ar-is-tol-o-gy (sustantivo). El arte o la ciencia de comer.
Como un campo de investigación y estudio, la aristología (aristology) es sumamente menospreciada.
Del diccionario personal de Caroline Trent
Se hizo el silencio absoluto, seguido de una explosión de parloteo nervioso tan fuerte y violento, que de hecho, Perriwick, metió su cabeza en la habitación para ver que estaba pasando; lo hizo con el pretexto de entrar a llevarse lo que quedaba del té y las galletas, lo que dio pie a un motín, y Blake, prácticamente arrancó la bandeja de sus manos antes de sacarlo del salón.
Si Penélope se había dado cuenta de que el marqués de Riverdale había sido tan atrevido como para llamar a la señorita Dent por su nombre de pila, ella no lo mencionó, comentando en vez de eso, lo enormemente sorprendida que estaba de que ellos se conocieran.
Caroline hablaba muy fuerte sobre como los Sidwell tenían una gran amistad con los Dents, y James se hallaba totalmente de acuerdo con todo lo que ella decía.
La única persona que no se agregaba a la jarana era Blake, a pesar de que emitió un fuerte gemido; no sabía qué era peor, el hecho de que James hubiera llegado y casi volara por encima de Caroline, o la nueva y aguda actividad como casamentera que centelleaba en los ojos de su hermana. Ahora que ella había descubierto que la familia de Caroline estaba de algún modo (aunque fuera tenue) conectada con la del marqués, obviamente había decidido que Caroline sería una excelente esposa Ravenscroft.
O eso, pensó él con desagrado, o había decidido concentrar sus prodigiosas artes casamenteras hacia Caroline y James.
En definitiva, Blake resolvió que esto se iba a convertir en un verdadero y colosal desastre.
Sus ojos realizaban un lento barrido por toda la habitación, observando a Penélope, James y Caroline, y pensó que lo único que lo mantenía controlado para no desatar su violencia era que no podía decidir a cual de ellos estrangular primero.
– Oh, ya era hora, Caroline – estaba diciendo James, disfrutando ahora, evidentemente – casi cinco años, creo; estás muy cambiada desde la última vez que nos vimos.
– ¿De veras? – preguntó Penélope – ¿Tanto?
Puesto en esa difícil situación, James balbuceó durante un momento, y dijo
– Bueno, su pelo es bastante más largo, y…
– ¿De veras? – dijo Penélope otra vez – Qué interesante, debes haber tenido un pelo muy corto, Caroline, porque ahora no está demasiado largo.
– Fue un accidente – improvisó Caroline – “tuve que cortármelo totalmente”.
Blake se mordió el labio conteniéndose para no pedirle que les contara el “accidente”.
– Oh, sí, recuerdo eso – dijo James con gran entusiasmo – algo referente a miel y al pájaro de tu hermano.
Caroline tosió sobre el té, y enganchó una servilleta de tela para no espurrearlo todo sobre Blake.
– Creí que no tenías hermanos ni hermanas – dijo Penélope arrugando su frente.
Caroline se limpió la boca, reprimiendo la urgencia de emitir una risa nerviosa y dijo
– En realidad, era el pájaro de mi primo.
– Eso – dijo James, dándose una palmada en la frente – Qué tonto soy ¿Cómo se llamaba?
– Percy.
– Mi buen Percy, ¿cómo va?
Ella sonrió malhumoradamente.
– Como siempre, me temo. Hago lo posible por evitarlo.
– Eso es probablemente un buen método de actuación – convino James – lo recuerdo como a la clase de gente de corazón mezquino, siempre tirando del pelo de la gente, y eso…
– ¡Riverdale! – dijo Penélope con desaprobación – está hablando de un pariente de la señorita Dent.
– Oh, no me importa – le aseguró Caroline – estaría encantada de desheredar a Percy.
Penélope sacudió su cabeza con gran confusión y miró a su hermano con una expresión débilmente acusadora.
– No puedo creer que no me contaras que nuestra querida Caroline, tiene amistad con Riverdale.
Blake se encogió de hombros y se obligó a relajar los puños.
– No lo sabía.
