CAPÍTULO 24

La mañana siguiente, James había tomado algo de té y comido dos rodajas de tostadas cuando Corrie apareció de pronto en la puerta de su dormitorio. Entró, vestida bastante bien con un vestido mañanero de pálido marrón dorado, con un encantador chal a juego de un marrón más oscuro que añadía un toque de dorado en sus ojos.

Él levantó una ceja altanera al mirarla.

– Hola, Corrie. ¿Te marchaste?

– ¿Qué quieres decir? Por supuesto que me marché.

– Parece que prácticamente estás viviendo aquí ahora. Adentro y afuera, en mi dormitorio, en el estudio, bebiendo el brandy Florentino de mi padre; estás en todas partes, incluyendo la cocina para robar bizcochos, me dijo Willicombe. Cuando estemos casados habrá poco cambio. -Ni una palabra salió de la boca de ella, ni siquiera una palabrota. -¿Mi padre escogió ese vestido para ti?

– ¿Qué? ¿Mi vestido? Bueno, sí, lo hizo. -Ella se movió nerviosamente un instante. -¿Te gusta?

– Sí, es encantador.

Ella descartó eso con un movimiento de la mano.

– Escucha, James, tu madre visitó a mi tía Maybella. Estaban ellas dos solas, y tuvieron las cabezas cerca durante una hora entera. Como sigues un poco enclenque, tuve que venir aquí a verte. Quiero saber porqué tu madre estuvo con mi tía.

Había empezado a pasearse, y a él le gustó el modo en que se veía, gracias a Dios. Entonces ella arrojó el chal sobre una silla junto con su ridículo, se dio vuelta para decirle algo más y él vio que ese condenado vestido que llevaba casi se le caía de los hombros.

– Vuelve a ponerte tu maldito chal. Tu vestido es demasiado escotado. No puedo creer que mi padre haya ordenado un vestido que te deja casi desnuda hasta la cintura.

Para sorpresa de James, ella le sonrió. Se encogió de hombros, deslizó los dedos bajo el vestido y lo tiró un poquito más hacia abajo.

– En realidad, tu padre no sabía que Madame Jourdan me guiñó el ojo cuando él le ordenó que cortara el canesú hasta cerca de mi mentón. -Corrie se inclinó hacia él y sacó pecho. -Se ve perfecto, así que cierra la boca.

James, sin pensar, sin evaluarlo para nada, saltó de la cama y fue a zancadas hacia ella, tan furioso que jadeaba. Agarró el corpiño y lo subió de un tirón hasta el mentón. Y oyó un desgarrón. Corrie no dijo una sola palabra, sólo se quedó allí parada, mirándolo fijo.

Estaba desnudo.

– James -dijo ella, bajó la mirada por su cuerpo y tragó saliva. -Este es un regalo encantador, pero tal vez tu madre podría entrar y, ¿qué pensaría? Soy una jovencita inocente y aquí estás, completamente desnudo, y tan adorable que estoy a punto de empezar a cantar. Y esa parte masculina tuya de la que no debería saber nada está cobrando estatura, James. Se está volviendo bastante alarmante.

Él maldijo, ella tenía razón; parecía que cuando se enojaba con ella se ponía más duro que el poste de la cama. O tal vez era que cada vez que hacía un comentario sobre sus senos, se ponía más duro que… Fue a zancadas hasta su cama y tomó su bata. Se la puso con un movimiento de hombros, ató el cinto en su cintura y regresó hacia Corrie. La tomó de los hombros con sus grandes manos.

– Desgarré tu vestido. Lo lamento.

– No, no lo lamentas. Debes estar sintiéndote mucho mejor. Saliste rugiendo de esa cama, preparado para arrojarme por la ventana.

– No, sólo quería cubrirte para no tener que quedarme allí en la cama y babear.

Ella parpadeó.

– ¿Mirarme te haría babear, James? No me estás mintiendo, ¿verdad?

– No, maldita sea, no estoy mintiendo. Ahora mírate, tu manga derecha está colgando y tu vestido sigue tan bajo que me hace desear aullarle a la luna.

– Hmm, debo preguntarle a Devlin si los vampiros pueden aullarle al sol.

James apretó los dientes.

– No vuelvas a hablarme de Devlin Monroe. ¿Me comprendes, Corrie? Ahora, confío en que tu irrupción sea para informarme de tu decisión de casarte conmigo.

– Vine a decirte que mis tíos ya están planeando nuestra boda, al menos hasta que les dije que no iba a permitir que te sacrificaras. Les dije que iba a casarme con alguien más, alguien que realmente me quiera.

