CAPITULO 9

e-gre-gious (adjetivo). Digno de mención en un mal significado; vulgar, flagrante, escandaloso.

A menudo mi boca hace un gran despliegue de una desatención ilustre (egregious) por cualquier tipo de discreción, recato y buen tino.

Del diccionario personal de Caroline Trent.


El tobillo de Caroline estuvo mucho mejor al día siguiente, aunque ella todavía necesitaba un bastón para caminar. Acabar su trabajo en la biblioteca, sin embargo, estaba fuera de lugar, ella estaba lo suficientemente torpe sin intentar mover las inmensas pilas de libros, mientras se equilibrase sobre un pie; no había que decir el desorden que podría ocasionar mientras que estuviera minusválida por su tobillo hinchado.


Durante la cena de la noche anterior, James había mencionado que ella podría dibujar un plano de Prewitt Hall. Blake, que había estado más reservado durante toda la cena, había refunfuñado una respuesta afirmativa cuando ella le preguntó si pensaba que era una buena idea. Deseosa de impresionar a su anfitrión, se sentó en una mesa de despacho en la habitación azul y comenzó su esquema.


Organizar el plano del suelo, no obstante, demostraba que era más difícil de lo que ella había pensado, y pronto el suelo quedó esparcido de papeles arrugados y rotos cuyos dibujos le parecieron inaceptables. Después de treinta minutos de intentos infructuosos, finalmente ella declaró, a si misma y en alta voz

– Tengo una nueva apreciación y respeto por los arquitectos.

– ¿Disculpa?

Caroline levantó la vista sofocada al haber sido pillada hablándose a sí misma. Blake permanecía en la entrada, pero ella no podía decir si su expresión era divertida o molesta.

– Estaba hablando conmigo misma – titubeó ella.

Él sonrió y ella determinó con alivio que el estaba contento

– Si, eso está muy claro – dijo – ¿referente a los arquitectos, no?

– Estoy intentando dibujar un plano de Prewitt Hall para usted y el marqués – explicó – solo que no me sale bien.

Él fue caminando hacia la mesa de despacho y se inclinó sobre el hombro de ella, para analizar su último dibujo.

– ¿Cuál es el problema?

– No consigo aplicar las dimensiones exactas de las habitaciones, Yo… yo… – ella tragó saliva, él estaba terriblemente cerca, y su fragancia le trajo de vuelta el poderoso recuerdo de su beso robado. Olía a sándalo y menta y a algo más que ella no pudo identificar.


– ¿Sí? – le instó él.

– Yo… er… bueno, verá, es terriblemente difícil aplicar la configuración y las dimensiones correctas de las habitaciones al mismo tiempo – señaló el esquema – Empecé dibujando todas las habitaciones del lado oeste del vestíbulo principal, y pensé que las había puesto bien…

El se inclinó un poco más cerca, lo que provocó que ella perdiera el hilo de sus pensamientos.

– ¿Entonces que sucede? – murmuró él.

Ella tragó saliva.

– Puse la última habitación antes de dibujar la pared sur, y me di cuenta que no había dejado suficiente espacio – ella indicó con un movimiento brusco del dedo la diminuta habitación de atrás – parece que aquí no hay nada más que un armario, pero en realidad es más grande que ésta habitación – ella apuntó otro recuadro en el esquema.

– ¿Que habitación es ésa?

– ¿Esta? – preguntó Caroline ocupando todavía con su dedo el recuadro más grande.

– No, el que dice que debería ser más grande.

– Oh, ese es el salón de la zona sur. No sé mucho sobre él aparte que debería ser más grande que el que yo le he mostrado. No me estaba permitido ir allí.

Blake aguzó el oído inmediatamente.

– ¿¡No me diga!?

Ella afirmó con la cabeza.

– Oliver la llamaba su Casa del Tesoro, lo que yo siempre pensé que era bastante tonto, viendo que no era en absoluto una casa, sino una habitación.

– ¿Que clase de tesoros guardaba allí?

– Eso es lo extraño – replicó Caroline – no lo sé. En cualquier momento, compraba algo nuevo, cosa que hacía frecuentemente, y yo tendía a pensar que él estaba echando mano de mi dinero – ella parpadeó, perdiendo la pista completamente de lo que estaba salvando.

– Cuando compraba algo nuevo – Blake la instó, con lo que le parecía una paciencia asombrosa.

