CAPITULO 20

hal-cy-on (adjetivo). Reposado, quieto, pacífico, sereno.


No miraré atrás hacía esos días tan tranquilos (halcyon).

Del diccionario personal de Caroline Trent.


Caroline estaba sentada sobre la arena de la playa, contemplando el cielo. Como Blake le había señalado, estaba nublado, así que todo lo que ella podía ver era el pálido y borroso fulgor de la luna. Rodeó con sus brazos sus rodillas flexionadas y se acurrucó contra la brisa fría, con los zapatos a su lado.

– No importa – se decía a sí misma, moviendo los dedos de sus pies en la arena gruesa – sencillamente no importa.

– ¿Qué no importa?

Ella levantó la cabeza con un movimiento brusco. Blake.

– ¿Cómo llegaste hasta aquí sin que te oyera?

Él indicó con la mano hacia detrás de él

– Hay otro camino cincuenta yardas más atrás.

– Oh, bueno, si has venido para inspeccionarme, verás que estoy perfectamente bien, y puedes volver a casa.

– Caroline – aclaró su garganta – hay algunas cosas que necesito contarte.

Ella desvió la mirada.

– No me debes ninguna explicación.

Se sentó junto a ella, adoptando la misma postura inconscientemente, acomodó su barbilla sobre sus rodillas y dijo

– había razones por las que juré que nunca me casaría.

– No quiero oírlo.

– Aún así, necesito decírtelo.

Ella no dijo nada, así que él continuó

– Cuando Marabelle murió… – su voz se contrajo.

– No tienes que hacer esto – dijo ella rápidamente – por favor.


Él la ignoró

– Cuando ella murió, creí, sentí, Dios… es tan duro decirlo con palabras.

Él sopló; un montón de angustia en esa ráfaga de aire

– Estaba muerto por dentro. Esa es la única forma de describirlo.

Caroline tragó, apenas podía resistir el impulso de ofrecerle el consuelo de colocar su mano sobre el brazo de él.

Yo no puedo ser lo que te hace falta.

– Lo sé – dijo ella ásperamente – no puedo competir con una mujer muerta, después de todo.

Él se sobresaltó por sus palabras

– Juré que nunca me casaría. Yo…

– Nunca te pedí eso, yo puedo haber… No importa.

– ¿Tú puedes haber qué?

Caroline sólo negó con la cabeza, no dispuesta a decirle que ella podía haber deseado eso.

– Por favor, continua – dijo ella con voz distraída.


Él hizo un gesto afirmativo, aunque estaba claro que sentía curiosidad por lo que ella casi había dicho.

– Siempre me dije a mí mismo que no podía casarme por respeto a Marabelle, que no quería ser desleal a su memoria, y pienso que realmente lo creí. Pero esta noche me he dado cuenta que no era cierto.

Ella volvió su cara hacia la de él, con mil preguntas en sus ojos.

– Marabelle está muerta – dijo él con voz sepulcral – Y sé que… No puedo traerla de vuelta. Nunca pensé que podría, es sólo que…

– ¿Es sólo qué, Blake? – le urgió con voz baja y apremiante – Por favor, cuéntame, me hace comprender.

– Sentía que no podía fallarle muerta, como lo hice en vida.

– Oh, Blake, tú nunca le has fallado a nadie – ella tocó su brazo – algún día tendrás que darte cuenta de eso.

– Lo sé – él cerró los ojos por un momento – siempre lo he sabido, en lo más profundo de mi alma. Ella era tan intransigente, no podría haberla parado.

– ¿Entonces porqué estás tan decidido a ser infeliz?

– Ya no es por Marabelle. Es por mí.

– No entiendo.

– En algún punto del camino, perdí algo de mí mismo. No sé si fue el sufrimiento o el despecho, pero dejé de importarme.

– Eso no es cierto. Te conozco mejor de lo que crees.

– ¡Caroline, no siento nada! – exclamó él – nada profundo y significativo, al menos ¿No ves que estoy muerto por dentro?

Ella negó con la cabeza

– No digas eso. No es cierto.

