CAPITULO 6

In-con-se-quen-ti-al-i-ty (sustantivo). La cualidad de no ser consecuente.

No hay nada más perturbador que sentirse poco consecuente (inconsequentiality), excepto quizás, la vergüenza que uno siente al intentar pronunciarlo.

Del diccionario personal de Caroline Trent


Caroline estaba tan contenta de poder permanecer en Seacrest Manor, que hasta la mañana siguiente no se dio cuenta de un hecho bastante importante, ella no tenía información que compartir, no sabía nada sobre los negocios ilegales de Oliver. En conclusión, era innecesaria.


Ellos no lo habían entendido todavía. Blake y James probablemente pensaron que ella almacenaba todos los secretos de Oliver ordenados en su cerebro, pero la verdad era que ella no sabía nada. Y sus anfitriones se imaginaban que lo diría pronto, y entonces estaría de vuelta donde había empezado.


La única manera de guardarse de ser arrojada al frío, era hacerse la útil. Quizá si ella ayudaba alrededor de la casa y el jardín, Blake le dejaría permanecer en Seacrest Manor, incluso después de que él se percatara que ella no tenía nada que ofrecer al Ministerio de Defensa. No era como si ella necesitase una casa permanente, solo un lugar donde esconderse durante seis semanas.


– Que hacer, que hacer – se decía a si misma entre dientes, paseando de un lado para otro, dentro de la casa, como buscando una tarea adecuada. Necesitaba encontrar un plan, que le llevase mucho tiempo terminar, algo que requiriese su presencia al menos durante algunos días, posiblemente una semana. Para entonces, ella debería haber podido convencer a Blake y a James de que era una invitada educada y divertida.


Entró paseando sin rumbo en el inerte cuarto de música y movió sus manos a lo largo de la madera lisa del piano. Era una lástima, no sabía como tocar, su padre siempre había deseado que tomara unas lecciones, pero murió antes de llevar a cabo sus planes; ni que decir tiene, que sus tutores nunca se molestaron en buscarle un profesor.


Levantó la tapa y golpeó ligeramente su dedo contra una de las teclas de marfil, sonriendo por el sonido que emitía. De algún modo la música iluminaba la mañana entera. No es que sus golpecitos pudieran ser llamados música sin insultar gravemente las obras de los grandes compositores, pero a pesar de eso, Caroline se sintió mejor después de hacer un poco de ruido.


Todo lo que ella necesitaba ahora para iluminar el día era en realidad conseguir algo de luz dentro del cuarto. El cuarto de música obviamente no había sido empleado todavía esta mañana, ya que las cortinas estaban todavía cerradas, o quizás nadie usaba este cuarto con regularidad, y las mantenían a veces cerradas para mantener el piano alejado del sol. Nunca había tenido un instrumento musical; Caroline no podía estar segura si demasiada luz del sol podía ser dañina.


Fuera lo que fuera, decidió que el poder del sol de una mañana no podría dañar demasiado, así que se dirigió a grandes pasos hacia la ventana y descorrió las cortinas de damasco. Cuando lo hizo, fue recompensada con la visión más espléndida.


Rosas. Cientos de ellas.

– No me di cuenta, estaba justo debajo de mi pequeña habitación – murmuró abriendo la ventana y sacando la cabeza fuera para mirar hacia arriba. Estos deben ser los rosales que ella podía ver desde su ventana. Una inspección más cercana le confirmó que estaba en lo cierto; los arbustos estaban terriblemente descuidados y demasiado crecidos, como ella recordaba y vio un resplandor blanco, ubicado fuera de su alcance que parecía sospechosamente su pajarito de papel. Se inclinó un poco más hacia fuera para tener una mejor visión. Hmmmm. Probablemente podría alcanzarlo desde el exterior.


Unos minutos más tarde Caroline tenía su pájaro de papel en la mano, que estaba seco, con respecto a los rosales que estaban al otro lado.