– Oh, si – respondió ella – bueno, cuando compraba algo nuevo le gustaba alardear de ello y admirarlo durante semanas; y siempre se aseguraba de que Percy y yo también lo admiráramos. Así que, si compraba un nuevo candelabro, uno podía estar seguro de que sería exhibido en el salón comedor; y si compraba un jarrón de gran valor, bueno vale, estoy segura de que entiendes lo que quiero decir. No le sentaría nada bien adquirir algo caro y excepcional y esconderlo fuera de la vista.

Blake no dijo nada, así que ella añadió:

– He estado divagando ¿verdad?

Él miró el esquema atentamente, después la miró fijamente a ella.

– ¿Y dice que mantiene esta habitación cerrada?

– Todo el tiempo.

– ¿Y a Percy no le está permitido entrar tampoco?

Ella movió la cabeza negativamente.

– No creo que Oliver tenga en mucha estima a Percy.


Blake dio un respiro, sintiendo como un arrebato familiar de excitación lo atravesaba. Era en ocasiones como ésta, que recordaba porque se había involucrado al principio con el Ministerio de Defensa, y el porqué había permanecido en él durante muchos años, incluso pensó que había tardado demasiado tiempo en salir de él. Se había dado cuenta hace mucho tiempo que le gustaba resolver problemas, unir las piezas de un puzzle hasta plantear el cuadro completo en su mente.

Y Caroline Trent le acababa de decir donde escondía Oliver Prewitt sus secretos.

– Caroline – dijo sin pensarlo – podría besarte.

Ella lo miró de repente.

– ¿Cómo?


Pero la mente de Blake ya había dado un salto y no solo no oyó a Caroline, ni siquiera había advertido que le había dicho que podía besarla. El ya estaba pensando en la pequeña habitación de la esquina de Prewitt Hall, y cómo él la había visto desde fuera cuando estuvo espiando la casa, y cual era el mejor camino para entrar dentro, y…


– ¡Señor Ravenscroft!

Él parpadeó y levantó la mirada hacia Caroline.

– Creí decirte que me llamaras Blake – dijo distraídamente.

– Lo hice – replicó ella – tres veces.

– Oh, lo siento mucho – entonces él volvió a mirar el mapa y la ignoró otra vez.


Caroline frunció sus labios en una mueca que estaba entre medio irritada y medio divertida, recogió su bastón del suelo y se encaminó hacia la puerta. Blake estaba tan concentrado en sus pensamientos que probablemente no notaría que ella estaba ausente; pero en el momento en que su mano tocó el pomo de la puerta, ella oyó su voz.


– ¿Cuantas ventanas hay en esta habitación?

Ella se giró confundida – ¿Perdona?

Esta habitación secreta de los Prewitt, ¿Cuantas ventanas tiene?

– No estoy segura, exactamente, apenas estuve dentro alguna vez, pero con certeza conozco bien el terreno, y… déjame pensar – Caroline empezó a señalar con su dedo como si mentalmente contara las ventanas por fuera de Prewitt Hall – son tres en el salón comedor – murmuró ella – y dos en… ¡Una! – Exclamó.

– ¿Solo una ventana? ¿en la habitación de la esquina?

– Quise decir que solo hay una ventana en la pared oeste, pero en la sur – comenzó otra vez a agitar su dedo en el aire – en la pared sur hay una también.

– Excelente – dijo él, principalmente para sí mismo

– Pero os llevará un montón de tiempo entrar, si esa es vuestra intención.

– ¿Porque?

– Prewitt Hall no fue construido a nivel del suelo – le explicó – se inclina bajando al sur y al oeste, así que en esa esquina hay una buena cantidad de cimientos al descubierto, desde que yo me encargué de los jardines y planté algunos arbustos florecientes allí para ponerlos a cubierto, por supuesto, pero…

– Caroline.

– Si, por supuesto – dijo ella tímidamente terminando con sus divagaciones – lo que quise decir es que las ventanas están bastante por encima de la altura del suelo. Sería muy difícil saltar a través de ellas.

Él le brindó una sonrisa torcida.

– Donde hay voluntad, señorita Trent, hay una posibilidad.

– ¿Realmente crees eso?

– ¿Que clase de pregunta es esa?

