Capítulo 18

11:57.

Henry intentó agarrarse de los pliegues de su bata de dormir cuando miro el reloj en su mesa de noche. Era una tonta para comportarse así, por amor a él, había accedido a este plan, si bien supo que su comportamiento era más que indecente. Se rió ahogadamente y torcidamente para sí misma cuando recordó cómo se había despreocupado de la etiqueta cuando estaba en Stannage Park. Despreocupada e inconsciente. Dos semanas en Londres habían puesto en evidencia que una señorita no debía dejar a un hombre entrar en su dormitorio, especialmente cuando el resto de la casa estaba oscura y sus ocupantes dormidos.

Pero ella no podía lograr tener suficiente miedo para rehusarle. Lo que deseaba y lo que sabía que era lo correcto eran dos cosas claramente diferentes, y el deseo ganaba por un alto margen.


11:58.

Se sentó en la cama, entonces, dándose cuenta dónde se había ido a sentar brincó del susto como si la quemaran.

– Cálmate, Henry, -masculló, cruzando los brazos, descruzándolos, cruzándolos de nuevo. Anduvo de arriba abajo por el cuarto, caminó lentamente hacia el espejo, reflejaba un aspecto severo, entonces descruzó los brazos otra vez. No quería recibirle holgazaneando en la cama, pero no había necesidad de parecer tan huraña.


11:59.

Un golpecito leve sonó en la puerta. Henry voló a través del cuarto y lo abrió.

– Llegas temprano, -susurró frenéticamente.

– ¿Eso hago? -Dunford metió su mano en el bolsillo para ver el reloj de cadena.

– ¿Entras? -Ella le rechifló, metiéndolo bruscamente adentro-. Alguien te podría ver ahí fuera.

Dunford dejó caer el reloj de cadena de vuelta a su bolsillo, sonriendo ampliamente todo el tiempo.

– ¡Y para de sonreír! -Ella añadió ferozmente.

– ¿Por qué?

– ¡Porque eso… me hace sentir cosas extrañas!

Dunford desvió su mirada al cielo raso en un intento de abstenerse de reír en voz alta. Si ella pensase esa declaración lo obligaría a dejar de sonreír, ella estaba mal del cerebro.

– ¿De qué quieres hablar conmigo? -Ella susurró.

Él estuvo a su lado en dos pasos.

– Por el momento, -se quejó.

– Primero tengo que…

Él dejó a sus labios completar la frase cuando capturaron los de ella en un beso abrasador. No tenía la intención de besarla de inmediato, pero se veía condenadamente adorable en su bata de dormir con su pelo flotando alrededor de su cara. Ella gimió suavemente, como un bebe, y su cuerpo cambió de posición ligeramente, reacomodándose en sus brazos.

A regañadientes decidió alejarse de ella.

– No vamos a conseguir hablar ni un poco si continuamos así… -Sus palabras se desvanecieron cuando percibió una expresión deslumbrante en la cara de Henry. Sus labios eran insoportablemente sonrosados aún a la luz de la vela, y se abrieron ligeramente mostrándose húmedos-. Bien, puede ser uno más…

La atrajo hacia él otra vez, sus labios buscando los de ella en otro beso notablemente cabal. Ella le devolvía el beso con el mismo sentimiento, y él débilmente se dio cuenta de que sus brazos se habían sujetado a su cuello. Una chispa diminuta de razón surgió, pero para permanecer activa debía separarse de ella nuevamente, así que se alejó.

– Ya basta, -él masculló, la reprimenda era para si mismo. Respirando fatigosamente la miró.

Un error garrafal. Otro momento fogoso de gran necesidad se meció a través de él al verla.

– ¿Por qué no te sientas sola por allí? -Dijo roncamente, agitando su mano en ninguna dirección particular.

Henry, que no sabía que el beso le había sacudido a él igual que a ella, tomó literalmente la dirección. Sus ojos siguieron la dirección de su brazo y dijo,

– ¿En la cama?

– ¡No! Quiero decir… -él se aclaró la voz-. Por favor no te sientes en la cama.

