Lloyd estaba doblado como un contorsionista. Tenía una pierna flexionada debajo del cuerpo y la otra presionada contra la parte posterior de la cabeza. Había muerto con una expresión asustada en la cara, no dolorida, sino asustada, como una carpa enorme con la mirada vidriosa, atrapada en un anzuelo. Jordan estaba segura de que no podría quitarse su expresión de la cabeza en mucho, muchísimo tiempo.
– Tienes razón, Jordan. Lloyd era un hombre corpulento. -Noah estaba delante del maletero abierto, asomado para echar un vistazo al cadáver. Había vuelto la cabeza para mirarla.
Ella estaba sentada en un muro bajo de piedra, esperando a que terminara su inspección del cadáver. Se negaba a mirar un segundo más al pobre Lloyd.
– No está en una bolsa de plástico -comentó débilmente.
Noah no podía imaginar por qué eso era tan importante para ella, pero en ese momento, lo era.
– Pues no -confirmó.
El jefe Joe Davis estaba a su lado. Los dos se trataban ahora de tú. El asesinato solía acabar con las formalidades.
– ¿Estamos de acuerdo entonces? -dijo Davis después de inclinarse hacia el maletero-. Un golpe, en la parte posterior de la cabeza. Después lo metieron en el maletero, ¿correcto?
– Eso parece, Joe -asintió Noah.
– El golpe le fracturó el cráneo -concluyó Joe-. Tuvo que ser alguien fuerte. Alguien muy fuerte.
Los dos hombres se volvieron a la vez para mirar a Jordan. ¿Se estarían preguntando si disponía de la fuerza suficiente para matar a Lloyd? Jordan cruzó los brazos y le frunció el ceño a Noah. Más le valía no estar pensando semejante disparate.
Joe se volvió de nuevo hacia el cadáver de Lloyd.
– ¿Qué está pasando? -soltó, frustrado-. ¿Dos cadáveres en cuánto? ¿Dos días? ¿Tres?
– ¿Es tu primer homicidio? -preguntó Noah.
– El segundo si cuentas al profesor MacKenna -dijo-. Aunque no vi el cadáver, yo llevo la investigación ahora. Éste es el segundo asesinato que ha habido nunca en Serenity. Somos una comunidad pacífica. Bueno, lo éramos hasta que tu novia llegó al pueblo y los hombres empezaron a caer como moscas.
Noah dejó pasar que Joe supusiera que Jordan era su novia.
– Ya sabes que ella no lo ha hecho. Ella no ha matado a ninguno de los dos hombres.
– Lloyd era mi principal sospechoso. Tuvo el coche en el taller, así que tuvo la oportunidad.
– ¿Y el móvil? -preguntó Noah.
– Todavía no lo había averiguado. Voy a recibir ayuda. Hay dos ayudantes del sheriff de camino hacia aquí, y los dos tienen más experiencia.
– ¿En homicidios?
– No lo sé -contestó Joe a la vez que se encogía de hombros-. También vienen dos inspectores de Bourbon.
– ¿Dónde está el forense? -preguntó Noah, que consultó la hora-. Ya llevamos esperando cuarenta y cinco minutos. ¿Y dónde están los de la científica?
– Las cosas van mucho más despacio en los pueblos, ya lo sabes. Todos tienen que venir a Serenity desde otros sitios. Y ya están de camino -aseguró Joe.
– Ya sabes que tengo amigos que te pueden ayudar.
– Ya lo sé -asintió Joe-. Y si necesito la ayuda del FBI, la pediré.
– ¿Qué pasa con el sheriff Randy?
– Esta tarde me reuniré con él. Ayer por la noche me llamó e íbamos a vernos esta mañana -explicó-. Pero ahora que tengo que encargarme de esta situación -indicó señalando a Lloyd con la cabeza-, he tenido que posponer la reunión, y también la visita que íbamos a hacer tú y yo a la casa de MacKenna.
– Quiero ir contigo -comentó Noah.
– No. -Joe sacudió la cabeza-. Randy me conoce. Si estás presente, no soltaría prenda sobre su hermano.
– ¿Dónde está su hermano? Y no se te ocurra decirme que no podré hablar con él -dijo Noah.
– No sé dónde está J.D., pero Randy me lo dirá. Entonces decidiremos qué hacer.
¿Qué había que decidir? J.D. había agredido a Jordan. Deberían arrastrarlo hasta la cárcel y allí encerrado. No había demasiado que decidir.
– Si no detienes a J.D., lo haré yo.
– ¿Es una amenaza? -soltó Joe con la cabeza ladeada y el ceño fruncido.
– Ya lo creo -gruñó Noah.
Joe levantó las manos en un gesto conciliador.
– Muy bien, muy bien -dijo-. De acuerdo. Pero, por favor, deja que hable a solas con Randy. Yo vivo en este pueblo -le recordó-. Tengo que intentar hacerlo todo del mejor modo posible, así que permíteme que vaya paso a paso.
A diferencia de Joe, Noah no quería ni necesitaba llevarse bien con nadie. Iba a decirle que no iba a tener paciencia y que, de una forma u otra, hablaría con los dos hermanos Dickey, pero Jordan le llamó la atención al levantarse y acercarse a él.
– Joe -dijo mientras recorría el brazo de Noah con una mano para tranquilizarlo-, Noah y yo estaremos encantados de ayudar en todo lo que podamos. ¿Verdad, Noah? -Cuando éste la miró sin responder nada, se apoyó en su costado y repitió-: ¿Verdad?
– Por supuesto -contestó por fin Noah, que no había estado nunca en una situación tan absurda. Tenía un cadáver en el maletero, un policía inexperto, puede que inepto, llevaba la investigación, y una mujer que poco a poco lo iba volviendo loco quería que fuese amable.
– Supongo que os quedaréis un poco más en Serenity -afirmó Joe. No era ninguna pregunta.
– Sí -aseguró Noah-. Hasta ahora, Jordan es la única relación entre el profesor y Lloyd.
– Iré a avisar a Amelia Ann de que esta noche volveremos a necesitar las habitaciones -se ofreció Jordan.
– No te alejes de mí -dijo Noah, que la sujetó por el brazo y tiró de ella hacia atrás.
– Voy a…
– Ya lo sabe -indicó Noah mientras señalaba con la cabeza la ventana que había al otro lado del muro. Amelia Ann y Candy estaban observándolo todo con los ojos desorbitados. Por suerte, desde su posición no podían ver el interior del maletero del coche.
Joe sugirió que los dos volvieran a entrar en el motel.
– No es necesario que esperéis aquí conmigo. Os llamaré en cuanto haya terminado aquí y haya hablado con Randy.
Noah rodeó los hombros de Jordan con un brazo y se dirigió hacia el edificio.
– ¿Noah? -dijo Joe.
– ¿Sí?
– Necesitaréis otro coche.
– Eso parece. -Noah notó cómo los hombros de Jordan cedían bajo su brazo-. ¿Estás bien, cariño? -preguntó.
– Sí -contestó con un suspiro-. Pero estoy empezando a pensar que después de todo este pueblo no es tan agradable.