Ella se ruborizó y apartó la mirada

– Una bastante impertinente, supongo, por favor, olvida lo que pregunté.

Hubo un largo silencio, durante el cual, él la miraba fijamente a los ojos de una manera embarazosa y finalmente, le preguntó

– ¿A que altura por encima del suelo?

– ¿Que? Oh, las ventanas – Sobre diez o doce pies, supongo.

– ¿Diez pies? ¿O doce?

– No estoy totalmente segura.

– Demonios – murmuró él.

Él habló tan decepcionado que Caroline sintió como si ella hubiera perdido una guerra para Gran Bretaña.

– No me gusta ser la parte débil – se dijo a sí misma.

– ¿Que dices?

Ella golpeó su bastón contra el suelo.

– Ven conmigo.

Él le hizo un gesto con la mano para que se fuera mientras volvía a examinar el esquema del suelo que ella había dibujado.


Caroline descubrió que no disfrutaba siendo ignorada por este hombre. ¡POM! Ella golpeó con el bastón contra el suelo.

Él levantó la vista con sorpresa

– ¿Disculpa?

– Cuando dije “ven conmigo” quise decir “ahora”.

Blake la miró intensamente por un momento claramente desconcertado por la nueva actitud autoritaria.

Finalmente cruzó sus brazos, la miró como un padre podría mirar a su hija y dijo – Caroline, si vas a formar parte de esta operación hasta la próxima semana, más o menos…

Cinco semanas – le recordó ella.

– Si, si, por supuesto, pero vas a tener que aprender que tus deseos no pueden ser siempre lo primero.

Caroline creía que estaba siendo irritablemente condescendiente, y le habría gustado haberselo dicho así, pero en lugar de eso, de su boca brotaron violentamente las siguientes palabras

– Señor Ravenscroft, tu no conoces ni el más pequeño de mis deseos.

Él se enderezó en toda su estatura, y en sus ojos apareció un brillo diabólico que ella nunca había visto antes

– Bueno – dijo él lentamente – eso no es totalmente cierto.

Las mejillas de ella prácticamente estallaron en llamas

– Estúpida, estúpida boca – murmuró ella – siempre diciendo…

– ¿Estas hablando conmigo? – le preguntó sin siquiera molestarse en esconder su sonrisa arrogante.

No había nada que hacer sino defenderse con argumentos descarados – estoy enormemente avergonzada señor Ravenscroft.

– ¿De veras? No me había dado cuenta.

– Si fueras un caballero – dijo haciendo rechinar los dientes – lo harías.

– Pero yo no soy siempre un caballero – interrumpió él – solo cuando me apetece.

Evidentemente, ahora no le apetecía. Ella masculló unas cuantas palabras sin sentido por lo bajo, y entonces dijo

– Creo que podríamos salir fuera para que pueda comparar la altura de estas ventanas con las de Prewitt Hall.

El se puso de pie de repente

– Esa es una excelente idea, Caroline – le ofreció su brazo – ¿necesitas ayuda?


Después de su vergonzosa reacción al besarlo unos días antes, Caroline era de la opinión de que tocarlo era siempre una mala idea, pero esto era un comentario bastante embarazoso para hacerlo en voz alta, así que negó con la cabeza y dijo

– No, voy bastante ágil con este bastón.

– Ah, si, el bastón, parece la antigüaya que mi tío George trajo de Oriente. ¿Dónde lo conseguiste?

– Perriwick me lo dio.

Blake movió su cabeza negativamente mientras mantenía abierta la puerta para ella

– Debería haberlo sospechado.

– Perriwick te daría la escritura de esta casa si supiera donde encontrarla.

Ella soltó una risa traviesa por encima de su hombro mientras cojeaba hasta el vestíbulo

– ¿Y donde dijiste que estaba?

– Zorra engañosa, la he tenido bajo llave desde el día en que llegaste.

La boca de Caroline se abrió de golpe y se rió

– ¿Tan poco confías en mí?

– En ti, confío. En cuanto a Perriwick…

Para entonces, ellos ya salían a la puerta trasera del jardín, Caroline estaba riendo tontamente tan fuerte que tuvo que sentarse en los escalones de piedra

– Debes admitir – dijo con un movimiento magnánimo de su mano – que los jardines se ven bastante espléndidos.

– Supongo que debo – su voz era en parte un gruñido y en parte una risa, así que Caroline supo que no estaba enojado con ella realmente.

