Capítulo Diecisiete

Una vez que Emma se convenció de que Belle estaba realmente enamorada de John, ayudó a su prima con su vestido de boda y proclamó que era la novia más radiante que había visto jamás.

"Supongo que eso significa que ya no tengo los ojos inyectados en sangre," bromeó Belle. Había dejado salir un verdadero torrente de lágrimas.

Emma asintió solemnemente. "¿Quieres que Alex sea tu padrino? "

Belle frunció el ceño. "Esperaba que Ned estuviera ya aquí para eso. Si no puedo tener al padre de la novia, esperaba tener al menos al hermano. Ya veras, papá se pondrá furioso por no haber podido entregarme. "

"Bueno, me entregó a mi," dijo Emma, en tono pragmático. "Eso tendrá que bastarle. ¿Contestó Ned a tu nota? "

"No ha habido tiempo."

Emma se mordisqueó el labio inferior. "¿Por qué no voy abajo y veo si puedo demorar los preparativos? Vuelvo enseguida.”

Salió de la habitación y bajó al salón. John marcaba el paso de un lado a otro de la habitación, no tanto por nerviosismo como por impaciencia. "¿Por qué tarda tanto?" estalló.

Emma apretó los labios y alzó la mirada hacia el reloj. "Son solo las siete y diez. Eso es ser muy puntual para una boda que se supone que comienza a las siete."

"Mujeres." El comentario provino de su marido, quien estaba tumbado sobre un sofá a todas luces demasiado pequeño para su enorme cuerpo. Dunford estaba sentado frente a él, sonriendo con suficiencia.

Emma los fulminó a ambos con una mirada antes de volver a su futuro primo político. "Sólo necesitamos un poco más tiempo," dijo evasiva.

"Emma, querida," dijo su marido en un tono increíblemente suave. "¿Puedes venir aquí un momento? "

Emma lo miró con recelo, pero se acercó al sofá.

"¿Ves al sacerdote allí? " susurró él.

Ella asintió.

"¿Notas algo, er, digamos, extraño en él? "

Emma ladeó ligeramente la cabeza mientras contemplaba al corpulento caballero. "Parece inclinarse un poco a la izquierda."

"Exactamente. Lleva aquí treinta minutos, y esta es su cuarta copa de brandy. Me parece que deberíamos poner en marcha esta ceremonia mientras todavía somos capaces. "

Sin una palabra, Emma salió del cuarto y volvió arriba. Cuando llegó al dormitorio de Belle, dijo, "No creo que podamos demorarlo mucho más tiempo."

"¿Ni siquiera unos minutos? "

"No, si quieres casarte esta tarde."

Belle no tuvo ni idea de lo que eso significaba, pero decidió que prefería no averiguarlo. Tomó un extremo del velo de níveo encaje español y lo sujetó sobre su cabeza. "Supongo que ya no podemos esperar más a Ned. Deberías llamar a Alex para que me entregue como padrino."

Emma se lanzó escaleras abajo, agarró a su marido de la mano, y pidió a Persephone que comenzara a tocar el piano.

Ella y Alex se encontraron con Belle en lo alto del descansillo justo cuando Persephone comenzó a tocar a lo lejos.

"Dios bendito," dijo Alex cuando la cacofonía asaltó sus oídos. "¿Eso es Beethoven? "

"Juraría que le pedía Bach," dijo Belle, frunciendo las cejas.

"Tampoco creo que sea Bach," dijo Alex. "No creo que sea nada. "

"Solo podemos rezar para que no comience a cantar," dijo Emma. Le lanzó a su prima una última sonrisa mientras bajaba las escaleras para ocupar su sitio como dama de honor.

"No puede hacerlo mucho peor que tú," se mofó Alex.

Belle miró a su prima que ya estaba a mitad de las escaleras. "Me parece que no te ha oído," le susurró a Alex.

"Probablemente haya sido una suerte. ¿Vamos?" Alex le ofreció el brazo. "Creo que es nuestro turno."

