– Corría como un hombre joven -dijo James a su padre, Freddie asintiendo enérgicamente junto a su codo derecho.
– Un joven -repitió Douglas. -Una vez más viene, este hijo de Georges Cadoudal. -Miró a su hijo. -¿Por qué, James? ¿Por qué?
– Cuando lo atrapemos, lo descubriremos. Todo el mundo está buscándolo, padre. No faltará mucho. -James señaló al otro lado del parque. -Se lanzó dentro de un coche de alquiler y el conductor fustigó a los caballos, rápido. No tuvimos posibilidad de atraparlo.
– Bueno, tenemos a tres de sus hombres. He decidido que dejaremos que Corrie y Judith hablen con ellos mañana. -Sonrió ante la expresión de puro horror de James. -Las jovencitas afirman que harán que los villanos nos digan todo. Pero ahora, hagamos nuestro intento de ablandarlos.
James se frotó las manos.
– Hagámoslo. Freddie, ve a buscar al amo Jason, dile que iremos a conversar con nuestros villanos.
Douglas dijo:
– Si ninguno de nosotros tiene suerte, enviaré mi nota a lord Gray. Puede enviar a uno de sus hombres aquí para que se los lleve. Al menos ya no serán útiles para el hijo de Georges.
Dos horas más tarde, Douglas tuvo que admitir la derrota. A los hombres se les estaba pagando extremadamente bien para mantener las bocas cerradas. En realidad, era más que dinero, pensó James, ya que les había ofrecido quinientas libras y se habían rehusado. Había verdadero miedo en sus ojos. Simplemente decían una y otra vez que no sabían nada, que sólo querían agarrar la bolsa del tipo rico, no, no, que no conocían a ningún tipo que se hiciera llamar Douglas Sherbrooke… ¿Un hombre joven? No, no conocían a ningún hombre joven. Y así siguió todo hasta que Douglas le puso fin. James y Jason querían golpearles las cabezas, pero Douglas dijo que no quería dos hombres muertos enterrados en su establo. Los entregaría a Bow Street, dejaría que los hombres de lord Gray rompieran sus cabezas y los enterraran en la cárcel.
Los tres hombres estaban deprimidos, pero se vieron obligados a sonreír, porque Alexandra había invitado a lady Arbuckle y a Judith, así como a lord y lady Montague y a Corrie a cenar con ellos esa noche. Su razón, admitió a su esposo, luego de que él le hubiera mordisqueado el cuello, olvidando un largo rato que se suponía que estaba ajustándole el collar de rubíes, era ver a las dos jovencitas con sus hijos.
– Quiero observar cómo se tratan entre sí, cómo se comportan con sus parientes, y con nosotros.
– Has conocido a Simon, Maybella y Corrie desde siempre. Sabes cómo se comportan con nosotros.
– Ah, ¿pero no lo ves, Douglas? No sé cómo se llevarán con lady Arbuckle y Judith McCrae, y eso es importante. Además, quiero ver si me agrada Judith. Nunca antes he visto a Jason tan atraído a una jovencita. Quizás ella está podrida hasta el corazón, tal vez lo desea por su apariencia, quizás tiene un sentido del humor terrible.
Douglas sacudió la cabeza, le palmeó la mejilla y bajó la mirada a sus senos, tragó con un poquito de esfuerzo, y se volvió para enderezar la corbata que su ayuda de cámara había anunciado que estaba perfecta diez minutos antes. Le dijo por encima del hombro:
– Pobre James. No tuvo la oportunidad de ver si había alguna dama allí afuera que pudiera ganarse su corazón. Ahora nunca lo sabrá.
Alexandra observó la ancha espalda de su esposo, vio sus dedos diestros retorciendo su corbata de aquí para allá.
– Tú tuviste que aceptarme, si lo recuerdas, Douglas. Tampoco tuviste oportunidad de encontrar al amor de tu vida.
– Ah, está ese asunto, ¿verdad? -Douglas la atrajo hacia él y le apretó el mentón con el más ligero de los toques. -Resultamos bastante bien, ¿cierto, Alex? Contigo queriendo hacerme el amor cada vez que me empujabas tras una puerta, o vaciabas una mesa, o…
– Qué extraño, milord -dijo ella, la punta de sus dedos acariciándole el mentón. -Creo recordar que eras tú quien no podía mantener las manos alejadas de mi bella persona. Ahora, debo decir que no viste a James metiendo su lengua en la garganta de Corrie. Se veía totalmente absorto, Douglas.
– ¿En su garganta? Bueno, eso es algo que un caballero disfruta mucho. Naturalmente lo disfrutó. ¿Qué hombre no lo haría? Pero está Juliette Lorimer y…
– No -dijo Alexandra firmemente. -Si James la hubiese preferido, yo hubiera viajado a Escocia y me hubiese mudado a Vere Castle con Sinjun y Colin. Creo que Juliette podría ser tolerable hasta que se diera cuenta de que James obtiene más miradas admirativas que ella. Y su madre… oh, querido…
Douglas se rió y la abrazó con cuidado de no desarreglar su encantador cabello, mientras le mordisqueaba suavemente el lóbulo de la oreja.
