CAPITULO 6

Octubre fue un mes de frenética actividad para la familia Henderson. Edward estaba a punto de cerrar un acuerdo comercial muy importante y acudía todos los días al despacho de John Watson para reunirse con banqueros y abogados.

Olivia había trabado amistad con varias jóvenes con quienes se citaba para comer y tomar el té. También Victoria estaba invitada pero, con la excusa de que debía acudir a conferencias y reuniones de las sufragistas, pocas veces las acompañaba. Su hermana presentía que seguía viendo a Toby Whitticomb en secreto, aunque no habían vuelto a hablar del tema, y estaba preocupada. Notaba los cambios que había sufrido su gemela y adivinaba que estaba muy enamorada, pero poco podía hacer al respecto.

Los Henderson continuaron asistiendo a conciertos y al teatro y, a petición de su padre, Olivia organizó dos cenas más, a una de las cuales asistió Charles Dawson, aunque en esta ocasión pasó la mayor parte de la velada hablando de negocios con Edward. En cualquier caso estaba demasiado preocupada por su hermana. En los últimos días apenas hablaban, se había alzado entre ellas un muro que no lograba traspasar. Cada vez que se lo comentaba a Victoria, ésta insistía en que eran imaginaciones suyas, que nada había cambiado.

Olivia deseaba volver a Croton lo antes posible y recuperar a su hermana, que cada vez se mostraba más distante. Sin embargo, a finales de octubre Edward Henderson les comunicó que no regresarían hasta el día de Acción de Gracias. Estaba ultimando la venta de la acería y por otro lado pensaba que era bueno para ellas estar en Nueva York, pues así tendrían la oportunidad de hacer amigos y, quién sabía, añadió con un guiño, encontrar marido. Era evidente que las jóvenes disfrutaban de su estancia en la ciudad. Olivia seguía siendo la misma, pero había perfeccionado sus habilidades y se había convertido en una anfitriona perfecta. Victoria, por su parte, parecía haber alcanzado su plenitud, y todos notaban que se había vuelto más sofisticada. Olivia también lo advertía, por supuesto, pero había llegado a la conclusión de que actuaba así para atraer a Toby.Victoria no había explicado nada a nadie, y mucho menos a su hermana, que ignoraba que cada día salía a escondidas con T oby para dirigirse a la casa de las afueras. Aun así intuía que su relación era cada vez más estrecha, y la actitud de Victoria, que la evitaba siempre que podía, sólo contribuía a alimentar sus sospechas.

– ¿No te has cansado todavía de nuestra ciudad? -preguntó Charles a Olivia una tarde en que acudió para conferenciar con Edward.

La joven había entrado en el despacho para servir el té y, dado que ya había concluido la reunión, su padre le pidió que se quedara con ellos.

– Quizás un poco -respondió con una sonrisa-. Me gusta la vida de aquí, pero echo de menos el cambio de estación en Croton.

– Volveremos pronto -afirmó su padre, que agradecía la ayuda que su hija le había prestado.

– Me encantaría que nos visitaras algún día y trajeras a Geoffrey -comentó la muchacha a Charles. Le apenaba no haber conocido todavía a su hijo.

– Por supuesto.

– ¿ Monta a caballo? -El abogado negó con la cabeza-. Si le apetece, le enseñaré.

– Estoy seguro de que le gustaría mucho.

– Por cierto, ¿dónde está tu hermana esta tarde? -preguntó Edward.

– Con unos amigos, o en la biblioteca. No lo sé a ciencia cierta. Llegará en cualquier momento.

– Sale mucho últimamente,-comentó el hombre con una sonrisa, pues le complacía que sus hijas disfrutaran de su estancia en Nueva York.

