"Disculpe, milady, ha llegado un mensaje para usted. "
Belle levantó la mirada cuando un criado entró en el cuarto. Estaba allí sentada, perdida en sus pensamientos, repasando de nuevo la noche anterior con John… por vigesimoséptima vez. Tomó la carta, la abrió con cuidado, y la leyó.
Belle,
Pido disculpas por avisarte con tan poco tiempo, pero me es imposible acompañaros a ti y a Persephone al teatro esta noche.
Sinceramente,
John Blackwood
Belle se quedó mirando la nota durante un minuto más o menos, intrigada por el tono tan formal. Finalmente, con un encogimiento de hombros, decidió que algunas personas siempre redactaban en tono formal, así que no debería sentirse disgustada por que él hubiese firmado la nota con un "sinceramente" en vez de con un "con amor". Y tampoco tenía importancia que él hubiera sentido la necesidad de incluir su apellido además de su nombre de pila. Guardó la nota, diciéndose a si misma que no debía ser tan suspicaz.
Bueno. Tal vez Dunford estuviera interesado en acompañarlas a ella y a Persephone.
A Dunford le gustaba ir al teatro, y disfrutaría asistiendo con Belle y Persephone. Sin embargo, los pensamientos de Belle retornaban con frecuencia hacia el hombre que se había colado en su dormitorio la noche anterior. Se preguntaba qué le habría impedido reunirse con ella esa noche, pero supuso que él se lo explicaría todo al día siguiente.
Excepto que no apareció al día siguiente. Ni al otro.
Belle estaba más que perpleja. Estaba condenadamente irritada. Ya le habían advertido sobre los hombres que usaban a las mujeres para su propio placer y luego se olvidaban de ellas, pero le resultaba imposible colocar a John en esa categoría. En primer lugar, porque se negaba a creer que pudiera haberse enamorado de un hombre tan deshonesto, y en segundo lugar, porque había sido ella quién acabó gimiendo de placer la otra noche, y no él.
Después de dos días de esperar y rogar por que apareciera, Belle finalmente decidió tomar el asuntos en sus manos y le envió una nota, pidiéndole que la visitara.
No hubo respuesta.
Belle gruñía de irritación. Él sabía perfectamente que ella no podía ir a visitarlo. Estaba alojado con su hermano, y ambos eran solteros. Era del todo inadecuado que una señorita soltera visitara tal casa. Sobre todo aquí, en Londres. Su madre pediría su cabeza si la pillaba, lo cual era posible, considerando que su llegada estaba prevista para cualquier momento a partir del día de hoy.
Le envió otro mensaje, éste redactado mucho más cuidadosamente, preguntándole si había hecho algo que lo disgustara, y rogándole por favor que fuera lo bastante amable como para contestar. Belle sonrió irónicamente para si misma mientras escribía las palabras. No se le daba demasiado bien ocultar la punzada de sarcasmo de su tono.
Unas calles más allá, John gimió cuando leyó su nota. Ella estaba enfadándose, eso estaba claro. ¿Y cómo podría culparla? Después de una quincena de flores, chocolate, poesía, y finalmente pasión, ella tenía derecho a esperar verlo y estar con él.
¿Pero que otra cosa podía hacer? Él había recibido otro anónimo al día siguiente del ataque que simplemente decía, "La próxima vez no fallaré." John no dudaba de que Belle se responsabilizaría de velar por su protección si se enterara de que alguien trataba de matarlo. Y como no veía cómo iba Belle a poder protegerlo, tal esfuerzo sólo podía conducir a que le hicieran daño a ella.
Suspiró con desesperación y dejó caer la cabeza entre las manos. Ahora que tenía la felicidad justo al alcance de la mano, ¿cómo iba a pasarse el resto de su vida preocupado de que una bala fuera a pillarlo desprevenido? Hizo una mueca. Las palabras "el resto de su vida" de repente adquirieron un nuevo significado. Si ese asesino seguía intentando, tarde o temprano tendría suerte. John iba a tener que trazar un plan.
Pero mientras tanto, tenía que mantener a Belle alejada de él- y de las balas que se cernían sobre su espalda. Con un insoportable peso en el corazón, tomó una pluma y la mojó en el tintero.
Querida Belle,
No me será posible verte durante algún tiempo. No puedo explicar por qué.
Por favor se paciente conmigo. Persevero.
Tuyo,
John Blackwood.