– Necesitas una poda urgentemente – dijo en voz alta.

Alguien le había dicho una vez que las flores reaccionaban bien a la conversación, y ella siempre lo había tomado de corazón. No era difícil hablar a las flores cuando una tenía tutores como los suyos. Comparándolos, las flores resultaban inevitablemente bastante más agradecidas.


Puso las manos sobre sus caderas, levantó su cabeza, y estudió atentamente los alrededores. El señor Ravenscroft no era del tipo que la despediría mientras estuviera poniendo en orden su jardín, ¿verdad? Y Dios lo sabía, el jardín necesitaba un arreglo. Aparte de los rosales, había madreselva que necesitaba ser recortada, setos que deberían estar decorados y un precioso arbusto púrpura que comenzaba a florecer, cuyo nombre no sabía y estaba convencida que crecería mejor a pleno sol.


Evidentemente este jardín la necesitaba.

Su decisión estaba tomada. Caroline volvió a entrar en la casa y se presentó al ama de llaves, quien, bastante interesada, no demostró la menor sorpresa por su presencia. La señora Mickle estaba totalmente entusiasmada con los planes de Caroline para el jardín, y le ayudó a encontrar un par de guantes de trabajo, una pala, y unas tijeras grandes de podar.


Arremetió contra los rosales con gran entusiasmo y energía, recortando aquí, y podando por allá, parloteando sin parar a sí misma y a las flores al mismo tiempo.

– Aquí estás, serás mucho más feliz sin – (tijeretazo) – esta rama, y estoy segura de que estarás mejor si estás menos denso – (tijeretazo) – justo aquí.

Después de un rato, sin embargo, las tijeras se hicieron más y más pesadas y Caroline decidió ponerlas en el suelo, sobre la hierba, mientras desenterraba la planta que florecía color púrpura y la cambiaba a un sitio más soleado. Parecía prudente cavar un nuevo agujero para la planta antes de trasladarla, así que examinó la zona, y seleccionó un lugar precioso que sería visible desde las ventanas.


Pero entonces, vio algunas otras plantas que florecían muy bellas. Estas estaban punteadas con flores blancas y rosas, pero parecía como si debiera producir más flores. El jardín podría ser una exhibición encantadora de colores si alguien lo cuidara adecuadamente.

– Estas también deberían tener algo más de sol – dijo en voz alta; cavó algunos agujeros más, y otros más, por añadidura.

– Eso debía hacerlo – Con un suspiro de satisfacción inspeccionó el arbusto de flores púrpuras que la había cautivado al principio y empezó a desenterrarlo.


Blake se había ido a la cama de mal humor y se había despertado a la mañana siguiente incluso peor. Este trabajo (su último trabajo, si es que tenía algo que decir sobre ello) se había vuelto un fracaso. Una pesadilla, un desastre andante con ojos verde-azulados.

¿Porqué el estúpido hijo de Prewitt había elegido esa noche para atacar a Caroline Trent? ¿Porqué tenía ella que salir corriendo en medio de la noche, la misma tarde que él estaba aguardando a Carlotta De León? Y lo peor de todo, ¿Cómo demonios suponía que se iba a concentrar en llevar ante la justicia a Oliver Prewitt con ella corriendo bajo sus pies?


Ella era una constante tentación, y un recordatorio doloroso de todo lo que le había sido robado. Alegre, ingenua, y optimista, era todo lo que había estado ausente de su corazón desde hacía mucho. Desde que Marabelle había sido asesinada, para ser precisos. Toda la condenada situación parecía demostrar la existencia de un poder mas grande cuyo único propósito era conducir a Blake Ravenscroft absoluta e irrevocablemente a la locura.


Blake salió pisando fuerte de su habitación, con expresión ceñuda.

– Como siempre, risueño.

Levantó la mirada para ver a James de pie al final del vestíbulo.

– ¿Espías en los rincones oscuros acechando para molestarme? – refunfuñó.

James soltó una carcajada.

