CAPÍTULO XXVIII

– ¿Te encuentras bien, Charlotte? -preguntó Charles, mirando solícito a su mujer tras la marcha de Audrey.

Hubiera querido sentir por ella lo mismo que sentía por la otra, pero no podía. Tenía que hacer un esfuerzo para recordar que su esposa llevaba un hijo suyo en el vientre, pero ni así se animaba. Charlotte era tan animosa que casi nunca mencionaba su estado. Charles la miró sonriendo y trató de hacerse a la idea de que su esposa era ella y no Audrey.

Sin embargo, la casa de Antibes era una tumba sin Audrey y los Rosen. Charles dio un largo paseo con James por la playa, pero no le hizo ninguna confidencia. Lady Vi intentó intimar un poco más con Charlotte, pero descubrió que ésta le era tan antipática como al principio. Era una mujer tan fría y calculadora que no acertaba a comprender cómo Charlie podía aguantarla. No bastaba con que fuera inteligente.

– Es como si estuviera casado con un hombre -le comentó Violet aquella noche a James en la intimidad de su dormitorio-. ¿Cómo pudo casarse con ella?

Al final, Charlie decidió confesarle la razón a su amigo.

– Está embarazada.

– ¡Oh, Dios mío! -exclamó Violet-. Qué situación tan terrible para Charlie. ¿Por eso se casó con ella?

– Creo que sí, aunque él no me lo haya dicho con claridad. Yo no soy tan hábil como tú en hacer preguntas indiscretas

– contestó James, alegrándose de que su vida no fuera tan complicada como la de Charlie -. Creo que él hubiera preferido que abortara. Pero, al parecer, Charlotte es católica.

– ¿De veras? -preguntó lady Vi, sorprendida-. Nunca lo hubiera imaginado. No fue a misa el domingo.

Ellos eran anglicanos y entre sus amigos no abundaban mucho los católicos.

– A lo mejor, no se encontraba bien. En fin, sea como fuere, Charles va a ser papá.

– ¿Está contento?

– No estoy muy seguro de ello. Creo que todavía está algo aturdido y me parece que la chica le gusta de verdad. Tuvieron relaciones mucho tiempo y ella le acompañó incluso a El Cairo cuando él estuvo allí. Sin embargo, no creo que él tuviera intención de convertirlo en algo permanente. Para eso hubiera preferido a Audrey.

– Menos mal… Pobre Charlie… Y pobre Audrey. Qué horrible desastre -dijo Violet, frunciendo el ceño-. ¿Sabes una cosa? Creo que lo debió hacer a propósito.

– Otras lo han hecho -contestó James, echándose a reír-, aunque no la imagino recurriendo a estos trucos femeninos. Es demasiado práctica.

– No estés tan seguro. Creo que le entusiasma la idea de dirigir la carrera de Charlie y de tenerle a su disposición como una marioneta. Además, es extraordinariamente guapa y puede conseguir lo que quiera. De no haber sido por eso, jamás le hubiera pescado.

– Madre mía, qué mente tan retorcida tienes. ¿Así me pescaste tú a mí? ¿Conspirando e intrigando?

– Pues, claro -contestó Violet, esbozando una radiante sonrisa-. Pero, por lo menos, no utilicé el socorrido truco de quedarme embarazada.

– Ojalá lo hubieras hecho -dijo James al recordarlo-. Me volviste loco durante casi dos años…, maldita virgen fanática.

Violet se ruborizó mientras él la acariciaba y besaba con pasión. A los pocos momentos, ambos se olvidaron por completo de Audrey y de Charlie.

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