CAPÍTULO 36

El Diablo llega al campanario mediante las faldas del vicario.

~Thomas Fuller


Era finales de noviembre. En Inglaterra, en la experiencia de Corrie, eso significaba un frío implacable, tanto viento que no podías mantener un sombrero sobre tu cabeza, y una interminable humedad invasora que te hacía doler los huesos y castañetear los dientes.

Pero hoy no. Hoy, en el sur de Inglaterra al menos, el sol estaba alto sobre la cabeza y las nubes eran gordas y blancas contra un brillante cielo azul. No había rastros de niebla, ni un susurro de viento, sólo abundante y dulce aire fresco que flotaba alrededor de tu cabeza, haciéndote sonreír y respirar hondo.

– Simplemente increíble -le dijo Corrie a uno de los perros de caza que trotaban a su lado, con la cola como una bandera flameante, mientras caminaba hacia el establo donde James, Jason y media docena de mozos de cuadra estaban reproduciendo a la nueva yegua a Bad Boy.

En su bolsillo llevaba la pequeña derringer que James le había comprado dos días atrás. Había practicado dispararla, y James había admitido ayer por la tarde, luego de verla disparar unos diez minutos, que era una tiradora nata. Sonaba molesto por su habilidad, y eso había hecho que ella le sonriera, con picardía desbordando en esa sonrisa, y que él la levantara y la hiciera dar vueltas hasta que estaba mareada y riendo tanto que apenas podía agarrarse. Luego la había cargado a una pequeña arboleda de arces y la había recostado sobre su chaqueta bajo un abeto. Ah, eso era tan agradable. Había sido un poco frío. ¿A quién le importaba? Hoy no estaba para nada frío. Hmm.

Corrie sonreía mientras aceleraba el paso. Oía a la yegua relinchar, oía a Bad Boy pisoteando. Llegó al corral, apoyó los brazos contra el enrejado de madera y miró a James.

No, vio inmediatamente que no era James, era Jason. ¿Cómo podía haberse engañado siquiera por un instante, sin importar que él estuviera parado a diez metros, examinando el casco del frente de Bad Boy?

¿Dónde estaba James? Debería estar ahí. Pero entonces lo supo, y su corazón cayó en picada. Él estaba en peligro.

Gritó:

– ¡Jason! ¿Dónde está James?

Jason dejó caer el casco de Bad Boy y fue a zancadas hacia ella.

– Buenos días, Corrie. Esperaba que James ya estuviera aquí. Probablemente está en el estudio revisando documentos con padre. Vendrá tarde o temprano. Quédate, Corrie, James querría que lo hicieras.

Estaba indecisa. James estaba viniendo. Muy bien, esperaría. Se apoyó contra la barandilla del corral. Pasaron dos minutos.

– No puedo hacer esto. Algo anda mal. -Jason, que había estado largando un sentido suspiro de alivio, se quedó paralizado. Ella dijo a su nuca: -Perdóname, Jason, pero estoy preocupada. Iré a buscarlo. Tengo miedo. Tú también debes tener cuidado, Jason. Este hombre que va tras James, podría no saber que eres tú y no él.

Jason se dio vuelta y caminó hacia ella, le apretó el brazo.

– Sí, lo sé, y sí, te entiendo muy bien. Estaré rodeado de gente. Pero deseo que te quedes aquí, donde James sabe que estás. Probablemente siga en la casa; cuando venga, traerá a Judith aquí con él. -Le sonrió, Corrie seguía sentada sobre el enrejado. -Si va a ser la esposa de un criador de caballos, debería entender de qué se trata todo esto. -Entonces le tomó las manos con las suyas y las separó, las agarró fuerte. -No lo hagas, Corrie. Todo estará bien, te lo prometo.

– Pero no puedes saber, tú…

– Ah, la señora Trelawny está aquí en su muy elegante coche. Excelente. Quédate quieta, Corrie, y deja de preocuparte. -Le dio otra palmadita y gritó: -Lovejoy, veamos cómo le está yendo a la yegua. Muy bien, muy bien, tráiganla fuera despacio, ¡despacio! Muy bien, así está bien. Manténganla quieta ahora.

Bad Boy quería a la yegua desesperadamente. Jason había tapado los cascos frontales de Bad Boy con suaves medias de algodón para que no la lastimara.

Corrie buscó la derringer en su bolsillo y se tranquilizó. Observó, sin prestar atención a los caballos temblando, los oídos alerta por la voz de James. ¿Dónde diablos estaba? ¿Estaría con Judith? Levantó la mirada para ver a Jason sacando su reloj del bolsillo, diciéndole algo a Lovejoy y luego yendo a zancadas hacia ella. Hubiese jurado que había preocupación en su rostro, pero cuando él la miró, había desaparecido.

