Capítulo Ocho

Belle se recostó en la cama, hojeando una colección de poesía de Wordsworth que jamás había leído antes de esa noche. Se encontró bizqueando más de lo habitual, así que se inclinó hacia la mesilla y encendió otra vela. Tan pronto como se había recostado de nuevo, sonó un golpe sobre la puerta.

"Adelante."

Emma irrumpió en la habitación con sus ojos violetas brillando de entusiasmo. "¡Sophie va a tener a su bebé!" exclamó. "¡Con tres semanas de adelanto! Un mensajero acaba de llegar con una nota de su esposo."

"Eso es maravilloso," jadeó Belle. "¿Verdad? "

"¡Oh, sí! No es bueno que un bebé llegue antes de tiempo, pero tres semanas no es demasiado, y Oliver dice que tal vez Sophie haya calculado mal de todos modos. "

"¿Os marcharéis tú y Alex por la mañana? "

"A primera hora. Quise marcharme en seguida, pero Alex se ha negado en redondo."

"Tiene razón, lo sabes. Los caminos son muy peligrosos de noche."

"Lo sé," contestó Emma con expresión decepcionada. "Pero he querido avisarte esta noche por si quieres acompañarnos. O si no quieres, avisarte de nuestros proyectos porque seguramente nos iremos antes de que despiertes mañana. "

"Creo que no iré contigo," dijo Belle despacio, midiendo sus palabras con cuidado al hablar. Se había sentido emocionada con lo de la feria toda la noche, y detestaba la idea de cancelar su salida con John. Sobre todo ahora que iban a ir solos. "Supongo que a Sophie no le apetecerá tener una casa llena de invitados mientras da a luz. La visitaré cuando el bebé sea un poco más mayor."

"Bien, entonces, le daré recuerdos tuyos." Emma frunció el ceño. "Aunque no estoy segura de que debiera dejarte aquí sola. No creo que sea apropiado."

"¿Sola? " preguntó Belle, incrédula. "Hay más de cien criados. "

"No tantos," la corrigió Emma. "Y prometí a tu madre que sería una buena acompañante."

"No puedo imaginar que clase de locura se apoderó de mi madre cuando pensó que tu serías una acompañante apropiada. "

"Tú sabes más sobre las reglas de sociedad," contesto Emma, evasivamente. "Si crees que no pasará nada… "

"que no pasará nada. Esto no es Londres, después de todo. Dudo que nadie se entere siquiera de que estoy sola. Y si lo hicieran, no se armaría demasiado alboroto con cien criados montando guardia a mí alrededor. "

"Bien," accedió Emma finalmente. "Pero no invites a Lord Blackwood, por favor. No querría que se dijera que estuvisteis juntos sin estar correctamente acompañados."

Belle resopló. "Eso es todo un cambio después de tus maquinaciones de esta tarde."

"Eso era diferente," contestó Emma, a la defensiva. De todos modos, tuvo el detalle de al menos sonrojarse. "Y no me digas que no apreciaste mis supuestas maquinaciones. Me he dado cuenta del modo en que lo miras."

Belle suspiró y se acurrucó en la cama. "No lo niego."

Emma se inclinó hacia delante, sumamente interesada. "¿Estás enamorada de él? "

"No lo sé. ¿Cómo puede uno estar seguro?"

Emma lo pensó un momento antes de contestar. "Uno simplemente lo sabe, de alguna forma. Te pilla por sorpresa. Los poetas escriben sobre el amor a primera vista, pero no creo que suceda así."

La sonrisa de Belle era pensativa. "Sólo en las novelas románticas, supongo."

"Sí." Emma de repente se enderezó. "Mejor me voy a acostarme. Quiero estar preparada a primera hora mañana."

"Que tengáis un buen viaje," le deseó Belle.

"Lo haremos. Oh, y por favor discúlpanos con Lord Blackwood mañana por no poder asistir a la feria con vosotros. Aunque imagino que disfrutareis más de ello sin nuestra compañía."