Sabía que en realidad debería haber roto la relación, pero no podía hacerlo. Ella era lo único que había en sus vida que le había proporcionado una verdadera felicidad, y no estaba dispuesto a perderla. Cogiendo el ofensivo trozo de papel con la mano como si pudiera infectarlo, bajó al piso inferior y se lo dio a un criado. Belle lo recibiría en menos de una hora.
No quería ni pensarlo.
La respuesta de Belle al leer su breve misiva fue un parpadeo. Esto no podía ser real.
Parpadeó otra vez. Las palabras no desaparecieron.
Algo iba terriblemente mal. Trataba de apartarla de él otra vez. No sabía por qué, y tampoco sabía por qué él pensaba que lo iba a lograr, pero no podía permitirse creer que él no la quería.
¿Cómo podría no hacerlo, cuando ella lo quería tanto? Dios no podía ser tan cruel.
Belle rápidamente apartó esos pensamientos deprimentes. Tenía que confiar en su instinto, y éste le decía que John sí la quería. Muchísimo. Tanto como ella a él. Le había pedido que fuera paciente con él. Eso parecía indicar que estaba tratando de solucionar el problema que le preocupaba. Debía estar metido en alguna dificultad, y no quería implicarla. Típico de él.
Soltó un gruñido. ¿Cuándo iba él a aprender que el amor significaba compartir los problemas de uno? Arrugó el papel hasta convertirlo en una pelota y lo apretó con fuerza en la mano. Iba a conseguir su primera lección esa tarde, porque ella iba a ir a verlo, y al cuerno con lo que era apropiado.
Y esto era otra cosa. Sus maldiciones mentales habían alcanzado proporciones épicas durante los últimos días. Incluso comenzaba a impresionarse ella misma. Belle tiró la nota y se frotó las manos. Disfrutaría echándole la culpa de la degradación de su lenguaje.
Sin molestarse en cambiarse de ropa, Belle agarró una capa abrigada y marchó con paso majestuoso en busca de su criada. La encontró en su vestidor, examinando sus vestidos en busca de pequeños desgarros.
"Oh, hola milady," dijo Mary rápidamente. "¿Sabe ya qué vestido deseará llevar puesto esta noche? Ha de ser planchado. "
"No importa," dijo Belle enérgicamente. "Me parece que no voy a salir esta noche después de todo. Pero quiero dar un corto paseo esta tarde, y me gustaría que me acompañaras. "
"En seguida, milady. " Mary fue a por su abrigo y siguió a Belle escaleras abajo. "¿Dónde vamos? "
"Oh, no muy lejos," dijo Belle enigmáticamente. Frunció los labios con firme determinación, abrió la puerta de la calle y bajó a zancadas los escalones.
Mary se apresuró para alcanzarla. "Nunca la he visto andar tan rápido, milady. "
"Siempre camino muy rápida cuando estoy irritada. "
Mary no tenía respuesta para esto, así que simplemente suspiró y aceleró el paso. Después de haber caminado unas manzanas, Belle se paró en seco. Mary casi chocó contra ella.
" Hmmm," dijo Belle.
"¿Hmmm? "
"Este es el lugar. "
"¿Qué lugar? "
"La casa del Conde de Westborough. "
"¿El conde de que? "
"El hermano de John. "
"Ah." Mary había visto a John varias veces durante las últimas semanas. "¿Por qué estamos aquí? "
Belle suspiró y levantó la barbilla con terquedad. "Hemos venido para hacer una visita." Sin esperar la respuesta de Mary, subió los escalones y golpeó con la aldaba tres veces.
"¿Qué?" dijo Mary casi chillando. "No puede venir aquí de visita. "
"Puedo y lo haré. " Impaciente, Belle llamó otra vez.
"Pero… pero… aquí solo viven hombres. "
Belle puso los ojos en blanco. "Realmente, Mary, no tienes por qué hablar de ellos como si fueran una especie aparte. Son igual que tú y que yo." Se sonrojó. "Bueno, casi. "
Acababa de alzar la mano otra vez para agarrar la aldaba cuando el mayordomo abrió la puerta. Le dio su tarjeta de visita y le dijo que estaba allí para visitar a Lord Blackwood. Mary estaba tan avergonzada que era incapaz de mirar más arriba de las rodillas de Belle.
El mayordomo introdujo a las dos señoras en un pequeño salón a un lado del vestíbulo principal.
"Persephone va a echarme a la calle," susurró Mary, sacudiendo la cabeza.
