Belle no tenía ni idea de a dónde se dirigía al salir de la salita, pero cuando tropezó con Mary, su criada, en el pasillo, supo lo que tenía que hacer.
"Ponte la capa, Mary," dijo, con voz inusualmente aguda. "Tengo que salir."
Mary echó un vistazo hacia el exterior a través de la ventana. "Está bastante nublado, milady. ¿Está segura de que el recado no puede esperar hasta mañana?"
"No tengo ningún recado que hacer. Solamente quiero salir."
Mary notó el tono sofocado en la voz de su señora y asintió. "Voy a por mi capa."
Belle se arrebujó en la suya. Ni siquiera había tenido la posibilidad de quitársela después de que ella y John regresaran del Salón de Té Hardiman.
Unos minutos más tarde Mary regresó, apresurándose escaleras abajo. Belle no esperó a que terminara de bajar para abrir la puerta de la calle. Necesitaba aire fresco. Tenía que salir.
Caminaron a zancadas a lo largo de Upper Brook Street en dirección a Park Lane. Mary instintivamente hizo ademán de girar hacia el sur. "¿No quiere ir a Rotten Row?" preguntó cuando Belle siguió caminando hacia delante sin ella.
Belle negó furiosamente con la cabeza. "Quiero escapar de las multitudes."
"Yo no me preocuparía por eso, milady." Mary miró alrededor. Toda la gente bien de Londres se apresuraba a abandonar el parque. El cielo parecía como si fuera a diluviar en cualquier momento. "Realmente creo que debería pensar en regresar a casa. Estoy segura de que va a llover pronto. Y cada vez está más oscuro. Su madre pedirá mi cabeza. O su marido."
Belle se volvió como un resorte. "Ni lo menciones."
Mary retrocedió un paso. "Muy bien, milady."
Belle dejó escapar un suspiro arrepentido al instante. "Lo siento, Mary. No quería ser tan cortante."
Su criada colocó una consoladora mano sobre su brazo. Llevaban ya años juntas, y Mary conocía bien a su patrona. "Está bien, milady. Él la ama muchísimo."
"Ese es precisamente el problema," refunfuñó Belle. Suspiró y se adentró en el parque. Qué distancia recorrieron, no estaba segura. Probablemente no demasiada, pero el viento y el frío la cansaron. Finalmente, dijo a su criada. "Volvamos a casa, Mary."
La criada se permitió un audible suspiro de alivio. Caminaron con dificultad unos momentos hasta que Belle, de repente, detuvo a Mary, extendiendo un brazo frente a su cintura. "Detente", dijo en un susurro.
"¿Qué sucede? "
Belle había entrecerrado los ojos para ver mejor al hombre de cabello rubio que había divisado a unos treinta y tantos metros por delante. ¿Era aquel Spencer?
Con su vista era imposible asegurarlo. Maldición, ¿por qué había sido tan tonta? Jamás se le habría ocurrido salir de paseo al parque con tan sólo una criada como escolta si hubiera estado pensando con claridad. Una gruesa gota de lluvia aterrizó sobre su nariz, sacándola de su inmovilidad.
"Retrocede," susurró a Mary. "Muy despacio. No quiero llamar la atención." Caminaron de puntillas hacia atrás, en dirección a un área arbolada. Belle no creía que el hombre rubio las hubiera visto, y aún así, sus nervios seguían alerta. Probablemente no era Spencer, trató de convencerse. Pero en caso de que lo fuera, sería demasiada coincidencia para creer que también había salido de paseo por Hyde Park en un día frío y ventoso, sin otra razón que tomar un poco de aire fresco. La única explicación de su presencia allí era que la estaba siguiendo, pero el hombre rubio no parecía seguirla.
Aún así, debía ser cuidadosa. Se internó más profundamente entre los árboles.
El aire se estremeció súbitamente con el retumbar de los truenos, y la lluvia comenzó a caer con fuerza, rápida y furiosa. En pocos segundos, tanto Belle como Mary estaban caladas hasta los huesos. "Debemos regresar," gritó Mary, por encima del estruendo.
