Durante todo el día, Bram contempló la partida de ajedrez humano que se desarrollaba ante él mientras los helicópteros los sobrevolaban en círculo. Vio cómo Georgie hacía todo lo posible por mantenerse alejada de Lance, Jade y su padre, mientras que Paul apenas hablaba con nadie. Vio que Chaz intentaba satisfacer todos los caprichos de Lance y Jade, pero que seguía mostrándose antipática con Georgie y Aaron. Meg ayudaba en la cocina, miraba con desdén a Lance cada vez que se cruzaba con él y actuaba como si Jade fuera invisible. Laura adoptó el papel de una Suiza nerviosa, intentando moverse con neutralidad entre las naciones en conflicto. Y todo el mundo le hacía la pelota a Rory. Él incluido.
Bram decidió que, con la posible excepción de Chaz, él era el único que estaba contento con la cuarentena. Había planeado acorralar a Rory la noche anterior, pero la aparición de Lance había estropeado sus planes. Sin embargo, ahora tenía el resto del fin de semana para abordarla a solas y ella no podría seguir esquivándolo eternamente.
Entre los helicópteros y el incidente de la serpiente, nadie quería ir a la piscina. Varios invitados estaban en la cocina y Bram vio que Georgie se disponía a fastidiar con su cámara de vídeo otra vez. Chaz empezó a enfadarse y Bram intervino.
– Cariño, ¿por qué no practicas tu técnica de entrevistar a la gente con Laura? Ya sabes, una agente del sexo femenino en el charco de tiburones de Hollywood.
– Yo no quiero entrevistar a Laura, quiero entrevistar a Chaz otra vez.
– Sólo porque las mujeres de la limpieza no están -soltó la chica con desdén-. ¡Le encanta hablar con ellas!
A Bram le resultaba extraño sentirse como si fuera la única persona adulta de la habitación.
– Entonces ¿qué te parecería entrevistar a Aaron? -preguntó, pensando que era una sugerencia razonable.
– No me interesa hablar con los hombres -soltó Georgie-. Está bien, te entrevistaré a ti.
– Haz que se quite la ropa -sugirió Meg-. Eso animará un poco el ambiente.
– Gran idea -contestó Bram-. Lo haremos en el dormitorio.
Georgie decidió reavivar su papel de amante esposa.
– No me tientes de esa forma en público.
Una serie de imágenes semipornográficas cruzaron la mente de Bram. ¿Quién se habría imaginado que Georgie fuera semejante bomba? Desde el primer momento, su autoritarismo sexual lo había excitado muchísimo. A diferencia de otras mujeres, a ella no le preocupaba si él se excitaba o no y, por alguna razón, eso todavía lo excitaba más. El aspecto sexual de aquel matrimonio de pega se había convertido en algo mucho más divertido de lo que él había imaginado. Tanto que había empezado a sentirse un poco inquieto. Sólo tenía espacio para una persona en su vida, y esa persona era él mismo. Lo de Chaz había sido un accidente.
A última hora de la tarde, los móviles de todo el mundo y las PDA se estaban quedando sin batería. Sólo el móvil de Rory, quien, entre otras cosas, había encargado que le dejaran junto a la puerta del jardín un cargador y un móvil de repuesto, seguía funcionando. Laura anunció que estar sin teléfono le hacía hiperventilar y le pidió a Georgie que cantara algo, pero en la casa no había ningún piano y la anfitriona se negó. A pesar de tomarle el pelo acerca de su interpretación en el musical Annie, Bram tenía que reconocer que resultaba agradable escucharla cantar, con su potente voz y su inagotable energía. Quizá comprara un piano para sorprenderla.
Jade se sentó en la biblioteca con un libro sobre economía internacional, Georgie desapareció con Aaron y el resto de invitados se desplazaron a la sala de proyecciones. Bram fue a su despacho con un vaso de té helado extra fuerte; una adicción menos dañina que las anteriores.
Cogió el guión que le había enviado su agente. Con toda la publicidad de la que era objeto a causa de su matrimonio, estaba recibiendo más guiones de lo habitual, pero los papeles eran los mismos de siempre: playboys, gigolós y, de vez en cuando, un traficante de drogas. Bram no se acordaba de la última vez que le había llegado algo que no fuera pura basura. Tras haber leído unas páginas, se dio cuenta de que aquel guión no era distinto de los demás. Tenía ganas de fumar un cigarrillo, pero en su lugar bebió un trago de té helado, examinó su correo electrónico y, a continuación, regresó a la casa para dedicarse al verdadero trabajo que tenía pendiente.