"No lo hará, y de todas formas trabajas para mí, así que ella no puede despedirte. "
"Aún así, esto no le va a gustar. "
"No veo ninguna razón por la que tenga que enterarse," dijo Belle, con resolución. Pero interiormente estaba temblando. Esto era algo muy impropio, y si había una cosa para la que su madre no la había educado, era para ser impropia. Oh, ella había visitado a John a solas en el campo, pero allí el protocolo era más flexible.
Justo cuando pensó que sus nervios habían llegado casi al límite, el mayordomo regresó.
“Lord Blackwood no recibe, milady.”
Bella jadeó ante el insulto. John se había negado a verla. Se puso en pie y salió a zancadas del cuarto, manteniendo un porte erguido gracias a la dignidad que le había sido inculcada desde su nacimiento. No se detuvo hasta que hubo recorrido media calle, y entonces, incapaz de evitarlo, miró hacia atrás.
John estaba de pie en una de las ventanas del tercer piso, mirándola fijamente.
Tan pronto como la vio girarse, se apartó y dejó que las cortinas volvieran a su sitio.
"Hmmm," dijo Belle, mirando todavía la ventana.
"¿Qué? " Mary siguió su mirada fija, pero no encontró nada de interés.
"Es un bonito árbol el que hay delante del edificio. "
Mary arqueó las cejas, convencida de que su patrona había perdido la cabeza.
Belle se acarició la barbilla. "Está extraordinariamente cerca de la fachada." Sonrió. "Ven, Mary, tenemos trabajo que hacer. "
"¿Tenemos?" Pero las palabras de Mary no fueron oídas, porque Belle ya estaba a varios pasos por delante de ella.
Cuando llegó a su casa, Belle subió directamente hasta su habitación, tomó una hoja de papel de su escritorio y escribió una nota a Emma, quien había sido mucho más chicazo mientras crecía que Belle.
Queridísima Emma,
¿Cómo trepas a los árboles?
Afectuosamente,
Belle
Después de enviar la carta a su prima, Belle lidió con su dolor y su cólera de la mejor manera que se le ocurrió. Se fue de compras.
Para esta salida se llevó a Persephone con ella. La anciana señora nunca se cansaba de visitar las elegantes tiendas de Londres. Había muchísima más variedad que en Yorkshire, le explicó. Y además, era muy divertido gastar el dinero de Alex.
En realidad, ninguna de las dos mujeres necesitaba ropa nueva después de su última salida, pero se acercaba la temporada de vacaciones, así que deambularon por varias tiendas de fruslerías, buscando regalos. Belle encontró un pequeño telescopio para su hermano y una encantadora cajita de música para su madre, pero no podía evitar el desear en el fondo de su corazón que fueran para John las compras que realizaba. Suspiró. Simplemente tendría que confiar en que al final todo saldría bien. Se negaba a pensar lo contrario. Sería demasiado doloroso.
Fue probablemente porque estaba tan perdida en sus pensamientos, que no se percató de los dos tipos de aspecto bastante desagradable que acechaban en un callejón cuando ella pasó por delante. Antes de darse cuenta de lo que pasaba, uno de ellos la había agarrado del brazo y había comenzado a tirar de ella hacia lo más profundo del callejón.
Belle gritó y luchó con toda sus fuerzas. El matón había conseguido introducirla lo bastante en el callejón para que los transeúntes de la calle principal no la vieran. Y Londres se había vuelto tan ruidoso, que era comprensible que tampoco nadie escuchara sus gritos. "Suélteme, perro callejero," le gritó. Sentía el brazo como si se lo estuvieran desgarrando, pero bloqueó la sensación de dolor, concentrada tan sólo en escapar.
"Esta es, ya te lo dije," oyó decir a uno de los rufianes. "Esta es la señorita elegante que buscamos. "
"Cierra el pico y ven aquí. " El otro hombre se acercó y el terror que Belle sentía se duplicó. No había forma de que fuera capaz de oponer resistencia a la fuerza de ambos hombres.
Pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, la salvación llego en la inverosímil figura de Persephone. Se había distraído mirando lo expuesto en un escaparate particularmente atractivo cuando Belle había desaparecido en el callejón y quedó muy aturdida cuando al mirar alrededor vio que su pupila había desaparecido. Cuando llamó a Belle y no obtuvo respuesta, se preocupó y comenzó a buscarla con la mirada frenéticamente.
"¿Belle?" llamó de nuevo, esta vez elevando la voz. Se apresuró a caminar, volviendo la cabeza en todas las direcciones. Y entonces, cuando pasaba por delante del callejón, vio un movimiento borroso y el familiar cabello rubio de Belle.
