John llegó a casa de Belle a la mañana siguiente con los brazos cargados de bombones y flores. Le asombró lo fácil que esto le estaba resultando; permitir que ella iluminara su corazón. Había estado sonriendo toda la mañana.
Belle no pudo ocultar el deleite en sus ojos cuando bajó a saludarlo. "¿A qué debo el placer de tu compañía? " le preguntó, con una brillante sonrisa.
"Dije que iba a cortejarte, ¿no?" le respondió John, depositando las flores en sus brazos. "Considérate cortejada."
"Qué romántico," dijo ella, no sin una pizca de sarcasmo.
"Espero que te gusten los bombones."
Belle reprimió una sonrisa. Al menos lo estaba intentando. "Me encantan."
"Excelente." La obsequió con una desenvuelta sonrisa. "¿Puedo coger uno?"
"No."
Persephone decidió bajar en ese momento. "Buenos días, Belle," dijo. "¿No vas a presentarme a tu invitado?"
Belle hizo los honores, y mientras John elegía qué bombón llevarse a la boca, Persephone se inclinó y susurró, "Es muy guapo."
Belle asintió.
"Y parece bastante varonil."
Los ojos de Belle se desorbitaron. "Persephone", susurró. "Me siento en la obligación de informarla de que ésta no es la clase adecuada de conversación entre una acompañante y su protegida."
"¿No lo es? Pues debería serlo, creo yo. Oh bueno, me temo que nunca se me dará demasiado bien esto de hacer de acompañante. Le ruego que no mencione a Alex mis defectos."
"Me gusta usted exactamente como es," dijo Belle, con franqueza.
"Qué dulce de su parte, querida. Bien, me marcho. El cochero ha prometido llevarme de paseo por todo Londres, y quiero estar segura de que hemos salido de todas las zonas peligrosas antes del anochecer."
Considerando que no era aún mediodía, Belle sólo podía preguntarse por la extensión de la ruta que Persephone tenía en mente, pero no dijo una palabra cuando la anciana señora salió revoloteando por la puerta principal.
"No es exactamente la más severa de las acompañantes," comentó John.
"No.
"¿Podemos retiramos a alguna habitación? Estoy desesperado por besarte, y prefiero no hacerlo en el vestíbulo."
Belle se sonrojó, pero le precedió de camino a una salita cercana.
John cerró la puerta de una patada y la estrecho en sus brazos. "Una chaperona que se marcha para todo el día," murmuró entre besos. "¿Ha sido alguna vez un hombre tan afortunado?"
"¿Ha sido alguna vez una mujer tan afortunada?" le respondió Belle.
"Creo que no. Ven al sofá y así podré asediarte con bombones y flores." La tomó de la mano y la estrechó contra si mientras cruzaba el cuarto.
Belle rió suavemente mientras lo dejaba llevarla al sofá. Nunca lo había visto tan feliz y tan despreocupado. Aún persistía un delgado velo de tristeza y duda en sus ojos, pero no era nada comparado con la mirada atormentada que ella había vislumbrado cuando estaban en Oxfordshire. "La única persona a la que asedias con esos bombones es a ti mismo. Ya te has comido tres."
John se sentó y la tumbó a su lado. "No hay ninguna razón para traer a una dama un regalo comestible a menos que a uno le guste también. Venga, toma uno. Están bastante buenos." Cogió un bombón y lo sostuvo delante de su boca.
Belle sonrió y le dio un bocado, lamiéndose los labios con gesto deliberadamente seductor mientras masticaba. "Es exquisito," murmuró.
"Sí, lo es." Él no hablaba del chocolate.
Belle se inclinó hacia delante otra vez e introdujo en su boca el resto del bombón, lamiendo audazmente sus dedos al hacerlo. "Tenías los dedos manchados de chocolate," dijo inocentemente.
"Tu también te has manchado." El se le acercó y lamió la comisura de su boca, enviando temblores de deseo desde la cabeza hasta la punta de sus pies. Inclinándose una vez más, John pasó lentamente su lengua a lo largo del suave contorno de su labio superior. "Me había dejado un poquito aquí," murmuró él. "Y aquí." Se ocupó de su labio inferior, con el que jugueteó entre sus dientes.
A estas alturas Belle había olvidado incluso cómo respirar. "Me parece que me gusta ser cortejada," susurró ella.