"No hasta que ese hombre… "
"¡Se ha marchado! " Mary la cogió del brazo y comenzó a tirar de ella hacia el sendero.
Belle se desasió de un tirón. "¡No! ¡No puedo! No si es… " Miró hacia el camino. Ni rastro del hombre. Aunque tampoco es que pudiera ver demasiado. Había oscurecido ya, y la torrencial lluvia no ayudaba.
Un súbito crujido restalló en sus oídos. Belle jadeó, retrocediendo de un brinco. ¿Había sido un trueno? ¿O una bala?
Comenzó a correr.
"¡Milady, nooo! " Mary salió disparada tras de ella.
Presa del pánico, Belle corrió a través de la arboleda, su vestido se enganchaba con las ramas, y su cabello se le arremolinaba sobre los ojos. Tropezó, cayó, y se incorporó para seguir corriendo. Respiraba con fuerza, totalmente desorientada. No vio la rama del árbol que se interponía en su camino.
Está se estrelló contra su frente.
Y ella cayó de espaldas.
"¡Oh, Dios mío!," grito Mary. Se arrodilló y sacudió a Belle. "¡Despierte, milady, despierte!”
La cabeza de Belle se bamboleó de un lado a otro.
"Oh no, oh no," se lamentó Mary. Trató de arrastrar a Belle hacia el sendero, pero la lluvia había empapado sus gruesas ropas, haciéndola demasiado pesada para la criada.
Con un pequeño grito de frustración, Mary apoyó a Belle contra el tronco de un árbol. ¿Se quedaba con ella o iba en busca de ayuda? No le gustaba la idea de dejar a su señora allí sola, desamparada, pero la alternativa… Miró alrededor. Estaban rodeadas de árboles. Nadie las vería nunca allí.
Habiendo tomado su decisión, Mary se enderezó, recogió sus faldas, y echó a correr.
John estaba sentado en la biblioteca, dando vueltas a una copa de whisky. Había alcanzado un grado de angustia tal que ni el alcohol podía hacer que desapareciera, y así, la copa permanecía en sus manos, intacta.
Permaneció sumido en una horrenda inmovilidad, viendo como el sol descendía por detrás del horizonte y desaparecía, escuchando como las diminutas gotas de lluvia repiqueteaban contra el cristal de una ventana y se convertían en gruesos riachuelos.
Debería ir junto a ella. Debería pedirle perdón. Debería dejarla decirle que lo amaba. Sabía que no lo merecía, pero si tanto la trastornaba oírle decir esa verdad… No había nada que sobrecogiera tanto su corazón como ver lágrimas en los ojos de Belle.
Suspiró. Había demasiadas cosas que debería hacer. Pero era un bastardo y un cobarde, y lo aterrorizaba la certeza de que si trataba de tomarla en sus brazos ella lo rechazaría.
Finalmente dejó la copa. Con un suspiro fatalista, se puso en pie. Iría a verla. Y si ella lo rechazaba… Sacudió la cabeza. Era demasiado doloroso pensar en ello.
John subió hasta su habitación, pero no había ninguna señal de que Belle hubiera estado allí desde su discusión. Perplejo, volvió sobre sus pasos, cruzándose con el mayordomo en el rellano de la escalera.
"Disculpe," dijo John. "¿Pero ha visto a Lady Blackwood?"
"No, lo lamento, milord," contestó Thornton. "Creí que estaba con usted."
"No," murmuró John. "¿Está lady Worth en casa?" Seguramente Caroline sabría el paradero de Belle.
"Lord y lady Worth cenan esta noche con sus excelencias, el duque y duquesa de Ashbourne. Se marcharon hace más de una hora."
John parpadeó. "Muy bien. Gracias. Estoy seguro de que encontraré a mi esposa en algún sitio."
Descendió el último tramo de escalones y estaba a punto de buscarla en el salón favorito de lady Worth cuando la puerta de la calle se abrió con estruendo.
