Capítulo 16

Sonaron dos teléfonos a la vez.

El ruido procedente de la otra habitación despertó a Jordan, que se dio media vuelta en la cama, abrió un poco los ojos y escuchó cómo Noah contestaba el timbre de lo que parecía su móvil. Oyó que pedía a la «bonita» que esperara un momento, y después contestaba al otro timbre. Era evidente que no le gustaba lo que le estaba diciendo la persona que lo llamaba porque su voz se endureció. Y, entonces, empezó a dar órdenes. Le oyó explicar en un tono que indicaba que no debían contradecirlo que esperaba tener los resultados a mediodía.

Unos minutos después cruzó la puerta que daba a su cuarto.

– Era Joe Davis, que… -empezó a decir.

– Antes que me cuentes lo que te ha dicho, quizá quieras hablar con la «bonita», si todavía sigue esperando.

– Ay, caramba… -soltó mientras regresaba rápidamente a su habitación.

Oyó cómo se disculpaba con la persona que lo había llamado mientras regresaba. Se dejó caer en la cama de Jordan, le sujeto la punta de la camiseta cuando ella intentó levantarse y dijo:

– Espera, que te la paso. -Le entregó el móvil-. Sidney quiere hablar contigo.

No se creyó que su hermana estuviera al otro lado del teléfono hasta que la saludó.

– ¿Cómo es que tienes el número de Noah? -inquirió.

– No lo sé. Siempre lo he tenido. Eso no importa ahora. Theo me ha contado lo que ha pasado. ¿Habías visto el cadáver cuando hablamos ayer?

– ¿Ayer? No me acuerdo -contestó Jordan-. ¿Sabe todo el mundo lo que ha pasado?

– Dylan y Kate no lo saben, pero están de luna de miel, de modo que a Alec no le ha parecido oportuno preocuparlos. Dime, Jordan: ¿estás bien?

– Sí -le aseguró a su hermana-. La policía lo aclaró todo, y mañana volveré a casa. Ya te explicaré los detalles entonces. Te lo prometo. Sidney… -empezó a decir.

– ¿Sí?

– ¿Saben mamá y papá lo que ha pasado?

– Nick llamó y habló con los dos.

– No debería haberlo hecho -se quejó Jordan-. Se preocuparán, y ya tienen mucho en lo que pensar en este momento, con lo del juicio y todo eso.

– Se habrían enterado igualmente. A Zack se le habría escapado.

– ¿Quién se lo dijo a Zack?

Hubo una larga pausa y, finalmente, llegó la respuesta de Sidney.

– Puede que yo se lo mencionara.

Jordan no quiso discutir. Habló unos minutos más con su hermana para tranquilizarla y colgó.

– Debería haber llamado a Dylan cuando encontré el cadáver -le dijo a Noah cuando le devolvía el móvil.

– ¿Por qué? ¿Porque Nick se lo contó a tu familia?

– Sidney insiste en que se habrían enterado igualmente… -comentó tras asentir con la cabeza-. Tiene razón.

– Puede -concedió Noah.

Después de haberse vestido y hecho el equipaje, cerró la bolsa de viaje y se dirigió hacia la puerta que comunicaba las dos habitaciones. Noah se estaba poniendo el arma en la pistolera.

– Ibas a explicarme lo que te había dicho el jefe Davis -le recordó.

– Sí. Me dijo que el sheriff Randy no sabe dónde está su hermano. Dijo que tiene a gente buscándolo.

– ¿Te lo crees?

– No -contestó-. El sheriff sabe perfectamente dónde está J.D. Es probable que quiera hablar con el jefe Davis y encontrar alguna solución antes de llevar a J.D. a la comisaría. Aunque no puedo afirmarlo con seguridad.

– ¿Llevaría normalmente el sheriff del condado de Grady un caso de asesinato?

– Sí, pero Davis me dijo que está de vacaciones.

– En Hawái -le informó Jordan-. ¿Por qué no ayuda el FBI al jefe?

– Davis parece creer que puede encargarse de la investigación sin la intromisión del FBI.

– ¿Y qué se sabe de Lloyd? ¿Ha hablado ya Davis con él?

– No -contestó Noah-. No lo encuentran. El taller no estaba cerrado con llave, pero Davis asegura que eso es normal. En este pueblo no suelen cerrar las puertas con llave.

