CAPITULO 8

quaff (verbo). Beber intensamente, tomar un trago largo.


Me he dado cuenta de que cuando un caballero se pone de mal carácter, a menudo el mejor antídoto es invitarlo a beber mucho (quaff) una taza de té.

Del diccionario personal de Caroline Trent.


Flores recién cortadas estaban esparcidas por el suelo, un florero de gran valor estaba volcado, pero gracias a Dios, no estaba roto; y una mancha húmeda se extendía hasta la nueva y carísima alfombra Aubusson de Blake.

– Sólo quería olerlas – dijo Caroline desde su posición en el suelo.

– ¡Se suponía que debía permanecer quieta! – gritó Blake.

– Vale, lo sé, pero…


– ¡No me tome el pelo! – rugió él – examinándola para ver si su tobillo no se había torcido de mala manera.

– No hay necesidad de gritar.

– YO GRITO SI… – se paró, aclaró su garganta, y continuó en un tono más normal.

– Gritaré si me da la gana, y hablaré de esta manera si me da la gana, y si quiero susurrar…

– Estoy segura de entender lo que quiere decir.

– ¿Puedo recordarle que esta es mi casa, y puedo hacer lo que quiera?

– No necesito que me lo recuerde – dijo ella agradablemente.

Su tono amistoso y resignado le fastidió

– Señorita Trent, si va a permanecer aquí…

– Estoy muy agradecida de que me deje permanecer aquí – exclamó.

– Me tienen sin cuidado sus agradecimientos.

– No obstante, soy feliz al ofrecérselos.

El hizo rechinar sus dientes

– Necesitamos establecer unas cuantas reglas.

– Bueno, si, por supuesto, el mundo necesita unas cuantas reglas, de lo contrario, surgiría el caos, y entonces…

– ¿Podría parar de interrumpirme?

Ella retiró su cabeza menos de una pulgada

– Creo que usted me interrumpió a mi.

Blake contó hasta cinco antes de decir

– Ignoraré eso.

Los labios de ella se curvaron en algo que una persona optimista podría llamar sonrisa.

– ¿Cree que podría echarme una mano?


La miró fijamente a los ojos, incomprensivo.

– Necesito levantarme – explicó Caroline – yo… – ella se interrumpió, sin saber como decir a este hombre que permaneciendo tirada en el suelo, estaba mojándose – esto esta mojado – murmuró finalmente.


Blake dijo algo gruñendo que ella dudó querer comprender y prácticamente arrojó el servicio de té, que francamente él ya había olvidado que todavía lo estaba sujetando, dejándolo en una mesa que había a un lado. Antes de que Caroline tuviera tiempo de pestañear por el choque de la bandeja contra la mesa, la mano derecha de él ya la había impulsado permaneciendo delante de su cara.


– Gracias – dijo con tanta dignidad como pudo reunir, la cual, reconocía que no era mucha.

La ayudó a volver al sofá.

– No se levante otra vez.

– No, señor – le dio un beso con garbo, un acto que no pareció tener ningún efecto para mejorar su humor.

– ¿No puede ser nunca seria?

– ¿Perdón?

– Besándome, tirando todos mis libros, pajaritos de papel – ¿no puede tomarse nada en serio?

Caroline entrecerró los ojos, mirando como él agitaba sus brazos salvajemente mientras hablaba. Ella lo conocía solo de unos cuantos días, pero esto era más que suficiente para saber que esta explosión de emociones no era normal. Aun así, no apreciaría mucho tener un gesto de amistad y cortesía de él, cuando estaba echándoselo en cara como un jarro de agua fría.


– ¿Quieres saber como defino serio? – dijo ella con voz baja y enojada – serio es un hombre que ordena a su hijo que viole a su pupila, seria es una chica que no tiene un sitio a donde ir, serio no es un jarrón volcado, y una alfombra mojada.

El sólo le frunció el ceño en respuesta, así que ella añadió

– Y en lo que se refiere a mi pequeño beso, solo estaba intentando ser sociable.

– No quiero tener amigos – dijo él mordazmente.

– Si, ahora lo veo.