Él aferró su hombro con urgente necesidad

Es cierto, y tú mereces más de lo que yo te puedo dar.

Ella fijó los ojos en su mano

– No sabes lo que estás diciendo – susurró.

– Joder que no lo sé.

Se alejó violentamente de ella y se levantó, adoptando una actitud fría mientras miraba fijamente las olas. Después de un momento de silencio dijo

– James ha dicho que se casará contigo.

– Ya veo.

– ¿Eso es todo lo que tienes que decir?

Ella soltó un suspiro exasperado

– ¿Qué me quieres decir, Blake? Házmelo saber, y yo te lo diré; pero no sé lo que quieres, ni siquiera sé lo que yo quiero.

Ella ocultó la cara entre las rodillas. Eso era mentira, ella sabía exactamente lo que quería, y él estaba de pie a su lado, diciéndole que se casara con otro hombre.


No estaba sorprendida, pero no había esperado que eso doliera tanto.

– Él cuidará de ti – dijo Blake en voz baja.

– Estoy segura de que lo hará.

– ¿Aceptarás?

Ella lo miró de repente

– ¿Te importa?

– ¿Cómo puedes preguntar eso?

– Creí que no sentías, que no te importaba nada.

– Caroline, me importa tu futuro. Es sólo que yo no puedo ser lo que tú necesitas en un marido.

– Eso es una excusa – ella se puso de pie, en actitud guerrera – eres un cobarde, Blake Ravenscroft.

Comenzó a alejarse, pero sus pies se enterraban en la arena, y él pudo alcanzarla rápidamente.

– ¡No me toques! – gritó ella cuando él cerró la mano alrededor de su brazo.

– Déjame sola.

Él no la dejó marchar

– Quiero que aceptes la proposición de Riverdale.

– Tú no tienes derecho a decirme lo que tengo que hacer.

– Lo sé. Pero aún así, te lo estoy pidiendo.


Caroline volvió la cabeza; su respiración era corta, y jadeaba ligeramente, apretó sus ojos cerrándolos por un momento mientras las emociones estallaban en su mente

– ¡Vete! – se las ingenió para decir finalmente.

– No hasta que tenga tu palabra de que te casaras con Riverdale.

– ¡No! – gritó – ¡No! ¡No me casaré con él!, no le amo, y él no me ama, y eso no es lo que yo quiero.

Él sujetó su brazo fuertemente

– Caroline, debes escucharme, Riverdale…

– ¡No!

Con una fuerza nacida de la furia y la angustia, tiró con fuerza de su brazo alejándose y salió corriendo hacia la playa. Corrió hasta que sus pulmones ardieron, hasta que sus ojos estuvieron tan llenos de lágrimas que ella no podía ver. Corrió hasta que el dolor en su cuerpo eclipsó finalmente el que había en su corazón.

Tropezó sobre la arena, intentando ignorar el sonido de las pisadas de Blake acercándose; el cuerpo de él golpeó violentamente el suyo con una fuerza enorme, haciéndolos caer a ambos al suelo de golpe.

Caroline quedó tumbada sobre su espalda con el cuerpo de Blake cubriéndola íntimamente.


– Caroline – dijo él con fuertes jadeos.

Ella lo miró con intensidad, sus ojos buscaron salvajemente alguna señal de que él la amara, luego se elevó tratando de asir la parte de atrás de su cabeza y atrajo la boca de él hacia la suya, besándolo con todo el amor y desesperación de su corazón.


Blake intentó resistirse. No podía poseerla, él lo sabía. Ella se iba a casar con su mejor amigo; pero sus labios eran dulces y exigentes, y la presión del cuerpo de ella contra el suyo convirtió su sangre en llamas.

Él susurraba su nombre una y otra vez, como un mantra [3]. Había intentado ser noble, había intentado alejarse de ella, pero no fue lo suficientemente fuerte para decir “no”, cuando la lengua de ella se hallaba sobre sus labios y sus pies desnudos le rozaban a lo largo de sus pantorrillas.


