Capítulo Dieciséis

La mañana llegó demasiado rápida, y Belle comprendió que iba a tener que volver a casa. Se vistió rápidamente, sin poder creer, todavía, que hubiera sido capaz de colarse en la habitación de John la noche anterior. Nunca se había considerado una persona temeraria y audaz. Suspiró para sus adentros, suponiendo que las mujeres hacen cosas desesperadas cuando están enamoradas.

"¿Estás bien? " le preguntó John inmediatamente, mientras se ponía la camisa.

"¿Qué? Oh, sí, no es nada. Solamente pensaba en que no quiero volver a trepar tres pisos por un árbol nunca más."

"Amén a eso."

"No es que trepar por el árbol fuera tan terrible. Pero el deslizarme poco a poco a lo largo de la rama hasta tu ventana… "

"No importa," la interrumpió John, con firmeza. "Ya que no lo volverás a hacer otra vez."

Su preocupación por ella era tan obvia que Belle se olvidó de sentirse ultrajada por su arbitrario comportamiento.

Cuando silenciosamente se deslizaron por la casa de Damien, Belle se cuestionó la sabiduría de que la acompañara de regreso a su casa a pie mientras su enemigo permanecía en libertad. Le mencionó su preocupación a John cuando llegaron a los escalones de entrada.

John sacudió la cabeza. "Me atacó de forma cobarde. Probablemente prefiere moverse al amparo de la oscuridad."

"A mi me atacó durante el día," le recordó Belle, manteniéndose tercamente en el sitio.

"Sí, pero usó sicarios, y además, tú eres una mujer." John vio que Belle estaba a punto de protestar al ser descartada con tal facilidad, así que añadió diplomáticamente, "No es que te crea incapaz, pero ya sabes que la mayoría de los hombres no te verían como una amenaza. Además, no hay ninguna razón para que haya madrugado hoy. ¿Por qué iba a estar esperando aquí fuera si lo probable es que yo esté en la cama durante varias horas más? "

"Pero podría haberme visto anoche. Así que sabría que tendrías que acompañarme a casa."

"Si te hubiera visto anoche, te habría atrapado." La idea envió un escalofrío de temor por la espalda de John y reforzó su resolución de acabar con este episodio cuanto antes. Su barbilla se irguió resueltamente, tomó la mano de Belle y la condujo escalones abajo. "Pongámonos en marcha. Me gustaría llevarte a casa antes del mediodía."

Belle inspiró una profunda bocanada del fresco aire matutino. "No creo haber estado nunca fuera de casa a estas horas de la mañana. Al menos no intencionadamente."

John le ofreció una sonrisa libertina. "¿Y dirías que era tu intención salir a estas horas hoy?”

"Bien, no exactamente. " Ella se sonrojó. “Pero esperaba…”

"Eres una desvergonzada."

"Quizás, pero te habrás dado cuenta de que esta historia tiene un final feliz."

Los pensamientos de John volvieron al hombre misterioso que los había atacado a ambos. "Lamentablemente, este capítulo en particular no ha llegado a su conclusión."

Belle se puso seria. "Bien, casi un final feliz, entonces. O como quiera que uno llame al momento justo antes de la culminación."

"Yo creía que culminamos anoche."

El rubor de Belle alcanzó cotas incomparables. "Hablaba en términos literarios," refunfuñó innecesariamente.

John decidió dejar de torturarla y mantener la boca cerrada, aunque seguía sonriendo. Después de una conveniente pausa, preguntó, "¿Crees que Persephone se habrá levantado ya?"

Belle frunció el ceño y miró el cielo, que todavía estaba teñido de rosado y de naranja por los últimos rayos del amanecer. "No estoy segura. Es una ave extraña. Nunca sé qué esperar de ella. Además, nunca estoy levantada a estas horas, así que no puedo saber si es madrugadora."

"Bueno, por tu bien espero que esté todavía en la cama. En realidad lo único que podría hacer es insistir en que me case contigo, lo cual no sería un problema porque es exactamente lo que planeo hacer y a la mayor brevedad posible. En todo caso, me gustaría poder evitar los gritos y desmayos y todas esas tonterías femeninas."

Belle le lanzó una afilada mirada ante su comentario sobre "las tonterías femeninas" y refunfuñó, "Supongo que Persephone y yo nos las arreglaremos para comportarnos de manera que no ofendamos tu masculina sensibilidad."