– ¡No digas su maldito nombre!

– Muy bien. Él vino a visitarme esta mañana. Resulta que Jason lo encontró en su club anoche y le dijo que casarse conmigo acabaría con él. ¿Puedes creer que Jason le dijo que yo lo mataría si mantenía a sus amantes? Que realmente lo mataría, eso es lo que Jason le dijo. También dijo que como me conocía desde los tres años, sabía de lo que yo era capaz. Le preguntó a Devlin… ups, no quise decir su nombre, si estaría dispuesto a andar por el sendero de la fidelidad hasta abandonar este mundo. Devlin dijo que se rió cuando Jason le preguntó eso. Entonces me preguntó si realmente lo mataría su fuera infiel.

– ¿Y qué le dijiste?

– Le dije que lo mataría más muerto que la trucha para la cena.

– ¿Y qué dijo él a eso?

– Se rió un poco más, y entonces me dijo que no conocía a ningún caballero que pudiera casarse y estar a salvo conmigo, dada mi postura frente a la fidelidad, pese a todo mi dinero, a menos que el caballero estuviese tambaleándose en bancarrota, y que el buen Señor sabía que un caballero así prometería absolutamente cualquier cosa para obtener lo que deseaba, incluyendo… horror de horrores, la fidelidad. Volvió a reír, me dijo que cuando se trataba de eso, hasta la promesa de asesinato no impediría que un hombre prometiera algo y luego hiciera lo que quería. Que así era la vida. No está bien, James, simplemente no está bien.

– Mi padre nunca ha traicionado la confianza de mi madre, ni ella la de él.

– Supongo que eso también es cierto para tía Maybella y tío Simon. No creo que sea particularmente debido a la fortaleza de tío Simon en los asuntos de la carne. Creo que le quitaría demasiado tiempo a sus estudios de hojas. ¿Qué crees?

– No puedo creer que me hayas sacado por esta ridícula tangente. ¿Te casarás conmigo, Corrie?

– No.

– ¿Por qué diablos no?

– Nunca me casaré con un hombre que no me ame.

– ¿Estás diciendo que te casarías con Devlin si él jurara serte fiel? -Ella pareció pensarlo. James quería estrangularla. -¡Dirás que no, maldita sea!

– Muy bien, no.

– Bueno, juro que no seré infiel.

Corrie suspiró.

– Sí creo que Dev, nuestro vampiro, estaba equivocado cuando dijo que todo hombre prometería cualquier cosa para obtener lo que desea. Tú no harías eso. Te conozco hasta la punta de tus hermosos pies. Nunca mentirías acerca de algo tan importante.

– No, no lo haría.

– James, escucha. Eres un hombre honorable, demasiado honorable para tu propio bien, de hecho, al menos la mayor parte del tiempo. La cosa es que, no quiero casarme. Recién estoy en mi primera temporada de práctica. Apenas he comenzado a hacer travesuras, apenas he comenzado a aprender los entresijos del flirteo. Soy demasiado joven para casarme, particularmente por una razón tan absurda. Tú también eres demasiado joven. Admítelo. El matrimonio es, o era, lo último que tenías en mente antes de que todo esto sucediera.

– No lo admitiré.

– Entonces tendré que reevaluar qué tan sincero eres.

– Está bien, maldición. No pensaba para nada en el matrimonio. Por el amor de Dios, tengo sólo veinticinco años. Tú hablas de hacer travesuras. Bueno, a mí me quedan montones para hacer. Pero renunciaré a ellas porque el honor es más importante. Deja de quejarte. Acepta lo que debe ser.

– ¡Pero ninguno de nosotros hizo nada malo!

– Bailaré el vals contigo hasta que tengas agujeros en las zapatillas.

– Imagino que tío Simon le prometió lo mismo a mi tía. Ella no obtuvo agujeros en sus zapatillas, James, obtuvo hojas. ¡Malditas hojas! Una vez me contó que en su luna de miel, tío Simon dejó que ella prensara tres hojas en uno de sus muchos libros. Sin embargo, no le permitió etiquetarlas. Eso suena perfectamente espantoso, James.

– No haré que prenses hojas en nuestra luna de miel.

– Ah, ¿y qué harías en nuestra luna de miel?

James estaba cerca de tragarse la lengua.

– Hay cosas típicas que un hombre y una mujer hacen luego de que están casados. Seguramente sabes todo sobre sexo, Corrie.

– Bueno, no tanto, en realidad. ¿Quieres decir que eso es lo que harías en vez de prensar hojas? ¿No estarías leyéndome tratados sobre la rotación orbital de Saturno en una tormenta de polvo cósmico?

