CAPITULO 19

lat-i-tu-di-nar-i-an (adjetivo). Permitir, favorecer, o caracterizar de libertad de opinión o acción. No insistir en la justicia estricta conformándose con un código establecido.


En Bournemouth (al contrario que en Londres), uno puede actuar de forma más liberal (latitudinar-ian), incluso cuando en la comarca, hay ciertas normas de conducta que uno debe acatar.

Del diccionario personal de Caroline Trent.


– ¡Usted! – acusó Penélope – ¿Qué está haciendo aquí?

Pero su voz se perdió bajo la de Blake, que estaba chillándole a Caroline

– ¿Porqué narices no bajaste corriendo las escaleras cuando nos oíste venir?

Su única respuesta fue un estornudo.

James, que normalmente no se irritaba por nada, elevó una ceja y dijo

– Parece que está algo incapacitada.

Caroline estornudó otra vez.


Penélope se dirigió a James con expresión furiosa.

– Supongo que usted está de algún modo unido al engaño también.

Él se encogió de hombros

– De algún modo.

Caroline estornudó.

– Por amor de Dios – dijo Penélope de mal humor – sacadla fuera del hueco de la escalera; evidentemente hay algo dañino entre el polvo que le está provocando convulsiones.

– Ella no tiene un ataque convulsivo en absoluto – dijo Blake – sólo está estornudando.

Caroline estornudó.


– Bueno, da igual lo que sea, llévala a tu cuarto ¡No! A tu cuarto no, llévala a mi cuarto.

Penélope se colocó las manos en sus caderas y los miró echando fuego por los ojos primero al uno, y después al otro.

– ¿ Y qué demonios está pasando aquí? Quiero que me informéis de la situación en este mismo momento. Si alguno no…


– Si me permite… – interrumpió James.

– Cierra la boca, Riverdale – Blake lo cortó bruscamente mientras levantaba a Caroline – hablas como el maldito mayordomo.

– Estoy seguro de que Perriwick estaría más que encantado con la comparación – dijo James – sin embargo, simplemente iba a comentarle a Penélope que no tiene nada de malo que Caroline esté en tu cuarto, dado que ella y yo estamos también presentes.

– Muy bien – concedió Penélope – colócala en tu dormitorio Blake, después quiero saber que es lo que está pasando; y no más sandeces sobre miel y pájaros.

Caroline estornudó.

Blake se dirigió a su hermana y le sugirió

– ¿Le podrías traer un poco de té?

– ¡Ja! Si crees que voy a dejarla sola aquí con vosotros dos.

Yo traeré un poco de té – interrumpió James.

Tan pronto como se hubo ido, Penélope entrecerró los ojos a Blake y Caroline y preguntó

– ¿Tenéis un romance?

– ¡No! – Se las ingenió Caroline para exclamar entre estornudos.


– Entonces será mejor que empiece a explicar su presencia. La había juzgado como a una señorita con una personalidad de moral severa; y se requiere toda mi tolerancia y una mentalidad abierta para no cambiar esa opinión.

Caroline miró a Blake. Ella no iba a revelar sus secretos sin su permiso; pero él únicamente gimió, puso los ojos en blanco y dijo

– Podríamos también decirle la verdad. Dios sabe que a la larga lo va a descubrir.

La historia completa llevó veinte minutos. Probablemente sólo habría requerido quince, excepto que James volvió con el té (que afortunadamente iba acompañado con bollos frescos) y la historia, naturalmente, se hizo más lenta mientras ellos lo tomaban.


Penélope no preguntó nada durante el relato excepto

– ¿Leche? – ó – ¿Azúcar?

Lo que en realidad no tenía importancia ya que ella estaba sirviendo el té.


Blake, James y Caroline sin embargo, se interrumpieron el uno al otro de forma asombrosa.

A pesar de eso, después de un cuarto de hora, y para satisfacción de todos, se las apañaron para relatar lo sucedido en las últimas semanas.

Cuando estaban a medias, Caroline observó el semblante impasible de Penélope, con una mezcla de curiosidad y temor. Se había acostumbrado mucho a la hermana de Blake y le rompía el corazón en dos pensar que la condesa la aislara completamente.


Pero Penélope los sorprendió a todos al murmurar un tranquilo

– Ya veo – seguido de un incluso más tranquilo – Hmmm…

Caroline se inclinó hacia adelante.

