Cuando Belle llegó a la salita del desayuno a la mañana siguiente, descubrió que ni Emma ni Alex se habían levantado aún. Eso era sorprendente porque Emma era una persona madrugadora. Belle conjeturó que Alex la mantenía en la cama por su propio interés y se preguntó si una mujer podía quedarse embarazada cuando ya lo estaba.
"Para alguien que por lo general es considerado brillante," refunfuñó para si misma, "sabes patéticamente poco sobre las cosas importantes. "
"¿Dijo usted algo, milady? " preguntó de inmediato un lacayo.
"No, no, hablaba conmigo misma," contestó ella, poniendo los ojos en blanco ante su propio comportamiento. Si seguía así, la mitad de Westonbirt pensaría que estaba chiflada.
Se sirvió el desayuno, y echó un vistazo al periódico del día anterior que estaba junto al lugar de desayuno de Alex. Los recién casados aún no habían llegado cuando terminó su tortilla. Belle suspiró, tratando de decidir como mantenerse ocupada.
Podía asaltar la biblioteca de Alex, supuso, pero por una vez no tenía ganas de leer. El sol brillaba alegremente, un inesperado regalo durante este otoño excepcionalmente lluvioso, y de repente lamentaba estar sola, que Alex y Emma hubieran decidido dormir aquella mañana suponía que no tenía con quien compartir el buen tiempo. Pero no había nadie. Excepto… Belle sacudió la cabeza. Simplemente no podía presentarse en casa de Lord Blackwood y decir hola.
Aunque, ¿por qué no podía hacerlo?
Bueno, en primer lugar, a él no le caía bien.
Lo cual, se rebatió a si misma, era precisamente la razón por la que debería ir a hacerle una visita. No iba a ser capaz de rectificar la situación si no volvían a verse nunca el uno al otro.
Belle arqueó las cejas mientras consideraba la idea. Si se llevaba a una criada como acompañante, no traspasaría los límites del decoro. Bien, de hecho sí, pero nadie lo sabría, y Lord Blackwood no le había parecido muy ducho en protocolo. Tomada su decisión, se dirigió a la cocina para ver si la señora Goode podía suministrarle algunos bollos. Serian un desayuno encantador. Quizás Lord Blackwood no había desayunado aún.
No pasaría nada. Después de todo, esto no era Londres. No tendría a cuarenta chismosas meneando sus lenguas esa noche sobre su comportamiento escandaloso. Y no iba a hacer algo tan terrible. Solamente quería saludar a su nuevo vecino apropiadamente. En realidad, solo quería ver qué aspecto tenía su casa, se dijo. ¿Cómo se llamaba? Alex lo había mencionado la noche anterior. ¿Bletchwood Place? [2] ¿Blumley Manor? [3] ¿Blasphemous Burg? [4] Belle se rió para si. Era un nombre horroroso, es lo único que recordaba.
Llegó a la cocina, donde la señora Goode accedió encantada a prepararle una cesta. Belle pronto estuvo en marcha, cargada con mermelada recién hecha y bollos caseros.
Caminó resueltamente hasta los establos donde montó a Ámbar, su yegua. No estaba del todo segura de dónde se encontraba la casa de John, pero sabía que era hacia el este. Si seguía los caminos y se viajaba en dirección al sol, acabaría tropezando con ella finalmente.
Se puso en marcha con un suave trote mientras recorría el largo paseo que conducía de Westonbirt hasta la carretera. La criada de lady Emma sabía montar a caballo, y cabalgaba a su lado. Giraron hacia el este al llegar a la carretera, y aproximadamente, un cuarto de hora después, se encontraron con el inicio de un sendero que parecía como si condujera a una casa. Unos momentos después Belle se encontró en un claro despejado, frente a una sólida y elegante mansión de piedra.
Era pequeña para los estándares de la aristocracia, pero tenía estilo y obviamente era de sólida construcción. Esto la satisfizo. Belle sonrió e impulsó a su yegua a avanzar. No vio ningún establo, así que se ocupó de su caballo ella misma, atándolo a un árbol. La criada de Emma hizo lo mismo. "Lo siento, Ámbar," murmuró Belle y luego suspiró y se dirigió hacia los escalones delanteros.
