CAPITULO 11

pleth-o-ra (sustantivo). Demasiado lleno desde cualquier punto de vista, sobreabundancia.


Blake insiste en que hay una verdadera sobreabundancia (plethora) de razones para no poner nada importante en lo que he escrito, pero no puedo creer que haya nada en mi pequeño diccionario que pueda ser incriminatorio.

Del diccionario personal de Caroline Trent.


Un momento Caroline estaba andando a cuatro patas, y al siguiente estaba tan plana como un crepe, con un gran, pesado y extrañamente cálido peso sobre su espalda. Esto, de cualquier forma, era menos desconcertante que el arma que le presionaba contra las costillas.


– No te muevas – le gruñó una voz al oído. Una voz familiar.

– ¿Blake? – gruñó ella.

– ¿Caroline? – Él pronunció esa palabra de una forma tan estúpida como nunca antes la había oído ella, y creyó haberlas oído todas de sus diferentes tutores.

– La misma – replicó tragando saliva – y en realidad, no puedo moverme, de todas formas. Eres bastante pesado.

Él rodó apartándola y la perforó con una mirada que era un tercio de incredulidad y dos tercios de furia total. Caroline deseó en ese momento que las cosas no fueran así. Blake Ravenscroft definitivamente no era un hombre con el que poder cruzarse.


– Te voy a asesinar – siseó él.

Ella tragó saliva.

– ¿No me vas a sermonear primero?

La miró intensamente con una enorme dosis de estupefacción

– Me retracto – dijo queriendo abreviar – primero te voy a estrangular, y después te asesinaré.

– ¿Aquí? – preguntó ella dubitativamente, mirando a su alrededor – ¿no parecerá sospechoso mi cadáver por la mañana?

– ¿Qué demonios estás haciendo aquí? Tenias ordenes explícitas de quedarte…

– Lo sé – susurró con rapidez, presionando su dedo contra sus labios – pero recordé algo, y…

– Me da igual si recordaste completo el segundo evangelio de la Biblia, te dijimos…

James puso una mano sobre el hombro de Blake y dijo

– Escúchala hasta el final, Ravenscroft.


– Es el mayordomo – agregó Caroline rápidamente, antes de que Blake cambiara de idea y decidiera estrangularla después de todo. – Farnsworth, olvidé lo de su té, él tiene una costumbre muy rara, sabes. Toma té a las diez todas las noches, y pasa justamente por… – su voz se fue desvaneciendo conforme veía un rayo de luz moverse en el salón comedor. Tenía que ser Farnsworth, sujetando un farol mientras caminaba a través del pasillo. Las puertas del salón comedor se dejaban normalmente abiertas, por lo que si su farol era bastante luminoso, les sería posible ver su resplandor a través de la ventana.


A menos que hubiera oído algo y estuviera en el salón comedor investigando…

Los tres se tiraron a tierra con gran presteza.

– Tiene un oído muy agudo – susurró Caroline.

– Entonces cierra la boca – le siseó Blake como contestación.

Y ella lo hizo.


La luz cambiante desapareció por un momento, y reapareció en el salón del ala sur – Creí que dijiste que Prewitt mantenía esa habitación cerrada con llave – susurró Blake.

– Farnsworth tiene una llave – le contestó ella.

Blake le indicó con la mano que se alejara de la ventana del salón del ala sur, así que ella se arrastró sobre su vientre hasta que estuvo cerca del salón comedor. Blake estaba justo detrás de ella. Ella buscó alrededor a James, pero él se había ido cerca de la esquina en dirección opuesta.


Blake señaló el edificio y gesticuló con los labios

– Más cerca de la pared.

Caroline siguió sus instrucciones hasta que estuvo pegada a la fría piedra exterior de Prewitt Hall; al segundo, sin embargo, su otro lado estaba aprisionado contra el cálido cuerpo de Ravenscroft.


Caroline se quedó sin aliento. ¡El hombre estaba tendido sobre ella! Le habría roto los tímpanos, si no fuera porque sabía que tenía que mantener la voz baja. Sin mencionar el hecho de que estaba tendida boca abajo sobre la tierra y no deseaba tomar un bocado de hierba.