A medida que descendían por las escaleras, pasando por delante de todas las rosas blancas y rosadas que Belle había encargado especialmente para ese día, su nerviosismo y desilusión por lo apresurado de su boda se desvanecieron, y todo que le quedó fue un profundo sentimiento de alegría y felicidad. Cada paso la llevaba más cerca del hombre al que amaba, el hombre cuya vida pronto quedaría inextricablemente unida a la de ella.

Cuando entró en el salón y lo vio parado, de pie, junto al sacerdote, con los ojos brillantes de orgullo y deseo, casi no pudo contenerse para echar a correr directamente hacia sus brazos.

Ella y Alex finalmente llegaron al otro extremo del salón, él colocó su mano sobre el brazo de John y se alejó.

"¡Queridos hermanos!" atronó el reverendo Dawes. Una ráfaga de efluvios alcohólicos se abatió sobre el rostro de Belle. Ella tosió discretamente y retrocedió un pasito

Persephone ignoró la señal del sacerdote y siguió aporreando el piano, divirtiéndose enormemente. Dawes se giró con obvia irritación y gritó, " He dicho, '¡Queridos hermanos!' "

El musical estruendo de Persephone se apagó lenta y dolorosamente.

Belle aprovechó la momentánea distracción de Dawes para susurrar a John, "¿Estás seguro de que es un hombre de Dios?”

John intentaba contener una sonrisa. "Bastante seguro."

Dawes se volvió hacia la pareja. "Como decía… Queridos hermanos." Parpadeó unas cuantas veces y contempló la escasa muchedumbre. "O más bien," refunfuñó, "quizás debería decir queridos tres invitados."

Belle no pudo contenerse. "Hay cuatro invitados, si no le importa."

"Disculpe."

"Dije," Belle elevó un poco más la voz, "que hay cuatro invitados. Comprendo que esta es una ceremonia bastante irregular, pero me gustaría ser casada contando con mis cuatro invitados." Podía sentir que John a su lado, temblaba de risa silenciosa.

Dawes no era de los que cedían con facilidad ante lo que consideró era tan sólo un mero error de una jovencita, sobre todo después de haberse fortalecido con cinco copas de excelente brandy. "Yo veo tres."

"Hay cuatro."

Con un dedo, el reverendo señalo a Alex, a Emma, y por último a Dunford. "¡Uno, dos, tres!"

"¡Y cuatro!" finalizó Belle, con un triunfante gesto hacia Persephone, quien los contemplaba con obvia y divertida fascinación sentada al piano.

En ese momento Dunford explotó en una ruidosa carcajada, coreado inmediatamente por Emma y Alex, quienes hasta entonces habían logrado mantener su hilaridad bajo control. El rostro de Dawes comenzó a congestionarse y dijo, "Ella es la pianista."

"Ella es mi invitada."

"Oh, muy bien, chiquilla impertinente," se quejó él, secándose las cejas con un inmaculado pañuelo. "Queridos hermanos, nos hemos reunió aquí, ante cuatro testigos… "

La ceremonia prosiguió sin más benditos tropiezos durante varios minutos. A John le costaba creer su suerte. Sólo unos minutos más, pensó, e intercambiarían los votos y los anillos, y entonces ella sería suya para toda la eternidad. Casi a punto de estallar de alegría e impaciencia, se forzó a no ceder al impulso de sacudir al locuaz sacerdote y obligarlo a hablar más rápido. Era consciente de que se suponía que debía estar saboreando cada momento de la ceremonia, pero lo que realmente deseaba era que ya hubiera acabado todo y largarse a algún lugar más privado donde pudiera estar a solas con su flamante esposa durante al menos una semana.

Las esperanzas de John de que la ceremonia finalizara en breve, sin embargo, se hicieron añicos cuando oyó abrirse la puerta de la calle de un estrepitoso portazo. Dawes lo miró interrogante, pero él negó con la cabeza de manera imperiosa, indicándole que la ceremonia debía proseguir.

Dawes perseveró incluso cuando se oyeron unas enérgicas pisadas acercándose velozmente hacia ellos por el pasillo. Determinada a no interrumpir otra vez la ceremonia, Belle mantuvo los ojos clavados con fijeza sobre el sacerdote, pero John no pudo evitar girarse cuando un joven moreno irrumpió en el salón. Sus ojos eran tan azules que solo podía ser el hermano de Belle.