Mary jadeaba, su cabello castaño estaba aplastado sobre su cabeza, y todo su cuerpo se estremecía ante el esfuerzo que debía hacer para respirar. Sus ojos se dilataron cuando lo vio. "¡Oh, milord! "
Un helado terror estrujó el corazón de John. "¿Mary? " susurró. "¿Dónde está Belle? "
"Se cayó," jadeó Mary. "Se cayó. Y se golpeó la cabeza. Traté de arrastrarla. Lo hice. Lo juro."
John ya tenía el abrigo puesto. "¿Dónde está? "
"En Hyde Park. Ella…Yo… "
Él la agarró por los hombros y la sacudió. "¿Dónde, Mary? "
"En la arboleda. Ella… " Mary cruzó los brazos sobre su estómago y tosió violentamente. "Nunca la encontrará solo. Iré con usted."
John asintió cortante, la agarró de la mano, y la arrastró de nuevo a la calle
Minutos más tarde, montaba sobre su semental. Mary y un mozo lo seguían sobre Ámbar, la yegua de Belle. John dejaba atrás las calles a toda velocidad, el viento agitando ferozmente su ropa. La lluvia caía con brío, fuerte y helada, y pensar en que Belle estuviera allí fuera sola, en medio de una tormenta tan cruenta lo estremecía de terror.
Pronto llegaron a los límites de Hyde Park. Hizo señas al mozo para que acercara a Ámbar. "¿Por dónde?" gritó.
Apenas pudo oír las palabras de Mary por encima del aullido del viento. Ella señaló al oeste, hacia un área arbolada. John espoleó inmediatamente a Thor a un medio galope.
La luna estaba parcialmente oscurecida por densas nubes de lluvia, así que tuvo que confiar en la iluminación de su farol, que flameaba intermitentemente a causa del viento.
Redujo la marcha de Thor al trote mientras se internaba en la arboleda, dolorosamente consciente de lo difícil que sería divisarla en la densa oscuridad creada por los árboles.
"¡Belle!" gritó, esperando que su voz pudiera ser oída por encima de la tormenta.
No hubo respuesta.
Belle había yacido inconsciente durante casi una hora. Cuando despertó, estaba oscuro, temblaba sin control y su, otrora elegante traje de amazona, estaba empapado. Comenzó a incorporarse, pero fue vencida por el mareo.
"Dios mío," gimió, presionándose la frente con una mano como si así pudiera calmar el cegador dolor que latía en sus sienes. Echó un vistazo alrededor. No había ni rastro de Mary, y Belle estaba completamente desorientada. ¿Cuál era el camino a Mayfair?
"Infierno y condenación." blasfemó, y esta vez no sintió ni una sola punzada de culpabilidad por su atroz lenguaje. Se agarró al tronco de un árbol cercano en busca de apoyo, luchó por ponerse en pie, pero el vértigo rápidamente la venció, y cayó de nuevo en tierra. Lágrimas de frustración se agolparon en sus ojos, derramándose por sus mejillas y mezclándose con la lluvia implacable. Consciente de que no tenía otra opción, Belle comenzó a gatear lentamente. Y luego, pidiendo perdón en silencio por todas aquellas veces que se las había amañado para evitar tener que asistir a la iglesia, comenzó a rezar.
"Oh, por favor Señor, por favor Señor, permíteme llegar a casa. Solamente permíteme llegar a casa antes de que me congele. Antes de que me desmaye otra vez, porque me va a estallar la cabeza. Por favor, prometo que comenzaré a prestar atención a los sermones. No me dedicaré a contemplar las vidrieras de colores. No blasfemaré, y haré caso a mis padres, y hasta trataré de perdonar a John, aunque soy consciente de que Tú sabes el enorme esfuerzo que representará para mí. "
La apasionada letanía de Belle continuó mientras se arrastraba entre los árboles, guiada tan sólo por su instinto, ahora que el sol se había ocultado por completo. La lluvia había provocado que el frío se intensificara, y sus empapadas ropas la envolvían en un despiadado y gélido abrazo. Sus temblores se intensificaron, y los dientes comenzaron a castañetearle audiblemente. Sus plegarias se intensificaron, y dejó de rogar a Dios que le permitiera llegar a casa, conformándose con pedir simplemente que la dejara vivir.