– Usted está aquí por dos razones, y sólo dos razones, y haría mejor en no olvidarlo.

– ¿Le importaría explicarlo?

– Una: está aquí para ayudarnos en la captura de Oliver Prewitt. Dos: – aclaró su garganta y realmente se sonrojó al repetir la palabra – dos: está aquí porque, después de secuestrarla hasta aquí sin tener usted ninguna culpa, bueno, es mi forma de pagárselo.

– Ah, ¿o sea, que yo no buscaba ayudar en la casa ni en el jardín, ni de ninguna forma para congeniar con los sirvientes?


Él la miró ferozmente pero no le contestó, Caroline tomó esa respuesta como una afirmación, y ella realizó una inclinación con la cabeza que hubiera sido el orgullo de una reina.

– Ya veo, en ese caso, haría mejor en no tomar el té conmigo.

– ¿Perdona?

– Tengo esta costumbre horrible, ya ve.

– ¿Solo una?

– Solo una que le ofendería, señor – le lanzó como respuesta, con un tono particularmente no muy agradable – cuando tomo el té con otras personas, tengo la tendencia de conversar con ellas; y cuando converso con las personas, probablemente lo hago de forma amistosa y educada, y cuando eso ocurre…

– El sarcasmo no va con usted.

– Y cuando eso ocurre – continuó ella con voz más fuerte – suceden las cosas más extrañas, no siempre, fíjese, y no precisamente con usted, señor Ravenscroft, pero estoy segura de que no le gustaría probarlo.

– ¿Probar el qué?

– Vaya, llegar a ser mi amigo.

– Oh, por el amor de Dios – musitó.


– Acérqueme el servicio de té, si me hace el favor.

Blake la miró atentamente a los ojos antes de hacer lo que le pidió.

– ¿Le gustaría llevarse una taza?

– No – dijo él con perseverancia – me quedaré aquí.

– Las consecuencias podrían ser mortales.

– Me parece que las consecuencias podrían ser incluso más funestas para mi mobiliario si la dejo sola.

Caroline lo miró ferozmente y soltó ruidosamente la taza de té en el platillo.

– ¿Leche?

– Si, sin azúcar, e intente ser cuidadosa con la porcelana china, es herencia de familia, ahora que lo pienso…

– Ahora que lo piensa ¿qué? – dijo ella de repente.

– En realidad debería hacer algo con relación al desorden que hay sobre la alfombra.

– Lo limpiaría yo misma – dijo ella dulcemente – pero me ha ordenado que no ayude en nada relacionado con la casa.


Blake no le hizo el menor caso mientras se levantaba y cruzaba hasta la puerta abierta

– ¡Perriwick! – gritó.

Perriwick apareció de forma repentina como si Blake lo hubiese invocado.

– ¿Si, señor Ravenscroft?

– Nuestra invitada tuvo un pequeño percance – dijo Blake, moviendo sus manos hacia el lugar húmedo de la alfombra.

– ¿Nuestra invitada invisible, quiere decir?

Caroline miró al mayordomo con gran curiosidad. Todo lo que Blake hizo fue decir – ¿Disculpa?


– Si puedo ser tan atrevido como para hacer una deducción basada en su comportamiento de los últimos días, señor Ravenscroft.

– Llevas razón, Perriwick.

– Usted evidentemente no quiso hacer público que la señorita… ah… señorita… er… deberíamos llamarla señorita invisible.

– Señorita Trent – reemplazó Caroline servicialmente.

– La señorita Trent esta aquí.

– Si, bueno, ella está aquí, y ya está – dijo Blake muy enfadado – no necesitas fingir que no la ves.

– Oh, no, señor Ravenscroft, ella es francamente visible ahora.

– Perriwick, uno de estos días te voy a estrangular.

– No lo dudo, señor, pero si me permite la osadía…

– ¿Que, Perriwick?

– Solamente quería averiguar acerca de si la visita de la señorita Trent a Seacrest Manor puede ya ser del dominio público.

– ¡No! – respondió Caroline en voz muy alta – esto es, preferiría que mantuvieras esa información en secreto, al menos durante las próximas semanas.