– Sé que solo lleva dos días – dijo entrecerrando los ojos hacia las plantas – pero estoy convencida de que las flores están más sanas en su nueva ubicación.

Cuando ella miró a Blake su cara mantenía una expresión curiosamente tierna. El corazón de ella se entibió, se sintió tímida de repente.

– Vamos a examinar las ventanas – dijo ella precipitadamente, dándose la vuelta. Ella fue cojeando por encima de la hierba y se paró enfrente de la ventana del estudio.


Blake la observó mientras ella levantaba la cabeza para calcular la altura de la ventana. La cara de ella resplandecía de lozanía y rubor por el aire matutino, y su pelo era casi rubio con el sol de verano. Parecía tan condenadamente impetuosa e inocente, que eso le producía dolor de corazón.


Ella le dijo que necesitaba reír más; estaba en lo cierto, él se dio cuenta, fue maravilloso reír junto a ella esta mañana; pero eso no era nada comparado con el placer que él había sentido cuando la había hecho reír a ella. Hacía tanto tiempo que él no había conseguido la felicidad de alguien, que había olvidado lo agradable que era.

Había cierta libertad en permitirse a sí mismo ser claramente estúpido de vez en cuando. Blake decidió no olvidar eso, cuando finalmente rompiera sus vínculos con el Ministerio de Defensa. A lo mejor era el momento de dejar de ser tan endemoniadamente serio todo el tiempo, a lo mejor era el momento de permitirse un pequeño placer.


A lo mejor…

A lo mejor solo era ser fantasioso, Caroline podía ser la persona más irritantemente divertida, y podría estar aquí en Seacrest Manor durante las próximas cinco semanas, pero pronto se iría, y no era la clase de mujer con quien uno perdería el tiempo, era la clase con la que uno se casaría.


Blake no se iba a casar, nunca, así que iba a tener que dejarla sola. Aun así, él pensó con el típico razonamiento machista, no le haría ningún daño mirar…

Él miraba descaradamente su perfil mientras ella estudiaba la ventana, el brazo derecho de ella se levantaba y bajaba como si mentalmente midiera su altura; volviendo su cara hacia él repentinamente, ella casi perdió el equilibrio sobre la suave hierba. Ella abrió su boca, parpadeó y después la cerró, entonces la volvió a abrir para decir

– ¿Qué estabas mirando?

– A ti.

– ¿A mí? – dijo con voz chillona – ¿Por qué?

Él encogió los hombros.

– No hay mucho más que mirar ahora, ya hemos dejado claro que es mejor para mi carácter no prestar demasiada atención al jardín.

– ¡Blake!

– Es más, estoy disfrutando bastante mirando como trabajas.

– Perdona, pero no estaba trabajando, estaba midiendo la ventana mentalmente.

– Eso es trabajo. ¿Sabías que tienes una cara muy expresiva?

– No, yo… ¿qué tiene eso que ver?

Blake rió. Era más divertida si se ponía nerviosa

– Nada – respondió – simplemente que podía seguir los procesos de tu mente mientras examinabas la ventana.

– Oh, ¿es eso malo?

– En absoluto. Aunque supongo que tu no querrás ganarte la vida siendo apostador profesional.

Ella rió con eso

– Desde luego que no, pero yo… – entrecerró sus ojos – si puedes decir tan bien lo que yo estoy pensando ¿qué creías que estaba pensando yo exactamente?


Blake se sintió joven y sin preocupaciones que le refrenaran, algo que él no había sentido en todos estos años desde la muerte de Marabelle, e incluso aunque sabía que esto no podía llegar a ningún sitio, le fue imposible parar, así que dio un paso adelante y dijo:

– Estabas pensando que te gustaría besarme otra vez.

– ¡No!

Él afirmó con la cabeza lentamente.

– Sí.

– Ni siquiera un poquito, quizá cuando estábamos en el estudio – ella se mordió el labio.

– Aquí, en el estudio ¿importa en realidad?

Ella plantó su mano libre sobre la cadera.

– Estoy intentando ser una colaboradora para tu misión u operación o como quiera que tu quieras llamarlo, ¡ y tu estás hablando de besarme!

– No precisamente, en realidad, estaba hablando de que tu querías besarme.

Su boca se abrió de golpe.

– Debes estar loco.