"¡Santo Dios!" exclamó Ned Blydon, saltando por encima de un sofá. "¿Han pasado ya a la parte de las objeciones?"

" Er, no," dijo Dawes, su bulbosa nariz tenía un brillo rojizo. "Aún no. "

"Bien." Ned agarró la mano libre de Belle y la arrastró lejos del altar de un tirón. "¿Sabes lo que estás haciendo?" le siseó. "¿Quién es este hombre? ¿Qué sabes sobre él? ¿Qué está pasando? ¿Y como te atreves a enviarme una nota que sólo dice que te casas al día siguiente? ¿En qué estabas pensando?"

Belle aguardó pacientemente a que finalizara su diatriba. "¿Qué pregunta quieres que conteste primero? "

“¡Oiga usted! " vociferó Dawes. "¿Se va a celebrar este matrimonio o no? Tengo… "

"Se celebrará," dijo John con voz letal.

"Soy un hombre ocupado," balbuceó Dawes. "Tengo… "

"Señor Dawes," lo interrumpió Dunford suavemente, desarmándolo con una sonrisa devastadora. "Debo pedirle perdón por esta interrupción. Es escandaloso que un hombre de su clase sea tratado así. ¿No le gustaría acompañarme a tomar una copa de brandy mientras se aclara este asunto?"

Belle no sabía si darle las gracias a Dunford o estrangularlo. A este paso Dawes estaría demasiado borracho para celebrar la ceremonia.

Puso los ojos en blanco y se volvió hacia su hermano, quien la miraba con preocupación. "¿Estás segura de que quieres hacer esto? " le estaba diciendo. "¿Quién es este hombre?"

Alex se acercó a Ned y le dio un toquecito sobre el hombro. "Es un buen hombre," dijo suavemente. A su lado, Emma asintió vigorosamente.

"¿Lo amas?" preguntó Ned.

"Sí," susurró Belle. "Con todo mi corazón."

Ned la miró a los ojos, tratando de determinar la profundidad de sus sentimientos. "Muy bien. Pido perdón por la interrupción," dijo elevando un poco la voz. "Pero vamos a tener que comenzar desde el principio, porque quiero entregar a mi hermana."

"¡Espere un momento, joven! Ya llevábamos más de la mitad de la ceremonia," aulló Dawes. "Soy un hombre ocupado."

"Lo que es, es un borrachín," refunfuñó Belle quedamente.

"¿Dijo algo?" preguntó Dawes, parpadeando enérgicamente. Se giró hacia Dunford, a quien ahora consideraba como un aliado, y lo sujetó por el hombro. "¿Ha dicho algo? "

Dunford se desasió con cuidado del sacerdote. "No se preocupe, compañero, recibirá una compensación extra por los inconvenientes. Yo me ocuparé."

Belle y Ned se apresuraron a subir y acababan de alcanzar el descansillo cuándo oyeron a Dawes preguntar, "¿Va a tocar el piano otra vez?" A la pregunta la siguió un estruendoso sonido cuyo origen Belle no quiso indagar.

Unos segundos después, Persephone comenzaba a tocar el piano vigorosamente, y Belle emprendía su segunda procesión del día escaleras abajo para casarse.

"Estás preciosa," susurró Ned.

"Gracias." Belle sonrió ante sus palabras, profundamente conmovida. Ella y su hermano se querían mucho el uno al otro, pero solían demostrarlo chinchándose como niños, y no con cumplidos. Cuando Belle entró de nuevo en el salón, los ojos de John todavía brillaban de orgullo y deseo por ella, pero esta vez también contenían una chispa de humor. Ella le sonrió, una tonta y diminuta sonrisa, para decirle que no le importaba que su boda se hubiera convertido en semejante caos. Que lo único que le importaba era él.

La ceremonia avanzó con notable tranquilidad considerando los anteriores contratiempos. Persephone hasta dejó de aporrear el piano instantáneamente cuando Dawes gruñó, "Queridos hermanos."

Un poco después John y Belle eran marido y mujer.

