Capítulo Veintiuno

Sentado junto a la cama, John bajó la vista para mirar a Belle; la preocupación nublaba sus rasgos. Habían pasado ya varias horas desde que ella despertó y trató de llegar junto al fuego. Todavía temblaba, y la fiebre le había subido constantemente.

Estaba empeorando.

Sonó una queda llamada a la puerta, y se abrió. Entró Caroline, con el rostro contraído de preocupación. "¿Qué ha pasado?" preguntó en un apremiante susurro. "Acabamos de llegar a casa, y Thornton nos ha dicho que Belle está enferma."

John soltó de mala gana la mano de Belle y escoltó a Caroline al pasillo. "Belle salió a dar un paseo y la sorprendió la tormenta. Se golpeó la cabeza." Le contó, brevemente, el resto de los detalles omitiendo mencionar la discusión que dio lugar a su precipitado e improvisado paseo. Tan sólo conocía a sus parientes políticos del día anterior. Si Belle quería hablar con sus padres de sus problemas, le parecía bien. Él, un virtual extraño, no pensaba hacerlo.

Caroline se llevó la mano a la garganta en un ademán nervioso. "Pareces terriblemente cansado. ¿Por qué no duermes un poco? Yo me quedaré con ella."

"No."

"Pero John…"

"Puede quedarse también, si lo desea, pero yo no la dejaré." Giró sobre sus talones y regresó a zancadas junto a la cama de Belle. Ella respiraba de forma regular. Era una buena señal. Le puso una mano sobre su frente. Maldición. Estaba aún más caliente que antes. Dudó que dentro de una hora respirara igual de bien.

Caroline lo siguió y se detuvo a su lado. "¿Ha estado así toda la noche?" susurró.

John asintió. Se inclinó y, tomando el paño que había estado remojando en agua fría, lo escurrió. "Vamos allá, amor," canturreó, poniendo una mano sobre su frente ardiente. Ella masculló algo en sueños y se removió.

Se agitó de nuevo y, de repente, abrió los ojos de forma desmesurada, con expresión de pánico.

"Shhh, estoy aquí," dijo él suavemente, acariciándole la mejilla. Belle pareció reconfortada por aquello y lentamente sus párpados se cerraron. John tenía la impresión de que, en realidad, no había llegado a verlo.

Caroline tragó con nerviosismo. "Creo que deberíamos llamar a un médico."

"¿A estas horas de la noche? "

Ella asintió. "Me ocuparé de ello."


Mientras John permanecía sentado junto a Belle, velándola preocupado, su mente repasaba una y otra vez el devastador comentario que ella había hecho horas antes.

No importa si tú no me amas.

¿Era posible que ella lo amara incondicionalmente? ¿A pesar de su pasado?

Siempre te amaré.

Y de repente se le ocurrió… que nadie le había dicho esas palabras antes.

John levantó el paño húmedo de la frente de Belle y lo remojó de nuevo en la palangana de agua. No tenía tiempo para autocompadecerse a causa de una infancia infeliz. Tampoco era como si hubiese pasado hambre o hubiera sufrido malos tratos. Simplemente, no había sido querido, aunque sospechaba que miles de niños en Gran Bretaña habían compartido un destino similar.

En la cama, Belle había empezado de nuevo a removerse agitada. John inmediatamente volcó en ella toda su atención.

"Basta," gimió ella.

"¿Basta de que, cariño? "

"¡Basta! "

Se inclinó y suavemente la sacudió por los hombros. "Es una pesadilla." Santo Dios, lo destrozaba verla así. Tenía el rostro congestionado y febril, y todo el cuerpo cubierto por una delgada capa de transpiración. Trató de apartarle el pelo de los ojos, pero ella le apartó la mano. Lamentaba no saber usar uno de esos malditos artilugios para el pelo que ella solía usar para recogérselo. Estaría más cómoda si pudiera recogerlo para que no se le enredara sobre la cara.

"Fuego," gimió Belle.

"No hay fuego aquí, solo el de la chimenea."

"Demasiado calor."

John rápidamente escurrió el paño húmedo.

"No, no, basta… " Belle, se incorporó de golpe y gritó.

"No, amor, acuéstate." John comenzó a enjugarle el sudor del cuerpo, esperando que esto le aliviara el calor. Los ojos de Belle estaban abiertos y lo miraban, pero John no detectó el menor signo de reconocimiento en su mirada fija.

