Bailey se quedó helada, atrapada por la poderosa fuerza del brazo de Justice. Odiaba tener que vérselas con problemas sexuales. Se estaban llevando tan bien… ¿Por qué tenía que estropearlo todo intentando ligar? Era más fuerte de lo que ella esperaba, dada su condición física, lo cual significaba que tendría que oponer bastante resistencia para alejarlo, pero no quería hacerle caer y empeorar su estado…
De todas formas, el beso fue rápido y fugaz, apenas un roce de sus labios fríos contra los de ella. Él levantó la cabeza antes de que ella pudiera trasladar sus pensamientos a la acción.
– Gracias -dijo de nuevo, y la soltó.
Ella se quedó allí, en medio del frío, desconcertada. Bien, ahora estaba confundida. ¿Aquello había sido un flirteo o no? Si eso es lo que él pretendía, había sido lo menos sexy que había experimentado en su vida, lo cual contradecía su propósito. Y si el beso pretendía ser de agradecimiento, habría bastado con dar simplemente las gracias.
Era la primera en admitir que no era precisamente avispada a la hora de captar mensajes sexuales, y le parecía que las relaciones sentimentales eran suficientemente espeluznantes sin necesidad de que uno, o los dos, actuara basándose en suposiciones equivocadas. Para ella, era mejor preguntar y estar segura, a pesar de que, habitualmente, esas situaciones no se resolvieran precisamente de esa forma. Ahuyentó su ligera conmoción y continuó ayudándolo a llegar al refugio, colocando su hombro bajo el brazo izquierdo de él y rodeando su cintura con los brazos.
– ¿Eso ha sido un intento de ligar conmigo? -preguntó con exigencia, mirándolo con el ceño fruncido.
Él se detuvo mientras bajaba la vista para mirarla con expresión afable.
– ¿Por qué lo preguntas?
– Porque no sé qué pensar. Si ha sido un intento de ligue, quiero que sepas de una vez que el sexo no entra en mis planes. Pero si no lo ha sido, entonces no importa.
Él soltó una carcajada y estrechó su brazo en torno a los hombros de ella en un breve abrazo.
– Créeme, cuando intente ligar contigo, te enterarás. Ha sido solamente un gesto de agradecimiento.
– Con dar las gracias habría sido suficiente.
– También habría sido suficiente decir: «De nada» -replicó él con ironía.
Asomó un poco de color en su cara pálida.
– De nada. Lo siento. He sido muy susceptible, y no lo pretendía.
– No importa.
Habían recorrido los aproximadamente cuatro metros que los separaban del refugio. Él retiró el brazo de los hombros y se puso a un lado, indicándole que entrara primero. Ella obedeció, dándose cuenta por primera vez de lo fácil que era entrar y salir cuando no había nadie dentro.
– Espera, déjame… -empezó, pero él ya estaba deslizándose tras ella. Bailey levantó las piernas para dejarle el mayor espacio posible para maniobrar. Cam se dio media vuelta, pero sus largas piernas dificultaban la operación; después se tumbó boca abajo y tiró de la bolsa de basura para tapar la entrada.
Se organizaron, estirando y arreglando el montón de ropa para poder taparse mejor. Bailey suspiró mientras relajaba su cuerpo dolorido, acostada de lado frente a él. Después de estar acostada y dormitando la mayor parte del día, debería estar aburrida e inquieta, pero en cambio se encontraba todavía tan cansada que parecía como si tuviera pesas sujetas a las piernas y a los brazos. También se sentía increíblemente sucia; estar enferma y sucia era, en cierto modo, mucho peor que estar enferma y limpia.
El abatimiento cayó sobre ella como una losa.
– ¿Por qué no han venido a buscarnos hoy? -preguntó, con tono desolado.
Cam apoyó la cabeza en el trozo de gomaespuma que le servía de almohada. Estaban acostados cara a cara, juntos bajo una luz que disminuía a medida que el sol bajaba, trayendo consigo otra noche helada. Su mirada vagó por la cara magullada de él. Aún podía ver cómo se curvaban sus pestañas y la barba de un día que cubría su barbilla, pero pronto sería solamente una sombra oscura en la penumbra del refugio, antes de que la oscuridad fuera completa.
– No lo sé -dijo finalmente él-. El ELT debería haber transmitido nuestra posición y nos tendrían que haber enviado ya un helicóptero.
– Quizá esté estropeado -sugirió ella, y su corazón sufrió un sobresalto cuando pensó en esa posibilidad. Si nadie sabía dónde estaban…
– Los ELT soportan lo indecible, especialmente con el avión relativamente intacto, como está.
– ¿Intacto? -repitió ella incrédula-. ¿Le has echado un vistazo? ¡El ala izquierda ha desaparecido, al igual que la mitad de la cabina!
Esbozó una media sonrisa divertida.
– Pero los dos estamos vivos y de una pieza, y la mayor parte del fuselaje está todavía ahí. He visto impactos donde lo único que queda son unos cuantos trozos de metal calcinados.