"Estoy segura de que lo haremos."

Emma hizo una mueca. "Tan solo no lo invites aquí después. E independientemente de lo que hagas, no te acerques a Bellamy Park sola."

"Me parece que no se llama así."

"¿Y cómo se llama? "

Belle suspiró. "Nunca lo puedo recordar. Empieza por B. "

"Bien, independientemente de cómo se llame, no vayas allí. Tu madre pediría mi cabeza en una bandeja."

Belle asintió y apagó las velas cuando Emma salió de la habitación.


* * *

Al día siguiente, poco después de mediodía, John salió hacia Westonbirt, recordándose por centésima vez que tenía que poner fin a este encaprichamiento que sentía por Belle. Pero era tan condenadamente difícil. Ella parecía tener tanta fe en él que casi había creído ser digno de merecer la felicidad que ella le ofrecía.

Pero los sueños tenían una irónica forma de hacerse un hueco en la vida real, y John no podía quitarse de la cabeza la imagen de Belle yaciendo sobre aquella cama en España, con su cuerpo forzado y maltratado.

No podía estar con ella. Ahora estaba más seguro que nunca. Se lo diría hoy. Se juró a si mismo que lo haría, sin importar lo doloroso que le resultara. Lo haría hoy… después de la feria. Una tarde más de felicidad seguramente no le haría daño.

A caballo, tan sólo le llevó quince minutos llegar a Westonbirt. John dejó a su poderoso semental en los establos, se acercó hasta la puerta principal, y levantó la mano para llamar.

Norwood abrió la puerta antes de que sus nudillos hicieran contacto con la madera. "Cómo está usted, milord," entonó. "Lady Arabella le espera en el salón amarillo."

"No, no lo hago," exclamó Belle alegremente, emergiendo de una de las numerosas habitaciones que daban al enorme vestíbulo. "¡Hola, John! Se que se supone que debería esperarte en el salón, pero estaba demasiado impaciente. Nunca adivinaras lo que ha pasado. "

"Estoy seguro de que no."

"Alex y Emma han tenido que marcharse al amanecer. La hermana de Alex va a tener a su bebé."

"Felicidades," dijo John, automáticamente. "¿Significa eso que nuestra salida queda anulada?"

"Por supuesto que no." ¿Es que no había notado que vestía su mejor traje de amazona? "No hay ninguna razón por la qué no podamos divertirnos nosotros."

John sonrió ante su candidez, pero por dentro pensó que nadaban en aguas peligrosa. "Como desee, milady."

La pareja cabalgó en amistoso silencio, disfrutando de la ligera brisa otoñal. La feria estaba situada más cerca de casa de John que de Westonbirt, así que cruzaron el linde entre las dos propiedades y pasaron por delante de Bletchford Manor de camino a ella. Cuando dejaron atrás la majestuosa y antigua mansión, John comentó, como hacía siempre, "Maldición, tengo que pensar en otro nombre para este lugar."

"Estoy totalmente de acuerdo," contestó Belle. "Brimstone Park [9] evoca imágenes del fuego del infierno y cosas por el estilo. "

John la miró extrañado. "No se llama Brimstone Park. "

"¿No? Oh, por supuesto que no. Ya lo sabia." Belle sonrió débilmente. "¿Cómo era el nombre?"

" Bletchford Manor," contestó John, estremeciéndose al decirlo.

"Bueno, perdona, pero eso es aún peor. Al menos Brimstone Park tiene algo de carácter. Porque 'bletch' rima con 'retch,' [10] que evoca imágenes incluso más desafortunadas que el fuego del infierno. "

"Créeme, soy muy consciente de todos los desagradables matices de su presente nombre. "

"No te preocupes, ya pensaremos en algo." Belle dio a John unas consoladoras palmaditas sobre el antebrazo. "Solo dame un poco tiempo. Soy bastante buena con las palabras. "

Llegaron a los terrenos de la feria, y la atención de Belle fue inmediatamente atraída por un hombre que caminaba sobre zancos a unos metros de ellos. Rápidamente se vieron arrastrados por el espíritu festivo.

