CAPITULO 23

san-guine (adjetivo). Esperanzador o confiado con respecto a algún tema en particular.


san-guin-ar-y (adjetivo). Está presente en los derramamientos de sangre, se caracteriza por que mata con brutalidad.


Después de esta noche, no volveré a confundir las palabras sanguíneo (sanguine) y sanguinario (sanguinary).

Del diccionario personal de Caroline Ravenscroft.


Caroline entrecerró los ojos para ver el horizonte, pero con la bruma oscura de la noche no podía ver nada; esto no la sorprendió. Blake y James nunca serían tan estúpidos como para usar una linterna; probablemente estarían escondidos detrás de una roca o un arbusto usando la débil luz de la luna, para espiar las actividades que sucedían abajo en la playa.

– No veo nada – le dijo a Oliver – debes estar equivocado.

Él movió su cabeza muy lentamente hacia la cara de ella.

– En realidad, tu crees que soy idiota ¿verdad?

Ella lo meditó.

– No, no un idiota. Muchas otras cosas, pero no un idiota.

– Tu marido – dijo él señalando hacia adelante – está escondido entre esos árboles.

– ¿Quizá deberíamos avisarle de nuestra presencia? – preguntó ella con esperanza.

– Oh, nosotros los avisaremos, no temas.

Oliver detuvo el calesín con un tirón cruel de las riendas y la empujó hacia el suelo. Caroline cayó al duro suelo por su lado, tosiendo, sobre la suciedad y la hierba. Ella levantó la vista sólo para ver a su anterior tutor sacar un arma.


– Oliver…

Él apuntó con el arma a su cabeza.

Ella cerró su boca.

Él empezó a caminar sacudiendo su cabeza a la izquierda.

– Empieza a caminar.

– Pero esto es el acantilado.

– Hay un camino. Síguelo.


Caroline miró abajo. Un sendero estrecho había sido construido en la colina inclinada de gran pendiente. El camino zigzagueaba bajando hacia la playa, y no cabía mucho más que un viento enérgico para enviar piedrecitas sueltas rodando hacia abajo por la pendiente. No parecía seguro, pero era considerablemente más atractivo que una bala del arma de Oliver. Ella decidió seguir sus indicaciones.

– Necesitaré que desates mis manos – dijo ella – para equilibrarme.

Él frunció el ceño, después accedió murmurando

– No me sirves muerta.

Ella comenzó a respirar con un suspiro de alivio.

– Todavía no.

El estómago de ella se agitó.

Él terminó de desatar sus manos y la empujó hasta el borde pensando en voz alta.

– En realidad podrías ser más útil como viuda.


Esta vez, el estómago de ella iba a arrojar su contenido, pero ella tragó la bilis, tosiendo por el gusto ácido de su boca. Su corazón podía ir a toda velocidad, ella podía sentirse más allá del terror, pero tenía que ser fuerte por Blake. Ella dio unos pasos sobre el sendero y empezó a descender.


– No intentes ningún movimiento falso – dijo él – serías inteligente si recordaras que tengo un arma apuntándote a la espalda.

– No es probable que lo olvide – dijo ella mordazmente – tocando con la punta de los pies por delante para notar las piedras que se desprendían.

Maldición, pero este sendero era traicionero por la noche. Ella había realizado grandes caminatas en senderos parecidos durante el día, pero la luz del sol era un aliado poderoso.


Él apretó el cañón de la pistola contra la espalda.

– Más rápido.

Caroline balanceó sus brazos salvajemente para mantener el equilibrio. Cuando quedó tranquila de que ya no iba a caer para morir, le dijo bruscamente

– No voy a morir con el cuello roto, y créeme, si empiezo a caer, lo primero a lo que me voy a sujetar es a tu pierna. Eso le cerró la boca a él, y no la volvió a molestar hasta que estuvieron a salvo en la playa.


* * *

– Voy a matarla – dijo Blake en voz baja.

– Perdona, pero la tendrás que rescatar primero – le recordó James – y podrías querer guardar tus balas para Prewitt.

Blake le lanzó una mirada decididamente nada divertida

– Voy a atarla estupendamente bien a la pata de la cama.

– Ya lo intentaste una vez.

Blake se giró violentamente.

– ¿Cómo puedes permanecer ahí y hacer malditos chistes? – le preguntó – Tiene a mi esposa. ¡Mi esposa.!

– ¿Y cual, perdona que te diga, es la utilidad de catalogar el modo y el método de castigarla? ¿Cómo es que piensas rescatarla?

– Le dije que se quedara allí – refunfuñó Blake – juró que no abandonaría Seacrest Manor.

