Castillo Kildrummy, hogar escocés del reverendo Tysen Sherbrooke, barón Barthwick
Al Honorable Jason Edward Charles Sherbrooke esto no le gustaba nada. No quería aceptarlo, pero no veía cómo podría ignorarlo.
Era un sueño, nada más que el resultado de perder demasiados juegos de ajedrez con su tía Mary Rose o demasiada caza de urogallos en la interminable lluvia con su tío Tysen y su primo Rory. O la consecuencia natural de beber demasiado brandy y tener demasiado sexo con Elanora Dillingham en muy poco tiempo.
No, ni siquiera todas esas horas totalmente espléndidas, excesivamente gratificantes lo explicaban. Había sido real. Finalmente había tenido su primera visita de la Novia Virgen, un fantasma del que su padre se reía, diciendo: “Sí, imagina ese pedazo de nada blanco flotando por nuestra casa durante tres siglos. Sólo ante las damas, que quede claro, así que estás a salvo.”
Bueno, Jason era un hombre, y ella lo había visitado.
Recordaba claramente haberse despertado cuando Elanora se había levantado para usar el orinal en el vestidor justo antes del amanecer. Él había yacido allí, medio dormido, y de pronto estaba esta muy hermosa jovencita con largo cabello suelto, vestida con un largo vestido blanco, que simplemente había estado allí parada a los pies de la cama mirándolo, y él la había oído decir tan claro como campanas repicando: “Hay problemas en casa, Jason. Ve a casa. Ve a casa.”
Y él había visto el rostro de su padre, tan claro como si hubiese estado parado a su lado.
Elanora había regresado a la alcoba, bostezando, desnuda hasta sus blancos pies, con su hermoso cabello negro cayendo por todas partes, y la joven dama simplemente se había esfumado, sin un sonido, ni siquiera un susurro en el aire. Sencillamente había desaparecido.
Jason se había quedado allí acostado, estupefacto, sin querer creerlo, pero había sido criado con cuentos sobre la Novia Virgen. ¿Por qué había venido a él? Porque había problemas en casa.
Jason había susurrado al aire vacío donde ella había estado parada: “No tuve tiempo de preguntarte con quién me casaré.”
Elanora se sentía amorosa; Jason era un hombre joven, pero sin embargo le dio un beso superficial y se levantó de la cama. Había conocido a Elanora sólo un mes antes, cuando su pierna se había acalambrado mientras estaba nadando en el Mar del Norte, y se las había arreglado para arrastrarse hasta la playa de ella. Había estado allí parada, haciendo girar un parasol, con una brisa fuerte aplastando su vestido contra sus adorables piernas cuando él había emergido del agua completamente desnudo. Elanora había mirado hasta el cansancio lo que el mar había escupido para ella, y estaba evidentemente complacida. Era una viuda, madrastra de tres hijos todos mayores que Jason, quienes prodigaban regalos sobre su querida madrastra. A Jason le gustaba bastante, porque era inteligente y, aun mejor, adoraba los caballos, igual que él. Siempre abandonaba la casa de Elanora, una encantadora Georgiana ubicada en la costa entre el castillo de Kildrummy y Stonehaven, antes del amanecer para estar de regreso en el castillo de Kildrummy a tiempo para el desayuno con su tía Mary Rose y su tío Tysen. Si alguno de ellos se daba cuenta de que él no estaba durmiendo en su propia cama, no decían nada.
Había oído a su primo Rory decir varios días atrás: “A Jason realmente debe gustarle la caza de urogallos. No sólo caza durante el día contigo, papá, también está la mayoría de las noches fuera, hasta cerca del amanecer.” Gracias a los cielos que nadie le había preguntado si eso era cierto en efecto.
Esa mañana, entre arenques y tartitas, les contó que había recibido una visita de la Novia Virgen. Su tío reverendo no dijo nada, sólo masticó pensativamente una rebanada de tostada. La tía Mary Rose, con su glorioso cabello rojo desordenado alrededor de su cabeza, frunció el ceño.
– Tysen, ¿crees que Dios conoce a la Novia Virgen?
Su esposo no rió. Continuó viéndose pensativo.
– Nunca le diría esto a Douglas o a Ryder, pero a veces he pensado que hay una especie de ventana que no está completamente cerrada y a veces los espíritus se deslizan de regreso en nuestro mundo. ¿Dios la conoce? Quizás si alguna vez ella me visita, se lo preguntaré.
Mary Rose dijo:
– Yo tampoco he recibido una visita suya, y eso no es justo. Ni siquiera eres una dama, Jason, sin embargo vino a ti. ¿Dijo algo?
Jason respondió:
– Dijo que había problemas en casa. Nada más, sólo eso, pero lo gracioso es que vi el rostro de mi padre claro como el día. Debo partir, por supuesto.
Jason iba camino al sur a las ocho en punto esa mañana, agradecido de haber logrado convencer a sus tíos de que no fueran con él. Pensaba sin fin cuál podría ser el problema en casa, y cómo estaría involucrado su padre, y pensó en las palabras de su tío… una ventana no del todo cerrada entre nuestro mundo y el siguiente. Daba que pensar.
