CAPÍTULO 35

Era medianoche, un momento en que James, con clima decente, podía ser encontrado recostado de espaldas en alguna loma cercana, mirando las estrellas. Pero para Jason, la medianoche era el momento de dormir. Despertaba con el sol la mayoría de las mañanas, con la cabeza clara, lleno de energía y preparado para enfrentar al mundo. Muchas veces se cruzaba con sirvientes bostezando en los pasillos de Northcliffe.

La luz de la luna se derramaba a través de las ventanas, ya que Jason se negaba a tener las pesadas cortinas cerradas. Si no estuviera tan frío, casi helado esta noche, las ventanas hubieran estado abiertas, con el aire frío sobre su rostro, y una pila de mantas hasta el mentón.

Estaba soñando con su abuela. En su sueño, la veía como una niña. Pero la cosa era que se veía igual que hoy, con la cara toda manchada de rojo de furia e incredulidad porque su madre finalmente le había dicho a la anciana que su reinado de terror había terminado. Lo único diferente era que su abuela se veía más pequeña, no diferente ni más vieja. De pronto, estaba gritándole a otra niña que él veía escondida detrás de una silla. Le arrojaba una muñeca a la niña.

Su sueño cambió repentinamente. Su abuela se convirtió en la marta que había salvado cuando era pequeño, y la respiración de la marta era cálida sobre su rostro, el cuerpo pesado sobre su pecho, por toda la extensión de su cuerpo también, y eso era extraño. No podía respirar, había algo…

Jason despertó, nada de mente borrosa, todo él allí y alerta, para encontrar a Judith recostada encima suyo, besándole el rostro.

Su corazón dio un salto; la muchacha a la que amaba estaba realmente ahí, en su dormitorio, deslizándose encima suyo, y no era un sueño. Pudo, apenas, mantener la voz lenta y tranquila.

– Judith, me has convertido en un cubo de sentimiento y lujuria, pero a fin de cuentas, no deberías estar aquí en mi dormitorio a medianoche, haciendo lo que estás haciendo, lo cual es una gran pena. -Ella se rió, su respiración cálida rozando la boca de él. Entonces volvió a besarlo, sólo un beso suave y tentativo, porque Jason sabía que ella no tenía experiencia. -Judith, ¿por qué estás aquí?

Ella no se rió. Él oyó el nerviosismo en su voz.

– Jason, vine aquí porque te deseo. Te deseo más de lo que puedes imaginar. Te deseo más que hace un minuto atrás. No me pidas que me vaya. Por favor.

Jason no sabía cómo había sucedido, pero sus brazos estaban alrededor de la espalda de ella, apretándose. La sentía suave contra sí, y supo que en instantes estaría duro contra el abdomen de ella y seguramente eso la aterraría. La besó entonces, manteniendo su lengua en su propia boca.

A ella le gustó. Cuando Jason logró liberarse, le dijo con gran urgencia:

– Judith, no deberías estar aquí, no está bien. Te amo, te he dicho eso…

Ella se apartó un poquito. Su rostro estaba en sombras, pero él podía ver esos oscuros ojos suyos lo suficientemente claro.

– Nunca me has dicho que me amabas. Siempre has dado vueltas en ese punto. Y luego te fuiste con tu amante.

– Muy bien. Escúchame ahora. Te amo. Ahí está, ¿es lo bastante claro para ti? Ahora debes irte. No puedo acompañarte de regreso a tu dormitorio porque no hay ninguna duda en mi mente de que alguien totalmente inesperado aparecería mágicamente en el corredor y nos vería. -Ella se rió. -No, escúchame. Hablo totalmente en serio. Algo los despertaría y saldrían al corredor para vernos merodeando de regreso a tu dormitorio. Así que ve ahora, mientras aún soy capaz de permitir que me dejes. Puedes confiar en que no iré a ver a ninguna amante.

Los ojos de ella eran oscuros, aun más oscuros ahora, a medianoche.

– No quiero dejarte, Jason. ¿No me deseas?