"¡Basta, basta!" chilló ella, golpeándole las manos para apartarlas. "¡No me toques! Está demasiado caliente."

"Sólo trato de… "

"¿Qué demonios sucede?" Caroline irrumpió en la habitación.

"Está delirando," dijo John, tratando de cubrir a Belle con las sabanas.

"Pero sonaban muchos gritos."

"Le he dicho que está delirando," estalló John, tratando se mantener las sabanas en su sitio a pesar de la agitación de Belle. "Mire a ver si hay láudano. Tenemos que calmarla." Suspiró, recordando que se dirigía a su suegra. "Lo siento, lady Worth. Es sólo que… "

Ella levantó la mano. "Lo entiendo. Iré a buscar el láudano."

Belle comenzó a luchar contra él, la fiebre incrementaba su fuerza. Aún así, no era contrincante para John, cuyo firme y musculoso cuerpo había sido forjado por años de permanencia en el ejército. "Despiértate, condenación," dijo él ferozmente. "Si despiertas el fuego desaparecerá. Te lo prometo."

La única respuesta de Belle fue redoblar su lucha.

John no cedió una pulgada. "Belle", suplicó. Su garganta tragaba espasmódicamente. "Por favor."

"¡Suéltame!" gritó Belle.

Caroline eligió aquel inoportuno momento para regresar a la habitación con una botella de láudano en las manos. "¿Qué le está haciendo? "

John respondió preguntando a su vez. "¿Dónde está el láudano?"

Caroline vertió un poco en un vaso y se lo dio.

"Venga, Belle," dijo él suavemente, tratando de incorporarla y al mismo tiempo mantenerla quieta. Sostuvo el vaso contra sus labios. "Sólo un poquito."

Los ojos de Belle se clavaron en algo tras de él y gritó otra vez. Se llevó las manos bruscamente a la cabeza, golpeando el vaso y tirándolo de las manos de John. Cayó al suelo, derramando la medicina por todos lados.

"Yo se lo daré esta vez," dijo Caroline. "Tú sujétala." Sostuvo el vaso contra los labios de su hija y la obligó a tomar un trago.

Momentos después Belle se había calmado, y tanto su madre como su marido exhalaron un suspiro de agotamiento.

"Shhh," la tranquilizó John. "Ahora puedes dormir. La pesadilla ha desaparecido. Descansa, mi amor."

Caroline retiró unos cuantos mechones del rostro de Belle. "Debe haber algún modo de que podamos ponerla más cómoda."

John se acercó en dos zancadas al tocador y tomó algo. "Aquí hay uno de sus artilugios para el pelo. ¿Cree que podría sujetárselo? "

Caroline sonrió. "Se llama pasador, John." Recogió el pelo de Belle y lo sujetó en un moño suelto. "¿Estás seguro de que no quieres dormir unas horas? "

"No puedo," dijo él, con voz ronca.

Caroline asintió compasivamente. "Entonces lo haré yo. Estarás cansado por la mañana. Necesitarás ayuda." Se dirigió a la puerta.

"Gracias," dijo él, repentinamente.

"Es mi hija."

Él tragó, recordando cuándo había estado enfermo de niño. Su madre nunca había ido a visitarlo. Abrió y cerró la boca, y se limitó a asentir.

"Soy yo quien debería darte las gracias," añadió Caroline.

John alzó la vista bruscamente, su perpleja expresión preguntaba, "¿Por qué?"

"Por quererla. No podría pedir más. No podría esperar más." Abandonó la habitación.

Belle pronto cayó en un sueño profundo. John la empujó al otro lado de la cama, donde las sabanas no estaban tan húmedas por el sudor. Se inclinó y le besó la sien. "Tú puedes con esto," le susurró. "Puedes conseguirlo."

Regresó a su sillón y se dejó caer. Debió haberse quedado dormido, porque cuando abrió los ojos, ya había amanecido, aunque apenas podía asegurarlo a causa de la intensa lluvia. El tiempo era sumamente triste, y la lluvia no daba señales de amainar. Los ojos de John barrieron la escena callejera, tratando de encontrar cualquier cosa en el paisaje urbano capaz de proporcionarle un atisbo de optimismo. Y a continuación hizo algo que no había hecho en años.

Comenzó a rezar.