Cuando unos minutos después Charles salió de la casa, se cruzó con Victoria en la escalera de la entrada, pero no vio el coche que se alejaba a toda velocidad. Conversó con ella un momento y percibió un brillo extraño en su mirada, así como una expresión soñadora. Una vez más le sorprendió cuán diferente era de su gemela, a pesar del gran parecido que guardaban. Cuando se despidió de la joven, siguió pensando en las hermanas mientras se dirigía a su hogar. Los Henderson se marcharían el día de Acción de Gracias y enseguida llegaría la Navidad, una época muy triste para él. El año anterior las fiestas sin Susan habían sido un tormento.

Esa noche los Henderson asistieron a un concierto en el Carnegie Hall, donde coincidieron con varios conocidos, entre ellos Toby Whitticomb, que compartía un palco con unos amigos y había acudido sin su mujer. Alguien dijo haber oído que estaba enferma, ante lo cual un tercero rió y afirmó que lo que ocurría era que Evangeline estaba otra vez encinta. Victoria sonrió para sus adentros. Sabía que era imposible. Toby pensaba dejar a su esposa en un futuro muy cercano. Quizás habían decidido que era mejor que esa noche saliera él solo, pero cualquiera que fuera la razón de su ausencia Victoria y su amante cruzaron miradas durante toda la velada. Esta vez su padre sí se percató, pero no hizo ningún comentario. Albergaba la esperanza de que T oby Whitticomb no hubiera seleccionado a su hija como su próxima víctima.

Ya en casa, las jóvenes subieron a su dormitorio, y mientras se desvestían, Olivia advirtió:

– Nuestro padre se ha dado cuenta de cómo os mirabais esta noche.

Victoria no pareció inmutarse. Olivia sufría sobremanera a causa de su distanciamiento, era una especie de dolor físico del que no podía librarse.

– Él no sabe nada -replicó Victoria con seguridad.

– ¿ y qué hay que saber exactamente? -inquirió su hermana, horrorizada ante la posibilidad de que la cosa hubiera ido demasiado lejos.

Sin embargo Victoria no se dignó a responder, se acostaron sin siquiera desearse las buenas noches y ambas tuvieron una pesadilla que al día siguiente se convirtió en realidad.

Esa mañana John Watson llamó para preguntar si podía ver a Henderson. La visita no parecía nada inusual, pues se reunían con frecuencia, ya Edward siempre le complacía ver a su amigo.

Se dirigieron a la biblioteca, y mientras Bertie les servía café John observó a Edward en silencio. No sabía por dónde empezar, pues conocía su precario estado de salud. Sin embargo no tenía más remedio que decírselo, era su obligación.

– Me temo que soy portador de malas noticias.

– ¿Se ha cancelado la venta de la acería? -preguntó Edward decepcionado, pero no disgustado.

John negó con la cabeza.

– No, todo va bien. De hecho, creo que en Navidades ya estará todo arreglado.

– Eso espero -comentó Edward.

Habían trabajado mucho en el asunto y no parecía existir ningún obstáculo.

– Lo que debo decirte es algo personal, algo que me duele mucho tener que comunicarte. Martha y yo hablamos de ello anoche y llegamos a la conclusíón de que debías saberlo. Se trata de Víctoría…-Le costaba pronunciar las palabras, pues temía que acabaran con la vída de su amigo-. Me consta que tiene una aventura con el joven Whitticomb… Lo síento mucho… de verdad. Al parecer se reúnen en una casita situada al norte de la ciudad. El ama de llaves de una vivienda vecina les ha visto ir alli cada día…Dios mío, Edward, lo lamento mucho -añadió al notar cómo le había afectado la noticia.

– ¿Estás seguro de lo que dices? ¿Quién es esa mujer? ¿Crees que debo hablar con ella? Quizá mienta, podría tratarse de un chantaje.

– Quizá, pero dada la repución de ese hombre, me inclino a creer su historia. No habría venido de no estar seguro. ¿Quieres que hable con Whitticomb? Quizá deberíamos tener una conversación los dos con él.