– Aunque eres virgen, puedes responder a esa pregunta, Judith. Seguramente puedes sentirme contra ti.

Ella se retorció y él pensó que moriría.

– Sí -susurró ella contra su boca. -Te siento. Sé que esa parte tuya de algún modo entra en mí, y eso suena muy extraño, pero he decidido que quiero aprenderlo todo esta noche. Tengo casi veinte años, después de todo. Quiero que me enseñes.

– No puedo hacer esto, simplemente no puedo.

Le hizo falta toda su fuerza de voluntad quitársela de encima y ponerla de espaldas. Cuando se volvió inmediatamente para mirarla, se preguntó si había sido tan buena idea. Jason estaba equilibrado sobre un codo. Su mano izquierda estaba libre para acariciarle el cabello, para tocarle la mejilla, los labios, el mentón. Ella llevaba un virginal camisón blanco y un suave salto de cama blanco encima, atado en la cintura. Su mano quedó suspendida y le tocó la garganta. Se inclinó y la besó.

La mano que estaba en su garganta un instante antes de pronto estaba tocándole los pechos. Jason dio un salto para alejarse de ella, rodó fuera de la cama y se levantó, respirando con dificultad, para mirar a la muchacha que amaba, recostada de espaldas en el medio de su cama, cada delicioso centímetro desnudo de ella a sólo dos capas de muselina muy suaves alejado de él.

Judith pasó su lengua por el labio inferior, un acto que casi lo hizo aullar.

Eres increíble, Jason.

– ¿Qué? Oh.

Él agarró su bata, pero ella se puso rápidamente de rodillas y se la quitó.

– Me gustaría observarte un rato. Nunca antes he visto un hombre desnudo y he oído que cada centímetro tuyo es hermoso. Me gustaría ver por mí misma que eso es cierto. ¿Está bien?

– No, no es una buena idea. Si me miras un segundo más, me arrojaré sobre ti y todo habrá terminado para los dos.

– Creo que me gustaría que te arrojaras sobre mí.

– No, hay consecuencias en arrojarse, consecuencias que no te gustarían.

– ¿Qué importa? -Él sólo podía mirarla fijo. -Me amas.

– Sí, pero…

– Entonces, ¿por qué no puedes estar conmigo esta noche? ¿Por qué importa si esperamos?

Jason dijo, con voz adusta, como la de su padre cuando estaba decidido a enseñar una lección a uno de sus hijos:

– Porque una muchacha debe ser virgen en su noche de bodas.

– ¿Eso significa que quieres una noche de bodas conmigo? ¿No podríamos simplemente simular que esta es nuestra noche de bodas?

Jason estaba estremeciéndose, no podía evitarlo. Estaba tan loco de lujuria que no sabía cómo podía formar palabras. Realmente podía sentir que su sentido común era corroído en los bordes. Dijo, desesperado ahora:

– ¿Quieres una noche de bodas ahora? Pero, ¿qué si quedas embarazada? Esas cosas pasan, Judith, seguramente lo sabes. Puedo hacer cosas para disminuir el riesgo, pero…

– ¿Qué?

Él cerró los ojos un momento.

– Puedo retirarme de ti antes de derramar mi semilla.

– Oh. Bien, entonces.

Ella le ofreció una sonrisa de sirena. Jason no la veía claramente, pero sí lo suficiente como para casi hacerlo tambalearse al suelo. Dijo lentamente:

– E-eso significaría matrimonio.

– Sí, supongo que sí.

Jason sabía que estaba preparado para el matrimonio, sabía que quería casarse con ella, y allí estaba Judith, deseándolo, ansiosa por él, y no quería esperar.

¿A quién le importaba?

Respiraba con dificultad cuando la atrajo hacia él. Ella era suave y dispuesta, y el cabello le caía casi hasta la cintura, un cabello espeso, maravillosamente suave, cabello oscuro como sus ojos, que contrastaban dramáticamente con su piel que era blanca como una luna sin nubes. Y le dijo, contra el cabello:

– Si te dejo embarazada nos casaremos muy pronto, ¿está bien?

