Capítulo 49

Theo estaba sentado con el gato a sus pies. Hacía frío. Eran las tres de la madrugada. Oía el viento golpeando las ventanas y aullando para entrar, y le recordaba al viento que soplaba en el río por las noches, y a las barcazas que empujaba, mientras iban pasando de un junco a otro con su carga. Estaba leyendo en su estudio, tratando de extraer fuerzas de las palabras de Buda:

Si quieres conocer tu futuro,

mírate en el presente,

pues éste es la causa del futuro.

Se empapó de esa máxima.

Su futuro se decidiría el miércoles.

Porque ese día Christopher Mason se había citado con sir Edward para revelarle la implicación de Theo en el tráfico de opio. De modo que tenía veinticuatro horas para decidir.

Vacía tu barca, buscador,

y viajarás más velozmente.

Aligera tu carga de anhelos y opiniones

y alcanzarás antes el nirvana.

A Theo le pareció que eso era precisamente lo que anhelaba, viajar ligero, pero estaba llegando a la conclusión de que no se conocía muy bien. El joven chino que se alojaba en la planta superior sí lo conocía. Conocía sus debilidades. Se las veía en los ojos. Chang An Lo estaba preparado para lo que pudiera suceder. Él ya había aligerado su carga. La cárcel era un sendero que tal vez estuviera esperándolos a los dos, pero ¿podría Theo soportar ese infierno de celdas apestosas, ese encierro de pájaro en una jaula de bambú?

Si quieres librarte de tu enemigo,

el verdadero modo de lograrlo es darte cuenta

de que tu enemigo es una ilusión.

Pero ni Feng Tu Hong ni Christopher Mason le parecían ilusiones. La verdad era que Feng podía impedirle a Mason salirse con la suya. Pero a cambio le pediría al joven, a pesar de sus disputas con Po Chu. O tal vez precisamente a causa de ellas.

¿Entonces? ¿Y si Theo cerrara el trato? ¿Qué pensaría de él Li Mei?

¿Qué pensaría él de sí mismo?

Se echó hacia delante y acarició la cabeza del gato, que ronroneó un segundo antes de clavarle los dientes amarillos en la mano.

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