– ¿Como si nos hubiéramos estrellado contra una pared rocosa? -Por un momento retrocedió a aquellos momentos escalofriantes antes del impacto, cuando había visto las escarpadas rocas alzarse cada vez más cerca y había sabido que estaba a punto de morir.
– Así es. Por eso quería descender hacia la línea de árboles. Íbamos a caer, no había forma de evitarlo, pero los árboles suponían la diferencia entre vivir y morir.
– Amortiguaron el impacto. -Tembló un poco, recordando la increíble fuerza con la que se estrellaron, la sensación de ser golpeados por un gigante. No podía imaginar lo que habría sido el choque sin los árboles, pero sabía que no habrían sobrevivido.
– Exactamente. Los árboles del borde de la línea no son muy gruesos y no habrían servido de mucha ayuda, pero tampoco quería descender demasiado para encontrarme con los que fueran demasiado fuertes. Necesitaba árboles más o menos resistentes, supongo, lo suficientemente fuertes para amortiguar la velocidad de la caída, para absorber el impacto, pero también flexibles para ceder.
– Buena idea. Ha funcionado.
– Supongo que sí. Estamos vivos.
Quiso decirle lo impresionada que se había quedado con él entonces, viéndolo aprovechar cualquier pequeña elevación de las corrientes de aire, luchando contra la gravedad, utilizando su habilidad y su fuerza para mantenerlos en el aire todo el tiempo posible, pero aunque su garganta se movió no consiguió articular palabra. Horrorizada, notó cómo le ardían las lágrimas en los párpados y apretó los dientes, deseando con todas sus fuerzas no echarse a llorar. No era llorona por naturaleza, a pesar de esas molestas ocasiones en que se despertaba con lágrimas en las mejillas. No sabía por qué le sucedía, a pesar de que se negaba a convertirse en una mujer debilucha que en cuanto se siente enojada o aterrada se echa a llorar. Finalmente se las arregló para decir en un tono razonablemente neutro:
– Salvaste nuestras vidas.
Incluso en la penumbra, sus agudos ojos pudieron apreciar su rostro. Su expresión se suavizó mientras le tocaba el cabello, apartándole un mechón de la cara.
– Y después tú salvaste la mía. Habría entrado en shock y habría muerto si no hubieras detenido la hemorragia. Supongo que estamos en paz.
Ella sintió un extraño pero poderoso impulso de girar la cara hacia su mano y besarle la palma. ¿Qué demonios le sucedía? Quizá le estaba subiendo la fiebre. Tal vez sufría estrés postraumático. Un accidente de avión era bastante estresante; tenía derecho a tener los nervios alterados.
– ¿Habías tenido antes alguna experiencia de supervivencia en la montaña, algún cursillo de primeros auxilios o algo similar? -preguntó él con curiosidad.
El cambio de tema le dio una oportunidad de salir silenciosamente del abismo emocional en el que parecía estar. Aun así, necesitó tragar saliva un par de veces antes de poder hablar de nuevo, y el corazón le latía como si acabara de recibir una llamada inesperada.
– No. ¿Por qué?
– Porque tomaste una serie de decisiones sensatas e hiciste todo lo correcto con los recursos limitados que teníamos a mano.
– Sensata, ésa soy yo -dijo, sorprendida de su risa irónica. Había sufrido las consecuencias producidas por decisiones tomadas en caliente porque a uno de sus progenitores o a los dos, sencillamente, les apetecía, sin detenerse a pensar en lo perjudicial que podría ser el resultado para sus hijos. Nunca había querido ser así-. Mi sentido común es la razón por la que Jim me escogió para supervisar… -Se detuvo, reticente a hablar de su vida personal.
– ¿Todo ese dinero? -remató Cam, y sonrió cuando ella abrió los ojos sorprendida-. Todo el mundo lo sabe. Mi secretaria me habló de ello, pero es una mujer que da miedo, está aliada con el diablo y lo sabe todo.
Bailey lanzó una carcajada.
– ¿Karen? ¡Espera a que le cuente que has dicho que está aliada con el diablo!
– ¡Demonios! ¿Conoces a Karen? -La sorpresa hizo que se levantara sobre el codo para mirarla consternado.
– Por supuesto que conozco a Karen. El Grupo Wingate ha utilizado J &L, durante ¿cuántos años? Antes de casarme con Jim, yo era la que la llamaba para contratar los vuelos.
– Debí haberlo sabido -murmuró él-. Diablos. Mierda. Si le dices eso me amargará la vida hasta que me muera o me arrastre sobre brasas para disculparme. -Se acomodó sobre la espalda y miró hacia arriba-. Prométeme que no se lo dirás.
– No me digas que le tienes miedo a tu secretaria. -Se rió por lo bajo, encantada de descubrir esa faceta del Capitán Reprimido Justice. Podía ver la sonrisa que amenazaba con dibujarse y le encantaba que él reconociera y disfrutara en privado de los beneficios de una secretaria dominante.
