Capítulo 17

Meg tiró con nerviosismo de uno de sus pendientes de ámbar.

– Le he dicho que no podía entrar.

El aspecto de Lance era tan malo como podía serlo el de alguien tan pulcro como él. Por lo visto, se estaba dejando crecer el pelo y la barba para su próxima película de acción, porque dos centímetros de barba oscura y descuidada sobresalían de su mandíbula y su cabello negro colgaba desparejo alrededor de su mentón cuadrado. Su aspecto no resultaba atractivo, aunque sin duda mejoraría después de que su equipo de peluquería y maquillaje acabara con él. Una camiseta manchada de café se ajustaba a aquellos voluminosos músculos a cuyo mantenimiento Lance dedicaba varias horas diarias. Unas pulseras estrechas de yute trenzado -parecidas a la cinta que Meg llevaba en la frente pero más desgastadas- rodeaban su muñeca, y calzaba unas sandalias de lona y cuerda. Un hábil dentista había moldeado sus impecables dientes blancos, pero Lance nunca había permitido que nadie tocara su ligeramente torcida nariz. Su oficina de prensa decía que se la había roto en una pelea callejera entre adolescentes, pero en realidad fue al tropezar en los escalones de la casa de la hermandad universitaria a la que pertenecía y había tenido miedo de operarse para que se la enderezaran.

– Georgie, te he dejado media docena de mensajes. Como no me contestabas, tenía miedo de que… ¿Por qué no has respondido a mis llamadas?

Ella aferró la barandilla de la escalera.

– Porque no quería.

Como la mayoría de los actores de papeles protagonistas de Hollywood, Lance no era excepcionalmente alto, apenas un metro ochenta, pero su mandíbula de granito, su masculino mentón partido, sus enternecedores ojos oscuros y su pronunciada musculatura compensaban su escasa estatura.

– Necesitaba hablar contigo. Necesitaba oír tu voz para asegurarme de que estabas bien.

Georgie deseaba que Lance se arrastrara a sus pies. Quería oírle decir que había cometido el mayor error de su vida y que haría cualquier cosa para recuperarla, pero eso no parecía que fuera a suceder. Georgie descendió un escalón.

– Tienes un aspecto horrible.

– He venido directamente desde el aeropuerto. Acabamos de llegar de Filipinas.

Ella se obligó a terminar de bajar las escaleras.

– Viajas en un jet privado. El trayecto no puede haber sido muy duro.

– Dos personas de nuestro equipo se han puesto enfermas. Ha sido…

Lance miró por encima del hombro hacia Meg, quien montaba guardia detrás de él; se había quitado los botines naranja y, con sus desnudos tobillos emergiendo de las mallas azules de diseño de leopardo, parecía que la hubieran sumergido, cabeza abajo, en una cuba de pintura de distintos colores.

– ¿Podemos hablar en privado? -preguntó Lance.

– No, pero a Meg siempre le has caído bien. Puedes hablar con ella.

– Ya no me cae bien -contestó Meg-. Creo que es un mamón.

Lance odiaba que no lo adoraran y el desánimo se reflejó en sus ojos. Estupendo.

– Envíame un e-mail -sugirió Georgie-. Tengo invitados y he de regresar a la fiesta.

– Cinco minutos. No te pido más.

Una idea alarmante acudió a la mente de Georgie.

– Hay fotógrafos por todas partes. Si te han visto entrar…

– No soy tan estúpido. Mi coach personal me ha dejado su coche y tiene las ventanillas tintadas, así que nadie me ha visto. He llamado al interfono y alguien me ha dejado entrar.

A Georgie no le costó deducir quién le había permitido la entrada a la finca. En la cocina había un intercomunicador y seguro que Chaz sabía cuánto odiaría ella que Lance se presentara en aquellos momentos. Georgie introdujo el pulgar en el bolsillo de sus pantalones.

– ¿Jade sabe que estás aquí?

– Claro. Nos lo contamos todo y ella entiende por qué tengo que hacer esto. Ella sabe lo que siento por ti.

– ¿Y qué es, exactamente, lo que sientes por Georgie?

Bram descendió con gran calma las escaleras. Con su cabello rubio y despeinado, su mirada lavanda de hombre harto de la vida y su ropa blanca de Gatsby, parecía el supermimado y hastiado, pero potencialmente peligroso, heredero de una perdida fortuna licorera de Nueva Inglaterra.

Lance se acercó a su ex esposa en actitud protectora.

