No obstante, Belle no tuvo que esperar una quincena para poner el plan de Dunford en marcha. Exactamente una semana después de que ella y Emma llegaran a Londres, Alex atravesó a zancadas la puerta principal con una dama de mediana edad, ligeramente rechoncha, corriendo pegada a sus talones.
Belle casualmente pasaba por el vestíbulo cuando él irrumpió en la casa. "Oh, Señor" suspiró sin aliento, observando la conmoción con ojos divertidos.
"¿Dónde está mi esposa?" exigió Alex.
"Arriba, creo," contestó Belle.
"¡Emma!" bramó él. "Emma, baja ahora mismo."
En pocos segundos Emma apareció en lo alto de la escalera. "¿Alex?" dijo ella, incrédula. "¿Qué demonios haces aquí? ¿Y quién es tu, er, invitada?"
"Tu semana ha terminado," declaró él rotundamente. "Te llevo a casa."
"Pero… "
"Y ésta," la interrumpió Alex, enérgicamente, señalando a la dama que estaba a su lado, "es mi tía abuela Persephone, quien amablemente ha accedido a actuar como acompañante de Belle."
Belle contempló el aspecto despeinado de Persephone y su expresión manifiestamente mortificada y se preguntó si la señora había tenido la más mínima posibilidad de elegir. Después de un vistazo al decidido rostro de Alex, concluyó que, sin duda, no la había tenido.
"¿Persephone? " repitió Emma, débilmente.
"Mis padres estaban interesados en la mitología," dijo la señora con una sonrisa.
"Ya ves," dijo Alex, "a sus padres les gustaba la mitología. Eso lo explica todo."
"¿Lo explica? " preguntó Belle.
Alex le disparó una mirada tan encendida que Belle cerró la boca con prontitud. "Emma", dijo él, suavemente, comenzando un lento ascenso por las escaleras. "Es hora de que vuelvas a casa."
"Lo sé, yo también te echo de menos, pero sólo iba a estar fuera otra semana, y no puedo creer que hayas arrastrado a tu tía a través de medio país."
Persephone sonrió. "Por todo el país, en realidad. Soy de Yorkshire."
Belle se tragó una carcajada y decidió que ella y Persephone se llevarían muy bien.
"Haz tu equipaje, Emma."
Belle y Persephone contemplaron a la pareja con interés no disimulado hasta que se derritieron el uno en brazos del otro y los labios de Alex capturaron los de Emma en un beso abrasador. En ese punto, Persephone se giró discretamente. Belle, sin embargo, mantuvo un ojo curioso sobre la pareja, pero tuvo la delicadeza de sonrojarse.
Ellos simplemente siguieron besándose y besándose hasta que el momento se tornó verdaderamente embarazoso para Belle, Persephone, y los seis criados que ocupaban su lugar en el vestíbulo principal. Tratando de sacar el mejor partido de una situación bastante extraña, Belle sonrió alegremente a Persephone y le dijo, ¿"Cómo está usted? Soy Lady Arabella Blydon, pero supongo que ya lo sabía."
La anciana señora asintió. "Yo soy la señorita Persephone Scott."
"Encantada de conocerla, señorita Scott."
"Oh, por favor llámeme Persephone."
"A mi me llaman Belle."
"Bueno, bueno. Imagino que nos llevaremos muy bien." Persephone echó un rígido vistazo por encima de su hombro y se aclaró la garganta. "¿Continúan? " preguntó en un susurro.
Belle alzó la mirada y asintió. "Es sólo durante una semana."
"¿Van a continuar así durante una semana?”
"No," se rió, Belle. "Quise decir que mis padres tienen previsto volver dentro de una semana. Entonces será libre de hacer lo que desee."
"Espero hacerlo. Alex me pagó el rescate de un rey para convencerme de venir."
"¿De verdad?"
"Sí. Por supuesto, habría venido aunque sólo me hubiese pagado los gastos del viaje. No vengo a Londres muy a menudo. Esto es una verdadera aventura para mí. Pero antes de que pudiera decir una palabra, se adelantó y me ofreció una suma espléndida. Acepté inmediatamente."
"¿Y quién no?"