Perriwick entró en la habitación sin la obstrucción que era característica, y comenzó a retirar lo que quedaba de la medio-zampada merienda cena.
– ¡NO! – Gritaron Blake, Penélope y Caroline al unísono.
James los miró con curiosidad y desconcierto.
– ¿Algo está mal?
– Estamos sólo… – dijo Penélope.
– Un poco… – interrumpió Caroline.
– Hambrientos – terminó Blake con énfasis.
James parpadeó.
– Ya lo veo.
Penélope llenó el siguiente momento de calma dirigiéndose a James y preguntándole
– ¿Se alojará con nosotros, señor?
– Era lo que había pensado, si, pero sólo si hay una habitación de sobra para mí – él echó una mirada a Caroline – no me había dado cuenta que la señorita Dent estaba aquí.
Penélope quebró totalmente su frente arrugándola.
– Pero seguramente se ha percatado de que la señorita Dent sólo nos visita de día, ella vive a casi una milla de aquí.
– Papá compró una casa de veraneo cerca de Bournemouth el otoño pasado – soltó Caroline bruscamente, me temo que aún no hemos conseguido informar a todo el mundo del cambio.
– Hmmm… – meditó Penélope, entrecerrando sus ojos por momentos – tenía la impresión de que usted había vivido en Bournemouth durante algún tiempo.
Caroline sonrió débilmente.
– Lo visitábamos muy a menudo.
– Sí – dijo Blake, pensando que debería hacer algo para salvar la situación, aun cuando estaba muy furioso con Caroline y James
– ¿No dijo que su padre alquiló la casa durante algunas temporadas antes de comprarla?
Caroline hizo un gesto afirmativo.
– Así es, exactamente.
Blake le lanzó la más arrogante de las sonrisas.
– Poseo una memoria extraordinaria.
– De eso no tengo la menor duda.
Hubo un enorme y embarazoso silencio, y luego Caroline se puso de pie.
– Hubiera sido mejor conseguir una casa. Se está haciendo tarde, y… ah… creo que el cocinero está preparando algo especial para cenar.
– Que afortunada – musitó Penélope.
– ¿Perdón?
– No, nada – dijo Penélope rápidamente lanzando una mirada entre James y Blake – pero estoy segura de que uno de estos dos caballeros estará encantado de acompañarla.
– En realidad, no es necesario. No está muy lejos.
James saltó sobre sus pies.
– Tonterías, me encantaría pasear con usted. Estoy seguro de que hay una gran cantidad de temas que poner al corriente.
– Sí – asintió Caroline – probablemente muchas más de las que nunca se hubiera imaginado.
En el momento en que la puerta se cerró tras ellos, Caroline se volvió a James y le dijo
– ¿Tienes algo comestible en tu carruaje?
– Un poco de pan y queso que traje conmigo de la posada ¿porqué?
Pero Caroline ya estaba revolviendo dentro del vehículo.
– ¿Dónde está? – preguntó echando hacia atrás la cabeza.
– Por Dios, mujer, ¿no te han estado dando de comer?
– En realidad, no; y es peor para Penélope y Blake, aunque últimamente he sentido algo de compasión por ellos.
James se metió dentro y cogió un trozo de pan de una bolsa que había en el asiento.
– ¿Qué demonios está pasando?
– Mmmble yyy mmmque.
– ¿Perdona?
Ella tragó la comida.
– Te lo contaré en un momento. ¿Tienes algo de beber?
Él sacó un pequeño frasco de su bolsillo.
– Solo un poco de brandy, pero no creo que eso sea lo que tu…
Pero ella ya lo había cogido y tomado un trago. James esperó pacientemente mientras ella tosía, balbuceaba y se callaba, entonces dijo
– Te estaba diciendo que no creía que el brandy fuera precisamente lo que tu necesitabas.
– Qué disparate – dijo ella con voz ronca – cualquier liquido me sirve.
Él volvió a coger el frasco, enroscando la tapa, y dijo
– Supongo que me contarás porqué los tres estáis delgados y famélicos. ¿Y porqué diablos está aquí Penélope? Ella arruinará toda la operación.
– ¿Entonces te dieron permiso en Londres para continuar con vuestros planes?