"Siempre me he preguntado como lo hacen," meditó Belle, en voz alta cuando se detuvieron ante un malabarista ataviado con prendas de alegres colores.

"Imagino que es tan solo cuestión de lanzar las pelotas al aire con un cronometraje impecable. "

Belle le dio un codazo en las costillas. "No seas aguafiestas. Le quitas la magia a todo. ¡Oh, mira aquellas cintas!" Soltándose de la mano de John, se apresuró hacia el vendedor de cinta e inspeccionó sus artículos. Cuando John la alcanzó, ya tenía dos cintas en la mano e intentaba decidirse entre ambas. "¿Cual prefieres, John? ¿Esta?" Sostuvo una cinta de color rosa contra su pelo. "¿O ésta?" preguntó, sustituyéndola por una roja.

John se cruzó de brazos y fingió considerar profundamente la cuestión antes de extender la mano y coger una cinta de un brillante azul de la mesa. "Prefiero ésta. Es del mismo color que tus ojos."

Belle se lo quedó mirando, atrapada por la calida caricia de su mirada, y sencillamente se derritió. "Entonces debo comprarla," dijo suavemente.

Se quedaron allí de pie, enredados cada uno en la mirada del otro, hasta que el vendedor destruyó el momento con un sonoro, "¡Ejem!" Belle despegó sus ojos de los de John y los bajó en busca de su bolsito, pero antes de que pudiera coger una moneda, John ya había pagado la cinta y la había colocado en sus manos.

"Un presente, milady. " Se inclinó y le besó la mano.

Belle sintió el calor de su beso viajando a través de su brazo, directamente hasta su alma. "La atesoraré siempre."

El romanticismo se apoderó del momento. "¿Tienes hambre?" le preguntó John, de repente, desesperado por desviar la conversación hacia temas más prosaicos.

"Estoy famélica. "

John la condujo hasta los puestos de comida donde compraron tartaletas de espinacas y de fresas. Con los platos en la mano, caminaron hasta una zona tranquila en el perímetro de la feria. John extendió su abrigo sobre el suelo, y sentándose sobre él, atacaron vorazmente los alimentos.

"Me debes un poema," le recordó Belle entre mordiscos a su tartaleta.

John suspiró. "Eso parece."

"Ni siquiera lo has intentado, ¿verdad?" lo acusó Belle.

"Por supuesto que sí. Solamente que no lo he terminado."

"Entonces dime lo que has escrito hasta ahora."

"No sé," dijo evasivamente. "Un verdadero poeta no desvelaría su trabajo hasta estar seguro de haberlo finalizado."

"¡Por favooooor!" rogó ella, con una expresión en la cara que habría resultado natural en una chiquilla de unos cinco años.

John no pudo resistirse a semejante ruego. "Oh, vale. ¿Algo así?


"Camina bella, como la noche

De climas despejados y cielos estrellados;

Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz

Resplandece en su aspecto y en sus ojos. " [11]


"Oh, John," suspiró Belle, emocionada. "Ha sido precioso. Me ha hecho sentirme tan hermosa."

"Eres hermosa. "

"Gracias," dijo Belle, automáticamente. "Pero creo que ser hermosa no es tan importante como sentirse hermosa, y por eso tu poema me ha emocionado tan profundamente. Era tan romántico. Era… espera un minuto." Se sentó muy erguida frunciendo las cejas en intensa concentración.

John centró, repentinamente, toda su atención en la tartaleta de espinaca que tenía en las manos.

"Yo lo he oído antes," continuó Belle. "Creo que lo he leído. Hace poco, además. "

"No sé cómo," murmuró John, muy consciente de que lo habían pillado.

"¡Eso lo ha escrito Lord Byron! ¡No puedo creer que trataras de hacer pasar una poesía de Lord Byron como tuya!"