– Quizá te escuchó, quizá no; de cualquier modo, no hay la más mínima diferencia ante esta situación.

Blake se dirigió hacia su mejor amigo, manteniendo en su rostro una extraña combinación de miedo y arrepentimiento.

– Tenemos que rescatarla. No me importa si perdemos a Prewitt, no me importa si la maldita misión se arruina por completo. Nosotros…

James extendió su mano sobre el brazo de Blake.

– Lo sé.


Blake indicó con la mano a los otros dos hombres del Ministerio de Defensa que dieran la vuelta y les explicó la situación. No tenían mucho tiempo para planear.

Oliver ya estaba obligando a Caroline a descender hacia la playa, pero hacía mucho tiempo que Blake había aprendido que no había un sustituto para la buena comunicación, así que se reunieron para ponerse de acuerdo en la estrategia.


Desgraciadamente, ese fue el momento en que los hombres de Oliver eligieron para atacar.


* * *

Una vez sobre la playa, Caroline se dio cuenta de que el agua del Canal no era tan tranquila como ella había creído; y no era el viento el que originaba esa agitación. Un pequeño bote que ella reconoció como de Oliver estaba amarrado cerca de la playa.

– ¿Dónde demonios has estado?

Caroline giró sobre sí misma y parpadeó sorprendida. La voz había sonado como si perteneciera a un tipo de persona grande y corpulento; pero el tipo que andaba bajo la luz de la luna era delgado y de una elegancia perturbadora.

Oliver sacudió su cabeza dirigiéndose hacia el bote y se abalanzó dentro del agua, arrastrando a Caroline con él.

– Me detuve necesariamente.

El otro hombre examinó a Caroline con detenimiento y de forma descortés.

– Es muy atractiva, aunque no precisamente inevitable.

– No es tan atractiva – dijo Oliver burlonamente – pero está totalmente casada con un agente del Ministerio de Defensa.

Caroline se quedó sin aliento y tropezaba con las rodillas, remojando la falda de arriba a abajo.

Oliver dejó escapar una carcajada de risa triunfante.

– Simplemente una teoría, mi querida Caroline, y una que acabas de afirmar.


Ella se tambaleó hacia atrás sobre sus pies, balbuceando y maldiciéndose todo el tiempo. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Ella sabía más que para mostrar una simple reacción, pero Oliver la había sorprendido.

– ¿Eres idiota? – siseó el otro hombre – El francés nos paga suficiente por este cargamento para situarnos bien de por vida. Si has comprometido nuestra oportunidad…

– ¿Cargamento? – preguntó Caroline. Ella creía que Oliver había estado llevando mensajes y documentos secretos, pero la palabra cargamento parecía indicar algo más grande ¿Podrían estar haciendo contrabando de munición? ¿Armas? El bote no parecía suficientemente grande para transportar algo tan grande.

Los hombres la ignoraron.

– La esposa de un agente – musitó el desconocido – Por todos los demonios, tu eres estúpido. Lo último que necesitamos es la atención del Ministerio de Defensa.

– Nosotros ya teníamos esa atención – Oliver se lanzó hacia atrás, tirando de Caroline y metiéndose más profundamente en el agua.

– Blake Ravenscroft y el marqués de Riverdale están arriba en el acantilado; han estado observándote toda la noche, si no hubiera sido por mi…

– Si no hubiera sido por ti – interrumpió el otro hombre, tirando de Caroline contra él – nunca habríamos sido descubiertos, en primer lugar. Seguro que Ravenscroft y Riverdale no se enteraron de nuestra tarea por mí.

– ¿Conoce a mi marido? – dijo Caroline, demasiado sorprendida para luchar.

– Sé de él – contestó – y mañana, sabrá de él toda Francia.

– Dios bendito – susurró ella. Oliver debe hacer contrabando sacando una lista de los agentes. Agentes que entonces serían blanco para asesinarlos. Agentes como Blake y James.


Ella pensó en diez planes diferentes todos a una, y los descartó todos. Un grito parecía menos útil; si Blake estaba observando la playa, seguramente ya la habría visto y no necesitaría alertarlo de su presencia; y atacando a Oliver o al agente francés solo conseguiría que la mataran. La única posibilidad era quedarse quieta un tiempo, hasta que Blake y James llegasen.


¿Pero entonces qué sucedería? Ellos no tendrían el elemento sorpresa. Oliver sabía que ellos estaban ahí.

Ella contuvo la respiración. Oliver parecía totalmente despreocupado por la presencia del Ministerio de Defensa.

Sin pensarlo, ella miró hacia arriba al acantilado, pero no vio nada.