– No. Saturno dejaría de existir para mí. Saturno no existiría para la mayoría de los hombres normales en su luna de miel, a menos que estuvieran mirando las estrellas y Saturno justo resultara estar brillando frente a sus ojos. Verás, la mayoría de los hombres piensan en una sola cosa, y en su luna de miel pueden… bueno, eso no importa. -James se pasó los dedos por el cabello. -Maldita sea, necesitas un poco de travesura prometida, ¿verdad? Muy bien, voy a desnudarte y hacerte el amor hasta que estés roncando de agotamiento.

– James, has dicho bastante ahí. Pero el final… yo, recostada roncando… eso no suena muy romántico.

– Muy bien, resulta que sé que no roncas. Haces pequeños ruidos como maullidos. Ahora, escúchame. Dejaré que flirtees conmigo, interminablemente.

– Los hombres no flirtean con sus esposas.

– Está hablando el sabio oráculo.

– No seas sarcástico conmigo, James Sherbrooke. No soy estúpida. Sé que muchas veces tía Maybella preferiría patear a tío Simon que besarlo.

– Deberías ver a mis padres. La semana pasada giré en una esquina y vi a mi padre apretando a mi madre contra una pared, besándole el cuello. Han estado casados por una eternidad.

– ¿Apretándola contra una pared? ¿De veras?

– De veras. Y yo no haría menos que eso. Te mordería el cuello en una oscura parte de un jardín, el jazmín nocturno perfumando el aire. Nos llevaremos de maravilla, Corrie. Ahora estoy casi a punto de colapsar, así que di que sí y déjame en paz.

– No me amas.

Y él dijo, las palabras saliendo de su boca:

– No puedo imaginar que Devlin Monroe te haya dicho que te ama.

– No, no lo hizo. Me dijo que le parezco un deleite, esas fueron sus palabras. No me malentiendas. Ser un deleite suena realmente ingenioso, pero eso no es lo importante en el matrimonio, James.

– ¿Le dijiste eso?

– Oh, sí. Él dijo que era un buen comienzo, si no estaba yo de acuerdo, y dije que sí, pero dije que sólo era un agradable preámbulo para, digamos, un picnic o un paseo por el parque, no el matrimonio. -Ella había aniquilado a Devlin; lo había mandado a ocuparse de sus asuntos; lo había rechazado rotundamente. James sonrió. El alivio fluyó dentro suyo. -Le dije que lo pensara con más profundidad, y quizás consideraría su petición más adelante.

James maldijo. Deseaba que su cerebro estuviera funcionando un poco más competentemente, pero estaba cansado, y no quería más que caer sobre su cama y dormir hasta la cena. Le dijo:

– Nosotros nos conocemos, Corrie. Nos gustamos, al menos la mayor parte del tiempo.

– Yo no te gustaba nada cuando Darlene casi te empujó por el precipicio.

– ¿Quieres la verdad, Corrie? Lo que recuerdo de ese día es haber sentido tu trasero contra la palma de mi mano mientras te azotaba.

La ágil lengua de Corrie se secó.

– ¿M-mi trasero? ¿Sentiste m-mi trasero?

– Bueno, por supuesto. Tienes un trasero encantador, Corrie, por lo que pude sentir. Si te casas conmigo, bien, puedo quitarte la ropa, estirarte de espaldas, y frotarte con un agradable trapo húmedo. Una y otra vez, quizás tararear mientras paso ese agradable paño sobre ti, cada pequeña parte tuya. ¿Crees que tu piel es tan blanca como la de Devlin?

– No querías que dijera su nombre.

James se rió.

– Avergonzada, ¿verdad? Bueno, imagínate desnuda, Corrie, y soy yo quien pasa mis manos encima tuyo, especialmente por tus senos, y no estás para nada enferma. De hecho, estás arqueando la espalda contra mis manos. ¿Qué piensas?

– Oh, cielos -dijo ella, y se dio vuelta para alejarse. -Oh, cielos.

– No. -Él la tomó del brazo. -No, no me dejarás solo esta vez. Resolveremos esto ahora mismo, Coriander Tybourne-Barrett. Dios mío, qué nombre espantoso. ¿Crees que tendremos que firmar eso como tu nombre en el registro de matrimonio? -Ella estaba perfectamente quieta, consciente de que las manos de James subían y bajaban por sus brazos, y uno de ellos estaba desnudo donde él le había arrancado la manga. -Si no te casas conmigo, entonces tendré que hacer algo drástico.

– ¿Como qué?