– Está bien, -ella dijo lentamente, mudándose a un sillón azul y blanco.

Dunford tuvo cuidado en no acercarse, caminó hacia la ventana, intentando darle su cuerpo tiempo para enfriarse. Ahora que estaba realmente aquí, en el cuarto de Henry a medianoche, no estaba seguro de hacer lo correcto. De hecho, quedó convencido que cometía un gran error. Originalmente había pensado llevar a Henry de picnic al día siguiente y declararse a ella entonces. Pero esta noche en la cena, se había dado cuenta de golpe que sus sentimientos por ella iban más allá del afecto y el deseo. La amaba.

No, acaba de amarla. Él la necesitaba. La necesitaba como necesitaba la comida y el agua, como las flores en Stannage Park necesitaban al sol. Sonrió torcidamente. Él la necesitaba como ella necesitaba a Stannage Park. Recordó cómo, una mañana mientras desayunaban en Cornualles, ella había estado contemplando fuera de la ventana con una expresión de éxtasis puro. Supuso que era como se veía el rostro de él cada vez que la miraba.

Y así es que mientras él estaba sentado allí, cenando en el comedor informal de Westonbirt, un pedazo de espárrago colgando de su tenedor, repentinamente se había vuelto imperativo decirle a ella todos su sentimientos esta noche. Estos sentimientos eran tan poderosos que dolía mantenerlos en secreto. Tener una cita secreta había parecido la única opción.

Él tenía que decirle cuánto la amaba, y con Dios como testigo, no iba a dejar este cuarto hasta que ella le dijera lo mismo.

– Henry. -Se dio la vuelta. Ella se ponía derecha muy derecha en su silla. Él se aclaró la voz y dijo otra vez-, Henry.

– ¿Sí?

– Probablemente no debería haber venido esta noche.

– No, -dijo ella, sonando como si ella no lo quisiese decir.

– Pero necesitaba verte a solas, y mañana parecía una eternidad.

Sus ojos se dilataron. Dunford normalmente no hablaba en esos términos tan dramáticos. Se veía muy agitado, casi nervioso, y definitivamente él no se ponía nervioso casi por nada. Abruptamente él acortó la distancia entre ellos, entonces se arrodilló en el suelo, a sus pies.

– Dunford, -ella forzó la voz, sin estar segura de lo que iba a pasar y qué tenia que hacer.

– Shhh, mi amor, -él le dijo. Y entonces se percató que era eso exactamente. Ella era su amor.

Te amo, Henry, -él dijo, su voz como terciopelo áspero-. Te amo más de lo que nunca soñé que podría amar a una mujer. Amo que a ti te gusta todo en este mundo que pienses que todo es bello y bueno. Como las estrellas en el cielo, y cada hojita de hierba en Stannage Park. Te amo con todas tu facetas tan valiosa como un diamante y hasta te amo con Rufus incluido, y – "

– Oh, Dunford, -dijo ella precipitadamente-. Yo te amo también. Hace tanto tiempo. -Se deslizó al piso junto a él y asió sus manos con las suyas. Besó cada uno de sus dedos, y en ese momento se abrazaron-. Te amo tanto, -gimió otra vez-. Muchísimo. Tantísimo, y por mucho tiempo.

– He sido un idiota, -dijo él-. Debería haberme dado cuenta de qué tesoro eras desde el momento que te vi. He desperdiciado tanto tiempo.

– Sólo un mes, -ella dijo trémulamente.

– Parece que te esperado por siempre.

Ella se movió para sentarse sobre la alfombra, poniéndose junto a él.

– Ha sido el mes más feliz de mi vida.

– Espero hacer el resto de tu vida igual de feliz, mi amor. -Metió su mano en el bolsillo y sacó algo de él.

– ¿Te casarás conmigo?

Henry había sabido que él se declararía, había esperado que lo hiciera en una excursión campestre, pero todavía estaba nerviosa. Las lágrimas fluyeron de sus ojos, y sólo podía asentir con la cabeza, aparentemente había perdido el habla.