– Sí -dijo ella entre besos, -muy bien.

Jason tenía veinticinco años, era lo suficientemente grande como para no ser torpe, egoísta o demasiado rápido, pero era complicado. Cuando la tuvo desnuda, quiso tomarla en ese instante, y vio la invitación en sus ojos, la vio claramente, supo que ella lo deseaba, pero tenía que hacer esto muy agradable para ella. ¿Cómo podía hacerlo cuando estaba listo para explotar?

Las manos de ella estaban en todas partes y estaba alentándolo, separando las piernas para atraerlo más cerca suyo. Cuando él tembló, de tan mal que estaba, ella levantó las caderas para llevarlo dentro suyo. Oh, Dios, era más de lo que un hombre podía soportar, pero respiró hondo y se dijo que tenía que contenerse o sería relegado a ese grupo de patéticos estúpidos que perdían la cabeza cuando había una mujer desnuda acostada a su lado, con las piernas abiertas. No, no, tenía que dejar de pensar así.

Jason la miró, sabía que esta era su primera vez y no pensaba echarlo a perder. Cuando puso la boca sobre ella, Judith empezó a temblar. Luego sollozó, en el fondo de su garganta, golpeando sus puños contra los hombros de él. Cuando llegó a su orgasmo, Jason la miró a la cara mientras sus dedos la acariciaban. Asombro, eso fue lo primero que vio en sus ojos oscuros muy abiertos, luego un desgarrador placer, y sus ojos se volvieron salvajes y ciegos. Bajó el ritmo de sus dedos lentamente, muy lentamente; se ubicó encima de Judith y entró en ella, lento y profundo. Para su sorpresa, ella comenzó a moverse contra él, atrayéndolo más profundo, y él casi cayó del precipicio cuando ella gritó de dolor.

– Aférrate a mí, Judith. Sólo aférrate.

Jason apretó los dientes y fue más, más profundo, y cuando tocó su útero no pudo contenerse más. No quiso gritar al techo, alguien podría oírlo. Se las arregló para mantenerlo en su cabeza, pero fue difícil. Se tragó sus gritos, con el cuerpo subiendo y bajando encima de ella, y entonces, de repente, cada pensamiento en su cabeza, cada sensación que había corrido dentro suyo… todo planeaba a su alrededor, indistinto y borroso, como el más ligero de los velos, y era fácil y bueno, y descendió encima de Judith.

– No saliste de mí.

Se quedó helado.

– No -dijo lentamente. -Lo olvidé.

– No importa -le susurró ella al oído, -no importa.

Logró besarla antes de quedarse dormido a su lado.


Cuando Jason despertó justo después del amanecer, sonreía como un tonto. Deliciosos recuerdos corrieron dentro suyo en un instante. Se dio vuelta, pero ella había desaparecido.

Bueno, claro que se había ido. Cayó de espaldas, se estiró y se preguntó cuándo lo habría dejado.

Casamiento con Judith McCrae. Sería una cosa muy buena. Imaginó, con una sonrisa engreída en su rostro, hacerle el amor cada noche, o quizás dos o tres veces por noche, luego despertar con ella cada mañana. El buen Señor sabía que también podía complacer a una mujer por las mañanas. Y a sí mismo. Esa era una buena imagen, un buen futuro para ambos. Se preguntaba si ella dejaría de intentar darlo vuelta, si seguiría haciéndolo adivinar sus sentimientos, si lo mantendría desequilibrado, como si no quisiera que la conociera hasta lo más profundo del alma.

Jason silbó mientras se bañaba, silbó mientras andaba por el amplio corredor hasta las escaleras, donde bajó dos escalones por vez.

Al final de las escaleras se encontraba James, con Corrie detrás. Su hermano dijo sin preámbulos:

– Bien. Estás aquí. Le dije a Corrie que estabas arriba con los sirvientes. Estamos aquí porque la Novia Virgen visitó a Corrie anoche. Nos marchamos para venir a casa inmediatamente.