– Tengo una cita con uno de los corredores de Bow Street. Quédate aquí, confía en que James vendrá por ti, lo digo en serio. Es importante que permanezcas aquí, Corrie.

Ella lo vio prácticamente correr hacia la casa solariega. Algo andaba mal, muy mal, sin dudas. ¿Debía quedarse allí? ¿Por qué, en el nombre del cielo?


Douglas levantó la cabeza ante el suave golpecito en la puerta del estudio. Se detuvo sólo un momento antes de decir:

– Adelante.

La puerta se abrió silenciosamente para mostrar el rostro sonriente de Annabelle Trelawny mientras se inclinaba dentro de la habitación.

– Oh, perdóneme, milord. Estoy buscando a mi querido William. -Entró en la sala entonces, miró alrededor. -Oh, cielos, no me diga que está solo.

– Pase, Annabelle. Sí, estoy solo.

– Pensé que William estaría con usted. Él lo aprecia mucho, disfruta de estar en su compañía.

– Y yo también disfruto de su compañía. ¿No recibió mi mensaje, Annabelle? Hice que un muchacho se lo llevara varias horas atrás, diciéndole que Hollis se marchaba a realizar un recado para mí hoy. No creí que deseara pasar tiempo aquí sin él presente.

– ¿A qué recado lo envió, milord?

Si consideró su pregunta impertinente, Douglas no dio señales. Dijo con calma:

– Hay información llegando en Eastbourne. Creo que responderá la mayoría de nuestras preguntas. Siento mucho que Hollis no esté aquí, Annabelle.

– Igual que yo, seguro. Sin embargo, milord, ruego que no menosprecie sus propios encantos.

– ¿Mis encantos, Annabelle?

Ella sacó una pistola de duelo de cañón largo del bolsillo de su capa.

– De hecho, milord, me alegra que Hollis no esté aquí. Se hubiese metido en el medio, hubiera intentado salvarlo, ¿y quién sabe? Podría haber tenido que dispararle. Le agradezco que le haya pedido que se fuera, milord. Me siento aliviada. -Le sonrió. -También permítame agradecerle por enviar al muchacho. Sabía que todo debía terminar pronto, pero las circunstancias correctas todavía no se habían presentado. Pero ahora todo es como podría desearlo. William no está, lady Alexandra se marchó a visitar a lady Maybella, y Jason está en los corrales. Ahora sólo somos usted y yo. Sucederá ahora. -Miró rápidamente a través de la rendija en la puerta y se volvió hacia él. -No, milord, no se mueva. Soy una tiradora bastante buena. Imaginé que se estaba acercando, tal vez incluso estaba listo para tenderme una trampa, milord, pero aquí estoy, haciéndola saltar antes de que usted estuviera preparado.

Douglas se recostó en su silla, con los brazos detrás de la cabeza.

– Nos engañó a todos, madame. Tiene un excepcional talento.

– Sólo lo dice porque usted fue el engañado, milord.

– Dígame, Annabelle. ¿Las historias que le contó a mi esposa acerca de la señorita Plimpton se acercaban en algo a la verdad?

Ella se rió.

– Ah. La preciosa señorita Plimpton de William. Nunca la conocí, por supuesto, pero sospecho que ya descubrió eso, ¿verdad?

– Sí, una pena. Yo no mentí. Me alegra que Hollis no esté aquí. También lo engañó a él.

Douglas la miraba con tanto desdén que ella gritó:

– ¡Tuve que usar al viejo! No había nadie más que me diera entrada a esta maldita casa.

– Lo hizo muy bien. Ahora, usted es inglesa. ¿Cómo podría estar emparentada con Georges Cadoudal?

– Su esposa, Janine, era mi hermana, bueno, media hermana en realidad. Mi madre era inglesa, y yo fui criada en Surrey. Me llamó Marie porque creía que ese inútil francés que era mi padre estaría contento, tal vez dejaría a su esposa por ella. No fui a Francia hasta meses antes de que Janine muriera. Cuidé de Georges y los niños.

– ¿Cuál es su nombre?

– Marie Flanders. Mi querida y estúpida madre hacía sombreros para todas las damas adineradas en Middle Clapton. Una existencia exigua. Murió demasiado pronto, con nada.

– ¿Por qué desea matarme, madame?

– Voy a matarlo porque usted traicionó a mi hermana. La violó, la dejó embarazada y la abandonó.

Douglas se puso de pie lentamente mientras hablaba, abrió las palmas sobre su escritorio y se inclinó hacia ella.

– Sabe que eso son tonterías, Annabe… Marie. Realmente, ¿por qué me quiere muerto? Vamos, la verdad. Después de todo, va a matarme. ¿Qué diferencia hace?