Tomo en la mano la gigantesca aldaba de cobre y la dejó caer con un ruidoso golpe. Momentos después, un anciano de cabellera plateada abrió la puerta. Belle supuso que era el mayordomo. "Buenos días," dijo, en tono cultivado. "¿Es esta la residencia de Lord Blackwood?"
El mayordomo alzó una ceja. "Lo es."
Belle le ofreció su sonrisa más deslumbrante. "Excelente. Por favor, infórmele de que Lady Arabella Blydon ha venido a visitarlo."
Buxton no dudó ni por un momento de que ella era una dama, con su elegante ropa y su acento aristocrático. Con un regio asentimiento, la acompañó a un ventilado cuarto decorado en tonos crema y azul.
Belle permaneció silenciosa mientras veía al mayordomo desaparecer escaleras arriba. Entonces se giró hacia a la criada de Emma y le dijo, "Quizás deberías ir, ah, a las cocinas y ver si hay algún, ah, otros criados allí. "
Los ojos de la criada se abrieron ligeramente al ser despedida, pero asintió con la cabeza y abandonó la habitación.
John estaba todavía en la cama cuando el mayordomo llegó a su puerta, habiendo decidido regalarse un muy necesario descanso. Buxton entró silenciosamente, y después acercó su boca mucho, mucho al oído de su señor. "Tiene un invitado, milord," dijo en voz alta.
John sacudió al mayordomo con una almohada y de mala gana despertó. "¿Un qué?" preguntó, medio dormido aún.
"Un invitado."
"¡Dios mío! ¿Qué hora es? "
"Las nueve, milord. "
John salió tambaleándose de la cama y agarró una bata para cubrir su cuerpo desnudo. "¿Quién demonios viene a hacerme una visita a las nueve de la mañana?"
"Lady Arabella Blydon, milord. "
John giró en redondo de la sorpresa. "¿Quién?"
"Creo que dije lady… "
"Ya oí lo que dijo," estalló John, su mal genio avivado por su muy poco ceremonioso despertar. "¿Y qué demonios hace ella aquí?”
"No puedo contestar a eso, milord, pero preguntó por usted. "
John suspiró, pensando en cuando comprendería Buxton que no todas sus preguntas requerían una respuesta. Suspiró de nuevo. Ni por un momento dudó que el astuto y anciano mayordomo sabía perfectamente que la pregunta de John había sido retórica. "Supongo que debo vestirme," dijo finalmente.
"Esa parece una suposición acertada, milord. Me tomé la libertad de informar a Wheatley de que usted necesitaría de sus servicios. "
John giró y se dirigió a su vestidor. Como Buxton, el ayuda de cámara venía con la casa también, y John tenía que confesar que no era difícil acostumbrarse al lujo. En poco tiempo, lucía un ajustado pantalón color canela, una almidonada camisa blanca, y una chaqueta azul marino. Deliberadamente ignoró el pañuelo. Si a lady Arabella le resultaba imprescindible que llevara pañuelo, no debería haber venido de visita a las nueve de la mañana.
Se salpicó un poco de agua sobre la cara y después se pasó las manos mojadas por su rebelde pelo, tratando de disimular el aspecto de recién levantado.
"Caray," refunfuñó. Todavía parecía medio dormido. Infiernos, ¿a quién le importaba? Bajó.
Buxton lo interceptó en el vestíbulo. "Lady Arabella le espera en el salón verde, milord. "
John inspiró profundamente, tratando de no demostrar su exasperación. "¿Y cuál es ese, Buxton?"
El mayordomo le dirigió una sonrisa divertida y extendió el brazo. "Justamente ahí, milord. "
John siguió el dedo de Buxton y entró en el cuarto, dejando la puerta respetablemente entreabierta. Belle estaba de pie cerca de una silla azul, examinando ociosamente un florero pintado a mano. Parecía sumamente encantadora y condenadamente animada con su vestido color rosa.
"Esto es una sorpresa," dijo él.
Belle levantó la mirada ante el profundo sonido de su voz. "Oh, hola, Lord Blackwood.” Echó un vistazo a su pelo ligeramente despeinado. "Espero no haberlo despertado. "
"No importa," mintió él.
"Pensé que tal vez no tuvimos un buen comienzo cuando nos conocimos. "
Él no dijo nada.