– No voy a responder a una sola de tus preguntas hasta que tú no contestes a las mías.
Ella se encogió de hombros.
– Fingiremos pasear entonces. Me temo que esto nos podría llevar una gran cantidad de tiempo.
– ¿Fingir pasear?
– Naturalmente va a llevarnos una hora llevarme de vuelta al cuarto de baño de Blake.
La boca de James se abrió de golpe.
– ¿Qué ?
Ella suspiró – ¿Prefieres la versión larga o la versión corta?
– Desde el momento en que debo acompañarte de alguna forma durante una hora hasta el cuarto de baño de Ravenscroft, optaré por la versión larga; de todas formas, promete ser más que interesante.
Ella saltó fuera del carruaje, sujetando con fuerza el trozo de queso que había encontrado con el pan.
– No tienes ni idea.
Dos horas más tarde, Blake estaba de muy mal genio.
Tenía un cabreo francamente formidable, de hecho. James y Caroline se habían ido durante mucho tiempo (durante más tiempo que les habría llevado llegar al cuarto de baño). Blake se maldecía a sí mismo. Incluso sus pensamientos le estaban empezando a parecer absurdos. Aun así, James solo necesitaba pasar una hora para continuar con el engaño de acompañar a Caroline a su casa. No es que nadie, incluida Caroline, tuviera idea de lo lejos que se suponía que estaba su casa, pero a Blake nunca le había llevado más de una hora ir a buscarla para el té.
Había pasado tanto tiempo andando de acá para allá en su cuarto de baño, que Penélope creyó que padecía de alguna clase de cruel dolencia estomacal.
Al final, mientras él se encaramaba en el borde del lavabo, oyó risas y pisadas que venían de las escaleras. Saltó al suelo, cerrando su boca en una linea sombría y se cruzó de brazos.
Un momento más tarde la puerta se abrió de repente, y Caroline y James casi se cayeron, ambos riendo tan fuerte, que apenas podían mantenerse de pie.
– ¿Dónde demonios habéis estado? – exigió Blake.
Ellos lo miraron como si intentaran responderle, pero él no podía comprender lo que decían entre medias de las risas.
– ¿Y de que narices os estáis riendo?
– Ravenscroft, habéis hecho cosas realmente extrañas – James jadeaba – pero esto… – él hizo un gesto con el brazo en el cuarto de baño – no tiene comparación.
Blake únicamente le miró con el ceño fruncido.
– Aunque – dijo James dirigiéndose a Caroline – tú has hecho un estupendo trabajo cambiando este lugar en la casa, la cama tiene un toque encantador.
Caroline miró hacia abajo al montón de mantas y almohadas limpias que había colocado en el suelo.
– Gracias. Lo hago lo mejor que puedo, con lo que tengo para utilizar – ella volvió a reír nerviosamente.
– ¿Dónde habéis estado? – repitió Blake.
– Podría pasar con unas pocas velas más – dijo Caroline a James.
– Sí, puedo ver que aumenta mucho la oscuridad aquí – contestó él – Esa ventana es enormemente pequeña.
– ¿Dónde habéis ESTADO? – rugió Blake. Caroline y James lo miraron con idéntica expresión en blanco.
– ¿Nos estás sermoneando? – preguntó James.
– ¿Perdón? – dijo Caroline justo en el mismo instante.
– ¿ Dónde – dijo Blake a través de los dientes apretados – habéis estado?
Se miraron el uno al otro y encogieron los hombros.
– No lo sé – dijo James.
– Oh, afuera y paseando – añadió Caroline.
– ¿Durante dos horas?
– Yo tenía que contarle todos los detalles – dijo ella.
– Después de todo, tú no querrías que él le dijera algo inapropiado a Penélope.
– Yo podía haberle contado todos los datos oportunos en menos de quince minutos – refunfuñó Blake.
– Estoy seguro de que podías haberlo hecho – contestó James – pero no habría sido tan entretenido.
– Bien, Penélope quiere saber donde has estado – dijo Blake irritado – quiere hacer una fiesta en tu honor, Riverdale.
– Pero yo creí que pensaba irse en dos días – dijo Caroline.
