Pal-li-a-tive (sustantivo). Lo que da alivio temporal ó superficial.
Un beso, estoy descubriendo que es un débil paliativo (palliative) cuando el corazón de uno está destrozado.
Del diccionario personal de Caroline Trent.
Blake sujetó firmemente con su mano la boca de Caroline. Él sabía como permanecer callado. Llevaba años de experiencia cultivando el arte de mantenerse totalmente silencioso, pero solo Dios sabía lo que haría Caroline.
La muy loca podría estornudar en cualquier momento, o darle hipo, o ponerse nerviosa.
Ella lo miró con fiereza por encima de su mano. Sí, pensó Blake, ella estaría muy nerviosa. Él movió su otra mano hacia el brazo más elevado de ella y lo sujetó con firmeza, resuelto a mantenerla quieta. Él no se preocupó por si ella tendría magulladuras durante una semana. No había que decir lo que Prewitt haría si encontrara a su rebelde pupila escondida detrás de un sofá del salón. Después de todo, cuando Caroline escapó, efectivamente, se había llevado su fortuna con ella.
Prewitt bostezó y se puso en pie, y por un momento el corazón de Blake latió aceleradamente con esperanza, pero el condenado solo cruzó a la mesa de al lado y se sirvió otro brandy.
Blake miró a Caroline. ¿No le había dicho una vez ella que Prewitt nunca tomaba alcohol en exceso? Ella encogió los hombros, claramente tan perpleja como él por lo que su tutor estaba haciendo.
Prewitt se volvió a sentar en el sofá con un fuerte gruñido, y murmuró:
– Maldita chica.
Los ojos de Caroline se agrandaron.
Blake la señaló y gesticulo con la boca:
– ¿Tú?
Ella alzó los hombros y parpadeó.
Blake cerró los ojos por un momento e intentó comprender a quién se refería Prewitt. No había manera de estar seguro, podía ser Caroline, podía ser Carlotta De León.
– ¿Dónde demonios puede estar? – dijo Prewitt, seguido de un sonido como de tragar, que debía de ser el brandy.
Caroline se señaló a sí misma, y Blake sintió que su boca formaba la palabra ¿yo? bajo su mano, aunque él no respondió; estaba demasiado ocupado concentrándose en Prewitt, si los bastardos traidores los descubrían ahora, la misión estaría arruinada. Bueno, no del todo. Blake estaba seguro de que James y él podrían detener fácilmente a Prewitt esa noche si se veían en la necesidad de hacerlo, pero eso significaría que sus socios podrían quedar libres. Lo mejor sería ser paciente y esperar que pasaran las próximas tres semanas. Entonces el equipo de espionaje quedaría definitivamente cerrado para siempre.
Justo cuando Blake sintió que sus pies comenzaban a quedarse dormidos por debajo, Prewitt dejó caer el vaso con fuerza sobre la mesa y salió a grandes pasos de la habitación. Blake contó hasta diez, y entonces quitó la mano de la boca de Caroline y exhaló un suspiro de alivio.
Ella suspiró también, pero fue algo más rápido y seguido de una pregunta.
– ¿Crees que estaba hablando de mí?
– No tengo ni idea – dijo Blake honestamente – pero no me sorprendería si lo hubiera hecho.
– ¿Crees que descubrirá a James?
– Él movió la cabeza negativamente – si lo hubiera descubierto, habríamos oído algún alboroto. Aunque eso no significa que estemos a salvo aún. Por lo que sabemos, Prewitt está dando un paseo tranquilo por el pasillo antes de entrar en el salón de la zona sur.
– ¿Que hacemos ahora?
– Esperaremos.
– ¿Para qué?
Él volvió su cara bruscamente hacia ella.
– Preguntas demasiado.
– Es la única manera de aprender algo útil.
– Esperaremos – dijo Blake con un suspiro impaciente – hasta que Riverdale nos haga una señal.
– ¿Y si él esta esperando que nosotros hagamos la señal?
– No espera eso.
– ¿Cómo puedes estar seguro?
– Riverdale y yo hemos trabajado juntos durante siete años, conozco sus métodos.