Hubo muchas aclamaciones cuando se besaron, aunque Dunford más tarde puntualizó que él aplaudió más por el hecho de que la ceremonia en sí hubiera conseguido llegar a su fin que por la felicidad de la pareja.

Después de las acostumbradas felicitaciones y los tradicionales besos a la novia por parte de todos los invitados masculinos (sólo había tres, así que no les llevó mucho tiempo), Ned miró alegremente a su hermana y le preguntó, "¿Dónde será el banquete de bodas? Estoy muerto de hambre."

El rostro de Belle se nubló. Se había olvidado por completo de la recepción. Y pensar que había estado quejándose para si misma porque no tenía nada que hacer. Aunque por otro lado, y a pesar de que se sentía resplandeciente de felicidad por haberse casado finalmente con el hombre de sus sueños, tenía la sensación de que una celebración esta noche sería para ella más bien una cena que un verdadero banquete de bodas.

"Belle decidió aplazarlo," intervino John, con suavidad, "hasta que vuestros padres lleguen a casa. Creyó que tu madre lo preferiría así."

Ned pensó que su madre habría preferido que Belle hubiera aplazado también la boda, pero refrenó la lengua. Sonrió afablemente a su nuevo cuñado y por fin formuló la principal pregunta que había rondado por su mente durante toda la tarde. "¿Y exactamente cómo se conocieron usted y mi hermana? "

"He comprado hace poco una propiedad cerca de la de Ashbourne en Westonbirt," contestó John. "Nos conocimos allí."

"Y luchó con Alex en la Península," añadió Belle. "Eran buenos amigos."

Ned miró a John con un nuevo respeto.

"Hablando de la guerra," intervino Alex de repente, "nunca adivinarás a quién vi desde mi carruaje cuando llegábamos."

John se giró para mirarlo. "¿A quién?”

"A George Spencer."

Belle sintió que los dedos de John se tensaban sobre su brazo. Pareció como si estuviera a punto de decir algo, pero ningún sonido surgió de su boca.

"Seguramente lo recuerdas," dijo Alex.

"¿Quién es George Spencer? " preguntó Belle.

"Solo es un viejo conocido," dijo John rápidamente.

Alex se inclinó y dejó caer un fraternal beso sobre la mejilla de Belle. "Creo que estábamos a punto de dejar a los recién casados para continuar con sus propios planes." Sonrió a Emma, quien inmediatamente hizo un movimiento de retirada.

Sin embargo, John lo detuvo, colocando una firme mano en su brazo. "De hecho, Ashbourne," le dijo en voz baja, "¿podría hablar a solas contigo antes de que te marches? "

Alex asintió, y los dos hombres se marcharon hacia la biblioteca.

John cerró la puerta tras ellos. "No estoy seguro de si alguna vez llegaste a enterarte de la historia completa de George Spencer."

Alex ladeó ligeramente la cabeza. "Sé que tú lo obligaste a abandonar el ejército."

"Después de haberle pegado un tiro."

"¿Disculpa? "

"En el trasero."

Alex se apresuró hasta una mesa cercana, se sirvió un vaso de whisky, y luego lo apuró de un trago. "¿Por alguna razón en particular? "

"Estaba violando a una jovencita española. Una muchacha a la que yo había jurado proteger."

Alex maldijo quedamente, y sus nudillos se pusieron blancos alrededor de la copa.

"Si realmente era George Spencer quien merodeaba fuera," dijo John cáusticamente, "no creo que lo hiciera porque quisiera ofrecer su enhorabuena a los nuevos novios. "

Alex alzó una ceja. "¿Hay más en esta historia? "

John sopesó las ventajas y desventajas de revelar a Alex su grave situación. Lo último que quería hacer era arrastrar a un hombre con esposa y un bebé en camino a una situación potencialmente peligrosa. Pero por otro lado, él ahora también tenía esposa, y dados sus planes para con ella en el futuro más inmediato, pensó que un bebé podría ser la consecuencia de ponerlos en practica. El peso de estas nuevas responsabilidades gravitó sobre él, y recordó las palabras de Belle solamente unos días antes.


No puedes hacer esto tú solo.