* * *

Ni la condición de Belle ni el tiempo mejoraron en varios días. John permaneció en perpetua vigilancia al lado de la cama de su paciente, obligándola a beber agua y caldo siempre que era posible, y suministrándole láudano cuando se tornaba demasiado inquieta. Hacía el final del tercer día, John asumió que Belle tendría un serio problema si la fiebre no remitía pronto. No había comido nada sólido, y se había quedado muy delgada, demasiado delgada. La última vez que John la lavó con el paño húmedo había notado que sus costillas sobresalían de forma lastimosa.

El doctor había acudido todos los días, pero no resultó de mucha ayuda. No podían hacer otra cosa que esperar y rezar, le había dicho a la familia.

John se tragó su preocupación y se estiró para tocar la frente de Belle. Ella parecía completamente ajena a su presencia. De hecho, parecía ajena a todo, excepto a las pesadillas que poblaban su mente enfebrecida. John estaba calmado y resuelto cuando comenzó a cuidar ella, pero ahora hasta su entereza comenzaba a desmoronarse. Apenas había dormido en tres días, y no había comido mucho más que Belle. Tenía los ojos inyectados en sangre, el rostro demacrado, y un vistazo en el espejo le dijo que tenía casi tan mal aspecto como su paciente.

Comenzaba a desesperar. Si Belle no mejoraba pronto, no sabía lo que iba a hacer. Varias veces durante su vigilia había dejado caer, sin fuerzas, la cabeza entre las manos, sin molestarse en tratar de contener las lágrimas que rodaban por su cara. No sabía cómo iba a ser capaz de seguir viviendo si ella moría.

Con expresión desolada, se acercó junto a la cama y se sentó sobre el colchón, junto a ella. Yacía inmóvil y tranquila, pero John detectó un leve cambio en su condición. Estaba demasiado tranquila, y su respiración se había vuelto superficial. El pánico se apoderó de John, como una garra estrujándole el corazón, e inclinándose, la agarró por los hombros y la zarandeó. "¿Te estás rindiendo?" le exigió ásperamente. "¿Lo haces? "

La cabeza de Belle cayó hacia un lado y gimió.

"¡Maldita seas! ¡No puedes rendirte " John la zarandeó con más fuerza.

Belle oía la voz como si le llegara a través de un largo, largo túnel. Sonaba como la de John, pero ella no podía entender qué hacía él en su dormitorio. Parecía enfadado. ¿Estaba enfadado con ella? Belle suspiró. Qué cansada estaba. Demasiado cansada para lidiar con un hombre enfadado.

"¿Me oyes, Belle?" lo oyó decir. "Nunca te perdonaré si me abandonas."

Belle se estremeció cuando sintió sus enormes manos apretando con fuerza sus antebrazos. Quiso gemir de dolor pero no tenía energía suficiente. ¿Por qué no podía dejarla en paz? Lo único que quería era dormir. Nunca se había sentido tan cansada. Tan solo deseaba acurrucarse y dormir para siempre. Reuniendo todas sus fuerzas, logró decir, "Vete."

"¡¡Ahá!! " gritó John triunfalmente. "Aún sigues conmigo. Aguanta, Belle. ¿Me oyes? "

Por supuesto que lo oía, pensó Belle con irritación. "Vete," dijo, con un poco más de fuerza. Se movió impaciente, hundiéndose más entre las sabanas. Tal vez no seguiría molestándola si se escondía bajo el edredón. Si tan solo pudiera seguir durmiendo, se sentiría mucho mejor.

John podía ver como la voluntad la abandonaba, aunque hubiera logrado hablar. Había visto esa mirada antes, en los rostros de algunos compañeros durante la guerra. No los afortunados que murieron en el campo de batalla, sino en los de los desgraciados que habían luchado contra la fiebre y la infección durante las semanas posteriores y perdieron. Contemplar cómo Belle dejaba lentamente que la vida se le escapara era más de lo que podía soportar, y algo dentro de él se hizo pedazos.

Una oleada de furia estalló en su interior, y olvidó todos sus votos de ser sensible y considerado mientras la cuidaba durante su enfermedad.

"Maldita sea, Belle," gritó amargamente. "No voy a quedarme sentado aquí y verte morir. ¡No es justo! No puedes abandonarme ahora. ¡No lo permitiré! "

Belle no respondió y John trató de engatusarla.