– En realidad, no veo como podéis haberos preparado para esta operación en particular.
Él le lanzó una mirada con tal irritación que ella cerró su boca de golpe, pero no antes de ponerle los ojos en blanco.
Blake la ignoró durante algunos minutos, lo que no fue fácil; el simple sonido de su respiración lo excitaba. Su reacción era completamente inapropiada dadas las circunstancias, y algo con lo que no tenía experiencia incluso con Marabelle. Desafortunadamente, no parecía haber nada que pudiera hacer para evitarlo, lo que empujaba a su mal genio a ser incluso todavía más detestable.
Entonces ella se movió, y su brazo acarició accidentalmente la cadera de él; y Blake se negó totalmente a dejar que el pensamiento llegara más lejos. Bruscamente la cogió de la mano y se puso de pie.
– Vamos.
Caroline miró alrededor confusa
– ¿Hemos recibido alguna clase de señal del marqués?
– No, pero ya hemos estado el tiempo suficiente.
– Pero, creí que habías dicho…
– Si quieres ser parte de esta operación – siseó – necesitas aprender a recibir ordenes. Sin preguntar.
Ella elevó las cejas.
– Estoy tan contenta de que hayas decidido dejarme participar.
Si Blake hubiera podido arrancarle la lengua en ese momento, lo habría hecho, o al menos lo habría intentado.
– Sígueme – le ordenó bruscamente.
Caroline le dio un pequeño beso y realizó una pequeña marcha de puntillas detrás de él hasta la puerta. Blake creyó que se merecía una medalla por no levantarla del cuello y tirarla por la ventana. Al menos, iba a solicitar algún tipo de plus por peligrosidad al Ministerio de defensa; si no podían darle dinero, tendría que ser alguna pequeña propiedad en algún lugar que hubiera sido confiscado a un criminal.
Seguramente se merecía algún pequeño extra por esta misión; Caroline podía ser un encanto para besarla, pero para asignarle una misión era endiabladamente molesta. Él llegó hasta la puerta abierta, y le hizo un ademán para que ella permaneciera detrás de él. Con la mano sobre el arma, se asomó para ver en el pasillo, descubriendo que estaba vacío, y salió andando con rapidez, Caroline le siguió sin que le diera instrucciones verbales, ya que él sabía que ella le seguiría. En eso seguramente no necesitaba pincharle para que caminara de cara al peligro.
Ella era demasiado impetuosa, demasiado imprudente. Eso le traía recuerdos. Marabelle. Cerró sus ojos con fuerza durante una fracción de segundo, intentando sacar a su difunta prometida de su mente.
Ella podría vivir en su corazón, pero no tenía sitio aquí, esta noche, en Prewitt Hall, no si Blake quería que salieran los tres vivos.
El recuerdo de Marabelle, de todas formas, fue rápidamente apartado por los incesantes codazos de Caroline en la parte superior de su brazo
– ¿Qué pasa ahora? – le dijo bruscamente.
– ¿No deberíamos al menos coger el papel y las plumas? ¿No es eso por lo que vinimos aquí en principio?.
Blake flexionó sus manos estirándolas como una estrella de mar y dijo muy despacio
– Sí, sí, sería una buena idea.
Ella cruzó a toda velocidad la habitación y recogió el material mientras él maldecía entre dientes. Estaba siendo blando, volviéndose débil. No le hacía gracia olvidar algo tan sencillo como una pluma y tinta. Lo que él quería más que nada era salir del Ministerio de defensa, lejos de todo el peligro y la intriga. Quería vivir una vida donde no tuviera que preocuparse por ver asesinar a sus amigos, donde no tuviera que hacer nada, sino leer y levantarse tarde, cuidar perros de caza y…
– Tengo todo lo que necesitamos – dijo Caroline jadeante, rompiendo el hilo de sus pensamientos. Blake asintió, y se dirigieron hacia el vestíbulo. Cuando llegaron a la puerta del salón de la parte sur, Blake golpeó siete veces en la madera, sus dedos encontraron el ritmo familiar que James y él habían practicado desde hacía años, cuando eran alumnos en Eton.