Tenía las manos arrugadas y agrietadas de arrastrarse por el barro de la senda. Entonces oyó el sonido de un desgarrón. Su vestido se había enganchado en un arbusto espinoso que había a un lado de la senda. Trató de liberarse, pero apenas le quedaban fuerzas.
Estremeciéndose a causa del dolor en su cabeza que hacía que se le nublara la vista, reunió la poca energía que conservaba y arrancó su falda de las espinas.
Acababa de reanudar su agónica marcha cuando un relámpago iluminó el cielo. El terror la paralizó, y aturdida se preguntó cómo de cerca habría impactado. Un trueno lo siguió rápidamente, y Belle brincó aterrada, aterrizando sobre su trasero.
Permaneció sentada en medio del fangoso sendero durante unos segundos, tratando de recobrar el control de su tembloroso cuerpo. Con gesto trémulo, se apartó los rizos que tenía pegados sobre la cara y trató de acomodarlos tras sus orejas. Pero la lluvia y el viento eran despiadados, y su pelo de inmediato estuvo de vuelta sobre sus ojos. Estaba tan espantosamente cansada. Tan fría y agotada. Otro relámpago desgarró el cielo oscuro, pero esta vez iluminó la figura de un jinete y su caballo aproximándose por la senda, a su espalda.
¿Podría ser?
Belle contuvo la respiración y se olvidó de toda la furia que había sentido hacia el hombre que cabalgaba hacia ella. "¡John! " gritó, rezando para que pudiera oírla por encima del aullido del viento, porque si no lo hacía, ella pronto terminaría aplastada bajo los cascos de Thor.
El corazón de John dio un vuelco al oír su grito, y cuando volvió a latir, amenazaba con salírsele del pecho. Apenas podía distinguir su figura sobre la senda, aproximadamente a unos diez o doce metros por delante de él.
El pelo de ella era tan pálido que capturó la poca luz de luna que se filtraba en la oscuridad y brilló como un halo. Él redujo velozmente la distancia entre ambos y desmontó.
"¿John?" preguntó Belle, estremeciéndose y casi incapaz de creer que estuviera allí, delante de ella.
"Shhh, mi amor. Ya estoy aquí." Se arrodilló en el barro y tomo su rostro en sus manos. "¿Dónde te has herido? "
"Tengo mucho frío."
"Lo sé, amor. Voy a llevarte a casa." El alivio de John por haberla encontrado rápidamente se convirtió en temor cuando la tomó en brazos y sintió sus violentos estremecimientos. Dios misericordioso, había permanecido allí fuera, bajo esa lluvia helada durante al menos una hora, y su pesado traje de amazona estaba empapado.
"Intentaba… intentaba arrastrarme hasta casa," logró articular Belle. "Tengo tanto frío."
"Lo sé, lo sé," canturreó él. Infiernos, ¿por qué había ido arrastrándose? Pero no había tiempo para considerar tales preguntas. Los labios de Belle se estaban poniendo levemente azulados, y sabía que debía hacerla entrar en calor inmediatamente. "¿Puedes aguantar en la silla, mi amor?" le preguntó, subiéndola al caballo.
"No lo sé. Tengo mucho frío."
Belle comenzó a deslizarse de la montura mientras John montaba y tuvo que enderezarla de nuevo. "Agárrate al cuello de Thor hasta que yo monte contigo. Te prometo que yo te sujetaré todo el camino de vuelta a casa."
Con los dientes castañeteando, Belle asintió, agarrándose al semental con todas su fuerzas. En cuestión de segundos, John se colocaba tras ella y su fuerte brazo ciñó ferozmente su cintura. Belle se dejó caer contra su pecho y cerró los ojos. "N-no puedo parar de temblar," dijo débilmente, parecía un niño tratando de justificarse. "Tengo tanto frío."
"Lo sé, mi amor."
Mary y el mozo aparecieron tras ellos. "Síganme," gritó John. No tenía tiempo para dar explicaciones sobre el estado de Belle. Espoleó a Thor para ponerlo al galope, y se lanzaron a través de los árboles.