"Me tenías arrinconado."

"Lo sé, pero eso no es excusa para un plagio tan descarado. Y aquí estaba yo, pensando que tú habías escrito unas palabras tan hermosas solamente para mí. Imagina mi desilusión."

"Imagina la mía," refunfuñó John. "Estaba seguro de que no lo habrías leído aún. Si tan solo fue publicado el año pasado."

"Tuve que obligar a mi hermano a que me lo comprara. No venden la obra de Lord Byron en las librerías para señoras. Demasiado escandalosa, dicen."

"Eres demasiado ingeniosa," se quejó John, recostándose y apoyándose sobre los codos. "Si te hubieses limitado a comprar lo que venden en la librería para señoras, como deberías, yo no me vería en este apuro. "

"No lo lamento ni una pizca," dijo Belle maliciosamente. "Me pareció una tontería que no me permitieran leer lo que toda la sociedad susurraba, y sólo porque soy una mujer soltera."

"Cásate," le sugirió él humorísticamente, "y entonces podrás hacer lo que te de la gana."

Belle se inclinó hacia delante, con ojos brillantes de entusiasmo. "Lord Blackwood, eso no habrá sido una proposición, ¿verdad? "

John palideció. "Ahora sí que me tienes verdaderamente acorralado."

Belle se recostó, tratando de esconder su desilusión. No sabía lo que la había poseído para hablar de forma tan escandalosa, y no tenía ni idea de cómo creía que iba a reaccionar él. Aún así, que la acusara de acorralarlo, definitivamente, no era lo que esperaba. "Sigo pensando que deberías escribir un poema," dijo finalmente, con la esperanza de que su tono alegre encubriera la tristeza que no era capaz eliminar de sus ojos.

John aparentó considerar seriamente la idea. "¿Y éste? " le preguntó, con una sonrisa traviesa.


"No hay nada más querido a mi corazón

Que una mujer cubierta de tartaleta de fresón. "


Belle hizo una mueca. "Es horroroso."

"¿Eso crees? Creí que sería de lo más romántico, considerando que tienes tartaleta de fresas en la cara."

"No tengo."

"Sí, si tienes. Justo aquí." John extendió un dedo y rozó ligeramente la comisura de su boca. Se demoró un instante, deseando trazar el contorno de sus labios, pero bruscamente lo apartó, casi como si se hubiera quemado. Se exponía demasiado a la tentación. Ella tan solo tenía que sentarse frente a él en un picnic improvisado, y todo su cuerpo cobraba vida.

La mano de Belle se alzó instintivamente hacia su cara, rozando el punto donde él acababa de tocarla. Era gracioso como su piel todavía hormigueaba. Era extraño como la sensación se extendía lentamente por todo su cuerpo. Contempló a John, que la miraba ávidamente, sus ojos oscuros ardiendo de deseo insatisfecho. "Ha-hay muchas personas cerca, milord," tartamudeó finalmente.

John supo que estaba nerviosa. Nunca habría vuelto al uso automático del título de "milord" de otra forma. Retrocedió, enmascarando su mirada, consciente de que era su ardor no disimulado lo que la hacía sentir turbada. Respiró profundamente varias veces, obligándose a si mismo a detener este insensato deseo. Su cuerpo se negó, resistiéndose a ignorar a la cautivadoramente hermosa mujer sentada a menos de un metro de él.

John maldijo entre dientes. Esto era una locura. Una completa locura. Fantaseaba con una mujer con la que no tenía futuro. Oyó la voz de Damián, su hermano mayor resonando en su cabeza. "Careces de título. Careces de título." John esbozó una sonrisa sardónica. Era gracioso las vueltas que daba la vida. Había conseguido un título, pero su alma era negra como el pecado.

"¿John?" preguntó Belle suavemente. "¿Sucede algo? Estás muy callado."

Él levantó la vista y sorprendió la preocupación en sus ojos. "No, solamente pensaba, eso es todo."