– Esto es entre Georgie y yo.

– Lo siento, tío. -Bram acabó de bajar las escaleras-. Perdiste tu oportunidad de mantener una conversación privada con ella cuando la cambiaste por Jade. ¡Pobre imbécil!

Lance dio un amenazante paso al frente.

– No sigas por ahí, Shepard. No digas una palabra más acerca de Jade.

– Relájate. -Bram apoyó el codo en el primer poste de la barandilla-. Lo único que siento por tu esposa es admiración, pero eso no significa que alguna vez deseara casarme con ella. El mantenimiento es demasiado caro.

– Nada de lo que tengas que preocuparte -dijo Lance con voz tensa.

Aunque Bram era bastante más alto que su ex marido, la estupenda forma física de Lance debería hacer que su presencia resultara más imponente, pero, de algún modo, la perfecta elegancia de Bram le proporcionaba ventaja en aquella pelea de machos. Georgie no pudo evitar preguntarse cómo una mujer como ella había acabado casada con dos hombres tan impresionantes. Se acercó a Bram.

– Di lo que tengas que decir, Lance, y después déjame en paz.

– ¿Puedes venir fuera un momento?

– Georgie y yo no tenemos secretos el uno para el otro. -Bram dejó que su voz fuese un murmullo tipo Clint Eastwood años setenta-. A mí no me gustan los secretos. No me gustan en absoluto.

Georgie consideró la posibilidad de sobreponerse a aquellos instintos machistas, pero sólo durante un instante.

– Bram es muy posesivo. La mayor parte de las veces, de una forma positiva.

Él curvó la mano en la nuca de Georgie.

– Y procuraremos que siga así.

La oleada de diversión que Georgie experimentó le indicó que llevaba demasiado tiempo viviendo con el demonio. Aun así, aquélla era su batalla, no la de Bram, y aunque apreciaba mucho su apoyo, tenía que librarla ella sola.

– No parece que Lance vaya a marcharse así como así, de modo que será mejor que solucione esto de una vez por todas.

– No tienes por qué hablar con él. -Bram le soltó la nuca-. Nada me gustaría más que una buena excusa para enviar a la calle a este bastardo de una patada en el culo.

– Sé que lo harías, cariño, pero siento estropearte la diversión. ¿Te importa dejarnos solos unos minutos? Te prometo que te lo contaré todo. Sé lo mucho que te gusta reírte.

Meg le lanzó una mirada furibunda a Lance y cogió a Bram del brazo.

– Vamos, colega. Te prepararé otra copa.

¡Justo lo que Bram no necesitaba! Pero la intención de Meg era buena.

Él fijó la mirada en Georgie y ella se dio cuenta de que intentaba decidir la duración e intensidad del beso que iba a darle. Sin embargo, con gran sabiduría, restó énfasis a la escena y sólo le rozó la mano.

– Estaré cerca por si me necesitas.

Georgie quería quedarse en el vestíbulo, pero Lance tenía otra idea y entró en el salón obligándola a seguirlo. Su pasión por las superficies lisas y las líneas duras y modernas harían que desdeñara aquella encantadora habitación, con sus naranjos chinos, las telas tibetanas y los cojines indios con espejitos. Además, aunque la casa de Bram era espaciosa, podría haber cabido en una esquina de la enorme finca en la que ella y Lance habían vivido.

Georgie recordó algo en lo que debería haber pensado antes.

– Siento lo del bebé. Lo digo de corazón.

Lance se detuvo delante de la chimenea y pareció que la enredadera que crecía a lo largo de la repisa surgía de su cabeza.

– Ha sido duro, pero ocurrió muy al inicio y Jade se quedó embarazada con tanta facilidad que no hemos permitido que eso nos deprima. Todo ocurre por alguna razón.

Georgie no estaba de acuerdo. Ella creía que a veces las cosas ocurrían simplemente porque la vida podía ser una mierda.

– Aun así, lo siento.

Lance se encogió de hombros y ella tuvo la impresión de que, en el fondo, se sentía aliviado. Oyó el estruendo lejano de un trueno y se preguntó cómo podía haber amado a aquel hombre de emociones superficiales y pasiones variables. Ella había llorado y le había suplicado, pero nunca había expresado libremente su rabia. Nada como el presente para solucionarlo.

Se acercó a Lance.

– Nunca te perdonaré que contaras por ahí la mentira de que yo no quería tener hijos. ¿Cómo pudiste hacer algo tan cobarde?