Rory había trasladado su centro de operaciones a un rincón del porche. A pesar de que era domingo, había estado al teléfono toda la tarde, creando y destruyendo carreras, pero en aquel momento estaba inclinada sobre su ordenador portátil. Bram se acercó a la mesa donde ella estaba trabajando con paso relajado y, sin esperar una invitación que nunca llegaría, se sentó frente a ella.
– Aunque agradezco de veras tu hospitalidad -dijo Rory sin levantar la vista-, a menos que quieras hablar acerca del clima, vas a perder el tiempo.
– Supongo que eso es mejor que perder el dinero de Vortex.
Rory levantó la cabeza.
Bram extendió las piernas y se acomodó en el asiento con aires de autosuficiencia, aunque tenía el estómago encogido.
– Eres una de las mujeres más inteligentes de la ciudad, pero en estos momentos estás actuando como una estúpida.
– En general, resulta mejor persuadir a alguien mediante halagos.
– Tú no necesitas halagos. Sabes lo buena que eres, pero el rencor que sientes hacia mí se está interponiendo en tu buen juicio, el cual, en general, es excelente.
– Ésa es tu opinión.
– Caitlin Carter se ha vuelto codiciosa. Si esperas hasta que mi opción expire, te gastarás mucho más dinero en La casa del árbol del que te gastarías ahora. ¿Cómo explicarás eso a tu junta directiva?
– Me arriesgaré. Y eres tú el que está actuando como un estúpido. Si me cedes La casa del árbol ahora, sin ningún tipo de restricciones, te garantizo que aparecerás en los créditos como productor asociado…
– Eso no tiene ningún valor para mí.
– Sólo con eso ya estarías ganando dinero respecto a tu inversión inicial. Pero, si persistes en tu idea, acabarás con nada. Yo puedo conseguir que se haga esa película. ¿Qué más quieres?
– Quiero que se haga la película que está en mi cabeza. -Bram se esforzó en mantenerse sereno, pero aquel asunto significaba mucho para él y notó que estaba perdiendo la calma-. Quiero interpretar a Danny Grimes. Quiero que se me garantice que Hank Peters será el director. -Se levantó de la silla-. Quiero estar en el plató todos los días para asegurarme de que el guión que he entregado es el que se rueda realmente y no que un imbécil del estudio vaya y decida que quiere introducir una persecución de coches.
– Yo no permitiría que eso sucediera.
– Tú tienes que dirigir el estudio, ni siquiera te darías cuenta.
Rory se frotó los ojos.
– Me estás pidiendo demasiado, Bram. Te lo diré sin rodeos. Sólo se te conoce por tres cosas: Skip y Scooter, una cinta de sexo y por ser un juerguista impresentable. Estoy empezando a creer a Georgie cuando dice que has superado la última, pero no has hecho nada serio desde que acabó la serie. ¿De verdad me imaginas diciéndole a la junta directiva que te he confiado un proyecto como La casa del árbol?
– ¡Tengo una jodida intuición! ¿Puedes entenderlo? -Las venas del cuello de Bram palpitaron-. Sé exactamente cómo debería hacerse esa película. Cómo debería ser. Qué debería transmitir. Soy el único que puede realizar la película que tú quieres. ¿Tanto te cuesta entenderlo?
Rory lo miró larga y serenamente.
– Lo siento -dijo con suavidad-. No puedo hacerlo.
La lástima genuina que reflejaba su voz le indicó a Bram que habían llegado al final del camino. Había hecho todo lo que había podido para convencerla y había perdido. Se sorprendió al ver que sus manos temblaban, pero, aun así, consiguió encogerse de hombros. De ningún modo le suplicaría.
Su despacho constituía el único refugio del que disponía en aquella superpoblada casa. Al darse la vuelta, un movimiento cerca de la puerta llamó su atención. Se trataba de Georgie. Aunque estaba a unos tres metros de distancia, Bram percibió preocupación en su entrecejo fruncido y lástima en sus ojos verdes.
Georgie había oído toda la conversación con Rory, y eso a Bram le dolió tanto como haber perdido su sueño.