Dunford desenredó los dedos de su puño para revelar un sensacional anillo de diamantes, un set cortado en óvalo de piedra muy simplemente en una banda de oro.

– No podría hallar nada que rivalizara con el destello de tus ojos, -le dijo suavemente-. Esto fue lo mejor que pude encontrar.

– Es bello, -dijo ella cuando pudo respirar-. Nunca he poseído una joya así. -Lo miró ansiosamente-. ¿Realmente podemos permitirnos ese lujo?

Dunford dejó escapar una breve carcajada, divertido por su preocupación por sus finanzas; Obviamente ella no se había dado cuenta que aunque sin título, su familia era una las más ricas en Inglaterra. Él también, ridículamente, estaba satisfecho con la forma que ella había dicho, ¿Realmente podemos permitirnos ese lujo? Él subió su mano hasta sus labios, caballerosamente la besó, y dijo-: te informo, bribona, todavía tenemos bastante para comprar un nuevo rebaño de ovejas para Stannage Park si quieres.

– Pero varios de los pozos necesitan repararse, y la…

– Calla. -Él pellizcó sus labios cerrados-. No tienes que preocuparte por dinero nunca más.

– Nunca me preocupe de eso antes, -ella intentó decir mientras él todavía sujetaba su boca. Él suspiró y dejó que continuase-, soy simplemente frugal, eso es todo.

– Eso está bien. -Él inclinó su barbilla arriba con su dedo índice y colocó un beso dulce en sus labios-. Pero si mi esposa quiere ser un poco derrochadora de vez en cuando y comprarme un presente, no me quejare de ello.

Henry admiró el anillo que había deslizado en su dedo, un temblor de excitación apresurándose a través de ella cuando usó la palabra "esposa".

– "Ninguno," -ella se quejó, sintiéndose muy frívola y completamente femenina. Después de examinar el anillo de izquierda a derecha y mirarlo a la luz de las velas, se volvió a mirarlo y preguntó explícitamente-, ¿Cuándo podemos estar casados?

Él llevó su cara a sus manos y la besó otra vez.

– Creo que tu encanto y sinceridad es lo mejor que tienes, amor.

– ¿Qué? -Ella preguntó, no importándole las palabras cariñosas y halagos que le decía.

– Eres completamente honesta, sin hipocresías y tapujos, y refrescantemente directa.

– ¿Todas buenas cualidades, espero"?

– Por supuesto, bribona, aunque supongo que pudiste haber sido un poco más sincera conmigo cuando llegué a Stannage Park. Podríamos haber podido aclarar todo ese desorden sin aventurarnos a entrar en la porqueriza.

Henry sonrió.

– ¿Pero cuándo podemos estar casados?

– Pienso que en dos meses, -dijo él, las palabras enviando una ola atormentadora de a frustración a su cuerpo.

– ¿Dos meses?

– Tengo miedo por ti, mi amor.

– ¿Estás demente?

– Aparentemente, pues muy probablemente padeceré por quererte durante ese tiempo.

– ¿Entonces por qué no obtienes una licencia especial y nos casamos la semana próxima? No puede ser muy difícil obtener una. Emma dijo que ella y Alex se casaron por una licencia especial. -Hizo una pausa y frunció el ceño-. Ahora que pienso acerca de eso, Belle Y John también lo hicieron.

– No quiero que sufras cualquier murmuración sobre tu precipitado matrimonio, -él dijo secamente.

– ¡Sufriré mucho más si no puedo estar contigo! -dijo, un poco molesta.

Otra ola de deseo pulsó a través de su cuerpo. No pensaba que ella había querido decir la palabra "estar contigo" en el sentido carnal, pero le enardeció no obstante. Controlándose y hablando duramente, le dijo:

– Habrá chismes porque soy tu tutor. No quiero empeorar la situación para que se descubra que estuvimos solos más de una semana en Cornualles.

– No pensé que a ti te preocuparan los chimes y las criticas de la nobleza.

– Me preocupas tú, Bribona. No quiero verte sufrir.

– No lo haré. Lo prometo. ¿Un mes?