– ¿Cuantos años tiene el mayordomo?

Ella casi jadeó, sentía la respiración de él caliente contra su mejilla, y podía jurar que sintió el contacto de los labios de él contra su oreja.

– Al, al menos cincuenta – susurró – pero es un tirador formidable.

– ¿El mayordomo?

– Sirvió en el ejército – explicó ella – en las Colonias. Creo que le fue concedida una medalla al valor.

– Solo me pasa a mi – murmuró Blake – supongo que no es tan hábil con un arco y una flecha.

– Toma, no, pero yo lo vi una vez lanzando a un árbol con un cuchillo desde veinte pasos.

– ¿Qué? – Blake juró por lo bajo, otra de esas espléndidas maldiciones creativas que tanto la impresionaban.

– Estoy de guasa – dijo ella rápidamente.

El cuerpo de él se tensó completamente de furia

– Este no es el momento ni el lugar para…

– Si, ya me he dado cuenta – refunfuño.


James apareció por la esquina, andando sobre sus manos y sus rodillas, mirandolos con interés.

– No tenía ni idea de que os estabais divirtiendo tanto aquí.

– Nosotros no nos estamos divirtiendo – Blake y Caroline sisearon al unísono.

James hizo un gesto negativo con su cabeza con tal solemnidad, dejando claro que se estaba burlando de ellos.

– No, obviamente no. – entonces centró su mirada en Blake, que todavía permanecía tumbado sobre Caroline – Volvamos al trabajo, el mayordomo se ha ido a su habitación.


– ¿Estás seguro?

– Vi la luz desaparecer del salón, después se fue por las escaleras.

– Hay una ventana en el hueco de la escalera – explicó Caroline – podéis verla desde el lado sur.

– Vale – dijo Blake rodando para quitarse de encima de ella y agachándose – Volvamos al trabajo abriendo esas ventanas.

– Mala idea – dijo Caroline. Ambos se volvieron a mirarla, y en la oscuridad ella no podía estar segura si sus expresiones eran de estar interesados o desdeñosas.

– Farnsworth os oirá desde su habitación – dijo – solo son dos pisos y desde que hace calor, lo más probable es que él haya abierto las ventanas; si se le ocurre mirar hacia afuera, lo más seguro es que os vea.

– ¿Podrías habernos dicho esto antes de que intentáramos entrar por la fuerza? – dijo Blake bruscamente – aún te puedo llevar de regreso.

Ella respondió cortante.

– ¿Cómo? Gracias, Caroline – dijo ella sarcásticamente – es muy considerado de tu parte. Claro, de nada, Blake, no es ningún problema ayudarte.

El no parecía divertido.

– No tenemos tiempo para bromas, Caroline. Dinos que hacer.

– ¿Podéis forzar una cerradura?

Parecía ofendido porque ella incluso lo preguntara

– Por supuesto, Riverdale es el más rápido, creo.

– Estupendo. Seguidme.

Él apoyó su mano fuertemente sobre el hombro derecho de ella.

no vas a entrar.

– ¿Supongo que debo permanecer aquí fuera yo sola? ¿Donde cualquiera que pase me reconocería y me volvería a llevar con Oliver? Por no hablar de ladrones, bandidos,…

– Disculpa, Caroline – la interrumpió James – pero nosotros somos los ladrones y bandidos en este pequeño escenario.

Caroline contuvo la risa.

Blake estaba furioso.

James miró de un lado a otro a los dos con abierto interés. Finalmente dijo

– Ella lleva razón, Ravenscroft, no podemos dejarla sola aquí fuera. Dirige, Caroline.

Blake pronunció maldiciendo que parecía echar sapos y culebras, pero caminó penosamente tras James y Caroline sin comentar nada más negativo.


Ella los llevó a una puerta lateral parcialmente oculta por un gran arce inglés. Entonces se agachó y puso su dedo sobre sus labios, indicando que debían permanecer quietos. Los dos hombres la miraron con confusión e interés mientras ella se enderezaba y golpeaba la puerta con su hombro, oyeron abrir un picaporte, y Caroline balanceando la puerta abierta.