– Tengo gente mucho más importante que tú a la que molestar, Blake Ravenscroft. Sólo iba de camino para desayunar.

– He estado pensando en ella.

– No me sorprende.

– ¿Que demonios se supone que quieres decir?

James encogió los hombros, con una expresión más que inocente.

La mano de Blake descendió pesadamente sobre el hombro de su amigo.

– Dime – le ordenó.

– Simplemente – replicó James desprendiéndose de la mano de Blake y dejándola caer – que tú la miras de manera inconfundible.

– No seas estúpido.

– Tengo muy malas cualidades, pero la estupidez no ha estado nunca entre ellas.

– Estás loco.

James ignoró su comentario.

– Parece una chica muy linda. Quizá deberías conocerla mejor.

Blake se volvió hacia él con furia.

– Ella no es la clase de chica que yo procuraría conocer mejor – bramó, diciendo la última palabra en tono burlón- La señorita Trent es una dama.

– Nunca dije que no lo fuera. Dios, ¿Qué creías que estaba insinuando?

– Riverdale – le advirtió Blake.


James agitó su mano en el aire.

– Solamente estaba pensando que hace ya bastante tiempo desde que cortejaste a una mujer, y convenientemente ella se encuentra aquí en Seacrest Manor.

– No estoy interesado en Caroline – dijo Blake mordazmente – incluso si lo estuviera, sabes que nunca me casaré.

Nunca es una palabra muy fuerte, ni siquiera yo voy de un sitio para otro diciendo que nunca me casaré, y Dios sabe que tengo más razones para evitar esa institución que tú.

– No empieces, Riverdale – advirtió Blake.

James lo miró duramente a los ojos.

– Marabelle está muerta.

– ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no recuerdo eso cada uno de los puñeteros días de mi vida?

– Es posible que ya sea hora de que dejes de recordar eso cada uno de los puñeteros días de tu vida; hace cinco años, Blake, casi seis. Para de hacer penitencia por un crimen que no has cometido.

– ¡Al infierno si no lo hice! Tendría que haberla detenido. Sabía que era peligroso. Sabía que ella no debía…

– Marabelle tenía una mente propia – dijo James con una gentileza sorprendente. – No podrías haberla detenido. Ella tomaba sus propias decisiones. Siempre lo hizo.

– Juré protegerla – dijo Blake en voz baja.


– ¿Cuándo? – preguntó James impertinente – no recuerdo asistir a una boda entre vosotros dos.

En medio segundo Blake lo había elevado apretándolo contra la pared.

– Marabelle era mi prometida, tenía mi palabra de matrimonio – lo colocó en el suelo – me juré a mí mismo que la protegería, y desde mi punto de vista, esta declaración es más comprometedora que cualquier juramento ante Dios e Inglaterra.

– Marabelle no está aquí. Está Caroline.

Blake lo soltó bruscamente.

– Que Dios nos ayude.

– Hemos de mantenerla en Seacrest Manor hasta que esté libre de la custodia de su tío – dijo James frotandose los hombros por donde Blake lo había cogido – es lo mínimo que podemos hacer después de que la secuestraras y la ataras a la pata de la cama. La ataste a la pata de la cama, ¿eh? me habría gustado verlo.


Blake lo miró con una fiereza que podría haber derribado a un tigre.

– Y además – añadió James – ella puede sernos muy útil.

– No quiero utilizar a una mujer. La última vez que hicimos eso en nombre del Ministerio de defensa, ella acabó muerta.

– Por el amor de Dios, Ravenscroft ¿Qué le sucederá aquí, en Seacrest Manor? Nadie sabe que ella está aquí viviendo, y no es como si fuéramos a enviarla para realizar misiones. Estará muy bien. Seguramente más segura que si la dejáramos sola en la calle.

– Estaría mucho mejor si la enviáramos a alguno de mis parientes – refunfuñó Blake.

