llegar, díle que estoy en el instituto. Y no me esperes; probablemente llegaré tarde.
Agarró su bolso y se dirigió a la puerta de la calle, diciéndole a Ed que invitaría a Dallie para el desayuno por la mañana.
El instituto estaba cerrado durante la noche, pero ella golpeó sobre la puerta por la tienda metálica hasta que el guardia la dejó entrar. Sus tacones sonaron sobre la rampa que conducía al vestíbulo trasero, y cuando los viejos olores la asaltaron, sus pasos parecieron dar un toque del ritmo de "Respeto" de la Reina del Soul que sonaba directamente en su cabeza. Comenzó a tararear la canción suavemente, pero antes de darse cuenta estaba tarareando "Walk Away Renee" en cambio y había dado la vuelta sobre la esquina del gimnasio, cuando los Young Rascals cantaban "Good Lovin" y estaba de regreso a 1966 una vez más…
Holly Grace apenas había dicho más de tres palabras a Dallie Beaudine desde que la había recogido para el partido de fútbol en un Cadillac El Dorado de 1964 color borgoña que ella sabía, por cierto, que no era suyo.
Tenía asientos de terciopelo mullidos, ventanas automáticas y una radio AM/FM en estéreo, "Good Lovin… "
Quería preguntarle donde había conseguido el coche, pero rechazó ser la que hablara primero.
Inclinándose hacía atrás en el asiento de terciopelo, cruzó sus piernas e intentó parecer como si ella montara en ese tipo de coches todo el tiempo, como si Dallie no hubiera elegido este coche para darse el lote con ella. Pero era difícil fingir algo así cuándo estaba tan nerviosa y cuando su estómago gruñía porque todo lo que había tomado de cena era medio plato de sopa de fideos Campbell.
No, no le importaba. Winona realmente no podía cocinar nada más complicado sobre la placa caliente que tenían en la pequeña habitación trasera que le habían alquilado a Agnes Clayton el día que habían abandonado la casa de Billy T.
Sobre el horizonte delante de ellos, el cielo de la noche brillaba con un poco de luz. En Wynette estaban orgullosos de ser el único instituto en el condado con un estadio con luz artificial. Cada uno de las ciudades circundantes iban a Wynette los viernes por la noche después de que su propio partido de instituto se había terminado.
Esta noche comenzaba la temporada y los Wynette Broncos jugaban contra los campeones regionales del año pasado, la muchedumbre era aún más grande de lo normal. Dallie aparcó su El Dorado a varias manzanas de distancia del estadio.
Él no dijo nada cuando caminaron a lo largo de la acera, pero cuando alcanzaron el instituto, él metió la mano en el bolsillo de una cazadora azul que parecía nueva y sacó un paquete de Marlboro.
– ¿Quieres un cigarrillo?
– No fumo.
Su voz salió llena de desaprobación, como la señorita Chandler cuando hablaba de suspensos. Ella sentía que no pudiera decir algo ingenioso, decir algo como, "claro, Dallie, me apetece un cigarrillo. ¿Por qué no enciendes uno para mí?
Holly Grace descubrió a algunos de sus amigos cuando caminaban por el aparcamiento y saludó con la cabeza a uno de los muchachos que ella había rechazado para una cita aquella tarde. Notaba que otras muchachas llevaban faldas de lana nuevas o Aline, que se había comprado un vestido sólo para la ocasión, con sus zapatos bajos de punta cuadrada que tenían amplios arcos de grosgrain estirados a través de los dedos del pie.
Holly Grace llevaba la falda negra de corduroy que había llevado a la escuela una vez a la semana desde su año menor y una blusa de algodón de manta de viaje. Ella también notó que todos los otros muchachos se cogían de la mano con sus citas, pero Dallie habían metido sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
No por mucho tiempo, pensó amargamente. Antes de que la tarde llegara a su fin, aquellas manos estarían por todas partes de su cuerpo.