Los labios de John se estremecieron con diversión. "Eso espero."

Belle se ahorró un comentario adicional al llegar en ese momento a los escalones de entrada a su casa. Había tenido la previsión llevar una llave con ella la noche anterior, y silenciosamente se colaron dentro. John inmediatamente hizo un gesto de ir a marcharse, no queriendo ocasionar una escena.

"Por favor no te vayas aún," dijo Belle rápidamente, colocando una suave mano sobre su brazo. Increíblemente, ningún criado había sido testigo de su entrada clandestina. "Espérame en la biblioteca. Subiré rápidamente y me pondré algo más conveniente."

John repasó su atuendo masculino con una sonrisa y asintió con la cabeza mientras Belle se apresuraba hacia el piso superior. Se detuvo en el descansillo, miró hacia abajo con una sonrisa traviesa, y le dijo, "Tenemos mucho de qué hablar. "

Él asintió de nuevo y se dirigió hacia la biblioteca. Pasó los dedos a lo largo de los lomos de los libros hasta que encontró uno con un título intrigante y lo sacó del estante. Lo hojeó perezosamente, sin prestar demasiada atención a las palabras. Sus pensamientos se centraban con terquedad en el ángel rubio de la planta superior. ¿Qué demonios la había poseído para trepar tres pisos por un árbol hasta su ventana? No es que se sintiera disgustado con los resultados, pero aún así, la mataría si intentaba algo por el estilo otra vez. Suspiró cuando su cuerpo se caldeó, no de deseo, sino de felicidad.

Ella era suya. Todavía no estaba seguro de cómo había ocurrido todo, pero era suya.

Belle reapareció con un vestido rosa pálido que realzaba el rubor natural de sus mejillas. Su pelo había sido recogido a toda prisa en un flojo moño que, aunque nadie confundiría con un peinado a la moda, al menos era presentable.

John alzó una ceja ante su rápida transformación. "Tan sólo cinco minutos, milady. Me siento abrumado… e impresionado. "

"Oh, venga, tampoco es tan difícil vestirse," dijo Belle.

"Mis hermanas nunca podían llevarlo a cabo en menos de dos horas."

"Supongo que todo depende de la prisa que una tenga en llegar a un sitio."

"¿Y tú tenias mucha prisa en llegar? "

"Oh, sí," exhalo Belle. "Mucha." Dio un paso hacia él, y luego otro y otro, hasta que estuvieron muy próximos. "Me parece que me has convertido en una desvergonzada."

"Eso espero."

Belle notó que la respiración se le había vuelto ligeramente entrecortada y sonrió. Era agradable saber que podía afectarlo de la misma forma que él a ella. "Oh, a propósito," dijo desenvueltamente. "Por lo general a una dama le lleva más de cinco minutos vestirse."

"¿Qué?" Los ojos de John se habían vidriado por el deseo, y su mente se negaba a procesar sus palabras.

Belle se giró de espaldas. "Los botones."

Él contuvo el aliento mientras contemplaba fijamente la pálida extensión de su espalda desnuda, revelada por su vestido abierto.

"¿Te importa?" le preguntó ella, suavemente. En silencio, John fue abrochando todos los botones, sus dedos acariciando la calida piel de ella en cada ocasión posible. Cuando finalmente alcanzó el botón superior, se inclinó y dejó caer un tierno beso sobre la fragante piel de su cuello.

"Gracias," dijo Belle, en voz baja, cuando se giró. Sentía como si cada una de las terminaciones nerviosas de su nuca hubieran sido repentinamente despertadas a la vida. Consciente de que iba a tener que comportarse con un poco más propiedad -estaban en la biblioteca de su padre, después de todo-se dirigió hacia un mullido sillón tapizado en cuero y se sentó. "Tenemos unos cuantos asuntos de los que hablar," dijo después de acomodarse.

"Mañana." John se sentó en el sillón al lado del suyo.

"¿Disculpa? "

"Nos casamos mañana."

Belle parpadeó. "¿Eso es un poco pronto, no crees?" Ya se había resignado a la idea de que no iba a tener la boda de sus sueños, pero también creía que merecía algo un poco especial. Dudaba de que ninguno de sus parientes fuera capaz de llegar a Londres para sus nupcias si John se mantenía en su idea.

"Yo lo haría hoy, pero pienso que una dama debe disponer de un poco de tiempo."