– Oh, ¿Y como se lo vas a explicar? Alguien se va a preguntar como llegaste a estar en posesión de la pupila de Oliver Prewitt, y entonces cualquier esperanza que nosotros tengamos de confidencialidad, será destruida.


Blake gruñó enojado, James llevaba razón, no podía dejar que su conexión con Caroline Trent se hiciera pública, si la iba a proteger de Prewitt, tenía que hacerlo aquí, en Seacrest Manor. Era eso, o echarla a la calle. Se estremeció al pensar en lo que le sucedería, sola por las calles de Portsmouth, que era donde ella había estado al principio, cuando él la secuestró. Era una población con un puerto peligroso, llena de marineros, de ninguna manera era un lugar seguro para una mujer joven.


– Ya veo que reconoces que tengo razón – dijo James.

Blake movió la cabeza afirmando secamente.

– Bien. ¿Interrumpiremos nuestro ayuno? Me encuentro babeando al pensar en una de las tortillas de la señora Mickle. Podemos discutir que haremos con nuestra encantadora invitada mientras comemos.

Blake dejó a James bajar primero las escaleras, pero cuando llegaron al piso de abajo, no había señales de Caroline.


– ¿Crees que estará dormida? – preguntó James – imagino que debe estar bastante cansada después de su dura experiencia.

– No fue una dura experiencia.

– Para ti, quizá. La pobre chica fue raptada.

– La “pobre chica” como tu tan dulcemente la llamas, me tuvo dando vueltas en círculos durante días, si alguien aguantó una dura experiencia – dijo Blake bastante firmemente – fui yo.

Mientras ellos estaban discutiendo la ausencia de Caroline, la señora Mickle entró apresuradamente en la habitación con un plato de huevos revueltos. Ella sonrió y dijo:

– Oh, ahí están, señor Ravenscroft, me encontré con su nueva invitada.

– ¿Estuvo aquí?

– Que chica tan encantadora. Tan educada.

– ¿Caroline?

– Es agradable encontrar a una persona joven, con un carácter tan dulce. Evidentemente, le enseñaron buenos modales.

Blake elevó una ceja.

– A la señorita Trent la criaron los lobos.

La señora Mickle dejó caer los huevos.

– ¿Qué?

Blake cerró los ojos un poco para no ver los huevos amarillos, salpicados sobre sus botas perfectamente abrillantadas.

– Lo que quise decir, señora Mickle, es que ella podría también haber sido criada por lobos, dada la cantidad de tutores a los que ella ha estado sometida.


Para entonces, el ama de llaves estaba en el suelo, con una servilleta de tela intentando limpiar la porquería.

– Oh, pero la pobre encantadora – dijo con clara preocupación – no tenía ni idea de que había tenido una infancia difícil. Debería hacer un pudín especial esta noche.

Los labios de Blake se abrieron por el desconcierto, como intentando recordar la última vez que la señora Mickle había hecho lo mismo por él.


James, que había estado riéndose en la entrada, caminó un poco hacia delante y preguntó

– ¿Tiene alguna idea de a donde fue, señora Mickle?

– Creo que está trabajando en el jardín, llevó consigo unas cuantas herramientas.

– ¿Herramientas? ¿Qué clase de herramientas? – La mente de Blake destellaba con horrorosas imágenes de árboles mutilados y plantas destrozadas – ¿Dónde encontró herramientas?

– Yo se las di.

Blake se volvió sobre sus talones y salió a grandes zancadas.

– Que Dios nos ayude.

Él no estaba preparado para lo que vio.


Agujeros.

Grandes. Agujeros abiertos, por todos lados, en donde anteriormente él tuvo césped desde siempre. O al menos había pensado que lo había estado desde siempre. A decir verdad, nunca le había prestado mucha atención; pero sabía que no tenía de ningún modo parecido con éste. Con montones marrones de tierra sucia por toda la hierba. No vio a Caroline, pero sabía que tenía que estar ahí.


– ¿Qué ha hecho? – rugió.