La vida, pensó mientras golpeaba los lustrosos flancos de Dodger con los tacones de sus botas, podía estar transcurriendo agradablemente cuando de pronto el camino se cerraba, y de pronto tenías que viajar en otra dirección. Se preguntaba si la Novia Virgen había visitado a su madre. Muy probablemente. ¿Habría visitado a James? Bueno, muy pronto lo sabría.
Se preocupó, montó y deseó poder usar la ventana de los espíritus. Debía ser más rápida.
Al sexto día, condujo a un cansado Dodger más allá de los sólidos escalones frontales de Northcliffe Hall hacia los establos.
Lovejoy, un joven de dieciséis veranos, y el mozo de cuadra favorito de Dodger, salió corriendo, aullando:
– ¡Mi glorioso muchachote! ‘Stás en casa, ‘stás en casa, finalmente. Ah, mírate tu pelaje, todo sucio y lleno de rosetas.
Jason dijo, sonriendo a Lovejoy:
– ¿Estás hablando conmigo o con mi caballo, Lovejoy?
– Dodger es el muchacho mío, amo Jason. Es su má quien lo recibirá todo bien y apropiadamente.
Dodger, de un metro sesenta y cinco, negro como una noche negra sin luna excepto por el rayo blanco en su hocico, relinchó, metió la cara en el rostro de Lovejoy y lamió su camisa rancia.
Cuando Jason entró en Northcliffe Hall, se detuvo y miró alrededor. No parecía haber nadie por allí. ¿Dónde estaba Hollis? Hollis siempre estaba cerca de la puerta de entrada. Oh, no, estaba enfermo, o habría muerto. No, Jason no podía soportar eso. Sabía que Hollis era más viejo que el roble en que había tallado sus iniciales en el jardín este, pero él pertenecía aquí, en Northcliffe Hall, vivo y regañando y calmando a todos.
– ¡Mi dulce muchacho! ¡Estás en casa! Oh, Dios santo, qué sucio estás. No te esperaba durante otra semana. ¿Cuál es el problema?
– ¿Dónde está Hollis? ¿Se encuentra bien?
Su madre dijo:
– Pues sí, Jason. Creo que está en la aldea. Ah, estoy tan feliz de que estés en casa. Ahora, ¿qué sucede?
Hollis estaba vivito y coleando, gracias a Dios. Y Lovejoy tenía razón. Su madre le había dado una bienvenida apropiada. Jason se adelantó para abrazar a su sonriente madre. Le dijo al oído:
– La Novia Virgen me dijo que viniera a casa, dijo que hay problemas. Y vi el rostro de padre, así que tiene que ser él.
Su madre dio un paso atrás y lo miró.
– Oh, querido, es encantador tener la propia visita de uno confirmada, pero aun así, esto no es para nada bueno. Tu padre, sabes cómo se burla. -Ella golpeteó su mentón con la punta de sus dedos. -Bueno, ella fue a ti también. Tendremos que ver qué tiene para decir tu padre ahora.
Su padre difícilmente tuvo más que decir que:
– Comiste nabos en la cena, ¿verdad, Jason?
Él aseguró a su padre que no lo había hecho. Sabía que su padre quería preguntarle si había estado de juerga, pero no podía, no frente a su madre.
Su padre gruñó y lo despidió con un movimiento de la mano.
– Ve a tomar un baño. Te quitará toda la suciedad y con suerte pondrá tu cerebro en la senda correcta nuevamente.
En cuanto a James, oyó lo que Jason decía y luego replicó:
– No comprendo esto, realmente no. Hace que me duela el cerebro, Jase. Ella dijo que había problemas en casa, nada más, ¿y entonces viste a padre? Eso es exactamente lo que le hizo sentir a madre, pero madre no vio el rostro de padre, dijo que sólo supo que era él quien estaba en peligro. Tendremos que estar alerta. Ahora, acerca de esta Elanora, ¿le compraste ropas?
– ¿Ropas? -Las oscuras cejas de Jason se elevaron. -Bueno, no, no creo haberle comprado nada.
– Hmm. Me pregunto qué diría padre sobre eso -dijo James y se alejó, silbando.
No hubo señales de problemas hasta dos tardes después.
Douglas Sherbrooke estaba domando su nuevo castrado, Henry VIII, más malo que su madre cuando se le ocurría. Henry estaba corcoveando, parado sobre sus patas traseras, rotando, y Douglas lo estaba pasado bien cuando de pronto hubo un fuerte sonido de estallido. Henry corcoveó frenéticamente, y Douglas, distraído, fue arrojado de la montura sobre su espalda, en un lío de tejos bajos que cortó su caída. Él no se movió, simplemente yació allí, mirando el cielo azul de verano, evaluando sus partes. Alguien le había disparado en la parte superior del brazo. Sólo un rasguño, en realidad. Era la caída lo que podría haberlo matado. Admiraba los arbustos de tejos mucho más que en el pasado.