Firmemente recostada contra el pecho de John, Belle, lentamente, dejó que la feroz tenacidad que la había impelido a avanzar la abandonara. Sintió que su mente se liberaba de su cuerpo, y la verdad sea dicha, se sentía tan condenadamente cansada, aterida y dolorida que se alegró de dejarla ir. Estaba entumecida y extrañamente feliz ahora que sus dolores y padecimientos se desdibujaban. "Ya no siento frío," murmuró, con voz sobrecogedora.
"Oh, Cristo," blasfemó John, esperando haberla oído mal. Le dio un fuerte empujón. "Independientemente de cómo te sientas, no te duermas. ¿Me oyes, Belle? ¡No te duermas!" Cuando no respondió inmediatamente, le dio otro empujón.
Belle no abrió los ojos. "Pero estoy muy cansada."
"No me importa," dijo John, inflexible. "Permanecerás despierta. ¿Me entiendes? "
A Belle le llevó unos segundos comprender su orden. "Si tú lo dices," contestó finalmente.
Durante el resto del trayecto, John alternó entre espolear a Thor para mantenerlo a toda la velocidad que el terreno permitía y sacudir a la temblorosa Belle para impedir que se durmiera. Tenía que conseguir llevarla a casa y hacerla entrar en calor. Le aterrorizaba la idea de que si se dormía no tuviera energía suficiente para volver a despertar.
Después de lo que le parecieron horas, salieron de entre los árboles y ganaron velocidad mientras cabalgaban a toda velocidad a través de Hyde Park y de las calles de Londres. Se detuvieron frente a los escalones de entrada de la residencia de los Blydon. John desmontó velozmente, llevando a Belle junto con él. El mozo que los seguía a caballo con Mary se hizo cargo de las riendas para conducir a Thor de vuelta a los establos. Después de mascullar un rápido agradecimiento, John entró a zancadas en el vestíbulo, llevando a Belle en sus brazos.
"¡Thornton!" gritó.
En unos segundos el mayordomo se materializó frente a él.
"Ordene preparar un baño caliente inmediatamente. Que lo pongan en mi habitación."
"Sí, milord, en seguida milord." Thornton se volvió hacia la señora Crane, el ama de llaves que lo había seguido hasta el vestíbulo.
Antes de que pudiera decir una palabra, ella ya había asentido y se apresuraba a subir.
John subió la escalera tan rápido como le era posible, su pierna buena sorteaba los escalones de dos en dos. Llegó al rellano con Belle suavemente apretada contra su pecho. "Ya casi estamos, mi amor," murmuró. "Te prometo que te daré calor."
La cabeza de Belle se movió ligeramente. John deseaba que fuera porque lo había oído y asentía, pero tenía el descorazonador presentimiento de que el movimiento era únicamente debido a la velocidad con la que él la transportaba. Cuando alcanzaron a su habitación, dos criadas llenaban apresuradamente una bañera. "Calentamos el agua tan rápido como podemos, milord," dijo una de ellas a toda prisa, haciendo una reverencia.
John asintió cortante y posó a Belle sobre una toalla que había sido extendida encima de la cama. El cabello se apartó de su rostro, revelando un feo hematoma de tono purpúreo que ensombrecía su frente. John sintió que sus pulmones se quedaban sin oxigeno y una rabia indecible se apoderó de él. Contra qué, no estaba seguro…lo más probable que contra si mismo.
"¿John?" preguntó ella débilmente, con un revoloteo de sus párpados.
"Estoy aquí, mi amor. Estoy aquí."
"Me siento rara, muy rara. Tengo frío, pero no lo siento. Creo, creo que estoy…" Belle había estado a punto de decir "muriendo", pero su último pensamiento racional antes de desmayarse fue que no quería preocuparlo.