– Era la madre de Juliette quien también me alarmaba, a decir verdad. Muy bien, veamos cómo se comportan nuestras respectivas damas con sus mayores. Corrie y Judith, dos nombres encantadores. Ah, eras tú, Alex, tú, quien estaba siempre detrás de mí, siempre escondida en los rincones, esperando para pescarme y…
Ella le dio un relajado puñetazo en la panza.
A decir verdad, las jovencitas se comportaron espléndidamente, pero el hecho es que toda la conversación estaba centrada en la persona que quería matar a Douglas.
– Un demente -dijo Simon en cuanto hubo tragado el bocado de sopa con fideos. -Un demente muy descarado. ¿Dijiste que crees que es joven? Bien, los jóvenes dementes son los más osados, pero eso no significa que estén echando espuma por la boca. Lo sabes, Douglas.
Douglas, mirando su propia sopa, dijo:
– Lo sé, Simon. Además, este joven demente probablemente sea el hijo de Georges Cadoudal. Por alguna razón, esté loco o no, está comprometido a matarme. Me pregunto si está verdaderamente loco.
Maybella, que estaba mirando el brazalete de esmeraldas de lady Arbuckle con un poquito de envidia en su corazón, dijo:
– El hijo de Georges Cadoudal. Su padre murió cuando él tenía sólo diez años. Eso significa que ha acumulado odio durante quince años. Qué extraño suena, y aterrador.
– Concuerdo contigo, tía -dijo Corrie y tomó una cucharada de bacalao au gratin del plato ofrecido por el lacayo. -También había una hija. no hemos podido descubrir nada sobre ninguno de ellos.
– Es maligno, maligno -dijo Maybella.
Ninguno de los gemelos hablaba.
Lady Arbuckle finalmente se aclaró la garganta, miró a Judith y anunció:
– Creo que son todo tonterías. No hay venganza en marcha aquí. Estoy convencida de que es algún asqueroso francés de una sociedad secreta francesa empeñada en destruir la misma estructura de la sociedad inglesa. Matar a uno de los principales nobles del reino es su salva inicial.
Con ese anuncio hecho, lady Arbuckle regresó a su filet de pescadilla a la maître d’hotel. Respiró hondo y por un instante cerró los ojos, con los dedos cerrados alrededor de su cuchillo.
Corrie dijo, inclinándose hacia ella:
– ¿Se encuentra bien, milady?
– ¿Qué? Oh, sí, señorita Tybourne-Barrett. La pescadilla quizás sea un poquito demasiado empalagosa para mí, eso es todo.
Judith palmeó suavemente la mano de lady Arbuckle.
– Yo misma la encuentro un poco empalagosa, tía. ¿Por qué no pruebas un poco de pollo fricandó? Me ha parecido bastante sabroso.
Lady Arbuckle aceptó el pollo y asintió mientras masticaba un pequeño trozo.
– Sí -dijo, -es un excelente fricandó. Gracias, querida.
James dijo:
– Es una lástima que lord Arbuckle deba permanecer en Cornualles, señora.
– Ah -dijo Judith, agitando su tenedor, -mi tío adora estar cerca del mar Irlandés. Es más feliz cuando respira ese aire salado, cuando siente los vientos marinos despeinando su cabello. Además, la finca necesita atención constante. No quiere saber nada de que otro se ocupe de sus responsabilidades.
Douglas, que no conocía para nada bien a lord Arbuckle, estaba sinceramente cansado de toda esa conversación acerca de su asesino, y estaba ansioso por enterarse más acerca de esta muchacha que podría convertirse en parte de su familia.
– Entiendo que usted proviene de Waterford.
Ella asintió, ofreciéndole una sonrisa con hoyuelos que Douglas encontró encantadora.
– Sí, mi familia cría Árabes. Es un buen país para los caballos, sabe, y Waterford es un área excelente.
– ¿Quién está allí ahora? -preguntó James. -Jason me dijo que sus padres están muertos.
– Mi primo Halsey administra las cosas ahora. En cualquier caso, Halsey era el siguiente en la línea cuando mi padre muriera. La granja se llama The Coombes y Halsey es el barón Coombes.
Jason le tomó los dedos y los apretó.
– Judith ha estado sola gran parte de su corta vida, pero lord y lady Arbuckle están ocupándose bien de ella.
– Sí, así es -dijo Judith, y se inclinó para besar la mejilla empolvada de lady Arbuckle. -Mi primera temporada. Nunca pensé que podría pasar, pero mi queridísima tía…
Se quedó callada, con las lágrimas haciendo brillar sus ojos oscuros.
Jason volvió a apretarle la mano y luego se lanzó a uno de sus temas favoritos… caballos. Quería visitar The Coombes, ver la operación de la granja, examinar los animales.
La conversación continuó hacia la boda de James y Corrie, que se llevaría a cabo en St. Paul’s dentro de tres semanas. Douglas se encogió de hombros.
