CAPITULO 25

A pesar de que Olivia había prometido a su padre pasar un mes en Croton, cuando llegó el momento no quería abandonar a Charles y Geoffrey. Sus vidas habían cambiado en las últimas semanas. La pareja disfrutaba de una suerte de luna de miel y, en lugar de excluir a Geoffre Olivia se sentía más unida a él que nunca. El único problema era que todo cuanto tenía pertenecía en realidad su hermana. Había tomado prestados a su marido y a su hijo, hasta la alianza que llevaba en el dedo era de Victoria, pero se decía que al final todo redundaría en beneficio de su hermana y que ése sería su gran obsequio. Sin embargo otras veces sabía que estaba actuando mal y se sentía consumida por los remordimientos, pero su mala conciencia desaparecía en cuanto Charles la tomaba en sus brazos. Su pasión había alcanzado cotas insospechadas para él. La sensualidad de su esposa no era tan indomable como en un principio había supuesto; al contrario, le había entregado su corazón del mismo modo que Charles pensó que haría Olivia. En cierto modo, le aliviaba no tener que ver a su cuñada ahora, pues sus sentimientos hacia ella siempre habían sido muy confusos, pero ya no albergaba ninguna duda.

Por la mañana les costaba abandonar el lecho y, por noches, corrían a él. Cada vez se acostaban más temprano aunque se obligaban a permanecer levantados hasta que Geoffrey se retiraba.

– Somos terribles -dijo Olivia con expresión traviesa mientras Charles la seguía hasta la bañera-. Esto es obsceno -añadió sin mucha convicción antes de que él la tomara en el agua.

Un rato después, Charles le dio una palmada cariñosa en el trasero y se marchó al trabajo. Al quedarse sola Olivia se preguntó si podría dejarle alguna vez. Faltaban dos meses para que regresara Victoria. Lo peor de todo es que ésta no amaba a su esposo y, cuando regresara, Charles notaría el cambio. Lo único que podía hacer por el momento era ofrecerle todo el amor del que era capaz.

Charles tenía la impresión de estar en el cielo, lo que compartía con su mujer era más de lo que había esperado cuando se casó con ella. De hecho, era más, mucho más, de lo que tuvo con Susan, aunque no se atrevía a reconocerlo.

– Sólo hemos necesitado un año para adaptarnos -comentó con sorna una noche después de hacer el amor-. No es demasiado tiempo, ¿verdad?

– Sí, lo es -respondió Olivia.

Charles la miró de hito en hito.

– ¿Qué ha cambiado? -En ese momento descubrió en sus ojos algo que le aterrorizó: eran las puertas de su corazón, que estaban totalmente abiertas para él. Se apartó de ella y agregó-: Supongo que tendría que sentirme agrade- cido y no hacer demasiadas preguntas.

Olivia presintió que en ese momento había intuido la verdad, aunque prefería no saberla. En cualquier caso jamás se mostraba extrañado cuando ella no recordaba pequeños detalles como dónde guardaban las facturas o las herramientas. Hasta Geoff perdía la paciencia en ocasiones por los despistes de Olivia.

A principios de junio, cuando se acabaron las clases, llegó el momento de partir hacia Croton-on- Hudson. Charles prometió que les visitaría cada fin de semana. Cumplió su palabra e incluso se quedó el domingo de su aniversario de boda. Edward estaba contento de verles tan felices. Incluso el ama de llaves había notado el cambio que había sufrido su relación.

– Seguro que quieres algo de él, como una casa más grande -comentó Bertie un día en broma a Olivia.

Sin embargo ambas sabían que Victoria heredaría la casa de Nueva York, y Ollie, Henderson Manor, pero la joven prefería no pensar en esas cosas. La salud de su padre había empeorado tras la desaparición de su hermana, aunque en esos días se mostraba más animado.

Geoffrey dormía en la antigua habitación de las gemelas. A Olivia todavía le dolía entrar en ella. Al ver la cama que había compartido con su hermana durante veinte años se le encogía el corazón. Había recibido dos cartas de Vic- toria en la casa de la Quinta Avenida y sabía que trabajaba en un hospital de campaña en Chalons-sur- Marne. Estaba claro que no se trataba de unas vacaciones, pero su hermana era feliz. Fueran cuales fueran las razones que la habían impulsado a marcharse, Olivia agradecía su ausencia, pues le permitía compartir esos momentos tan preciados con Charles y Geoff. En la noche de su aniversario, hicieron el amor con especial ternura. Después, Charles comentó cuán decepcionante y triste había sido para ambos la luna de miel. Olivia fingió recordarlo y, cuando volvieron a hacer el amor, sintió algo diferente, una unión de sus almas y sus corazones que no había experimentado antes.