James se inclinó hacia adelante.

Blake empezaba a inclinarse hacia adelante, se paró y soltó un bufido de disgusto.

Estaba bien acostumbrado a las tácticas de su hermana.

Por fin Penélope respiró profundamente, se volvió a Blake y dijo

– Eres un bruto al no tener informada a la familia de tus actividades gubernamentales, pero no te voy a insultar ahora.

– Que amable de tu parte – musitó él.

– De veras que es una suerte para ti – continuó ella – que la desconsideración de tu secreto haya sido eclipsada por un asunto de grave preocupación.

– Cierto.

Penélope lo miró furiosamente mientras señalaba con su dedo primero al marqués, y luego otra vez a su hermano

– Uno de ustedes – anunció – se va a casar con ella.

Caroline, que había estado examinando con esmero la punta de sus zapatos para no decir a Blake un “te lo dije”, sonriendo satisfecha cuando Penélope le regañó a él sobre su secreto, sacudió con fuerza su cabeza hacia arriba. La visión que le esperaba no era tranquilizadora.

Penélope estaba señalando con su largo dedo índice directamente hacia ella, y Blake y James se habían quedado absolutamente blancos.


Esa tarde Blake se encontró manteniendo una conversación sumamente desagradable con su hermana. Ella lo intentaba convencer de que se casara con Caroline con toda la rapidez posible, y él hacia lo mejor que podía para ignorarla.


Él no estaba demasiado preocupado por las consecuencias de este último desastre. Había jurado que nunca se casaría; Penélope lo sabía, Caroline lo sabía, James lo sabía. Mierda, el mundo entero lo sabía. Y James no era de la clase que consentía a la hermana de su mejor amigo que le pinchara para que hiciera algo que no quería hacer. De hecho, la única manera en que Penélope podía garantizar que Caroline sería casada con rapidez, sería contar chismes y crear un escándalo monumental.


Blake estaba seguro de que eso no era un peligro. Penélope estaría deseosa de crear un pequeño chisme, pero no lo haría para arruinar a la mujer que ahora llamaba “ mi querida, mi más cercana amiga”

Penélope podía, sin embargo, esforzarse por crear un fastidio general y molestar hasta que a todos en Seacrest Manor se los llevaran los demonios.

Y en el caso de Blake, ella estaba triunfando hábilmente.


– Blake – dijo – sabes que necesitas una esposa.

– Sé que no la necesito.

– Caroline ha estado irrevocablemente comprometida.

– Sólo si tú decides contar chismes en Londres.

– Eso no viene a cuento.

– Ese es exactamente el asunto – refunfuñó Blake – ha estado viviendo aquí para proteger la seguridad nacional.

– Oh, por favor – dijo Penélope desdeñosamente – ella está viviendo aquí para escapar de las garras de ese tutor suyo.

– Un tutor que es una amenaza para la seguridad nacional – respondió Blake – y Caroline ha estado ayudándonos en su captura. Un esfuerzo de lo más noble, si es lo que me preguntas.

– Yo no te lo pregunté – dijo Penélope sorbiendo por la nariz.


– Deberías – le cortó Blake bruscamente – la presencia de Caroline aquí es vital para la seguridad de Inglaterra, únicamente el peor de los mequetrefes antipatrióticos usaría eso para arruinar su reputación.

De esta manera él estaba exagerando un poco sobre la seguridad nacional. Los momentos desesperados exigían de vez en cuando medidas desesperadas.


James eligió ese momento para divagar

– Supongo que aún le estás dando vueltas al futuro de Caroline – dijo.

Ambos dirigieron sus miradas molestas en dirección a él.

– Vale – dijo James, estirando sus brazos como un gato y bostezando mientras se hundía en un sofá – he estado pensando en casarme con ella.

– Oh, ¡es fantástico! – exclamó Penélope aplaudiendo, pero su comentario fue ahogado por el grito de Blake

– ¿QUÉ?

James se encogió de hombros

– ¿Por qué no? Alguna vez tengo que casarme.

– Caroline merece a alguien que la ame – dijo Blake mordazmente.

– Estoy seguro que yo le agrado. Eso es más de lo que muchos matrimonios pueden afirmar.

– Eso es cierto – dijo Penélope.