La cena constituyó una auténtica tortura. Lance no paró de intentar recuperar la simpatía de Paul, quien no respondió a sus intentos. Jade les dio un apasionado sermón sobre la industria sexual infantil que los dejó a todos deprimidos y con un sentimiento de culpabilidad. Georgie apenas habló, Rory parecía preocupada, y Laura estuvo todo el tiempo lanzándole miradas ansiosas a Paul y Georgie. Bram no pensaba permitir que Rory viera que lo había vencido, así que se obligó a bromear con Meg, la única persona en la mesa que no parecía desear estar en cualquier otro lugar.
Los helicópteros por fin terminaron su jornada.
Chaz les sirvió un empalagoso postre de caramelo. Era tan sustancioso que sólo Georgie se acabó su ración tragándosela con una obstinada determinación que Bram no comprendió. Jade, a quien no parecía importarle mucho la comida, se dejó su ración sin siquiera tocarla y, cuando Chaz reapareció, le pidió un cuarto de manzana. Su petición debió de cabrear a Georgie, porque se levantó de la mesa de golpe y se metió de lleno en su papel de Scooter Brown.
– Ni siquiera son las ocho. Vayamos al salón, tengo un entretenimiento especial para todos.
La sugerencia constituyó una sorpresa para Bram. Malas noticias. Él lo único que quería era desaparecer.
– Yo no pienso jugar a las adivinanzas -advirtió Meg-, ni a ningún otro juego al que juguéis los actores.
Laura y Rory parecían horrorizadas, pero Georgie no cedió.
– Tengo en mente algo ligeramente más interesante que esos juegos.
– Espera un momento -intervino Bram, decidido a demostrarle a Rory que no lo había dejado hecho polvo-, me prometiste que no dejarías que nadie te viera bailar desnuda salvo yo.
– Nada de bailes -replicó ella sin perder la calma-. La última vez que me deslicé por la barra me luxé un tendón.
Incluso Paul sonrió, y todas las mujeres salvo Jade se echaron a reír. Sin embargo, Bram tuvo la impresión de que la vida le resultaba demasiado pesada para tomarse nada a la ligera y Lance enseguida se puso serio para apoyar a su mujer. ¡Qué imbécil!
Mientras los demás recogían la mesa, Jade le pidió a Chaz que le preparara otro poleo menta porque el primero no estaba lo bastante caliente. Bram tuvo la impresión de que Jade dirigía sus instintos humanitarios al mundo en general mientras ignoraba a la gente que la atendía en el día a día. Al final, Georgie, quien seguía simulando estar muy alegre, los condujo al salón y asignó los asientos. A Bram le hizo sentarse en el sillón que había junto a la chimenea. A Rory, en el sofá que había al lado del sillón de Bram, y a los demás los colocó de una forma que podía tener sentido para ella, pero para nadie más. Bram deseó que su mujer le hubiera consultado antes de proponer su jueguecito de salón.
Entonces entró Aaron cargado con un montón de guiones y Bram lo entendió todo.
Georgie le entregó a él el primero.
– ¡Sorpresa, cariño!
Bram examinó la cubierta. Se trataba del guión de La casa del árbol. ¿Qué creía Georgie que estaba haciendo?
– Quizás alguno de vosotros ya hayáis oído que Bram tiene la opción para la realización de La casa del árbol de Sarah Carter.
Más de una cabeza se levantó de golpe para mirarla.
Georgie apoyó la mano en el hombro de su esposo.
– Sin embargo, por lo que sé, a Bram nunca le han leído el guión, así que le pedí a Aaron que hiciera copias para todos. Con tanto talento junto en la casa, creo que podríamos darle ese gusto al anfitrión, ¿no creéis?
Con tanto talento junto… y Rory Keene sentada a su lado. Georgie había lanzado los dados. No quería que él se rindiera, ni siquiera después de oír la conversación con Rory. Georgie había preparado una audición especialmente para él.
Entonces se despertó.
Georgie no lo estaba haciendo por él, sino para ella misma.
Bram se imaginó qué esperaba Georgie conseguir con aquello. Ella sabía que, en cuanto expirara la opción de Bram, Rory no dejaría escapar La casa del árbol, y pretendía utilizar aquella noche como audición privada para abrirse camino hacia el papel de Helene.