"¿En que? "

"En ti," contestó escuetamente.

"Buenos pensamientos, espero," dijo Belle, nerviosa por el sombrío tono de su voz.

John se puso en pie y le tendió la mano. "Venga, vamos a dar un paseo por los bosques mientras el sol brilla todavía. Llevaremos los caballos de las riendas detrás de nosotros."

Belle se levantó en silencio y lo siguió hasta donde habían dejado sus monturas. A pie, se pusieron lentamente en marcha, de vuelta, a través del bosque, hacia Westonbirt y Bletchford Manor. Los caballos los seguían obedientemente, deteniéndose de vez en cuando para investigar a alguna de las muchas pequeñas criaturas que pululaban por el bosque.

Después de aproximadamente unos quince minutos de ominoso silencio, John se detuvo en seco. "Belle, tenemos que hablar."

"¿Tenemos? "

"Sí, esto…" John luchó para encontrar las palabras correctas, pero su mente estaba en blanco. "Esto que hay entre nosotros…esto tiene que terminar. "

Un oscuro y profundo dolor encogió lentamente el estómago de Belle y comenzó a extenderse por todo su cuerpo. "¿Por qué? " preguntó suavemente.

Él miró a lo lejos, incapaz de enfrentar su mirada. "Esto no va a ninguna parte. Debes entenderlo. "

"No," dijo ella bruscamente, su dolor la hizo ser valiente y quizás también un poquito estridente. "No, no lo entiendo. "

"Belle, no tengo dinero, tengo una pierna inútil, y a duras penas he conseguido un título."

"¿Por qué dices eso? Esas cosas no me importan."

"Belle, podrías tener a cualquier hombre del mundo."

"Pero te quiero a ti. "

Su apasionada respuesta flotó en el aire durante un largo minuto antes de que John fuera capaz de decir algo. "Lo hago por tu propio bien."

Belle retrocedió, casi cegada por el dolor y la furia. Sus palabras cayeron sobre ella como una bofetada, e histéricamente se preguntó si alguna vez conocería de nuevo un momento de felicidad. "¿Como te atreves a ser condescendiente conmigo?," dijo finalmente, mordiendo las palabras.

"Belle, creo que no has dedicado el tiempo suficiente a considerar este tema. Tus padres nunca te dejarían casarte con alguien como yo."

"No conoces a mis padres. No sabes lo que quieren para mí."

"Belle, eres la hija de un conde."

"Y como indiqué en otro momento, tú eres el hijo de un conde, así que no veo donde esta el problema."

"Hay un mundo de diferencia, y lo sabes." Sabía que se agarraba a un clavo ardiendo. Lo que fuera para evitar decirle la verdad.

"¿Qué es lo quieres, John? " le preguntó ella, rabiosa. "¿Quieres que ruegue? ¿Es eso de lo que va esto? Porque no lo haré. ¿Es esta una especie de perversa búsqueda de elogios? ¿Quieres oírme explicar detalladamente todos los motivos por los que te quiero? ¿Todos los motivos por los que pensé que eras tan amable y tan noble y tan bueno? "

John se estremeció ante su intencionado uso del pasado. "Estoy tratando de ser noble ahora," dijo rígidamente.

"No, no lo haces. Estás tratando de ser un mártir, y espero que eso te haga feliz, porque a mi ciertamente no."

"Belle, escúchame," imploró él. "No soy… no soy el hombre que crees que soy. "

La ronca agonía de su voz silenció a Belle, y lo contempló boquiabierta.

"He…hecho cosas," dijo él rígidamente, girándose de modo que no tuviera que ver su cara. "He hecho daño a la gente. He hecho daño… He hecho daño a mujeres. "

"No te creo." Su negativa surgió veloz y ferviente.