– Desde luego – acepto él acortando la distancia entre ellos – hacía mucho tiempo que no me comportaba así.

Ella lo miró a la cara, la boca de él se estremecía mientras ella susurraba

– ¿Ah no?

Él hizo un gesto negativo con la cabeza muy solemne

– Ejerces un efecto muy peculiar en mí, señorita Caroline Trent.

– ¿Efecto bueno o malo?

– Depende del momento – dijo con una sonrisa traviesa – es duro decirlo, pero tiendo a pensar que es bueno.

Él se inclinó y rozó sus labios con los de ella

– ¿Qué estabas diciéndome referente a la ventana? – le susurró él.

Ella pestañeó.

– Lo olvidé.

– Bueno – y entonces él la besó de nuevo, esta vez más profundamente, y con más emoción de la que él creía tener en su corazón; ella suspiró y se apoyó en él, permitiendo que sus brazos la envolvieran completamente.


Caroline dejó caer su bastón, extendió sus brazos alrededor de su cuello, y dejó de intentar pensar. Cuando los labios de él estaban sobre los suyos, y estaba abrazada tan cálidamente, le parecía que no tenía mucho sentido plantearse el entender si era una idea tan buena que él la besara. El cerebro de ella, que hacía unos segundos había estado procurando deducir si lo más probable sería que él rompiera su corazón, estaba ahora completamente ocupado buscando la manera de mantener este beso y seguir, y seguir, y seguir…


Ella se colocó más cerca, poniéndose de puntillas y entonces…

– Ouuuu… – ella se habría caído si Blake no la hubiera sujetado.

– ¿Caroline? – preguntó con expresión aturdida.

– Mi estúpido, estúpido tobillo – murmuró – lo olvidé e intentaba…

Él puso un dedo tiernamente sobre los labios de ella

– Es mejor así.

– Yo no lo creo – dijo ella abruptamente.


Cuidadosamente Blake quitó sus brazos de alrededor de su cuello y se apartó; movió su brazo rápida y elegantemente hacia abajo, para recuperar el bastón que ella había olvidado en el suelo

– No quiero aprovecharme de ti – dijo delicadamente – y en mi actual estado de ánimo y físicamente, soy propenso a eso.


Caroline quería gritar que a ella no le importaba, pero sujetó su lengua, habían llegado a un equilibrio delicado y no quería hacer nada que lo pusiera en peligro. Sentía algo cuando estaba cerca de este hombre, algo cálido, y cariñoso y bueno, y sabía que si lo perdía nunca se lo perdonaría. Había pasado tantísimo tiempo desde que ella tuviera una sensación de pertenencia, y que el cielo la ayudara, su lugar estaba en esos brazos.


El no se había dado cuenta todavía.

Ella respiró profundamente, podía ser paciente, porque, ella incluso tenía una prima llamada Patience [1], seguramente que eso debería servir para algo. Por supuesto, Patience vivía bastante lejos con su puritano padre en Massachusetts, pero…

Ella casi se abofetea en la cara, ¿Qué estaba haciendo pensando en Patience Merriwether?


– ¿Caroline?¿Estás bien?

Ella levantó la mirada y parpadeó

– Muy bien, estupendamente, nunca había estado mejor, es solo…, sencillamente…

– Sencillamente ¿Qué? – preguntó él.

– Pensaba. – dijo mordiendo su labio inferior – lo hago a veces.

– Un pasatiempo digno de elogio – dijo, asintiendo con la cabeza lentamente.

– Tiendo a distraerme de vez en cuando.

– Ya me di cuenta.

– ¡Ah, ¿sí?! Oh, lo siento.

– No importa. Es bastante curioso.

– ¿En realidad lo crees así?

– Raramente miento.

Los labios de ella se removieron en una mueca ambigua.

– Raramente, no es nada tranquilizador.

– En mi campo de trabajo no se puede subsistir demasiado tiempo sin una mentirijilla ocasional.

– Hmmmm. Supongo que si el bien del país esta en juego…

– Oh, si – dijo él con una sinceridad tan absoluta, que ella no podía creerlo.

Realmente no pudo pensar en nada más que decir además de

– ¡Hombres! – y no dijo esto con mucha gracia y buen humor.


Blake se rió entre dientes y la tomó del brazo para volver su cara hacia el edificio

– Ahora, ¿quieres decirme algo acerca de las ventanas?

