Tomaron una comida tensa, gastándose bromas que no resultaban demasiado graciosas. Volvieron a la cama e hicieron el amor de nuevo. Con las bocas pegadas y sus cuerpos unidos, no podían hablar, conversar era algo que no estaba en sus cabezas. Durmieron agitadamente, despertando a las pocas horas, sólo para descubrir que todavía no habían tenido bastante el uno del otro.
– ¿Cuántas veces lo hemos hecho? -gimió Dallie después de que terminaron.
Ella hocicó más cerca bajo su barbilla.
– Uh, creo que cuatro.
Él besó la cima de su cabeza y refunfuñó:
– Francie, no pienso que este fuego entre nosotros vaya a ser tan fácil de apagar como pensábamos.
Esto eran pasadas las ocho de la mañana siguiente antes de que cualquiera de ellos pensara en levantarse. Francesca se estiró perezosamente y Dallie tiró de ella para darle un abrazo afectuoso. Comenzaban a bromear un poco cuando oyeron pasos que subían por la escalera.
Dallie masculló un improperio. Francesca giró la cabeza hacía la puerta y vio con alarma como el pomo giraba. Una fea imagen voló por su mente de un ejército de viejas novias acechantes de Dallie, cada una con una llave de la casa colgando de sus dedos.
– Ah, Dios… -no podía hacer nada. Se deslizó hacia abajo, bajo las sábanas y se tapó la cabeza. En ese justo momento, oyó abrirse la puerta.
Dallie pareció suavemente exasperado.
– ¿Por el amor de Dios, no podías llamar?
– Tenía miedo de derramar el café. Espero que ahí abajo esté Francie o me voy a abochornar.
– En realidad, no es Francie -dijo Dallie-. Y deberías abochornarte.
El colchón se hundió cuando Holly Grace se sentó en el lado de la cama, tocando sus caderas contra los muslos de Francesca. La fragancia débil del café penetró la sábana.
– Lo menos que podrías hacer era traerme una taza a mi también -se quejó Dallie.
Holly Grace pidió perdón.
– No lo pensé; tengo muchas cosas en mi mente. ¿Estás de broma, no es cierto, es Francie la que está ahí acostada?
Dallie acarició la cadera de Francesca por encima de las sábanas.
– Quédate aquí quietecita, hermosa Rosalita. Echaré a esta chiflada en pocos minutos.
Holly Grace tiró de la sábana.
– Francie, tengo que hablar con los dos.
Francesca agarró la sábana más fuerte y murmuró algo en español sobre una oficina de correos que estaba en la vuelta de la esquina. Dallie rió entre dientes.
– Vamos, Francie, sé que eres tú -dijo Holly Grace-.Tu ropa interior está desparramada por todo el suelo…
Francesca no vio ninguna salida elegante. Con tanta dignidad como fue posible, bajó la sábana a su barbilla y miró airadamente a Holly Grace, que se sentaba en el borde de la cama llevando unos vaqueros viejos y una camisa también vaquera.
– ¿Qué es lo que quieres? -exigió-. Durante tres dias has rechazado hablarme. ¿Po qué tienes que elegir precisamente este momento para hablarme?
– Necesitaba tiempo para pensar.
– ¿No podías haber escogido un lugar más apropiado para buscarme? -preguntó Francesca.
A su lado, Dallie se apoyaba contra el cabecero, bebiendo a sorbos el café de Holly Grace, completamente relajado. Francesca se sentía en desventaja estando acostada y ellos sentados. Doblando la sábana bajo los brazos, se tragó la verguenza y se sentó también.
– ¿Quieres un sorbo? -le preguntó Dallie, ofreciéndole la taza de café.
Ella se retiró el pelo de la cara y se lo agradeció con exagerada cortesía, determinada a guardar la compostura. Cuando cogió la taza, Holly Grace se puso de pie y caminó hacia la ventana, metiéndose las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros.
Observando ese gesto, Francesca comprendió que estaba más nerviosa de lo que quería aparentar. Mirándola más atentamente, vio signos reveladores de tensión en la rigidez de sus hombros.
Holly Grace jugó con el borde de las cortinas.
– Bien, lo que os quiero decir tiene que ver con esta situación vuestra… algo que compromete unos proyectos que tenía en mente.
– ¿Qué situación? -preguntó Francesca defensivamente.
– ¿Qué proyectos? -preguntó Dallie.
Holly Grace se dio la vuelta.
– Francie, tienes que entender que no te censuro nada de esto. Durante años te he dicho que cometiste un grave error al no pasar más tiempo en la cama con Dallas Beaudine.
– ¡Holly Grace! -protestó Francesca.
– Gracias, cariño -dijo Dallie.