– Tú – dijo Blake bruscamente – cállate. Y tú – Dirigió su furioso rostro hacia el marqués, pero el discurso inteligente se le esfumó, así que sólo bramo

– Cállate también.

– Muy bien – James reía entre dientes.

Blake lo miró con fiereza, sintiéndose totalmente capaz de matar.


– Cuénteme más – le rogó Penélope – creo que Caroline será una excelente marquesa.

– Efectivamente lo sería – contestó James – y haríamos una pareja muy conveniente. Necesito casarme en algún momento, y parece que Caroline necesita casarse pronto.

– No hay razón para que ella se case – gruñó Blake – mientras mi hermana mantenga su boca cerrada.

– Penélope seguro que es discreta – continuó James con una voz que Blake estaba empezando a encontrar irritantemente alegre – pero ella no puede garantizar que nadie se dará cuenta de nuestra peculiar arreglo. Caroline podría no ser un miembro de la alta sociedad, pero eso no quiere decir que ella merezca que su nombre sea arrastrado por el fango.

Blake saltó sobre sus pies y bramó

– No te atrevas a acusarme de querer mancillar su buen nombre. Todo lo que he hecho…

– El problema – interrumpió Penélope con suavidad – es que tú no has hecho nada.

– Me niego a sentarme aquí y…

– Estás de pie – señaló Penélope.

– James – dijo Blake con una voz peligrosamente baja – si no me arrestas, seguramente cometeré muchísimos crímenes en los próximos diez segundos, siendo del que menos me arrepienta, el que concierne a la dolorosa muerte de mi hermana.

– Er… Penélope – dijo James – si yo fuera usted, me cambiaría de vivienda para estar fuera de su alcance, creo que lo dice en serio.

– ¡Bah! – fue la respuesta de Penélope – Sólo está enfadado porque sabe que estoy en lo cierto.

Un músculo comenzó a crisparse en la mandíbula de Blake y ni siquiera se molestó en mirar a James cuando dijo

– ¿Tú no tienes una hermana, verdad, Riverdale?

– No.

– Considérate afortunado

Entonces se dio media vuelta y se alejó con paso majestuoso.


James y Penélope miraron hacia la puerta por la que Blake acababa de salir hasta que Penélope finalmente parpadeó varias veces, se dirigió a James y le dijo

– No creo que esté muy complacido con nosotros ahora mismo.

– No.

– ¿Hablaba usted en serio?

– ¿Sobre casarme con Caroline?

Penélope movió la cabeza afirmativamente.

– Difícilmente haría una declaración así si no estuviera dispuesto a cumplirla.

– Pero usted no quiere casarse con ella – dijo Penélope entrecerrando los ojos.

– Desde luego no de la misma forma que Blake.

– Hmmm… – ella cruzó la habitación y se sentó.

– Es bastante perspicaz, Riverdale, pero su plan puede no salir bien. Blake puede ser muy obstinado.

James se sentó frente a ella

– Un hecho del que soy totalmente consciente.

– Estoy segura que lo es – ella curvó sus labios, sin ser una sonrisa en realidad

– ¿Y es también consciente de que yo también comparto esa peculiaridad?

– ¿Quiere decir, obstinación? Mi querida Penélope, correría desnudo por toda Inglaterra al acabar el invierno, solo para escapar de batallas de voluntades como la suya.

– Lo ha dicho estupendamente, pero si su pequeña declaración fracasa y no produce los resultados deseados, usted se casará con Caroline.

– No dudo que mantendrá una pistola en mi espalda hasta que lo haga.

La voz de Penélope se alzó

– No es una broma, Riverdale.

– Lo sé, pero quiero decir lo que dije antes, necesito casarme a la larga, y Caroline tiene mucha mejor presencia que probablemente la que encuentre si voy a cazar una esposa a Londres.

– ¡Riverdale!

Él se encogió de hombros

– Es cierto, me gusta bastante Caroline, y si tengo que casarme con ella porque Blake es demasiado cobarde para hacerlo él mismo, bien, pues que así sea. Francamente, puedo pensar en peores destinos.

– Qué lío – suspiró Penélope.

– No importa, Blake se adelantará – dijo James haciendo una onda con su mano – le mataría verme casado con ella.

– Espero que tenga razón, Dios sabe que necesita un poco de felicidad.