"¿Nunca lo has sido antes?" John le dio un pequeño mordisco en el lóbulo.
"No de esta forma."
"Bien." Sonrió posesivamente.
Belle arqueó el cuello cuando él deslizó sus labios a lo largo de la sensible piel de su garganta. "Espero que no hayas llevado adelante ningún otro cortejo con este particular modo de, er, persuasión."
"Nunca," le prometió él.
"Bien." La sonrisa de Belle fue igualmente posesiva. "Pero ya sabes," dijo, tomando aire entrecortadamente cuando su mano abandonó su espalda y se ahuecó sobre su pecho. "El cortejo es algo más que flores y bombones."
"Mmm-hmm. También están los besos." El acunó su seno en su mano a través del vestido, haciendo gemir a Belle con la maravillosa sensación.
"Por supuesto," suspiró Belle. "No me había olvidado de eso."
"Haré todo lo posible porque no se aparte de tu mente." John estaba ocupado tratando de encontrar el mejor modo de liberar uno de los pequeños y perfectos senos del ella de los límites de su corpiño.
"Me parece bien. Pero debes recordar que no voy a dejarte olvidar que me debes un poema."
"Eres una moza obstinada, ¿no? " John finalmente decidió que el mejor curso de acción sería limitarse a bajas el vestido y dar gracias a Dios de que la moda diurna no requiriera interminables filas de botones.
"No demasiado." Belle rió suavemente. "Pero sigo queriendo ese poema."
John dejo de prestarle atención un momento mientras llevaba a cabo su plan. Sonrió y gimió de puro placer masculino mientras contemplaba su oscuro pezón, fruncido por el deseo. Se humedeció los labios.
"¿John… no irás a…? "
Él asintió y lo hizo.
Belle sintió que el cuerpo se le volvía gelatina, y se derritió contra el sofá, tirando de John junto con ella. Él rindió adoración a su seno durante todo un minuto y luego pasó al otro. Belle estaba indefensa ante su sensual ataque y no podía controlar los suaves gemidos de deseo que se escapaban de sus labios. "Di algo," gimió ella, finalmente.
“¿Qué debo compararte a un día de verano?” recitó él. “ Tu eres…” [13]
"Oh, por favor, John," dijo Belle, levantándole la cabeza de su pecho de modo que pudiera escudriñar sus risueños ojos negros. "Si vas a hacer un plagio, ten al menos la sensatez de no elegir algo tan famoso."
“Si no te callas ahora mismo, Belle, me veré obligado a tomar medidas drásticas.”
“¿Medidas drásticas? Eso suena interesante.” Ella acercó su boca a la de él y lo besó con entusiasmo.
En ese mismo momento escucharon una voz agónicamente familiar proveniente del vestíbulo.
"Qué tonta, se me ha olvidado coger un par de guantes," decía Persephone. "Hace tanto frío afuera."
Belle y John se apartaron instantáneamente de un salto el uno del otro. A ver que Belle no se daba la suficiente prisa en arreglar su aspecto, John tomó el control de la situación y le subió de un tirón el corpiño del vestido, prácticamente hasta la barbilla. Mientras frenéticamente trataban de arreglar su apariencia, oyeron el suave murmullo de otra voz, probablemente la del criado con quien Persephone había estado hablando.
"Qué amabilidad por su parte" dijo Persephone. "Esperaré en la salita con Belle y su amigo mientras me los trae."
Belle apenas había tenido tiempo de lanzarse sobre una silla frente al sofá cuando su dama de compañía entró en el salón. "Persephone, qué sorpresa."
Persephone lanzó una mirada bastante aguda en su dirección. Pese a todo su despistado revoloteo, no era ningúna cabeza hueca. "Estoy segura."
John se había puesto cortésmente de pie cuando Persephone había entrado. “¿Le apetece un bombón? " le preguntó, ofreciéndole la caja.
"De hecho, si."
Belle luchó contra el rubor al recordar lo que había sucedido cuando John le había ofrecido un bombón a ella. Por suerte, Persephone estaba demasiado ocupada eligiendo para notarlo.
"Me gustan los bombones con locura," dijo ella, decidiéndose por uno al fin.
"¿Hace mucho frío en la calle?" le preguntó Belle. "La he oído decir que necesitaba unos guantes."
