CAPÍTULO 32

James cayó de espaldas, con la boca abierta, intentando meter aire nuevamente en su cuerpo. A su lado yacía su nueva esposa, quien, si no estaba equivocado, sonreía como una tonta aun mientras bostezaba.

Cuando finalmente pudo volver a hablar, dijo, tomándole la mano:

– El revés de tus rodillas me excitó infinitamente.

– ¡Já!

Él sonrió al techo.

– Muy bien, quieres que sea sincero. -Se puso de costado y la miró. El cabello de ella estaba enredado y salvaje alrededor de su cabeza, su rostro resplandeciente, su cuerpo lánguido, tan suave que él quería empezar a besarle las orejas y descender hasta los talones. -Me saltaré el preludio. Besar tu abdomen, eso estuvo bastante bien, Corrie. -Ella se humedeció la boca con la lengua. Estaba avergonzada por la forma de hablar franca de él, James lo veía, y le encantó. -Y besarte y acariciarte con mi boca, entre esas adorables piernas largas tuyas…

Ella se levantó hacia él y le mordió el hombro.

– No me avergonzarás, James Sherbrooke, ¿me oyes? No hablarás más acerca de besar mi abdomen o tocarme y besarme por todas partes hasta que casi me vuelva loca.

James se rió y la apretó fuerte contra sí.

– Te di placer.

Corrie volvió a morderle el hombro y luego lo lamió. El sabor de él la excitaba, la hacía sentir suave y obediente, y quizás eso no era tan bueno, pero por el momento, apretada y desnuda contra él, lo aceptaría. Le susurró contra la cálida piel:

– ¿Cómo sabes que me diste placer, James? Tal vez todavía estoy esperando a ser complacida, aún preocupada y temerosa de que no haya nada realmente placentero en todo este asunto del sexo.

Él le mordisqueó la oreja, le besó el cabello y, sin decir una palabra, bajó su mano por la espalda hasta tener los dedos abiertos en las caderas de ella. Corrie esperó, deseando, deseando, pero demasiado avergonzada como para pedirle que… entonces esos mágicos dedos suyos se curvaron hacia adentro, y cuando la tocaron, entraron dentro suyo, ella aspiró bruscamente, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó.

– Maldición -dijo él en su boca, -es bueno que sea joven. Casi me mataste y ahora quieres que te de placer otra vez, cinco minutos más tarde.

– ¿Cinco minutos? ¿Tanto tiempo?

James la miró a los ojos mientras sus dedos la encontraban. Cuando los ojos de Corrie se volvieron salvajes y sus dedos la lanzaron al orgasmo, tomó esos adorables gritos con su boca.

Entró en ella, duro y profundo, casi poniendo los ojos en blanco. Ella lo apretaba hasta prácticamente sacarle el aire de tan fuerte que se aferraba a su espalda, y cuando le susurró contra el cuello “James, mataría por ti”, él estuvo perdido. En esos increíbles momentos se preguntaba si alguna vez iría con más calma con ella. O ella con él.

Más tarde pensó que lo dudaba, dudaba de los sentimientos que tenía por ella que lo ponían instantáneamente duro, de los sentimientos que estaban creciendo casi más rápido de lo que podía aceptar, ¿y no era eso algo excelente?

Fue James quien tiró de las mantas sobre ellos.

Se quedó dormido, con la suave boca de Corrie susurrando besos por todo su rostro. Si hubiera sabido lo que ella estaba pensando, dormir hubiese sido lo último en su mente.


Northcliffe Hall.


Douglas Sherbrooke miraba meditativamente las finas lonchas de jamón en su plato del almuerzo, tan finas que podía ver su tenedor a través de ellas.

– Me pregunto qué está haciendo nuestro hijo mayor en este momento.

Alexandra simuló confusión, lo cual lo hizo reír.

– ¿Quieres decir ahora mismo? ¿Cuando él y Corrie deberían estar consumiendo alimento en el salón de la posada, ya que es hora del almuerzo? Es tu hijo, Douglas; los dos sabemos exactamente qué está pasando en este preciso momento.

– Quizás está durmiendo. Un hombre debe recuperarse.

Ella se aclaró la garganta.

– Tiene sólo veinticinco años. Dudo que sea necesaria mucha recuperación. Lo que sea que esté haciendo, no hay comida involucrada. -Revoleó los ojos. -Soy su madre; es difícil, pero supongo que debo aceptarlo.

Su esposo le sonrió.

– ¿Crees que nuestro Jason todavía es virgen?

Douglas sintió guisantes golpeando su rostro. Empezó a levantarlos y ponerlos en su plato.

Ella dijo, apoyando su mentón sobre las manos cerradas:

– Casualmente sorprendí a Jason tras su primer encuentro con una muchacha.

Eso captó la atención de su esposo.