– Si lo que dices es cierto, le mataré -aseguró Edward con tono sombrío-. No puedo creer que Victoria haya hecho una cosa así. Sé que es impulsiva, que alguna vez me ha robado un coche o mi caballo favorito para cabalgar por las colinas, pero esto, John…esto…me parece mentira.

– Lo comprendo, pero tu hija es muy joven e inocente, y él, un experto en la matería. Según el ama de llaves, mantiene esa casa sólo para sus conquistas. -Debería ir a prisión.

– ¿Qué será de tu hija? No puede casarse con él. Ya tiene esposa, varios hijos y, según me ha dicho Martha, está esperando otro. Me temo que la situacíón es muy complícada.

– ¿ Lo sabe alguien más?

Para Watson, ésta era la peor parte.

– Hace unos días, en el club, Whitticomb hizo un comentario a Lionel Matherson, pero entonces no lo creí. Sin embargo, un empleado del despacho me dijo lo mismo poco tiempo después. Ese hombre es un canalla si no le importa acabar de esa manera con la reputación de una joven. Al parecer explicó a Matherson que tenía una aventura con una muchachita muy inocente y que, cuando acabara con ella, seduciría a su hermana gemela. No mencionó ningún nombre, pero no era necesario.

Edward Henderson palideció y, si John Watson no hubiera estado con él, habría subido de inmediato para interrogar a sus hijas.

– Tienes que hacer algo, y rápido. Si corre la voz, pronto se enterará toda la ciudad. ¿Por qué no envías a Victoria a Europa una temporada? Debes alejarla de él. Has de pensar en su futuro, no puedes dejar las cosas así, será su rui- na. Después de lo sucedido, le costará encontrar marido, y si consigue casarse, no será con alguien de tu gusto.

– Lo sé. -Edward Henderson agradecía la sinceridad de su amigo, a pesar del dolor que le causaban sus palabras-. Tendré que reflexionar al respecto. Mañana la mandaré de vuelta a Croton, pero después… No estoy seguro, creo que Europa no es la solución… No sé qué hacer. Le obligaría a contraer matrimonio con ella si pudiera, pero ¿ qué demonios voy a hacer con un hombre casado y con hijos?

– Matarlo -dijo John Watson en un intento por desdramatizar la situación.

Edward esbozó una sonrisa y asintió.

– Créeme, me encantaría. Considero que debo hablar con él, quisiera saber lo ocurrido.

– Dudo de que sea lo más conveniente. Es bastante evidente qué ha sucedido y sólo te causará un disgusto aún mayor. Me gustaría pensar que sus sentimientos son sinceros pero, aunque lo fueran, ¿de qué le serviría a Victo- ria? No puede casarse con ella, jamás se divorciará de Evangeline, y menos ahora, que espera otro hijo; sería un escándalo terrible. Lo único que puede hacer Victoria es olvidarle.

– Intenta convencerla tú de eso. Me temo que está muy enamorada de él. Les vi bailar e incluso coquetear un par de veces, pero jamás pensé que llegaría a este extremo. Debería haberme dado cuenta, no sé en qué estaba pensando. Ahora entiendo por qué se pasa el día fuera de casa.

Antes de que Watson se marchara acordaron que éste hablaría con Toby Whitticomb y Edward se mantendría al margen con el fin de llevar el asunto con la mayor discreción. Además, el abogado temía que el corazón de su amigo no soportara una confrontación con Toby.

John Watson se dirigió de inmediato al despacho de Whitticomb, aunque le constaba que pocas veces aparecía por allí. Sin embargo, dio la casualidad de que esa mañana sí había acudido porque Victoria tenía una cita con el den- tista y habían quedado en verse más tarde de lo habitual.