Un plan agresivo, pensó Bram con amargura, pero que no funcionaría. Georgie no era capaz de interpretar aquel personaje. Georgie le hincó los dedos en el hombro.
– Si no te importa, cariño, yo haré de directora de reparto.
Bram tenía que reconocerlo: Georgie estaba haciendo exactamente lo que él habría hecho en aquellas circunstancias. Entonces ¿por qué se sentía tan decepcionado?
Porque el estúpido egoísta era él, no ella.
Georgie empezó a repartir los guiones.
– Bram, como es lógico, tú leerás el personaje de Danny Grimes. Papá, ¿qué te parece si interpretas a Frank, el padre moribundo de Danny? Lance, tú harás de Ken, el vecino que abusa de su hija; interpretar al malo constituirá un bonito cambio para ti. Jade, tú leerás el texto de Marcie, la esposa servil de Ken.
El papel más ingrato de todos.
A continuación, Georgie le tendió a Laura un ejemplar del guión.
– Laura, saca a tu niña interior e interpreta a Izzy, su hija de cinco años. Y tú, Meg, leerás el papel de Natalie, la enfermera a domicilio de quien Danny está enamorado, pero no te hagas ilusiones.
– Yo no soy actriz.
– Pues finge serlo.
Bram no podía culpar a Georgie por intentar conseguir el papel de Helene. Era el tipo de personaje que podía dar un vuelco a la carrera de cualquiera, pero Helene necesitaba una actriz como Jade, quien ya tenía experiencia en personajes de carácter fuerte. Incluso realizando una lectura en frío, Jade estaría fantástica, Georgie lo sabía tan bien como él y por eso le había asignado el papel de Marcie.
Georgie se sentó en una silla en el otro extremo del salón.
– Aaron ha accedido a leer el resto de los personajes masculinos. Yo seré la narradora y me encargaré de los personajes femeninos que sobren.
No se podía decir que el personaje de Helene sobrara. La confusión de Bram se convirtió en un auténtico choque emocional cuando Georgie entregó uno de los guiones a Rory.
– Tú nunca puedes divertirte, así que hoy interpretarás a Helene.
– ¿Yo?
– Saca tus dotes artísticas -la animó Georgie con una sonrisa radiante.
– No creo que las tenga.
– ¿Qué más da? Esto es sólo por diversión.
Bram no lograba entenderlo. ¿Por qué se había rajado Georgie? Sólo se le ocurría una explicación, y algo parecido al pánico lo invadió: Georgie había preparado la audición para él en lugar de para sí misma.
¡Mierda! Él no le había pedido que lo hiciera. Seguramente ella había decidido que Rory se sentiría más implicada en el proyecto si le tocaba leer un papel clave como el de Helene. O, aún más inquietante, quizá quería que él y no ella fuera el centro de la atención. Fuera lo que fuese lo que rondaba por la cabeza de Georgie, estaba claro que la pequeña Scooter Brown estaba otra vez revoloteando por ahí y rociando a todos con su maldito polvo de hada.
Bram empezó a sudar. Su mujer era una condenada estúpida. ¿Cuándo se daría cuenta de que tenía que cuidar de sí misma? Si quería cambiar el curso de su carrera debía ir en busca de lo que quería y dejar de lado a todos los demás. Él nunca habría hecho un sacrificio así por ella. Pero a ella no le importaba, porque Georgie York era una maldita jugadora de equipo.
Georgie cruzó las piernas.
– Bram, antes de empezar, háblanos un poco del guión, ¿quieres? Dales a todos una idea de lo que esperas de ellos.
Él no se había preparado para aquello y se puso nervioso. Si lo estropeaba, no tendría otra oportunidad, pero no conseguía organizar sus ideas.
– Algunos de vosotros… unos cuantos… esto… probablemente habéis leído el libro. Probablemente la mayoría. Ya sabéis que es una… -Se obligó a mantener la compostura-. Es una bonita historia. Y un buen guión, quizás incluso mejor que el libro. -Las palabras empezaron a acudir con más facilidad a su boca-. Como lo que vamos a hacer ahora es una lectura en frío, la haremos sin pretensiones. No intentéis llevar al personaje más allá de lo que consta en el texto. Despojadlo de todo accesorio y leedlo sin más. Primero…
Georgie lo contemplaba desde el otro extremo del salón. Había empezado de una forma irregular, pero, poco a poco, su entusiasmo salió a la luz. Miró de reojo a Rory, pero resultaba difícil descifrar su expresión.