Él se quedó desconcertado y jugueteó con su desgastada pulsera.

– Fue cosa de… un publicista demasiado meticuloso.

– ¡Mentira! -La rabia de Georgie explotó como un relámpago-. Eres un mentiroso y un falso. Tuviste decenas de oportunidades para corregir esa historia y nunca lo hiciste.

– ¿Por qué estás tan arisca? ¿Qué querías que dijera?

– La verdad. -Georgie acabó de recorrer la distancia que los separaba. Eran casi de la misma estatura y ella lo miró fijamente a los ojos-. Claro que ser sincero habría hecho que parecieras todavía más capullo a los ojos del público y eso no podías permitirlo, ¿verdad?

Él empezó a tartamudear.

– No me hables de capullos. ¿Cómo has podido casarte con ese gilipollas?

– Fácil. Está buenísimo y me adora.

La verdad y la mentira se entremezclaron.

– Tú siempre lo has odiado. No entiendo cómo ha podido suceder.

– Entre odiar a alguien y encontrar la gran pasión de tu vida hay una línea muy fina.

– ¿De eso se trata? ¿De sexo?

– El sexo es algo realmente grande en nuestra relación. Y lo de «grande» lo digo en serio.

Ahora estaba siendo realmente mezquina. El hecho de que Lance no estuviera muy bien dotado nunca la había preocupado, pero a él sí, y ella debería sentirse avergonzada de sí misma. Pero no lo estaba.

– Bram es insaciable. Últimamente he pasado tanto tiempo desnuda que es un milagro que todavía me acuerde de cómo vestirme.

Lance siempre se había negado a reconocer que tenía problemas en su vida sexual. Se volvió de espaldas a ella para examinar la talla árabe de la repisa.

– No quiero pelearme contigo, Georgie. No somos enemigos.

– Recapacita.

– Si me hubieras devuelto las llamadas… Ya me siento bastante culpable. No sé cómo lo hizo Bram, pero estoy seguro de que te coaccionó y quiero ayudarte. Tengo que ayudarte a salir de esto.

– Fascinante. Salvo que yo no necesito ayuda.

– El hecho de que te casaras con él… -Se volvió de nuevo hacia ella-. ¿No lo ves? No sólo es malo para ti, sino que degrada lo que tú y yo tuvimos.

Georgie se sintió demasiado sorprendida para responder, pero al punto se echó a reír.

Lance hinchó el pecho. Todo en él reflejaba su dignidad herida.

– No es divertido. Si se hubiera tratado de alguien decente… Nuestra relación era sincera y auténtica. Sólo porque no durara no significa que, en su momento, no fuera buena. -Se alejó de la chimenea-. Si te has casado con Bram por propia voluntad (y me cuesta mucho creerlo) has manchado nuestra relación y te has rebajado a ti misma.

– Muy bien, oficialmente, has sobrepasado tu tiempo.

Él insistió.

– Bram es un jugador. Es perezoso y no tiene ningún objetivo en la vida. ¡Es alcohólico y drogadicto, por el amor de Dios! ¡No es más que un vago!

– Sal de aquí.

– No me vas a contar la verdad, ¿no? Sigues demasiado enfadada. Entonces dime… ¿qué habrías hecho si hubieras estado en mi lugar? ¿Qué habrías hecho si hubieras conocido al amor de tu vida mientras estabas casada con otra persona? Dímelo.

– Fácil. Para empezar, yo nunca me habría casado con nadie que no fuera el amor de mi vida.

Lance torció el gesto.

– Sé que crees que lo que hice es imperdonable, pero te pido que lo mires de una forma distinta. Intenta entender que lo que ocurrió entre Jade y yo no podría haber ocurrido si tú no me hubieras enseñado lo que significa amar de verdad a alguien. Amar a alguien con todo tu corazón.

Su descaro hizo que Georgie sintiera deseos de reír o gritar. Lance tiró de su desaliñada barba.

– Resulta difícil de comprender, lo sé, pero, sin ti, yo no habría sabido de lo que es capaz el corazón. -Alargó el brazo hacia ella, pero debió de ver algo en sus ojos que lo detuvo-. Georgie, tú me diste el valor para amar a Jade como ella merece que la amen. Como yo merezco amar a alguien.

Una extraña fascinación se había apoderado de Georgie.

– ¿Hablas en serio?

– Ya te he dicho lo mal que me siento por haberte hecho daño. Nunca quise causarte tanto dolor.

