CAPÍTULO 34

Jason se veía como un padre orgulloso mientras la muchacha con la que planeaba casarse le decía a su padre:

– He oído que Jason puede domesticar cualquier animal salvaje que encuentre.

¿Cómo sabía eso?

– Es verdad -dijo Douglas lentamente, con la mirada sobre su hijo, que se veía tan enamorado que corría peligro de babear. -Encontró una marta herida cuando tenía cinco años. La marta permitió a Jason envolverla en su chaqueta y traerla a casa. La mantuvo en su dormitorio durante dos semanas. Ha tenido una larga línea de criaturas para atender desde entonces.

Judith vio que Jason quería saber cómo ella sabía eso, y dijo simplemente:

– Lord Pomeroy me lo contó. Dijo que él lo sabía bien, porque eructaste leche en su camisa cuando tenías ocho meses. También escuché que decían que incluso entrenabas gatos para correr en las carreras de gatos.

– ¿Quién te dijo eso?

Ella bajó los ojos un momento, una maniobra que Douglas reconocía y admiraba.

– Bien, creo que fue el vampiro de Corrie quien me contó eso. Devlin dijo que siempre había querido un gato corredor, pero había alguna especie de aprobación que debía ser concedida. ¿Es cierto eso? -Sus oscuros ojos brillaron escandalosamente mientras añadía tímidamente: -Devlin también me dijo que las carreras de gatos se realizaban durante el día, entonces, ¿qué podía hacer él?

– Debería irse al demonio -dijo Jason en voz baja.

Douglas dijo, conteniendo una sonrisa:

– Los hermanos Harker, ancianos ahora, pero todavía a cargo de todas las reglas de las carreras, exigen saber las buenas referencias de cualquiera que desee hacer correr gatos. Con Jason, aunque los gatos no le ofrecen su infinita confianza como otros animales, igualmente corren bien para él. -Douglas arqueó una ceja negra. -Hablaste del vampiro de Corrie. ¿Sabías que el abuelo de Devlin, el viejo duque, jamás abandonó su casa durante los últimos cinco años de su vida? Mantenía todas las ventanas cubiertas, no permitía que entrara ni una pizca de sol. Así que Devlin evidentemente sigue su camino, ¿verdad?

– Es verdad que lleva un sombrero cuando el sol es fuerte -dijo Jason. -Creo que James quiere clavarle una estaca en el corazón, un corazón bastante negro, según mi hermano. Con las manos desnudas, creo recordar haberlo oído decir.

– Oh, cielos -dijo Alexandra en voz baja, y miró inútilmente la puerta abierta, donde se encontraba parada la condesa viuda de Northcliffe, esos brillantes y viejos ojos suyos pegados a Judith.

No hay esperanzas, pensó, y se levantó, lamentando no haber tenido tiempo para advertir a Judith.

– Suegra, esta es la señorita Judith McCrae, aquí con lady Francis Arbuckle, su tía. Judith, esta es lady Lydia.

– Señora -dijo Judith, levantándose inmediatamente y ofreciendo a la condesa una elegante reverencia, adecuada para una duquesa. -Es un placer conocerla finalmente. Jason me ha hablado sobre usted.

– Lo ha hecho, ¿verdad? -La condesa viuda bufó ruidosamente, se condujo a un gran sillón con orejas y se sentó. -Le pedí a Hollis que me trajera algunos bollos de nuez. ¿Dónde están?

– ¿Por qué no vamos a averiguarlo Judith y yo?

Jason estaba de pie, con su mano buscando la de Judith, cuando la condesa viuda dijo:

– Oh, no. Quiero que la muchacha permanezca aquí. Jason, ve tú a buscar mis bollos de nuez. Ahora, niña, tienes un ordinario nombre irlandés. ¿Quiénes son tus padres? ¿Cómo está emparentada lady Arbuckle contigo? ¿Dónde está lady Arbuckle?

– Fue a su habitación, con dolor de cabeza, creo.

Douglas dijo:

– Madre, Alex ya te contó acerca de Judith. No está aquí para una inquisición. Deja que Alex te sirva una taza de té y ofrece una de tus encantadoras sonrisas a nuestra joven invitada.

La condesa viuda dijo:

– Jovencita, ¿sabes que la Novia Virgen visita a las damas de la casa?

Judith, con la boca entreabierta, dijo:

– No, señora. Todavía no he conocido a la Novia Virgen. Jason la ha mencionado, al igual que Corrie, pero no sé nada sobre ella.