– No hay nada que yo más quiera que casarme contigo en una semana, pero estoy tratando de ser adulto al respecto. Seis semanas.

– Cinco.

– Está bien, -él dijo, cediendo fácilmente porque su corazón estaba a su lado aunque su mente no.

– Cinco semanas, -dijo ella, no sonando terriblemente contenta con su victoria-, es tanto tiempo.

– No bribona, no es tanto tiempo. Tendrás un montón de cosas para mantenerte ocupada.

– ¿Tendré?

– Caroline querrá ayudarte a comprar tu ajuar, y creo que Belle y Emma querrán participar también.

– Si estoy en lo cierto mi madre también querrá ayudar, pero esta de vacaciones en el Continente.

– ¿Tienes una madre?

Él alzo el una ceja.

– ¿Como piensas que nací, crees que soy de origen divino? Mi padre era un hombre notable, pero incluso él no podía ser tan talentoso.

Henry arrugó la cara para mostrarle que su pregunta era seria.

– Tú nunca la mencionas. Raras veces mencionas a tus padres, eso es todo.

– No veo mucho a mi madre ahora que mi padre ha fallecido. Ella prefiere los climas más cálidos del Mediterráneo.

Un momento de silencio incomodo surgió entre ellos cuando Henry, repentinamente, se percató que estaba sentada sobre el suelo de su dormitorio en su bata de dormir, en la compañía de un hombre de forma disoluta viril, que no exhibía intenciones de dejar en cualquier momento su cuarto.

Y lo más abrumador era que no se sentía incómoda por ello. Suspiró, al pensar que debía tener alma de una mujer de la vida.

– ¿Qué ocurre, cariño? -murmuró Dunford, tocando su mejilla.

– Acabo de pensar que debo pedirte que te marches, -ella susurró.

– ¿Debes?

Ella asintió con la cabeza.

– Pero no quiero.

Él respiro lastimeramente.

– Algunas veces pienso que no sabes lo que dices.

Ella colocó su mano en la de él.

– Si que lo sé.

Él tuvo la impresión de ser un hombre inducido a la tortura. Se inclinó hacia adelante, con la seguridad de que así sólo podría acabar en una bañera muy fría y solitaria pero incapaz de resistir la tentación de algunos besos robados. Él contorneó sus labios con su lengua, saboreando el dulce sabor de ella.

– Eres tan hermosa, -se quejó-. Exactamente como siempre quise.

– ¿Exactamente qué quieres? -Ella hizo eco con una risa temblorosa.

– Mmm-hmm. -Él deslizó su mano dentro de su bata de dormir y la dejó descansar sobre su seno, cubierta con su camisón de algodón-. Detener el tiempo.

Henry dejó su cabeza caer hacia atrás para que sus labios le besaran la línea de su garganta. El calor de él pareció estar en todos sitios, y estaba indefensa en contra de esta acometida de sus sentidos. Su aliento se volvió irregular y se detuvo totalmente cuando él masajeo su seno, apretando suavemente su pezón.

– Oh, Dios mío, Dunford, -ella se quedó sin aliento, luchando por tomar aire-, oh, mi Dios.

Su otra mano se deslizó hacia abajo hasta que ahuecó con suavidad su firme y redondeado trasero.

– Esto no es suficientemente, -él dijo ferozmente-. Válgame Dios, esto no es suficiente. -Abrazándola fuertemente contra su erección, él la bajó, colocándola sobre la alfombra. En la oscilante luz de las velas su pelo castaño pareció centellear y transformar en oro su suaves rizos. Sus ojos eran plata derretida, lánguidos y drogados con deseo. Le llamaban a…

Abrir con su mano los pliegues sedosos de su túnica y tirarla al suelo. Su camisón era de algodón blanco, sin mangas pero casi virginal. El pensamiento corrió a velocidad a través de su mente, que él era el primer hombre que alguna vez la vería así. Y el único hombre que alguna vez la haría suya. Nunca soñó que él podría sentirse así de posesivo, sólo con verla y percibir el olor de su cuerpo virgen. Un instinto primitivo y abrasador le hizo querer tenerla para él.