John maldijo entre dientes, notando al instante el momento en que ella se alejaba de él. Con dedos entumecidos pero firmes se apresuró a desabrochar los helados botones del traje de amazona. "¡No me dejes, Belle!" gritó. "¿Me oyes? ¡No puedes dejarme ahora! "
La señora Crane entro ajetreada en la habitación, llevando dos cubos más de agua humeante. "¿Milord?" preguntó. "¿Está seguro de hacerlo? Es decir quizás una mujer… "
Él se dio la vuelta y dijo en tono extremadamente acerado, "Es mi esposa. Yo me ocuparé de ella."
La señora Crane asintió rígidamente y abandonó la habitación.
John volvió de nuevo su atención a los botones de Belle. Cuando hubo terminado, abrió la chaquetilla y se la sacó por los brazos. Murmurando una apagada maldición, rasgó su camisola interior de arriba a abajo. Se le pegaba de tal forma al cuerpo que le habría llevado demasiado tiempo quitársela. Además, de esta forma ella podía seguir tumbada. Silenciosamente, posó una mano sobre sus costillas. Tenía la piel pálida y húmeda. Con renovado temor, John redobló sus esfuerzos y la despojó de la empapada falda y enaguas.
Cuando estuvo desnuda en sus brazos, la llevó hasta la humeante bañera que ya estaba casi llena. Se arrodilló y metió un dedo en el agua. Frunció el ceño. Tal vez estaba caliente de más, pero no estaba seguro de tener tiempo para esperar a que se enfriara. Con una plegaria en los labios, introdujo a Belle en la tina. "Ya está, amor. Te prometí que te daría calor."
Ella no respondió a la calidez del agua. "Despierta Belle," la azuzó John, sacudiendo sus esbeltos hombros. "No puedes dormir hasta que no hayas entrado en calor."
Belle masculló algo ininteligible y lo empujó débilmente con la mano.
John tomó el combativo gesto como una buena señal, aunque seguía creyendo que debía conseguir despertarla. La sacudió de nuevo, y cuando no funcionó, hizo lo único que se le ocurrió. Le sumergió la cabeza bajo el agua.
Belle emergió entre balbuceos, y durante unos instantes hubo una mirada de absoluta lucidez en sus ojos. "¡¿Qué demonios haces?! " gritó.
"Calentándote, amor," dijo John con una sonrisa.
"Bien, pues no estás haciendo buen trabajo. ¡Estoy helada! "
"Lo hago tan rápido como puedo."
"El agua me hace daño."
"Es inevitable, me temo. Te escocerá un poco mientras te entibia."
"Está demasiado caliente."
"No, amor, eres tú quién está demasiado fría. "
Belle se quejó agotada como un bebé. Entonces bajó la vista, miró las grandes manos de John acariciando suavemente su piel desnuda, y se desmayó.
"Dios todopoderoso," blasfemó John. Ella era otra vez un peso muerto, y si la soltaba aunque fuera un momento, estaba seguro de que se ahogaría. "¡Thornton!" bramó.
Thornton, quien había estado rondando solícitamente tras la puerta cerrada, apareció al instante. Echó un vistazo a la joven dama desnuda en la bañera, tragó nerviosamente, y se volvió de espaldas. "¿Sí, milord? "
"Traiga a alguien que encienda un fuego aquí. Esto está tan frío como un madito depósito de cadáveres."
"Sí, milord. Yo mismo me encargaré, milord." Thornton fue a ocuparse de la chimenea, manteniéndose escrupulosamente de espaldas a la tina.
Pasados unos minutos John estaba satisfecho de que el helor hubiera desaparecido de la piel de Belle, aunque estaba seguro de que ella todavía se sentía helada en su interior. La sacó del agua, secó tiernamente su piel con una toalla, y la depositó en la cama. La tapó con las sabanas, arropándola como a una niña. Sin embargo, en pocos instantes, ella comenzó a temblar de nuevo. John le puso una mano en su frente. Estaba caliente, pero si no se equivocaba, en una hora estaría ardiendo.
Suspiró y se hundió en un sillón. Iba a ser una noche espantosamente larga.
Tenía tanto, tantísimo frío. ¿Por qué no podía entrar en calor? Belle se removió y giro en la enorme cama, su cuerpo frotándose por instinto contra las sabanas para entrar en calor.