John no sabía si seguir su consejo. Había estado solo durante tanto tiempo que no tenía ni idea de como pedir ayuda ni tampoco de como aceptarla. Alex era ahora familia suya- solo política- pero familia al fin y al cabo. John sentía ya una mayor sensación de parentesco con él que de la que sentía con cualquiera de sus hermanos o hermanas. Damien ni siquiera había sido capaz de asistir a la boda.

Y, sin embargo, Alex y Emma se habían apresurado a venir desde el campo. Un desconocido sentimiento de pertenencia familiar comenzó a conquistar a John. Miró a Alex, quien había estado observandolo con atención. "Tengo un problema," dijo John, quedamente.

Alex inclinó la cabeza.

"George Spencer trata de matarme."

Se oyó una suave exhalación antes de que Alex contestara, "¿Estás seguro? "

"Estoy seguro de que alguien trata de matarme," contestó John. "Y no puedo aceptar que su presencia cerca de esta casa sea una coincidencia."

Alex se pasó una mano por el pelo. Recordó la rabia de Spencer cuando John lo había obligado a desertar. "No. No es una coincidencia. Vamos a tener que hacer algo con él."

John se quedó sorprendido por como lo tranquilizó el uso de Alex de la palabra "nosotros".

"¿Dónde os alojareis esta noche? "

No era una pregunta descabellada. Después de todo, John se había casado hacia menos de una hora. En circunstancias normales, él y Belle se habrían marchado de luna de miel o habrían vuelto a Bletchford Manor para pasar algún tiempo a solas. Pero John no creía que estuvieran a salvo en el campo; había demasiadas ventanas y puertas en su casa por las que Spencer podría ser capaz de colarse. Londres seguramente resultaría más seguro, aunque sólo fuera porque había muchas personas alrededor que podrían ser testigos de los ataques de Spencer.

"No lo sé," dijo John finalmente. "He estado ocupado. Ni siquiera había pensado en ello. No deseo llevar a Belle a casa de mi hermano."

"Quedaros aquí," sugirió Alex. "Me llevaré a Persephone a mi casa a pasar la noche. Seguramente Belle ya no necesita una acompañante." Brindó a John una sonrisa torcida. "Tú te has ocupado de ello en poco tiempo."

John no pudo por menos que sonreír ampliamente.

"Enviaré unos cuantos criados extra," añadió Alex. "Este lugar está ya atestado de ellos, pero no puede hacer daño tener unos cuantos más. Cuantas más personas haya aquí, más seguros estaréis."

"Gracias," dijo John. "había estado pensando en alquilar un guardaespaldas durante las próximas semanas."

"Una buena idea. Yo me encargo de hacerlo."

"Eso no es necesario."

"Por Dios, hombre, acabas de casarte. Deja que yo me ocupe de los malditos guardaespaldas."

John inclinó la cabeza en aceptación, pensando que podría acostumbrarse a la idea de tener una familia que se preocupara por él.

"Emma y yo nos quedaremos en la ciudad hasta que hayamos resuelto esto," prosiguió Alex. "Ponte en contacto conmigo por la mañana, y decidiremos qué hacer sobre Spencer."

"Lo haré."

"Y mientras tanto, que tengas una espléndida noche de bodas."

John sonrió abiertamente. "Ciertamente, la tendré."

Un golpe sonó en la puerta, y Belle asomó la cabeza. "¿Has acabado ya con él, Alex?" preguntó. "Porque esta es mi noche de bodas, ya sabes, y me parece que tengo derecho a mi novio."

"De hecho, estábamos hablando de ese mismo tema," dijo Alex con una sonrisa libertina. "Y en consecuencia, creo que buscaré a mi esposa y nos iremos a casa."

Belle sacudió su cabeza cuando él salió de la biblioteca. "¿De qué hablabais?" preguntó a su marido.

El le rodeó los hombros con un brazo mientras salían tras Alex. "Te lo contaré todo mañana."

Los invitados se pusieron en marcha a partir de ese momento. Cuando Emma se iba, sin embargo, tomo la mano de Belle en la suya y la llevó aparte.