– Tu marido no te va a rescatar – dijo Oliver con una cruel satisfacción – mis hombres los están vigilando incluso mientras hablamos.

– ¿Entonces porqué me trajiste aquí? – susurró con el corazón destrozado por dentro del pecho – no me necesitabas.

Él se encogió de hombros.

– Por capricho. Quería que él supiera que te tenía. Lo quería para que me viera dejarte con Davenport.

El hombre al que llamó Davenport se rió ahogadamente y tiró de ella para acercarla.

– Ella puede probar a entretenerme.

Oliver frunció el ceño.

– Antes te dejaré que te la lleves y escapes.

– No puedo ir a ningún sitio hasta que no llegue el cargamento – espetó Davenport.

– ¿Dónde demonios está ella?

¿Ella? Caroline parpadeó e intentó no mostrar ninguna reacción.

– Está llegando – dijo Oliver de pronto – ¿Y cuánto tiempo hace que conoces a Ravenscroft?

– Unos cuantos días, quizá una semana, tú no eres mi único medio de transporte.

– Deberías habérmelo dicho – gruñó Oliver.

– No me has dado ninguna razón para confiar en ti con ninguna otra cosa que no sea suministrarme un bote.


Caroline se aprovechó de que uno de los hombres estaba enfrascado argumentando, para recorrer la playa y el acantilado con la mirada buscando alguna señal de movimiento. Blake estaba allí arriba luchando por su vida y no había ninguna maldita cosa que ella pudiera hacer respecto a eso. No se había sentido tan desesperada en su vida, ni siquiera con el desfile de sus horribles tutores, ella siempre se había aferrado a la esperanza de que finalmente su vida sería normal, pero si mataban a Blake…


Ahogó un sollozo. Era demasiado horrible incluso de contemplar.

Y entonces, fuera del ángulo de su ojo, vio movimiento al fondo del sendero por el que acababa de descender; luchó con la urgencia de volver la cabeza y mirar por si eran Blake y James que venían a rescatarla, pero no quería arruinar el elemento sorpresa.


Pero por la figura que se acercaba arrastrándose, Caroline se percató que era demasiado pequeña para ser Blake o James, o cualquier hombre de ese tamaño; de hecho, se movía de un modo contundentemente femenino.

Sus labios se abrieron con sorpresa. Carlotta De León. Tenía que ser. La ironía era asombrosa. Carlotta se acercaba, silenciosamente aclarando su garganta una vez que estuvo al alcance del oído. Oliver y Davenport pararon la discusión inmediatamente y se dirigieron hacia ella.

– ¿Lo tienes? – le preguntó Davenport.

Carlotta afirmó con la cabeza y habló; su voz tenía un acento indefinido y alegre.

– Era demasiado peligroso traer la lista, pero lo tengo en la memoria.

Caroline miró a la mujer que, en cierto modo, era la responsable de su matrimonio con Blake.

Carlotta era pequeña, con piel de alabastro y pelo negro, sus ojos tenían una mirada envejecida, como si pertenecieran a alguien mucho mayor.


– ¿Quién es esta mujer? – preguntó Carlotta.

– Caroline Trent – respondió Oliver.

– Caroline Ravenscroft – espetó ella.

– Ah, si, Ravenscroft, que tonto olvidarme que tú ahora eres una esposa – Oliver sacó su reloj de bolsillo y lo abrió de golpe – perdóname, ahora una viuda.

– Te veré en el infierno – siseó ella.

– De eso no me cabe duda, pero creo que antes verás mucho más interesante la presencia del señor Davenport.

Caroline olvidó completamente que el mencionado señor Davenport estaba sujetando su brazo y embistió a Oliver. Davenport se mantuvo firme, pero ella se las apañó para enviar un buen puñetazo al estómago de Oliver. Él se dobló de dolor, pero desafortunadamente no perdió el control de su pistola.

– Mis felicitaciones – dijo Davenport en voz baja y burlona – he esperado hacer eso durante meses.

Caroline se dio media vuelta.

– ¿De qué parte está usted?

– De la mía. Siempre.

Entonces levantó su brazo, mostrando por primera vez una pistola negra y reluciente y disparó a Oliver en la cabeza.


Caroline gritó. Su cuerpo se sacudió por el impacto del arma, y sus oídos le zumbaban y sonaban por la explosión.

– Oh, Dios mío – gemía – oh, Dios mío.

Ella no quería mucho a Oliver, incluso estaba de acuerdo en proporcionar al gobierno información que lo pudiera enviar a la horca, pero esto… esto era demasiado. Sangre en su vestido y en la olas llenas de espuma, el cuerpo de Oliver flotando boca abajo en el agua…


Ella se alejó del lado de Davenport retorciéndose y vomitó. Cuando pudo incorporarse de nuevo, se dirigió hacia su nuevo secuestrador y sencillamente preguntó

– ¿Por qué?