Se unieron al gentío que se movía a través del aparcamiento hacia el estadio. ¿Por qué le tuvo que decir que sí a salir con el? ¿Porqué accedió cuando ella conocía la reputación de Dallie Beaudine, que además había visto lo que había visto?.
Se pararon al lado de una mesa dónde el Club de Ánimo vendía unas escarapelas grandes amarillas con un balón de futbol pintado en color oro con unas cintas marrones y blancas. ¿Dallie se volvió hacia ella y preguntó de mala gana:
– Quieres una flor?
– No, gracias -dijo con voz, distante y arrogante.
Él dejó de andar de pronto y el muchacho detrás de él se chocó con su espalda.
– ¿No crees que puedo permitírmelo? -se mofó de ella -. ¿No crees que tengo suficiente dinero para comprarte una maldita flor de tres dólares?
Él sacó una cartera vieja marrón con la forma de su cadera y puso con la mano cinco billetes de un dólar sobre la mesa.
– Quiero una de aquellas -dijo a la Sra. Good, la consejera del Club de Ánimo-. Quédese con el cambio.
Le dió la escarapela a Holly Grace. Dos pétalos amarillos se doblaron bajo el puño de su blusa.
Algo se rompió dentro de ella. Ella le devolvió la flor y devolvió su ataque en un susurro enfadado.
– ¿Por qué no haces de una vez lo que te apetece? ¿Es por eso que me la has comprado, verdad? ¡Entonces ahora puedes aprovechar para tocarme sin necesidad de esperar hasta el baile!
Ella se detuvo, horrorizada por su arrebato, y se clavó las uñas en la palma de su mano. Se encontró silenciosamente rezando para que él la entendiera y que la mirara de la misma manera que lo había visto mirar a otras chicas, que le dijera que se arrepentía y que no era sexo lo que buscaba con ella.
Que le dijera que le gustaba ella tanto como a ella le gustaba él y que no la culpaba por lo que había visto a BillyT haciéndole.
– ¡No necesito para nada esta mierda! -él tiró la flor con rabia, se dió la vuelta, y se alejó de ella dando grandes zancadas.
Ella miró hacia abajo a la flor tirada en la grava, las cintas llenas de polvo. Cuando se arrodilló para recogerla, pudo ver los zapatos marrones Capezio de Joanie Bradlow pasar rápidamente.
Joanie prácticamente se había lanzado a por Dallie desde el primer mes de escuela. Holly Grace la había oído reírse y hablar tontamente sobre él en el lavabo: "Sé que él está rodeado de gente incorrecta, pero, oh Dios, es tan magnífico. ¡Dejé caer mi lápiz en clase de español y él lo recogió y pensé, oh Dios, voy a morir!"
La tristeza la envolvió, enroscándose dentro de ella mientras estaba de pie sola, con la escarapela sucia apretada en su mano, mientras la gente la empujaba en su camino hacía el estadio.
Algunos de sus compañeros de clase la saludaban y ella les mandaba una sonrisa brillante y un movimiento alegre de su mano, como si su cita acababa de dejarla un momento para ir al baño y ella lo esperara para volver en cualquier momento. Su vieja falda de corduroy colgaba como una cortina de plomo de sus caderas, e incluso saber que ella era la muchacha más bonita en la clase mayor no hizo que se sintiera algo mejor.
¿Qué de bueno era ser preciosa cuando no tenías ropa agradable y cada uno en la ciudad sabía que tu madre estaba sentada sobre un banco de madera la mayor parte de la tarde en la oficina de bienestar social?
Ella sabía que no podía seguir estando de pie allí con aquella sonrisa estúpida en su cara, pero no podía entrar en la grada, tampoco, sóla al inicio del partido. Y no podía comenzar a andar hacía atrás a la pensión de Agnes Clayton hasta que todos estuvieran ya sentados.
Mientras nadie miraba, caminó alrededor del lado del edificio y luego se lanzó dentro por la puerta de la tienda metálica.