"¡Maldición, Belle! " Se giró con rapidez y estampó el puño contra el tronco de un árbol. "¿Qué se necesita para convencerte? ¿Qué tienes que conocer? ¿Los más negros secretos de mi corazón? ¿Los hechos que han contaminado mi alma? "

Ella retrocedió un paso. "N-no entiendo lo que dices. No creo que sepas lo que estás diciendo. "

"Te haré daño, Belle. Te lo haré sin querer. Te haré daño y…Cristo, ¿no es suficiente saber que te dañaré?"

"Tú nunca me harás daño," dijo ella suavemente, extendiendo una mano para rozar su manga.

"No te engañes pensando que soy un héroe, Belle. No soy… "

"No creo que seas un héroe," lo interrumpió ella. "No quiero que seas un héroe."

"Dios," dijo él, con una sonrisa sombría y sarcástica. "Esa es la primera cosa realista que has dicho todo el día. "

Ella se puso rígida. "No seas cruel, John. "

"Belle," dijo él, entrecortadamente. "Tengo un límite. No me empujes más allá de él. "

"¿Y qué se supone que significa eso exactamente? " preguntó ella, irritada.

Él la agarró por los hombros como si tratara de inculcarle sentido común a base de sacudidas. Dios bendito, la tenía tan cerca que podía olerla. Podía sentir las suaves hebras de su cabello que el viento azotaba contra su cara. "Significa," dijo, con voz profunda, "que estoy haciendo uso de cada gramo de autocontrol que poseo para contenerme y no besarte en este mismo instante."

"¿Y por qué no lo haces? " preguntó ella, en un susurro tembloroso. "Yo no te detendría. "

"Porque no podría parar ahí. Arrastraría mis labios a lo largo de la suave longitud de tu garganta hasta llegar a esos diminutos y molestos botones de tu traje. Y luego los desabotonaría despacio uno a uno y te abriría la chaqueta." Santo Dios, ¿trataba de torturarse a si mismo? "Llevas una camisola de seda, ¿verdad? "

Para su consternación, Belle asintió.

John se estremeció mientras oleadas de deseo arrasaban su cuerpo. "Me gusta la sensación de la seda contra la piel," murmuró él. "Y a ti también. "

"¿Có-cómo lo sabes? "

"Estaba mirándote cuando te hiciste la ampolla sobre el talón. Te vi deshacerte de la media."

Belle jadeó, sorprendida de que él la hubiera estado espiando, y, sin embargo, extrañamente excitada por ello.

"¿Sabes lo que haría? " le preguntó John roncamente, sin apartar nunca sus ojos de los suyos.

Silenciosamente, ella negó con la cabeza.

"Me inclinaría y te besaría a través de la seda. Tomaría tu oscuro pezón en mi boca y lo succionaría hasta que se convirtiera en un pequeño y duro botón. Y entonces, cuando eso ya no bastara, deslizaría tu sedosa camisola a lo largo de tu piel hasta que tus pechos quedaran libres y expuestos, me inclinaría y volvería a empezar de nuevo."

Belle no movió ni un músculo, paralizada por el sensual impacto de sus palabras. "¿Y qué harías después? " susurró, intensamente consciente del calor de sus manos sobre sus hombros.

"Deseas castigarme, ¿verdad? " preguntó John ásperamente, incrementando la presión de sus manos sobre ella. "Pero ya que preguntas… Me desharía despacio de cada prenda de tu ropa hasta que estuvieras maravillosamente desnuda en mis brazos. Y luego comenzaría a besarte, cada maldito centímetro de ti, hasta que temblaras de deseo."

Con el cerebro obnubilado por la pasión, Belle fue consciente de que, de hecho, ya estaba temblando.

"Y después te acostaría y cubriría tu cuerpo con el mío, aplastándote contra la tierra. Y entonces entraría en ti, Dios, tan despacio, saboreando cada segundo en que te hiciera mía." La voz de John se quebró, y se le entrecortó el aliento cuando una imagen de Belle con sus largas piernas desnudas aferradas con fuerza alrededor de su cintura flotó en su mente. "¿Qué tienes que decir a eso?"