La idea de leer el guión se le había ocurrido justo después de oír la conversación entre Bram y Rory y de percibir la desesperación que su marido se esforzaba tanto en ocultar. Dos grandes obstáculos se interponían en su camino: su reputación como persona informal y su insistencia en interpretar a Danny Grimes. Ella no podía hacer nada más para cambiar lo primero, pero se le ocurrió que podía conseguirle una oportunidad en relación con lo segundo. No estaba claro si Bram lo lograría o no, pero al menos tendría una oportunidad.
Todos lo escuchaban con atención mientras él describía brevemente cada uno de los personajes. Pedirle a Rory que leyera el papel de Helene en lugar de hacerlo ella misma había resultado doloroso para Georgie, pero aquél era el proyecto de Bram y aquélla tenía que ser su audición. Además, en el remoto supuesto de que su plan funcionara, Bram estaría muy en deuda con ella y Georgie pretendía asegurarse de que él le pagara esa deuda.
Aun así, una vez más había puesto las necesidades de un hombre por delante de las suyas. Por otro lado, ver la pasión que Bram sentía por aquel proyecto le había permitido vislumbrar su alma. Equivocada o no, aquél parecía el único camino que podía tomar. Ya esperaría a otro día para ser desagradable.
Empezaron a leer el guión y pronto resultó obvio que los motivos ocultos de Georgie la habían empujado a cometer algunos errores de reparto graves. Jade no pudo evitar añadir a la lectura una rabia reprimida que no estaba en el guión, con lo que Marcie se convirtió en un personaje mucho más intenso de lo que lo fueron las acartonadas Helene de Rory y Natalie de Meg. Lance prácticamente se retorcía los bigotes de villano mientras leía el texto de Ken, y Laura resultó muy poco convincente en su papel de niña de cinco años.
Por otro lado, Paul quedó sorprendentemente bien como padre de Danny, aunque no tanto como Bram, quien redujo su personaje a su esencia, de tal modo que todos sintieron el mudo sufrimiento de un hombre erróneamente condenado por uno de los crímenes más atroces de la sociedad; un hombre que intentaba con obstinación no ver cómo se cometía ese mismo crimen en la casa de sus vecinos.
Llegaron a la última página. Danny Grimes estaba de pie junto a la tumba de su padre y Natalie estaba a su lado.
NATALIE: Ha dejado de llover. Al final, hará un buen día.
(Danny coge a Natalie de la mano)
DANNY: Un buen día para construir una casa en un árbol. Pongámonos manos a la obra.
El silencio reinó en el salón. Uno a uno, todos fueron cerrando los guiones.
Bram miró a Georgie a los ojos y ella notó que su propia boca esbozaba, poco a poco, una sonrisa. La interpretación de Bram había sido brillante -serena, desesperada, inspirada- y totalmente inesperada. Una vez más, lo había infravalorado.
Al final, Meg rompió el silencio.
– ¡Joder, Bram! ¿Alguien más sabe que sabes actuar?
Laura se sonó la nariz.
– Joder.
Laura miró a Paul, quien tenía la mirada perdida.
– Buen trabajo, Bram -declaró Lance-. Un poco monótono, pero no está mal para una primera lectura…
– Pues yo creo que has estado brillante -declaró Jade con rotundidad-. Has malgastado tu talento en papeles de tres al cuarto.
– Exacto -volvió a intervenir Lance-. Una actuación realmente interesante.
Georgie miró a su ex esposo. Bram y su padre tenían razón, Lance era como… un bloque gigante de tofu. No tenía sabor propio, sino que adoptaba los sabores de las personas que tenía más cerca.
Laura seguía mirando fijamente a Paul, quien de repente salió de la habitación. Georgie tenía miedo de mirar a Rory, hasta que oyó un suspiro largo y cansino.
– Está bien, Bram… Aun sabiendo que cometo un error, vayamos a hablar a algún sitio.
Georgie soltó un gritito ahogado, pero Bram, aparte de una leve mueca torcida, sólo exhibió una serena autoconfianza.
– Sí, claro, podemos hablar en mi despacho.
– Vaya, vaya… -comentó Jade cuando ambos desaparecieron.