"¡Santo Dios! " gritó, lo bastante alto como para hacer que la mayoría de la gente que caminaba por la acera se parase y mirara fijamente. "¡Suéltenla, bestias!" Se precipitó en el callejón, con su sombrilla levantada por encima de la cabeza. "¡Suéltenla, les digo!” Con un golpe furioso, descargó el brazo con la sombrilla sobre la cabeza de uno de los atacantes.
"¡Cierra el pico, vieja! " gritó él, aullando de dolor.
La respuesta de Persephone fue un movimiento horizontal con su improvisada arma que le acertó de pleno en el pecho. Lo dejó sin aliento, y el hombre cayó al suelo.
El otro matón se debatía entre el más absoluto pánico y la pura avaricia, codiciando el dinero que le habían prometido si capturaba a la dama rubia. Hizo un último intento desesperado, apenas consciente que varias personas se había apresurado a entrar en el callejón al oír los gritos de socorro de Persephone.
"¡He dicho que la suelte!" tronó Persephone. Cambió su táctica de ataque y comenzó a empujarlo brutalmente con la punta de su parasol. Cuando lo apuñaló con efectividad en la ingle, finalmente soltó a Belle y dolorosamente encorvado se dio a la fuga.
"Persephone, muchísimas gracias," dijo Belle, con tardías lágrimas de terror en sus ojos.
Pero Persephone no la escuchaba. Toda su atención estaba concentrada en el hombre que aún seguía tirado en el suelo. Hizo un amago de levantarse, pero ella lo pinchó en el vientre. "No tan rápido, señor." le dijo.
Los ojos de Belle se agrandaron. ¿Quién habría pensado que la querida y anciana Persephone poseyera semejante vena de valentía?
El villano vio la creciente muchedumbre que se formaba alrededor de él y cerró los ojos, comprendiendo que la fuga era imposible.
Para gran alivio de Belle, un policía llegó rápidamente a la escena, y ella le contó su historia. Él comenzó a interrogar a su atacante, pero el hombre permaneció taciturno. Es decir, hasta que el policía le recordó los posibles castigos por atacar a una dama de la posición de Belle.
El hombre cantó como un canario.
Lo habían contratado para secuestrarla. Sí, solamente a ella. No, no a cualquier bonita dama rubia, sino a ésta en particular. El caballero que lo había contratado hablaba con el acento desdeñoso de la nobleza. No, él no sabía su nombre, y no lo había visto antes, pero tenía el pelo rubio y los ojos azules, si eso servia de ayuda, y llevaba un brazo en cabestrillo.
Después de terminar el interrogatorio, el policía lo arrastró con él y le dijo a Belle que fuera especialmente cuidadosa. Tal vez debería contratar uno de esos policías de Bond Street para mayor protección.
Belle tembló de miedo. Tenía un enemigo. Uno que probablemente la quería muerta.
Cuando la muchedumbre comenzó a dispersarse, Persephone se giró hacia ella y le preguntó solícitamente, "¿Te encuentras bien, querida? "
"Sí, sí," contestó Belle. "Estoy bien." Sus ojos se dirigieron hacia el brazo de donde el horrible hombre la había agarrado. Había un vestido y un abrigo entre su piel y la de él, pero de todos modos se sintió sucia. "Sin embargo, me gustaría tomar un baño."
Persephone asintió. "No podría estar más de acuerdo."
Ya entrada la mañana siguiente, un lacayo trajo a Belle la respuesta de Emma.
Queridísima Belle,
No puedo ni imaginar por qué de repente quieres aprender a trepar a los árboles, ya que nunca sentiste el menor interés por ello cuando éramos pequeñas.
El primer paso es buscar un árbol con ramas razonablemente bajas. Si no puedes alcanzar la primera rama, no llegarás a ningún sitio…
La carta continuaba durante dos páginas más. Emma era muy minuciosa. Y también un poco desconfiada, como demostraba el final de la carta.
Espero que encuentres todo esto útil, aunque debo decir que me pregunto dónde piensas trepar a un árbol en Londres. Confieso que creo que esto tiene algo que ver con John Blackwood. El amor hace cosas extrañas a las mujeres, como bien sé.
Ten cuidado, independientemente de lo que hagas, y tan solo puedo suspirar de alivio por no ser ya tu acompañante.
Dios bendiga a Persephone.