La puerta se movió hacia dentro, solo un poquito, y Blake la empujó abriéndola lo suficiente para que Caroline y él pasaran por ella apretados. James tenía la espalda contra la pared y su dedo inmóvil sobre el gatillo de su pistola. Él respiró aliviado cuando vio que solo eran Caroline y Blake entrando en la habitación.
– ¿No reconociste el toque? – preguntó Blake.
James hizo un movimiento brusco afirmando con la cabeza.
– Nunca se peca de demasiado cuidadoso.
– ¡Ya lo creo! – dijo Caroline estando de acuerdo. Todo su trabajo como espía estaba dejando su estómago bastante débil. Era excitante, seguro, pero nada en lo que ella deseara participar regularmente. Ella no tenía ni idea de como los dos habían permanecido tanto tiempo sin perder sus nervios completamente.
Ella se volvió a James.
– ¿Oliver vino aquí?.
James movió negativamente la cabeza – pero lo oí por el pasillo.
– Nos tuvo atrapados durante unos minutos en el salón de la zona este – ella se estremeció – fue espantoso.
Blake le lanzó una mirada extrañamente evaluadora.
– Traje el papel, plumas y tinta – continuó Caroline, poniendo el material de escritura sobre el escritorio de Oliver.
– ¿Copiaremos los documentos ahora? Me gustaría que nos pusiéramos en marcha. En realidad, nunca había deseado pasar tanto tiempo en Prewitt Hall de nuevo.
Había solo tres páginas en la carpeta, así que cada uno cogió una página y tomó nota precipitadamente en una nueva hoja de papel. Los resultados no fueron para nada elegantes, con más de una mancha de tinta estropeando el resultado, pero eran legibles y eso era todo lo que importaba.
James devolvió cuidadosamente la carpeta al cajón y lo volvió a cerrar.
– ¿Esta la habitación en orden? – preguntó Blake.
James asintió.
– Arreglé todo mientras os habéis ido.
– Excelente. Escapemos.
Caroline se volvió al marqués.
– ¿Te acordaste de coger una carpeta de las más viejas como prueba?
– Estoy seguro de que sabe hacer su trabajo – dijo Blake de manera cortante, entonces, se volvió a James y le preguntó – ¿Te acordaste?
– ¡Dios Santo! – dijo James con voz disgustada – sois peor que un par de bebés. Si, por supuesto que tomé la carpeta y si no dejáis de discutir el uno con el otro, os voy a encerrar aquí y dejaros para Prewitt y su mayordomo francotirador.
La mandíbula de Caroline descendió ante el arranque de cólera del normalmente apacible marqués. Ella miró de soslayo a Blake y se dio cuenta de que él miraba bastante sorprendido también, y quizá un tanto azorado.
James frunció el ceño a ambos antes de posar una intensa mirada sobre Caroline y preguntar
– ¿Como narices vamos a salir de aquí?
– No podemos salir por la ventana por el mismo motivo que no pudimos entrar por ella. Si Farnsworth todavía está despierto, seguramente nos oiría, pero podemos irnos por donde vinimos.
– ¿No sospechará nadie mañana cuando la puerta no esté cerrada con llave? – preguntó Blake.
Caroline negó con la cabeza.
– Sé como cerrar la puerta para que el cerrojo se cierre solo. Nadie lo sabrá nunca.
– Bueno – dijo James – escapemos.
El trío se movió silenciosamente por la casa, parando un momento fuera del salón del ala sur, de manera que James pudiera volver a cerrar la puerta, y salieron al patio de al lado. Unos minutos más tarde se encontraban junto a los caballos de los hombres.
– Mi caballo está allí solo – dijo Caroline, señalando un pequeño grupo de árboles al otro lado del jardín.
– Supongo que quieres decir mi caballo – dijo Blake en tono brusco – del que te has apropiado oportunamente.
Ella emitió un bufido de enojo.