– Lo mismo digo. -Meg descruzó las piernas y se levantó del suelo-. Estoy deseando contárselo a mi madre.
Lance tamborileó con los dedos en su muslo, algo que solía hacer cuando no estaba contento. Chaz entró en el salón procedente de la cocina, desde donde, sin lugar a dudas, lo había estado escuchando todo, y preguntó si alguien quería más café. Lo que Georgie quería era levantarse de un salto y bailar.
Los invitados se retiraron a los dormitorios y, al final, Georgie también subió al suyo. Se moría de ganas de saber qué habían hablado Rory y Bram e intentó leer mientras esperaba que él regresara, pero pronto dejó a un lado la lectura. Sus pensamientos se centraron en su ex marido. Desde el inicio de su relación hasta el final de su matrimonio, Georgie había permitido que el amor que sentía por él definiera quién era ella. Primero, la novia de Lance Marks; después, la mujer de Lance Marks; y, por último, la desgraciada ex esposa de Lance Marks. Ella se había convertido en la esclava emocional de un famoso, talentoso y engañoso, aunque no totalmente podrido, pedazo de tofu.
Bram entró disparado por la puerta y se lanzó de cabeza a la cama. Apartó la sábana y besó a Georgie hasta que le hizo perder la cabeza.
– Supongo… -murmuró ella casi sin aliento- que me estás demostrando tu gratitud.
– Así es. -Sonrió ampliamente y rozó las sienes de Georgie con los pulgares-. Gracias, Georgina. Lo digo en serio. -Deslizó la mano por debajo de la camiseta de tirantes de Georgie y le pellizcó el pezón-. Pero no vuelvas a hacer nada parecido sin advertirme antes. He estado a punto de sufrir un infarto.
Ella decidió que podía esperar a oír los detalles de la reunión con Rory y arqueó el cuerpo contra la mano de Bram.
– De nada. Ahora demuéstrame lo agradecido que estás.
Y eso fue, exactamente, lo que hizo él.
A la mañana siguiente, Bram estaba más contento de lo que Georgie lo había visto nunca. Sus ojos chispeaban y el afilado contorno de su boca se había suavizado. Rory había accedido a producir La casa del árbol por medio de Siracca Productions, una subsidiaria de Vortex que producía películas de bajo presupuesto, de las denominadas «independientes». Por fin Bram tenía lo que quería. Georgie experimentó una breve oleada de envidia. Últimamente, sentía más entusiasmo creativo grabando a Chaz del que había experimentado nunca realizando su verdadero trabajo. Entonces se acordó de Helene.
Aquella tarde, el Departamento de Salud levantaba la cuarentena, pues los análisis de sangre de las ayudantes de Jade determinaron que padecían un virus, no SARS. Las dos mujeres todavía se sentían débiles, pero estaban mejorando. Cuando los invitados estuvieron listos para irse, tres helicópteros sobrevolaban la casa y una marabunta de medios de comunicación esperaba en la calle. Rory se fue por la puerta del jardín, pero el resto de invitados esperó a que la policía llegara y despejara el camino.
Ahora que los sueños de Bram se estaban convirtiendo en realidad, Georgie tenía que dar el paso siguiente para hacer realidad los suyos. Salió al jardín en busca de Laura. Mientras bajaba los escalones del porche, Laura se aproximaba procedente de la casa de invitados. El fino pelo de Laura se balanceaba de un lado a otro alrededor de sus suaves y bonitas facciones. No parecía lo bastante dura para ser una agente y quizá no lo era. Georgie se humedeció los labios.
– Quiero que canceles la reunión de mañana con Rich Greenberg.
Laura se detuvo de golpe y sus ojos castaños se abrieron alarmados.
– No puedo hacerlo, Georgie. No tienes ni idea de lo que me ha costado conseguir esa cita. Rich ni siquiera había pensado en ti para ese papel hasta que yo se lo sugerí, pero ahora está considerando en serio esa posibilidad.
– Lo comprendo, pero deberías habérmelo consultado antes. No pienso actuar en esa película.
– Rich tiene unas ideas fantásticas. Al menos, deberías escucharlo.
– Sería una pérdida de tiempo para él. Yo misma le telefonearé para disculparme.
Laura tiró de su collar. Sus profundas ojeras indicaban que no había dormido bien aquellos días.