Afectuosamente,
Emma
Belle se burló. Si Emma fuera todavía su acompañante, probablemente insistiría en ir junto con ella. Emma nunca había sido famosa por su comportamiento prudente.
Belle releyó la carta, prestando especial atención a la parte sobre cómo trepar a un árbol. ¿Iba realmente a hacerlo? Cuando se había parado frente a la casa de Damien y evaluado aquel árbol, no había creído realmente que haría algo al respecto. Ella no era la clase de mujer audaz, capaz de trepar por un árbol y colarse en la casa de un conde por una de las ventanas del tercer piso. En primer lugar, tenía vértigo.
Pero, como Emma tan sabiamente había indicado, el amor hacía cosas extrañas a una mujer. Eso, y el peligro. Su desagradable experiencia con aquellos dos matones en el callejón la habían convencido que era el momento de actuar con decisión.
O quizás con precipitación lo definía mejor.
Belle sacudió la cabeza. No importaba. Estaba decidido. La habían asustado, y necesitaba a John.
Pero aquellos matones complicaban un poco sus proyectos. No podía acercarse ella sola en medio de la noche a casa de Damien cuando alguien la acechaba ahí fuera para secuestrarla. Y Mary, desde luego, no sería protección suficiente. Persephone y su peligrosa sombrilla eran otra historia, pero Belle dudó que Persephone accediera a ir con ella. Puede que fuera más bien tolerante respecto a los deberes del papel de acompañante, pero seguramente establecería el límite en permitir que Belle se colara en el cuarto de un hombre.
¿Qué hacer, qué hacer?
Belle sonrió pícaramente.
Tomó una pluma y escribió una nota a Dunford.
"¡Me niego en absoluto! "
"No seas pelmazo, Dunford," dijo Belle. "Necesito tu ayuda. "
"Tú no necesitas ayuda, tú necesitas un freno. Y no soy pelmazo, soy sensato. Una palabra de la cual pareces haber olvidado el significado."
Belle se cruzó obstinadamente de brazos y se hundió en su sillón. Dunford se levantó y comenzó a marcar el paso, gesticulando con las manos mientras hablaba.
Nunca lo había visto así de alterado.
"Lo que estás pensando es una maldita tontería, Belle. Si no te rompes el cuello – y esta es una posibilidad bastante grande, si consideramos que toda tu experiencia como trepadora de árboles puede reducirse a una carta de tu prima -entonces probablemente te detendrán por allanamiento. "
"No me detendrán."
"Oh, ¿de verdad? ¿Y cómo estás tan segura de que acabaras en la habitación correcta? Con tu suerte, seguro que aterrizas en el dormitorio del conde. Y me he fijado en cómo te mira. Me parece que apreciaría su fortuna."
"No lo haría. Sabe que estoy interesada en su hermano. Y no voy a ‘aterrizar en su dormitorio' como tan delicadamente has dicho. Sé cual es la habitación de John."
"Ni siquiera voy a preguntar cómo sabes eso."
Belle tenía en la punta de la lengua la defensa de su reputación, pero, en cambio, guardó silencio. Si Dunford pensaba que ella ya había estado en el dormitorio de John, tal vez se sintiera menos renuente a ayudarla a volver allí otra vez.
"Mira Belle, mi respuesta sigue siendo no. ¡Absolutamente no! Con tres signos de admiración," añadió.
"Si de verdad fueras mi amigo… " refunfuñó Belle.
"Exactamente. Soy tu amigo al no dejarte hacer esto. Un amigo extraordinariamente bueno. No hay nada que puedas decir que me haga ayudarte a hacerlo."
Belle se puso en pie. "Bien, Dunford, gracias entonces. Había esperado tu ayuda, pero veo que simplemente voy a tener que hacerlo sola. "
Dunford gimió. "Olvida eso, Belle, no puedes ir allí tú sola."
"No tengo otra opción. Necesito verlo con urgencia y él no me recibirá. Supongo que alquilaré un coche para recorrer la poca distancia hasta allí y así no tendré que caminar sola tan tarde por la noche, pero – "
"Vale, vale," claudicó Dunford, con expresión exasperada. "Te ayudaré, pero quiero que sepas que lo desapruebo por completo."
"No te preocupes, lo has dejado muy claro."
Dunford se hundió en una silla, cerrando los ojos de agonía mental. "Dios nos ayude," gimió. "Dios nos ayude a todos nosotros."
Belle sonrió. "Oh, creo que lo hará."