El gimnasio estaba vacio. Una luz de techo giratoría echaba sombras rayadas por el pabellón de las flámulas de crepé marrones y blancas que colgaban lánguidamente de las vigas, esperando que comenzara el baile.
Holly Grace dio un paso dentro. A pesar de la decoración, el olor era el mismo de siempre en las clases de gimnasia y los partidos de baloncesto, el montón de excusas de ausencias y tardes pasadas, el polvo, el olor a zapatillas de lona viejas. Le gustaba la clase de gimnasia. Era una de las mejores atletas femeninas de la escuela, la primera en ser escogida para un equipo. Le gustaba la gimnasia. Todas vestían igual.
Una voz beligerante la asustó.
– ¿Quieres que te lleve a casa, es lo que quieres?
Se dió la vuelta para mirar a Dallie de pie dentro de las puertas del gimnasio apoyado contra el poste del centro. Sus largos brazos colgaban rígidamente a los lados y tenía un ceño sobre su cara.
Ella notó que sus pantalones eran demasiado cortos y que podía ver unos centímetros de sus calcetines oscuros. Los pantalones viejos y cortos hicieron que se sintiera un poco mejor.
– ¿Quieres? -preguntó ella.
Él cambió su peso al otro pie.
– ¿Quiero, qué?
– No sé. Tal vez. Adivina.
– Si quieres que te lleve a casa, simplemente dílo.
Ella se miró fijamente sus manos mientras toqueteaba la cinta sucia blanca sobre la flor con sus dedos.
– ¿Por qué me pediste que saliera contigo?
Él no dijo nada, entonces ella levantó la cabeza y le miró. Él se encogió de hombros.
– Sí, bien -contestó ella con nuevos bríos-. Puedes llevarme a casa.
– ¿Por qué me dijiste que saldrías conmigo?
Ella se encogió de hombros.
Él miró abajo a los dedos del pie de sus zapatillas. Después de un momento de pausa, habló tan bajito que ella apenas pudo oírlo.
– Siento lo del otro día.
– ¿A que te refieres?
– A lo de Hank y Ritchie.
– Ah.
– Sé que no es verdad lo tuyo con todos aquellos otros tipos.
– No, no lo es.
– Lo sé. Me volviste loco.
Un pequeño parpadeo de esperanza llameó dentro de ella.
– Está bien.
– No, no lo está. No debería haber dicho lo que dije. No te debería haber tocado la pierna así. Fue sólo que me volviste loco.
– No pense que… que pudiera volverte loco… En el fondo pensaba que eras algo tímido.
Su cabeza se levantó y por primera vez toda la tarde, él pareció contento.
– ¿Lo soy?
Ella no pudo menos que sonreír.
– No tienes que actuar tan orgulloso de tí. No eres nada tímido.
Él sonrió, también, y esto hizo su cara tan hermosa que su boca se secó.
Se miraron el uno al otro así un ratito, y luego ella recordó lo que Dallie había visto sobre BillyT y lo que él debía esperar de ella. Su felicidad breve se evaporó. Ella accedió a la primera fila de grada y se sentó.
– Sé lo que piensas, pero esto no es verdad. Es que yo…no me gustaba lo que BillyT me hacía.
Él la miró como si le hubiera salido cuernos.
– Eso ya lo sé. ¿Pensabas que yo creí que disfrutabas con lo que él te hacía?
Sus palabras salieron con prisa.
– Pero hiciste parecer tan fácil conseguir que parara. Le dijiste unas pocas palabras a mi madre y se acabó todo. Pero esto no era fácil para mí. Tenía miedo. Él seguía haciéndome daño, y tenía tanto miedo que él hiciera daño a mi madre así antes que él la encerrara. Él dijo que nadie lo creería si lo contaba, que mi madre me odiaría.