Ella tomó aire y continuó. "Bien. Bueno, pensé que debería darle la bienvenida a la vecindad. Le traje algo para desayunar. Espero que le gusten los bollos. "
John le dedicó una amplia sonrisa. "Adoro los bollos. Y llegan justo a tiempo."
Belle lo miró con el ceño fruncido ante su jocoso tono. Lo había despertado. "Traje un poco de mermelada para acompañarlos." Se sentó, preguntándose qué la había poseído para venir hasta aquí a una hora tan temprana.
John llamó para pedir un poco de té y café y luego se sentó frente a ella. Echó un ligero vistazo alrededor del cuarto. "Veo que no ha traído acompañante. "
"Oh, no, he traído conmigo a una criada, pero se ha marchado a visitar a sus criados. Le habría pedido a Emma que me acompañara, pero aún no se había levantado. Es temprano, ya sabe. "
"Lo sé. "
Belle tragó y prosiguió. "En realidad no creo que sea tan importante. Este no es Londres, después de todo, donde cada movimiento de uno es material para los chismosos. Y no es como si corriera peligro. "
Los ojos de John se deslizaron apreciativamente sobre sus formas decididamente femeninas. "¿No?”
Belle enrojeció y se enderezó en su silla. Lo miró directamente a los ojos y vio el honor acechando tras su fachada sardónica. "No, no lo creo," contestó con resolución.
"No debería haber venido aquí sola. "
"Se lo dije, no vine sola. Mi criada… "
"Su criada está en la cocina. Y usted está aquí, en esta habitación. Sola. Conmigo. "
La boca de Belle se abrió y cerró varias veces antes de que lograra balbucir. "Bien… sí, desde luego… pero… "
John la contempló, pensando que nada le gustaría más que inclinarse y besar aquellos suaves labios que se abrían y cerraban con tal consternación. Sacudió ligeramente la cabeza como para desterrar semejante pensamiento. Contrólate John, le advirtió su voz interior. "Le pido disculpas," dijo repentinamente. "Ciertamente no quise hacerla sentir incomoda. Es tan solo que es bastante poco común que una señorita visite a un soltero sin ser acompañada. "
Belle sonrió maliciosamente, su disculpa de alguna manera había aliviado su tensión. "Yo también soy bastante poco común. "
John no lo dudó ni por un instante. Echó un vistazo a su descarada expresión y se preguntó si habría venido a visitarlo para torturarlo deliberadamente.
"Además," prosiguió Belle, "no creí que usted fuera una persona tan quisquillosa con respecto al protocolo. "
"No lo soy," puntualizó él. "Sin embargo, la mayor parte de las señoritas si lo son. "
Un criado entró con el té y el café, y Belle rápidamente se ofreció a servir. Le pasó una taza de café y empezó a servirse un poco de té, charlando todo el rato.
"¿Se crió usted en esta zona?”
"No. "
"Bien, ¿entonces, dónde se crió?”
"Shropshire. "
"Qué encantador. "
John emitió un sonido peligrosamente cercano a un gruñido. Belle alzó las cejas y continuó. "Yo crecí en Londres. "
"Qué encantador. "
Belle apretó los labios ante su sarcástico comentario. "Tenemos una propiedad en Sussex, por supuesto, pero suelo pensar en Londres como en mi hogar. "
John tomó un bollo y extendió generosamente mermelada de fresas en él. "Qué desafortunado para usted. "
"¿No le gusta Londres?”
"No particularmente. "
"Oh. " Y qué se suponía que debía decir a continuación, se preguntó Belle. Pasó un minuto entero, y era dolorosamente consciente de las especulativas y divertidas miradas que John lanzaba en su dirección. "Bien", dijo ella, finalmente. "Veo que no me mintió ayer. "
Aquel comentario atrajo la atención de John y alzó la vista de forma inquisitiva.
"Es usted realmente terrible manteniendo una charla trivial. "
Él soltó una carcajada. "Nadie podría acusarla de no ser astuta, milady. "
Belle dejó pasar el comentario, al no estar completamente segura de que hubiera sido hecho como un elogio. Mientras lo recorría con la mirada recordó la conversación del día anterior. Durante un momento, al menos, habían disfrutado de la compañía del otro. Habían hablado de Shakespeare, y sí, incluso habían bromeado un poco.