Corrie dio un paso adelante y se quedó allí parada al pie de las escaleras, mirándolo atentamente con la cabeza inclinada a un lado, callada por el momento. Finalmente dijo:

– Hay algo diferente en ti, Jason. ¿Estás bien? Te ves bastante ausente, y de algún modo inmensamente satisfecho contigo mismo.

Jason no dijo una palabra acerca de eso, simplemente bajó y la abrazó.

– Mi nueva hermanita. Lo único es que has sido mi hermana ya durante quince años. Ahora, los dos, vengan al comedor, y díganme qué tenía para decir la Novia Virgen. -Se aferró a Corrie, incluso mientras le decía a su hermano: -Confío en que hayas complacido a mi hermanita.

James pensó en la boca de ella sobre él y tosió. Corrie inmediatamente dijo:

– ¿Por qué estás preguntándole a él si soy yo el objeto del placer? ¿No puedo responder eso?

– No, no puedes. Calla. ¿James?

– Diría -dijo James lentamente, mirando de su hermano a su esposa, -que ustedes dos tienen la misma expresión en el rostro.

– Oh, querido -dijo Corrie. -¿Cómo es eso posible? Jason, seguramente tú no has…

James dijo, con una voz tan baja que ni siquiera la Novia Virgen podría oírlo:

– ¿Está Judith McCrae aquí?

– Sí, así es. Ahora, en cuanto a esta expresión en mi rostro, les pido que ambos la olviden. Ella ha acordado ser mi esposa. Buscaré un poco de té en la cocina. James, lleva a tu novia al comedor.


– ¿Te ha mostrado Jason los infames jardines con todas esas encantadoras estatuas escandalosas?

Los ojos de Judith brillaron ante la pregunta de Corrie, pero miró alrededor para asegurarse de que estaban solas antes de susurrar:

– ¿Quieres decir esas encantadoras estatuas escandalosas que parecen estar pasándola mejor que nunca en sus vidas?

Corrie se rió.

– Sí. -Se acercó un poquito más. -¿Cuál fue tu favorita?

No hubo rubor en ninguno de los dos rostros.

– En la que el hombre está besándola de un modo que uno podría decir que es bastante íntimo.

Corrie tragó saliva.

– Ah, qué notable coincidencia. Hay al menos quince estatuas y sin embargo a las dos nos gusta la misma. Sí, esa también es mi favorita. No lo era antes de casarme con James, pero… oh, cielos, esto no es para nada decente, ¿cierto? Bueno, la cosa es que realmente no comprendí qué estaba haciendo la estatua masculina y lo que eso significaba, si entiendes lo que quiero decir.

– Ahora sé exactamente qué dices -dijo Judith, y agachó la cabeza. -Como Jason le cuenta todo a James, debes saber que fui al dormitorio de Jason anoche y lo seduje, pero la cuestión es…

– La realidad es que si hubiera tenido la posibilidad, hubiese intentado encerrarme en una pequeña habitación cálida con James también. No importa. Tú y Jason se casarán pronto ahora. -Corrie se acercó más. -La verdad es que simplemente nunca hubo oportunidad, maldición. Ni James, maldito sea, me dio la más mínima pista.

Se recostó y sonrió, una sonrisa suave que tenía recuerdos para el resto de sus días.

– ¿Estarás a mi lado, Corrie?

– Me encantaría. ¿Será pronto esta boda, o tu tía Arbuckle insiste en un largo compromiso y un enorme número de personas rebosando de St. Paul’s?

– Yo quiero que sea muy pronto. -Judith se sonrojó, realmente se sonrojó. Presionó las palmas contra sus mejillas. -Oh, cielos, en lo único que puedo pensar es en estar sentada en la cama de Jason, mirándolo, y él allí parado, perfectamente desnudo. Ah, se ve tan bien.

– Oh, cielos -dijo Corrie.

– Era extraordinario.

Corrie se sentía tanto avergonzada como perversa, una agradable combinación, pero sabía que cualquiera podía aparecer, y no quería tener que enfrentar a Jason después de oír sobre su encuentro de medianoche con Judith. Se aclaró la garganta.