Sus manos fueron ágiles y rápidas, y le quitó el vestido en menos de diez segundos. Lo colocó por debajo de ella para protegerla de la arena, y ese fue el último pensamiento racional antes de que todo su ser fuera sobrepasado por la necesidad de poseerla.

– Te tendré – juraba, acariciando con las puntas de sus dedos desde las pantorrillas, llegando hasta sus muslos.

– Te tendré – prometía, tirando con fuerza de su camisa y colocando su mano sobre el corazón de ella.

– Te tendré – gemía, justo antes de que su boca se adueñara de su pezón.

Todo lo que ella decía era

– Sí.

Y el corazón de Blake remontó.


Caroline arqueaba su espalda mientras gritos de deseo escapaban de su boca, parecía que por cada anhelo que él colmaba, creaba dos más, atormentando el cuerpo de ella en un frenesí de necesidad.

Ella no estaba segura de qué hacer, pero sabía que quería sentir la piel de él contra la suya, así que dirigió sus manos hacia los botones de la camisa de él, sus movimientos eran rudos y torpes. No obstante, al momento Blake la empujó a un lado, para desgarrar la prenda con un grito salvaje.


Un segundo más tarde, Blake estaba encima de ella, el calor de su pecho desnudo contra el de ella, su boca se inclinaba sobre la de ella y la devoraba de dentro a fuera.

Ella gemía sobre él, aferrándose a su espalda, para después pasar sus manos hacia abajo, apenas rozándole, hacia la pretina de sus pantalones. Se detuvo, se armó de valor y pasó un dedo por debajo, tocando la suave piel de sus nalgas.


Los labios de Blake se deslizaron por su mejilla hasta la oreja murmurando

– Quiero sentirte – contra su piel; su aliento era caliente y húmedo y muy, muy erótico. Ella pudo sentir cada una de sus palabras incluso más de lo que podía escucharlas.

– Yo también quiero sentirte – susurró.

– Oh, lo harás. Tú lo harás.

Se dio la vuelta para separarse de ella, justo el tiempo de quitarse el resto de la ropa, y se colocó sobre ella otra vez; con toda la caliente y desnuda longitud de él, quemando su piel.

Las olas estaban subiendo, y a ella el agua fría le hacía cosquillas en las puntas de los pies desnudas. Caroline tembló, pero el movimiento solo la hacia frotarse más íntimamente contra Blake, y oyó que él gemía de deseo

– Voy a tocarte – le susurró él, con voz cálida contra su mejilla.


Sabía lo que él quería decir, pero aún así se sobresaltó cuando él pasó rozando sus dedos contra su zona más intima. Se puso tensa, se relajó cuando los labios de él presionaron contra su oído con suavidad

– Shhh…

Deslizó un dedo en su interior, y ella jadeó de placer

– Yo también quiero tocarte – le dijo.

Él dejó salir un desastroso suspiro

– Probablemente moriría si lo hicieras.

Los ojos de ella prácticamente volaron hacia su rostro.

– Te quiero tanto – intentó él explicarle – creó que estallaré si me tocas, y no puedo…

– Shhh…

Ahora fue su turno confortarlo a él y colocó un tierno dedo sobre sus labios.

– Sólo enséñame. Enséñame todo. Quiero complacerte.

Un sonido ronco llegó del fondo de la garganta de Blake y con el codo separó sus piernas. La tocó con la punta de su pene y casi se sobresaltó por el placer de ese contacto. Ella estaba tan ardiente y deseosa, y sabía que ella lo quería. Le hacía daño a su alma y a todo.


– Oh, Caroline, haré esto bien para ti – juró – Te haré disfrutar. Te doy mi palabra.

– Ya lo has hecho – dijo ella dulcemente.

Comenzó a jadear cuando él empezó a penetrarla.

La tomó lentamente, dándole a su cuerpo tiempo para que se adaptara a su tamaño y a su fuerza. Era tan difícil contenerse cuando cada fibra de su ser quería empujar dentro de ella, marcándola como suya.