Él se había comportado de forma diferente entonces, casi infantil. Es decir hasta que se había puesto en guardia. Belle tenía la sensación de que alguien había herido profundamente a este hombre en el pasado. Eso no significaba, sin embargo, que fuera a permitirle que lo pagara con ella.
Notaba algo especial en él, algo magnifico y deslumbrante y muy, muy bueno. Y quizás lo único que necesitaba era que alguien se lo recordara. No encontró razón alguna por la que no lanzar la precaución al viento y tratar de ofrecerle su amistad a pesar de todos los obstáculos que él interponía en su camino. Cruzándose de brazos, dijo, "Puede continuar hablando en ese tono arrogante si lo desea, pero no funcionará. "
John alzó una ceja.
"O simplemente podría aceptarlo." declaró Belle, sencillamente. "Le gusto. "
Para total consternación de John, su taza de café golpeó ruidosamente contra su platillo. "¿Qué ha dicho?”
"Le gusto." Belle ladeó la cabeza, asemejándose a un gato que acababa de disfrutar de un enorme tazón de nata.
"¿Y cómo ha llegado a tal conclusión, si puedo preguntar?"
"Me acabo de dar cuenta."
Tenía en la punta de la lengua preguntarle si también se había dado cuenta de que la deseaba muchísimo. ¿Lo sabría? Quizás. Él mismo estaba bastante sorprendido por la fuerza de su reacción. Ayer, había resultado una visión encantadora bajo el árbol, pero hoy, frente a sus ojos todavía ligeramente soñolientos, era una diosa.
"No tiene por que parecer tan impresionado por mi perspicacia," se burló Belle.
Una diosa con una lengua muy afilada.
"Usted," dijo John enérgicamente, "debería recibir unos azotes. "
"Espero que no tenga intención de ponerse manos a la obra ahora mismo. Estoy muy encariñada con mi trasero." ¡Dios mío!, se preguntó Belle, ¿cuándo se había vuelto tan osada? Echó un vistazo al rostro furioso de él.
La traidora mente de John decidió que a él también le gustaría mucho, muchísimo, encariñarse con el trasero de ella, y entonces su cuerpo aún más traidor reaccionó violentamente ante la idea. ¿En qué demonios estaba pensando esta chiquilla? Tan solo se podía empujar a un hombre hasta cierto punto. De todos modos, no podía negar que sus palabras tenía un fondo de verdad. Ella le gustaba. Así que, tratando de llevar la conversación lejos de aguas peligrosas, dijo deliberadamente, "Tiene razón. No se me da muy bien la charla cortés. "
Belle captó la indirecta. Sonrió encantadoramente y dijo, "Yo no me preocuparía excesivamente. Todavía tengo esperanzas con usted. "
"Imagine mi alivio. "
"Disminuyen por segundos," dijo ella, apretando los dientes.
John la contempló mientras masticaba un pedacito de bollo. De alguna manera lograba parecer inocente y deseable al mismo tiempo. Dios le ayudara, ya se estaba abriendo camino en la coraza protectora que había erigido a su alrededor hacía años. Seguramente no merecía la clase de tratamiento que le había estado dispensando. Tragó el bocado que tenía en la boca y despacio y deliberadamente se limpió con una servilleta, se levantó, y tomó su mano.
"¿Me permitirá que comience esta mañana?" dijo elegantemente, llevándose su mano a sus labios. "Temo que me levanté con el pie izquierdo. "
El corazón de Belle dio un pequeño vuelco ante la sensación del roce de sus labios a lo largo de sus nudillos. "Soy yo quien debería pedir perdón. Me temo que cualquiera de los dos pies habría sido el incorrecto a estas horas de la mañana. "
John se rió ante su respuesta y se volvió a sentar, estirándose para tomar otro bollo. "Son deliciosos," comentó.
"La madre de nuestra cocinera era escocesa. "
"¿Nuestra cocinera?" preguntó John, ante su elección de palabras. "¿Se ha convertido un miembro permanente de la casa, entonces?"
"No, volveré a Londres cuando mis padres regresen de Italia. Pero debo confesar que estoy empezando a sentirme como en casa en Westonbirt."
John asintió y tomó su bollo a medio comer. "¿Ha estado alguna vez en Escocia?"
"No. ¿Y usted?"
"No. "
Había un momento de silencio y luego John preguntó, "¿Cómo lo estoy haciendo?"