– Pensaba - la interrumpió bruscamente – pero ahora que nuestro querido amigo James está aquí alargará su estancia; dice que no todos los días tenemos alojado a un marqués.
– Ella está casada con un maldito conde – dijo James – ¿Qué le importa?
– A ella no le importa – contestó Blake – ella lo que quiere es casarnos a todos.
– ¿A quién?
– Preferiblemente a cada uno de nosotros.
– ¿A los tres? – Caroline pasó la mirada de un hombre a otro – ¿No es eso ilegal?
James se rió. Blake le lanzó la más desdeñosa de las miradas, y entonces dijo
– Tenemos que deshacernos de ella.
Caroline se cruzó de brazos.
– Me niego a hacer nada en contra de tu hermana, ella es una persona amable y gentil.
– ¡Ja! – chilló Blake – gentil, sandeces; es la mujer más resuelta y entrometida que conozco, excepto quizás, tú.
Caroline le sacó la lengua.
Blake la ignoró.
– Necesitamos encontrar la manera de conseguir que vuelva a Londres.
– Sería fácil falsificar un mensaje de su esposo – dijo James.
Blake negó con un gesto.
– No es tan fácil como crees, él está en el Caribe.
Caroline sintió una punzada de tristeza. Él había descrito una vez sus ojos como del color del agua en los trópicos. Era un recuerdo que llevaría consigo el resto de su vida, como si cada vez fuera más obvio que nunca poseería al hombre.
– Vale, entonces – dijo James – ¿y si la nota es de su ama de llaves o su mayordomo? Algo diciendo que la casa está en llamas.
– Eso es demasiado cruel – dijo Caroline – ella se preocuparía.
– Ése es el propósito – añadió Blake – queremos que se preocupe lo suficiente como para irse.
– ¿No podríamos referirnos a una inundación? – preguntó ella – es muchísimo menos preocupante que un fuego.
– Mientras tanto – dijo James – ¿Porqué no lanzamos una plaga de roedores?
– ¡Entonces nunca se irá! – exclamó Caroline – ¿Quién querría ir a una casa con ratas?
– Algunas mujeres que conozco lo hacen – dijo Blake secamente.
– ¡Eso es algo terrible!
– Pero cierto – acordó James.
Ninguno dijo nada durante unos minutos, y luego Caroline sugirió
– Supongo que nosotros podríamos continuar como estábamos – No ha sido tan malo estar aquí en el cuarto de baño ahora que Blake ha empezado a traerme material de lectura. Aunque apreciaría si pudiéramos hacer nuevos arreglos en lo referente a las comidas.
– ¿Puedo recordarte – dijo Blake – que en dos semanas Riverdale y yo lanzaremos nuestro ataque sobre Prewitt?
– ¿Ataque? – exclamó Caroline sinceramente horrorizada.
– Ataque, arresto – dijo James con un gesto de su mano – equivale a lo mismo.
– En cualquier caso – dijo Blake en voz alta, intentando captar su atención – lo último que necesitamos es la presencia de mi hermana – se dirigió a Caroline – me importa poco si pasas las próximas dos semanas encadenada a mi cuarto de baño, pero…
– Qué hospitalario por tu parte – murmuró ella.
Él la ignoró.
– Por mi vida si dejo que Prewitt se me escurra entre mis dedos a causa del inoportuno deseo de mi hermana de verme casado.
– No me agrada la idea de gastarle una broma cruel a Penélope – dijo Caroline – pero estoy segura de que si los tres nos unimos, podemos idear algún tipo de plan aceptable.
– Tengo la sensación de que tu definición de “aceptable” y la mía son inmensamente diferentes – comentó Blake.
Caroline le miró con el ceño fruncido, luego se dirigió a James y sonrió.
– ¿Tu que crees, James?
Él se encogió de hombros, mirando con más interés en la forma en que Blake les miraba a los dos encolerizadamente, que en las palabras de ella.
Pero eso fue antes de que oyeran a alguien golpeando la puerta.
Se quedaron helados.
– ¡Blake! ¡Blake! ¿A quién le estás hablando?
Penélope.