Algo muy primitivo despertó dentro de él. No quería únicamente hacerle el amor. Él quería devorarla, poseerla, darle tal placer que ella ni siquiera pudiera soñar con dárselo a otro.


Pero él se contuvo, esforzándose por mantener un suave contacto. Ella no estaba preparada para la fiereza de su deseo. No lo comprendería. Y a él le importaba demasiado como para asustarla.

A él le importaba.

Tuvo una revelación maravillosa, y su cuerpo entero se quedó helado.

– ¿Blake?

Se había dado cuenta que ella le agradaba, se había dado cuenta que la deseaba. Pero era en este momento de intimidad cuando se había percatado de que sus emociones eran mucho más intensas. Él, que creyó haber perdido el poder de sentir algo profundamente, había sido conmovido por esta mujer, y…

– ¿Blake?

Él bajó la mirada.

– ¿Algo va mal?

– No – dijo con un poco de asombro en su voz – No, de hecho, creo que todo podría ser perfecto.

Un asomo de sonrisa ensalzó los labios de ella

– ¿Qué quieres decir?

– Después te lo diré – dijo él, preocupado porque este mágico sentimiento pudiera desaparecer si lo analizaba muy de cerca – Pero ahora…

Él empujó hacia adelante. Caroline se quedó sin aliento.

– ¿Te hice daño? – le preguntó.

– No, es sólo que… me siento tan… bien, tan llena por decirlo de alguna manera.

Blake soltó una carcajada

– No estoy ni siquiera a mitad de camino ahí – dijo con una sonrisa divertida.

Su aflicción cesó de golpe.

– ¿No?

– Todavía no – dijo él solemnemente.

– Aunque esto – se apresuró a empujar hacia adelante, produciendo un movimiento de fricción maravilloso para ambos – me queda un poco pequeño.

Ella tragó saliva.

– ¿Un poco pequeño? ¿No termina ahí?

Él sonrió lentamente y negó con la cabeza.

– Por supuesto, si hiciera esto – dio un pequeño empujón con su cadera.

– Estaría casi ahí.

– ¿Pero tú… ¿Soy todavía…

– ¿Virgen? – terminó por ella – técnicamente, supongo que sí; en cuanto a lo que a mí concierne, eres mía.

Caroline tragó, y parpadeó para retener sus lágrimas, apenas capaz de contener sus emociones. Era asombroso que una simple frase pudiera hacerle eso. Eres mía. Oh, como deseaba que fuera cierto. Por siempre.

– Hazme tuya – susurró ella – por completo.

Ella pudo ver en su rostro como le costaba controlarse. El aire nocturno era helado, pero la frente de Blake estaba perlada de sudor y los músculos de su garganta sobresalían de forma perceptible.

– No quiero hacerte daño – le dijo con voz muy tensa.

– No me lo harás.


Y entonces, como si hubiera consumido la última pizca de reserva, él soltó un ronco grito y se hundió hacia adelante, enfundándose dentro de ella completamente.

– Buen Dios – jadeó él – Caroline.

Ella no pudo evitar el loco impulso de reír

– Oh, Blake – gimió – ahora veo la diferencia.

– ¿La ves?

– ¿Hay más?

Él afirmó con la cabeza – espera y verás.

Y entonces comenzó a moverse.


* * * *

Más tarde Caroline no podía decidir qué le había gustado más. ¿Fue el sentimiento de plenitud que había sentido cuando ellos eran sólo uno? ¿Fue el ritmo primitivo de su cuerpo mientras él la reclamaba como suya? En realidad, no podía descartar el clímax explosivo que había sentido, inmediatamente seguido por el grito de pasión de Blake en el momento de dejar su semilla.


Pero ahora, yacía en sus brazos, la brisa marina acariciaba sus cuerpos, y ella creyó que esto podría ser lo mejor de todo. Él estaba tan caliente, y tan cerca, y ella podía oír como su latido reducía la velocidad hasta ser tranquila y regular. Podía oler la sal sobre su piel y la pasión en el aire, y había algo tan acertado en todo esto, como si hubiera estado esperando este momento durante toda su vida.