"Quién, en efecto." Persephone hizo unos torpes gestos con la cabeza.
“Siguen besándose," dijo Belle, interpretando correctamente su señal.
"Su comportamiento no es exactamente, er, cortés. Sobre todo con una jovencita soltera cerca." Contempló a Belle y sonrió. "Nunca he sido la acompañante de una señorita antes. ¿Cómo ha sonado?"
"No lo bastante severo."
"¿No lo ha sido?"
"No, pero lo prefiero así. Y no se preocupe por ellos." Belle hizo un gesto con la cabeza sobre su hombro hacia la apasionada pareja en lo alto de las escaleras. "Por lo general, son mucho más circunspectos. Supongo que, bueno, se echaban de menos el uno al otro. Han estado separados durante una semana, ya sabe."
"Bien, supongo que tendremos que perdonarlos. Evidentemente están enamorados."
"Sí, lo están," dijo Belle suavemente, y entonces supo que hacía lo correcto con respecto a John porque ella verdaderamente deseaba a alguien en su vida que la amara y la deseara tanto que fuera capaz de besarla durante cinco minutos seguidos delante de ocho testigos. Y eso la llevo a la conclusión de que, por supuesto, el hombre en cuestión tendría que ser alguien a quien ella amara tan desesperadamente que le devolvería el beso, y a la porra con los espectadores.
Belle suspiró. Tendría que ser John. Sin embargo, de repente se dio cuenta de que no le había contado aún a Emma el plan. "Oh, Dios" exclamó. Tenía que encontrar un momento a solas con ella antes de que Alex la arrastrara de vuelta a Westonbirt, y por cómo se comportaban, seguro que hacían todo el viaje de vuelta con los labios pegados el uno al otro.
"¿Sucede algo?" preguntó Persephone.
"Oh, Dios. Belle se lanzó escaleras arriba y arrancó la mano de Emma del pelo de Alex. "Lo lamento, Alex, esto parece muy entretenido, pero necesito hablar con Emma. Es muy importante. “Dio a Emma un vigoroso empujón. Alex había caído en una especie de neblina inducida por la pasión, y fue probablemente esa debilidad la que permitió que Belle arrancara a Emma de su abrazo. Unos segundos después, ambas mujeres estaban a salvo en el dormitorio de Emma. Belle cerró rápidamente la puerta. "Necesito que hagas algo por mí," dijo.
Emma la contempló sin expresión, bastante aturdida todavía por el apasionado beso de Alex.
Belle chasqueó los dedos un par de veces delante de la cara de su prima. "¿¡Hola!? ¡Despierta! Ya no te está besando."
"¿Qué? Oh, lo siento. ¿Qué necesitas?"
Belle rápidamente le expuso su plan. Emma no estaba segura de que fuera a funcionar, pero accedió a representar su parte. "Solamente una cosa," añadió. "¿Realmente va a creerse que lo has olvidado tan rápidamente?"
"No lo sé, pero si viene a Londres, pronto descubrirá que no he estado aquí sentada como un alma en pena. Dunford se ha asegurado de que haya sido presentada al mayor número de solteros. Tres condes la semana pasada y un marqués, me parece. Es verdaderamente sorprendente la cantidad de gente que se queda aquí en Londres una vez acabada la temporada."
"Espero que sepas lo que estás haciendo."
"No tengo ni idea de lo que hago," admitió Belle con un suspiro. "Pero no sé que más hacer."
John se sumergió en el trabajo en Bletchford Manor, supervisando las renovaciones de la casa, e incluso echando una mano en un par de ellas. El trabajo físico era, de una manera extraña, calmante; de vez en cuando hasta logró pensar en otra cosa que no fuera Belle.
El trabajo en su casa y las tierras circundantes lo mantenían ocupado durante el día, y trató de dedicar las tardes a sus asuntos financieros, impaciente por rehacer los fondos que había utilizado para comprar Bletchford Manor. Pero cuando la tarde se convertía en noche, se encontró con que sus pensamientos se extraviaban hacia la doncella rubia, quién, en ese momento, residía a tres horas de distancia, en Londres. Con certeza, no había malgastado el tiempo para marcharse tan lejos de él como le era posible.