– ¿El mayordomo no habrá oído esto? – preguntó James.

Ella negó con la cabeza.

– Su habitación está demasiado lejos. La única persona que vive en este lado del pasillo es el ama de llaves, y ella es totalmente sorda. Yo he salido y entrado furtivamente de esta manera muchas veces. Nunca me pilló nadie.

– Podrías habernos dicho esto antes – dijo Blake.

– No lo has entendido bien. Tienes que golpear la puerta exactamente así. Me llevó semanas aprender.

– ¿Y que hacías escapando furtivamente por las noches? – le reclamó.

– Eso no es asunto tuyo.

– Te convertiste en asunto mío cuando te quedaste a vivir en mi casa.

– Vale, ¡ yo no me habría trasladado, si tú no me hubieras raptado!

– No te habría raptado si tú no hubieras estado deambulando por medio del campo, sin pensar en tu propia seguridad.

– Seguramente estaba más segura en el campo que lo estuve en Prewitt Hall, y tú bien lo sabes.

– Tú no estarías a salvo ni en un convento – murmuró él.

Caroline puso sus ojos en blanco

– Si eso no es lo más ridículo… Oh, no importa, si estás tan molesto porque yo no te dejé abrir la puerta, venga, la cerraré de nuevo y podrás intentarlo.

Él dio un paso amenazador hacia delante

– ¿Sabes? si yo te estrangulara ahora mismo, no habría ningún tribunal en este país que no me absolviera.


– Si ambos enamorados pueden dejar de hablarse en tono brusco – cortó James – me gustaría investigar el estudio antes de que Prewitt vuelva a casa.

Blake miró enfurecido a Caroline como si todo el retraso fuera por su culpa, lo que la llevó a sisear

– No olvides que si no fuera por mí…

– Si no fuera por ti – le respondió – sería un hombre muy feliz.

– Estamos perdiendo el tiempo – les recordó James – vosotros podéis permanecer aquí, si no paráis de discutir, pero yo voy a investigar el salón.

– Yo iré delante – anunció Caroline – puesto que me sé el camino.

– Tú irás detrás de mí – la contradijo Blake – y me dirás hacia donde nos dirigiremos.

– Por el amor de Dios – soltó James finalmente – mostrando la exasperación en cada fibra de su cuerpo – yo iré delante, si los dos cerráis el pico. Caroline, sígueme y me vas guiando. Blake, tu protégela por detrás.


El trío se encaminó hasta entrar en la casa, asombrosamente sin pronunciar otra palabra salvo las instrucciones susurradas por Caroline. Pronto se encontraron enfrente de la puerta del salón del ala sur. James sacó una extraña herramienta plana y la metió en la cerradura.


– ¿Esa cosa en realidad funciona? – susurró Caroline a Blake.

Él afirmó con un movimiento de cabeza brusco.

– Riverdale es el mejor, el puede forzar una cerradura con más rapidez que cualquiera, mira, observa, tres segundos más, uno, dos…

Clic. La puerta de pronto se abrió.

– Tres – dijo James con una sonrisa ligera de satisfacción hacia sí mismo.

– Bien hecho – dijo Caroline.

El se giró para sonreírle.

– Nunca he encontrado una mujer o una cerradura que se me resista.

Blake murmuró algo entre dientes y pasó delante de ellos a grandes zancadas

– Tú – dijo volviéndose y señalando a Caroline – no toques nada.

– ¿Quieres que te diga también lo que Oliver no quería que tocara? – preguntó con una sonrisa evidentemente falsa.

– No tengo tiempo para juegos, señorita Trent.

– Oh, nunca se me ocurriría hacerte perder el tiempo.

Blake se volvió hacia James.

– Voy a matarla.

– Y yo voy a matarte – le contestó James – a los dos – pasó por delante de ellos bruscamente y se dirigió directamente hacia el escritorio – Blake, tu examina las estanterías. Caroline, tú… bueno, no sé que deberías hacer pero intenta no gritar a Blake.