Georgie había visto aquella misma expresión de angustia en la cara de Lance cuando veía las noticias en la televisión, leía un libro especialmente emocionante o visitaba un centro de acogida para animales abandonados. Lance siempre había sentido las cosas profundamente. En cierta ocasión, ella lo vio llorar mientras contemplaba el anuncio de una cerveza.

– No puedes imaginarte lo que me costó dejarte -declaró él-. Pero lo que siento por Jade… lo que ella siente por mí… es mayor que nosotros dos.

– ¿Has dicho «mayor que nosotros dos»?

– No encuentro otra forma de explicarlo. Tú me enseñaste el camino hacia el amor y te lo debo todo en ese sentido. Veo que no piensas contarme cómo te viste atrapada en esta situación con Bram. Es tu elección, pero de todas maneras te ayudaré. Déjame hacer esto por ti. Por favor, Georgie. Déjame ayudarte a salir de esto.

– No quiero salir de esto.

Un nuevo relámpago, esta vez más cercano, sacudió los cristales.

– Jade y yo hemos hablado sobre esto. Ella tiene una casa en Lanai. Es totalmente privada. Deja a Bram, Georgie. Ve a relajarte allí unas semanas y después… -Levantó la mano a pesar de que ella no había dicho nada-. Escúchame, ¿quieres? Sé que, al principio, te parecerá raro, pero prométeme que me escucharás hasta el final.

Ella lo miró con fijeza.

– No me lo perdería por nada del mundo.

– Creo que hemos encontrado la manera de transformar lo que sucedió entre nosotros tres en algo bueno. Algo realmente extraordinario que volverá a sacar brillo a tu reputación.

– No sabía que mi reputación necesitara brillo.

– Digamos que hará que la gente olvide que una vez estuviste casada con Bram Shepard. -Lance volvió a juguetear con su pulsera-. Tú, Jade y yo… tenemos la oportunidad de hacer algo bueno. Algo que… será un ejemplo para el mundo entero. Prométeme que no te negarás hasta que hayas reflexionado sobre ello en serio. Es lo único que pido.

– El suspense me está matando.

– Nosotros, Jade y yo, queremos que vengas con nosotros cuando volvamos a Tailandia.

Un trueno sacudió la casa. La tormenta estaba cerca.

– ¿Que vaya con vosotros?

– Sé que parece una locura. Al principio, a mí también me lo pareció, pero, cuanto más hablábamos de ello, más comprendimos que se nos ha concedido una oportunidad de oro. Tenemos la posibilidad de enseñarle al mundo, de una forma realmente generosa, que las personas supuestamente enemigas pueden vivir juntas en paz y armonía.

Georgie no sabía si vomitar o tomarse una Coca-Cola.

La lluvia golpeó los cristales.

– La prensa enloquecerá -continuó él-. Tú parecerás una santa. Todo el mundo se olvidará de tu absurdo matrimonio. Las causas por las que Jade y yo estamos luchando, que son buenas causas, recibirán más atención. Pero, lo mejor es que todo el mundo se verá obligado a examinar sus peleas personales y las guerras religiosas. Puede que no consigamos cambiar el mundo, pero podemos darle un empujón.

– Me has dejado… sin palabras.

Las puertas ventana que comunicaban con el porche se abrieron de golpe y todos los invitados entraron. Era evidente que Bram y Meg no les habían contado que Lance se había presentado en la casa, porque uno tras otro se quedaron mirándolo fijamente. Al final, Rory rompió el silencio.

– Tenéis una forma muy original de celebrar fiestas, tíos.

– Lo mismo digo -declaró Laura, quien no podía apartar los ojos de Lance.

Al ver a Paul, Lance sonrió.

– ¡Paul, es un placer volver a verte! -Cruzó la habitación a zancadas con la mano tendida-. Te he echado de menos.

– Lance.

A Georgie le sorprendió que su padre sólo le estrechara la mano en lugar de caer de rodillas y suplicarle que volviera con ella. Claro que probablemente eso ya lo había hecho.

Una acalorada Chaz llegó de la cocina con una bandeja con tazas y una fuente con lo que parecían ser trufas de chocolate caseras. Aaron la seguía con una jarra de café. Chaz se quedó mirando a Lance y casi tropezó con la alfombra antes de dejar la bandeja sobre la mesa.

– Ha-hay alguien en el coche -anunció.

– Es Jade -contestó Lance-. Será mejor que me vaya.

– ¿Has traído a Jade aquí? -A Georgie le dio vueltas la cabeza.