Quería poseerla, devorarla.

– Dios mío ayúdame, -quería guardarla bajo llave donde ningún otro hombre la podría ver.

Henry clavó los ojos en su cara, para observarle convertirse en una máscara de emoción penetrante.

– ¿Dunford? -dijo con indecisión-, ¿qué pasa?

Él la contempló un momento, intentando aprender de memoria sus características, directamente hacia la diminuta marca de nacimiento en su oreja derecha.

– Nada, -finalmente dijo-. Es simplemente…

– ¿Simplemente qué?

Él dejó salir una risa ronca, humilde.

– Es simplemente… las cosas que me haces sentir -levantó la mano de ella y la colocó encima de su corazón, para que sintiera su latidos-. Es tan fuerte… que me asusta.

La respiración de Henry se encogió en su garganta. Nunca había soñado que él podría asustarse de algo. Sus ojos se consumían en una intensidad poco familiar, y salvajemente se preguntó si ella se veía de la misma manera. Agarró su mano, subiendo sus dedos a su cara, y cariñosamente los besó.

Él gruñó de placer y atrapó su mano, encarcelándola en su boca. Besó las puntas de sus dedos, sin permanecer mucho tiempo sobre cada uno como si fuera un dulce delicioso. Luego regresó a su dedo índice, lamiéndolo en círculos perezosos con su lengua.

– Dunford, -ella se quedó sin aliento, apenas capaz de pensar mientras él le seguía besando los dedos.

Él tomó su dedo más allá en su boca, chupeteo amablemente como él corrió su lengua sobre su uña.

– Has estado lavándote la cabeza, -él dijo suavemente.

– ¿Cómo lo supiste?

Él chupó otra vez amablemente antes de contestar.

– Sabes a limón.

– Tienen un limonero aquí, -ella dijo, apenas reconociendo su voz-. Y Emma dijo que podría…

– ¿Hen?

– ¿Qué?

Él sonrió, lenta y perezosamente.

– No quiero saber del árbol de limón de Emma.

– No pensé que quisieras hacerlo, -ella dijo en silencio.

Él se bajó algunas pulgadas.

– Lo que yo que quiero hacer es besarte.

Ella no se movió, no podría moverse, así también podría fascinarse viendo la luz salir de sus ojos.

– Y pienso que tú quieres que te bese, también.

Trémulamente, ella asintió con la cabeza.

Él cerró la distancia entre ellos hasta que sus labios estuvieron posados amablemente en contra de la de ella. Él hizo un reconocimiento de ella lentamente y recorrió su boca, sin exigir nada que ella no estuviera preparada para darle. Henry sentía un hormigueo en su cuerpo entero. Cada pulgada suya sentía calor y deseo. Sus labios se entreabrieron ligeramente, y un gemido suave salió.

El cambio en Dunford fue instantáneo. Ese sonido diminuto, ese gimoteo de deseo provocó algo intenso y desesperado dentro de él, y se convirtió en un agresor feroz, marcando su cuerpo con el suyo. Sus manos estaban en todo lugar, explorando la curva suave de su cintura, corriendo de arriba abajo por la longitud suave de sus piernas, hundiéndose en la masa pesada de su pelo. Expresó con gemidos su nombre repetidas veces, casi como una letanía de deseo. Estaba como si se ahogaba; Aferrarse a ella fue su única manera de mantenerse a flote.

Y de nuevo, otra vez, no fue suficiente. Sus dedos, sorprendentemente ágiles, deslizaron los botones del camisón, dejado libre de la bata blanca de algodón del cuerpo de ella.

Él se quedo sin aliento.

– Dios mío, Henry, -susurró respetuosamente-. Eres bellísima.

Sus manos se movieron por reflejo para taparse, pero él las mantuvo alejadas, diciendo,

– No lo hagas. Eres perfecta.

Henry yació semidesnuda, todavía incómoda bajo su mirada fija inquebrantable. Se sintió demasiado desnuda y dijo:

– Yo no puedo," dijo ella finalmente, intentando ponerse de nuevo su camisón.El se lo quito totalmente.