Él se encogió de hombros.

– Sabía demasiado.

Carlotta miró a Caroline y de forma lenta y a propósito, cambió su mirada a Davenport.

– Así que – dijo en ese delicado acento español que Caroline comenzaba a detestar.

– Es ella.


Lo primero que pensó Blake cuando oyó el disparo fue que su vida había terminado. Su segundo pensamiento fue exactamente el mismo, aunque no por la misma razón. Tan pronto como se dio cuenta de que no estaba muerto, y que James se dirigía a traer al rufián que intentaba dispararle con una bala certera hacia su cabeza, se le ocurrió que el disparo que había oído no había sido lo suficientemente fuerte como para haberlo disparado sobre la colina.


Venía de la playa, y eso sólo podía significar una cosa, Caroline había muerto, y su vida se había acabado.


El arma se le fue de las manos, y por un momento quedó débil, incapaz de moverse. Fuera del ángulo de su ojo, vio a uno de los hombres de Prewitt cargando hacia él, y sólo en el último momento recuperó la suficiente sangre fría para girarse y golpear al hombre en el estómago. Se agachó con un gruñido de dolor mientras Blake lo vigilaba, con el sonido del balazo de la playa todavía en su mente.

Dios mío, nunca le dije que la amaba.


James llegó corriendo por el otro lado con un trozo de cuerda colgando de sus manos.

– Este es el último de ellos – dijo arrodillándose para atar al hombre que se había caído.

Blake no dijo nada.

James no parecía darse cuenta de la angustia de su amigo.

– Hemos derribado a un hombre, pero creo que vivirá. Sólo tiene una herida de cuchillo en el hombro, la hemorragia está casi bajo control.

Blake veía la cara de ella, sus risueños ojos azul-verdosos y el labio superior delicadamente arqueado que suplicaba ser besado. Podía oír su voz, susurrando palabras de amor, palabras que él nunca le había devuelto.

– ¿Blake?

La voz de James lo sacó de sus pensamientos y de su continuo dolor, y bajó la vista.

– Tenemos que empezar.

Blake sólo volvió a mirar a la playa.

– ¿Blake? ¿Blake? ¿Estás bien? – James se puso de pie y palpaba a su amigo por debajo, buscando alguna herida.

– No, yo…

Y entonces lo vio, un cuerpo flotando en la playa, sangre en el agua. ¡Y Caroline viva!

La mente de Blake volvió a la vida de golpe, y su cuerpo también.

– ¿Cuál es la mejor forma de bajar? – preguntó bruscamente.

– No tenemos mucho tiempo.


James sopesó la manera en que el hombre y la mujer que mantenían a Caroline secuestrada, estaban discutiendo.

– No – asintió – no lo tenemos.

James recuperó su arma del suelo y se dirigió a James y a William Chartwell, el hombre ileso del Ministerio de Defensa.

– Tenemos que descender lo más silenciosamente posible.

– Hay dos senderos – dijo Chartwell – examiné ayer el terreno. Está el que usó Prewitt para obligarla a ella a bajar a la playa, y otro, pero…

– ¿Dónde está? – interrumpió Blake.

– Allá – contestó Chartwell sacudiendo su cabeza – pero…

Blake ya había salido corriendo.

– ¡Espera! – siseó Chartwell – ese es muy escarpado, será imposible ir por la noche.

Blake se agachó donde comenzaba el sendero y entrecerró los ojos, la luz de la luna le proporcionaba una bonita y pequeña claridad. Al contrario que el otro camino, este estaba protegido por árboles y arbustos.

– ¡Es nuestra única esperanza de bajar sin que nos descubran!

– ¡Es un suicidio! – exclamó Chartwell


Blake se giró vertiginosamente.

– Mi mujer está a punto de que la maten.

Y sin esperar para ver si sus otros compañeros lo seguían, empezó el recorrido lento y traicionero hasta la playa. Era agobiante no poder correr apresuradamente por la ladera, cada segundo era crucial si quería volver a su casa en Seacrest Manor con Caroline segura en sus brazos; pero el terreno no permitía ninguna otra cosa que diminutos pasos de bebé. Como fuera, él tenía que hacer la mayoría del trayecto de lado para no perder el equilibrio.