Dallie caminó unos pasos y se sentó al lado de ella. Ella podía ver donde el cuero estaba roto sobre los dedos del pie de sus zapatillas y que él había intentado pulir. Ella se preguntó si se lamentaba de ser pobre tanto como ella, si la pobreza le producía el mismo sentido de impotencía.
Dallie se aclaró la garganta.
– ¿Porqué has dicho eso cuando te he regalado la flor? ¿Crees que así conseguiré algo de tí? ¿Piensas que soy de esa clase de personas debido a cómo hablaba el otro día delante de Hank y Ritchie?
– No exactamente.
– ¿Entonces por qué?
– Pensé que tal vez… que después que me viste con BillyT, tal vez esperarías que yo… ya sabes, que tal vez… tendría sexo contigo esta noche.
La cabeza de Dallie se alzó y la miró indignado.
– ¿Entonces por que dijiste que saldrías conmigo? ¿Si piensas que es todo lo que quiero de tí, por qué demonios dijiste que saldrías conmigo?
– Tal vez porque dentro de mí, esperaba equivocarme.
Él se levantó y la miró airadamente.
– ¿Sí? Bien, pues te equivocabas. ¡Seguro como que hay infierno que te equivocabas! No sé que está mal contigo. Eres la muchacha más bonita de Wynette High. Y además eres simpática. ¿ No sabes que me has gustado desde el primer día en la clase de inglés?
– ¿Cómo, como se suponía, que debía saberlo cuando siempre fruncias el ceño cuando me mirabas?
Él no podía mirarla a los ojos.
– Sólo deberías haberlo sabido, eso es todo.
No dijeron nada más. Abandonaron el edificio y anduvieron atrás a través del aparcamiento del estadio. Una gran aclamación sonó por encima de la grada y el altavoz anunció, "Primer Down. Wynette."
Dallie tomó su mano y se la metió, junto con la suya, en el bolsillo de su cazadora azul marino.
– ¿Estás muy enfadada conmigo por llegar tarde?
Holly Grace se giró hacia la puerta del gimnasio. Por una fracción de segundo se sintió desorientada cuando miró fijamente al Dallie de veintisiete años que se apoyaba contra el poste del centro, pareciendo más alto y más sólido, pero tan hermoso como el niño malhumorado de diecisiete años del que se había enamorado. Ella se recuperó rápidamente.
– Desde luego que estoy enfadada. En realidad, le dije a Bobby Fritchie que saldría con él esta noche para salir con él en vez de esperarte -se colgó el bolso de su hombro y le dejó cogerla de la mano-. ¿Has averiguado algo sobre la pequeña muchachita británica?
– Nadie la ha visto, pero no creo que esté todavía en Wynette. La señorita Sybil le dio el dinero que le dejé, debería estar ya de camino a Londres.
Holly Grace podía ver que él estaba todavía preocupado.
– Pienso que te preocupas más por ella de lo que quieres admitir. Aunque para serte sincera… aparte del hecho que era una chica realmente guapa… No sé exactamente por qué.
– Ella era diferente, eso es todo. Te diré una cosa. Nunca en toda mi vida me había implicado con una mujer tan diferente a mí. Las contraposiciones pueden atraer al principio, pero no se mantienen juntas demasiado tiempo.
Ella le miró, había una tristeza breve en sus ojos.
– A veces las parejas que tienen mucho en común, tampoco se mantienen demasiado tiempo.
Él le agarró, moviéndose de aquel modo lento, atractivo que solía derretir sus huesos. La cogió en sus brazos para bailar, tarareando "You've Lost That Lovin Feelin" en su oído. Incluso con la música improvisada, sus cuerpos se movían juntos perfectamente, como si hubieran estado bailando el uno con el otro durante un millón de años.
– Maldita sea, si que eres alta cuando llevas esos zapatos -se quejó él.
– ¿Eso te pone nervioso, verdad? Que tenga necesidad de ponerme a tu misma altura.
– Si Bobby andara por aquí y te viera llevar esos tacones altos sobre su parquet de baloncesto nuevo, no podría defenderte.