– Pido disculpas por mi uso impreciso del inglés, señor Ravenscroft, yo…
Pero todo lo que ella iba a decir (y Caroline aún no estaba segura de lo que sería) se perdió bajo el sonido de las maldiciones de James. Antes de que ella o Blake pudieran decir nada, él los había llamado a los dos cabezas de chorlito, idiotas, y algunas más, que Caroline no comprendió en absoluto. Estaba completamente segura, de cualquier forma, que eso era un insulto. Y entonces, antes de que alguno de ellos tuviera oportunidad de responder, James había montado en su caballo, y se alejaba hacia la colina.
Caroline parpadeó y se volvió hacia Blake.
– Está bastante enfadado con nosotros ¿verdad?
La respuesta de Blake fue levantarla poniéndola encima de su caballo y saltó detrás de ella. Cabalgaron rodeando la propiedad de Prewitt Hall hasta alcanzar los árboles donde ella había atado su caballo y pronto Caroline estuvo encima de su propia montura.
– Sígueme – le ordenó Blake y salió a medio galope.
Una hora o así más tarde, Caroline seguía a Blake atravesando la puerta principal de Seacrest Manor. Ella estaba cansada y dolorida, y no quería más que arrastrarse hasta la cama; pero antes que ella pudiera llegar corriendo hasta las escaleras, él la agarró a ella por el codo y la condujo hasta el estudio.
O quizás la empujó sería un término más preciso.
– ¿Esto no puede esperar hasta mañana? – preguntó Caroline bostezando.
– No.
– Tengo un montón de sueño.
Sin respuesta.
Caroline decidió intentar una táctica diferente.
– ¿Qué supones que le sucedió al marqués?
– Particularmente no me preocupa.
Ella parpadeó. Que raro. Ella bostezó otra vez, incapaz de defenderse.
– ¿Es tu intención regañarme? – preguntó – porque si lo es, también te podría advertir que no me siento con fuerzas para ello.
– ¿Que no te sientes con fuerzas para ello? – dijo a gritos.
Ella negó con la cabeza y se dirigió hacia la puerta. No intentaría razonar con él cuando estaba de semejante humor.
– Te veré por la mañana, estoy segura de que lo que quiera que sea que te tiene tan alterado, podrá esperar hasta entonces.
Blake la engancho por la tela de su falda y la arrastró de espaldas hasta el centro de la habitación.
– Tu no vas a ninguna parte – refunfuñó.
– Disculpa.
– ¿Que demonios pensabas que estabas haciendo esta noche?
– ¿Salvaros la vida? – bromeó ella.
– No te burles.
– No lo hacía. Os salvé la vida. Y no recuerdo oírte ni una palabra de agradecimiento por ello.
Él murmuró algo entre dientes, seguido de:
– No salvaste mi vida, todo lo que hiciste fue poner en peligro la tuya.
– No haré objeciones a la última frase, pero estoy segura de que os salvé la vida esta noche. Si no hubiera ido a toda prisa a Prewitt Hall para preveniros sobre Farnsworth y su té de las diez, seguramente os habría disparado.
– Eso es discutible, Caroline.
– Por supuesto que lo es – contestó ella sorbiendo por la nariz desdeñosamente – salvé vuestras desgraciadas vidas y a Farnsworth nunca se le dio la oportunidad de dispararos.
Blake le dirigió una mirada larga y dura.
– Voy a decir esto solo una vez más, tú no has armado un lío en nuestro trabajo para llevar a tu antiguo tutor a la justicia.
Caroline permaneció en silencio.
Después de un momento, Blake perdió completamente la paciencia ante la ausencia de una contestación por parte de ella, así que preguntó
– Bueno, ¿No tienes una respuesta?
– La tengo, pero no te gustaría.
– ¡Maldición! Caroline – se enfureció Blake – ¿nunca piensas en tu propia seguridad?
– Por supuesto que lo hago, ¿Crees que me lo he pasado bien arriesgando mi cuello por ti esta noche? Podría haber sido asesinada. O peor, tú podías haber sido asesinado, ú Oliver podía haberme capturado y obligado a casarme con Percy. Ella se estremeció – Dios mío, probablemente tendré pesadillas de la última escena durante semanas.