– Tu padre está… Bueno, está totalmente convencido de que éste es el mejor proyecto para ti.
– Me aseguraré de que comprenda que la decisión la he tomado yo.
Laura no parecía muy convencida.
– No puedo hacerlo -dijo Georgie-. La última película que protagonicé… Lo único que hice fue cumplir con las formalidades.
– No digas eso. Tú eres una actriz fenomenal.
– Así habla una verdadera agente. -Georgie sabía lo que tenía que hacer. Precisamente Bram se lo había enseñado-. No creo que nadie deba vivir la vida simplemente cumpliendo con las formalidades. Yo quiero sacar más de mí misma.
– Lo entiendo, pero…
– Quiero interpretar a Helene en La casa del árbol.
Laura parpadeó.
– ¡Uau! Ésa no la había visto venir. Ése es un papel totalmente distinto. ¿Bram está… de acuerdo?
– Me debe una audición y yo sé que puedo hacerlo. Es un papel que me emociona y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para conseguirlo.
– Como es lógico, tienes mi apoyo, pero…
– Será mejor que entremos.
Georgie apretó la muñeca de Laura como muestra de lo que sentía y la condujo al interior.
La policía ya estaba en la entrada de la finca y Bram se reunió con Georgie en el vestíbulo para despedir a los invitados. Aaron apareció con una libreta y les pidió a Lance y Jade sus autógrafos.
– ¿Os importa firmar aquí para Chaz? -Le entregó a Jade la libreta y un bolígrafo-. Y quizá podríais escribir alguna cosa, como que os ha gustado su comida o algo parecido. A ella le da vergüenza pedíroslo.
Jade lo miró con perplejidad.
– Es el ama de llaves -explicó Georgie-. La chica que nos ha preparado la comida durante el fin de semana.
– ¡Ah, sí…!
Bram resopló.
Jade firmó en la libreta e, impaciente por irse, dio unos golpecitos en el suelo con el pie. Lance se demoró, pues todavía esperaba conseguir el perdón de Georgie. Las heridas que le había infligido volvieron a cruzar por la mente de Georgie, pero ya las había revivido demasiadas veces y aquella historia empezaba a aburrirla. Pensó en todas las cosas que podía decirle para herirlo, pero eso también le pareció aburrido.
Georgie lo miró con los ojos entornados.
– Quedas absuelto, Lancelot. Ve y no vuelvas a pecar.
Bram apoyó la mano en el trasero de Georgie y se lo acarició.
– ¿Lo dices en serio? -preguntó Lance-. ¿Me has perdonado?
– ¿Por qué no? Resulta difícil guardar rencor por algo que ya no te importa. Además, tú ya tienes bastantes problemas.
– ¿Qué quieres decir?
Lo que Georgie quería decir era que Jade nunca miraba a Lance como él la miraba a ella, con una adoración a toda prueba. Probablemente, Jade lo quería a su manera, pero no tanto como él la quería a ella, lo que no presagiaba nada bueno para alguien con tantas inseguridades como su ex marido.
La venganza llegaba en formas extrañas, pero ella sólo le dijo:
– Cambiar el mundo no es nada fácil, pero vosotros parecéis hechos para ese fin.
Georgie le había dado lo que él quería, pero Lance no parecía totalmente feliz. En cierto sentido, le gustaba que ella sufriera -sólo un poquito- y no estaba preparado para que eso cambiara. Georgie sonrió y se agarró del brazo de Bram. Lance frunció el ceño y Jade, ajena a todo lo que sucedía, miró su reloj.
Cuando por fin se fueron, Bram rio levemente junto a la oreja de Georgie.
– Impresionante. ¿Desde cuándo eres tan madura?
– Seguro que ha sido gracias a tu influencia -contestó ella con sequedad, aunque en cierto sentido era cierto.
La vida, pensó, transcurría demasiado deprisa para perder el tiempo torturándose por heridas que se habían cerrado cuando ella no les prestaba atención.
Meg anunció que regresaba a la casa de sus padres por una temporada.
– Ahora que sé que Bram no te pega, os dejaré solos. -Entonces le lanzó a Bram su versión de la mirada de gánster de su padre-. Pero no creas que no te tendré vigilado.
Al final, sólo quedó Paul.
– He hecho un esbozo de una declaración para la prensa y os sugiero que la hagáis pública lo antes posible.