– Oh, si, por supuesto, yo podría asirme pero estimaría que el fondo del alféizar de la ventana al sur del comedor de Prewitt Hall estaba igual al tercer parte luz de la ventana del estudio.


– ¿Desde abajo o desde arriba?

– De arriba.

– Hmmmm… – Blake examinó la ventana con ojo experto – esto serían unos diez pies de altura, no es una tarea imposible, pero quizá si algo engorrosa.

– Esa parece una manera extraña de describir tu trabajo.

El se volvió hacia ella con una expresión un tanto cansada

– Caroline, la mayoría de lo que yo hago es engorroso.

– ¿Ah, si? Habría pensado que es más bien intrépido.

– No lo es – dijo ásperamente – confía en mí sobre esto, y no es un trabajo.

– ¿No lo es?

– No – dijo con voz demasiado enérgica – es sólo algo que yo hago, algo que no voy a hacer por mucho más tiempo.

– Oh.

Después de un momento de silencio, Blake se aclaró su garganta y preguntó

– ¿Cómo está ese tobillo?

– Esta muy bien.

– ¿Estas segura?

– De verdad. No debería haberme puesto de puntillas. Lo más probable es que esté completamente curado por la mañana.


Blake se agachó a su lado y, para gran sorpresa de ella, cogió el tobillo entre sus manos, palpándolo cuidadosamente antes de dejarlo donde estaba

– Mañana podría ser un poco optimista, pero la hinchazón ha bajado considerablemente.


– Si – ella cerró la boca repentinamente por una pérdida completa de palabras, era un asunto de estado de lo más inusual. ¿Qué era lo que se suponía que había que decir en tal situación? Gracias por el encantador beso ¿Sería posible que nos diéramos otro?

De alguna manera, Caroline no creía que eso sonara especialmente apropiado, aunque fuera lo más sincero. Paciencia, paciencia, paciencia se dijo a sí misma.

Blake la miró con curiosidad

– Pareces un poco alterada.

– ¿Yo?

– Perdóname – dijo él inmediatamente – era solo que parecías tan seria.

– Estaba pensando en mi prima – dijo ella abruptamente, pensando que sonaba demasiado tonta.

– ¿Tu prima?

Ella afirmó con la cabeza vagamente – se llama Patience.

– Ya veo.

Caroline se asustó de lo que hizo él.

Los extremos de la boca de él temblaron

– Debe ser un modelo a imitar para ti.

– No, en absoluto. Patience es una bruja – mintió. En realidad, Patience Merriwether era una combinación irritante de recato, piedad y decoro. Caroline no se había encontrado nunca con ella en persona, pero sus cartas eran siempre inmensamente sermoneadoras, ó en opinión de Caroline, de cortesía. Pero Caroline se había estado escribiendo con ella durante años, desde que las cartas de cualquiera, se convirtieron en una diversión bienvenida por sus horribles tutores.


– Hmmmm… – dijo él vagamente – más bien cruel, diría yo, colocarle a una niña un nombre como ese.

Caroline pensó en eso un momento

– Si, es bastante duro vivir con arreglo a los padres de uno, ¿Te imaginas tener que vivir con arreglo a uno mismo? Supongo que habría sido peor llamarse Fé, Esperanza, o Caridad.


Él movió su cabeza negativamente

– No. Para ti, creo que Paciencia habría sido el más difícil.

Ella le dio un puñetazo en el hombro

– Hablando de nombres raros, ¿cómo conseguiste el tuyo?

– ¿Te refieres a Blake?

Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

– Era el apellido de soltera de mi madre. Es una costumbre en mi familia dar al segundo hijo el apellido de soltera de la madre.

– ¿Al segundo hijo?

Blake encogió los hombros

– Normalmente el primogénito consigue algo importante por parte del padre.

Trent Ravenscroft, pensó Caroline, no sonaría muy mal. Ella sonrió.

– ¿De qué te estás riendo? – preguntó él.

– ¿Yo? – ella tragó saliva

– Solo que… bueno…

– Suéltalo, Caroline.

Ella volvió a tragar saliva, su cerebro iba al triple de su velocidad. No había forma de que ella le confesara lo que estaba imaginando acerca de sus descendientes

– Que estaba pensando – dijo lentamente ella.

– ¿Si?