Oyó un pequeño guijarro rodar por la pendiente del sendero y entonces sintió como si golpeara su tobillo. El alboroto sólo podía significar (gracias a Dios) que James lo seguía. Con respecto a Chartwell, Blake no lo conocía lo suficientemente bien como para predecir lo que haría, pero tenía suficiente confianza en el Ministerio de Defensa, para saber que al menos no haría nada que arriesgara el rescate de Caroline.


Mientras descendía, el viento cambió y empezó a llevar sonidos de la playa. El hombre y la mujer que tenían a Caroline secuestrada estaban discutiendo. La voz de Prewitt estaba claramente ausente y Blake solo podía dar por hecho que él era el cuerpo que flotaba en la playa.


Entonces fue cuando oyó un llanto brusco de Caroline. Blake se obligó a tranquilizarse. El llanto de ella era más de sorpresa que de dolor y necesitaba mantener la cabeza fría si quería llegar al final del sendero de una pieza.

Llegó a un pequeño saliente y paró para recuperar la respiración y analizar la situación. Unos segundos más tarde, James estaba a su lado.

– ¿Qué sucede? – preguntó James.

– No estoy seguro. Ella parece ilesa. Pero aún no sé como podemos salir ahí y salvarla. Especialmente cuando todos están de pie en el agua.

– ¿Ella sabe nadar?

– Diablos, no tengo ni idea.

– Bueno, ella creció al lado de la costa, podemos pensar que sí, y… ¡Dios mío!

– ¿Qué?

La cabeza de James se giró lentamente para mirarlo – Esa es Carlotta De León.

– ¿Estás seguro?

– Definitivamente.

Blake intuía que su amigo tenía más que decir.

– ¿Y…?

– Y eso significa que tenemos un problema peor del que temíamos – James tragó saliva.

– Carlotta De León es tan cruel como los que la acompañan y una fanática de la causa. Habría disparado a Caroline con una mano y usado la otra para pasar las páginas de la Biblia.


* * *

Caroline sabía que el tiempo se acababa, Davenport no tenía ninguna razón para mantenerla con vida; evidentemente sólo se proponía tener lo que él consideraba un pequeño juego con ella. Probablemente creyó que sería interesante tomar a su manera a la esposa de un agente de la corona.


Carlotta, por otro lado, estaba más motivada por razones políticas, la mayoría de las cuales implicaban la caída del Imperio Británico. Y era obvio que la mujer creía apasionadamente en su causa.

Sus dos secuestradores estaban discutiendo por el destino de Caroline, y ella no tenía duda de que la discusión iba a ir subiendo de tono hasta que sólo se oyeran gritos dentro de poco). Tampoco dudaba que Carlotta saldría victoriosa, era sencillo llegar a esta deducción, Davenport siempre podría encontrar otra mujer a la que importunar, y no era probable que Carlotta encontrara otro país para destruirlo.

Y eso significaba que Caroline acabaría muerta si no hacía algo pronto.


Todavía estaba sujeta firmemente por las garras de Davenport, pero se retorció hasta encararse con Carlotta y le dijo bruscamente.

– Ellos van detrás de ti.

Carlotta se quedó helada y se dirigió a Caroline.

– ¿Qué quieres decir exactamente?

– Saben que estás en el país. Quieren verte colgada.

Carlotta se rió.

– Ni si quiera saben quién soy yo.

– Oh, sí, lo saben – contestó Caroline – la señorita De León.

Los nudillos de Carlotta se pusieron blancos alrededor de su pistola.

– ¿Quién eres tú?

Esta vez fue el turno de Caroline para reír.

– ¿Creerías que soy la mujer que confundieron contigo? Divertido pero cierto.

– Sólo hay un hombre que me ha visto.

– El marqués de Riverdale – añadió Caroline, Oliver ya había dicho su nombre y el de Blake, así que no parecía que necesitase estar en secreto.

– Si pudiera interrump… – llegaba la voz sarcástica de Davenport.

¡ BANG !

La fuerza fue tan grande que Caroline estuvo segura de que había sido un disparo, pero entonces ella se dio cuenta de dos cosas, que a ella no le dolía, y que la garra de Davenport se había aflojado totalmente.

Ella tragó saliva convulsivamente y se dio la vuelta, dos cuerpos estaban flotando en el agua.

– ¿Por qué hiciste eso?

– Él me irritaba.


El estómago vacío de Caroline se agitaba a punto de vomitar.

– Nunca supe su nombre – dijo Carlotta suavemente.

– ¿Quién?

– El marqués.

– Bueno, desde luego él sabe el tuyo.

– ¿Por qué me cuentas esto?

– Autoconservación, simple y pura.

– ¿Y con esto pretendes salvarte?

Los labios de Caroline se curvaron en una enigmática sonrisa.