"¿Cómo está haciendo usted qué?" preguntó Belle con expresión perpleja.
"Sostener una charla cortés. He estado intentándolo con todas mis fuerzas durante los últimos minutos." Le dirigió una sonrisa infantil.
Belle no pudo contener la risa que brotó de su garganta. "¡Oh, está haciendo grandes progresos!”
"Estaré listo para la Temporada de Londres en poco tiempo." Se metió el último trozo de bollo en la boca.
Belle se inclinó hacia delante con entusiasmo. "¿Planea venir a la ciudad para la Temporada, entonces?" La idea la ilusionó. Comenzaba a aburrirse del remolino social, y la presencia de John ciertamente animaría las cosas. Además, encontró la idea de bailar en sus brazos extrañamente erótica. Un estremecimiento recorrió su columna ante el mero pensamiento de estar tan cerca de él, y se sonrojó.
John notó el color de sus mejillas y se sintió endemoniadamente curioso respecto a qué escandaloso pensamiento podía hacerla ruborizar después de haberse presentado con todo descaro en su casa a las nueve de la mañana. No tenía ningún deseo de avergonzarla preguntándoselo, sin embargo, así que simplemente dijo, "No. No dispongo de los fondos necesarios."
Belle se recostó en su silla, sorprendida por su franqueza. "Bueno, eso no importa," trató de bromear. "La mitad de la aristocracia tampoco los tiene. La mayoría simplemente se las arreglan para ser invitado todas las noches a una fiesta y así no tener que pagar nunca su comida."
"Nunca he sido de los que asisten a una fiesta cada noche. "
"No, no creí que lo fuera. Yo tampoco soy de esa clase."
"¿De verdad? Habría creído que usted sería la reina del baile [5], si disculpa la ocurrencia. "
Belle sonrió irónicamente. "No seré falsamente modesta diciendo que no he disfrutado de un moderado éxito social… "
John rió entre dientes ante su cuidadosa elección de palabras.
"Pero debo confesar que empiezo a cansarme de la Temporada. "
"¿Es eso cierto?”
"Sí. Pero supongo que tendré que volver el próximo año."
"¿Por qué asiste si lo encuentra tan aburrido?"
Ella hizo una mueca. "Una tiene que encontrar marido, después de todo."
"Oh," fue todo lo que John dijo.
"No es tan fácil como pueda pensar."
"No puedo imaginar que encontrar marido sea demasiado difícil para usted, Lady Arabella. Debe saber que es sumamente hermosa."
Belle enrojeció de placer ante su elogio. "Tuve algunas ofertas, pero ninguna era adecuada."
"¿Poco dinero?"
Esta vez cuando Belle enrojeció, fue de horror. "Tomo eso como una ofensa, Lord Blackwood."
"Lo siento, pensé que así era como funcionaban las cosas."
Belle tuvo que admitir que para la mayoría de las mujeres, eso era cierto, y aceptó su disculpa con una breve inclinación. "Algunos de los caballeros me informaron de que serían capaces de pasar por alto mi espantosas inclinaciones intelectuales debido a mi aspecto y mi fortuna. "
"Encuentro sus inclinaciones intelectuales bastante atractivas. "
Belle suspiró feliz. "Qué agradable es oír a alguien -a un hombre- decir eso."
John se encogió de hombros. "Siempre me pareció una tontería desear a una mujer que conversara apenar mejor que una oveja. "
Belle se inclinó hacia delante con un brillo malicioso en los ojos. "¿De verdad? Habría pensado que preferiría a ese tipo de mujer, considerando sus dificultades para desenvolverse en la charla cortés."
"Touche, milady. Le cedo este punto."
Belle se sintió absurdamente feliz y de repente se sentía muy, muy contenta de haberse animado a salir esa mañana. "Tomaré eso como un gran elogio."
"Como tal se efectuó." John movió la mano hacía el decreciente número de bollos. "¿No le apetece uno? Acabaré por comerme todo el plato si no interviene pronto."
"Bueno, ya desayuné, pero… " Belle miró los apetitosos bollos. "Supongo que uno no me hará daño."
"Estupendo, no tengo paciencia con las damas que tratan de comer igual que un conejo."
"No, prefiere a las ovejas, tengo entendido."
"Touche de nuevo, milady." John echó un vistazo hacia fuera por la ventana. "¿Son aquellos de allí sus caballos?"
