CAPITULO 12

La última noche que Victoria pasó en su dormitorio fue muy extraña para las gemelas. Nunca volvería a dormir allí. Cuando regresara a casa de su padre, se instalaría en otra habitación con su marido. Jamás volverían a estar juntas de la misma manera. Para ellas, separarse era como arrancarles una parte del cuerpo. Al final Victoria consiguió dormir acurrucada junto a Olivia, que, mientras la contemplaba y acariciaba su sedoso cabello negro, rogaba para que jamás se acabara la noche.

El nuevo día amaneció glorioso y soleado. Olivia había pasado la noche en vela, observando a su hermana. Ésta abrió los ojos y sonrió, pero de pronto recordó que era una fecha aciaga, en que tenía que pagar el precio de su in- discreción e iniciar una nueva vida.

– Hoy es el día de tu boda -dijo Olivia con tono solemne.

No pudo evitar pensar que si Victoria no hubiera sido tan tonta, nada de eso estaría ocurriendo.

Se bañaron y vistieron en silencio. No necesitaban hablar, oían las palabras de la otra en su mente, pues desde la infancia compartían un lenguaje propio.

Casi estaban listas. Llevaban el mismo peinado, las mismas medias y ropa interior de seda, el mismo maquillaje, estaban idénticas, nadie hubiera podido diferenciarlas ahora que el anillo de Charles descansaba sobre el tocador.

– Todavía podemos hacerlo -sugirió Victoria con una sonrisa-. Ésta podría ser tu boda, Charles no se enteraría.

– Tal vez, pero tú sí -repuso Olivia-. Éste es tu día, el de Charles y el de Geoffrey. ¡Ay, Victoria! ¡Cuánto te quiero! -exclamó con lágrimas en los ojos-. Espero que seas muy feliz -añadió mientras la abrazaba.

– ¿ Y si no lo soy?

– Lo serás…Dale una oportunidad; él te quiere. -Al menos eso esperaba.

– Si no soy feliz, me divorciaré -declaró Victoria-. Toby no tuvo agallas para dar un paso como ése, pero yo sí… No me quedaré con él si no soy feliz.

– Ésta no es manera de empezar un matrimonio. Debes poner lo mejor de ti, porque él nunca te decepcionará.

– ¿Y si le decepciono yo? Formamos una pareja muy extraña; Charles vive con el fantasma de su mujer en la cabeza, y yo con mi terrible pecado…Toby.

– Debes olvidarle. Has de pensar en ti y en Charles. Estáis haciendo lo correcto, lo presiento.

– ¿ Ah, sí? ¿ Y por qué yo no? El problema es que no siento nada cuando estoy con él.

Lo peor de la situación era que Olivia sentía demasiado cuando estaba con Charles y siempre temía que adivinara sus sentimientos hacia él.

– Concédele una oportunidad. Espera a que estéis solos, sin nadie que os moleste. Será muy romántico.

– No lo creo. A veces pienso que no podré soportarlo.

– Debes ser más optimista. Por él…por ti…por Geoff.

– Deseas librarte de mí, ¿ no? Quieres mi armario -bromeó Victoria al tiempo que esbozaba una sonrisa de tristeza.

– Lo que quiero es tu sombrero amarillo con pluma verde.

Se refería a uno muy feo que habían comprado hacía varios años en el campo.

– Te lo daré ahora mismo. Combinará muy bien con el vestido que llevas.

En ese instante Bertie entró en la habitación y las riñó por no estar listas.

– Sólo nos falta ponernos los vestidos. El resto ya está; hasta nos hemos calzado.

– Pues daos prisa.

Primero se vistió Olivia, que se puso además el collar de aguamarinas, la pulsera y los pendientes que habían pertenecido a su madre. Parecía mayor.

– Ojalá te casaras tú, Ollie.

– Sí… pero es tu día, hermanita. Luego ayudó a su hermana. Cuando Bertie apareció de nuevo, rompió a llorar; las hermanas eran el vivo retrato de su madre.