Francesca comprendió que comenzaban a buscar lo mejor de ella otra vez, y tomó un lento, y calmante sorbo de café. Holly Grace volvió hasta la cabecera de la cama y miró fijamente en su ex marido.
– Dallie, mi reloj biológico está a punto de golpear la medianoche. Seguía pensando que más pronto o más tarde encontraría alguien con quién casarme. Incluso esperaba que podía ser Gerry, y yo… planeaba dejar "China Colt ", haciendo que me mataran en la serie, para poder tener un par de bebés. Pero últimamente he comprendido que eso es una fantasía y la cosa es… que tengo un dolor dentro de mí.
Siguió moviéndose alrededor de la cama, abrazándose como si tuviera frío.
Francesca vio la tristeza en los hermosos y orgullosos rasgos de su amiga, y se podía imaginar lo que le había costado a Holly Grace contener esa tremenda necesidad de tener de nuevo un hijo. Le pasó la taza de café a Dallie y palmeó la cama a su lado.
– Siéntate, Holly Grace, y díme que te preocupa.
Holly Grace se sentó, sus ojos azules fijos en los verdes de Francesca.
– Tú sabes cuanto quiero tener un bebé, Francie, y creo que todos estos años junto a Teddy me ha hecho pensar en ello aún más. Estoy harta de conformarme con querer a los hijos de otras personas; quiero el mio propio. Dallie me ha dicho durante años que la felicidad no la da el dinero, y finalmente he comprendido que tenía toda la razón.
Francesca extendió la mano y le tocó el brazo con comprensión. Lamentaba que Gerry se hubiera marchado ayer, aunque después de tres días de tratar sin éxito de hablar con Holly Grace, no lo culpaba.
– Cuando regreses a Nueva York, tienes que reunirte con Gerry. Sé que le quieres, y él te ama…
– ¡Olvida a Gerry! -replicó-. Él es como Peter Pan. Nunca crecerá. Gerry me ha dejado claro que quiere casarse conmigo. Pero también que no quiere tener hijos.
– Nunca me dijiste nada de esto -dijo Dallie, obviamente sorprendido con esa revelación.
– Gerry y tú teneis que discutir esto en serio -insistió Francesca.
– No mendigaré -Holly Grace se enderezó, intentando mantener su dignidad. -Soy económicamente independiente, tengo suficiente edad, y no veo ninguna razón por la qué tenga que ponerme grilletes con un matrimonio solamente para tener un hijo. Sólo necesito tu ayuda.
– Sabes que haré lo que esté en mi mano. Nunca olvidaré todo lo que me has ayudado…
– ¿Me puedes prestar a Dallie? -preguntó Holly Grace bruscamente.
Dallie dio un respingo en la cama.
– ¡Eh, eh, espera un minuto!
– Dallie no es mío para podértelo prestar -contestó Francesca despacio.
Holly Grace no hizo caso a la indignación de Dallie. Sin retirar sus ojos de Francesca, dijo:
– Sé que hay docenas de hombres a los que podría preguntar, pero no está en mi naturaleza acostarme con uno sólo para quedarme embarazada. Quiero a Dallie, y todavía tenemos a Danny entre nosotros. Ahora mismo él es la única persona en quien confío.
Miró a Francesca con una apacible reprimenda.
– Él sabe que yo jamás le haría lo que tú le hiciste. Entiendo cuán importante es la familia para él, y el bebé sería suyo tanto como mío.
– Eso es algo entre vosotros -dijo Francesca firmemente.
Holly Grace miró hacia adelante y hacia atrás a Francesca y Dallie.
– No lo creo -giró su atención a Dallie-. Comprendo que puede ser algo espeluznante acostarme contigo después de todos estos años, casi como hacerlo con un hermano. Pero me figuro que si me tomara algunos tragos y me imaginara que estoy con Tom Cruise tal vez…
Su tentativa débil de humor cayó. Dallie parecía como si acabara de recibir una patada en el estómago.
– ¡Eso te lo crees tú! Se incorporó y agarró rápidamente una toalla que estaba sobre la alfombra al lado de la cama.
Holly Grace le miró de una manera suplicante.
– Sé que tienes algo para decir sobre todo esto, pero, ¿podrías dejarnos a Francie y a mi solas un momento para hablar?
– No, no puedo -contestó con frialdad-. No me puedo creer esta conversación. Esto es un ejemplo perfecto de como se comportan muchas de las mujeres de este pais. Actúaís como si los hombres no fueran nada más que meros entretenimientos, pequeños juguetes para manteneros entretenidas.
Bajo las sábanas, se puso la toalla alrededor de las caderas.
– Y no me creo, eso que dicen que todo viene desde que las mujeres consiguieron el voto. Me inclino más a pensar que fue cuando las enseñaron a leer -se levantó de la cama, apretándose más fuerte la toalla a la cintura-. ¡Y otra cosa…estoy harto de que me trateís como un tubito de esperma andante!.