– Ya te lo he dicho, hemos venido directamente del aeropuerto. Pero descuida, los cristales del coche están tintados. Nadie puede ver el interior.

Un tenso silencio se extendió por la habitación, hasta que Bram avanzó unos pasos con total tranquilidad.

– ¡Qué vergüenza, Lancelot, mira que dejar a tu esposa esperando en el coche! -Sus ojos se entornaron peligrosamente-. Tráeme un paraguas, Chaz, la invitaré a entrar.

Georgie se quedó helada. Seguro que lo había entendido mal. Pero no. Bram estaba enfadado y reaccionaba en su típica forma impulsiva y estúpida.

Paul dio un paso adelante.

– ¡Detente!

La mandíbula de Bram se tensó.

– Esto es una fiesta. Cuantos más seamos, mejor.

Georgie lo odiaba, pero se suponía que lo amaba y, con tantos testigos, no podía permitir que se notara lo que sentía en realidad. Al contrario, tenía que demostrarles cómo actuaba una chica alegre y felizmente casada en segundas nupcias al conocer a la mujer que le había robado al idiota de su ex marido.

– Chaz, ya que vas a buscar un paraguas para Bram, de paso trae una pistola para que pueda pegarme un tiro.

Dijo lo adecuado, porque Rory sonrió con amplitud.

– Es la mejor fiesta a la que he asistido en años.

– ¡Y la mejor a la que yo he asistido nunca! -exclamó Laura.

– Arréglate el pelo -le dijo Meg a Georgie mientras Bram y Chaz desaparecían con Lance siguiéndoles los pasos-. Y ponte más pintalabios. Deprisa.

– ¡No te atrevas a hacerlo! -dijo Rory levantando la mano-. Estás bien tal como estás.

– Rory tiene razón -dijo su pelotillera agente-. Jade Gentry no tiene nada que tú no tengas.

Meg miró hacia el techo.

– Salvo la cara más bonita del universo, un cuerpo para morirse y el ex marido de Georgie.

– No, de verdad -replicó Georgie mientras se dejaba caer en el sofá-, lo único que necesito es una pistola.

Su padre se acercó a ella.

– Ven conmigo. No vas a pasar por esto.

La intempestiva orden la decidió a hacer exactamente lo contrario.

– Claro que sí. Jade no es importante para mí.

Mentira. El hecho de que hubiera dejado de amar a Lance no implicaba que lo hubiera perdonado a él y Jade. Quería venganza.

Minutos después, Jade entró en el salón. Un foco invisible parecía iluminar su deslumbrante presencia. ¿Por qué tenía que ser tan perfecta? Resultaba irónico… La mayor parte de los actores tenían mejor aspecto en persona, mientras que las actrices solían parecer un poco encefalíticas, con la cabeza demasiado grande para sus esqueléticos cuerpos. Pero Jade no. Ella todavía era más impresionante en persona; un exquisito icono del viejo Hollywood, con los ojazos de Audrey Hepburn, los pómulos de Katherine Hepburn y la piel cremosa de Grace Kelly. Una melena brillante de pelo liso y negro enmarcaba una perfecta y encantadora cara carente del menor rastro de maquillaje. Sus pechos eran generosos, pero no vulgares. Su cintura era estrecha y sus piernas largas. Jade no era tan alta como Georgie, pero se movía con una seguridad tan imponente que ésta tenía que esforzarse para no sentirse como si se hubiera encogido.

Lance estaba a la izquierda de Jade y Bram a su derecha. Paul avanzó para darle la bienvenida interponiéndose entre ella y su hija, a saber si a propósito o de forma accidental.

– Hola, soy Paul York. Según me han dicho, acabas de llegar del aeropuerto.

– Tengo la impresión de que el viaje ha durado un siglo.

Su ropa, como la de Lance, estaba arrugada, pero aun así sus pantalones pitillo negros y su camiseta negra sin mangas se veían elegantes. Nada en ella indicaba que hubiera sufrido un aborto hacía menos de un mes. Jade cambió el peso de pierna intentando ver más allá de Paul. Sin duda, quería encontrarse con Georgie para darle un abrazo. Por suerte, su móvil sonó antes de que pudiera hacerlo.

– Tengo que contestar. Dos miembros de nuestro equipo se han puesto muy enfermos en el avión.

Sacó el móvil del bolso en forma de saco y se apartó del grupo. Laura se sirvió una taza de café y Meg cogió una trufa. Bram se acercó a Georgie. Ella deseó que no se acercara mucho porque no podría resistir la tentación de darle una patada.