– Seguro que lo harán a partir de ahora. Al fin y al cabo, han asesinado a uno de los suyos.

– Sólo que el profesor MacKenna no es uno de los suyos -aseguró Noah-. No era propietario de la casa. La alquilaba, y guardaba las distancias. No era nada sociable. En realidad, nadie lo conocía.

– Creo que Lloyd sabe qué pasó. Si él no mató al profesor, seguro que sabe quién lo hizo. Estaba muy nervioso cuando fui a recoger el coche. Creo que sabía que el cadáver estaba en el maletero.

– Yo diría que es el principal sospechoso.

– Estaba deseando que me fuera -prosiguió Jordan-. Y era extraño porque cuando le llevé el coche, intentó ligar conmigo y no dejó de pedirme que saliera con él. Intentó retenerme en el pueblo.

– ¿Siguió pidiéndote que salieras con él después de que lo amenazaras?

– Yo no lo… Oh, de acuerdo, supongo que lo hice. Pero fue una tontería. Me preguntó qué haría si no tenía el coche arreglado cuando volviese por segunda vez, y antes de que pudiera responderle, me preguntó si le pegaría. Creó que admití que lo haría.

– Comprendo.

– No, no comprendes. Resulta que Lloyd es un hombre muy corpulento, Noah. Me habría tenido que subir a una silla para pegarle.

– Una silla, ¿eh?

Le irritó que se burlara de ella.

– Ya le conté todo esto al jefe Davis, y creo que tú estabas presente. ¿No estabas prestando atención?

– Lloyd aparecerá -predijo Noah.

– ¿Cuándo tenemos que reunimos con el jefe Davis en casa del profesor? -quiso saber Jordan tras asentir con la cabeza.

Noah echó un vistazo al reloj de pulsera.

– De aquí a una hora.

– ¿Te importaría que pasáramos antes por el supermercado? Me gustaría fotocopiar el resto de los documentos de la investigación. Te prometo que no me llevará mucho tiempo.

– ¿Hay que llevarle todas esas cajas a Davis? -indicó Noah.

– No es necesario llevarle las fotocopias. Voy a preguntarle a Candy si me las puede enviar por correo a Boston.

Candy estaba en la recepción y estuvo encantada de ayudar, y así conseguir algo más de dinero. Jordan rellenó un formulario con los datos necesarios para el envío, le dijo a Candy que le llevaría las cajas que había que mandar, le pagó por adelantado y regresó a su habitación.

Cuando llegó, Noah estaba apoyado en la puerta hablando con Amelia Ann. La mujer le había llevado un café y una cesta de bollos con canela caseros. Jordan observó que se había maquillado y llevaba la blusa, metida por dentro de los pantalones, con los tres botones superiores desabrochados. Era de suponer que llevaba un sujetador tipo Wonderbra. La risa nerviosa de Amelia Ann la siguió hasta dentro de la habitación de Noah, adonde se dirigió para tomar las llaves del coche.

– Voy a empezar a cargar estas cajas en el coche -anunció.

– Enseguida estoy contigo -contestó Noah.

«Sí, seguro -pensó-. En cuanto Amelia Ann acabe de coquetear contigo.»

Cargó una caja, salió del edificio y, al doblar la esquina se percató al instante de que la rueda derecha trasera del coche estaba baja.

– Genial -susurró.

O estaba pinchada o le faltaba aire, y con la suerte que estaba teniendo últimamente, lo más probable era el pinchazo. Dejó la caja en el suelo, deslizó la llave en la cerradura del maletero y dio un paso atrás al abrirse el capó.

No podía creerse lo que estaba viendo. Se quedó paralizada. Cerró los ojos, los abrió, y nada había cambiado.

– Venga ya… -susurró.

Cerró el capó del maletero y corrió lo más rápido que pudo hasta la habitación de Noah. La puerta estaba cerrada. Llamó dando golpes con el puño cerrada.

Noah supo que había ocurrido algo malo en cuanto le vio la cara.

– ¿Jordan? ¿Qué pasa?

Jordan lo sujetó por la camisa y jadeó las palabras:

– Hay un cadáver en el maletero de nuestro coche.

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