Belle siguió su mirada y después se levantó y caminó hasta la ventana. "Sí, el de la izquierda es Ámbar, mi yegua. No vi los establos cuando llegué, así que simplemente la até a un árbol. Parece feliz."
John se había puesto en pie cuando Belle levantó, y ahora se acercó para unírsele junto a la ventana. "Los establos están en la parte de atrás. "
Belle era intensamente consciente de su proximidad, de su punzante aroma masculino. El aliento pareció abandonar su cuerpo, y por primera vez en esa mañana, se sintió totalmente privada del habla. Mientras él contemplaba a su yegua, ella robó un rápido vistazo a su perfil. Poseía una nariz recta y patricia, y una recia mandíbula. Sus labios eran sencillamente hermosos, llenos y sensuales. Tragó incómoda y se obligó a desviar la mirada a sus ojos. Parecían tristes. Belle se encontró deseando poder borrar el dolor y la soledad que vio en ellos.
John se giró de improviso y sorprendió a Belle mirándolo. Sus ojos se encontraron con los de ella, y durante un momento él dejó su expresión al descubierto, permitiéndole examinar su alma. Entonces esbozó una sonrisa torcida, rompiendo la magia, y dándose media vuelta.
"Es una yegua encantadora," dijo él.
Belle tardó un poco en recuperar la respiración. "Sí, la tengo desde hace años. "
"No creo que se ejercite demasiado en Londres. "
"No" ¿Y por qué estaban conversando tan insípidamente ahora, quiso saber Belle? ¿Por qué se había distanciado él de ella? No creía poder aguantar en su compañía ni un momento más si se iban a dedicar a intercambiar trivialidades y, Dios lo prohibiera, a mantener una charla cortés. "Debería irme," dijo ella, de repente. "Se hace tarde. "
John rió entre dientes al oírla. Eran apenas la diez de la mañana.
En su prisa por arreglarse y marcharse, Belle no se percató de su diversión. "Puede quedarse con la cesta," le dijo. "Es un regalo, junto con la comida. "
"La atesoraré para siempre." Tiró del cordón para que la criada de Belle volviera de las cocinas.
Belle sonrió, y después, para a su horror y sorpresa, sintió una lagrima escapar de su ojo. "Gracias por su compañía. Ha sido una mañana encantadora. "
"Para mi también." John la escoltó al vestíbulo. Ella le sonrió antes de dar media vuelta y alejarse de él, estremeciéndole el alma y enviando de una oleada de deseo por su todo su cuerpo. "Lady Arabella," dijo, con voz ronca
Ella se giró, con expresión preocupada. "¿Sucede algo?"
"No es prudente por su parte frecuentar mi compañía."
"¿Qué quiere decir? "
"No vuelva aquí otra vez. "
"Pero si acaba de decir… "
"Dije no vuelva otra vez. Al menos no sola. "
Ella parpadeó. "No sea ridículo. Suena como un héroe de novela gótica. "
"No soy un héroe," dijo él enigmáticamente. "Haría bien en recordar eso. "
"Deje de burlarse de mí." Su voz careció de convicción.
"No lo hago, milady." Él cerró los ojos, y durante una fracción de segundo una expresión de agonía nubló sus rasgos.
"Hay muchos peligros en este mundo de los que no sabe nada. De los que nunca debería saber nada," añadió él severamente.
La criada llegó al vestíbulo.
"Debería irme," dijo Belle rápidamente y bastante nerviosa.
"Sí."
Dio media vuelta y huyó escalones abajo, hacia su caballo. Montó ágilmente y se alejó por sendero que llevaba a la carretera, sumamente consciente de los ojos de John clavados en su espalda durante todo el recorrido.
¿Qué le había pasado? Si ya antes Belle se había sentido intrigada por su nuevo vecino, ahora se sentía vorazmente curiosa.
Su humor cambiaba como el viento. No entendía como podía bromear tan dulcemente con ella un momento y parecer tan siniestro y amenazador al siguiente.
Y no podía evitar la certeza de que él, de alguna manera, la necesitaba. Necesitaba a alguien, eso estaba claro. Alguien que pudiera borrar el dolor que asomó a sus ojos cuando creyó que nadie lo miraba.
Belle enderezó los hombros. Ella nunca había sido de las que se echan atras ante un desafío.