– Sí puedes -él se quejó dándose cuenta de su incomodidad, pero lo que más le afectó fue su vulnerabilidad que el miedo de su intimidad.

– Tú puedes. -Cubrió uno de sus pechos con su mano grande, derivando una cantidad desmesurada de placer acariciando su pezón arrugado debajo de su toque.

Él se apoyó abajo, a duras penas percibiendo la expresión incrédula en su cara cuando se llevo el pezón a su boca. Ella se quedó sin aliento y corcoveó debajo de él. Sus manos intentaron agarrarse de su cabeza, y él tuvo el sentimiento que ella no estaba segura de si estaba tratando de acercarlo o apartarlo a la fuerza. Él le beso la piel arrugada del pezón mientras su lengua corría alrededor de su perímetro así como sus manos apretaban la redondez delicada de sus pechos.

Henry no estaba segura de si estaba muerta o viva. En particular no se sintió como si estuviera muerta, pero nunca había estado muerta antes, ¿Cómo sabría ella? Y ciertamente nunca había experimentado tales sentimientos intensos mientras vivía.

Dunford levantó la cabeza y miró con atención su cara.

– ¿Qué estás pensando? -le preguntó con voz ronca, divertida y curiosa acerca de la expresión extraña en su cara.

– No lo creerías, -dijo ella riendo temblorosamente.

Él sonrió, con decisión, más bien continuaría acariciándola antes que proseguir con el tema. Con un gruñido muy contento, movió su cabeza a su otro seno y empezó a besarlo hasta que su pezón se puso erecto.

– Te gusta esto, ¿verdad? -Él se quejó, oyendo sus pequeños quejidos de placer. Sintiendo un puro y abrumador afecto hacia ella, él se movió para que sus rostros queden frente a frente y le acaricio la nariz con la suya-. ¿ Me acordé de decirte en los últimos cinco minutos que te amo?

Incapaz de suprimir una sonrisa, ella negó con la cabeza.

– Te amo.

– Te amo, también, pero… -Sus palabras se desvanecieron, y ella se sintió avergonzada.

– ¿Pero qué? -Él tocó su mejilla, moviéndole la cara ligeramente, a fin de que ella no pudiese evitar mirarlo.

– Acabo de preguntarme… Es decir… -Ella se detuvo y se mordió los labios antes de continuar con-: sólo quiero saber si hay algo que pueda hacer, es decir…

– Dilo, bribona.

– Cualquier cosa que pueda hacer para darte placer, -ella terminó, cerró los ojos mientras hablaba porque él no la dejaba apartarse de su mirada.

Su mente se cerró herméticamente. Sus palabras tímidas, inexpertas, despertaron su deseo como nada que él pudo haber imaginado.

– No me darás placer, -Él dijo roncamente. En su mirada vio rechazo, él continuó-. Más tarde, sin embargo. Definitivamente más tarde.

Ella asintió con la cabeza, pareciéndole entender.

– ¿Entonces me besaras otra vez? -Ella susurró.

Ella estaba desnuda, se sonrojó con deseo, y bajo el control de él, y él estaba perdido por ella. Ni a bala él podía negarle su petición. La besó otra vez con toda la emoción pulsando a través de su alma, una mano afectuosamente le acariciaba sus pechos y la otra le acariciaba su cabello. Él la besó interminablemente, apenas capaz de creer que un par de labios podrían ser tan fascinantes, él no necesitó regresar a su cuello o sus orejas o sus pechos.

Pero sus manos eran otro historia la una le acuciaba lo senos y la otra se perdía en su espalda, podía sentirlo y eso provocaba en ella un punzada en su vientre en la mata de rizos en el centro de su feminidad que se mojaba poco a poco; Él ya la había calentado en su mayor parte acariciando sus senos.

– Shhh, mi amor, -él susurró-. Sólo quiero tocarte. Dios mío, necesito tocarte.

En Henry se originó una emoción muy grande al oír en su voz la necesidad; Sintió la misma pasión fluyendo a través de su cuerpo. Se decía a sí misma que necesitaba relajarse cuando él alzó su cabeza, miró profundamente y perdidamente hacia sus ojos, y ella dijo,

– ¿Igual que yo?