"Bien, menos que ayer. Aunque debo añadir que aquí dentro se está muy caliente."
Belle esbozó una tensa sonrisa. Cuando miró a John de soslayo notó que él había empezado a toser.
"Sus guantes, señora."
"Excelente." Persephone se levantó y se acercó al lacayo que acababa de entrar en el cuarto. "Me pondré en camino, entonces."
"Qué se lo pase bien," le dijo Belle en voz alta.
"Oh, lo haré querida. Ciertamente lo haré." Persephone salió del cuarto y comenzó a cerrar la puerta tras de ella. "De hecho," dijo, sonrojándose ligeramente, "creo que dejaré esta puerta, er, abierta, si no les importa. Para que circule mejor el aire, ya saben."
"Por supuesto," dijo John. Y en cuanto Persephone desapareció de su vista, se inclinó hacia Belle y susurró, "Voy a cerrar esa puerta tan pronto como salga por la puerta principal."
"Silencio," le reprendió Belle.
En el instante en que oyeron cerrarse la puerta de la calle, John se levantó de un salto y cerró la puerta del salón. "Esto es ridículo," refunfuñó. "Estoy cerca de los treinta. Tengo mejores cosas que hacer que intentar burlar la vigilancia de una dama de compañía."
"¿Las tienes? "
"Esto ha sido condenadamente indigno." Regresó junto al sofá y se sentó.
"¿Te molesta la pierna?" le preguntó Belle, con ojos preocupados. "Pareces cojear un poco más que de costumbre."
John parpadeó ante el repentino cambio de tema y bajo la vista a su pierna. "Supongo. No lo había notado. Imagino que me he acostumbrado al dolor."
Belle se trasladó junto al sofá y se sentó a sus pies. "¿Te ayudaría si te diera un masaje?" Colocó sus manos sobre su pierna y comenzó a frotar el músculo justo por encima de su rodilla.
John cerró los ojos y se recostó. "Es maravilloso." La dejó seguir con sus cuidados durante varios minutos hasta que dijo, "Belle… sobre anoche."
"¿Sí?” Ella siguió masajeándole la pierna.
John abrió los ojos y detuvo su mano colocando la suya encima. Ella parpadeó, poniéndose sería ante su grave expresión.
"Nadie… " Abrió y cerró la boca mientras buscaba las palabras. "Nadie me ha defendido nunca así."
"¿Y tu familia? "
"No tuve demasiado contacto con ellos mientras crecía. Estaban bastante ocupados."
"¿Lo estaban? " dijo Belle, con evidente desaprobación en la voz.
"Siempre me fue dejado muy claro que debía abrirme mi propio camino en el mundo."
Belle se puso en pie repentinamente y se acercó a un florero, reorganizando nerviosamente las flores. "Yo nunca le diría algo así a mi hijo," declaró, en tono tenso. "Nunca. Creo que un niño debería ser amado y cuidado y… " Se dio la vuelta. "¿Y tú?"
Él asintió solemnemente, encantado por la pasión y el fuego de sus ojos. Estaba tan… bien. Ninguna palabra florida podría ser más descriptiva.
Él nunca sería digno de ella. Eso lo sabía. Pero podía amarla, y protegerla, y tratar de darle la clase de vida que ella merecía. Se aclaró la garganta. "¿Cuándo regresan tus padres?"
Belle ladeó la cabeza ante el abrupto cambio de tema. "Se suponía que ya estarían de regreso pero Emma hace poco me reenvió una carta de ellos en la que me decían que estaban disfrutando tanto que se quedaban un poco más de tiempo. ¿Por qué me lo preguntas?"
Él le sonrió. "¿Te importaría masajearme la pierna otra vez? No me he sentido tan bien en años."
"Por supuesto." Belle regresó junto a él. Cuando vio que no retomaba la conversación, lo incitó recordándole, "Mis padres… "
"Oh, sí. Solo quería saber cuando podría hablar con tu padre para pedir tu mano correctamente." Le sonrió desvergonzadamente. "Sin duda, intentar seducirte en oscuros rincones tiene su encanto, pero preferiría que fueras legalmente mía y poder disfrutar de ti en la tranquila privacidad de mi hogar."
"¿Disfrutar de mi? " preguntó Belle con incredulidad.