Blake sonrió satisfecho.

– Él me gritó a mí primero – murmuró Caroline, totalmente consciente de que estaba comportándose como una niña.

James movió su cabeza negativamente y se puso a trabajar sobre los cajones cerrados del escritorio. Con mucho cuidado abrió cada una de las cerraduras, y examinó el contenido de cada cajón, arreglándolo todo después para que Oliver no se diera cuenta que los habían forzado.


Cuando había pasado alrededor de un minuto, sin embargo, Caroline se compadeció de él y le dijo

– Deberías concentrarte en el último de abajo a la izquierda.

El se volvió para mirarla con interés.

Ella encogió los hombros, inclinando la cabeza para un lado a la vez que se movía.

– Es el único por el que Oliver siempre tenía más manía. Una vez casi le arranca la cabeza a Farnsworth por limpiar la cerradura.

– ¿No podías habérselo dicho antes de que examinara los demás cajones? – le preguntó Blake furiosamente.

– Lo intenté – le replicó ella – y amenazaste con matarme.

James ignoró sus puyas y forzó la cerradura del cajón más bajo de la izquierda. El cajón se deslizó de pronto, dejando ver un montón de carpetas, todas ellas etiquetadas con fechas.

– ¿Qué es eso? – preguntó Blake.

James dejó salir un profundo silbido.

– Es el billete de Prewitt para la horca.

Blake y Caroline se agolparon alrededor, impacientes por echar un vistazo. Había quizás unas tres docenas de carpetas, cada una de ellas pulcramente registrada con una fecha. James tenía una de ellas abierta encima del escritorio y estaba examinando su contenido con gran interés.


– ¿Qué pone? – preguntó Caroline.

– Son documentos de las actividades ilegales de Prewitt – respondió Blake – el muy imbécil las ha puesto por escrito.

– Oliver es muy organizado – dijo ella – siempre que se le ocurre cualquier clase de proyecto lo pone por escrito para seguirlo a la perfección.

James señaló una frase que empezaba por las iniciales CDL

– Debe ser Carlota – susurró – pero ¿de quién serán estas?.

Los ojos de Caroline siguieron su dedo a MCD

– Miles Dudley – dijo ella.

Los dos hombres volvieron su cara hacia ella.

– ¿Quién? – preguntaron los dos.

– Creo que es Miles Dudley, no conozco su inicial de en medio, pero es el único con iniciales MD en quien puedo pensar. Es uno de los compinches de más confianza de Oliver. Se conocen desde hace años.

Blake y James se miraron el uno al otro.


– Lo encuentro detestable – continuó Caroline – siempre babeando tras las criadas, y tras de mí. Siempre me las ingenio para estar ausente cuando llega.

Blake se volvió hacia el marqués – ¿Hay suficiente en esta carpeta para detener a Dudley?

– Habría – respondió James – si pudiéramos estar seguros de que MCD es realmente Miles Dudley. No se puede ir encarcelando a la gente basándose en sus iniciales.

– Si detienes a Oliver – dijo Caroline – estoy segura de que él incriminaría al señor Dudley, ellos son muy buenos amigos, pero dudo que la lealtad de Oliver se mantuviera firme bajo tales circunstancias. Cuando las cosas se ponen mal, Oliver no mantiene una verdadera lealtad con nadie, excepto con él mismo.

– Eso no es un riesgo, estoy preparado para asumirlo – dijo Blake severamente – no descansaré hasta ver a esos dos traidores en prisión o colgados, necesitamos pillarlos en acción.

– ¿Hay algún modo en que puedas determinar cuando planea Oliver su próxima acción de contrabando? – preguntó Caroline.

– No – contestó James, ojeando el montón de carpetas – a menos que haya sido totalmente estúpido.

Caroline se inclinó hacia delante.

– ¿Qué me dices de ésta? – preguntó ella, sacando una carpeta casi vacía marcada con 31-7-14.

Blake se la arrebató, ojeó el contenido.

– ¡Que idiota!