– Por supuesto – respondió Perriwick con una elegante inclinación de cabeza – ahora, si me disculpan, veré el desaguisado.

– Gracias, Perriwick – dijo Blake.

– Si me permite la osadía, señor Ravenscroft.

– ¿Qué pasa ahora, Perriwick?

– Solamente deseaba sugerirles que la señorita Trent y usted podrían estar más cómodos tomando el té en otra habitación, mientras pongo esta en orden.

– Oh, él no está tomando el té conmigo – dijo Caroline.

– Si, si lo estoy – dijo Blake quitándole importancia.

– No veo porqué. Usted mismo dijo que no quería tener nada que ver conmigo.

– Eso no es del todo cierto – respondió Blake con rapidez – disfruto mucho contradiciéndola.

– Si, eso es muy evidente.

La cabeza de Perriwick se movía de un lado a otro, como un espectador de un partido de badminton, y el anciano comenzó a reirse.


– ¡Tú! – dijo Blake de golpe apuntando a Perriwick – cállate.

Perriwick llevó su mano directamente al corazón en un gesto dramático de consternación.

– Si me permite…

– Perriwick, eres el mayordomo condenadamente más osado de Inglaterra, y lo sabes muy bien.

– Solo pretendía – respondió el mayordomo, mirando bastante orgulloso de sí mismo – preguntar si les gustaría que les llevara el servicio de té a otra habitación. Yo les sugerí que podrían estar más cómodos, si usted lo recuerda.

– Es una idea excelente, Perriwick – dijo Caroline con una sonrisa cegadora.

– Señorita Trent, sinceramente es usted una mujer de grandes modales, buen humor y una mente excelente.

– Oh, por el amor de Dios – murmuró Blake.

– Sin mencionar – Perriwick continuó – un gusto y un refinamiento excelentes ¿fue usted la responsable de la primorosa remodelación de nuestro jardín ayer?

– Si, fui yo – dijo encantada – ¿te gustó la nueva disposición?

– Señorita Trent, evidentemente se reflejó la mano de alguien con un excepcional sentido del buen gusto, verdadero resplandor y el justo toque caprichoso.


Blake miró como si pudiera claramente despedir con alegría a su mayordomo a Londres.

– Perriwick, la señorita Trent no es una candidata a la santidad.

– Lamentablemente no – admitió Perriwick – no, sin embargo, no había considerado nunca la iglesia para ser justos, cuando pienso en algunos de los que yo he santificado, porque yo…

La risa de Caroline llenó la habitación.

– Perriwick, creo que te quiero ¿donde estuviste toda mi vida?.

Él sonrió modestamente.

– Sirviendo al señor Ravenscroft, y a su tío antes que a él.

– Espero que su tío fuera más risueño que él.

– Oh, el señor Ravenscroft no fue siempre de tan mal carácter, porque cuando él era joven…

– Perriwick – bramó Blake – estás peligrosamente cerca de ser despedido sin referencias.

– ¡Señor Ravenscroft! – dijo Caroline con reprobación – no puede pensar en despedirlo.

– Oh, no importa, señorita Trent – interrumpió Perriwick – él amenaza con finalizar mi empleo aquí casi todos los días.

– Esta vez, lo digo en serio – dijo Blake rechinando sus dientes.

– Él dice eso también todos los días – dijo Perriwick a Caroline, quien lo recompensó con una risita nerviosa.

– Yo no lo encuentro divertido – anunció Blake, pero nadie parecía estar escuchándole.

– Llevaré esto a la otra habitación – Perriwick regresó, apilando de nuevo las tazas en la bandeja – el servicio estará en la habitación verde, por si ustedes desean tomarlo.

– Aun no tomé ni un sorbo – murmuró Caroline mientras veía al mayordomo desaparecer por el pasillo – él es bastante ¡Oh!


Sin decir una palabra, Blake la levantó rápidamente en brazos y le dijo a gritos fuera de la habitación

– Si quiere té – refunfuñó – tendrá té, incluso aunque tenga que seguir a ese maldito mayordomo hasta Bournemouth.