Una cabeza salió de repente de detrás de un árbol.

– ¿Señor Ravenscroft?

– ¿Qué está haciendo? Esto es un desastre, y tú – dijo a James que no había hecho ruido – para de reírte.

Caroline salió de detrás del árbol, su vestido estaba generosamente cubierto de suciedad.

– Estoy arreglando su jardín.

– Está arreglando mi… ¿Está qué? Esto no me parece ni un poquito arreglar.

– Esto no va a parecer tan maravilloso hasta que acabe con mi trabajo, pero cuando lo haga…

– ¿Su trabajo? Todo lo que veo son docenas de agujeros.

– Dos docenas.

– Si yo fuera tú, no habría dicho eso. – comentó James desde una distancia segura.

Caroline hincó la punta de su pala en la basura y se apoyó sobre ella como si regañara a Blake.

– Una vez que usted oiga mi explicación, estoy segura de que lo comprenderá.

– ¡No entiendo nada!

– Si – suspiró – los hombres por lo general no lo hacen.


Blake comenzó a mirar alrededor del jardín, su cabeza iba frenéticamente de un lado para otro como intentando evaluar el daño.

– Voy a tener que llamar a un experto de Londres para reparar lo que ha hecho. Buen Dios, mujer, va a costarme una maldita fortuna.

– No sea tonto – replicó – todos estos agujeros estarán tapados al atardecer; simplemente estoy trasladando sus plantas en flor al sol. Brotarán mucho mejor, excepto esas nomeolvides, por supuesto – agregó apuntando a las preciosas flores rosas y blancas que estaban plantadas junto a la casa, esas florecen a la sombra.

– Te digo, Ravenscroft – dijo James – que quizá deberías dejarla continuar.

– Estaban recibiendo mucho sol – explicó Caroline – los brotes estaban abrasándose antes de tener oportunidad de florecer.

James se volvió a Blake y dijo:

– Eso suena como si supiese lo que está haciendo.


– No me importa si ella ha conseguido un maldito doctorado en horticultura, no tiene derecho a destrozar mi jardín.

Caroline plantó su mano libre sobre la cadera, empezaba a estar más que harta con su actitud.

– Esto no está como si usted brindara cuidados al jardín antes de que yo empezara mi trabajo aquí.

– ¿Y porqué creería usted eso?

– Cualquiera con una pizca de percepción en jardinería se habría horrorizado ante el estado de sus rosales – se burló – y los setos necesitan urgentemente una poda.

– No toque mis setos – le advirtió.

– No estaba en mis planes, de cualquier manera, han crecido tan alto que posiblemente no podría alcanzar la parte más alta; iba a pedirle que lo hiciera usted.

Blake se volvió a James – ¿De verdad estoy de acuerdo en dejarla que se quede?

James movió la cabeza afirmativamente.

– Demonios.

– Simplemente estaba intentando ser de ayuda – dijo ella erizándose por sus insultos.

Él la miró abriendo la boca, y después miró hacia los agujeros

– ¿Ayuda?

– Solo lo consideré cortés para ganarme mi sustento.

– ¿Ganar su sustento? ¡Le llevaría diez años ganar su sustento después de este daño!.


Caroline había estado intentando contener su temperamento, de hecho, se había estado felicitando a sí misma por permanecer tan sensata y risueña contra la ira de él.

Ya no más.

– Usted, señor – estalló apenas resistiendo el deseo de girar la pala sobre él – es el hombre más grosero, el más maleducado de toda la creación.

Él levantó una ceja

– Seguramente puede hacerlo mejor.

– Puedo – gruñó – pero hay una persona educada presente.

– ¿No se referirá a Riverdale? – dijo Blake con una risa mientras movía la cabeza hacia su sonriente amigo – él es la persona casi menos educada que conozco.

– De cualquier forma – interrumpió el marqués – coincidiría con la señorita en la valoración de tu carácter, Ravenscroft – se volvió hacia Caroline – es un bruto.