Su voz estaba tan llena de padecimiento, de sencillez y completo respeto que ella pensó podría destrozarse anímicamente. A sacudidas asintió con la cabeza, pensando que eso, que sentía era agradable. Estaba con Dunford, y él nunca haría nada para lastimarla. Sería cariñoso. Sería agradable.

Estaba equivocada.

Casi gritó de los espasmos de placer que sintió como un relámpago por su caricia.

– Oh Dios mío, -se quedó sin aliento. “Agradable” no era la palabra que podía describir lo que él le estaba haciendo a ella. Era demasiado bueno, más de la cuenta. Su cuerpo no podría tolerar tanto placer. Comenzó a pensar que ella seguramente explotaría si él continuaba esta dulce tortura.

Dunford se rió ahogadamente mientras la acariciaba.

– Tú vas a conseguir que se queme la alfombra, – bromeó él.

Henry le miró inexpresivamente, su cerebro estaba tan nublado de pasión que requirió algunos momentos para procesar sus palabras. Él se rió otra vez, la cargó en sus brazos y la llevo a la lujosa cama.

– Sé que dije que la cama sería un “error garrafal”, -se quejó-, ¿pero no quieres rasparte y lastimarte el trasero, verdad?

Ella se sintió hundirse en la cama, y ya él estaba encima de ella otra vez, su calor abrasándole la piel. Su mano inmediatamente estuvo en el centro de su feminidad, donde él la acarició, empujándola más allá, y aún más allá, hacia el olvido. Él deslizó su dedo dentro de ella, su pulgar continuando dándole placer al sensibilizado botón de carne. Un golpecito de acá para allá, de acá para allá…

– Dunford, -Henry se quedó sin aliento-. Yo… tú…

Su peso la presionaba contra el colchón. Él estaba duro y ardiente, y ella no podía controlar su cuerpo con las piernas envueltas alrededor de él.

– Dios mío, Henry, -él gimió-. Estás tan mojada, lista para mi. Sabes… no quería… nunca intenté…

Henry estaba más allá de importarle lo que él había pretendido. Todo lo que ella quiso fue al hombre que la tenia entre sus brazos – el hombre que amaba. Y deseaba todo de él. Ella presionó sus caderas hacia arriba, poniendo en la cuna a su dureza insistente.

Algo dentro de él crujió, y sus dedos la dejaron cuando él furiosamente se quito los pantalones. "Hen," él gimió, " te necesito ahora ". Sus manos estaban en sus pechos, y luego en su trasero, en ese entonces sus caderas. Parecieron moverse con rapidez del relámpago, conducido por una determinación por cubrir cada última pulgada de su piel sedosa.

Él amablemente le agarró a ella firmemente muslos interiores musculosos y se deslizó más hondo. Su pene la tocó, y él expreso con gemidos en el calor mojado que le hizo sentir.

" Henry, Yo… Yo…" Sus labios no podrían formar el resto de pregunta, pero ella la podría ver en sus ojos.

Ella asintió con la cabeza.

Él se movió amablemente hacia adelante, su piel suave resistiendo esa invasión nueva.

"Shhhh," él se quejó. "Tranquila".

Henry asintió con la cabeza. Ella nunca había soñado que un hombre se sentía así de grande dentro de ella. Se sintió bien.. Pero tan pero tan extraño.

"Henry," él susurró, mirándola con interés. " Esto puede doler. Pero sólo por un momento. Si pudiese – "

Ella tocó su mejilla. – "Lo sé". -

Él se introdujo suavemente y completamente dentro de ella. Henry se puso rígida al sentir un repentino de dolor. Inmediatamente se quedo quieto sujetando su peso fuera de ella manteniéndose a sí mismo en sus codos. -¿"Te lastimé? – Él preguntó urgentemente.

Ella negó con la cabeza. – " No realmente. Yo simplemente… Ahora estoy mejor ". -

– ¿" Está segura, Henry? Porque podría marcharme ". – Su cara claramente le dijo a ella que tal opción sería el peor tipo de tortura.

Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. -"Todo lo que necesito es que me beses. – Ella observó como su boca lentamente descendía. "Simplemente bésame. -

Él lo hizo. Sus labios devoraron los de ella como su cuerpo entrase en movimiento – amablemente al principio, entonces con un ritmo creciente. Él perdía el control, y necesitaba que ella experimente el mismo abandono. Él movió su mano entre sus cuerpos y la tocó. Ella explotó.

La sensaciones de su vientre la inundaron. Ella se quedó sin aliento, pensar que sus músculos no podrían seguir con ese ritmo se quebrarían y entonces, milagrosamente, ella sintió como la tensión terminaba, su cuerpo entero estaba caliente y mojado pero sentía una gran satisfacción.

Se sentía cansada se movió a un lado y cerro sus ojos, pero ella podía percibir, sentir la mirada fija y atenta de Dunford. Él la miraba fijamente – ella sabia que ese momento ni su nombre recordaba – pero sus ojos le decían cuánto él la amaba a ella. – " Te amo, también," – Suspiró.

Dunford no había pensado que posiblemente podía sentir más amor hacia ella de lo que él ya sentía, pero su tierna declaración de amor. Era como un beso afectuoso colocado directamente en su corazón. Él no estaba seguro de lo que precisamente había intentado cuando vino a su cuarto. Supuso que inconscientemente había querido hacerle el amor, pero nunca había soñado que sentiría tanta felicidad al darle placer a ella.

Él se sujetó a sí mismo por encima de ella, contento simplemente por el momento de abrazarla y observarla totalmente saciada, su alma estaba completamente en paz. Y entonces lentamente – y con gran pena – él se jaló a sí mismo de su cuerpo.

Sus ojos se abrieron repentinamente.

– "No quiero dejarte embarazada," – él susurró. – " Al menos todavía no. Llegado el momento, tendré la total satisfacción de verle con mi semilla pesada y redonda ". -

Henry se estremeció, con sus palabras extrañamente eróticas. Él se apoyó abajo, besó su nariz, y trató de alcanzar su ropa.

Ella trató de alcanzarlo. -"Por favor no te vayas". -

Él tocó su frente, rechazando una mecha sedosa. – " deseo no hacerlo," – él se quejó.- " Realmente no había intentado hacer esto, aunque "- él sonrió torcidamente -" no puedo decir lo siento ". dijo.

– "Pero tu no encontraste satisfacción -"

– " Tendré que esperar, cariño". Él la besó cariñosamente, incapaz para ayudarse a sí mismo. " Será en nuestra noche de boda. Quiero que sea perfecto".

Ella se sentía tan extenuada que apenas podría moverse, pero en cierta forma le dio una pequeña sonrisa descarada. -" Fue perfecto cueste lo que cueste".-

– " Mmm, lo sé, pero también me gustaría que nuestro hijos no lleguen antes que nueve meses después de nuestra boda. No deshonrarán tu reputación ". -

Ella no se preocupaba mucho por su reputación en ese momento, sino por su bien asintió con la cabeza entendiendo. – ¿ tu estarás bien? -

Él cerró sus ojos por un momento. – "En pocas horas quizá".-

Ella extendió la mano para tocarle con cariño pero él alejo con fuerza su mano negando con la cabeza y dijo, -"no mejorare si te toco.-

– " Perdóname. -

– "Por favor no te disculpes". Él estaba parado. – " Yo… ah… pienso que podría salir a hurtadillas de la casa e ir a nadar. Hay un estanque lejos, y sé que hace mucho frío ".-

Mucho para su horror, ella rió nerviosamente.

Él intentó verse severo pero realmente no lo manejó. Él se apoyó abajo y la besó a ella uno la última vez, sus labios amablemente pasando rozaron su frente. Entonces caminó hacia la puerta y colocó su mano en la manija. "-Ah, ¿ Henry"?-


– ¿"Hmmm"?-

– " Mejor nos casamos en cuatro semanas"-

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