– Es complicado para mí pensar en Bobby Fritchie como el entrenador de baloncesto de Wynette. Recuerdo pasar por la puerta de la oficina mientras los dos estabaís allí detenidos.
– Eres una mentirosa, Holly Grace Beaudine. Nunca me detuvieron por la mañana en mi vida. Solía tener mucho cuidado.
– Lo hiciste, y lo sabes. La señorita Sybil levantaba tanto infierno siempre que cualquiera de los profesores se quejaba de tí que estaban cansados de discutir con ella.
– Tú lo recuerdas a tu manera, y yo a la mía.
Dallie descansó la mejilla contra lo suya.
– Recuerdo nuestro primer baile de principio de temporada. Creo que no he sudado tanto en mi vida. Durante todo el tiempo que estubimos bailándo, seguía teniendo la necesidad de poner más espacio entre nosotros debido al efecto que tenías sobre mí. Todo en lo que podía pensar era como llevarte al asiento trasero de El Dorado que había tomado prestado, excepto que sabía que volvería sólo, no podía tocarle debido al modo en que habíamos hablado. Fue la noche más miserable que he pasado en toda mi vida.
– Según recuerdo, tus noches miserables no duraron demasiado tiempo. Debo haber sido la muchacha más fácil de todo el condado. Maldita sea, me pusiste de tal manera que no podía pensar en nada excepto en tener sexo contigo. Después de que BillyT me hiciera sentir tan mal, estaba dispuesta a ir al infierno para hacerlo…
Holly Grace estaba tumbada encima de la estrecha cama de la lamentable habitación de Dallie, con los ojos entrecerrados cuando él empujó su dedo dentro de ella. Él gimió y se frotó contra su muslo.
Sentía la tela de sus vaqueros contra la piel desnuda de su pierna. Sus bragas estaban tiradas en el suelo de linóleo al lado de la cama con sus zapatos, pero por lo demás más o menos estaba vestida… la blusa blanca desabotonada hasta la cintura, el sostén desatado y empujado a un lado, la modesta falda de lana cubría la mano de Dallie mientras él exploraba entre sus piernas.
– Por favor…-susurró ella. Se arqueó contra su palma. Su respiración parecía pesada y estrangulada en su oído, sus caderas se movían rítmicamente contra su muslo. Ella pensaba que no podría soportarlo más.
Durante los dos meses pasados, sus sesiones de toqueteos se habían puesto más calientes y más calientes hasta que no pudieron pensar en nada más. Pero de todos modos se contuvieron… Holly Grace porque no quería que él pensara que ella era fácil, Dallie porque no quería que ella pensara que él se parecía a BillyT.
De repente ella arrugó su mano en un puño y le golpeó detrás del hombro. Él se separó, sus labios mojados, hinchados de besarla, su barbilla roja.
– ¿Por qué haces eso?
– ¡Porque no puedo soportar esto más! -exclamó-. ¡Quiero hacerlo! Sé que es un error. Sé que no debería dejarte, pero no puedo soportarlo más. Me consume el fuego.
Ella intentó hacerlo entender.
– Todos aquellos meses, BillyT me obligaba a hacerlo. Todos aquellos meses me hacía daño. ¿No tengo derecho, por una vez, de escoger por mí?
Dallie la miró durante un largo rato para asegurarse que hablaba en serio.
– Quiero que sepas que te amo, Holly Grace. Te amo más que a mi vida entera. Todavía te amaré incluso si dices que no.
Sentándose encima de él, se quitó la blusa y dejó caer el sostén sobre sus hombros.
– Estoy harta de decirte que no.
Incluso aunque ellos se habían tocado por todas partes, habían puesto una regla de mantener la mayor parte de su ropa puesta, así que esta era la primera vez que él la veía desnuda de cintura para arriba. Él la miró con temor y luego extendió la mano y acarició con un dedo apacible su pecho.