Belle lo miró cautelosamente, esperando que estuviera siendo sarcástico. "No hace falta que nos precipitemos tanto."

Sus palabras no le preocuparon; John sabía que ella no intentaba escapar del matrimonio. De todos modos, no sentía el menor deseo de pasar por un largo compromiso. No después de lo que había probado la noche anterior. "Pues yo más bien creo que deberíamos precipitarnos lo más posible. Te quiero cerca de mí donde pueda velar por tu seguridad. Sin mencionar el hecho de que podrías llevar a mi hijo en tu interior."

Belle palideció. Había estado tan poseída por la pasión que no le había dedicado ni un pensamiento a las posibles consecuencias. Supuso que por eso tantas personas acababan teniendo bebés bastante inoportunos. "No proponía que esperáramos meses. Solamente una semana más o menos. Además, necesitarás tiempo para obtener una licencia especial."

"Ya la he conseguido."

"¿Ya? "

"La semana pasada. Cuando te di una quincena de plazo para esperar el regreso de tus padres."

"Mi quincena no ha terminado." Belle sonrió triunfalmente y se recostó en su asiento. Al menos, había ganado unos días.

"Lo lamento, pero esa oferta fue hecha antes de que supiera de la existencia de un enemigo bastante inoportuno. No quiero alargarlo. Te lo volveré a decir: Te quiero cerca de mí, donde pueda vigilarte."

Belle suspiró interiormente. Realmente estaba siendo muy romántico, y ella no era inmune al romance. Aún así, dudaba que incluso ella pudiera conseguir un vestido nuevo para su boda si seguía insistiendo en que fuera al día siguiente. Pensar en casarse con uno de sus viejos vestidos no era romántico en absoluto. Lo miró, tratando de deducir si conseguiría algo al insistir. Parecía implacable. "Bien. Mañana entonces. Por la tarde," añadió rápidamente.

"Creía que las bodas se celebraban por la mañana."

"Ésta no," refunfuñó ella.

John asintió gentilmente. Podía ceder en eso. Se levantó y se estiró el abrigo. "Si me disculpas, tengo algunos arreglos que hacer. ¿Tienes en mente a algún párroco en especial? ¿Alguien que te gustaría que oficiara la ceremonia? "

A Belle le conmovió que hubiera pensado en preguntárselo, pero le contestó que no había nadie en particular. "Aunque deberías llevarte a algunos de mis lacayos contigo," añadió. "No quiero que salgas solo."

John consintió. Era de la opinión que su enemigo atacaría por la noche, pero no había ninguna razón para no tomar medidas de precaución. "Y yo quiero que tu te quedes aquí," le advirtió él.

Ella se rió de su preocupación. "Puedes estar seguro de que si salgo, no llevaré menos de ocho acompañantes."

"Te estrangularé personalmente si no lo haces," gruñó John. "Te avisaré más tarde, una vez que encuentre un clérigo disponible."

Belle salió con él al vestíbulo y pidió a dos de sus lacayos que lo acompañaran durante todo el día.

Lo acompañó a la puerta de la calle, donde él tomó su mano y depositó un beso ligero sobre su palma. "Oh, John," suspiró. "¿Tendré alguna vez bastante de ti? "

"Sinceramente espero no. " Él sonrió con descaro y salió por la puerta.

Belle sacudió la cabeza y se dirigió lentamente al piso superior. Santo Dios, ¿realmente iba a casarse al día siguiente?

Suspiró. Eso parecía.

Se dirigió hacia su dormitorio y cruzándolo hasta su escritorio, se sentó. Sacó un poco de su papel de correspondencia y una pluma. ¿Por dónde comenzar? Decidió escribir a su hermano.


Queridísimo Ned,


Me caso mañana por la tarde. ¿Vendrás?


Belle.


Sonrió y guardó la misiva en un sobre de color crema. Esto debería bastar para hacerlo llegar a Londres en un santiamén. Su nota a Dunford era idéntica salvo que incluyó el nombre de John. Aunque tampoco es que fuera a ser una sorpresa para él.

Emma no soportaría algo tan misterioso, así que Belle decidió ser franca. Además, su prima ya sabía bastante sobre su relación con John.


Queridísima Emma,


Con gran alegría para mi, John y yo hemos decidido casarnos.

Lamentablemente, debemos hacerlo con urgencia.