– ¡Mis niñas! -fue lo único que acertó a decir mientras ajustaba el vestido y el velo de Victoria.

A continuación la mujer fue a buscar las flores: dos ramos de orquídeas blancas con azucenas. Cuando su padre las vio salir de la habitación, las miró con lágrimas de emoción en los ojos. Bertie adivinó qué pensaba: eran igual que su madre.

– Al menos hoy sabré quién es quién -comentó en broma-. ¿O acaso habéis tramado uno de vuestros trucos y Charles se casará con la mujer equivocada?

– Tal vez -respondió Victoria, y los demás se echaron a reír.

Acto seguido salieron de la casa y Donovan esperó pacientemente mientras Bertie ayudaba a las hermanas a subir al coche. Por fin partieron hacia la iglesia, seguidos por el ama de llaves y Bertie, que iban en el Ford. Olivia se había ofrecido a llevar a Geoff, pero Charles quería pasar la última noche con él en el hotel e ir juntos a la iglesia.

Durante el trayecto los vehículos tocaban la bocina y los transeúntes se paraban para mirarles, pues traía buena suerte ver a una novia tan guapa, pero Victoria sólo pensaba en Charles y en la estupidez que había cometido en Nueva York, que les había conducido a esta situación. Su matrimonio era un error, debía hablar con su padre y decirle que no podía casarse, que no le importaba que la enviara a un convento. Sin embargo, antes de que tuviera tiempo de expresar sus pensamientos Olivia la ayudó a salir del automóvil. Había perdido su oportunidad.

Los Henderson se dirigieron a la parte posterior de la iglesia, y Victoria intentó por todos los medios quedarse a solas con su hermana.

– ¡No puedo…! -susurró al tiempo que la cogía con fuerza del brazo-. iNo puedo,Ollie! ¡Sácame de aquí!

– ¡Tienes que hacerlo! -replicó Olivia-. No puedes echarte atrás…Debes seguir adelante. Te aseguro que nunca te arrepentirás.

– ¿ Y si me arrepiento? No tendré ninguna salida. ¿ Qué haré si no me concede el divorcio?

– No pienses en eso ahora…Tienes que lograr que vuestra relación funcione, por él…por Geoff…por ti.

Con los ojos empañados por las lágrimas, Victoria oyó cómo comenzaba a sonar la marcha nupcial. Las puertas de la iglesia se abrieron y Olivia encabezó la procesión hacia el altar. Con expresión resignada Victoria cogió el brazo de su padre y empezó a caminar despacio detrás de su hermana. Deseaba detenerse en medio del pasillo, dar media vuelta y salir corriendo, pero ya era tarde. Era como si se dirigiera al patíbulo. Cuando llegaron al altar, su padre, que estaba muy emocionado, le dio un apretón cariñoso en el brazo y se alejó. Victoria alzó la mirada y vio a Charles: alto, orgulloso, convencido de que hacía lo correcto. Estaba muy atractivo. La miró con tal dulzura que Victoria creyó por un momento que todo saldría bien. Luego tomó su mano y notó que temblaba. Quería tranquilizarla, decirle que siempre la protegería; era menos de lo que le hubiera gustado ofrecer, menos de lo que había compartido en el pasado, pero no podía brindarle nada más. Victoria observó su rostro y comprendió su mensaje. Su matrimonio no era la clase de enlace con el que ambos habían soñado, pero era lo más conveniente en esos momentos; se trataba de un acuerdo, de un compromiso solemne, la palabra de honor de dos personas que se comprendían y estaban dispuestas a aceptar menos de lo que habían anhelado tener alguna vez.

lntercambiaron los anillos y pronunciaron los votos. Victoria dejó de temblar. Finalizada la ceremonia, los novios salieron de la iglesia sonrientes. Olivia, que los seguía del brazo de su padre y con Geoff de la mano, sentía pena y alegría a la vez. Con excepción de Edward, el niño, al que tanto quería, era lo único que le quedaba en la vida.

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