Rory hizo lo que pudo para aliviar la tensión.

– Laura, he oído decir que estás intentando que Georgie protagonice la nueva película de Rich Greenberg. Es un buen guión. Ojalá hubiera caído en nuestras manos.

– ¿La película de la vampiro bombón? -Meg arrugó la nariz-. Mi madre hablaba de ella el otro día.

– Georgie es perfecta para el papel -dijo Paul.

– Georgie no está interesada en esa película -intervino Bram-. Está cansada de hacer comedias.

Él tenía razón, pero Georgie estaba enfadada y ella no era la única persona inmadura del matrimonio.

– Laura me ha conseguido una cita con Greenberg.

Jade se estaba poniendo nerviosa, aunque ninguno de ellos consiguió oír más que una o dos palabras sueltas. Al final, Jade cerró el móvil y regresó al lado de Lance con su perfecto entrecejo fruncido por la tensión.

– Malas noticias acerca de Dari y Ellen. ¿Te acuerdas del brote de SARS que se produjo en Filipinas? Los médicos temen que lo hayan cogido.

– ¿SARS? Dios mío… -Lance la cogió de la mano, los dos frente al mundo-. ¿Se pondrán bien?

– No lo sé. Ahora mismo los tienen en aislamiento administrándoles antibióticos.

– Será mejor que vayamos ahora mismo al hospital.

– No podemos.

– Claro que sí. Entraremos por la parte de atrás.

– Ése no es el problema. -Jade volvió a meter el móvil en el bolso y se echó el pelo hacia atrás con una sacudida de la cabeza-. No podemos ir a ninguna parte.

Lance le acarició los dedos de la mano.

– ¿Qué quieres decir?

– Quien me ha telefoneado era el jefe del Departamento de Salud Pública del condado. El hospital les ha alertado. Los resultados de las pruebas de Ellen y Dari tardarán cuarenta y ocho horas y hasta que estén seguros de si es o no SARS, todos los que viajaban en el avión están en cuarentena. -Jade miró a los que estaban alrededor-. Y también todas las personas con las que hayamos estado en contacto desde entonces.

Se produjo un silencio mortal. Georgie se sintió mareada y Bram se quedó paralizado.

– No te referirás a nosotros -dijo Paul por fin.

– Me temo que sí.

Bram siguió sin moverse.

– ¿Estás diciendo que todos debemos quedarnos aquí, en mi casa, durante los próximos dos días? ¡Pero si apenas hemos tenido ningún contacto con vosotros!

– Hasta el martes por la mañana -precisó Jade con voz tensa-. Irónico, ¿no? -Y deslizó la mirada hacia Georgie.

– Imposible -declaró Laura-. El lunes tengo reuniones. Una detrás de otra.

Meg frunció el ceño.

– Mi madre y yo hemos quedado mañana para ir a montar.

– Si tengo que estar en cuarentena, la haré en mi propia casa. -Rory buscó su bolso con la mirada-. Me iré por la puerta del jardín.

– Será mejor que antes lo consultes con Salud Pública -comentó Jade-. Esos tíos no están para bromas. Seguro que primero tendrás que enviar a casa al servicio.

Rory dejó de buscar el bolso, seguramente al acordarse de los directores de cine que alojaba en su casa.

Chaz había cogido la jarra de café que llevaba Aaron y se volvió hacia Bram.

– ¿Qué es el SARS?

Aaron contestó en lugar de Bram:

– Síndrome respiratorio agudo y severo, una enfermedad grave y muy contagiosa. Hace unos años se produjo una pandemia. Murieron cientos de personas y miles cayeron enfermas. Una pandemia es como una epidemia pero mucho más extendida.

– Ya sé lo que es una pandemia -replicó Chaz tan a la defensiva que Georgie dedujo que mentía.

– Menuda tontería -dijo Bram-. Lance ni siquiera lleva en la casa quince minutos y nadie lo ha besado.

Jade sacudió la cabeza para echar su melena hacia atrás.

– Eso ya se lo he explicado a Salud Pública, pero aun así no han cambiado de opinión.

Laura sacó su móvil.

– Dame el número. Yo haré que cambien de opinión.

Pero ella no era la única fiera alfa de la habitación y las demás, Bram, Paul y Rory, ya tenían sus móviles en la mano. Aaron le lanzó una mirada a Georgie y también sacó el suyo. Lance miró alrededor.