La historia que Toby contó era mucho peor de lo que Watson esperaba. Se mostró bastante caballeroso, si podía calificársele de tal, y aseguró que no volvería a ver a la joven ahora que su relación había salido a la luz. Declaró que sólo había sido un juego y que era ella quien había afirmado tener la costumbre de perseguir a hombres casados. Jamás le había hecho ninguna promesa de futuro y, a pesar de lo que se rumoreaba, era muy feliz en su matri- monio con Evangeline, que además esperaba un hijo en abril. Nunca había dicho que abandonaría a su mujer, eso estaba fuera de toda duda. La chica se había vuelto loca, él era la víctima. Era ella quien le había seducido.

John Watson no creyó ni media palabra de lo que le dijo. Al contrario, estaba convencido de que Victoria se había dejado engañar por las promesas de Toby. Era joven e inocente, mientras que él era un hombre de mundo. Estaba claro lo que había sucedido, pero la cuestión ahora era qué sería de Victoria.

A las doce regresó a casa de los Henderson y relató a Edward tanto como se atrevió a explicar de su conversación con Whitticomb, pero la conclusión era que su hija tenía una aventura con el hombre y que éste estaba dispuesto a ponerle fin. No obstante el futuro social de Victoria seguía representando un grave problema. Si no hacían nada y Toby se iba de la lengua, la joven vería arruinada su vida y jamás se le acercaría nadie.

Edward agradeció la ayuda de su amigo antes de que se marchara. Cuando Victoria y Olivia regresaron del dentista, estaba de muy mal humor. Había sido una mañana muy dura para él y su tono era de desesperación cuando se dirigió a sus hijas desde la puerta de la biblioteca.

– Olivia, mañana volvemos a Croton -anunció con mirada severa. Se preguntaba si Olivia conocía el secreto de su hermana. Si era así, la culpaba por haberla encubierto-. Te ruego que lo recojas todo y cierres la casa de inmediato. Haz lo que puedas hoy y lo que no termines lo acabarán Petrie y los otros cuando nos hayamos marchado.

– ¿Nos vamos ahora? ¿Tan pronto? Pensaba que… Tú dijiste…-balbuceó Olivia, asombrada ante la noticia.

– ¡He dicho que nos vamos! -exclamó Edward. Acto seguido se volvió hacia Victoria y con un gesto de mano le indicó que le siguiera a la biblioteca. La joven sintió que le flaqueaban las piernas y lanzó una mirada furtiva a su hermana; era evidente que había sucedido algo terrible.

– ¿Ocurre algo? -preguntó Olivia con dulzura.

Su padre no respondió, sino que esperó a que Victoria entrara en la biblioteca y cerró la puerta. Olivia permane- ció de pie en el recibidor, extrañada por el comportamiento de su padre. Se preguntó qué habría ocurrido. De pronto temió que Edward hubiera descubierto que Victoria se encontraba con Toby, pero ¿ quién podía habérselo contado? Aunque Victoria hubiera cometido una tontería, no era una delincuente, si bien su padre la había tratado como tal. Jamás había visto a su padre tan furioso.

Se encaminó hacia la cocina para explicar a Bertie lo sucedido y comunicarle que se marcharían por la mañana.

La mujer se mostró sorprendida, pero en cuestión de minutos comenzaron a sacar las maletas y los baúles y a dar órdenes por toda la casa. Mientras Bertie y Olivia se afanaban, Victoria lloraba en la biblioteca.

– Has arruinado tu vida, Victoria, no existe futuro para ti. Ningún hombre respetable te querrá después de lo ocurrido.

Le partía el corazón pronunciar estas palabras y ver a su hija deshecha en lágrimas. Prefería no saber qué había habido entre ellos, no podía creer que hubiera actuado de forma tan inconsciente. Whitticomb debía de haberle pro- metido la luna para aprovecharse de ella.

– No importa, no quiero casarme -repuso ella entre sollozos. Pero una cosa era decir que no deseaba casarse, y otra convertirse en una paria y saber que nadie la querría como esposa.