– Es un fantasma, boba, un verdadero fantasma que mi querido hijo Douglas se niega a admitir que vive aquí. La pobrecita quedó viuda aun antes de ser una esposa, de ahí su nombre. Yo no lo creo, por supuesto, pero mi nuera aquí, que tiene más cabello del que merece y el color simplemente no se apaga, lo cual es una pena, porque es de un tono tan vulgar, ¿y no crees que debería, mientras gana edad? Ella cree en la Novia Virgen, afirma que la ha visitado innumerables veces, pero ¿se molesta este famoso fantasma en decirle el nombre del hombre que intenta matar a mi hijo? No, no lo hace, ¡y estoy cansada de todo esto! No creo que la Novia Virgen siga considerándote digna, Alexandra. Le pareces miserable y casquivana, siempre sacando el pecho para que los hombres te admiren, ¿y no crees que semejante pecho desaparecería mientras gana edad?

– Eh, realmente no podría decirlo, señora -dijo Judith, y disparó una mirada angustiada a la condesa.

Alexandra simplemente puso los ojos en blanco, sirvió el té, agregó exactamente una pequeña cucharada de leche, y llevó la taza a su suegra.

La condesa viuda echó un vistazo al té, le devolvió la taza y dijo:

– Hay demasiada leche allí. Se ve aguado. Te he dicho incontables veces cómo preparar mi té, y sin embargo todavía no puedes lograr siquiera algo así de simple.

Alexandra sonrió a la anciana que había conocido y sufrido durante casi treinta años de su vida. Algo desconocido la inundó, algo caliente y deliciosamente libre, y le llenó el cerebro hasta desbordar. No dejó de sonreír en ningún momento.

– Si no le gusta el té, señora, sugiero que usted misma lo sirva.

Dejó la taza en la pequeña mesita al lado de la condesa viuda y se alejó.

La condesa viuda estaba tan escandalizada por este comportamiento inesperado que quedó muda, durante quizá nueve segundos.

– ¡Es tu responsabilidad como condesa de Northcliffe servir el té, jovencita! No quería que fueras responsable, pero mi pobre Douglas tuvo que casarse contigo, así que eso fue todo. Pero mírate, contestándome, tus palabras maliciosas y mezquinas…

Douglas se puso de pie, alto y erguido. Miró a su madre desapasionadamente, preguntándose por qué había permitido que su reino de terror continuara durante tanto tiempo. Respeto, pensó. El detestable respeto metido en su cabeza desde la cuna, aunque no era merecido en el caso de su madre.

Le dijo con calma, un conde de los pies a la cabeza:

– Alex tiene razón, señora. Si no te gusta tu té, entonces sírvetelo. Ahora, quiero que intentes un poco de conversación encantadora con nuestra invitada.

– ¿Por qué está ella aquí? Nuestro Jason es demasiado joven para casarse. El pobre James, casi tan joven como Jason, tuvo que esposarse a ese paquetito, Corrie Tybourne-Barrett y…

Douglas caminó hasta la silla de su madre, se inclinó y la levantó, con las manos bajo sus axilas. Se enderezó y ella quedó suspendida un par de centímetros por encima de la hermosa alfombra Aubusson sobre la cual había dejado caer incontables tazas de té, porque era una alfombra que Alex había comprado y colocado en la sala. Era muy pesada su madre, probablemente casi tan pesada como él. Douglas la miró directo a los ojos, hasta se las arregló para sonreír.

– No dirás otra palabra despectiva sobre Corrie. No dirás otra palabra despectiva a mi esposa. De hecho, no dirás otra palabra despectiva sobre nadie. ¿Me comprendes, madre?

La condesa viuda chilló, echó atrás la cabeza y chilló al techo. Douglas, en vez de bajarla, simplemente la cargó hasta la puerta del salón, la abrió de una patada y sacó a su madre, todavía chillando, pero ahora agregaba algunas palabrotas bastante desenfrenadas.

Lo oyeron decir tranquilamente:

– Eso es bastante vulgar, madre.

La condesa viuda volvió a chillar, más fuerte.

Alexandra se quedó mirando fijamente donde se había ido su esposo, con expresión desconcertada. Finalmente dijo:

– Bueno, era hora, ¿no lo crees, Jason?

– Sí, madre, lo hiciste muy bien y padre también. Judith, no te das cuenta, pero algo muy inesperado acaba de suceder. Mi abuela no es una anciana muy agradable… bueno, a decir verdad, es una vieja bruja. Mi madre siempre ha permitido que la pisotee, siempre ha sido bondadosa, aun cuando esa vieja bruja la tortura despiadadamente, pero ya no. Y padre realmente la cargó fuera de aquí. Oh, no puedo esperar a que James se entere de esto. Bien hecho, madre, bien hecho.

– Me pregunto si será buena con Corrie -dijo Alexandra. -También me pregunto qué amenazas está haciendo tu padre en este momento.

– No puedo imaginar a nadie que no sea bondadoso con Corrie -dijo Judith, todavía mirando fijamente la puerta abierta de la sala, donde aún sonaban chillidos amortiguados.

Jason se rió.