– No podéis llamar todos a la vez.

– Yo llamo -dijo Rory-. Tengo contactos.

Durante la media hora siguiente, mientras Georgie permanecía sentada y en silencio, los demás escucharon las conversaciones que mantuvo Rory con los funcionarios del Departamento de Salud Pública del condado y con el alcalde en persona. Al final, reconoció su derrota.

– Lo de los contactos no va a funcionar. Se trata de una cuestión política. Como hay famosos involucrados en el asunto, nadie quiere asumir la responsabilidad. Por si el tema se les va de las manos. Es una exageración, pero por lo visto estamos atrapados.

Uno tras otro, todos miraron a Georgie para ver su reacción al verse encerrada con su ex y su nueva esposa. Scooter Brown habría sabido manejar aquella situación. Scooter siempre salía airosa de las situaciones comprometidas. Muy bien, pues que la encantadora hechicera resolviera aquel asunto.

Georgie obligó a Scooter a levantarse del sofá.

– Le sacaremos el mejor partido a la situación. Como si estuviéramos en una gran fiesta de pijamas. Será divertido.

Chaz se metió de lleno en el berenjenal.

– Tengo toneladas de comida en la nevera, así que eso no es problema.

– Necesito una copa -dijo Bram.

– ¡Exacto! -soltó Georgie sin poder contenerse, lo que significaba que Scooter tenía que intervenir y rescatarla-. ¡Es una gran idea, cariño! Abre un par de botellas.

Chaz se volvió hacia Bram.

– ¿Dónde dormirá todo el mundo?

Georgie estuvo tentada de sugerir que Paul compartiera habitación con Lance. Seguro que a su padre le encantaría dormir acurrucado junto a su persona preferida.

Al final, lo organizaron. Meg insistió en dormir en el sofá del despacho de Bram, dejando la cama de la casa de invitados para Rory y Laura. Paul dormiría en el despacho de Georgie. La habitación en que había dormido Georgie hasta entonces fue adjudicada a Lance y Jade, por lo que Georgie se vio obligada a explicar que la había estado utilizando como vestidor y que tenía que recoger algunas cosas. Chaz, después de discutirlo en voz baja, aceptó a regañadientes que Aaron durmiera en su sala. Eso dejaba a Georgie sin más opción que dormir en la cama de su marido. La situación era tan desagradable que, una vez más, Scooter tuvo que acudir en ayuda de Georgie.

– Creo que el viento está amainando -dijo alegremente-. ¿Qué tal si encendemos la barbacoa del porche? Incluso podríamos asar hamburguesas.

– O no -replicó Skip.

Rory telefoneó a su ama de llaves para que le dejara algunos objetos personales envueltos en una bolsa impermeable junto a la puerta que comunicaba los jardines de ambas casas. Meg le prestó a Laura una camiseta amplia para dormir. Jade anunció que ella dormía desnuda, así que Georgie no tuvo que molestarse en buscar nada para ella. Chaz y Aaron distribuyeron toallas, manoplas de baño, sábanas y cepillos de dientes. Georgie, mientras tanto, luchaba contra una sensación de irrealidad.

Cuando lo peor de la tormenta hubo pasado, Meg acompañó a Rory y Laura a la casa de invitados mientras Bram se dirigía, bajo los últimos restos de lluvia, a recoger las cosas de Rory. El padre de Georgie se sirvió un coñac y se sentó en el porche. Lance y Jade se retiraron a lavarse y arreglarse después del largo viaje y Aaron los condujo a la planta superior.

Georgie se puso a ayudar a una desagradecida Chaz a recoger la mesa. Poco después oyó que la ducha de su lavabo se ponía en marcha y, veinte minutos más tarde, se apagaba.

Sólo una ducha. ¡Qué bonito!

El estómago se le encogió. Que Lance estuviera allí ya era bastante horrible, pero que también estuviera Jade hacía que la situación resultara insoportable. Y todo por culpa de Bram.

Georgie subió al dormitorio de su marido. Convertiría la torrecilla del extremo de la habitación en su santuario. Había una mesa de marquetería situada entre dos sillones y una lámpara con una pesada base de bronce cerca de un diván tapizado con una tela de felpa marrón que hacía juego con las paredes trigo-miel. El diván era sólo para una persona y Georgie decidió que dormiría en él. La cama de Bram era para el sexo, no para la intimidad de toda una noche.