– ¿Por eso lo has hecho? ¿Porque no te importaba? ¿Pretendías arruinar tu futuro…incluso el de tu hermana? ¿ y la reputación de la familia?

– Victoria negaba con la cabeza.

– ¿Te prometió alguna cosa? ¿Dijo que se casaría contigo, Victoria? -Sin mirar a su padre, asintió-. Ese hombre es un canalla, jamás debería haberlo traído a esta casa, yo soy el responsable. A continuación, explicó que Toby había dado a entender en el club que se acostaba con ella y que después se había comportado como un sinvergüenza al decir a John Watson que había sido ella quien le había seducido. La joven no daba crédito a lo que oía y al final decidió sincerarse.

– Me dijo que yo era la única mujer de la que se había enamorado, que jamás había sentido lo mismo por nadie… -Victoria sollozó, pero su padre no se acercó para consolarla-. Dijo que pensaba divorciarse, que su esposa y él no se amaban y que se casaría conmigo.

Así pues, a pesar de sus ideas modernas y de haber afirmado que nunca contraería matrimonio, Victoria no era más que una tonta romántica.

– ¿ y tú le creíste? -exclamó Edward, escandalizado. Ella asintió-. Para empezar, ¿ qué hacías a solas con él?

Comprendió que tenía que vigilar más de cerca a sus hijas, aunque Olivia nunca hacía nada indecoroso.

– Nos citamos una tarde… Yo no pretendía… Nunca pensé… Yo no habría… ¡Ay, papá!

Victoria lloraba no sólo por el dolor que había causado a su padre, sino también porque se daba cuenta de que Toby la había traicionado. Había asegurado a John Watson que la suya era una relación sin importancia, que ella le había seducido. En ningún momento mencionó que había prometido casarse con ella y había afirmado quererla más que a nada en el mundo. Se había comportado como una estúpida. Toby era mucho más despreciable de lo que la gente decía, la había engañado.

Desesperado, su padre le hizo una última pregunta: -Supongo que no me dirás la verdad, pero te lo preguntaré de todas maneras. ¿Sabía algo tu hermana? ¿Estaba al corriente de tu aventura?

Victoria negó con la cabeza y le miró a los ojos. -No -susurró-. Nos vio bailar en casa de los Astor y discutimos. Me dijo lo que yo ya debiera haber sabido, pero no la creí. Jamás le expliqué lo que ocurría, aunque creo que sospechaba que nos habíamos citado un par de veces… pero no el resto.

Se sentía tan avergonzada que no se atrevía a mirar a su padre. Era consciente de que pronto toda la ciudad se enteraría de lo que había sucedido y se alegraba de que se marcharan a Croton. No regresaría nunca más a Nueva York. Dirían que ella y su hermana habían enfermado y debían partir hacia Croton de inmediato.

Al igual que su hija, Edward no sentía deseo alguno de permanecer en la gran urbe. Jamás le había sucedido nada bueno allí: su mujer había fallecido en esa ciudad, la presentación en sociedad de sus hijas había sido una suerte de atracción de circo y su segunda visita se había revelado un completo desastre.

– Te prohíbo que vuelvas a ver a ese hombre, ¿está claro? No le importas lo más mínimo, ha renegado de ti, te ha ridiculizado y traicionado. Si le hubiera dicho a John que eras el amor de su vida y que no sabía qué hacer, habría sido diferente. Por supuesto, tampoco habrías podido casarte con él, pero al menos te habría quedado el consuelo de saber que te quería. Ahora en cambio no tienes nada más que tu propia desgracia, los restos de una reputación que has destruido y jamás podrá repararse y la certeza de haber sido utilizada por un canalla que no sentía nada por ti. Piensa en ello. Me gustaría creer que en el futuro podrás redimirte pero, mientras tanto, no quiero ni que pienses en ese hombre. Te prohíbo que le veas, ¿me has comprendido?