John abrió los ojos y le regaló una sonrisa libertina. "Ya sabes lo que quiero decir, amor." Tiró de ella y le acarició el cuello con la nariz. "Es solo que me gustaría poder pasar un poco de tiempo a solas contigo sin temor a que alguien vaya a sorprendernos en cualquier momento." Comenzó a besarla otra vez. "Me gustaría poder terminar lo que empiezo."
Belle no tenía nada que objetar a la idea, y aún así, se separó de él. "John Blackwood, ¿eso ha sido una proposición de matrimonio?"
Todavía recostado, la miró por entre las pestañas y sonrió. "Me parece que lo ha sido. ¿Qué dices? "
" ‘Me parece que lo ha sido. ¿Qué dices?’ " lo imitó Belle. "Digo que es la proposición de matrimonio menos romántica que he recibido jamás."
"Entonces ¿has recibido muchas? "
"De hecho, sí."
No era precisamente lo que John había esperado escuchar. "Creí que se suponía que tu eras la práctica y la pragmática de tu familia. Creí que no desearías almibaradas palabras del amor y todo eso."
Belle le dio un puñetazo en el hombro. "¡Por supuesto que las deseo! Toda mujer las desea. Sobre todo si provienen del único hombre al que ella quiere aceptar. Así que empieza a pensar en almibaradas palabras de amor o voy a… "
"¡¡Ahá!! ¡Entonces aceptas! " John sonrió victorioso y tiró de ella contra su cuerpo.
"Dije que me gustaría aceptar. No que realmente aceptaba."
"Un tecnicismo sin importancia." Comenzó a besarla otra vez, casi incapaz de creer que pronto sería verdaderamente suya.
"Un tecnicismo fundamental," dijo Belle, con enojo. "No puedo creer lo que acabas de decir. Que quieres casarte conmigo y ¿ya está? Bueno, como proposición ha sido horrorosa. "
John comprendió que había cometido un error, pero se sentía demasiado aliviado por su aceptación para rectificar. "Bien, lo que le ha faltado en elegancia, lo suplía en sinceridad. "
"Mas te vale que haya sido sincera." Belle le lanzó una mirada de descontento. "Diré que sí en cuanto me lo propongas correctamente."
John se encogió de hombros y la estrechó en sus brazos. "Me apetece más besarte otro rato."
"¿No quieres preguntarme algo primero? "
"No."
"¿No? "
"No."
"¿Qué quieres decir? " Belle se retorció, tratando de alejarse de él, pero él la retuvo con firmeza.
"Quiero decir que quiero besarte."
"Ya lo sé, palurdo. ¿Lo que quiero saber es por qué no quieres preguntarme algo ahora mismo?"
"Oh, las mujeres," dijo John, suspirando melodramáticamente. "Cuando no es una cosa es otra. Si…"
Belle le golpeó el brazo.
"Belle," dijo él, con paciencia. "Debes comprender que me has arrojado el guante. No va a decir que sí hasta que te lo proponga correctamente, ¿verdad? "
Belle asintió.
"Entonces concédeme, al menos, un corto período de gracia. Estas cosas llevan tiempo si uno desea ser creativo al respecto."
"Entiendo," dijo Belle, con una sonrisa bailoteando en las comisuras de sus labios.
"Si lo que deseas es que sea romántico, verdaderamente romántico, ya sabes, entonces vas a tener que esperar unos días."
"Creo que podré. "
"Bien. Ahora, ¿dejaras de retorcerte y me besaras de nuevo? "
Aceptó encantada.
John tardó una semana en regresar. Tan pronto como se quedó a solas con Belle, la cogió en sus brazos y dijo:
“Dos o tres veces te habré amado,
Antes de conocer tu rostro o tu nombre,
Así en una voz, así en una llama informe…
“…a menudo nos afectan los ángeles y los adoramos.” [14] finalizó Belle por él. "Por desgracia para ti mi institutriz era una apasionada de John Donne. Conozco de memoria la mayor parte de su obra." Ante su mirada de disgusto, añadió, "Pero debo felicitarte por tu apasionada declamación. Ha sido conmovedora."
"Obviamente no lo bastante. Con tu permiso, me marcho. Tengo trabajo que hacer." Con una seca inclinación de cabeza, abandonó el cuarto.
"¡Y mantente alejado de Donne!" le gritó, Belle. "Nunca conseguirás engañarme con uno de sus poemas."