Belle ignoró la cruda pregunta, su cuerpo estaba inundado de las sensuales imágenes que él había plantado allí. Estaba ardiendo, y lo deseaba, de todas las formas posibles. Era ahora o nunca, lo sabía, y la aterrorizaba la posibilidad de perderlo.

"Seguiría sin detenerte," susurró.

La incredulidad y el deseo colisionaron dentro de John hasta que bruscamente la apartó de él, sabiendo perfectamente que sería incapaz de resistirse a la tentación si seguía tocándola un segundo más. "Por Dios, Belle, ¿sabes lo qué estás diciendo? ¿Lo sabes?" Se pasó una mano por el pelo, inspirando profundamente repetidas veces, mientras trataba de ignorar el doloroso endurecimiento de su cuerpo.

"Sí, lo se," dijo Belle, casi gritando. "Es solo que tu no escuchas. "

"No sabes quién soy. Te has formado alguna romántica imagen del pobre y herido héroe de guerra. ¿No sería divertido estar casada con un verdadero héroe de novela? Bueno, pues tengo noticias para usted, milady, ese no soy yo. Después de unos meses, te darías cuenta de que no soy ningún héroe, y no es demasiado divertido estar casada con un lisiado empobrecido."

Una rabia mayor de la que Belle había conocido nunca recorrió todo su cuerpo, y se lanzó contra él, golpeando despiadadamente con sus puños su pecho. "¡Bastardo!" le gritó. "Eres un bastardo arrogante. ¿Cómo te atreves a decirme que no conozco mi propia mente? ¿Me crees tan estúpida que no puedo ver como eres realmente? Sigues diciendo que has hecho algo malo, pero no te creo. Creo que lo haces solamente para alejarme."

"Oh, Dios, Belle," dijo él, con voz ronca. "No es eso. Es… "

"¿Crees que me importa que tu pierna este lesionada? ¿Crees que me preocupa que tu título no tenga siglos de antigüedad? ¡No me importaría un comino que no tuvieras titulo alguno! "

"Belle," dijo John, en tono apaciguador.

"¡Basta! No digas ni una palabra más. ¡Me pones enferma! Me acusas de ser una consentida, pero eres quien es un esnob. ¡Estás tan obsesionado con los títulos y el dinero y la posición social que no te permites a ti mismo tomar lo único que realmente deseas! "

"Belle, apenas nos conocemos hace una semana. No veo como puedes haber decidido que yo soy el hombre correcto para ti. "

Pero mientras John decía las palabras, supo que mentía, ya que él había llegado a la misma conclusión sobre ella.

"Empiezo a cuestionármelo yo misma," dijo Belle, cruelmente, deseando herirlo tanto como él lo había hecho con ella.

"Merezco eso, lo sé, pero pronto comprenderás que he hecho lo correcto. Tal vez no mañana, pero una vez que tu cólera se agote, lo comprenderás."

Belle giró la cabeza, no queriendo dejarle ver como se enjuagaba una lágrima. Respiraba entrecortadamente, y necesitó de varios minutos antes de ser capaz de erguir los hombros. "Te equivocas," dijo en tono grave, girándose para enfrentarlo con la acusación en sus ojos. " Te equivocas. ¡Nunca aceptaré que haces lo correcto porque no lo es! ¡Estás destruyendo mi felicidad!" Se trago el nudo de lágrimas que tenía en la garganta. "Y la tuya también, si tan sólo te molestaras en mirar en tu corazón."

John se alejó de ella, acobardado por la firme honestidad de sus ojos. Sabía que no podía contarle la verdadera razón por la que la apartaba de si, así que trató de apelar a su innato sentido práctico. "Belle, tu has sido criada con todos los lujos. Yo no puedo darte todo eso. Ni siquiera puedo ofrecerte una casa en Londres."

"Eso no importa. Además, yo tengo dinero."

John se puso rígido. " No cogeré tu dinero."

"No seas tonto. Estoy segura de que tengo una dote enorme."