Georgie se enojó, pero Bram intervino.
– ¿Y qué se supone que decimos en esa declaración?
– Exactamente lo que vosotros mismos diríais. -Paul le entregó el papel-. Que estáis muy contentos de que las dos mujeres hospitalizadas se encuentren mejor… Que el pasado pasado está… Que apoyáis totalmente las buenas obras que Jade y Lance están haciendo, etcétera, etcétera.
– ¡Quién iba a decir que somos tan civilizados! -exclamó Georgie.
Bram asintió con la cabeza.
– A mí me parece bien. Aaron puede ocuparse de hacerla llegar a la prensa.
Bram le entregó la nota a Georgie y se dirigió a su despacho con el aire desenfadado de quien acaba de ganar la lotería.
– ¿Qué vas a hacer esta tarde? -le preguntó Paul a su hija.
A ella le aterraba contarle que había cancelado la reunión con Greenberg.
– Tengo toneladas de papeleo atrasado.
– Hazlo más tarde. Los helicópteros se han ido. ¿Qué tal si vamos a nadar un rato?
– ¿A nadar?
– He visto varios bañadores de hombre en la casa de invitados. Nos vemos en la piscina.
Paul se fue sin esperar su respuesta. ¡Qué típico! Georgie subió con rabia las escaleras, se puso con toda la calma del mundo un bikini amarillo y se enrolló una toalla de playa alrededor de la cintura. Ya había soportado bastante tensión durante los días pasados y no quería provocar lo que, sin duda, sería una escena desagradable.
Curiosamente, su padre la esperaba en medio de la piscina. Él siempre nadaba para hacer ejercicio, no como diversión, y resultaba extraño verlo allí inmóvil. Ella dejó caer la toalla, se sentó en el bordillo, cerca de la escalerilla, y metió los pies en el agua.
– Tengo que contarte algo acerca de la reunión de mañana. He hablado con Laura y…
– Nademos.
A Paul le encantaba hablar de trabajo, sobre todo si la conversación giraba en torno a próximas reuniones con productores o directores. Podía hablar interminablemente sobre la imagen que Georgie debía dar y lo que tenía que decir. Ella lo observó con curiosidad, intentando deducir por qué estaba actuando de una forma tan extraña.
– El agua está perfecta -informó él.
– Está… bien.
Georgie se sumergió en la piscina.
Paul enseguida se dirigió hacia la parte honda. Cuando inició la vuelta, Georgie empezó a nadar.
Siguieron así durante un rato, los dos nadando en direcciones opuestas y sin hablar. Cuando ella ya no lo pudo aguantar más, se puso de pie.
– Papá, sé que la reunión con Greenberg significa mucho para ti, pero…
Él dejó de nadar.
– No siempre tenemos que hablar de trabajo. ¿Por qué no nos relajamos un poco?
Georgie lo miró intrigada.
– ¿Te pasa algo?
– No. No me pasa nada.
Pero él no la miraba a los ojos, y parecía sentirse incómodo. Quizá Georgie había visto muchas películas, porque empezó a preguntarse si su padre tenía alguna enfermedad terminal, o había decidido casarse con una de las mujeres con las que salía, ninguna de las cuales le caía bien a Georgie. Aun así, se sentía agradecida de que su padre saliera con mujeres de su edad en lugar de con jóvenes veinteañeras, a las que todavía atraía.
– Papá, ¿estás…?
De repente, una ola le salpicó en plena cara. Georgie levantó las manos, pero no antes de que Paul echara su brazo atrás y la salpicara otra vez. El agua le inundó la nariz y los ojos le escocieron. Georgie escupió y se atragantó.
– ¿Qué estás haciendo?
Paul bajó el brazo. Su cara estaba colorada y, si no lo conociera mejor, ella habría dicho que de vergüenza.
– Sólo estaba… divirtiéndome un poco.
Georgie tosió y al final recuperó el aliento.
– ¡Pues para ya!
Él retrocedió.
– Lo siento. Creía…
– ¿Estás enfermo? ¿Qué te pasa?
Paul nadó hasta la escalera.
– No estoy enfermo. Hablaremos más tarde.
Cogió su toalla y se dirigió deprisa hacia la casa. Georgie contempló cómo se alejaba mientras intentaba adivinar qué había pasado.