No estaba segura, pero creyó oírlo murmurar una palabra bastante soez mientras cerraba la puerta de calle tras de si.
John no hizo ninguna mención respecto a su inminente propuesta matrimonial durante la siguiente semana, aunque escoltó a Belle a varios eventos y la visitó casi todas las mañanas. Ella tampoco hizo referencia alguna al tema. Sabía que él lo negaría, pero estaba segura de que disfrutaba con sus planes, y no quiso estropearle la diversión. A menudo, John le dirigía calculadoras miradas de reojo, y entonces ella se convencía de que seguía tramando algo.
Sus sospechas demostraron ser correctas la mañana en que él llegó a la residencia Blydon con tres docenas de perfectas rosas rojas, las cuales deposito a sus pies exactamente en el centro del vestíbulo principal. Posando una rodilla en tierra, dijo,
"Bebe a mi salud solo con los ojos,
Y yo brindaré con los míos;
O deja un beso, sino, en mi copa,
Y no buscaré vino.
La sed que del alma surge,
Pide bebida divina:
Pero aunque pudiera del néctar de Júpiter sorber,
No lo cambiaria por el tuyo. " [15]
Casi lo consigue. Los ojos de Belle se nublaron, y cuando recitó la parte del beso, su mano derecha se dirigió involuntariamente a su corazón.
"Oh, John," suspiró.
Entonces el desastre lo alcanzó.
Persephone bajó las escaleras.
"¡John!" exclamó, con voz encantada. "¡Es mi poema favorito! ¿Cómo lo ha sabido? "
John bajó la cabeza y apretó los puños a los costados. Belle trasladó su mano del corazón a la cadera.
"Mi padre solía recitárselo a mi madre todo el tiempo," continuó Persephone, con las mejillas encendidas. "Nunca fallaba en hacerla estremecer de felicidad. "
"Lo imagino," refunfuñó Belle.
John alzó la vista hacia ella, con expresión avergonzada.
"Y además era muy apropiado para ella, ¿sabe?," añadió Persephone, "porque su nombre era Celia. Dios la tenga en su gloria. "
"¿Apropiado? " preguntó Belle, sin apartar ni por un instante los ojos de John. En cuanto a él, sabiamente mantuvo la boca cerrada.
"Bien, después de todo se titula 'Soneto para Celia'. De Ben Johnson," dijo Persephone con una sonrisa.
"¿De verdad? " inquirió Belle, irónicamente. "John, ¿quién es Celia? "
"Por lo visto, la madre de Persephone, obviamente. "
Belle tuvo que admirar su frescura. "Bien, me alegro de que fuera Johnson quien escribiera estos versos. Lamentaría pensar que estuviste escribiéndole un poema a alguien llamado Celia, John. "
"Oh, no sé, creo que Celia es un nombre bastante bonito. "
Belle le dedicó una sonrisa enfermizamente empalagosa. "Me parece que encontrarás que Belle es mucho más fácil de rimar. "
"Estoy seguro de que lo es, pero me gustan los desafíos. Ahora bien, Persephone…éste si que sería un poema a la altura de mi ingenio. "
"Oh, basta," dijo Persephone, riendo.
"Persephone… Hmm, vamos a ver, podríamos usar una cacofonía, pero no sería muy elegante. "
Belle no pudo evitar sentirse contagiada por el buen humor de John. "¿Qué te parece melocotones? " le sugirió.
"Tiene bastantes posibilidades. Tendré que ponerme a ello inmediatamente. "
"Ya basta de bromas, querido muchacho," dijo Persephone, dando unas palmadita a John en el brazo de forma maternal. "No tenía ni idea de que fuera tan admirador de Ben Johnson. Es uno de mis poetas favoritos. ¿Disfruta también usted de sus obras? Adoro Volpone, aunque es bastante malvada. "
"Ultimamente yo mismo me he estado sintiendo bastante malvado. "
Persephone soltó una risita tapándose la boca con la mano y dijo, "Oh bueno. Es que he visto anunciada su representación. Esperaba encontrar a alguien que me acompañara. "
"Estaría encantado de acompañarla, por supuesto. "
"Aunque quizás no debiéramos llevar a Belle. No estoy segura que sea adecuada para una señorita soltera, y Belle me ha dicho que no soy lo bastante estricta como acompañante. "
"¿Belle ha dicho eso? "
"No con tantas palabras, por supuesto. Dudo que desee estropear un arreglo tan bueno. Pero sé en qué dirección sopla el viento. "
"No vais a ir al teatro sin mí," puntualizó Belle.