No podía evitar recordar cada momento que había pasado en su compañía, y cada escena que rememoraba en su cabeza se asemejaba a una pequeña daga en su corazón. Se despertaba casi cada noche duro y excitado, y sabía que había estado soñando con ella. Consideró brevemente hacer un viaje a un pueblo cercano para encontrar a una mujer que pudiera satisfacer su dolencia, pero abandonó la idea, comprendiendo que ninguna mujer podía hacerlo sentirse mejor. Ninguna mujer excepto Belle, claro.
Se quedó sorprendido cuando Buxton le anunció que la Duquesa de Ashbourne había llegado. No le preguntarás por Belle, se dijo mientras se dirigía al salón azul a saludarla.
"Hola, su Excelencia," dijo cortésmente. Emma estaba radiante, y su cabello tenía un brillo especiall.
"Creí haberle dicho que me llamara Emma," lo reprendió ella.
"Lo siento. La costumbre, supongo."
"¿Cómo está? "
"Bien. ¿Cómo está Belle?" Si hubiese podido darse una patada a si mismo, sin que la duquesa lo notara, lo habría hecho. Con fuerza.
Emma sonrió con astucia cuando comprendió que el plan de Belle iba a ser un éxito clamoroso. "Muy bien."
"Bien. Me alegro por ella." Y se alegraba, supuso, aunque habría sido agradable si lo hubiera añorado aunque solamente fuera un poquito.
"Está pensando en casarse, de hecho. "
"¿Qué? "
Emma se encontró deseando que existiera algún modo de capturar la expresión de John para la posteridad, porque no tenía precio. "Dije que esta pensando en casarse."
"La oí," dijo John, con brusquedad.
Emma sonrió de nuevo.
"¿Y quién es el afortunado?"
"No me lo ha dicho, en realidad. Solamente me dijo que era alguien a quien conoció en Londres la semana pasada. Un conde, me parece, o tal vez era un marqués. Ha asistido a multitud de fiestas."
"Obviamente." John no hizo el menor esfuerzo para ocultar el sarcasmo de su voz.
"Parece que se divierte."
"Ciertamente no ha tardado demasiado en encontrar un hombre," dijo él malhumorado.
"Bien, ya sabe cómo es eso."
"¿Sé cómo es qué? "
"Oh, el amor a primera vista y todo esto."
"Sí," dijo John, enigmáticamente.
"De hecho…," dijo Emma, inclinándose hacia delante.
"¿Qué? "
Soy brillante, pensó Emma. Absolutamente brillante. "De hecho", repitió, "dijo que él le recordaba un poco a usted "
La furia, los celos, el ultraje, y otras cien emociones repugnantes azotaron a John en proporciones desmesuradas.
"Qué bien para ella," dijo glacialmente, mordiendo las palabras.
"Sabía que se alegraría," dijo Emma en tono ligero. "Después de todo, eran buenos amigos."
"Sí, lo éramos."
"Me aseguraré de que le llegue una invitación para la boda. Estoy segura de que significará mucho para Belle tenerle allí."
"Estaré ocupado para entonces."
"Pero no sabe cuando será la boda. No han puesto fecha aún. "
"Estaré ocupado," repitió John, con voz dura.
"Ya veo."
"Sí, estoy seguro de que lo hace." John se preguntó si la esposa de Alex era extraordinariamente cruel o solamente sumamente ingenua. "Ha sido muy amable al visitarme con noticias de Belle, pero me temo que hay un asunto del que debo ocuparme inmediatamente."
"Sí, por supuesto," dijo Emma, levantándose con una calida sonrisa. "Transmitiré sus felicitaciones a Belle." Cuándo él no hizo ningún comentario, ella le ofreció una mirada inocente y preguntó, "Le desea lo mejor, ¿verdad? "
John tan sólo gruñó.
Emma retrocedió y sofocó una risa. "Le diré que le manda saludos, entonces. Y por favor venga a visitarnos pronto. Alex le gustaría verle, estoy segura." Mientras bajaba los escalones hacia su carruaje, se le ocurrió que debería enviar a Belle una nota advirtiéndole que John llegaría a Londres muy, muy pronto.