– Realmente parecías estar disfrutándolo.
– Bueno, pues no. Me sentí enferma todo el tiempo. Sabiendo que estábamos en peligro.
– Si estabas tan aterrada, ¿por qué no lloraste o actuaste como una mujer normal?
– ¿Una mujer normal? Señor, me esta ofendiendo. Ofende a todo el género femenino.
– Debes admitir que la mayoría de las mujeres hubieran necesitado sales aromáticas esta noche.
Ella lo miró con fiereza, su cuerpo entero se agitó con furia. Debo disculparme porque yo no me desmayé, ni reí ni lloré durante toda la operación? Estaba asustada, no… estaba aterrorizada, pero ¿qué habría pasado si no hubiera mantenido una apariencia valiente? Además – Añadió, con una expresión cada vez más malhumorada – estaba tan enfadada contigo que la mayoría del tiempo olvidé lo asustada que estaba.
Blake apartó la mirada. Oírla admitir su miedo le hizo sentir incluso peor. Si le hubiera sucedido algo a ella esa noche, habría sido por su culpa.
– Caroline – dijo en voz baja – no dejaré que te pongas en peligro, te lo prohíbo.
– No tienes derecho a prohibirme nada.
Un músculo comenzó a crisparse en su cuello.
– Todo el tiempo que estés viviendo en mi casa.
– Oh, por el amor de Dios, suenas como uno de mis tutores.
– Ahora me ofendes tú a mí.
Ella dejó escapar un suspiro frustrado.
– No sé como lo soportas, vivir constantemente con tanto peligro, no sé como lo soporta tu familia, deben preocuparse terriblemente por ti.
– Mi familia no lo sabe.
– ¿Qué? – chilló ella – ¿Cómo es posible?
– Nunca se lo dije.
– Eso es detestable – dijo ella con gran sentimiento – Realmente detestable. Si yo tuviera una familia nunca los trataría con tanta falta de respeto.
– No estamos aquí para discutir sobre mi familia – la regañó – estamos aquí para discutir tu comportamiento temerario.
– Me niego a admitir que mi comportamiento fue temerario. Tú habrías hecho exactamente lo mismo si hubieras estado en mi piel.
– Pero yo no estaba en tu piel, como tú dices tan delicadamente, y además, yo llevo casi una década con esos problemas, tú no.
– ¿Qué es lo que quieres de mí?¿Quieres que prometa que nunca interferiré otra vez?
– Ese sería un excelente comienzo.
Caroline colocó las manos sobre sus caderas y sacó su barbilla hacia afuera.
– Vale, no lo haré, nada me gustaría más que mantenerme fuera de peligro durante el resto de mi vida, pero si tú estás en peligro y yo puedo hacer algo para ayudar, seguramente no permaneceré inmóvil ¿Cómo podría vivir conmigo misma si hubieras sido herido?
– Eres la mujer más cabezona que he tenido la desgracia de conocer – se pasó la mano por el pelo y musitó algo por lo bajo antes de decir – ¿No puedes ver que estoy intentando protegerte?
Caroline sintió como algo cálido cosquilleaba en su interior y las lágrimas asomaron a sus ojos.
– Si – dijo ella – ¿pero tú no puedes ver que yo estoy intentando hacer lo mismo?
– No – esa palabra fue fría, cortante y dura, tan dura, que en realidad Caroline dio un paso atrás.
– ¿Por qué estás siendo tan cruel? – susurró ella.
– La última vez que una mujer pensó protegerme…
Su voz desaparecía, pero Caroline no necesitaba palabras para comprender la excesiva pena que reflejaba su rostro.
– Blake – dijo ella dulcemente – no quiero discutir por esto.
– Entonces prométeme algo.
Ella tragó saliva, sabiendo que él le iba a pedir algo con lo que ella no podría estar de acuerdo.
– No te pongas en peligro de nuevo. Si te sucediera algo, yo… yo no podría soportarlo, Caroline.