– Eres tan hermosa, nena -le dijo, con voz ahogada.
Una oleada de felicidad la inundó al ver la emoción en su expresión y comprendió que quería dar todo lo que tenía a este muchacho que la trataba con tanta ternura. Se inclinó hacía delante, empujando sus pulgares en los bordes de sus calcetines hasta la rodilla, y se los quitó.
Después desató la cinturilla de su falda, levantando sus caderas para quitársela hacía abajo. Él se quitó su camiseta y sus vaqueros, deslizando luego sus calzoncillos hacía abajo. Ella bebió de la belleza de su cuerpo jóven delgado como se ponía al lado de ella y tiernamente enrollaba sus dedos por su pelo. Ella levantó la cabeza de la almohada arrugada para besarlo y deslizó la lengua en su boca. Él gimió y la aceptó.
Sus besos crecieron más profundo hasta que gimieron y chuparon sobre los labios de cada uno y como las lenguas, sus largas piernas que retorcieron juntas, sus cabellos rubios humedecidos con el sudor.
– No quiero que te quedes embarazada -susurró él en su boca-. Voy a… voy a ponérmelo en un ratito.
Pero desde luego no hizo, y esta era la mejor cosa que ella alguna vez había sentido. Ella pronunció un gemido bajo profundamente en su garganta cuando llegó al orgasmo, y él rápidamente la siguió, estremeciéndose en sus brazos como si le hubieran pegado un tiro con una pistola.
Habían terminado en menos de un minuto.
El día de la graduación usaron condón, pero en aquel tiempo, ella estaba ya embarazada y él rechazó dárle el dinero para un aborto.
– El aborto es un error cuando dos personas están enamoradas -gritó él, señalándola con el dedo. Y luego su voz se había ablandado-. Sé que planeamos esperar hasta que yo me graduara de A &M, pero nos casaremos ahora. Excepto Skeet, tú eres la única cosa buena que alguna vez me ha pasado en mi vida.
– No puedo tener un bebé ahora -le gritó-. ¡Sólo tengo diecisiete años! Voy a San Antonio a conseguir un trabajo. Quiero hacer algo de mí vida. Tener un bebé ahora arruinará mi vida entera.
– ¿Cómo puedes decir eso? ¿No me amas, Holly Grace?
– Desde luego que te amo. Pero el amor no siempre es suficiente.
Cuando ella vio la agonía en sus ojos, un sentimiento familiar desvalido se cerró alrededor de ella. Así que se casaron en el estudio del Pastor Leary.
Dallie dejó de tararear en medio del coro "Good Vibrations" y se paró justo en la linea de tiro libre.
– ¿Realmente le dijiste a Bobby Fritchie que saldrías con él esta noche?
Holly Grace había estado realizando una melodía intrincada, y siguió cantando unas estrofas sin él.
– No exactamente. Pero pensé en ello. Me siento tan agravada cuando llegas tarde.
Dallie le dejó ir y le dirigió una mirada larga.
– Si realmente quieres el divorcio, sabes que lo aceptaré.
– Lo sé -caminó hacía las gradas y se sentó, estirándo las piernas delante de ella y haciendo un pequeño rasguño en el parquet nuevo del entrenador Fritchie con el tacón de su zapato-. Ya que no tengo ningún proyecto para casarme otra vez, estoy feliz con las cosas justo como están.
Dallie sonrió y anduvo a lo largo de la línea de jueces de centro para sentarse sobre la grada al lado de ella.
– Espero que tengas mucha suerte en Nueva York, nena. Realmente lo espero. Sabes que verte feliz es lo que más deseo en el mundo.
– También lo sé. Yo siento lo mismo por tí.
Ella comenzó a hablar sobre Winona y Ed, sobre la Señorita Sybil y otras cosas de las que ellos por lo general hablaban siempre que estaban juntos en Wynette.