– Es nuestra dueña -afirmó con un tono exageradamente sombrío-. Sabe dónde está todo, cómo funciona todo y todo lo que está pasando. Lo maneja todo. Todo lo que Bret y yo hacemos es aparecer por allí, firmar lo que nos manda y pilotar los aviones.
– Podríais despedirla -sugirió ella, sólo para provocarlo.
Él resopló.
– Sé realista. En Texas nos educan para comportarnos de forma más inteligente. Si ella no trabajara allí, es probable que yo tuviera que hacer algo más que firmar unos cuantos papeles.
– ¿Eres de Texas?
– No me digas que he perdido el acento. -Se acomodó de lado otra vez y puso el brazo bajo la cabeza.
– No, pero he leído que los pilotos suelen adoptar con toda naturalidad un acento arrastrado, así que podías ser de cualquier sitio.
– El síndrome de Yeager -dijo él-. No tuve que adoptar ningún acento arrastrado. Nací con él, aunque Yeager era de Virginia Occidental y yo soy un chico de Texas de los pies a la cabeza, y los acentos son totalmente diferentes.
– Si tú lo dices… -Dejó que la duda se plasmara en cada palabra.
– Yanqui. Tienes que haber nacido con la música de la lengua para distinguir las variaciones.
Ella tuvo que reírse, especialmente cuando la nota ligeramente provocadora de su voz la invitaba a hacerlo. Quiso decirle que «música de la lengua» sonaba como algo sacado del Kama Sutra, pero se tragó el comentario justo a tiempo. Si pretendía no dejarle aventurarse en el territorio sexual, no debería ser ella la que lo condujera hasta allí.
– ¿De dónde eres? -preguntó él.
– De Kansas originariamente, pero he vivido en Ohio, California, Oregon, Maryland e Iowa.
– ¿De niña o de adulta?
– Sobre todo de niña. Cuando finalicé la universidad, elegí un lugar y allí me quedé. -Las raíces eran agradables. La estabilidad era agradable.
– Mi familia no se movía. Todavía viven en Killeen.
– ¿Dónde queda eso?
– ¿No aprendiste nada de geografía en esos colegios a los que fuiste? Está más o menos a mitad de camino entre Dallas y San Antonio.
– Lo siento -dijo ella, poniendo los ojos en blanco-. No se dedicaban demasiado a la geografía de Texas en los colegios a los que fui.
– El nivel de ignorancia hoy en día es impresionante. ¿Cómo puede un colegio no enseñar nada sobre Texas?
– No tengo ni idea. Entonces, ¿creciste en Killeen?
– Sí. Mis padres viven todavía en la misma casa donde crecí. Tengo un hermano y dos hermanas, y todos fuimos al mismo colegio, y durante mucho tiempo tuvimos los mismos profesores. Pero cambié mucho de residencia cuando estuve en las Fuerzas Aéreas. Fue divertido ver lugares nuevos, aunque cada mudanza era como un dolor de estómago. ¿Por qué cambiabas tú tanto de ciudad?
– El ping-pong del divorcio -dijo ella-. Se juega con niños, en vez de con pelotas.
– Es una mierda. ¿Tienes hermanos?
– De una variedad infinita.
– ¿Los hay de otro tipo distinto a varones y hembras?
Ella se rió, disfrutando de la broma.
– Un hermano y una hermana, dos hermanastros a los que no veo nunca, tres hermanastras a las que no veo nunca y todo un catálogo de hermanastros y hermanastras cuyos nombres tengo que pensar y a muchos de los cuales no reconocería si me tropezara con ellos. -Pensó que reconocería al tipo pelirrojo y con la barbilla partida, pero nunca podía recordar su nombre. Era el hijo del segundo esposo de su madre, uno de ellos, con su segunda esposa; su madre había sido la tercera. Pensar en todo ello empeoró el dolor de cabeza de Bailey.
– ¿Tienes una relación fluida con tus dos hermanos?
Ella se percató de que él no le preguntaba por sus padres, pero tenía que reconocer que era un tipo listo, así que probablemente se había dado cuenta de que era una pregunta sin sentido.
– Con mi hermano Logan. Iba a ir con él y su esposa, Peaches, a hacer rafting. A mi hermana no la veo mucho. Tiene sus propios asuntos.
En general, se dio cuenta de lo cómoda que se sentía en aquel momento, no físicamente sino mentalmente. La patrulla de rescate los encontraría al día siguiente, poniendo fin a aquella pesadilla. No recomendaría un accidente aéreo como experiencia, no era divertido desde ningún punto de vista, pero ella había conseguido un amigo. La embargó una ligera sensación de asombro por considerar amigo al Capitán Amargado Reprimido Justice, pero había descubierto que no era un amargado y lo único que tenía estrecho eran las nalgas, que no estaban nada mal.
– Te vas a quedar dormida -comentó él-. Puedo saberlo por la forma en que respiras.
Ella asintió con un ronroneo que subió de su garganta y se acurrucó en sus brazos, buscando su calor, como si siempre hubiera dormido allí.