Penélope suspiró y relajó su espalda contra el respaldo de su silla

– Solo quiero que sea feliz ¿Es mucho pedir?


Fuera en la puerta, Caroline permanecía con la mano sobre la boca abierta, había creído que su humillación era completa cuando Penélope había pedido que alguien (¡cualquiera!) se casara con ella.

Pero esto…

Ahogó un sollozo. Esto iba más allá de la humillación, la humillación era algo con lo que ella podía vivir, algo que podía aguantar y con el tiempo, dejar atrás.


Pero esto era diferente, algo dentro de ella estaba muriendo, y Caroline no estaba segura de si era su corazón o su alma.

No importaba el qué, ella se dio cuenta mientras corría de vuelta a su habitación. Todo lo que importaba era que ella estaba haciendo daño, y el dolor perduraría para el resto de su vida.


Le llevó dos horas, pero finalmente Caroline fue capaz de recomponerse. Un poco de agua fría redujo la hinchazón alrededor de sus ojos, y algunos minutos de profundos suspiros lograron hacer desaparecer el temblor en su voz. Desdichadamente, no había mucho que ella pudiera hacer para que su corazón no se reflejara en sus ojos.


Se encaminó hacia las escaleras y no se sorprendió al encontrar a James y Penélope todavía sentados en el salón. Su conversación llegaba hasta el vestíbulo y Caroline agradeció el oír que ellos habían cambiado a otros temas más corrientes.


Estaban discutiendo de teatro cuando ella llegó a la puerta, y llamó suavemente sobre el quicio de la puerta. James se levantó al instante cuando la vio.

– ¿Puedo entrar? – preguntó ella.

– Por supuesto – dijo Penélope – aquí, siéntese a mi lado.

Caroline negó con la cabeza.

– Estoy mejor de pie, gracias.

– Como quiera.

– ¿Saben donde está Blake? – preguntó Caroline con una postura tan regia como la de una reina

– Deseo decir esto solo una vez.

– Estoy justo aquí.

Caroline volvió su cabeza de repente. Blake estaba de pie junto a la puerta, su cuerpo estaba un poco rígido y fatigado al mismo tiempo. Sus mejillas mostraban algo de color y ella se preguntó si habría estado paseando al frío aire de la noche.

– Bueno, me gustaría decir algo, si puedo.

– Por favor – dijo Blake.

Caroline evaluó con la mirada a cada uno de los ocupantes del salón, y finalmente dijo

– No necesito un marido. En realidad, no necesito un marido que no necesite una esposa. Todo lo que deseo es que se me permita permanecer aquí, a escondidas, hasta que cumpla veintiún años.

– ¡Pero Caroline! – protestó Penélope – estos caballeros se han comprometido con usted, debe permitir que uno de ellos haga lo correcto.


Caroline tragó saliva. No tenía mucho en la vida, pero poseía su orgullo y no iba a dejar que Blake Ravenscroft la humillara más de lo que ya lo había hecho. Lo miró directamente, aun cuando dirigía sus palabras hacia su hermana

– Lady Fairwich, estos caballeros no han hecho nada para comprometerme.

– ¿Nada? – preguntó Blake.


Caroline lo miró furiosamente, preguntándose que demonios lo habría impulsado a hablar, cuando era tan elocuente para esquivar el matrimonio

– Nada que signifique algo – dijo ella mordazmente.

Sus ojos se encontraron, y ambos sabían que ella se refería a su encuentro en la playa. La diferencia era que sólo Caroline sabía que estaba mintiendo.

Su tiempo con Blake había significado todo para ella.

Cada minuto de cada encuentro estaba guardado en su corazón.

Ella parpadeó para retirar las lágrimas; pronto se habría marchado y todo lo que ella tendría para animarse eran los recuerdos. Ningún hombre que la sostuviera, ningún amigo que bromeara con ella, ninguna casa en la costa que, en unas pocas semanas, llegara a ser su casa.


Pero de todas las cosas que perdería, la ausencia que más le dolería sería la sonrisa de Blake, era tan extraño, pero cuando sus labios se estiraban hacia los lados… y después, cuando verdaderamente se reía, la pura alegría del sonido la hacía querer cantar.