– Dios me libre de los dos – murmuró Blake.

– Lo menos que podría hacer – dijo Caroline sorbiendo un poco por la nariz – es agradecérmelo.

– ¿Gracias?

– De nada – dijo rápidamente – ahora, ¿le gustaría ayudarme trasladando esas plantas a sus nuevos emplazamientos?

– No.

James dio un paso adelante – yo estaría encantado.

Es demasiado amable, señor – dijo ella con una sonrisa radiante.

Blake frunció el entrecejo a su amigo – tenemos trabajo que hacer, Riverdale.

– ¿Nosotros?

– Trabajo importante – Blake prácticamente rugió.

– ¿Qué podría ser más importante que ayudar a una señorita mientras ella está trabajando con un sol abrasador?

Caroline se volvió hacia Blake con una sonrisa interrogante y ojos traviesos

– Si, señor Ravenscroft ¿qué podría posiblemente ser más importante?


Blake la miró fijamente a los ojos completamente incrédulo. Ella era una invitada en su casa (¡una invitada!) y no sólo había cavado su jardín, también le estaba regañando como a un colegial desafiante. Y Riverdale, quien se suponía que era su mejor amigo, permanecía de su lado, riendo como un idiota.


– Me he vuelto loco – murmuró – me he vuelto loco, o tú te has vuelto loco o quizás todo el mundo se ha vuelto loco.

– Voto por ti – dijo James haciendo un chiste – yo estoy bastante sano, y la señorita Trent no muestra signos de trastorno mental.

– No me lo creo, no me lo puedo creer – Blake levantó los brazos mientras se alejaba a grandes zancadas.

– Cavad el jardín entero! Añadid una extensión nueva a la casa! ¿Qué importo yo? Sólo soy el dueño del lugar.


Caroline se volvió hacia James con preocupación al desaparecer Blake cuando llegó a la esquina.

– ¿Cómo de enfadado supone que está?

– ¿En una escala del uno al diez?

– Er… si cree que su estado de ánimo se mediría en tal escala.

– No se podría.

Ella se mordió el labio inferior

– Me asusta eso.

– Yo no me preocuparía – dijo James con un gesto tranquilizador de sus manos – venga – le dijo – dime lo que necesitas que te haga.

Caroline le dio instrucciones para cavar bajo la planta que florecía púrpura e hincó las rodillas en el suelo para observar su trabajo

– Tenga cuidado de no romper las raíces – dijo.

Y un momento después

– ¿Sabe porqué siempre está tan enfadado conmigo?


James no contestó durante unos minutos y la pala se quedó quieta en sus manos mientras él, obviamente, pensaba como responder a su pregunta

– Él no está enfadado contigo – dijo finalmente.

Ella soltó una risita

– Evidentemente, no estamos hablando de la misma persona en este momento.

– Te lo digo en serio. No está enfadado contigo – pisó el extremo de la pala y la metió aún más adentro de la basura – él te tiene miedo.


Caroline empezó a toser tan fuerte que James tuvo que golpearla fuertemente en su espalda. Cuando consiguió respirar dijo

– Perdóneme.

Hubo otro largo momento de silencio, y entonces James dijo

– Estuvo prometido una vez.

– Lo sé.

– ¿Sabes lo que sucedió?

Ella negó con la cabeza – solo que ella murió.

– Blake la amaba más que a su vida.

Caroline tragó saliva, sorprendida por el dolor que apretaba su corazón producido por la declaración de James.

– Se conocían de toda la vida – continuó – trabajaron juntos para el Ministerio de defensa.

– Oh, no – su mano se movió hasta su boca.

– Marabelle fue asesinada por un traidor. Ella había salido a realizar una misión en lugar de Blake, él tenía la garganta malísima o algo parecido – James se detuvo para enjugar con un pañuelo un poco de sudor de su frente – le prohibió que fuera, se lo prohibió completamente, pero ella nunca fue de la clase que escucha ultimátums. Sólo se rió y le dijo que lo vería más tarde al anochecer.