– Ella incluso logra insultar a Hollis. Me pregunto cuánto tiempo llevará a la abuela darse cuenta de que ya no está a cargo aquí.

– Confío en tu padre. Su reinado ha terminado. -Alexandra se puso de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, el mentón levantado, los ojos duros. -Fue por una cosa tan pequeña -dijo, sacudiendo la cabeza. -Esa vieja nunca más me hará doler el estómago. -Se volvió hacia Judith. -Bueno, semejante espectáculo para una invitada. Lo siento tanto, no por lo que hice, no por lo que mi esposo hizo, lamento el momento. Casi treinta años… todo este tiempo he tragado mi mal genio e intentado mantener la paz. -Comenzó a frotarse las manos. -No puedo creer que me haya llevado tanto tiempo ponerle fin. Ahora necesito hablar con tu padre, Jason, si ha terminado con la vieja bruja. Podemos desarrollar una estrategia. ¿Qué piensas?

Alexandra no esperó ningún consejo, simplemente salió flotando del salón, con la cabeza en alto y los hombros cuadrados.

Jason dijo:

– James me dijo que él y Corrie vivirían en Primrose Hall, una encantadora casa que construyó el primer lord Hammersmith. Probablemente estaba pensando en los insultos que Corrie tendría que soportar si vivían aquí. ¿Ahora? Me lo pregunto. ¿Puedo mostrarte algunas interesantes estatuas en el jardín del este, Judith? Son bastante inusuales. Creo que podrían gustarte.


Corrie se puso de costado, besó la boca de su esposa y dijo:

– James, por favor despierta, por favor.

James estuvo despierto instantáneamente.

– ¿Qué es esto? ¿Me deseas en medio de la noche? ¿Qué pasa, Corrie? Estás temblando. -La atrajo a sus brazos, abrazándola tan fuerte que a ella le costaba respirar. -¿Tuviste una pesadilla? Todo ha terminado ahora, se terminó.

Ella se apartó de él.

– No, no era una pesadilla, James. Estaba despierta, ella me despertó. Eres tú, James, no tu padre. Oh, cielos, eres tú. Era la Novia Virgen, sé que era ella. Me visitó porque ahora soy parte de la familia.

James se quedó mirándola. Creía en la Novia Virgen, pero nunca lo admitiría ante su padre. No quería ver su expresión de divertido desdén dirigida a él. Había oído historias acerca de cómo ella se había aparecido ante su padre pero, sin embargo, el conde no hablaba del fantasma sin abundantes muecas de desdén y burlas.

James le frotó la espalda, le pasó las manos por los brazos.

– Todo está bien. Ya está. Ahora, cuéntame qué te dijo la Novia Virgen.

– Desperté, te sentí a mi lado y estaba sonriendo. Estaba pensando en besar tu abdomen. -Corrie se alejó dentro de sus brazos y distinguió el rostro de él a la luz de la luna. De pronto le parecía que James estaba demasiado quieto, que casi había dejado de respirar. -¿Estás bien, James?

– No. Sí. ¿Besar mi abdomen? No, no. Lo superaré. Dime más.

– Muy bien. Después de besar tu abdomen pensé qué más podía hacerte…

– Eh, sobre el fantasma, Corrie, empieza a hablar sobre ella ahora mismo, o podría ponerme de rodillas para rogarte que hicieras lo que estabas planeando.

– ¿De veras? Oh, cielos, James… oh, sí, la Novia Virgen. Bueno, estaba despierta y de pronto fue como que dormité. Pero no estaba dormida, estoy segura de eso. Entonces ella estaba ahí, al lado de la cama, y estaba mirándome. Se veía toda irreal, como tenue, pero podía ver que era hermosa, con montones de cabello largo y pálido. No habló, al menos no creo que lo hiciera, pero se sentía como si estuviera hablándome, en mi mente. Dijo que eras tú, James, dijo que estabas en peligro. No dijo absolutamente nada acerca de tu padre, sólo tú. ¿Qué está pasando? Oh, Dios, ¿qué vamos a hacer? Estamos solos aquí. ¿Tienes un arma?

– Sí, tengo un arma. -Con apenas una pausa, agregó: -Compraré una para ti también, ¿sí?

Eso calmó a Corrie como ninguna otra cosa que él hubiera podido decir. La conocía tan bien.

– Muy bien, eso está bien. ¿Qué deberíamos hacer?

– Creo -dijo James lentamente, besándole la frente, -que es hora de que regresemos a casa.

– Tengo miedo, James.

– Sí, yo también. Ahora, ¿puedo sacar esto de tu mente hasta la mañana?

Corrie se quedó callada todo un minuto. Luego se retorció entre sus brazos y lo empujó de espaldas. Le sonrió mientras comenzaba a bajar las sábanas.

– En cuanto a tu abdomen, James…

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