Belle frunció el ceño mientras escribía esto. Emma seguramente iba a pensar lo peor. Por supuesto, tendría razón, aunque Belle no pensaba en los recientes acontecimientos de su vida como en " lo peor". Aún así, continuó con su misiva.


Soy consciente de que te aviso con muy poca antelación, pero espero que tú y Alex podáis llegar a Londres mañana para mi boda. Lamentablemente, aún no se la hora exacta de la ceremonia, pero será por la tarde.


El ceño fruncido de Belle se convirtió en una mueca. Era muchos "lamentablemente" para lo que, se suponía, era un acontecimiento feliz. Estaba enredándolo todo. Abandonando todo intento de lograr una elegante narrativa, terminó rápidamente la nota.


Imagino que estarás sorprendida. Yo misma lo estoy también. Te lo explicaré todo cuando llegues.

Con amor,

Belle


Estaba a punto de bajar con las cartas y pedirle a un criado que buscara a tres mensajeros rápidos cuando Persephone entró por la puerta que estaba abierta.

"Cielos, te has levantado temprano," exclamó la anciana señora.

Belle sonrió y asintió, suprimiendo el diabólico impulso de señalar que en realidad no había llegado a acostarse.

"¿Por alguna razón en particular? " insistió Persephone.

"Me caso mañana." No había razón para no ser sincera.

Persephone parpadeó como un búho. "¿Disculpa? "

"Matrimonio."

El parpadeo continuó. Belle reconsideró su primera impresión y decidió que su acompañante se asemejaba, más que a un simple búho, a uno con algún tipo de tic. Unos segundos después, sin embargo, su parpadeante amiga recobró la voz. "¿Alguien a quien conozcamos?"

"Pues, Lord Blackwood, por supuesto," exclamó Belle, en tono irritado. "¿Quién, si no?"

Persephone se encogió de hombros. "No nos ha visitado mucho, desde hace tiempo."

"Apenas calificaría “unos días” como mucho tiempo" Dijo Belle, a la defensiva. "Y de todos modos, no tiene la menor importancia, ya que nos hemos reconciliado y nos casamos mañana por la tarde."

"Muy bien."

"¿No va siquiera a felicitarme?"

"Por supuesto, querida. Ya sabe que pienso que es un hombre encantador, pero siento que, de alguna manera, he fallado en mis deberes como su acompañante. ¿Cómo voy a explicar esto a sus padres?"

"Ni siquiera conoce a mis padres, y además, ellos no tienen la menor idea de que tengo una acompañante." Belle echó un vistazo a Persephone e inmediatamente comprendió que había dicho lo incorrecto. La anciana señora pareció haberse metamorfoseado de un búho enfermo a un hurón inquieto. "Vealo de esta forma," le dijo Belle con la esperanza de animarla. "El objetivo de toda jovencita es casarse, o al menos eso nos inculcan. ¿Correcto?"

Persephone asintió, pero no parecia convencida.

"Yo voy a casarme. Por lo tanto he logrado un noble objetivo, y esto habla muy bien de usted, como mi acompañante." Belle sonrió débilmente, incapaz de pensar en otro momento en el que hubiera pronunciado tal sarta de tonterías.

Persephone le lanzó una mirada que pareció decir, "Oh, ¿de verdad? " en el más sarcástico de los tonos.

"Muy bien," capituló Belle. "Es una situación poco común, lo confieso. Y, probablemente, la gente hablará de ello durante semanas. Simplemente tendremos que tratar de sacar el mejor partido de ello. Y lo más importante, soy muy feliz. "

Los labios de Persephone se curvaron en una romántica semisonrisa. "Entonces eso es todo lo que importa."


* * *

Belle estaba segura que no sería capaz de pegar ojo esa noche, pero despertó a la mañana siguiente con una refrescante sensación de descanso.

John había regresado otra vez el día anterior para decirle que había encontrado a un sacerdote que los casaría a las siete de la tarde del día siguiente. Belle había sonreído, insistió en que él se quedara con sus lacayos para el resto del día, y luego cortésmente lo echó de la casa. Tenía cosas que hacer.

Determinada a no tener una boda completamente carente de tradición, encargó docenas de flores para que fueran enviadas a su casa y luego arrastró a Persephone junto con ella para comprar un vestido. Está de más decir, que llevaron con ellas a varios criados como escoltas. A Belle no le gustaba pensar en si misma como una alarmista, pero por otro lado, no tenía el menor deseo de ser arrastrada a otro callejón asqueroso.