– Cuéntame cómo mi suegra finalmente enterró a la vieja bruja.

Cuando James apareció minutos más tarde, fue para oír a Corrie y Judith riendo. Eso lo alegró, y sonrió aun mientras decía desde la puerta abierta:

– He venido a buscar a ambas. Padre quiere decirles dónde están ubicados todos los guardias aquí en Northcliffe. No quiere que disparen accidentalmente a ninguna de ustedes. -Se quedó callado un momento. -Ah, también quiere saber si tienes alguna idea más, aunque jura que eres tonta, Corrie, por lo de tu relato de la Novia Virgen visitándote. Sin embargo, detesta dejarme salir de su vista así que, ¿qué debe creer uno?

Corrie se puso de pie de un salto.

– Sí, quiero oír lo que tu padre tiene para decir. ¿Cuántos guardias más hay?

– Dos más.

– No me ha dicho a la cara que soy tonta. ¿Crees que lo hará?

– Mi padre es un excelente diplomático. Todavía eres demasiado nueva en la familia como para ser atacada. Sin embargo, ahora que lo pienso, tu mueca de desdén y la de mi padre no son muy diferentes.

Le ofreció un brazo a cada muchacha.

Lady Arbuckle no estaba presente, Judith les dijo que su tía estaba descansando bastante contenta en su encantador dormitorio, tomando té y comiendo tostadas.

Annabelle Trelawny estaba allí, como casi todos los días ahora. Aunque hoy su dulce sonrisa estaba teñida de preocupación. Dijo:

– Espero que no le desagrade mi presencia, milord, pero William cree que tengo una buena cabeza. Él quería ver si puedo ayudar en algo. Ahora, este sueño de Corrie.

– No fue un sueño -dijo Alexandra.

– Já -dijo Douglas.

– El punto de todo el asunto -dijo Corrie, sentándose hacia delante, con las manos agarradas en su regazo, -es que la Novia Virgen me dejó en claro que es James quien está en peligro. Entonces fue como que se desvaneció.

– Entonces, ¿por qué me dispararon? -dijo Douglas.

– No tengo una respuesta a eso, señor.

– Es absolutamente evidente que iría a ti, porque ahora eres la esposa de James -dijo Alexandra. -No significa que no esté preocupada por Douglas también, pero como ahora eres la esposa de James, él debe ser tu primera preocupación.

Corrie dijo:

– Me pregunto por qué no me dijo quién estaba detrás de esto.

Nadie tenía respuesta para eso. Alexandra dijo:

– A veces he pensado que hay cosas que ella no sabe. En otras palabras, un fantasma no es omnisciente.

– Pero sabía que habías sido secuestrada por Georges Cadoudal -dijo Douglas, y entonces pareció que quería pegarse un tiro.

Se cerró más que una almeja y no dijo ni una palabra más.

La encantadora frente blanca de Annabelle estaba fruncida con concentración.

– ¿Por qué un joven no querría matar a la gente que cree responsable de la muerte de su padre?

Douglas respondió:

– Ese es un buen punto, señora Trelawny, pero Georges y yo no éramos enemigos; no tuve nada que ver con su asesinato. Seguramente su hijo debe saber eso. Pero no ha parecido importar.

– Y ahora James ha sido sumado a la lista. ¿Por qué diablos querría el hijo de Georges matar a James? Deben tener la misma edad. Nunca se han conocido.

La discusión continuó hasta que Hollis se aclaró la garganta.

– La cocinera desea alimentarlos a todos ahora. Milord, milady, ¿podrían levantarse e ir al comedor?

– Ah, William -dijo Annabelle mientras Hollis la ayudaba, -eres un orador tan excelente. Wellington debería rogarte que trates con esos ridículos franceses. ¿Puedes imaginar que están rebelándose otra vez?

– Oh, sí -dijo Hollis. -Los franceses deben necesitar pelear entre sí; deben necesitar pelear contra otros. La discordia y la perversidad canta dentro de su sangre, pobres tipos.

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