Blake comenzó a moverse frenéticamente hacia la puerta que estaba al lado de las escaleras, mientras James empujaba a Caroline hacia afuera.
Tan pronto como la puerta se cerró tras ella, Blake abrió la puerta del cuarto de baño, y con una expresión totalmente dulce dijo
– ¿Sí?
Penélope miró dentro, sus ojos pasaron de un rincón a otro.
– ¿Qué pasa aquí?
Blake parpadeó – ¿Disculpa?
– ¿A quién le estabas hablando?
James pasó rápidamente desde atrás de un vestidor.
– A mí.
Los labios de Penélope se abrieron con sorpresa.
– ¿Qué haces aquí? No me di cuenta que ya habías vuelto.
Él se apoyó contra la pared, como si fuera lo más natural del mundo estar en el cuarto de baño de Blake.
– Volví hace diez minutos.
– Teníamos unos asuntos que discutir – añadió Blake.
– ¿En el cuarto de baño?
– Me trae recuerdos de Eton y todo eso – dijo James con una sonrisa devastadora.
– ¿De veras? – dijo Penélope no muy convencida.
– Nadie tenía privacidad allí, ya sabes – dijo Blake – era verdaderamente despiadado.
Penélope apuntó hacia el montón de cobertores en el suelo.
– ¿Qué hace eso aquí?
– ¿Qué? – preguntó Blake, retardando la respuesta.
– Los cobertores.
– ¿Esos? No tengo ni idea.
– Tienes un montón de cobertores y almohadas en el suelo de tu cuarto de baño ¿y no sabes por qué?
– Supongo que Perriwick podría haberlas dejado ahí. Tal vez quiere decir que las ha limpiado.
Penélope frunció el ceño.
– Eres un mentiroso aborrecible.
– En realidad, miento muy bien, es sólo que me falta un poco de práctica.
– Entonces ¿admites que me estás mintiendo?
– No creo haber admitido tal cosa.
Él se volvió hacia James con una mirada cándida.
– ¿Verdad, Riverdale?
– Creo que no. ¿ Tu qué crees, Penélope?
– Yo creo – refunfuñó Penélope – que ninguno de los dos va a dejar esta habitación hasta que no me cuente lo que está pasando.
Caroline escuchaba la conversación a través de la puerta, conteniendo la respiración, mientras Penélope interrogaba a los dos caballeros con la habilidad de un verdugo.
Caroline expulsó un suspiro silencioso y se sentó. Por lo que sucedía en el cuarto de baño, podría estar metida en el hueco de la escalera durante horas. Desde luego, Penélope no presentaba signos de darse por vencida en el interrogatorio.
Al tiempo que miraba el punto de luz, decidió descartar el hecho de que el hueco de la escalera estaba tan oscuro como el hollín, podría ser atrapada en la más extravagante de las situaciones, pero prefería estar muda y no tener ni cabeza ni pies, que estar con los Prewitt. ¡Cielos! Si no se hubiera escapado, probablemente ahora sería una Prewitt.
Que pensamiento tan horrible.
Pero no tan horrible como lo que sucedió a continuación. Es posible que ella hubiera removido el polvo cuando se sentó, o podía ser que los dioses sencillamente se hubieran aliado contra ella, pero su nariz comenzó a sentir cosquillas.
Después le empezó a picar.
Tapó con su dedo índice una de las fosas nasales, pero no dio resultado. Cosquilleo, picor, cosquilleo, picor. Ah… Ah… Ah… ¡AH-CHISSS!
– ¿Qué ha sido eso? – preguntó Penélope.
– ¿Qué ha sido el qué? – contestó Blake al mismo tiempo que James empezaba a estornudar incontrolablemente.
– Para de hacer el ridículo – le dijo Penélope bruscamente a James – oí estornudar a una mujer, y la oí claramente.
James empezó a estornudar haciendo mucho ruido.
– ¡Para! – ordenó Penélope caminando rápidamente hacia la puerta de las escaleras.
Blake y James saltaron violentamente hacia ella, pero fue demasiado tarde. Penélope ya había abierto la puerta bruscamente.
Y ahí, en el rellano, estaba sentada Caroline, acuclillada, con todo su cuerpo dolorido por los estornudos.