Pero mezclarlo con su felicidad le producía un temor inquietante. ¿Qué sucedería ahora? ¿Significaba esto que él quería casarse con ella? Y si lo hacía, ¿Lo haría solo porque era lo correcto? Y si ese fuese el caso ¿A ella le importaría?


Bien, por supuesto que le importaría… Quería que él la amara con una emoción tan intensa como ella sentía por él. Pero tal vez aprendiera a amarla si se casaban. Ella podría ser infeliz si se casaba con un hombre que no la amara, pero sabía que sería infeliz sin él. Tal vez solo debería cerrar los ojos, saltar y esperar lo mejor.


O tal vez, pensó frunciendo el ceño, debería recordar que él no le había dicho nada más que dos palabras desde que habían hecho el amor, y desde luego, ninguna referente al matrimonio.

– ¿Porqué estás preocupada? – preguntó Blake acariciándole lentamente el pelo con sus dedos.

Ella negó con un gesto de su cabeza.

– Por nada. Estaba soñando.

– Conmigo, supongo – dijo sosegadamente – y mis intenciones.

Ella se volvió hacia atrás horrorizada.

– Nunca soñaría con manipularte en…

– Shhh… – dijo con suave autoridad – Lo sé.

– ¿Lo sabes?

– Nos casaremos tan pronto como obtenga una licencia especial.

El corazón de ella dio un brinco.

– ¿ Estás seguro?

– ¿ Qué clase de pregunta es esa?

– Una estúpida – musitó ella.

¿No había decidido la muy entrometida que no le importaría si él quería casarse porque era lo correcto?

No, eso no estaba bien. A ella le importaba, se iba a casar con él de todas formas.

– ¿Caroline? – Era evidente que había diversión en su voz.

– ¿Sí?

– ¿Vas a responder a mi pregunta?

Ella parpadeó.

– ¿Me hiciste una?

– Te pregunté si tú te… – hizo una pausa – No, en realidad, no te lo pregunté.

Antes de que Caroline se diera cuenta de lo que estaba haciendo, él rodó hasta incorporarse sobre una rodilla.

– Caroline Trent, dentro de poco Ravenscroft – dijo – ¿Me harás el honor de ser mi esposa?

Si sus ojos no se hubieran llenado con tantas lágrimas, se podría haber reído ante el espectáculo de su propuesta que él le hizo en cueros.

– Sí – dijo afirmando furiosamente con la cabeza – Sí, sí, sí.

Él levantó la mano de ella hacia su boca y la besó.

– Bien.


Caroline cerró sus ojos durante unos segundos. Quería desconectar todos sus sentidos, para poder saborear el momento en su mente. Ninguna visión, ningún contacto, ningún olor que la distrajera de ese gozo maravilloso en su corazón.

– ¿Caroline?

– Shhh…

Le hizo un gesto con la mano a él y unos segundos más tarde, abrió los ojos y dijo – Bueno, ¿Qué me ibas a decir?

Él tenía una expresión de curiosidad

– ¿Qué pasa?

– Nada, yo… ¡Oh, mira! – señaló al cielo.

– ¿Qué? – le preguntó él siguiendo el dedo con sus ojos.

– El cielo se debe haber despejado, han salido las estrellas.

– Así que son ellas – murmuró con algo parecido a una sonrisa en sus labios – Después de todo, eras tú la que decías que siempre estaban ahí.

Caroline apretó la mano de él con la suya

– Sí – asintió – ahí estaban.

Una media hora más tarde, ellos se habían vestido a pesar de estar un poco desarreglados e intentaron deslizarse dentro de la casa lo más silenciosamente posible.

Sin embargo, James estaba esperando en la puerta principal.

– Te dije que deberíamos haber utilizado las escaleras traseras – murmuró Caroline.

– ¿Doy por hecho que volvéis porque es muy tarde? – dijo James suavemente – Perriwick quería cerrar la puerta, pero yo no estaba seguro de que tuvierais llave.

– Hemos decidido casarnos – dijo Blake bruscamente.

James simplemente elevó una ceja y murmuró

– Es lo que pensé.

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