– Si yo sé tanto, sólo piensa qué más podría decirte.

La mirada de la mujer española era dura y acerada.

– Si sabes tanto – dijo con escalofriante suavidad – entonces ¿por qué no debería matarte ahora mismo?


Caroline luchó por mantener la compostura.

Sus rodillas estaban tiritando, y sus manos temblaban, pero esperaba que Carlotta achacara eso al agua fría que se arremolinaba alrededor de sus piernas; no tenía ni idea de si Blake estaba vivo o muerto, pero de cualquier forma, ella tenía que ser fuerte. Si él hubiera (Dios no lo quisiera) sido asesinado sobre la colina, ella no iba a dejar que el trabajo de su vida fuera completamente destruido por esta mujer pequeña y de gran melena morena. A ella no le importaba si moría en el proceso, pero no iba a dejar que esa lista de agentes del Ministerio de Defensa saliera del país.


– No digo que sepa demasiado – dijo Caroline finalmente – pero podría saber exactamente lo que quieres.

Hubo un momento de silencio espantoso, y luego Carlotta levantó el arma.

– Me arriesgaré.

En ese momento Caroline se dio cuenta de que le iba a disparar, no quería morir, no estaba todavía preparada para dejar este mundo. No quería sentir el dolor de una herida por arma de fuego, saber que una bala desgarraba su piel y su sangre fluía hasta mezclarse con el agua fría del Canal de la Mancha.

Y que Dios la ayudara, no podía morir sin conocer el destino de Blake.

– ¡No puedes! – chilló – ¡No puedes matarme!

Carlotta sonrió.

– ¿Oh?

– No tienes balas.

– Tengo otra pistola.

– Nunca huirás sin mí.

– ¿Cómo es eso?

Caroline afirmó con la cabeza frenéticamente, entonces se dio cuenta de un embrollo, y estuvo tan agradecida por ello, que estuvo a punto de darle una comisión a un convento, solo para mostrar su gratitud.

– ¿Y por qué, te ruego que me lo digas, es eso?

– Porque el bote se está alejando.


Carlotta se dio la vuelta rápidamente, vio el bote de Oliver que se dirigía hacia el mar abierto y soltó una palabra que Caroline nunca había oído antes decir a una mujer.


Cuando los pies de Blake pisaron la playa arenosa, todo lo que pudo hacer fue no correr hacía el mar y tirar de su esposa para salvarla. Pero él había elegido el sendero más escarpado para no echar a perder el elemento sorpresa y sabía que tenía que proceder con cuidado y precaución. James se lanzó suavemente siguiéndolo poco después, y juntos observaron la escena.


Carlotta parecía estar completamente desencajada, moviendo su puño y chillando maldiciones al bote que se alejaba; y Caroline muy lentamente se retiraba alejándose, bordeando la orilla de la playa.

Pero justo cuando se las había ingeniado para llegar lo suficientemente lejos como para que pudiera salir corriendo y salvarse, Carlotta se dio media vuelta y levantó el arma justo al centro de Caroline.


– Tú no vas a ningún sitio – le dijo con voz venenosa.

– ¿No podríamos al menos salir del agua? – contestó Caroline – ya no puedo sentir mis pies.

Carlotta afirmó secamente con un gesto.

– Muévete muy lentamente. Un paso en falso y te mataré, juro que lo haré.

– Te creo – respondió Caroline con una mirada significativa al cuerpo de Davenport.

Lentamente, sin apartar los ojos la una de la otra, las dos mujeres salieron del agua hasta pisar la playa.


Desde su escondite entre los árboles, Blake observaba toda la conversación, sentía a James pegado a su lado, y oyó que le murmuraba en la oreja.


– Espera a que ellas vengan un poco más cerca.

– ¿Por qué? – preguntó Blake en respuesta.

Pero el marqués no contestó.

Blake observaba a Carlotta como un halcón, esperando el momento justo para disparar el arma y desprenderla de su mano. No había tirador más certero que él en toda Inglaterra, y Blake era consciente de que podía hacerlo, pero no mientras Caroline bloqueara su trayectoria.


Pero entonces, antes de que Blake pudiera pararlo, James comenzó a andar repentinamente, saliendo a la zona despejada, con ambas manos en el aire.

– Déjala ir – dijo el marqués en voz baja – yo soy el único que quieres.

La cabeza de Carlotta se giró con una pequeña oscilación.

– ¡Tú!

– En persona.

La boca de Caroline se abrió de golpe.

– ¿James?

El arma de Carlotta realizó un arco en el aire como si ella cambiara su objetivo.

– He estado soñando con este día – siseó ella.