Ella le ofreció una sonrisa maravillosamente cálida. Se inclinó hacia él, susurrando:

– Ninguna diferencia en absoluto, milord. ¿Quiere la verdad? Es dinero, milord, todo su dinero, y su casa y su encantador título, una vez que esté muerto. Naturalmente, uno desearía disfrazarlo, alegar un motivo de pura venganza, de honrada venganza, ya que suena tan terriblemente ordinario y de mal gusto alegar una simple ganancia. Ah, creo que ella está aquí ahora. Ya era hora. -Marie giró apenas la cabeza. -Entra, querida.

Judith McCrae entró por la puerta y la cerró suavemente.

– He chequeado, tía Marie. No hay nadie en la casa, excepto algunos sirvientes dando vueltas. Todos están afuera, viendo a los caballos aparearse. Debería estar allí también, pero ahora no tendré que soportar esa asquerosa demostración. -Mientras hablaba, Douglas rodeó lentamente su escritorio y se paró contra la biblioteca. -Hola, milord. Por la expresión en su rostro, tengo la sensación de que no está totalmente sorprendido.

Douglas dio pequeños pasos hacia el sofá, como si fuera a sentarse.

– No, no estoy sorprendido. Esperaba estar equivocado, por el bien de mi hijo. Todavía nadie había mencionado tu nombre, pero sabía que yo tendría que hacerlo. Querías a mi hijo para que te diera entrada a mi casa, tal como tu tía hizo con Hollis, y te las arreglaste para engancharlo, algo que ninguna jovencita había logrado antes.

– No fue difícil. Jason es un hombre, milord, sólo un hombre.

– Y estuviste en todas nuestras reuniones, te enteraste sobre nuestros pensamientos y planes. Mi esposa estaba preparada para darte la bienvenida a la familia. ¿Sabes que me dijo que era bendecida, por tener dos nueras tan excelentes prácticamente al mismo tiempo?

Por primera vez, Douglas veía el parecido entre padre e hija, o tal vez simplemente quería verlo. Esos ojos suyos eran fríos y oscuros de furia y determinación.

– Lo vi palmear a Jason en la espalda, reconociendo que sabía que había obtenido su placer conmigo. Me hubiese gustado clavarle un cuchillo en el corazón en ese momento.

Marie Flanders dijo, con los ojos sobre la puerta cerrada:

– Maldición, debería haberme dado cuenta de esto antes. Su magnífica Señoría aquí presente estaba plantando su trampa anoche. No hay más información que esté esperando de Eastbourne, ¿cierto?

Judith dijo:

– No importa. Es un tonto, tal como sus hijos. No hay ninguna trampa. Estás equivocada, tía Marie.

– No, no lo estoy. ¿Por qué piensas que no dejaba de preguntar sobre lady Arbuckle? Estaba empujándonos a actuar. Y esa nota que me envió, diciéndome que Hollis no estaría aquí hoy. Fue para atraerme aquí, para moverme a actuar.

Judith sacudió la cabeza.

– Le das demasiado crédito. La realidad es que no presté atención a lo que él decía. Tuve que dar mi atención a Jason, o él se hubiese preguntado qué estaba pasando. ¿Sabe, milord? Realmente prefería a James. Pero Corrie ya lo tenía pescado.

Douglas nunca quitó sus ojos de encima de las dos mujeres.

– James no se dio cuenta de eso hasta… bueno, eso no es asunto tuyo, ¿verdad?

– No, y no me importa. Tía Marie, estoy aburrida. Quiero terminar con esto. No quiero matar a ninguno de los sirvientes. Han sido bastante buenos conmigo, así que lo haremos aquí, ahora, y escaparemos por los jardines.

Douglas dijo lentamente:

– Ustedes dos tienen mucho por lo que responder.

– Si alguna vez respondemos, milord, usted no estará aquí para oírlo.

Douglas exclamó:

– James, Ollie, hagan señas a sus hombres. Entren ahora.

Pero James no salió de su puesto tras las puertas de cristal. Tampoco Ollie Trunk.

Jason entró lentamente en el estudio, con el brazo al costado, un arma tomada sin apretar en su mano.

– James está desaparecido, padre.

Douglas miró a Judith.

– ¿Dónde está mi hijo?

– Bien, milord, está con mi querido hermano.


James sintió el hilo de sangre deslizándose por su rostro. Le dolía la cabeza por el golpe, pero su mente estaba clara. Podía pensar, podía entender, y lo que comprendía y veía era un joven al que nunca antes había visto, un joven alto y atractivo, de cabello y ojos oscuros, y este joven quería matarlo.

James sacudió la cabeza e intentó ponerse de pie.