– No tengo ni idea de lo que podría hacer, mientras sea agradable – dijo con voz irónica.

– No me tiente, señorita Trent. Por si no lo ha notado, mi humor está pendiendo de un hilo muy fino.

– Oh, lo noté.

Blake la miró a los ojos con total incredulidad.

– Es un milagro que nadie te haya asesinado antes.

Caminó a grandes zancadas a través del pasillo, con Caroline aferrándose a sus hombros, y entró en la habitación verde.


No había señales del servicio de té.

– ¡Perriwick! – rugió Blake.

– Oh, señor Ravenscroft – solo llegaba la voz sin cuerpo del mayordomo.

– ¿Dónde está? – no pudo evitar preguntar Caroline, moviendo su cabeza para mirar hacia atrás.

– Solo Dios lo sabe – murmuró Blake, y gritó – ¿Donde demonios, Oh, estás aquí, Perriwick.

– Te acercas sigilosamente como un espíritu – dijo Caroline con una sonrisa.

– Es una de mis aptitudes más útiles – respondió Perriwick desde la entrada – me tomé la libertad de llevar el servicio de té a la habitación azul. Creí que la señorita Trent podría disfrutar de una vista del mar.

– Oh, eso me gustaría más que nada – dijo Caroline con una fascinación obvia – gracias Perriwick. Eres tan inteligente.

Perriwick sonrió alegremente.

Blake frunció el ceño.


– ¿Hay alguna cosa más que pueda hacer para verla cómoda, señorita Trent? – inquirió Perriwick.

– Ella está bien – gruñó Blake.

– Evidentemente, ella…

– Perriwick, ¿no hay fuego en el ala oeste?

Perriwick parpadeó, sorbió aire por la nariz, y miró fijamente a su patrón con abatimiento.

– No entiendo, señor.

– Si no hay un fuego que necesite extinguirse – dijo Blake – seguramente que puedes encontrar alguna otra tarea que terminar.

– Si, por supuesto, señor Ravenscroft – con una pequeña inclinación de cabeza, el mayordomo abandonó la habitación.

– No debería ser tan perverso con él – dijo Caroline.

– No debería decirme como llevar mi casa.

– No estaba haciendo tal cosa. Sencillamente le estaba diciendo como ser una persona más agradable.

– Eso es incluso más impertinente.

Ella encogió los hombros, intentando ignorar el modo en que se había apretado contra él mientras la llevó por toda la casa.

– A menudo soy impertinente.

– No se necesita estar mucho tiempo a su lado para darse cuenta de eso.

Caroline permaneció en silencio. Probablemente no debería hablar tan descaradamente a su anfitrión, pero muy a menudo su boca creaba las palabras sin el permiso del cerebro; además ella estaba bastante segura ahora de que su permanencia en Seacrest Manor era segura durante las próximas cinco semanas. Blake Ravenscroft no la quería aquí (podía incluso no gustarle) pero sin duda alguna se sentía culpable por haberla secuestrado equivocadamente, y su sentido del honor le exigía proveerla de un lugar donde permanecer hasta que estuviera a salvo de Oliver Prewitt.


Caroline se sonrió a sí misma. Un hombre con gran sentido del honor era algo muy bueno, ciertamente.


Algunas horas más tarde Caroline todavía estaba en la habitación azul, pero la habitación azul era poco menos aburrida que la primera estancia a la que ella había entrado ese día. Perriwick, en su deseo de poner a “ la linda y graciosa señorita Trent” tan cómoda y feliz como fuera posible, había traído varias bandejas de comida, un surtido de libros y periódicos, un equipo de acuarelas, y una flauta. Cuando ella le señaló que no sabía tocar la flauta, Perriwick se ofreció para enseñarla.


Blake finalmente perdió la paciencia cuando Perriwick ofreció trasladar el piano dentro de la habitación (ó más bien, ofreció que lo llevara Blake, que era bastante más joven y más fuerte que él para hacerlo). Eso, había sido suficientemente malo, pero cuando Caroline preguntó si Perriwick iba a tocar para ella, Perriwick había contestado

– Dios mío, no, no sé tocar, pero estoy seguro de que el señor Ravenscroft estará feliz de agasajarla esta tarde.