Diciendo esto, entró en el cuarto de baño y cerró de un portazo.
Impresionada por la cólera de Dallie, Holly Grace miró a Francesca.
– ¿Si consigo convencer a Dallie, que tendrías tú que decir?
La idea incomodaba a Francesca más de lo que le gustaría admitir.
– Holly Grace, sólo porque Dallie y yo sucumbimos a una noche de demencia transitoria no significa que yo tenga ninguna decisión en esto. Independientemente de lo que pase entre vosotros.
Holly Grace miró la ropa interior de Francesca esparcida sobre el suelo.
– Hablando hipoteticamente, ¿que sentirías en esta situación si estuvieras enamorada de Dallie?
Había tal necesidad sin artificio en la cara de Holly Grace que Francesca decidió que tenía que contestar francamente. Pensó durante unos momentos.
– Sabes que te quiero, Holly Grace, y me conmueve tu deseo de tener un hijo, pero si realmente amara a Dallie…no te dejaría tocarlo.
Holly Grace no contestó en un momento, y luego sonrió tristemente.
– Eso es exactamente lo que yo haría, también. A pesar de todas tus frivolidades, Francie, en momentos como este es lo que me hace recordar porque eres mi mejor amiga.
Holly Grace apretó su mano, y Francesca estuvo contenta de ver que finalmente había sido perdonada por mentirle hacerla de Teddy. Pero cuando miró a la cara de su amiga, frunció el ceño.
– Holly Grace, aquí hay algo que no me parece bien. Sabes que Dallie no va a estar de acuerdo. No estoy convencida de que él quiera…
– Podría hacerlo -dijo Holly Grace defensivamente-.Dallie está lleno de sorpresas.
Pero no esta clase de sorpresa. Francesca no creía ni por un minuto que él estaría de acuerdo con la idea de Holly Grace, y dudaba que Holly Grace lo creyera tampoco.
– ¿Sabes a lo que me recuerdas? -dijo Francesca pensativamente-. Me recuerdas a alguien con un terrible dolor de muelas que se golpea en la cabeza con un martillo para distraer el dolor de su boca.
– Eso es ridículo -dijo Holly Grace, su respuesta fue tan rápida que Francesca supo que había tocado una fibra sensible. Esto ocurría por que Holly Grace estaba asustada. Estaba intentando agarrarse a cualquier cosa intentando aliviar el dolor de su corazón por perder a Gerry. No había nada que Francesca pudiera hacer para ayudar a su amiga excepto darle un abrazo comprensivo.
– Bueno, esta no es una imagen para calentar el corazón de un hombre -dijo Dallie arrastrando las palabras mientras salía del cuarto de baño abotonándose la camisa. Parecía un hombre que había estado cociéndose en su propia ira en los últimos minutos. Y era evidente que su cólera había dado paso a una indignación de gran calibre-. ¿Ya habéis decidido que vaís a hacer conmigo?
– Francie dice que no puedo tenerte -contestó Holly Grace.
Alarmada, Francesca chilló.
– Holly Grace, eso no es lo que yo…
– Ah, ¿sí? -Dallie metió su camiseta por dentro de sus vaqueros-. Maldita sea, odio a las mujeres.
Señaló con el dedo a Francesca con ira.
– Simplemente porque producimos fuegos artificiales anoche no significa que puedas tomar decisiones personales por mí.
Francesca se sentía ultrajada.
– No he hecho nada de eso…
Fulminó con la mirada a Holly Grace.
– Y si tú quieres tener un bebé, más vale que mires dentro de otros pantalones, porque maldita sea, yo no soy un banco de semen.
Francesca sintió una cólera hacia él porque no entendía la situación. ¿Pero no podía ver que Holly Grace estaba sufriendo de verdad y que no pensaba claramente?
– ¿No crees que estás siendo un poco insensible? -preguntó.
– ¿Insensible? -Su cara se puso pálida por la cólera. Las manos apretadas en puños, con aspecto de querer destruir algo.
Cuando él caminó hacia ellas, Francesca se encogió instintivamente dentro de las sábanas, y hasta Holly Grace pareció retroceder.
Su mano se metió dentro de la cama. Francesca soltó un pequeño silbido de alarma sólo para ver que él había agarrado el bolso de Holly Grace del lugar dónde ella lo había tirado. Lo abrió, vertió el contenido y cogió rápidamente las llaves del coche.
Su voz sonó triste.
– Por lo que a mí respecta, las dos podéis iros al infierno.
Y diciendo esto salió del cuarto.
Mientras Francesca oía el sonido distante del coche alejándose, sentía una puñalada de pena por la pérdida de una casa dónde nunca se habían dicho palabras enfadadas.