* * *

Madame Lambert se horrorizó ante la idea de confeccionar un traje de novia con tan poco aviso, pero, sin embargo, logró facilitar a Belle un vestido verde, de seda, sumamente favorecedor que apenas necesitó modificaciones. El vestido tenía un corte muy sencillo, estilo Imperio, con una falda que caía elegantemente hasta el suelo desde el talle alto. El escote dejaba sus hombros ligeramente expuestos y estaba adornado con capas de translucida gasa blanca. El vestido era más apropiado para un tiempo más calido, pero Belle decidió que dadas las circunstancias no podía quejarse.

El resto del día pasó con sorprendente lentitud. Belle siempre había pensado en las bodas como algo que requería de ingentes montañas de preparativos, pero se encontró con que toda esa montaña de trabajo se esfumaba cuando el matrimonio de una debía ser realizado en su propia casa con menos de media docena de invitados.

Así que hoy era el día de su boda, y ella no tenía absolutamente nada que hacer, excepto holgazanear y ponerse nerviosa. Se sentiría mejor cuando Emma llegará, decidió. Lo que necesitaba era compañía femenina. Persephone era encantadora, pero no había estado nunca casada y no era de mucha ayuda. Había tratado de tener "un poco de conversación" con Belle la noche anterior, pero pronto se hizo dolorosamente obvio que tenía mucho menos de que “hablar” que Belle. Y Belle estaba firmemente determinada a mantener su boca cerrada.

La conversación decayó rápidamente.

Lamentablemente, Emma pareció tomarse con calma su llegada a Londres. Belle vagó sin rumbo por la casa durante todo el día, incapaz de concentrarse en nada. Jugueteó con el desayuno, picoteó en el almuerzo, y finalmente se instaló en un asiento junto a la ventana de la salita de su madre y de dedicó a mirar fijamente hacia la calle.

Persephone se acercó hasta allí y asomó la cabeza en la habitación. "¿Va todo bien, querida?"

Belle no se giró. Por alguna inexplicable razón, su mirada estaba completamente concentrada en un pequeño perro negro que ladraba correteando por la acera. "Estoy bien. Solo estoy pensando "

"¿Está segura? Parece un poco… extraña. "

Belle arrancó su mirada del paisaje urbano y se giró para afrontar a Persephone. "Estoy bien, de verdad. Es solo que no tengo nada que hacer, esto es todo. Y si lo tuviera, dudo que fuera capaz de concentrarme en ello."

Persephone sonrió y asintió. Nervios prenupciales. Se marchó del cuarto.

Belle volvió a la ventana. El perro se había marchado, así que ella decidió contemplar las hojas de los árboles que bordeaban la acera. ¿Cuántas caerían con un viento tan fuerte?

Dios santo, ¿cuándo se había vuelto tan melodramática? Ahora sabía por qué la gente montaba tal alboroto con las bodas. Era para mantener la mente de la novia ocupada, no fuera a ser que cayera en tan extrañas simas mentales.

¿Extrañas simas mentales? ¿De dónde había sacado eso? Ahora sabía que estaba realmente en problemas. Volvió a su dormitorio, se tumbó en la cama, y por pura fuerza de voluntad se obligó a dormir.

Solo comprendió que se había amodorrado cuando Persephone comenzó a sacudirla por los hombros. "Santo cielo, muchacha,"decía. "No puedo creer que haya estado durmiendo la siesta el día de su boda. "

Belle se frotó los ojos, maravillándose de haber sido realmente capaz de obligarse a dormir. "No parecía haber nada mejor que hacer," dijo, somnolienta.

"Bien, Lord Blackwood está abajo con el señor Dawes, el Reverendo, y parece bastante ansioso por empezar con los procedimientos. "

"¿Qué hora es?" preguntó Belle, espabilándose rápidamente.

"Las seis y media de la tarde."

¡Dios Santo! ¿Cuánto tiempo había estado durmiendo? "¿Ha llegado ya alguno de mis parientes?" De los únicos tres que iban a asistir, pensó Belle tristemente.

"No, pero he oído que los caminos que llevan a la ciudad estaban enfangados."