– En realidad no discutiré contigo sobre la idiotez de Oliver – le cortó Caroline – pero debo decir que estoy segura de que no esperaba que registraran su oficina.

– Nadie pondría esa clase de información por escrito – dijo Blake.

– Claro, Ravenscroft – dijo James enarcando sus cejas maliciosamente – con razonamiento como ese, serías un criminal excelente.

Blake estaba tan absorto con la carpeta, que ni siquiera se molesto en mirar con fiereza a su amigo.

– Prewitt está planeando algo gordo, a juzgar por las apariencias, más grande que cualquier cosa que haya hecho antes; menciona CDL y MCD y “el resto”, también señala una gran suma de dinero.

Caroline asomó cuidadosamente la cabeza por encima del brazo de él para ver la cifra escrita en la carpeta.

– Oh, Dios mío – dijo en voz baja – con ese dinero, ¿para qué quería mi herencia?

– Hay quién piensa que nunca tiene suficiente – replicó Blake con mordazmente.


James aclaró su garganta.

– Entonces, creo que deberíamos esperar a finales de mes, y atacar cuando podamos echarles el guante a todos; eliminamos a todo el equipo en una sola redada limpia.

– Suena a buen plan – asintió Caroline – incluso aunque tengamos que esperar tres semanas.

Blake se volvió hacia ella con una expresión de furia.

– Tú no participas.

– ¡Al demonio lo que tú digas! – contestó secamente con las manos sobre sus caderas – si no fuera por mí, ni siquiera sabrías que está planeando algo para ese miércoles – cerró los ojos un momento meditando – caramba, ¿tu crees que no ha pasado todos esos miércoles jugando a las cartas? Me pregunto si ha estado haciendo contrabando partiendo de esa base. Cada miércoles y tal.

Caroline se puso a ojear todas las carpetas, revisando las fechas, y sumando y restando mentalmente siete, a cada una de ellas. ¡Mira! Todas son para el mismo día de la semana.

– Dudo que haga contrabando todos los miércoles – dijo James algo distraído – pero es una tapadera excelente para cuando él realiza actividades ilegales. ¿Con quiénes juega él a las cartas?.

– Miles Dudley, el primero.

Blake movió su cabeza afirmativamente.

– Es probable que todos los que juegan estén involucrados. ¿Quién más?

– Bernard Leeson. Él es el médico de nuestro pueblo.

– Tiene sentido – murmuró Blake – odio las sanguijuelas.

– Y Francis Badeley – terminó ella – el magistrado.

– Entonces supongo que no nos dirigiremos a él para que nos ayude en nuestra detención – dijo James.

– Probablemente se detendrá él mismo – respondió Blake – tendremos que avisar a los de Londres.


James asintió.

– Moreton querrá alguna evidencia antes de desplegar a sus hombres a tan elevada escala. Vamos a necesitar llevarnos estas carpetas.

– Si yo fuera tú, no me llevaría todas – se interpuso Caroline – Oliver pasa a esta habitación casi a diario, estoy segura de que se dará cuenta si le faltan carpetas.

– Se te da bien esto – respondió James con una risa ahogada – ¿estás segura que no quieres un contrato?.

– Ella no está trabajando para el Ministerio de Defensa – gruñó Blake. Caroline tuvo la sensación que él habría dicho a gritos esa afirmación de no haber estado rondando por el estudio de Oliver.

– Nos llevaremos un par de ellas – replicó James, ignorando la intromisión de Blake – pero no podemos llevarnos ésta – levantó la carpeta de la próxima misión – querrán revisarla un poco antes.

– Dale a Caroline un trozo de papel – dijo Blake hablando lenta y pesadamente – estoy seguro de que será feliz de anotar la información. Después de todo, tiene una caligrafía exquisita.

– No sé dónde tiene Oliver el papel en blanco – contestó Caroline, ignorando su sarcasmo, casi nunca me permitió entrar en esta habitación. De cualquier modo, sé donde conseguir un poco, abajo en el vestíbulo, y también pluma y tinta.

– Buena idea – dijo James – cuanto menos registremos aquí, menos cambios notará Prewitt de que alguien ha estado mirando sus cosas. Caroline, ve a conseguir el papel y la pluma.