Se dirigió a la ventana y deslizó la vista por el mojado camino de la entrada hasta la valla de la finca. Aunque era más de medianoche, vio al menos dos coches aparcados en la calle. Los paparazzi mantenían su abnegada vigilancia esperando conseguir la mágica imagen que los haría ricos.

Ahora, Salud Pública tenía los nombres de todos los que estaban en cuarentena, así que la historia pronto se filtraría a la prensa. Tendrían que hacer las correspondientes declaraciones. «Los viejos problemas han quedado atrás. Ahora somos una gran y feliz familia.» Lance por fin conseguiría lo que deseaba, la apariencia de su perdón y su absolución final a los ojos del público.

Georgie apoyó la mejilla en el marco de la ventana y se preguntó cómo sería la vida contando siempre la verdad. Pero, para lograr eso, ella vivía en la ciudad equivocada. Los Ángeles era una ciudad construida a partir de la ilusión, con fachadas falsas y calles que no conducían a ningún lugar.

La puerta del dormitorio se abrió. Georgie oyó el inevitable tintineo de los cubitos de hielo y percibió el olor a lluvia conforme Bram se acercaba a ella.

– Cuando he invitado a entrar a Jade no pretendía que la cosa terminara así. Lo siento.

Su disculpa no solicitada calmó un poco el enfado de Georgie.

– ¿Y cómo pretendías que terminara?

– Mira, estaba cabreado. -Bram mantuvo la voz baja en consideración a la única pared que los separaba de sus indeseados visitantes-. ¿A qué viene que ese tío se presente aquí por las buenas? Y después la imagen de Jade sentada en el coche y sintiendo lástima porque se imagina que estás tan destrozada por su gran amor con Lance que ni siquiera tienes el coraje suficiente para mirarla a su jodida cara. Ha sido superior a mí.

«Visto de esa manera…»

Aun así, su prepotencia le recordaba demasiado a su padre.

– No te correspondía a ti tomar la decisión.

– Pero tú no ibas a tomarla. -Bram se desabotonó la camisa blanca y húmeda-. Estoy harto de ver cómo te encoges cada vez que oyes su nombre. ¿Dónde está tu orgullo? Deja de pensar que ella es mejor que tú.

– Yo no…

– Sí, tú sí. Puede que Jade sea mejor que tú en algunas cosas. Sin duda es mejor atrayendo a los maridos de otras mujeres, pero lo que Jade sea o deje de ser no tiene nada que ver contigo. Madura de una vez y sé feliz viviendo en tu propia piel.

– ¿Tú me hablas de madurar?

Bram no había acabado de vapulearla.

– Jade y Lance están hechos el uno para el otro. Él no era el hombre adecuado para ti, igual que…

– ¿Igual que tú?

– Exacto.

Bram bebió un trago largo de su copa.

– Gracias por tu percepción.

Georgie agarró el pijama y la bata que había cogido antes de su dormitorio y entró furiosa en el lavabo. Sin embargo, mientras se lavaba la cara, tuvo que admitir que la intención de Bram había sido buena. Invitar a Jade a entrar en la casa había sido su retorcida versión de mostrarse protector con ella. Además, no podía haber previsto las consecuencias.

Cuando salió del lavabo, Georgie vio que estaba reclinado en los almohadones, vestido sólo con sus calzoncillos bóxer, cuya blancura resaltaba contra su morena piel. Había apartado las sábanas y tenía un libro abierto sobre el pecho. Ver a Bram Shepard leyendo un libro ya era suficientemente raro, pero no tanto como las gafas de montura metálica que reposaban en el puente de su nariz. Ella se quedó de una pieza.

– ¿Qué es eso?

– ¿El qué?

– ¿Usas gafas?

– Sólo para leer.

– ¿Usas gafas para leer?

– ¿Qué hay de malo en eso?

– La gente que está tatuada no debería usar gafas para leer.

– Cuando me hice el tatuaje, no las usaba. -Se quitó las gafas y contempló el pijama azul de Georgie-. Esperaba que te pusieras uno de esos conjuntos de Provocativa.

– Aunque estuviera de humor para eso, que no lo estoy, no lo haría con ellos al otro lado de esa pared.

– Comprendo.

Se levantó de la cama y tiró de Georgie hacia el lavabo. Una vez dentro, cerró la puerta.

– Se acabó el problema.

– Sigo estando enfadada contigo.

– Lo comprendo. Lo estás porque no me he disculpado con la suficiente sinceridad.

Y empezó a besarla.

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