"¿Tienes, er, que tener una conversación conmigo?" le susurro.

"No creo," dijo Belle, también en un susurro.

"¿Estás segura? "

"¿De qué? "

"¿De que no tienes que tener una conversación conmigo? "

"Emma, ¿de qué estás hablando? "

"De la noche de bodas, sesos de mosquito. ¿Tienes que tener una conversación conmigo? "

"Ah. Er, no. No hace falta. "

Emma retrocedió, y una ligera sonrisa flotó en su rostro. "Tenía el presentimiento de que no te hacia falta." Le soltó la mano y se alejó unos pasos antes de volverse para decirle, "Bien, entonces que pases una buena noche."

Belle sonrió. "Oh, lo haré. Lo haré."

"¿De qué iba todo eso? "le preguntó John, inclinándose para besar el cuello de su esposa ahora que todos sus invitados se habían marchado.

"Te lo diré mañana."

"Bien. Tengo otras cosas en mente esta noche." La condujo arriba.

"Yo también." Lo siguió con prontitud.

"¿En que piensas? " le preguntó John cuando llegaron al rellano. "Justo… ahora."

"Pensaba que me alegro de que nos quedemos aquí esta noche."

"Mmmm, yo también. Nos habría llevado demasiado tiempo llegar a casa."

"¿A la de tu hermano? "

"No, boba. A Bletchford Manor."

Belle sonrió. "Parece que fue hace una eternidad que estuvimos allí. Ni siquiera se me había ocurrido que ahora tengo un nuevo hogar."

"No es muy grande," dijo John, sin entonación.

"Es lo bastante para mi."

"Tiene un nombre horroroso. "

"Eso tienen solución."

"No hay muchos criados."

"No necesito muchos. Y deja de sacarle inconvenientes a Bletchford Manor. Posee varias cualidades excelentes "

"¿De verdad? " Habían llegado a lo alto de las escaleras.

"Por supuesto." Belle sonrió coquetamente. "Las rosaledas son bastante hermosas."

"¿Eso es todo? "

"Hay una preciosa alfombra Aubusson en el salón de dibujo."

"¿Y eso es todo? "

"Bueno," dijo Belle con una sonrisa mientras entraban en su dormitorio. "Está el dueño."

"¿El dueño?" Los ojos de John se encendieron de placer.

"Es muy atractivo."

"¿Eso crees? " Cerró la puerta con un pie.

"Oh, sí. Mucho."

Las manos de John la rodearon para llegar a los botones forrados de tela, que descendían por el centro de su espalda. "Tengo que confesarte un secreto."

"¿De verdad?" Belle podía sentir como su corazón se aceleraba al sentir el roce de sus calidas manos sobre su piel.

"Mmm. Ese dueño del que hablas… "

"¿Sí? "

"Tú también le gustas."

"¿Le gusto?"

John desabrochó los últimos botones y dejó que el vestido se deslizara por su cuerpo hasta el suelo, dejándola tan sólo cubierta con una sedosa prenda interior que hizo que sus sentidos se desbocaran. "Le gustaría comenzar a adueñarse de ti esta noche."

"¿Adueñarse de mi?" preguntó Belle, con apenas una minúscula indirecta de juguetón reproche en su voz ante su elección de verbo.

"Bueno, ya lo ha hecho una vez, y le gustó bastante."

"¿Y le gustaría hacerlo ahora otra vez?" Belle apenas podía pronunciar las palabras, ya que las manos de John ascendían ahora por sus piernas, arrastrando con ellas su camisola sobre sus muslos.

"Mucho, muchísimo."

"¿Lo suficiente como para pasarse el resto de su vida haciéndolo?" le preguntó.

"Mmm-hummm!. Lo bastante para dejar que tú te adueñes de él."

Ella ladeó la cabeza y sonrió. "¿De verdad? "

"Oh, sí. " Sus labios encontraron el hueco donde su cuello se unía al hombro.

Belle se encontró retrocediendo hasta que sintió la cama tras de ella. La boca de John se había movido hacia abajo hasta cubrir uno de sus senos, y a ella le resultaba casi imposible mantenerse en pie. Cayeron juntos sobre la cama.