"Supongo que tendremos que llevarla," dijo John con un suspiro afectado. "Puede ser bastante obstinada cuando algo se le mete entre ceja y ceja. "
"Oh, quédate tranquilo," le respondió Belle. "Y ponte a trabajar. Tienes escritura pendiente. "
"Supongo," contestó John, haciendo una inclinación de cabeza a Persephone cuando esta se marchó del vestíbulo. " 'Persephone y los melocotones’ será, seguro, mi obra maestra. "
"Si no te pones pronto a trabajar, tu obra maestra será 'Belle te atizara con un escabel.' "
"Me tiemblan las rodillas. "
"Deberían temblarte. "
John se despidió de ella y luego alejándose un par de pasos extendió el brazo, adoptando una postura dramática. "Persephone y los melocotones… " Torció la boca en una sonrisa infantil. "¿Qué te parece? "
"Me parece que eres maravilloso."
John se inclinó y la besó en la nariz. "¿Tengo que decirte que me he reído más en estas últimas semanas de lo que lo he hecho en toda mi vida? "
Silenciosamente, Belle negó con la cabeza.
"Es cierto, ya lo sabes. Tú me haces eso. No sé como lo has conseguido, pero me has despojado de mi ira. Años de dolor, sufrimiento y cinismo me volvieron irritable y taciturno, pero ahora puedo sentir el sol de nuevo. "
Antes de que Belle pudiera decirle que eso era poema suficiente para ella, John la besó de nuevo, y ella se olvido de todo.
Unas noches después Belle estaba acurrucada en su cama, con varios tomos de antología de la poesía esparcidos a su alrededor. "No va a engañarme de nuevo con otro ‘Soneto a Celia'," se dijo a si misma. "Esta vez voy a estar preparada. "
Se sentía un poco temerosa de que fuera capaz de burlarla con uno de los nuevos poetas. Su institutriz tan sólo la había acercado a los clásicos, y tan solo porque Lord Byron era tan celebre conocía ella el de "Camina bella. "
Un rápido viaje esa misma tarde a la librería le había suministrado Las Baladas Líricas, de William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge así como Canciones de inocencia y Canciones de Experiencia de un oscuro poeta llamado William Blake. El propietario le aseguró que Blake alcanzaría un día gran fama y trató de venderle también El Matrimonio del Cielo y el Infierno, pero Belle le había parado los pies, casi segura de que no había modo de que John encontrara un poema romántico en un libro con un título semejante.
Con una sonrisa, Belle abrió Canciones y comenzó a hojear las páginas, leyendo en voz alta al mismo tiempo.
¡Tigre! ¡Tigre! Luz llameante [16]
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Pudo idear tu terrible simetría.
Frunció los labios y apartó la mirada del libro. "Esto de la poesía moderna es muy extraño." Sacudiendo la cabeza, volvió al libro.
¡Cling!
Belle contuvo la respiración. ¿Qué había sido eso?
¡Cling!
Sin duda, había alguien al otro lado de su ventana. El terror se apoderó de ella y se deslizó de la cama al suelo. Sobre manos y rodillas, avanzó lentamente a través del cuarto hacia su tocador. Con un rápido vistazo hacía la ventana, agarró un candelabro de estaño fabricado en Boston que Emma le había dado como regalo de cumpleaños unos años antes.
Permaneciendo agachada, Belle se escabulló hacia la ventana. Tomando la precaución de situarse fuera de la línea de visión del intruso, se encaramó a una silla con el respaldo pegado a la pared justo al lado de la ventana. Temblando de miedo, esperó.
La ventana crujió y entonces vio cómo empezaba a elevarse. Una oscura mano enguantada apareció sobre el alféizar.
Belle contuvo la respiración.
Una segunda mano apareció junto a la primera, y después un cuerpo firme atravesó silenciosamente la ventana, aterrizando sobre el suelo.
Belle levantó el candelabro, situando su brazo sobre la cabeza del asaltante cuando éste de repente se giró y alzó la vista hacia ella.
"¡Santo Dios, mujer! ¿Tratas de asesinarme? "
"¿John? "