Se puso de pie, sintió el escozor en su brazo, miró alrededor buscando una señal del hombre que había efectuado el disparo y luego caminó hacia donde Henry estaba parado. El enorme caballo estaba asustado y sudando. Douglas envolvió su pañuelo alrededor del brazo, esperando que Henry no oliera la sangre.
Douglas le habló, lo tranquilizó lo mejor que pudo, se quitó la chaqueta de montar y lo frotó con ella. No sabía qué tendría para decir su ayuda de cámara, Peabody, sobre eso.
– Los dos estamos bien ahora, Henry. No te preocupes, muchacho, superamos esto. Voy a darte un lindo balde de avena cuando lleguemos a casa. En cuanto a mí, bueno, supongo que tendré que traer a ese miserable doctor Milton aquí, Alex lo exigirá. Entonces merodeará a mi alrededor, y no lo dirá, pero me mirará de ese modo que dice muy claramente “Te dije que ella dijo que tendríamos problemas. Dije que serías tú y tenía razón.” Ahora, la pregunta es, ¿quién me disparó y por qué? ¿Fue un accidente? ¿Algún cazador furtivo cuyo dedo se deslizó sobre el gatillo? Y si fue alguien que por alguna razón me odia, entonces, ¿por qué realizó un solo disparo? Eso parece mal concebido, ¿verdad, Henry, si iba tras de mí? Bueno, veamos si dejó algo atrás que pudiera ser útil.
Mientras montaba de regreso a Northcliffe Hall, con el brazo ardiendo, pensó nuevamente en la Novia Virgen y su advertencia.
Cuando atravesó la puerta del frente, oyó voces elevadas, varias de ellas, todas discutiendo. Cargaba con su chaqueta de montar, ya que estaba cubierta del sudor de Henry. Esperaba que nadie notara que tenía un pañuelo ensangrentado atado a la parte superior de su brazo.
Vio a Corrie Tybourne-Barrett parada en medio del vasto hall central, viéndose tan vergonzosa como un aldeano con sus ridículos y viejos pantalones y botas, ese viejo sombrero bien bajo sobre su frente, su trenza polvorienta colgando por su espalda. Sacudiendo el puño hacia ella estaba el señor Josiah Marker, dueño de un molino en el río Alsop.
– ¡Usté’ fue volando directo al molino, ese caballo de uste’ arrojando granos por todos lados! ¡Qué vergüenza, señorita! ¡Qué vergüenza!
Corrie le devolvió el grito, sacudiendo su propio puño ante el rostro del señor Marker.
– ¡No se atreva a decir que Darlene arrojó sus granos en ningún sitio, no lo hizo! Fue su hijo Willie, ¡ese pequeño sinvergüenza bueno para nada! ¡Lo golpeé cuando intentó besarme, y se está vengando! ¡Darlene no estaba cerca de su molino!
Douglas no levantó la voz, nunca tenía que hacerlo. Simplemente dijo:
– Cállense, todos. Eso es suficiente.
Se dio cuenta entonces de que Corrie, el señor Marker y cuatro sirvientes más estaban parados en el gran hall de entrada. ¿Dónde estaban sus hijos, su esposa, por el amor de Dios, incluso su condenada madre? ¿Dónde estaba Hollis, quien podría haberse ocupado de esto en cuestión de tres muy tranquilos segundos?
Hubo un silencio instantáneo, pero la furia vibraba en el aire. Douglas despidió a los sirvientes, y estaba volviéndose hacia el señor Marker cuando James entró por las puertas del frente, azotado por el viento, golpeando suavemente su fusta contra su muslo. Paró en seco.
– ¿Qué está sucediendo, padre? Corrie, ¿qué estás haciendo aquí?
El señor Marker comenzó a abrir la boca, pero Douglas simplemente levantó la mano.
– No, no más. James, ¿podrías por favor ocuparte de esto? Es una especie de venganza de un pretendiente desdeñado, deduzco.
– Mi muchacho nunca buscaría venganza -dijo el señor Marker furiosamente. -Es un afable santo, milord -agregó el señor Marker, su voz más baja ahora porque nunca nadie gritaba alrededor del conde de Northcliffe. -Ni siquiera le gustan las muchachas, me dijo que no le gustaban, así que nunca intentaría besar a la señorita Corrie. Y sólo mírela, ni siquiera es una niña, si entiende usté’ lo que digo. Mi Willie nunca ha hecho nada malo en toda su pequeña vida, bendito sea y bendita sea su madre por parirlo.
James estaba mirando fijamente el pañuelo atado alrededor del brazo de su padre, y la sangre empapándolo. La Novia Virgen tenía razón. ¿Qué había sucedido? Vio a su padre subir las escaleras, con las palabras del señor Marker flotando sobre él, pero no tuvo más opción que quedarse allí y ocuparse de esta idiotez. Esto no le gustaba ni un poquito, pero no tenía elección. Se dio vuelta y le sonrió al señor Marker.
– Me gustaría oír lo que ambos tienen para decir. ¿Podrían, por favor, pasar al estudio?