"¿Sabes lo furioso que estaré contigo si mueres? Te odiaré para siempre por abandonarme. ¿Es eso lo que quieres?" Desesperado, escrutó los rasgos de Belle, buscando cualquier signo de mejoría, pero no encontró ninguno. Toda la pena y la rabia y la preocupación convergieron en su interior, y finalmente, agarrándola de forma brutal, la tomó en sus brazos, estrechándola contra él mientras le hablaba.

"Belle," le dijo con voz ronca. "No hay esperanza para mí sin ti." Hizo una pausa cuando un estremecimiento sacudió su cuerpo. "Quiero verte sonreír, Belle. Sonreír de felicidad, con tus ojos azules llenos de calidez y felicidad. Verte leer un libro y disfrutarlo. Deseo tanto hacerte feliz. Siento no haber aceptado tu amor. Pero lo haré. Te lo prometo. Si tú, en tu infinita bondad y sabiduría, has encontrado algo en mí digno de tu amor, bueno entonces…, entonces, supongo que no soy exactamente tan malo como pensaba. ¡Oh, Dios, Belle!" dijo en un grito desgarrado. "Por favor, por favor aguanta. Si no puedes hacerlo por mí entonces hazlo por tu familia. Te quieren tanto. No querrás verlos sufrir, ¿verdad? Y piensa en todos los libros que no has leído aún. Te prometo conseguirte el próximo libro de Byron si no lo traen a la librería de señoras. Todavía tienes demasiado por hacer, mi amor. No puedes marcharte ahora."

Durante todo el apasionado soliloquio de John, Belle permaneció inerte, y su respiración superficial. Al fin, completamente desesperado, se derrumbó y desnudó su alma. "Belle, por favor," le rogó. "Por favor, por favor no me dejes, Belle. Te amo. Te amo, y no podré soportarlo si mueres. Dios me ayude, te amo tanto." Su voz se quebró, y como un hombre que de repente toma conciencia de lo infructuoso de sus esfuerzos, suspiró entrecortado y suavemente la volvió a tender sobre la cama.

Incapaz de detener la solitaria lágrima que se deslizó por su mejilla, John, con infinita ternura, tomó las sabanas y arropó a Belle con ellas. Inspirando profundamente, se inclinó hacia ella. Dios, era una tortura estar así de cerca. Rozando con sus labios su oído, le cuchicheó, "Te amo, Belle. Recuérdalo siempre."

Y después abandonó la habitación, rezando porque "siempre" alcanzara más allá de la próxima hora.


* * *

Belle estaba tumbada en la cama horas más tarde cuando sintió un confortable calorcillo extendiéndose por su cuerpo. Era gracioso como los dedos de sus pies habían estado helados durante tantísimo tiempo, mientras el resto de su cuerpo parecía abrasarse de calor. Pero ahora los sentía calientes, incluso… sonrosados. Belle se preguntó si “sonrosados” era una sensación, y decidió que debía serlo, porque era exactamente la palabra que describía el modo en que sentía los dedos de sus pies.

De hecho, sentía todo el cuerpo benditamente sonrosado. Sonrosado, y acogedor, y un bastante laxo, pero sobre todo se sentía bien. Por primera vez en…frunció el ceño, dándose cuenta de que no tenía ni idea del tiempo que llevaba enferma.

Cautelosamente, se incorporó hasta quedar sentada, sorprendida de la debilidad de sus músculos. Parpadeando un par de veces, miró alrededor. Estaba en su casa, en la habitación que ella y John habían compartido durante su noche de bodas. ¿Cómo había regresado allí? Todo lo que recordaba eran la lluvia y el viento. Ah, y la discusión. Su espantosa discusión con John.

Suspiró, cansada hasta la médula. No pensaba preocuparse más de si él no deseaba que le dijera que lo amaba. Lo aceptaría de cualquier forma que pudiera tenerlo. Lo único que deseaba era acabar con este fastidioso problema de George Spencer y regresar al campo, a Bunford Mannor [17].

¿Bunford Mannor? No, no era así.

¡Maldición!. Nunca se acordaba del nombre de aquel lugar. Dobló tentativamente la cabeza a un lado. Le dolía. Flexionó las muñecas. Le dolían. Agitó los dedos del pie y gimió. Le dolía todo el cuerpo.