Belle suspiró. "Bueno, supongo que no podemos esperarlos toda la noche. Por favor diga a Lord Blackwood que bajaré lo antes posible. Oh, y si no le importa, no le diga que estaba dormida."

Persephone asintió y se marchó de la habitación.

Belle se levantó de la cama y cruzó el cuarto hasta su vestidor, donde su precipitadamente elegido traje de novia colgaba. Supuso que debería llamar para que su criada la ayudara a vestirse. Siempre había soñado con que tendría a su madre y a Emma y quizás a alguna amiga más con ella para ayudarla a ponerse su traje de novia. Reirían y bromearían y soltarían risitas por cualquier cosa. Sería un magnífico enlace, y ella parecería una reina. Pero no había nadie. Estaba sola.

Sola en el día de su boda. Qué deprimente, pensó.

Sus pensamientos volaron a John, quien, indudablemente, la esperaba con impaciencia abajo. Podía verlo en su imaginación, recorriendo el salón de arriba abajo, su paso punteado por la cojera que tan querida se le había hecho. Sus labios se curvaron en una sonrisa. No estaba sola. Y nunca más lo estaría.

Acababa de estirar la mano para coger el vestido cuando oyó un escándalo en el vestíbulo. Su cabeza giró por instinto hacia la puerta cuando esta se abrió de par en par. Emma, casi literalmente, entró volando en el cuarto.

"¡Dios santo, prima!" exclamó, jadeante. Belle supo sin duda que había subido los escalones de dos en dos. "¿No crees que podrías haberme dado un pequeño aviso?"

"Fue todo muy repentino," se defendió Belle.

"Sospecho que eso se queda un poco corto."

Su atención se distrajo por un escándalo aún mayor en el pasillo.

"Oh, Señor" refunfuñó Emma. "Seguramente será Alex. "

El hombre en cuestión casi dio una patada a la puerta para entrar.

"Acertaste," contestó Belle con sequedad.

El pecho de Alex subía y bajaba por el esfuerzo. Belle pensó que seguramente había subido los escalones de tres en tres. Él clavó sus letales ojos verdes en su esposa, quien tuvo el detalle de parecer al menos un poco incómoda.

"Si alguna vez te vuelvo a ver saltar así de un carruaje, entonces, te juro por Dios, que voy a estrangularte."

Emma eligió la vía de la resistencia pacifica y evitó dirigirse directamente a su marido. "Está un poco sobreprotector debido a mi delicada condición," confió a Belle.

"Emma… " dijo él, en tono peligroso.

John eligió ese momento para aparecer en la puerta. "¿Qué demonios sucede aquí?"

Belle chilló, agitó los brazos en el aire, y entró corriendo en su vestidor. "¡No puedes verme!" gritó.

"Oh por Dios, Belle. Esta no es precisamente una boda tradicional."

"Va a ser tan tradicional como me apetezca. Así que márchate. Te veré abajo." Su voz sonaba amortiguada, a través de varias capas de la tela y una puerta de madera bastante gruesa.

Alex puso los ojos en blanco y refunfuñó, "Mujeres", lo que hizo que su esposa le devolviera una mirada aún más fulminante que la propia. "Necesito una copa." Salió de la habitación con paso majestuoso. John lo siguió sin una mirada atrás.

Emma cerró la puerta rápidamente tras ellos y se apresuró hacia la puerta del vestidor. "Se han marchado," dijo en voz baja, sin saber por qué susurraba.

"¿Estás segura? "

"Por el amor de Dios, Belle. Tengo ojos, ¿no? Te digo que se han ido."

Belle asomó la cabeza por la rendija de la puerta, y cuando se aseguró de que el cuarto carecía de visitantes masculinos, se aventuró hacia fuera.

"Solía pensar que eras la persona más sensata que conocía," refunfuñó Emma.

"Perdí mi sensatez," dijo Belle, convencida.

"¿Estás segura de que estás preparada para hacer esto? "

Belle asintió y una lágrima apareció en su ojo. "Es solo que creí que sería diferente. ¡Mi madre ni siquiera está aquí! " Sorbió sonoramente por la nariz.

Emma le rozó el brazo, profundamente conmovida por las lágrimas de su prima. "Puedes esperar, Belle. No hay ninguna razón por la que tengas que pasar por esto hoy."

Belle sacudió la cabeza. "No puedo esperar, Emma. Ni un día más." Y entonces le contó la historia completa.

Загрузка...