Él sólo escuchó con la mitad de su mente. Otra mitad recordaba a dos adolescentes preocupados, un bebé, y ningún dinero. Ahora él comprendió que no habían tenido ninguna posibilidad, pero estaban enamorados, y habían presentado una buena pelea…
Skeet cogió un trabajo de albañil en Austin para echar una mano tanto como podía, pero no era un trabajo que se pagara demasiado bien. Dallie trabajaba en un taller cuando no estaba en clase o intentando ganar algún dinero en efectivo suplementario en el campo de golf.
También tenían que enviar dinero a Winona, y nunca había suficiente.
Dallie había vivido en la pobreza durante tanto tiempo que esto no le molestaba demasiado, pero era diferente para Holly Grace. Ella se veía desvalida, con tristeza en la mirada algo que le llegaba a las venas y congelaba su sangre. Esto le hizo sentir que la fallaba, y comenzaron amargas peleas donde él la acusaba de no hacer su parte. Él dijo que ella no mantenía la casa limpia, o le decía que era demasiado perezosa para cocinar una buena comida.
Ella contestaba acusándolo de no ganar suficiente para mantener una familia, insistiendo en que dejara de jugar al golf y estudiara en serio una ingeniería.
– ¡No quiero ser ingeniero! -dijo en una de las peores peleas. Golpeando uno de sus libros abajo sobre la superficie rasguñada de la mesa de cocina-. ¡Quiero estudiar literatura, y quiero jugar al golf!
Ella le lanzó el paño de cocina.
– ¿Si quieres seguir jugando tan mal al golf, por qué pierdes tiempo y dinero estudiando literatura?
Él le devolvió el paño de cocina.
– ¡Nadie en mi familia jamás se graduó en el colegio! Voy a ser el primero.
Danny comenzó a llorar ante el sonido enfadado de la voz de su padre. Dallie lo cogió, enterrando su cara en los rizos rubios del bebé, y rechazando mirar a Holly Grace. ¿Cómo le podría explicar que tenía algo que demostrar cuando hasta él mismo no sabía que era?
Tan iguales como parecían ser, en cambio querían cosas diferentes de la vida. Sus peleas comenzaron a intensificarse hasta que atacaban los puntos más vulnerables de cada uno, y luego se sentían enfermos por dentro debido al modo en que se hacían daño el uno al otro.
Skeet dijo que luchaban porque eran ambos tan jóvenes que no sabían como criar a un niño como Danny. Eso era verdad.
– Me gustaría que dejaras de tener esa mirada hosca en tu cara todo el tiempo -le dijo Holly Grace un día mientras le aplicaba Clearasil sobre una de las espinillas que todavía de vez en cuando aparecían en la barbilla de Dallie-. Parece que no entiendes que el primer paso para ser un hombre es dejar de fingir que ya lo eres.
– ¿Qué sabes tú acerca de ser un hombre? -contestó, agarrándola de la cintura y sentándola sobre su regazo. Hicieron el amor, pero unas horas más tarde él la regañaba para que se andara erguida.
– Andas siempre con los hombros encorvados sólo porque piensas que tus pechos son demasiado grandes.
– No es cierto -replicó Holly Grace con vehemencia.
– Sí, lo haces y lo sabes -le levantó la barbilla para que ella lo miraba directamente a los ojos-. Nena, ¿cuándo vas a dejar de culparte por lo que el viejo BillyT te hizo?
Eventualmente, las palabras de Dallie dieron en el blanco y Holly Grace dejó por fin irse al pasado.
Lamentablemente, sus confrontaciones no se terminaron también.
– Tienes un problema de actitud -la acusó Dallie un dia en una discursión por problemas de dinero-. Nunca nada es suficiente para tí.
– ¡Quiero ser alguien! Estoy aquí pegada con un bebé mientras tú vas a la universidad.
– En cuanto termine yo, puedes ir tú. Hemos hablado de ello cien veces.
– Será muy tarde para entonces, mi vida estará partida por la mitad.