Mientras estaba allí sentada, comprobando las diferentes partes de su cuerpo, la manija de la puerta giró silenciosamente y John entró en el cuarto. Se había obligado finalmente a tomarse quince minutos para poder salpicar un poco de agua sobre su cara y embutirse algo de comida garganta abajo. Ahora estaba aterrorizado de encontrarse con que a Belle se le hubiera escapado el tenue hálito de vida que le restaba mientras él no estaba.

Para su enorme sorpresa, cuando llegó junto a la cama, vio que el objeto de su desesperada preocupación estaba sentada, flexionando los hombros. Arriba y abajo, arriba y abajo.

"¡Hola, John!" le saludó ella débilmente. "¿Cuál es el nombre de tu casa en Oxfordshire? "

John se quedó tan atontado, tan completamente aturdido por su extraña pregunta, que le llevó varios segundos contestar.

"Bletchford Mannor [18]," dijo finalmente.

"Es un nombre horrible," le contestó Belle, con una mueca. Entonces bostezó, ya que la breve conversación le había supuesto un enorme gasto de energía.

"He… he estado pensando cambiarlo."

"Sí, pues deberías hacerlo pronto. No va contigo. Ni conmigo, en realidad." Belle bostezó de nuevo y se acurrucó en la cama. "Si me perdonas, al parecer estoy agotada. Creo que me gustaría dormir un poco."

John se acordó de manera caótica de las innumerables veces en que había rogado porque ella despertara de sus pesadillas y se encontró asintiendo. "Sí", dijo suavemente. "Sí, deberías dormir un poco." Completamente aturdido, se hundió en el sillón que había sido su hogar durante toda su piadosa vigilia junto a la cama.

La fiebre había remitido. Sorpresiva, feliz y extraordinariamente, la fiebre había remitido. Ella se iba a reponer. Estaba aturdido por la feroz sensación de felicidad que lo embargaba. Por una vez, sus oraciones habían sido escuchadas.

Y entonces algo raro le ocurrió. Una calida y extraña sensación brotó de algún lugar cercano da su corazón y comenzó a extenderse por él.

Había salvado una vida.

Se sentía como si se hubiera liberado de una pesada carga. Lo sentía incluso físicamente.

Había salvado una vida.

Una voz se oyó en la habitación. Estás perdonado.

Miró rápidamente a Belle. Ella no pareció haber oído la voz. Qué raro. Le había parecido prodigiosamente sonora.

Una voz de mujer. Parecida a la de Ana.

Ana. John cerró los ojos y por primera vez en cinco años, no pudo recordar su cara.

¿Había expiado finalmente sus pecados? ¿O, quizás era que éstos nunca habían sido tan condenatorios como él creía?

Miró a Belle. Ella siempre había creído en él. Siempre.

Se sentía muchísimo más fuerte con ella a su lado. Así que, quizás, era ella. Juntos se habían enfrentado al más feroz de los enemigos y lo habían vencido. Ella viviría, y nunca más tendría que afrontar el futuro a solas.

John suspiró, apoyó los codos sobre sus muslos, y dejó reposar la cabeza entre las manos. Una absurda sonrisa apareció en su cara, y comenzó a reírse. Toda la tensión y la angustia de los últimos días se disolvieron en sus inusuales y estremecedoras carcajadas.

Belle se giró y abrió los ojos ante el extraño sonido. Aunque su cara estaba oculta, sabia que él estaba ojeroso. La piel de sus brazos se le tensaba sobre los músculos, y los botones superiores de su camisa estaban descuidadamente desabrochados. Él levantó despacio la cabeza y clavó la mirada en ella, con sus ojos negros desbordantes de una emoción que ella no pudo identificar. Impávida, Belle soportó su escrutinio. Tenia los ojos inyectados en sangre, la barbilla cubierta por una barba de varios días, y su pelo normalmente cuidado y brillante se veía opaco y revuelto. Belle frunció el ceño y estiró un brazo, cubriéndole una mano con la suya.

"Tienes un aspecto horroroso," le dijo.

Pasaron varios segundos antes de que John encontrara la voz y contestara. "Oh, Belle," dijo roncamente. "Tú estás maravillosa."


* * *

Un par de días más tarde, Belle se sentía mucho mejor. Seguía un poco débil, pero le había regresado el apetito, y se mantenía entretenida con una ininterrumpida corriente de visitas.

No había visto a John en más de un día. Tan pronto como él se aseguró de que ella ya no estaba en peligro, sufrió un colapso por el agotamiento. Caroline informaba periódicamente a Belle sobre su condición, pero hasta ahora los monótonos informes se reducían a un: "Sigue durmiendo. "

Finalmente, al tercer día de que la fiebre remitiera, su marido entró en su cuarto con una sonrisa ligeramente avergonzada en la cara.