John miró a Emma desaparecer escalones abajo. Tan pronto como quedó fuera de su vista, blasfemó brutalmente, dio una patada a la pared de su casa para enfatizarlo, y caminó a zancadas de regreso a su estudio donde se sirvió un generoso vaso de whisky.
"Hembra maldita, inútil, y voluble," refunfuñó, tomando un saludable trago. El licor dejó un rastro de fuego al descender por su garganta, pero John apenas lo sintió
"¿Casarse? " dijo en voz alta. "¿Casada? ¡¡Ajá!! Espero que sea inmensamente desgraciada." Consumió el resto del licor de un trago y se sirvió otro. Lamentablemente el whisky no sofocó el dolor que oprimía su corazón. Cuando le había dicho a Belle que estaría mejor sin él, no había soñado que le resultara tan insoportablemente doloroso pensar en ella en los brazos de otro hombre. Oh, se había figurado que ella se casaría algún día, pero la imagen había sido nebulosa y desenfocada. Ahora no podía quitarse de la cabeza la imagen de ella y ese conde anónimo o quienquiera que fuera. Siguió viéndola sonreír de ese modo tan travieso suyo y luego inclinarse para besarlo. Y luego una vez que ellos estuvieran casados, oh Dios, era horrible. Podía ver a Belle, desnuda a la luz de las velas, tendiendo sus brazos a ese extraño. Y luego su marido cubriría su cuerpo con el suyo y…
John vació su segundo vaso de whisky. Al menos no sabía qué aspecto tenía el hombre. Así no tendría que imaginarse la escena con todos los detalles.
"Maldición, maldición, maldición, maldición, maldición," refunfuñó, recalcando cada "maldición" con una patada al lateral de su escritorio. El escritorio ganó fácilmente la batalla, siendo de sólido roble, y el pie de John mostraría sin duda contusiones al día siguiente.
¿Iba a ser así durante el resto de su vida? Había ido al pueblo el otro día, y cada mujer le había recordado a Belle.
Había tropezado con una, quién tenía ojos casi tan azules como los de ella. Otra había sido más o menos de su altura. ¿Daría un vuelco su corazón siempre divisara a una mujer rubia a través de una muchedumbre?
Se dejó caer al suelo, y se apoyó contra el escritorio. "Soy un asno," gimió. "Un asno."
Y aquella letanía sonó en su mente hasta que finalmente se durmió.
Estaba caminando por una casa… Era lujosa y opulenta. Intrigado, John se adentró más en ella.
¿Qué era ese extraño sonido como de golpeteo?
Procedía de un cuarto al final del pasillo. Caminó hacia él, aterrorizado por lo que pensó que podría encontrar allí.
Más cerca. Más cerca. No eran golpes, después de todo. John sintió que el miedo abandonaba su cuerpo. Era…un baile. Alguien bailaba. Ahora podía oír la música.
Abrió la puerta. Daba a un salón de baile. Cientos de parejas giraban al ritmo de vals sin esfuerzo alguno. Y en el centro…
Se le paró el corazón. Era Belle…
Estaba tan hermosa. Ella giró la cabeza y se rió. ¿La había visto alguna vez tan feliz?
John se acercó. Trató de ver el rostro de su compañero de baile, pero los rasgos del hombre siempre estaban borrosos.
Una tras otra, las demás parejas de baile desaparecieron hasta que sólo quedaron tres personas en el salón. John, Belle, y Él.
Tenía que escapar. No podía soportar contemplar a Belle con su amante. Trató de moverse, pero sus pies parecían pegados al suelo. Trató de mirar a otra parte, pero su cuello se negaba a girar.
La música se hizo más rápida. La pareja de bailarines giró sin control hasta que… se detuvieron.
John entrecerró los ojos, tratando de ver mejor. ¿Qué pasaba?
La pareja discutía. Belle parecía estar tratando de explicar algo al hombre. Y entonces él la golpeó. El dorso de su mano se estampó contra su mejilla, su anillo dejó una roja señal cruzando su pálida piel.
John gritó su nombre, pero la pareja no pareció oírlo. Trató de acercarse a ellos, pero los pies que acababan de negarse a llevarlo fuera del salón tampoco lo llevaron en dirección contraria.