Ella se giró alejándose, sus ojos comenzaban a llorar y ella no quería que él viera su respuesta emocional a esa declaración. Había algo en su voz que le conmovió el corazón, algo en la forma en que se movieron sus labios un momento antes de que él hablara, como si estuviera buscando en vano las palabras correctas.
Pero entonces, él dijo:
– No puedo dejar que muera otra mujer – y se dio cuenta que no era por ella, era por él, y la agobiante culpabilidad que sentía por la muerte de su prometida. Ella no conocía todos los detalles que giraban en torno a la muerte de Marabelle, pero James le había contado lo suficiente para saber, que Blake se culpaba por la muerte de ella.
Caroline sofocó un sollozo. ¿Cómo podía ella competir con una mujer sin vida?
Sin mirarlo, se dirigió torpemente hasta la puerta.
– Me voy arriba, si tienes algo más que decirme, puedes hacerlo por la mañana – pero antes de que ella pudiera posar su mano sobre el pomo de la puerta, oyó que le decía – espera.
Nada más que una palabra y ella fue incapaz de resistir. Se dio media vuelta. Blake la miró con gran intensidad, incapaz de desviar la mirada de su rostro. Él deseaba decir algo, miles de palabras cruzaban a través de su mente, pero no podía crear una sola frase; y entonces, sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, dio un paso hacia ella, y otro, y otro, y ella se encontró en sus brazos.
– No me vuelvas a dar un susto – murmuró entre sus cabellos.
Ella no respondió, pero sintió como su cuerpo se caldeaba y se relajaba contra el de él. La oyó suspirar, fue un sonido suave, apenas audible, pero fue dulce y eso le decía que ella lo deseaba. Es posible que no fuera de la misma forma en que él la deseaba a ella, demonios, dudaba que fuera posible; pero aún así, ella lo deseaba, de eso estaba seguro.
Sus labios encontraron los de ella, y la devoraban con todo el temor y el deseo que había estado sintiendo durante toda la noche. Ella lo saboreaba tal y como había soñado y la hacía sentirse en el paraíso.
Y Blake supo que estaba condenado.
Nunca podría poseerla, nunca la amaría del modo en que ella se merecía, pero él era demasiado egoísta para dejarla. En este momento podría y fingiría que él era suyo, que ella era suya, y que su corazón no estaba destrozado.
Se dejaron caer sobre el sofá, Caroline se colocó suavemente encima de él, que sin pérdida de tiempo cambió su posición con ella. Quería sentirla moverse bajo él, retorciéndose con el mismo deseo que le estaba consumiendo. Deseaba ver como sus ojos se oscurecían y ardían de necesidad. Sus manos se deslizaron sigilosamente por debajo de la camisa de ella, oprimiendo de forma atrevida su ágil pierna, antes de deslizarse hacía su muslo suave. Ella gimió bajo él, un sonido delicioso que podía haber sido su nombre, o podía haber sido solo un gemido, pero a Blake no le importó. Todo lo que él quería era a ella.
Toda ella.
– Dios me ayude, Caroline – dijo él, casi sin reconocer el sonido de su propia voz – te necesito, esta noche, ahora. Te necesito.
Las manos de él se dirigieron hacia los botones de su pantalón, moviéndose frenéticamente para liberarse de ellos. De todas formas, tenía que sentarse para quitárselos, fue justo el tiempo suficiente para que ella lo mirara, para verlo realmente, y en esa fracción de segundo su nube de pasión desapareció y ella salió tambaleándose del sofá.
– No – dijo boquiabierta – no me gusta esto, no sin… no.
Blake la vio irse, odiándose por abalanzarse sobre ella como un animal. Pero ella lo sorprendió parándose en la puerta.
– Vete – dijo él con voz ronca. Si ella no se iba de la habitación en ese instante, sabía que la seguiría, y entonces no habría escapatoria.
– ¿Estarás bien?
Él la miró fijamente conmocionado. Casi la había deshonrado. Habría tomado su virginidad sin mirar atrás.
– ¿Porqué lo preguntas? ¿Tú estarás bien?
Ella no se iba a quedar sin responder, así que afirmó con la cabeza.
– Vale, te veré mañana.
Y ella se marchó.