Caroline tragó saliva, pero el ademán fue pequeño para facilitar el nudo en su garganta

– Al menos su familia pudo tener consuelo por el hecho de que ella murió por su país – ofreció ella.

James negó con su cabeza

– Ellos no lo supieron. A ellos les dijeron (alguien les dijo) que había muerto en un accidente de caza.

– Yo, yo no sé que decir.

– En realidad no hay nada que decir. O hacer. Ese es el problema – James desvió la mirada por un momento, sus ojos enfocaron algún lugar sobre el horizonte, entonces preguntó

– ¿Recuerdas cuando te dije que me recordabas a alguien?

– Si – dijo Caroline lentamente comenzando a asomar el horror en sus ojos – Oh, no, no a ella…

James movió afirmativamente la cabeza

– No estoy seguro de porqué, pero lo haces.

Ella se mordió el labio y se miró fijamente los pies “Dios mío, ¿eso era por lo que Blake la había besado? ¿Porque ella de alguna manera se parecía a su prometida muerta? De repente, se sintió muy pequeña y muy insignificante. Y muy indeseada.


– No pasa nada – dijo James, claramente preocupado por su expresión desdichada.

– Yo nunca aceptaría un riesgo como ese – dijo Caroline firmemente – no si tuviera a alguien a quien amar – tragó saliva – no si tuviera a alguien que me amara a mi.

James tocó su mano

– Estos últimos años han sido una época solitaria para ti ¿verdad?

Pero Caroline no estaba preparada para comentarios compasivos

– ¿Qué pasó con Blake? – preguntó bruscamente – después de morir ella.

– Estaba asolado, bebió durante tres meses, se echó la culpa.

– Si, estoy segura de que lo haría; es del tipo de los que se toma responsabilidad por todo el mundo ¿verdad?

James afirmó con la cabeza.

– Pero seguramente ahora se da cuenta de que no fue por su culpa.

– En su cabeza, quizás, pero no en su corazón.

Hubo una larga pausa mientras los dos miraban fijamente al suelo. Cuando finalmente Caroline habló, su voz era suave y extrañamente vacilante.

– ¿De verdad crees que él piensa que yo me parezco a ella?

James negó con la cabeza – No. Y no te pareces a ella. Marabelle era bastante rubia, en realidad, con ojos azul pálido, y…

– Entonces porqué dijiste…

– Porque es raro encontrar a una mujer de espíritu semejante. – Cuando Caroline no dijo nada, James sonrió y añadió – era un elogio, por cierto.


Caroline movió sus labios de una forma que estaba a medio camino entre una mueca y una sonrisa abyecta.

– Gracias entonces, pero todavía no veo porque él está siendo tan bruto.

– Considera la situación bajo su punto de vista; primero pensó que eras una traidora, el mismo tipo de alimaña que había asesinado a Marabelle; después se encontró a si mismo en la posición de tu protector, lo que solo puede recordarle como falló a su prometida.

– ¡Pero él no le fallo!

– Por supuesto que no – replicó James – pero él no lo sabe, y además de esto, es realmente obvio que te encuentra bastante atractiva.

Caroline se sonrojó e inmediatamente se enfureció consigo misma por hacerlo.

– Eso, creo – dijo James – es lo que más le asusta. ¿Y qué si “ horror de los horrores”, él se hubiera enamorado de ti?

Caroline no lo vio como el peor horror del mundo, pero se guardó lo que pensaba para ella.

– ¿Puedes contar de cuantas formas él había creído que estaba traicionando a Marabelle? Nunca podría vivir con ello.

Ella no sabía lo que decir en respuesta, así que, apuntó a un agujero del suelo y dijo

– Ponga la planta ahí.

James agitó la cabeza en señal de afirmación

– ¿Tú no le hablaras de nuestra pequeña charla?

– Por supuesto que no.

– Bien – e hizo lo que ella le pidió.

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