El hombre dijo:

– No, quédate justo donde estás. Ah, veo que recobraste el juicio. -Se puso de pie, caminó hacia James y se paró encima suyo. -Hola, hermano. Es un placer conocerte finalmente cara a cara.

James lo miró y vio el arma en la mano derecha, apuntada a su pecho.

– Te has mantenido oculto muy bien. Eres el hijo de Georges Cadoudal, ¿verdad? Teníamos razón en eso.

– Sí, él era mi padre, al menos de nombre.

James comprendió mucho en ese momento, pero seguía sin tener sentido.

– Pareces creer que mi padre te engendró. No fuiste terriblemente sutil usando Douglas Sherbrooke como tu nombre. ¿Cuál es tu verdadero nombre?

– Douglas Sherbrooke es bastante real.

– ¿Cómo llegaste a creer que eres hijo de mi padre? ¿Cómo llegaste a tomar su nombre?

– Asumí mi nombre legítimo cuando vine a Inglaterra a matarte y a ese deshonroso bastardo de cuya semilla provengo. Parecía justo tomar su nombre.

– ¿Cuál es tu verdadero nombre?

El joven se encogió de hombros, pero nunca apartó la mirada del rostro de James ni el arma apuntada a su pecho.

– Mi padre y todos mis amigos en Francia me llamaban Louis. Louis Cadoudal. Mi padre murió demente, ¿sabías eso?

James negó con la cabeza.

– Sabíamos que había sido asesinado.

– Sí, un asesino le disparó y todos creyeron que murió por eso, pero su mente ya estaba podrida. Sólo había unos pocos que lo sabían. Hablaba de tantas cosas en sus delirios dementes, de cómo tu padre había violado a mi madre; pero luego fruncía el ceño y decía no, la violación no tenía nada que ver. Claro que esas eran simplemente palabras tejidas por su locura. Pero me di cuenta de la verdad en el momento en que vi a tu padre. Nuestro padre. ¿No crees que me parezco a él, hermano? Tú y tu condenado gemelo, ninguno de ustedes se parece a él, pero yo sí. Soy su primogénito, no tú, y me veo como su hijo.

– No, no te pareces -dijo James con calma. -Estás mintiéndote a ti mismo. Eres moreno como él, y eres alto como él, nada más. -James sabía que tenía que mantener el control, sabía que tenía que estar preparado. -Acordemos que mi padre te engendró, Louis…

– ¡Lo hizo, maldito seas!

– Muy bien, si es de hecho tu padre, no hace ninguna diferencia a la sucesión. Soy el primogénito legítimo, así que te pregunto, ¿por qué quieres matarme? No obtendrás nada más que la soga del verdugo.

– Ah, no creo que un hermano mío pudiera ser tan estúpido. Eso me dará todo. Verás, mi primera meta era matar al bastardo de tu padre por lo que le hizo a mi madre, pero luego decidí que si lo mataba a él, no era suficiente. Él me había robado mi legítima vida. Mi tía consiguió un documento que muestra líneas de matrimonio entre nuestro padre y mi madre, fechado antes de que se casara con tu madre. Todo legal. Seré conde de Northcliffe, rico más allá de mis más salvajes sueños, y será justicia.

– No, será asesinato. Mi padre no violó a tu madre. La rescató de un general francés, un hombre que la estaba entregando a sus amiguetes. La trajo de regreso a Inglaterra para tu padre. Fue un trato que él y Georges Cadoudal hicieron. Mi padre nunca estuvo involucrado con tu madre.

– Esa es una buena historia. Deja a mi madre como una ramera, que se acostó con docenas de hombres.

– Ella fue violada. Escúchame.

– No. Apuesto a que tanto tú como tu hermano se tragaron esa historia, ¿eh? Pero es todo una mentira. Mi padre dijo…

– Ya dijiste que tu padre estaba loco, que decía una cosa y luego se retractaba. Es verdad que primero creyó que mi padre había violado a tu madre, pero cuando todo fue resuelto, admitió que había estado equivocado, especialmente cuando tu propia madre finalmente le dijo que no sabía quién la había embarazado, ya que tantos hombres la habían violado.

– ¿Quieres que crea que soy la prole de algún hombre desconocido? ¡Maldito mentiroso! Maldito seas. Nadie violó a mi madre más que tu maldito padre. Antes de morir, mi madre le dijo a mi tía, su propia hermana, que era verdad, le dijo que nadie la había violado excepto el conde de Northcliffe y que yo era su hijo. Dios, me encantará matarte.

– Esta tía tuya… mintió. Ah, déjame adivinar su nombre. ¿Es Annabelle Trelawny?

Louis se rió.

– Ciertamente es mi tía, así como soy hijo de mi padre. Me convertiré en el próximo conde de Northcliffe. Lo merezco. Es justo.

Y levantó su arma.

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