– No voy a decírtelo. Escúchame, mocosa, simplemente no hay opción. Si no te casas conmigo, entonces los dos estaremos totalmente arruinados. ¿No lo entiendes? ¿No has logrado comprenderlo?

– Tú no estarías arruinado, James, eso es absurdo. Si simplemente regreso al campo, yo tampoco estaré arruinada.

Él le dio un sacudón.

– Eso es tan estúpido que no puedo imaginar cómo pudiste dejarlo salir de tu boca.

– Tienes razón, lo siento. Estuvo mal. -Corrie miró sus manos que seguían aferrando sus brazos. Se libró de él y dio varios pasos para alejarse, le sacudió el puño frente a la cara y gimió: -¡No me amas!

Él le devolvió el grito.

– ¿Y supongo que tú me amas? -Ella se quedó mirándolo fijamente, muda como un poste. -¿Y bien? Respóndeme, maldita seas.

– No, no lo haré, y no vuelvas a gritarme.

– ¿Por qué no quieres responderme? Muy bien, quédate quieta, es un bendito alivio tu silencio. Sé que me adorabas cuando tenías tres años. ¿Eso ha cambiado?

– Las cosas son un poquito más sencillas cuando tienes tres años, mucho más sencillas, ni una sola sombra entre blanco y negro. Ya no tengo tres años, James.

– Lo único que tengo que hacer es mirar tus senos y lo sé muy bien. ¿Es un sonrojo lo que veo en ese descarado rostro tuyo? Muy bien, así que deseas tomarme el pelo, como una trucha en tu sedal. Eso es muy femenino de tu parte, Corrie, y no lo aprecio. Dices que no te amo… todo esto ha sucedido demasiado rápido. ¿Cómo puede algo así pasar en el curso de una semana? Sí me gustas, hasta la punta de los pies; te admiro. Pienso que eres demasiado valiente para tu propio bien. Creo que has sido una tonta más veces que no, pero el hecho es que nos irá muy bien juntos. Ahora, escucha. Nos conocemos desde siempre. Mis padres te tienen mucho cariño, y tú a ellos… olvida a mi abuela, ella odia a todos; y tu tío Simon sabe que no tendrás que ser perseguida como una rata si te casas conmigo, porque nuestro matrimonio no tendría absolutamente nada que ver con tu maldito dinero. Todos estarían tranquilos. Los chismes se detendrían. Nos bendecirían y sonreirían. Nadie volvería a ignorarte jamás. Yo ya no sería considerado un saqueador de jóvenes doncellas. Nos llevaríamos bien, Corrie. Ya es suficiente.

James tiró de ella hacia él y la besó.

Corrie, que sólo había sido besada por Willie Marker, casi se desmayó. Placer, eso es lo que era, y la inundaba con la fuerza de una ola en la playa. La lengua de él tocó sus labios, presionando suavemente. Sin ninguna vacilación, Corrie abrió la boca y casi se desvaneció con la lujuria que fluyó dentro suyo cuando la lengua de James tocó la suya. Sabía que era lujuria; tenía que ser lujuria, porque se sentía tan bien. Sabía que la lujuria era perversa porque tío Simon solía decir que la razón por la que la perversidad era tan desenfrenada en el mundo es porque era tan absolutamente deliciosa.

Bueno, con James era más que deliciosa. Esto era algo que nunca había sabido que pudiera existir, era…

– Oh, cielos, discúlpenme.

Corrie hubiese caído inconsciente al suelo si James no estuviera sosteniéndola.

El cerebro de James casi se derritió ante el sonido de la voz de su madre. Su corazón, que casi se le salía del pecho, cayó a sus pies. Su sexo, gracias al buen Señor, se volvió instantáneamente inactivo. Sabía que no podía soltar a Corrie, que ella caería en un montón.

Se las arregló para sacar la lengua de la boca de ella y lenta, muy lentamente, se dio vuelta para decir, esperando no pronunciar las palabras en un jadeo:

– Hola, madre. Como Corrie y yo estamos comprometidos ahora, ella quería saber cómo era besar.

Alexandra estaba parada en el umbral, divertida, horrorizada y terriblemente consciente de que su hijo tenía la lengua metida casi hasta la garganta de una muchacha. Corrie se veía como una tonta, lo cual era algo muy bueno, pensó, estremeciéndose, porque en ese instante recordó la primera vez que había besado a Douglas, y perdido la cabeza.

En cuanto a James, se veía sonrojado, avergonzado y… no, mejor no pensar en ese sentido.

¿Qué si hubiese entrado por esa puerta dos minutos más tarde? Oh, cielos. ¿Qué debía hacer una madre?

Se aclaró la garganta.

– Bienvenida a la familia, Corrie.

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