El hombre la golpeó otra vez, y ella cayó al suelo, sus brazos se alzaron para proteger su cabeza. John extendió la mano, pero sus brazos no eran lo bastante largos. Gritó el nombre de ella, una y otra vez, y entonces, benditamente, la pareja se desvaneció ante su vista.
A la mañana siguiente John no despertó compadeciéndose de si mismo, aunque tenía un dolor de cabeza digno de compasión, por otro lado. No estaba seguro de lo que había soñado la noche anterior, pero independientemente de lo que hubiera sido, lo había dejado con la convicción de que no iba a permanecer de brazos cruzados viendo cómo Belle malgastaba su vida con algún conde disoluto.
Que él no supiera con certeza si su presunto prometido era un conde o si era disoluto o no, no tenía la menor importancia. ¿Y si la golpeaba? ¿Y si le prohibía leer? John sabía que él no era lo bastante bueno para ella, pero también estaba seguro de que nadie más lo era tampoco. John, al menos, trataría de hacerla feliz. Le daría todo que tenía, le daría cada pedazo de su alma que siguiera intacto.
Belle estaría con alguien que apreciaría su ingenio y su inteligencia así como su gentileza y su belleza. Podía imaginársela viendose en la necesidad de introducir en su casa los libros a espaldas de su desaprobador y aristocrático marido. Probablemente éste ni siquiera la consultaría sobre ninguna decisión importante, dando por sentado que una mujer no era lo bastante inteligente para ofrecer una opinión digna de ser tenida en cuenta.
No, Belle lo necesitaba. Tenía que salvarla de un matrimonio desastroso. Y después, supuso, simplemente tendría que casarse con ella él mismo.
John era consciente de que estaba a punto de protagonizar uno de los mayores cambios radicales de opinión de la historia. Sólo le quedaba esperar que Belle entendiera que él se había dado cuenta por fin de que ella había tenido razón desde el principio. La gente cometía errores, ¿verdad? Después de todo, él no era ningún infalible héroe de leyenda.
"No, Persephone, creo que debería mantenerse alejada del lavanda. "
Belle y su acompañante habían salido de compras. Persephone estaba impaciente por separarse de parte de la generosa retribución que Alex le había pagado.
"Siempre me ha encantado el lavanda. Es uno de mis colores favoritos."
"Bien, entonces buscaremos un vestido con detalles color lavanda, pero me temo que un traje entero de este color no le sienta tan bien como otros colores."
"¿Qué me sugeriría?"
Belle sonrió a la anciana dama mientras escogía una pieza de terciopelo verde oscuro y la sostenía bajo su barbilla. Estaba disfrutando mucho del tiempo que pasaba en compañía de la tía de Alex, aunque a veces pareciera que sus papeles se hubieran invertido. Persephone pedía constantemente su opinión sobre todo, desde la comida, hasta la moda o la literatura. Ella rara vez salía de Yorkshire, le había explicado, y no tenía ni idea de cómo desenvolverse en Londres. Aún así, Persephone poseía un rápido ingenio y un subestimado sentido del humor que encantaban a Belle.
Pero no era el compañerismo de Persephone lo que había plantado una alegre y pronta sonrisa en el rostro de Belle esa tarde. Acababa de recibir un mensaje urgente de Emma en el que le avisaba de que se preparara para la llegada de John en cualquier momento. Por lo visto, no se había tomado la noticia de su inminente matrimonio demasiado bien.
Bien, pensó Belle satisfecha. Se estremeció al pensar en cómo habría reaccionado ella si alguien le hubiera dado una noticia similar sobre John. Probablemente habría ansiado arañarle los ojos a la mujer. Y ella no era, por lo general, una persona violenta.
"¿Está segura de que este verde será acertado?" le preguntó Persephone, mirando la tela dudosa.
Belle salió de su ensueño. "¿Hmmm? Oh, sí. Posee unos adorables destellos verdosos en los ojos. Creo que este color los realzará."
"¿De verdad?" Persephone sostuvo la pieza de terciopelo contra su rostro y se miró al espejo, inclinando la cabeza con un gesto de coquetería femenina.
"Oh, de verdad y si tanto le gusta el tono lavanda, quizás podría sustituirlo por este violeta profundo. Creo que la favorecerá muchísimo."