El calor de su cuerpo la abrasó contra el colchón sólo un momento, antes de que él se incorporara y se arrancara la camisa.

"Dios, Belle" dijo con voz quebrada. "Si sólo supieras… "

"¿Si sólo supiera qué?" preguntó ella, dulcemente, mientras sus ojos se deslizaban sobre su pecho desnudo con femenina apreciación.

Sus manos, que habían estado luchando con los botones de su pantalón, quedaron inmóviles. "Lo mucho…Lo que tú… " Sacudió la cabeza, como si tratara de desatascar las palabras de su garganta. "Mi vida era… " Tragó con dificultad. "No sé como explicarlo."

Belle extendió la mano y tomó la suya. "Entonces muéstramelo."

Él aplastó su femenina palma contra su estómago y la deslizó hasta su corazón. "Esto late por ti," susurró. "Sólo por ti."

Se acercó a ella despacio, como si algún hilo invisible que los uniera tirara de él. El resto de su ropa cayó al suelo, y se pegó a ella, el fuego de sus cuerpos separado sólo por la delgada seda de su camisola.

Belle sentía la urgencia que lo recorría por dentro. Las manos de John vagaron por su piel con una energía casi frenética. El deseo se enroscó por su cuerpo, estimulado por el deslumbrante y ardiente calor de sus manos y sus labios y los incoherentes susurros que brotaban de su boca.

Ella tiró de su camisola, tratando de quitársela, pero él le sujetó las manos. "Déjatela," dijo. "Me gusta."

"Pero quiero sentirte," jadeó ella.

"Puedes sentirme." Extendió su mano sobre su estómago. "Y yo puedo sentirte. Siento la seda, y el calor, y el deseo."

El abdomen de Belle se tensó. El aliento se le escapaba en cortos y ahogados jadeos. Sus caderas se apretaron contra las de él, y la prueba de su deseo se acomodó entre sus muslos. "John, yo… "

"¿Qué, amor? "

"Quiero sentirte entero contra mi."

Un estremecimiento lo recorrió de arriba a abajo, y Belle percibió la tensión de todos sus músculos mientras él luchaba para controlar su deseo.

"No tienes que ir despacio," le susurró. "Yo también te deseo."

Sus ojos se clavaron en los de ella. "Belle, no quiero hacerte daño."

"No me lo harás. Tu nunca podrías hacerme daño."

Las manos de él se posaron en sus muslos, y lentamente los separó, haciendo que su sedosa camisola se alzara en el proceso. La punta de su virilidad se ubicó contra ella, y él comenzó a entrar.

Belle contuvo la respiración cuando lo sintió penetrando en ella. Era el más íntimo de los contactos, y arqueó las caderas para atraerlo aún más adentro. Las acometidas de él se hicieron más rápidas y feroces.

Algo crecía en el interior de Belle. Una fuerza. Una tensión. Crecía, llenándola.

La respiración de John se hizo entrecortada. Hundió sus dedos en su pelo, jadeando su nombre mientras arremetía adelante y atrás, su cuerpo perdido en un ritmo primitivo.

Belle giraba en una espiral hacia el éxtasis. Se aferró a su espalda, tratando de alcanzar algo que estaba muy, muy cercano y… llegó. El placer la apresó, y gritó el nombre de él.

Pero John no la oyó. El grito de ella quedó ahogado por el suyo propio cuando la embistió una última vez y explotó en su interior. Se desplomó encima de ella, todo su cuerpo estremeciéndose por el esfuerzo.

Minutos más tarde, John rodó hacia un lado, llevándola junto con él. Sus cuerpos ya no estaban íntimamente entrelazados, pero John la mantuvo pegada a él.

"Quiero dormirme contigo en mis brazos," le susurró. "Quiero sentirte, y olerte. Quiero saber que estás aquí."

Belle se acurrucó más cerca. "No voy a ir a ninguna parte."

John suspiró, y una sonrisa se formó en sus labios. Frotó su cara contra el pelo de ella, dejando caer un beso en alto de su cabeza. "Mi esposa," dijo, incapaz de esconder el tono maravillado de su voz. "Mi esposa."

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