Pero él no sonreía ahora. Su rostro era severo, la miraba furiosamente, como si fuera algún tipo de antídoto, y ella sabía que si no salía de la sala en ese instante iba a parecer una tonta redomada

– Perdón – dijo rápidamente apresurándose hacia la puerta.

– ¡No puede irse ahora! – exclamó Penélope poniéndose en pie de un salto.

Caroline no se giró hacia ella mientras le decía

– He dicho lo que vine a decir.

– ¿Pero adonde va?

– Fuera.

– Caroline.

Era la voz de Blake, y sólo ese sonido hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas.

– ¿Qué? – Se las arregló para decir.

Quizás fue una respuesta brusca, pero era lo mejor que ella podía hacer.

– Fuera está oscuro. ¿O no te habías dado cuenta?

– Voy a mirar las estrellas.

Ella oyó sus pisadas y sintió la mano de él sobre su hombro, alejándola lentamente de la puerta.

– Está nublado – dijo con voz sorprendentemente amable – no te será posible ver las estrellas.

Ella ni siquiera se volvió para decirle

– Sé que están ahí, eso es todo lo que importa.

Blake cerró los ojos mientras ella salía de la habitación, por alguna razón no queriendo ver como se retiraba.


– Ahora mira lo que has hecho – oyó que decía su hermana – has roto el corazón de esa pobre chica.

Él no contestó, no sabiendo, demonios, no queriendo saber si las palabras de su hermana eran ciertas. Si él había destrozado su corazón, era el peor de los bastardos. Y si no era cierto, querría decir que a Caroline no le importaba él, que su única noche de pasión no había significado nada para ella. Y que no era apenas doloroso de soportar.


No quería pensar en lo que él sentía por ella, no quería analizarlo, clasificarlo por partes o intentar etiquetarlo. Porque le aterrorizaba que si lo hacía, la única palabra que le sería posible traer a colación sería amor y eso sería la broma más cruel.

Blake abrió los ojos justo en el momento de ver la expresión en la cara de Riverdale cuando le decía

– Eres un burro, Ravenscroft.

Blake no dijo nada.

– Marabelle está muerta – siseó James.

Blake se volvió hacia su amigo con tal violencia que Penélope dio un respingo

– No la menciones – le dijo con voz amenazante – ella no tiene lugar en esta conversación.

– Exactamente – contestó James – ella está muerta y tú no puedes llevar su luto siempre.

– Tú no lo sabes – dijo Blake sacudiendo su cabeza – no sabes lo que es amar.

– Y tú lo sabes todo demasiado bien – murmuró James – de hecho, lo has sabido dos veces.

– Blake – dijo Penélope con suavidad, poniendo su mano sobre su brazo – sé que la amabas, todos la amábamos, pero Marabelle no habría querido que actuaras así, tú eres sólo una coraza, enterraste tu alma junto a la de ella.


Blake tragó saliva convulsivamente, queriendo más que otra cosa, salir corriendo de la sala, pero de algún modo, seguía clavado en su sitio.

– Déjala ir – susurró Penélope – ya es hora. Y Caroline te ama.

Su cabeza giró de repente

– ¿Ella dijo eso?

Penélope quería mentir. Él podía verlo en sus ojos, pero finalmente ella negó con su cabeza

– No, pero es fácil de ver.

– No le haré daño – prometió él – ella merece algo mejor.

– Entonces cásate con ella – le rogó Penélope.

Él hizo un gesto negativo

– Si me caso con ella… Dios, la lastimaría de más formas de las que puedas imaginar.

– ¡Diablos! – prorrumpió James – deja de ser tan temeroso, tienes miedo de amar, y tienes miedo de vivir, a lo único que no le tienes miedo es a la muerte; te daré una noche, una sola noche.

Blake entrecerró sus ojos

– ¿Para qué?

– Para reorganizar tu mente, pero te prometo esto: Yo me casaré con Caroline si tú no lo haces. Así que, pregúntate a tí mismo si te será posible soportar eso durante el resto de tu vida.

James se dio media vuelta y salió con paso majestuoso de la sala.

– Él no está haciendo una amenaza frívola – dijo Penélope – se ha entusiasmado con ella.

– Lo sé – dijo Blake bruscamente.

Penélope le hizo una leve inclinación de cabeza, y se encaminó hacia la puerta

– Te dejaré sólo con tus pensamientos.

Eso, pensó Blake amargamente, era lo último que él quería.

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