– De acuerdo – se despidió con garbo, y salió corriendo hacia la puerta.

Pero Blake se movió rápidamente.

– Tú no te vas sola – siseó – despacio.


Caroline no disminuyó su paso en absoluto, no dudaba de que él la seguiría hasta el vestíbulo, y hasta entrar en el salón de la zona este, era la sala que tenía que usar para recibir a las señoritas de la vecindad.

No es que hubieran venido muchas, pero de todas formas, Caroline, había mantenido papel, plumas y tinta allí, en caso de que alguien necesitase apuntar una nota o correspondencia.


En el momento en que iba a meterse en la habitación, oyó un ruido que venía de la puerta principal. Un ruido que sonaba sospechosamente como una llave girando en una cerradura. Se volvió a Blake y siseó.

– ¡Es Oliver!


Él no perdió el tiempo hablando. Antes que Caroline se percatara de lo que estaba pasando, la empujó dentro del salón de la zona este y la agachó detrás del sofá. Su corazón latía tan ruidosamente, que se sorprendió de no despertar a la casa entera.

– ¿Qué pasa con James? – susurró ella.

Blake puso su dedo en los labios de ella.

– Sabrá que hacer, ahora cállate, está entrando.

Caroline apretó los dientes para evitar que rechinaran de miedo, mientras escuchaba el sonido de los zapatos de Oliver taconeando por el vestíbulo, ¿Qué pasaría si James no lo había oído entrar?¿Y si lo hubiera oído pero no le diera tiempo a escapar? ¿Y si le hubiera dado tiempo a escapar pero olvidara cerrar la puerta?.

Le dolía la cabeza con la miríada de posibilidades para un desastre.


Pero los talones de Oliver no se dirigían hacia el salón de la zona este, ¡Se dirigían directamente hacia ella! Caroline sofocó un grito y le dio un codazo a Blake en las costillas. El no tuvo ninguna reacción salvo por que aún se puso más rígido de lo que ya estaba.


Caroline echó un vistazo por encima de una mesa cercana. Sus ojos cayeron sobre una jarra de brandy. A Oliver le gustaba llevarse una copa a la cama; si él no se giraba mientras lo echaba, no los vería, pero si se giraba…

Aterrorizada hasta los más hondo, tiró del hombro de Blake. Duro.

El no se movió.

Con movimientos frenéticos ella golpeaba en el pecho de él y señalaba la jarra de brandy.

– ¿Qué? – gesticuló Blake con los labios.

– El brandy – contestó ella en la misma forma, señalando la jarra furiosamente con movimientos bruscos de su dedo.

Los ojos de Blake se abrieron desmesuradamente, y recorrió con la mirada toda la habitación, buscando otro lugar para esconderse. La luz era débil, por lo que era difícil ver.


Caroline tenía ventaja, de cualquier manera, al conocer la habitación como la palma de su mano. Sacudió su cabeza hacia un lado, en ademán para que Blake la siguiera, y avanzó agachada hacia el otro sofá, agradeciendo a su creador todo el rato que Oliver había elegido colocar una alfombra. Un piso desnudo habría resonado cada uno de sus movimientos, y entonces seguro que habrían estado perdidos.


En ese momento Oliver entro en la habitación y se sirvió un brandy. Unos cuantos segundos más tarde ella oyó caer con un ruido sordo, el vaso sobre la mesa, seguido del sonido de servirse más brandy.

Caroline se mordió el labio confusa. Era muy raro que Oliver bebiera más de una copa antes de ir a la cama.

Pero Oliver debía haber tenido una noche muy dura, porque susurró:

– Dios, que desastre.


Y entonces, para colmo, él dejó caer su cuerpo pesadamente directamente sobre el sofá tras el cual ellos se hallaban escondidos, y dejó caer sus piernas bajo la mesa.

Caroline se quedó helada, o pensó frenéticamente que lo estaría si no fuera por que ya estaba paralizada por el miedo. De eso no tenía ninguna duda.

Estaban atrapados.

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