Charles también se mostraba distinto con ella, y su relación se había tornado más íntima. Al día siguiente Charles partió de mala gana y, tan pronto como llegó a Nueva York, le escribió una carta para expresar lo mucho que la quería. Olivia lloró al recibirla. Jamás pensó que la vida pudiera ser tan perfecta.

Cada día Olivia salía a cabalgar con Geoff, cuyo estilo había mejorado muchísimo, y le enseñó a saltar obstáculos. Al niño le sorprendía que pasara tanto tiempo con él, notaba el cambio que se había operado en Victoria y quería creer que se esforzaba por llevarse mejor con él. Le recordaba mucho a Olivia, aunque en ocasiones todavía se enfadaba. La joven procuraba montar en cólera de vez en cuando para que no descubrieran el engaño, pero luego sentía remordimientos e intentaba compensar su mal humor con palabras y gestos cariñosos. Geoff disfrutaba en compañía de su madrastra, aunque todavía añoraba a Olivia. Hablaba de ella de tanto en tanto y era obvio que comparaba su desaparición con la de su madre. Olivia lamentaba el dolor que causaba al muchacho, pero no podía hacer nada al respecto.

Charles tenía previsto pasar el último fin de semana de junio con ellos en Croton.EI día antes de su llegada, Olivia y Geoff salieron a cabalgar. Cuando regresaban a casa, la joven saltó por encima de un arroyo y su caballo se tam- baleó. Al ver que el animal cojeaba, decidió desmontar y realizar el resto del trayecto a pie. Cuando llegaron al establo, descubrió que la yegua tenía una piedra clavada en la pata y, mientras intentaba extraerla con una uñeta afilada, el movimiento repentino de otro caballo asustó a su montura y se hincó la herramienta en la palma de la mano derecha. Comenzó a sangrar con profusión, un mozo acudió corriendo con una toalla y Robert se llevó al animal para sacarle la piedra. Geoff estaba a punto de llorar mientras la joven se lavaba la mano en la fuente.

– Quizá necesite unos puntos…señorita Victoria -observó un mozo con preocupación.

Pero Olivia afirmó que no era necesario, y Geoff acercó una caja para que se sentara.

– ¿Estás bien, Victoria? -preguntó.

– Sí -respondió ella. Cuando hubo limpiado la herida, tendió la mano para que el niño se la vendara con una toalla-. Apriétala bien, por favor.

Al ver su mano Geoff quedó perplejo. Acababa de descuhrir quién era en realidad.

– Tía Ollie…-susurró sin dar crédito a sus ojos. Había notado algo diferente en ella, pero jamás había sospechado la verdad-. ¿ Dónde está…? -El chiquillo se interrumpió cuando Robert se acercó.

– ¿Qué tal va la herida? ¿Quiere que llame al médico?

– No será necesario, estoy bien. -Olivia temía que viera la peca, pues ignoraba si conocía su secreto. Bertie, sí, desde luego, de modo que debería tener cuidado con ella.

– Ha tenido suerte de que no le atravesara la mano. Mantenga la herida limpia y bien vendada -añadió antes de marcharse.

Geoffrey, que apretaba la toalla, sonrió en cuanto se alejó. Después de todo, no había perdido a Olivia.

Ella le abrazó con fuerza.

– Te dije que jamás te abandonaría.

– ¿Lo sabe papá? -preguntó con expresión desconcertada.

– Nadie lo sabe, salvo tú. Prométeme que no se lo dirás a nadie, por favor, ni siquiera a tu padre.

– Te lo prometo. -Olivia sabía que podía confiar en él. El castigo podría ser que regresara su madrastra, y él no quería eso-. ¿Papá se enfadará mucho cuando se entere?

– Quizá.

– ¿Te mandará lejos de nosotros?

– No lo sé. Lo mantendremos en secreto mientras podamos y disfrutaremos al máximo. No debes decírselo a nadie, Geoff.

– No lo haré -aseguró, ofendido ante su insistencia. Cogió a su tía por la cintura y regresaron a la casa.

Загрузка...