"Casi había renunciado a volver a verte alguna vez," dijo ella.

Él se sentó a un lado de la cama. "He estado durmiendo, me temo."

"Sí, eso he oído." Extendió la mano y le rozó la mandíbula. "Es tan encantador ver tu cara."

Él sonrió. "Te has lavado el pelo."

¿"Qué? " Bajó la mirada y tomó un rizo entre los dedos. "Oh, sí. Era cuestión de necesidad creo. John, yo… "

"Belle, yo… “Ambos comenzaron a hablar al mismo tiempo. "Tú primero."

"No, sigue tú."

"Insisto."

"Oh, esto es una tontería," dijo Belle. "Después de todo, estamos casados. Y aún seguimos nerviosos."

"¿Qué te hace sentir nerviosa? "

"Spencer." El nombre flotó en el aire varios segundos antes de que ella continuara. "Debemos sacarlo de nuestras vidas. ¿Has hablado con mis padres de nuestra situación? "

"No. Dejo eso a tu elección."

"No se lo contaré. Sólo serviría para preocuparlos."

"Lo que tú digas."

"¿Has pensado en algún plan? "

"No. Mientras estabas enferma… " tragó convulsivamente. La simple mención bastaba para aterrorizarlo. "Mientras estabas enferma no podía pensar en nada que no fueras tú. Y luego estuve durmiendo."

" Bien, yo he estado pensando en ello." Él la miró.

"Creo que deberíamos aprovechar el baile de los Tumbley para enfrentarlo," dijo ella.

"Rotundamente no."

"Mi madre ha insistido en que asistamos. Quiere aprovechar la ocasión para presentarnos en sociedad."

"Belle, estará atestado de gente. Como voy a hacer para vigilarte mientras… "

"La muchedumbre será la que nos proteja. Alex, Emma, y Dunford podrán permanecer cerca de nosotros sin levantar sospechas."

"Me niego… "

"¿Lo pensarás al menos? Lo afrontaremos juntos. Creo que… juntos… podemos conseguirlo." Se humedeció los labios, consciente de que se había atascado con las palabras.

"Bien," accedió él, en parte porque quería cambiar de tema, pero sobre todo porque ver su húmeda lengua asomando entre sus labios entreabiertos había borrado todo pensamiento racional de su mente.

Ella extendió una mano y la colocó sobre la de él. "Gracias por cuidar de mí."

"Belle," balbució él. "Te amo."

Ella sonrió. "Lo sé. Yo también te amo."

Él sujetó su mano, se la llevó a los labios, y la besó fervorosamente. "Aún no puedo creer que lo hagas, pero," cuando vio que iba a interrumpirlo, colocó suavemente la otra mano sobre su boca, "pero me proporciona más felicidad de la que nunca creí posible. Más felicidad de la que jamás pensé que existía en este mundo."

"Oh, John."

"Tu me has ayudado a perdonarme. Fue cuando supe que no ibas a morir, cuando comprendí que yo había salvado tu vida." Hizo una pausa, con expresión de aturdimiento, como si todavía no pudiera creerse el milagro que había ocurrido en aquella misma habitación. "Fue entonces cuando lo supe."

"¿Supiste qué? "

"Que había pagado mi deuda. Una vida por otra. No pude salvar a Ana, pero te he salvado a ti."

"John," dijo ella, con voz queda. "El salvarme la vida no compensa lo que pasó en España."

Sus ojos buscaron los de ella, horrorizado.

"No es necesario compensarlo. ¿Cuándo aceptarás que lo que sucedió no fue responsabilidad tuya? Has estado torturándote durante cinco años, y todo a causa de las acciones de otro hombre."

John la contempló. Clavó fija e intensamente la mirada en aquellos brillantes ojos azules, y por primera vez, sus palabras comenzaron a tener sentido.

Ella le apretó la mano.

Él finalmente parpadeó. "Quizás la verdad este en algún sitio a medio camino. Sí, se suponía que yo la protegía, y fallé al hacerlo. Pero yo no la violé." Sacudió la cabeza, y su voz adquirió fuerza. "No fui yo."

"Ahora tu corazón es libre."

"No," susurró. "Ahora es tuyo."

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