James sacudió su cabeza para señalar a Caroline que saliera de allí.

– ¿Esto es todo con lo que has estado soñando? – ronroneó.

Caroline retuvo su respiración, James parecía absolutamente seductor.

– ¿Qué demonios habría sucedido entre esos dos? ¿Y dónde estaba Blake?

– Caroline – dijo James en un tono convincente – apártate, esto es entre la señorita De León y yo.

Caroline no tenía ni idea de lo que estaba tramando, pero ella no iba a dejarlo a merced de una mujer que parecía como si quisiera despellejarlo vivo.

– James – dijo ella – tal vez yo…

– ¡MUEVETE! – Bramó.

Ella lo hizo, y en menos de un segundo sonó un disparo. Carlotta aullaba de dolor y sorpresa, y James atacó hacia adelante y tirándola al suelo; hubo una pelea, pero James pesaba unos cuarenta kilos más que la pequeña española, y ella no tenía ninguna oportunidad.


Caroline corrió para ayudar, pero antes de que ella llegase a donde estaban ellos, también fue abordada desde donde se encontraba.

– ¿Blake? ¡Oh, Blake! – Ella se lanzó a sus brazos – Creí que nunca te volvería a ver.

La aplastó contra él y la sostuvo con todas sus fuerzas.

– Caroline – jadeó él – Cuando vi… cuando oí…

– Creí que estabas muerto. Oliver me lo dijo.

Blake se aferró a ella, todavía incapaz de creer que estaba a salvo; sabía que la sujetaba apretando demasiado, que su delicada piel se lastimaría por ello, pero no podía soltarla.

– Caroline – le dijo roncamente – tengo que decirte…

– Yo no me fui de Seacrest Manor – le interrumpió ella apresurándose para hablar – Lo juro, quería hacerlo, pero no lo hice porque no quería traicionar tu confianza, pero entonces Oliver me secuestró, y…

– No me importa – meneó su cabeza negativamente, sabiendo que las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero completamente a merced de sus emociones – no me importa nada de eso. Yo creí que ibas a morir, y…

Ella susurró su nombre y acarició su mejilla; y él estaba deshecho.

– Te amo, Caroline. Te amo, y tú ibas a morir, y todo lo que yo pensaba…

– Oh, Blake.

Él la levantó cogiéndola de los brazos manteniendo el equilibrio con todo su cuerpo.

– Todo lo que pensaba era lo que nunca te lo podría decir, y que tú nunca podrías oírme decírtelo, y…

Caroline colocó un dedo sobre sus labios.

– Te amo, Blake Ravenscroft.

– Y yo te amo, Caroline Ravenscroft.

– Y yo no amo demasiado a Carlotta De León – refunfuñó James – así que, si alguno de vosotros se presta a ayudarme, me gustaría inmovilizarla y terminar con ella.

Blake se separó de su esposa con una expresión vergonzosa en su cara.

– Perdona, Riverdale.

Caroline los siguió y vio como la espía española estaba atada y amordazada.

– ¿Cómo pensáis subirla a la colina?

– Oh, mierda – musitó James – yo no quiero cargar con ella.

Blake suspiró.

– Supongo que podríamos mandarla en un bote mañana.

– ¡Oh! – exclamó Caroline – ¡me acabo de acordar! Casi se me olvida, vi a la gente en el bote de Oliver antes de que se fueran navegando. Era Miles Dudley, justo lo que pensábamos. No reconocí al otro hombre, pero estoy segura de que si arrestáis al señor Dudley, os conducirá al otro.


En ese momento, Chartwell se deslizó colina abajo.

– ¿Qué sucedió? – preguntó él.

– Me sorprende que no vieras todo desde la seguridad del acantilado – dijo Blake agriamente.

Pero la cara de James se iluminó.

– No, no, Ravenscroft, no le eches la bronca al chico. Llega justo a tiempo.

Chartwell miró de forma suspicaz.

– ¿Justo a tiempo para qué?

– ¿Por qué?, tú vigila a la señorita De León; nosotros vamos a enviar un bote que venga a buscaros por la mañana. Y mientras estás aquí, puedes sacar esos dos cuerpos fuera del agua.

Chartwell sólo afirmó con la cabeza, sabiendo que no tenía elección.

Blake miró hacía la colina.

– Diablos, estoy cansado.

– Oh, no tenemos que ir por el sendero – dijo Caroline apuntando hacia el este – si no os importa pasear una media milla más o menos por la playa, la colina desaparece, y el paseo es relativamente llano hasta la carretera.

– Yo tomaré el sendero – dijo James.