– Sí -respondió ella con voz trémula, y se sonó la nariz en un intento por reprimir los sollozos, pero no pudo.

Su padre había hablado con total claridad, no había manera de huir, era una pesadilla.

– Ahora sube a tu habitación y quédate allí hasta mañana.

Victoria salió de la biblioteca y cruzó el vestíbulo corriendo. Al cabo de unos minutos bajó con sigilo de su dormitorio, vestida con un traje negro y un sombrero con velo que le ocultaba el rostro y se marchó de la casa. Nece- sitaba averiguar si lo que su padre le había contado era cierto, pues cabía la posibilidad de que John Watson hubiera mentido.

Tomó un taxi hasta el despacho de Toby y casi chocó con él en la escalera cuando se disponía a salir. Estaba más atractivo que nunca, pero no parecía contento de verla.

– Tengo que hablar contigo -dijo, y se esforzó por reprimir las lágrimas al ver que Toby la miró con irritación.

– ¿Porqué no has enviado a otro de tus abogados? ¿Qué pretendes conseguir? ¿ Quieres presionarme para que deje a mi esposa esta misma semana? ¿A qué vienen tantas prisas?

– No tengo nada que ver con eso, alguien contó al abogado de la familia que hiciste un comentario sobre mí en el club, y él se lo explicó a mi padre. Además, alguien nos ha visto en la casa.

– ¿ y qué más da? ¡Dios mío! Ya eres mayorcita, señorita Moderna que nunca quiere casarse. Sabías muy bien lo que había entre nosotros, lo que podías esperar de mí, no lo niegues.

Victoria quedó pasmada ante la dureza de sus palabras. Deseaba poder hablar con él en otro lugar, pero estaba claro que Toby no quería, pues no hacía ademán alguno de moverse de los escalones del edificio.

– ¿ De qué estás hablando? No entiendo nada -preguntó desconcertada.

– Escucha, me lo he pasado muy bien contigo, en serio, lo repetiría en cualquier momento, pero no ha sido más que un mero entretenimiento. Todas las mujeres sois iguales, os engañáis pensando que al final conseguiréis una alianza de oro. No me digas que eres una joven moderna, eres tan poco sincera como las demás, sólo te metes en la cama con un hombre si al final hay boda. ¿De verdad crees que pienso dejar a Evangeline y a mis tres hijos… pronto cuatro? ¿O acaso supones que eres el amor de mi vida? ¿ Cómo quieres que lo sepa si sólo nos hemos visto un par de veces? Los dos sabíamos muy bien de qué iba lo nuestro; tienes algo entre las piernas y deseabas una cosa mía allí. Ahora no me vengas con historias de amor. Tampoco me digas que creías que iba a abandonar a mi mujer, los Astor me matarían. Los dos nos lo hemos pasado bien y, si abres la boca, yo también hablaré; diré a todos lo buena que eres…porque de verdad eres…muy buena.

Whitticomb se quitó el sombrero para hacer una pequeña reverencia y, cuando se incorporó sonriendo, Victoria le propinó una bofetada. Una mujer que caminaba por la calle les miró con sorpresa.

– Eres un canalla,Toby Whitticomb -espetó mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

Jamás pensó que pudieran tratarla así. Se había aprovechado de ella, pero ni siquiera tenía el valor de reconocerlo. Para colmo, intentaba culparla y hacerla sentir como una mujer fácil, que nunca le había amado, pero lo triste era que le había querido demasiado. Había sido una estúpida.

– No es la primera vez que me lo dicen -repuso él. Victoria había actuado como una ingenua, había sido una presa fácil para Whitticomb, que la había utilizado. Ya no le importaba lo que pudiera ocurrirle.

– Nos vamos mañana -anunció con la vana esperanza de que intentara detenerla.

– Me parece una buena idea. ¿Debo esperar ahora la visita de tu padre, o sólo envía a sus lacayos?