En ese momento, Blake levantó sus brazos con rapidez y salió ofendido de la habitación, mascullando algo sobre como su mayordomo nunca había sido tan cortés ni se había preocupado por él.


Y eso fue lo último que Caroline había visto de él. De cualquier forma, se había dedicado a permanecer totalmente feliz esa tarde, tragando pasteles y pasando rápidamente la mirada por los números más recientes del London Times. Realmente, ella podía acostumbrarse a esa vida.

Ni siquiera su tobillo le dolía ya tanto.

Estaba bastante maravillada con las páginas de sociedad – teniendo en cuenta que ella no tenía ni idea de sobre a quién se referían, excepto posiblemente, el “Elegante y Peligroso señor R.”, que Caroline estaba empezando a sospechar que podría ser su nuevo amigo James, cuando el marqués en persona entraba a la habitación.


– Se ha ido durante un buen rato – dijo ella – ¿Le gustaría un pastel?

James miró por toda la habitación sin ocultar su curiosidad – ¿Hemos organizado otro banquete sin mi conocimiento?

– Sencillamente Perriwick quería asegurarse de que estaba cómoda – explicó Caroline.

– Ah, si, el sirviente parece bastante atontado contigo.

– Eso esta volviendo loco a Blake.

– Bueno – James cogió un pastel de un plato y dijo – ¿Adivinas lo que encontré?

– Probablemente no podría.

Él sostenía una hoja de papel – a ti.

– ¿Disculpe?

– Al parecer tu tutor te está buscando.

– Bueno, no me sorprende – comentó ella, tomando la nota y mirándola – yo valgo bastante dinero para él. Oh, esto es gracioso.

– ¿Qué?

– Esto – Caroline señaló el dibujo de ella, situado debajo de un titular que decía:

CHICA DESAPARECIDA. – Lo dibujó Percy.

– ¿Percy?

– Si, debería haber sabido que Oliver utilizaría a Percy para hacerlo. Es demasiado tacaño como para gastar dinero en un artista apropiado.


James levantó la cabeza y miró el dibujo un poco más detenidamente.

– No tiene mucho parecido.

– No, es verdad, pero espero que Percy lo hiciera a propósito. En realidad él es bastante hábil con lápiz y papel; pero recuerdo que él quiere encontrar a alguien mejor que yo.

– Que bobo – murmuró James.

Caroline levantó la vista sorprendida, segura de que debía haber oído mal.

– ¿Perdón?

– Percy, está bastante claro para mi desde que has dicho que probablemente quiere a alguien mejor que tú. Si yo fuera él, seguramente no me habría quejado de la elección de prometida de mi padre.

– Si usted fuera Percy – dijo Caroline irónicamente – Percy sería mucho más estupendo.

James se rió nerviosamente.

– Además – continuó – Percy cree que soy la más fea, pésimamente aficionada a los libros, y nunca dejó de quejarse de que yo no puedo estarme quieta.

– Bueno. No puedes.

– ¿Estarme quieta?

– Sí. Solo mira tu tobillo.

– Eso no tiene nada que ver.

– Eso tiene todo que ver.


– ¡Caramba! ¡Caramba! – se oyó una voz lenta y pesada desde la entrada – ¿estamos cómodos?

James alzó la mirada – Oh, buenos días, Ravenscroft.

– ¿Y donde te esfumaste esta mañana?

James sostuvo el cartel que había traído del pueblo

– Salí a investigar sobre nuestra señorita Trent.

– Ella no es nuestra señorita Tr…

– Discúlpame – dijo James con una sonrisa pérfida – tu señorita Trent.

Inmediatamente Caroline se sintió ofendida – Yo no soy…

– Esta es una conversación extremadamente estúpida – interrumpió Blake.

– Pienso exactamente lo mismo – murmuró Caroline. Entonces señaló la nota que se refería a ella y dijo – mire lo que trajo el marqués.

– Creí decirte que me llamaras James – dijo James.