– ¿Cómo es posible? Siempre les he dicho que nunca permitieran que su madre, bueno, en ese sentido estaban bajo estrictas órdenes…

– Sé lo que les dijiste. Lo sé todo, Douglas, nunca olvides eso. Jason no tuvo suerte. Justo estaba saliendo del cuarto de arreos en el establo cuando él casi me pasó por encima. Me ofreció una sonrisa tonta, se dio cuenta de quién era yo, se puso rojo como un tomate y empezó a tartamudear. Y yo dije: “Jason, ¿qué te sucede?” aunque sabía bien lo que había pasado arriba en el granero. Nuestro muchacho tragó una, dos veces, y entonces dijo: “¡Fue lo más maravilloso en mi vida!” Entonces pareció totalmente horrorizado por lo que había dicho sin querer a su madre y salió corriendo. Oh, cielos, Douglas, tenía catorce años. -Douglas, sabiamente, no dijo nada. Alexandra suspiró, tragó dos trozos más de jamón y dijo: -Es una bendición que James no considerara a Corrie una hermana. Eso sería desastroso.

– ¡Milord!

Douglas se puso de pie en un instante.

– ¿Qué sucede, Ollie?

Ollie Trunk, un canoso veterano en la interminable búsqueda de hombres malos, un exitoso corredor de Bow Street durante veintidós años, se quedó en el umbral, agachó la cabeza en deferencia a un conde, y entonces dijo:

– Acabo de recibir un mensaje de lord Gray, milord. Dijo que uno de sus muchachos capturó a este joven que estaba intentando contratar a un par de matones para que vinieran por usted, milord, no hay dudas acerca de eso.

– ¿Atraparon al joven?

– Bueno, bien, él escapó, veloz y astuto era, pero los muchachos de lord Gray lograron pescar a los dos matones y los arrastraron para ver a lord Gray, y que él pudiera hacerles repiquetear los sesos, lo cual hizo, y le dijeron que era el joven a quien buscábamos, y que estaba ofreciendo baldes de monedas para que lo ayudaran a matarlo. -Ollie se quedó callado y luego frunció el ceño, un hábito de tanto tiempo que su frente parecía completamente arrugada. -Lord Gray dice que cree que usted tiene razón. Esto es venganza, milord. Venganza, de punta a punto, y este joven no se detendrá hasta que lo detengamos. Lord Gray está enviando a dos muchachos más de Londres para ayudarnos a mantenerlo a salvo. Northcliffe es un lugar muy grande, aun más grande que Ravensworth, así que tenemos que encontrar montones de escondites.

Alexandra dijo mientras se ponía lentamente de pie:

– Gracias, Ollie. ¿Lord Gray no escribió nada más?

Ollie Trunk se sonrojó.

– En realidad, milady, la nota es para Su Señoría aquí. Es sólo que estaba tan…

– Aprecio su atención -dijo Douglas, y estiró la mano. Ollie le entregó un trozo de papel retorcido. -¿Quiere usted dos hombres más, Ollie?

– Sí, milord. Atraparemos a este hombre, a este hijo de Georges Cadoudal. Aye, es venganza. Eso puede calentar la sangre de un joven.

Y con eso, Ollie asintió, volvió a sonrojarse al mirar a Alexandra, y salió del comedor.

– Pero, ¿por qué -dijo Douglas lentamente, -está caliente la sangre del joven?

En ese momento Hollis entró por la puerta, se aclaró la garganta y dijo:

– Algunos años atrás, el conde de Ravensworth utilizó los servicios del señor Ollie Trunk. Todo salió bien.

– Me pregunto qué problema tenía Burke -dijo Alex.

– Entonces, ¿lo apruebas, Hollis?

– Eso, milord, ya lo veremos. La prueba de sus habilidades será evidente para todos a su debido tiempo.

Eso era seguro, pensó Douglas, consciente de la pequeña derringer en el bolsillo de su chaqueta. Luego miró a su mayordomo, realmente lo observó.

Hollis resplandecía, no había otra palabra para describirlo. Estaba parado tan derecho que Douglas pensó que debía haber recuperado al menos siete centímetros de su altura en la juventud.

– ¿Puedo preguntar en cuanto a tu progreso con tu dama, Hollis?

– Está muy cerca del punto muerto, milord. Me atrevo a decir que otro día o dos en mi compañía la tendrán gritando “sí”.

Alexandra dijo:

– No puedo imaginar porqué no estaría cantando aleluyas ante la idea de ser tu esposa, Hollis. Eres magnífico, cualquier mujer bendeciría sus estrellas por casarse contigo.

– Así es, milady, así es. Como podrá recordar, Annabelle conoció a mi preciosa señorita Plimpton. Su vacilación actual es porque está preocupada de que mis sentimientos por la señorita Plimpton puedan ser todavía demasiado fuertes.