– ¿Estás seguro? – preguntó ella frunciendo el ceño – Debes estar terriblemente fatigado.

– Alguien tiene que ir a por los caballos, vosotros id delante, nos encontraremos en la carretera.

Y antes de que ninguno de los Ravenscrofts pudiera discutir, James se había marchado y estaba peleándose con el escarpado sendero.


Blake sonrió y tiró de la mano de Caroline.

– Riverdale es un hombre Muy inteligente.

– Oh, ¿De veras? – Caroline iba detrás de él, dejando a Chartwell vigilando a la prisionera.

– ¿Y qué te incitó a hacer esa observación esta vez?

– Tengo la sensación de que sería un poco incómodo que nos acompañara.

– Oh. ¿Por qué?

Blake le mostró su expresión más ardiente.

– Bueno, como sabes, hay ciertos aspectos del matrimonio que requieren intimidad.

– Ya veo – dijo ella gravemente.

– Podría besarte una o dos veces por el camino.

– ¿Sólo dos veces?

– Posiblemente tres veces.

Ella hizo como que pensaba en eso.

– Creo que tres veces será poco.

– ¿Cuatro?

Ella rió, negando con su cabeza y comenzó a correr por la playa.

– ¿Cinco? – propuso él continuando a su lado con sus largas zancadas.

– Seis. Prometo seis, e intentaré siete…

– ¡Ocho! – gritó ella – pero sólo si me pescas.

Él se forzó a correr y la abordó hasta acabar en tierra.

– ¡Te pesqué!

Ella tragó saliva, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

– Sí, lo hiciste. Es muy divertido, en realidad.

Blake tocó su mejilla, sonriéndole con todo el amor del mundo.

– ¿Qué?

– Oliver salió a pescar una heredera, tú saliste a pescar una espía, y al final…

Arrastraba las palabras, y su voz se ahogaba con la emoción.

– ¿Y al final?

– Al final, yo te pesqué a ti.

Él la besó una vez, suavemente.

– Desde luego que lo hiciste, mi amor. Desde luego que lo hiciste.


SELECCIÓN DEL

DICCIONARIO PERSONAL DE

CAROLINE RAVENSCROFT


Julio 1815


non-par-eil (sustantivo). Una persona o cosa que no tiene igual. Algo único.

Un año de matrimonio y todavía creo que mi marido no tiene igual (es nonpareil).


Noviembre 1815


e-da-cious (adjetivo). Consagrado a la comida. Voraz.

Estoy totalmente hambrienta ahora y llevo un niño dentro de mi, pero todavía no soy tan voraz (edacious) como lo estaba en aquellos días, mientras estaba atrapada en el cuarto de baño de Blake.


Mayo 1816


trea-tise (sustantivo). Un libro o escrito que trata de algún tema en particular.

Blake encuentra tantas cosas de las que jactarse en nuestro hijo de dos dias que preveo un tratado (treatise) sobre el tema de La mente de David y el encanto de algún día ahora.


Enero 1818


col-la-tion (sustantivo). Una comida ligera o comida.

Esta reclusión no es como la última. Es un día bendecido cuando no puedo ni siquiera apañármelas para participar de una comida ligera (collation) fría.


Agosto 1824


cur-sive (adjetivo). De escritura, escrito con una mano rápida, tanto que los caracteres son velozmente formados, sin elevar la pluma, y en consecuencia, los ángulos están redondeados y se forma separándolo por golpes, y se inclina bastante.

Hoy intenté aleccionar a Trent en el arte de la escritura cursiva (cursive), pero Blake intervino, afirmando (bastante impertinentemente, en mi opinión) que tengo la escritura de un pollo.


Junio 1826


prog-e-ny (sustantivo). Descendencia, familia, prole.

Nuestra descendencia (progeny) insiste en que los agujeros esparcidos por la pared alrededor de la diana de Blake, estaban hechos por un pájaro salvaje que atraparon en casa, pero encuentro inverosímil esta explicación.


Febrero 1827


en-pho-ni-ous (adjetivo). Agradable al oído.

La hemos llamado Cassandra en honor a mi madre, pero ambos estamos de acuerdo en que tiene un agradable sonido (enphonious) cuando suena.


Junio 1827


be-a-ti-fic (adjetivo). Bendiciendo, dando a conocer la felicidad suprema.

Quizá soy una mujer tonta y sentimental, pero a veces me paro a mirar a mi alrededor para ver todo lo que es tan preciado para mi (Blake, David, Trent, Cassandra), y me siento tan llena de alegría, que debo sonreír beatíficamente (beatific) durante días. La vida, creo (¡lo sé!) es buena, muy, muy, muy buena.

Загрузка...