– No te mereces nada más -respondió Victoria. Quería odiarle, le había partido el corazón, pero una parte de ella seguía amándole.

– Vamos, Victoria, nos lo hemos pasado bien juntos… Deja las cosas así…no pidas más de lo que hay…-Para él era sólo un juego, siempre lo había sido.

– Dijiste que me querías -recordó la joven-, que jamás habías amado tanto a nadie, que dejarías a tu mujer, que iríamos juntos a París…

– Sí, lo dije, pero mentí -admitió Toby mientras la ayudaba a subir al taxi-. Ahora no importa. -La miró y de pronto le inspiró cierta compasión; sólo era una chiquilla. No había sido justo con ella, pero ya era demasiado tarde-. Vuelve a casa y olvídame. Algún día te casarás con un hombre bueno, aunque estoy seguro de que pensarás que jamás has disfrutado tanto como conmigo -añadió con una sonrisa maliciosa.

Victoria deseó abofetearle de nuevo, pero no tenía sentido, todo había acabado. Toby ni siquiera comprendía lo que ella sentía, era un ser tan vacuo que jamás lo sabría. La joven se dio cuenta de que era un ser miserable y empezó a odiarle.

– Sé que soy muy malo -susurró mientras admiraba una vez más su belleza. Era una lástima que no fuera mayor, pero había tenido su rato de diversión y era el momento de pasar a otra cosa-. Así es la vida -agregó antes de dar su dirección al taxista y alejarse del vehículo.

Pronto olvidaría a Victoria Henderson. Ahora era el momento de probar algo diferente.

Victoria lloró durante todo el trayecto. Cuando llegó a casa entró a hurtadillas por la puerta trasera y subió por la escalera del servicio mientras rogaba que nadie hubiera reparado en su ausencia. Sin embargo Olivia se había dado cuenta cuando entró en el dormitorio para llevarle una taza de té y preguntar cómo se encontraba. Al descubrir que no estaba, adivinó que había salido en busca de Toby, pero no se lo contó a nadie.

Las gemelas no volvieron a verse hasta más tarde, cuando Olivia subió de nuevo para interesarse por ella. Victoria estaba sentada en una silla mirando por la ventana, con un pañuelo en la mano, y ni siquiera se volvió al oír la puerta. A su hermana le partió el corazón verla tan desconsolada. Se acercó a ella y le puso la mano sobre el hombro.

– ¿ Estás bien? -susurró. El rencor que había existido entre ellas se había esfumado esa mañana. Olivia sabía lo mucho que la necesitaba su hermana.

– He sido una estúpida -masculló Victoria tras un largo silencio-. ¿ Cómo he podido ser tan necia?

– Querías creerlo, todo era muy emocionante. Logró engañarte porque es un embaucador. -Al oírla Victoria rompió a llorar, y Olivia la abrazó-. Todo saldrá bien, iremos a casa, no le verás más y le olvidarás. Dentro de poco nadie se acordará de lo sucedido.

– ¿ Cómo lo sabes?

Olivia sonrió. Quería tanto a su hermana que deseaba borrar todo su dolor, el disgusto, la decepción. Estaba furiosa con Toby Whitticomb, pero se alegraba de que por fin Victoria se hubiera librado de él.

– El dolor no dura para siempre -afirmó.

– Nunca pensé que pudiera existir alguien tan traidor y malvado. Odio a los hombres.

– Eso es una tontería; ódiale sólo a él.

Victoria levantó la cabeza e intercambiaron una mirada cariñosa. Se conocían tan bien…Era terrible pensar en lo mucho que se habían distanciado en las últimas semanas, pero Olivia sabía que nunca volvería a suceder, pues el vínculo que las unía era demasiado fuerte.

Al día siguiente, mientras abandonaban la ciudad en coche, entrelazaron sus manos. Olivia adivinaba qué sentía su hermana: pena, dolor, arrepentimiento.

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