Se volvió hacia ella, con mirada dura y mortalmente seria. "No daré pie a que digan que soy un cazafortunas. "

"Oh, ¿es que de eso va todo esto? ¿Estás preocupado por lo que dirá la gente? Dios santo, pensé que estabas por encima de esas cosas. "

Belle dio media vuelta y caminó hacia su yegua, que había estado mascando ociosamente un poco de hierba. Sujetando las rienda, montó a caballo, despreciando ásperamente la oferta de ayuda de John. "¿Sabes algo?" le preguntó, con tono cruel. "Tenías razón. No eres la persona que creí que eras." Pero se le quebró la voz con la última palabra, y supo que él podía ver a través de su falso desdén.

"Adiós, Belle," dijo John, sin entonación, sabiendo que si no era ahora, nunca sería capaz de dejarla marchar.

"No voy a esperarte," le espetó Belle. "Y un día cambiarás de opinión y me querrás. Me querrás tanto que te dolerá. Y no solamente en tu cama. Me querrás en tu casa y en tu corazón y en tu alma. Y me habré ido."

"No lo he dudado ni por un instante." John no estaba seguro de si había dicho las palabras o simplemente las había pensado, pero en cualquier caso, estaba claro que ella no las había oído.

"Adiós, John," dijo Belle, con voz ahogada por los sollozos. "Sé que eres amigo de Alex y Emma, pero te estaría agradecida si no volvieras de visita a Westonbirt hasta que yo me haya marchado." Con la vista nublada por las lágrimas, espoleó a su yegua y se dirigió de vuelta a Westonbirt a galope tendido.

John la contempló mientras se marchaba, y después, cuando ya no podía verla, se quedó escuchando el sonido de los cascos de su caballo. Permaneció de pie, inmóvil, durante varios minutos más, incapaz de digerir en su mente todo lo que había ocurrido. Después de años de vergüenza y autoaborrecimiento, finalmente, había hecho lo correcto, lo honorable, pero se sentía como el villano de una de las novelas de la señora Radcliffe [12].

Gimió en voz alta y luego blasfemó brutalmente mientras pateaba una roca cercana. Esto era exactamente lo que le había sucedido durante toda su vida. Cuando creía haber conseguido por fin lo que deseaba, cuando el premio colgaba al alcance de su mano -descubría que era algo que sabía que nunca podría tener. Bletchford Manor había sido su sueño, un sueño de respetabilidad y posición y honor, la manera de demostrar a su familia que podía conseguirlo por si mismo, que no era necesario heredar un título y una propiedad para ser un caballero.

Pero con la adquisición de Bletchford Manor había conocido a Belle, y era casi como si los dioses se estuvieran riendo de él, gritándole, "Ves, nunca lo conseguirás, John. Esto es lo que nunca tendrás."

Cerró los ojos con fuerza. Había hecho lo correcto, ¿verdad?

Sabía que le había hecho daño. El dolor en sus ojos había sido crudo y descarnado. Todavía podía ver su cara en su mente. Y entonces a Belle se le unió Ana, sus ojos condenándolo en silencio. "Noooo", gemía. "Noooo". Y después resonó la voz de su madre…

"Podría haber sido usted. "

John abrió los ojos, tratando de desterrar a las mujeres de su mente. Había hecho lo correcto. Nunca podría ser el alma pura que Belle merecía. Una imagen de su sueño de la noche anterior destelló en su mente. El estaba sobre ella. Y ella estaba llorando.

Había hecho lo correcto. Su deseo por ella era demasiado intenso. Ella se habría quebrado bajo la fuerza de su pasión.

Un dolor sordo y hueco se instaló en su pecho, comprimiendo sus pulmones. En un movimiento fluido, montó a su semental y cabalgó aún más velozmente que Belle. Mientras atravesaba el bosque, las ramas azotaban brutalmente su cara, pero John hizo caso omiso, aceptando el dolor como una penitencia.

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