¡Por supuesto!

– Estaba pensando – repitió, volviendo su voz un poco más confiada – que eres muy afortunado de que tu madre no tuviera uno de esos apellidos separados con guiones ¿Te imaginas que tu nombre fuera algo como Fortescue-Hamilton Ravenscroft?

Blake se rió.

– ¿Crees que me llamarían Fort ó Ham para abreviar?


– Oh… -, Caroline continuó con una risa, disfrutando completamente ahora – ¿y si se llamara Welsh? Habría sido completamente sin vocales.

– Aberystwyth Ravenscroft – dijo, recordando el nombre de un castillo famoso – tiene cierto encanto.

– Ah, pero entonces todos te deberían llamar Stwyth, y sonaría como si estuviéramos susurrando.

Blake se rió ahogadamente

– Una vez, perdí la cabeza locamente por una chica llamada Sarah Wigglesworth, pero mi hermano me convenció de que debía ser serio y dejarla.

– Si – meditó Caroline – ya veo donde podría estar la dificultad para un chico que se llamara Wigglesworth Ravenscroft.

– Más bien creo que mi hermano la quería para él, antes de seis meses ellos ya estaban comprometidos.

– Oh, ¡perfecto! – exclamó Caroline dando un grito de la risa – ¿Pero no tiene que llamar el a sus chicos Wigglesworth ahora?

– No, solo nuestros segundos hijos están obligados a seguir la tradición.

– ¿Pero tu padre no es un vizconde?¿Porqué tiene que seguir la tradición?

– Mi padre en realidad era un segundo hijo. Su hermano mayor murió a la edad de cinco años, por esa época, mi padre ya había nacido y le habían puesto nombre.

Caroline se rió.

– ¿Y cual era su nombre?

– Me temo que mi padre no fue tan afortunado como yo. El apellido de soltera de mi abuela era Petty [2].

Ella palmeó con su mano sobre la boca

– Oh, querido, no debería reír.

– Si, deberías, nosotros lo hacemos.

– ¿Cómo lo llamas tú?

– Lo llamo padre, los demás sencillamente le llaman Darnsby, que es su título.

– ¿Qué hizo él antes de conseguir el título?

– Creo que les enseñaba a todos a llamarlo Richard.

– ¿Ese es uno de los nombres que le pusieron?

– No – dijo Blake con un encogimiento de hombros – pero él lo prefería a Petty.

– Oh, que curioso – dijo, enjugándose una lágrima de la risa de su ojo – ¿Qué pasaría si un Ravenscroft no tuviese un segundo hijo?

El se inclinó hacia delante con un destello decididamente rápido de sus ojos

– Nosotros continuamos intentando, intentando, hasta que lo conseguimos.

Las mejillas de Caroline enrojecieron.

– Sabes – dijo apresuradamente – de repente me siento muy cansada. Creo que iré dentro y descansaré un rato. Por supuesto, puedes acompañarme.

Sin embargo, ella no esperó su respuesta, giró su talón, y se fue cojeando muy rápidamente de hecho, para ser alguien que necesitaba bastón.


Blake la vio como desaparecía dentro de la casa, su cara no podía abandonar la sonrisa que había aparecido en su cara, a causa de este gran intercambio de palabras entre ellos. Había pasado algún tiempo desde que él pensara en la tradición del nombre de la familia. El apellido de Marabelle había sido George, y ellos siempre habían bromeado con que ellos se casarían únicamente por esta razón.


George Ravenscroft. Casi había sido una persona real en la mente de Blake, con sus rizos negros como el azabache y los ojos azul pálido de Marabelle.

Pero no existía George Ravenscroft.

– Lo siento Marabelle – susurró. Le había fallado de tantas maneras. No le había sido posible protegerla, y pensó que había intentado ser fiel a su memoria, nunca tuvo control sobre eso, tampoco.


Y hoy en día, su indiscreción le había llevado más allá de la simple necesidad de su cuerpo. Había disfrutado con Caroline, verdaderamente deleitado por el puro placer de su compañía. La culpabilidad perforaba su corazón.

– Lo siento, Marabelle – susurró de nuevo.

De esta forma, mientras caminaba de vuelta a la casa, oyó que se decía a sí mismo – Trent Ravenscroft.

Hizo un movimiento negativo con la cabeza, pero el pensamiento no desaparecería.

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