"¡Um!, tal vez tenga razón. Realmente adoro los tonos violetas. Siempre he llevado perfume de violetas."
Con el interés de Persephone correctamente encaminado, Belle vagó por la tienda de la no tan francesa propietaria como su nombre sugería, Madame Lambert.
"Oh, Lady Agabella," burbujeó Madame. "Es magavilloso tenegla de nuevo aquí. No la hemos visto en muchos meses."
"He estado en el campo," contestó Belle, con simpatía. "¿Puedo hacerle un encargo especial?"
Los ojos azules de Madame Lambert centellearon de entusiasmo, y también, por la perspectiva de que el encargo de Belle le hiciera ganar una gran suma de dinero. "¿Ouí? "
"Necesito un vestido. Un vestido muy especial. Dos vestidos muy especiales, en realidad. O quizás tres." Belle frunció el ceño mientras consideraba su pedido. Necesitaba tener un aspecto arrebatador cuando John llegara a Londres. Por desgracia, no tenía ni idea de cuando iba a llegar, o de – no quería ni pensarlo- si realmente vendría.
"Eso no tiene pog que seg un pgoblema, milady. "
"Necesito un vestido completamente diferente de los que por lo general compro. Algo más…fascinante."
"Ya veo, milady. " Madame Lambert sonrió perspicaz. "Tal vez desea atgaeg a un caballego en pagticulag. Conseguigue que tenga un aspecto facinadog. Bien, ¿paga cuándo necesita esos vestidos?"
"¿Esta noche? " La contestación de Belle fue más una pregunta que una respuesta.
"¡Dios mío!" gritó Madame Lambert, olvidando por completo su falso acento. "¡Soy buena, pero no puedo realizar milagros!"
"¿Puede hablar más bajo?" susurró Belle, con premura, mirando nerviosamente alrededor. Le caía muy bien Persephone, pero no creía que tuviera que saber que su protegida planeaba una seducción. "Sólo necesito uno de ellos para esta noche. El resto pueden esperar. Al menos hasta mañana. No debería ser tan difícil. Tiene todas mis medidas. Le aseguro que no he engordado ni un gramo desde mi última visita."
"Pide mucho, milady."
"Si no estuviera absolutamente convencida de que puede hacerlo, no se lo habría pedido. Después de todo, podría habérselo encargado a Madame Laroche." Belle sonrió y dejó que las palabras flotaran en el aire.
Madame Lambert suspiró dramáticamente y dijo, "Tengo un vestido. Ega paga otga dama. Bueno, no exactamente una dama." Ante la expresión de horror de Belle, se apresuró a añadir, "Pero tiene un gusto exquisito, se lo asegugo. Ella, humm, se quedó sin fondos y no pudo pagaglo. Con unos pocos ageglos, cgeo que le segvirá."
Belle asintió y avisó a Persephone de que iba un momento a la parte de atrás. Siguió a Madame Lambert, quien la condujo a un probador. "Si lo que desea es atgaer a un hombge sin pagecer vulgar," dijo la modista, "entonces esto es lo que necesita." Con un floreo, sacó un vestido de terciopelo azul medianoche que era llamativo por su simplicidad.
Libre de adornos, el elegante corte realzaba su estilo.
Belle acarició el suave terciopelo, admirando el modo en que el corpiño estaba bordado con hilos de plata. "Es encantador," dijo. "Pero no es muy diferente de los que ya poseo."
"Pog delante, es igual que el guesto, pero por detgas… “Madame Lambert giró el vestido, y Belle se dio cuenta de que la mayor parte de la espalda quedaría al desnudo. "Tendgá que llevag guecogido el cabello," continuó la modista, "y así no ocultagá su efecto. "
De mala gana Belle apartó la mirada del vestido y la clavó en la modista. "Me lo quedo. "
John se plantó en Londres en un tiempo record, considerando que no había avisado a Wheatley con mucha antelación. El eficiente criado había hecho su equipaje con notable velocidad. John esperó que no le llevara mucho tiempo reconquistar el favor de Belle, ya que dudaba poseer suficiente ropa elegante para mucho más de una quincena. Siempre había sido muy quisquilloso con respecto a la calidad, pero esta era cara, por lo tanto no poseía demasiado.