– El marqués es perfecto – gruñó Blake – ¿y qué demonios es esto?

James le pasó el papel.


Blake lo desechó inmediatamente

– No se parece en nada a ella.

– ¿Tu crees que no? – preguntó James, con una expresión absolutamente angelical.

– No. Cualquier tonto podría ver que el artista puso sus ojos demasiado juntos, y la boca está totalmente mal, si realmente el artista quería capturarla en el papel, debería haberla mostrado sonriente.

– ¿Usted cree? – preguntó Caroline, encantada.

Blake frunció el ceño, claramente irritado consigo mismo

– No me preocuparía porque alguien vaya a encontrarla basándose en esto; y además, nadie sabe que está aquí, y no espero invitados.

– Cierto – musitó James.

– Y – añadió Blake – ¿Porque se preocuparía alguien? No se habla de una recompensa.

– ¿No hay recompensa? – exclamó Caroline – Vaya, que barata.

James rió en voz alta, e incluso Blake, con lo gruñón que era, estalló en una risa.

– Bueno, no me importa – anunció ella – No me importa nada que no ofrezca recompensa, de hecho, estoy contenta. Soy mucho más feliz aquí de lo que estaba con cualquiera de mis tutores.

– Yo también lo estaría – dijo Blake con ironía – si Perriwick y la señora Mickle me trataran así.

Caroline se volvió hacia él con una sonrisa traviesa, el deseo de bromear con él era demasiado fuerte como para ignorarlo

– A ver, a ver, no se ponga tan brusco porque a sus sirvientes les guste yo más.

Blake empezó a decir algo, y en ese momento se rió. Caroline sintió al instante que una feliz satisfacción se extendía por dentro de ella, como si su corazón reconociera que ella había hecho algo muy bueno al conseguir que ese hombre riera. Ella necesitaba a Blake, y el abrigo de su casa, pero sospechaba que tal vez él la necesitara a ella solo un poquito también.


Él tenía el alma herida, como la suya. Ella le sonrió a los ojos y murmuró

– Ojalá riera más a menudo.

– Si – dijo él ásperamente – lo ha dicho más de una vez.

– Estoy en lo cierto – en un impulso, le dio una palmadita en la mano. – Aceptaré que estoy equivocada en muchas cosas, pero estoy segura de llevar razón en esto. Una persona no puede estar tanto tiempo sin reír, como usted comprenderá.

– ¿Y usted como lo sabe?

– ¿Que una persona no puede estar tanto tiempo sin reír o que usted hace mucho, mucho tiempo que no se ríe?

Ella pensó en esto por un momento y dijo

– Con respecto a usted, bueno, todo lo que puedo decir es lo que he dicho; siempre parece un poco sorprendido cuando ríe, como si no esperara ser feliz.

Los ojos de Blake se dilataron imperceptiblemente, y sin pensarlo, susurró

– No.

– Y respecto a la otra cuestión – dijo Caroline mientras en su cara aparecía una sonrisa triste y melancólica. Hubo un largo silencio, como si intentara pensar las palabras correctas – sé lo que es no querer reír, sé como duele.

– ¿De veras?

– Y sé que tiene que aprender a encontrar su risa, y su tranquilidad, allí donde pueda. Yo la encuentro en… – se sonrojó – no importa.

– No – dijo él con urgencia – dígame.


Caroline miró alrededor

– ¿Qué le pasó al marqués? Parece que se ha esfumado otra vez.

Blake ignoró su pregunta. James tenía un talento natural para desaparecer cuando era conveniente, no se pondría delante de su amigo para hacer de casamentero.

– Dígame – repitió.


Caroline miró fijamente a la derecha de la cara de él, sin comprender porque se sentía tan obligada a desnudar su alma ante este hombre.

– Encuentro mi tranquilidad en el cielo nocturno, es algo que me enseñó mi madre; nada más que un pequeño truco – ella cambió su mirada hasta encontrarse con sus ojos – Probablemente cree que esto es ridículo.


– No – dijo Blake, sintiendo alrededor de su corazón algo muy extraño y cálido – creo que podría ser lo menos estúpido que he oído desde hace años.

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