– Conozco al obispo de Londres, sir Norton Graves, un buen hombre que ofició sus bautismos. Me miró con una ceja levantada cuando le informé que no había gran abundancia de tiempo, y por consiguiente no tuve más opción que contarle exactamente por qué su matrimonio era más bien apresurado. Resulta, naturalmente, que él ya se había enterado de la mayor parte de lo que había sucedido, aunque inclinado en una dirección mucho más escandalosa. Sir Norton tiene muchos oídos en la sociedad, y hay que reconocerle que rara vez cree lo que oye. James pidió que él oficiara, y él estuvo de acuerdo.
Corrie se ahogó con una croqueta de ostra. James inmediatamente le palmeó la espalda.
– ¿Estás bien?
– Oh, sí. Es sólo que tener a tu padre hablando sobre nuestro casamiento de un modo tan natural… a veces aún no puedo creer que sucederá. Santo cielo, en sólo tres semanas. Me cerró la garganta por un momento.
James dijo:
– A mí también me cierra la garganta. No te aflijas. Lo superaremos. Ahora, sé que querías al menos mil personas desbordando St. Paul’s, todos ellos aplaudiendo y saludándote al pasar pero, Corrie, no podrá ser.
– ¿Tal vez quinientos?
James se rió y su madre dijo:
– Maybella y yo creemos que será mejor si tenemos aproximadamente treinta personas para presenciar nuestro drama.
James dijo:
– Pediré a varios miembros de la Sociedad Astrológica que vayan. Deseo que los conozcas. Ah, ¿tal vez podrías ir a una reunión conmigo, el próximo miércoles?
– Y les demostraré que obtendrás la esposa perfecta. Yo misma escribiré y presentaré un trabajo -dijo Corrie, y se veía tan pícara que Jason casi escupió un trago de vino sobre el mantel de su madre.
– Sí -dijo James, su voz tan seria como la de su tío Tysen cuando miraba el pecado a la cara, -creo que deberías. Ya he escrito acerca del fenómeno de la cascada. ¿Qué te gustaría presentar al grupo docto?
Corrie lo pensó un poco mientras observaba el ganso asado en su plato. Tomó un pancito, lo agitó hacia James y dijo:
– Quiero hablar sobre cómo los vampiros sólo pueden salir por la noche bajo la brillante luz de la luna, pero no de día, cuando el sol pega fuerte. Eso es, cuando pega fuerte sólo ocasionalmente aquí en Inglaterra, lo cual hace que me pregunte si los vampiros ingleses tienen más libertad de movimiento que, digamos, los vampiros del desierto de Sahara.
James puso los ojos en blanco.
– No más sobre Devlin Monroe. Lo vi rondándote ayer. ¿Qué quería?
– Intentó convencerme de que sería un mejor esposo que tú.
James, que tomó el cebo con rapidez, casi se puso de pie de un salto.
– Ese maldito sinvergüenza. Eso es más que suficiente, eso es…
– Eso es una broma -dijo Corrie y le ofreció una de sus muecas patentadas, que él no había visto desde antes de que ella llegara a Londres.
En medio de las risas, Alexandra condujo a las damas fuera del comedor, dejando a los caballeros con su oporto.
– Me atrapó -dijo James, con el rostro colorado, mirando fijamente su copa de oporto.
– Sí, es bastante buena en eso -acordó su hermano, -lo ha sido durante años. -Suspiró. -Desafortunadamente, creo que Judith es tan habilidosa como Corrie. Ella también podría provocar a un hombre muerto, hacerlo saltar, maldecir y temblar hasta los huesos.
– Sí, la he visto hacerlo -dijo James. -Pero me pregunto qué trama Devlin Monroe.
– Nada -dijo Simon. -Absolutamente nada. Yo mismo hablé con él, le dije que Corrie había estado enamorada de ti, James, desde que tenía tres años, a lo cual Devlin respondió que Corrie era demasiado inmadura en las costumbres de los hombres y el mundo como para saber cómo eran las cosas, que era demasiado joven para ser forzada a este matrimonio, que estaba aprovechándose flagrantemente de ella, y que yo debería desafiarte a un duelo y dispararte. Por un momento pensé que el pobre muchacho estallaría en lágrimas. Pero entonces se compuso y dijo que era un encantador día nublado, si no estaba yo de acuerdo. Claro que estuve de acuerdo. Casi todos los días está nublado. No quería más de su melodrama. Quería que se marchara. ¿Crees que realmente es un vampiro?
¿Corrie había estado enamorada de él desde que tenía tres años? Una niña que adoraba a un hermano mayor, sí, podía verlo, ¿pero era así como su tío lo veía? ¿Ella lo amaba? ¿Como hombre?
En ese momento, los caballeros levantaron la mirada ante el sonido de pies corriendo, voces elevadas.
Corrie abrió la puerta del comedor de golpe y gritó:
– ¡Rápido! ¡James, oh, querido, ven rápido!