Suspiró mientras subía los escalones que llevaban a la puerta principal de la casa de la ciudad de su hermano mayor. No había visto a Damien en años, aunque recibió una breve nota suya de enhorabuena por su ascensión a la nobleza. Probablemente Damien no se sentiría conmovido al verlo, pero uno no podía echar a su propio hermano, ¿o sí? Y además, John no tenía otra opción. No disponía de tiempo para buscar una residencia conveniente y alquilarla. Por lo que él sabía, Belle podría estar ya prometida.
Suspirando otra vez, tomó la pesada aldaba de cobre y la dejó caer de golpe contra la puerta. Un mayordomo apareció casi al instante.
"¿Está el conde en casa? " preguntó John cortésmente.
"¿A quién debo anunciar?"
John le dio una prístina y crujiente tarjeta de visita. El mayordomo tomó nota de su apellido y alzó una ceja.
"Su hermano," dijo John simplemente.
El mayordomo introdujo a John en una espaciosa salita que daba al vestíbulo principal. Unos minutos más tarde Damien entró en el cuarto, y la sorpresa era evidente en su cara. Como siempre, John se sobresaltó por el parecido familiar entre ellos. Damien era una versión más vieja y ligeramente más suavizada de él mismo y no aparentaba sus treinta y nueve años. Siempre había sido muy bien parecido, de una manera clásica, mientras que el rostro de John era un poco demasiado delgado y anguloso para encajar en los patrones de aristocrática elegancia.
"Ha pasado una eternidad," dijo Damián, finalmente, tendiéndole la mano. "¿Qué te trae a la ciudad?"
John tomó la mano de su hermano y le dio un firme apretón. "Tengo un asunto urgente que resolver en Londres, y me temo que no he tenido tiempo para buscar alojamiento por adelantado. Esperaba poder abusar de tu hospitalidad mientras resuelvo mi negocio."
"Por supuesto."
John sabía que Damien estaría de acuerdo. Dudaba de que su hermano se sintiera entusiasmado, o siquiera remotamente complacido por su petición, pero Damien tenía en alta estima los buenos modales y la crianza y evidentemente no le negaría la hospitalidad a su propio hermano. A condición, por supuesto, de que su hermano no abusara de este privilegio
"Te lo agradezco," contestó John. "Te aseguro que si en una quincena no lo he resuelto, buscaré inmediatamente otro alojamiento. "
Damien asintió elegantemente. "¿Viene alguien contigo? "
"Solamente mi ayuda de cámara."
"Excelente, entonces ¿puedo asumir que has traído traje de etiqueta?”
"Sí."
"Bien. Me han invitado a una pequeña reunión esta tarde, y la anfitriona me ha enviado una nota no hace ni una hora preguntándome si podía llevar a un caballero más. Alguien ha enfermado a última hora, parece, y ahora hay demasiadas mujeres."
La idea de alternar en sociedad no atrajo a John lo más mínimo, pero accedió, porque así tal vez podría averiguar con quién pensaba Belle casarse.
"Excelente," contestó Damien. "Enviaré una nota a Lady Forthright inmediatamente. Oh, y así podrás conocer la mujer a la que estoy pensando pedir en matrimonio. Es hora de que me consiga una esposa, ya sabes. Necesito un heredero."
"Por supuesto," murmuró John.
"Creo que ella es una excelente elección, aunque tal vez necesite conocerla mejor. De buena crianza y bastante encantadora. Inteligente, pero no demasiado."
"Suena como un parangón."
Damien se giró de improviso. "Tal vez la conozcas. Hace poco que ha pasado un mes más o menos visitando a unos parientes cerca de tu nueva casa. ¿Cómo se llama? No puedo recordarlo. "
John sintió que una desagradable y angustiosa sensación se formaba en la boca de su estómago extendiéndose rápidamente por todo su cuerpo. "Se llama Bletchford Manor," dijo con frialdad.
"Un nombre terrible. Realmente deberías cambiarlo."
"Eso intento. Estabas a punto de decirme su… "
"Por supuesto. Su nombre es Lady Arabella Blydon."