Era horrible. El dolor había vuelto, y le dolía cada uno de los huesos y de los músculos del cuerpo. ¿Y qué era ese extraño repiqueteo? ¿No podían ser sus dientes? ¿Y por qué demonios tenía tantísimo frío?
Apretando los dientes por el esfuerzo, Belle se obligó a abrir los ojos. Un fuego ardía en la chimenea. Fuego. El fuego le daría calor. Apartó las sabanas y trabajosamente avanzó hacia los pies de la cama. Seguía demasiado lejos. Con agonizante lentitud, movió las piernas a un lado de la cama. Se miró a si misma confusa. ¿Por qué no llevaba nada puesto? Da igual, decidió, descartando el pensamiento. Tenía que concentrarse en aquel fuego.
Dejó que sus pies se apoyaran en el suelo, e inmediatamente sus piernas se doblaron bajo su peso. Cayó, aterrizando dolorosamente sobre la alfombra con un golpe ahogado.
John, que se había quedado dormido en el sillón que había colocado al lado de la cama, despertó al instante. Miró la cama vacía y se incorporó de un salto. "¿Belle?" Recorrió la habitación con la vista frenéticamente. ¿Dónde podía haber ido ella en su estado?
Y desnuda, además.
Oyó un gemido de dolor al otro lado de la cama y se apresuró en esa dirección. Belle yacía sobre el suelo hecha un bulto. Se agachó y la tomó en brazos. "¿Qué demonios haces ahí abajo, amor?"
"Fuego," graznó Belle.
John la miró sin expresión.
"¡Fuego!" repitió ella, con un poco más de urgencia, dándole un débil empujón.
"¿Qué pasa con el fuego?"
"Tengo frío."
"¿Tratabas de llegar junto al fuego?"
Belle suspiró y asintió.
"Creo que deberías quedarte en la cama. Te pediré más mantas."
"¡No!" gritó Belle, y John se tambaleó ante su frenético forcejeo. "Quiero el fuego."
"Te diré lo que vamos a hacer, ¿por qué no te pongo en la cama y le traigo una vela para que la tengas cerca."
"Estúpido."
Dios lo ayudara, casi se rió. "Venga, cariño. Vuelve a la cama." La acostó y la tapó con las sabanas, tragando nerviosamente mientras las remetía a su alrededor. Había estado tan graciosa y adorable que por un momento había olvidado lo gravemente enferma que estaba.
Pero no podía seguir engañándose. Sólo un milagro impediría que la fiebre se apoderara de su agotado cuerpo, y John no creía en los milagros. Definitivamente iba a empeorar antes de que llegara la mejoría.
Belle seguía inquieta. "Agua," pidió con voz ronca.
John le acercó un vaso a los labios, usando un paño para secar el agua que se derramó por su barbilla. "¿Mejor? "
Belle se lamió los labios resecos. "No me dejes."
"No lo haré."
"Estoy asustada, John."
"Lo sé, pero no tienes de qué preocuparte," mintió él. "Ya verás."
"Ya no tengo frío."
"Eso es bueno," dijo él, alentadoramente.
"Aún siento la piel un poco fresca, pero por dentro… " Tosió, y todo su cuerpo se estremeció de los espasmos. Cuando finalmente se calmó, terminó su pensamiento. "…por dentro estoy ardiendo."
John reprimió su desesperación. Tenía que ser fuerte para ella. Tenía que compartir esta batalla con ella. No estaba seguro de que fuera capaz de conseguirlo sola. "Shhh, querida," dijo con dulzura, acariciándole suavemente la ceja. "Duérmete. Tienes que descansar un poco."
Belle se fue adormeciendo. "Olvidé decírtelo," masculló. "Olvidé decírtelo esta tarde."
¿Esa tarde? Dios, pensó John, parecía que había transcurrido una eternidad.
"Olvidé decírtelo," insistió Belle.
"¿Qué, cariño?" le preguntó suavemente.
"Que siempre te amaré. No importa si tú no me amas también."
Y por primera vez, él no sintió aquella extraña sensación de angustia.