– Dios santo, Hollis -dijo Douglas. -¡La señorita Plimpton ha estado muerta durante cuarenta años!

– Cuarenta y dos años y siete meses, milord.

Alexandra dijo:

– Eso seguramente es tiempo suficiente como para limpiar todos los sentimientos residuales que usted conservó por la señorita Plimpton.

– Así debería ser, milady -dijo Hollis. -Pero Annabelle se preocupa. Quiere mi corazón entero.

– ¿Y tendrá tu corazón entero, Hollis? -preguntó Alex.

– Como usted dijo, milady, han pasado cuarenta años. Le he dicho a Annabelle que un corazón viejo tiene más espacio libre que un corazón joven, más lugar para acoger dentro suyo las más profundas sensaciones y sentimientos.

– ¿Cuándo la conoceremos, Hollis?

– Ella, milord, ha accedido a tomar el té con usted y Su Señoría esta misma tarde. En realidad, estoy aquí para informarles esta afortunada novedad. Las noticias de Ollie eran quizá un poco más importantes, así que le permití antecederme.

– Eh, eso es bastante espléndido, Hollis. Haz que la cocinera haga sus tortas con semillas de limón.

– Hecho, milord. Annabelle estará aquí exactamente a las cuatro en punto. Yo mismo la traeré de esa encantadora aldea pintoresca de Abington, donde ha residido durante casi cuatro meses.

– Abington es una aldea encantadora -dijo Alex. -¿La señorita Trelawny tiene parientes allí, Hollis?

– Es señora Trelawny, milady. Annabelle ha estado viuda durante muchos años ya. Está totalmente sola, pero su esposo le dejó una bien cuidada competencia, así que está bastante cómoda. Yo, naturalmente, la haré sentir más cómoda de lo que está ahora.

– ¿Por qué escogió Abington para vivir? -preguntó Douglas. -Es encantadora, seguro, pero no se me ocurre que sea el centro de nada.

– Yo mismo disfruto mucho de Abington, milord, es más, he pasado una buena cantidad de tiempo allí a través de los años, revisando los archivos de la iglesia. Se extienden hasta el siglo trece, si puede creerlo. Resulta, milord, que Annabelle también admira la iglesia y, de hecho, así es como la conocí, yendo a la rectoría.

Douglas asintió, pensando en el fajo de antiguos archivos de la iglesia que había comprado a la abadía Noddington, y que le había dado a Hollis años atrás.

Douglas se puso de pie cuando la puerta se cerró tras el mayordomo.

– Debo hablar con madre. -Suspiró. -No creo que haga ningún bien a las perspectivas de Hollis si ella está presente para conocer a la señora Trelawny.

Alex dijo:

– No, probablemente ella tendrá a la dama de Hollis huyendo de la casa solariega, chillando o llorando. Es tan sorprendentemente sana. Hace que uno se estremezca.

Él se rió y pasó a su lado, sólo para darse vuelta, alzarla en sus brazos y hacerla girar. Alex lo miraba riendo, con el rostro de él casi entre sus pechos, cuando la puerta se abrió y una familiar voz amargada dijo:

– ¡Qué indecoroso! ¡Vergonzoso! ¿Por qué no has enseñado a esta muchacha cómo comportarse, Douglas? Has estado casado con ella por más años de los que puedo soportar contar, y todavía está mostrándose y alentando al salvajismo.

– Hola, madre.

– Hola, suegra.

– He decidido tomar mi almuerzo aquí. Ambos se sentarán, ya que tengo asuntos de grave importancia que discutir con ustedes.

Douglas dijo desde su imponente altura, con su esposa todavía entre sus brazos:

– Discúlpanos, madre, pero Alex y yo tenemos asuntos muy importantes que atender. Te visitaremos en la cena.

– ¡No! Esperen, es mi doncella, la descuidada criatura, ella no ha…

Se perdieron la última parte, gracias a Dios. Los dos sirvientes que vieron al conde y a la condesa salir rápidamente del comedor, riendo como niños, cortando la voz enmohecida de la condesa viuda, hubiesen aplaudido si Hollis no los hubiese reprendido interminablemente por semejante comportamiento.

– Miserable vieja bruja -susurró tras su mano Tilda, la doncella de primera planta, a Ellie. -Vivirá por siempre, me dijo mi má, dijo que su maldad la mantiene sana. Dijo que no dudaría si tuviera un frasco lleno de ron en su recámara.

– Le preguntaré a esa pobre doncella suya -dijo Ellie. -¿Ron? Hmm.

Las dos rieron.

Douglas y Alexandra corrían, tomados de la mano, en la soleada tarde fría, hacia el cenador que el abuelo de Douglas había construido en una pequeña colina sobre un estanque ornamental.

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