Su matrimonio era ya problemático, y luego Danny murió.
La autoculpa de Dallie después de la muerte de Danny parecía un cáncer de crecimiento rápido. Enseguida se cambiaron de la casa donde había pasado, pero la noche después de irse él soñó con la tapa del pozo.
En sus sueños veía el gozne roto y se ponía a andar hacia el viejo garaje de madera para coger sus herramientas y poder arreglarlo. Pero nunca llegaba al garaje. En cambio, se encontraba atrás en Wynette o viviendo al lado del remolque a las afueras de Houston donde había vivido mientras crecía.
Él sabía que tenía que regresar a arreglar ese pozo, tenía que poner otro gozne, pero algo seguía parándolo.
Se despertaba cubierto de sudor, con las sábanas enredadas alrededor de él. A veces Holly Grace estaba ya despierta, con la cara enterrada en la almohada para amortiguar el sonido de sus lloros.
En todo el tiempo que la conocía nunca la había visto llorar. Ni cuando BillyT la golpeó en el estómago con su puño; ni cuando se asustaban porque eran solamente unos críos y no tenían ningún dinero; ni siquiera en el entierro de Danny donde se había sentado como si estuviera tallada en piedra mientras él lloraba como un bebé. Pero ahora que la oía llorar, supo que era el peor sonido que alguna vez había oído.
Su culpa era una enfermedad, que le fue desgastando. Siempre que cerraba sus ojos, veía a Danny correr hacia él sobre sus rechonchas piernecitas,con un tirante de su peto vaquero cayéndole de su hombro, los rizos brillantes rubios iluminados por el sol. Veía aquellos enormes y maravillosos ojos azules y las largas pestañas que se rizaban sobre sus mejillas cuando dormía.
Oía el chillido de Danny de risa, recordaron el modo en que se chupaba el dedo cuando éstaba cansado. Veía a Danny en su mente, y luego oía llorar a Holly Grace, y veía como sus hombros se estremecían desválidamente, su culpa se intensificaba hasta que pensaba que ojalá hubiera muerto él con Danny.
Eventualmente, ella dijo que iba a abandonarlo, que todavía le quería pero que le habían ofrecido un trabajo en una empresa de ventas de productos deportivos e iba a Forth Worth por la mañana.
Aquella noche, el sonido de sus lloros sordos lo despertó otra vez. Se quedó allí un ratito con los ojos abiertos, le dió la vuelta en la almohada y la dió una bofetada. Luego le dió otra.
Después de eso, se puso sus pantalones y se marchó directamente de la casa para que en años futuros, Holly Grace Beaudine recordara que tenía un hijo de puta por marido que además la golpeaba, no un niñato estúpido que la había hecho llorar por haber matado a su bebé.
Después de que ella se marchó, pasó varios meses tan borracho que no podía ni jugar al golf, aun cuando él, como quería, estaba a punto para entrar en profesionales. Skeet llamó a Holly Grace, y ella vino para ver Dallie.
– Soy feliz por primera vez en mucho tiempo -ella le dijo-. ¿Por qué tú no puede ser feliz, también?
Les había llevado años aprender a quererse de un modo nuevo. Al principio habían seguido acostándose juntos, sólo para ponerse al corriente en viejas cosas. De vez en cuando habían intentado vivir juntos de nuevo, pero ya querían cosas diferentes de la vida y nunca fructificó.
La primera vez que él la vio con otro hombre, Dallie quiso matarlo. Pero él había puesto los ojos en una pequeña y linda secretaria, y mantuvo sus puños guardados.
Durante los siguientes años hablaron de divorcio, pero ninguno hizo nada sobre ello. Dallie seguía teniendo a Skeet. Holly Grace amaba a Winona con todo su corazón.
Pero los dos juntos, Dallie y Holly Grace, eran la verdadera familia de cada uno, y la gente con infancias tan problematicas como las suyas no dejaban la familia fácilmente.
Sacudida por la tempestad