Cuando Hallie apareció treinta minutos más tarde, con una sola valija firmemente agarrada en su mano y una encantadora capa azul oscuro sobre los hombros, Willicombe, el mayordomo Sherbrooke, envió a su sobrino enfermo de amor, Remie, a informar a Jason, quien pasó a Everett y Douglas a su abuelo para el siguiente vals. Jason llegó al vestíbulo donde Hallie estaba dando instrucciones a Remie, que estaba paralizado con horror.
– Sólo un momento, señorita Carrick -dijo Jason. -Tendré que cambiarme antes de que podamos partir.
Ella se dio vuelta rápidamente.
– ¿Cree que vendrá conmigo, señor Sherbrooke? ¿Cree que pisoteará el hígado de ese sinvergüenza antes que yo? No, usted quédese aquí, ruegue y suplique a este señor Chartley mientras yo voy a buscar nuestro dinero de Thomas Hoverton. Cuando regrese me ocuparé del señor Chartley. Mientras tanto, no se atreva a dejar que este hombre lo engañe, ¿me oye?
– Está pensando como americana -dijo él, quitándose una pelusita de la manga, reprimiendo una sonrisa.
– ¿Qué quiere decir con ese comentario insidioso?
Jason vio que la mano derecha de ella se apretaba en un adorable puño.
– Oh, no lo sé. ¿Qué tal que está exhibiendo una marcada falta de sutileza? ¿O que simplemente está siguiendo adelante sin detenerse siquiera un momento a pensar mejor las cosas? No hay necesidad de hervir de rabia.
Una encantadora ceja arqueada se elevó. Remie dio dos veloces pasos atrás, esperando escapar.
Jason dijo:
– No hay razón para ir corriendo tras Thomas Hoverton ahora mismo. Si aún desea ir tras él una vez que yo le haya contado algunas cosas, bien, me veré forzado a acompañarla.
– Usted no se verá forzado a hacer nada por el estilo. ¿Qué tipo de cosas?
– Londres es muy diferente a Baltimore, señorita Carrick, seguramente aprendió eso. Es una muchacha brillante. Como debe saber, la sociedad de Londres no permite que cualquiera atraviese sus augustos portales. El dinero no importa. Por ejemplo, el ahora fallecido esposo de Lucinda Frothingale nunca hubiese sido admitido dentro de la sociedad de Londres por la simple razón de que era dueño y operaba molinos. El hecho de que hubiese sido más rico que muchos de los aclamados pares de Inglaterra no hubiese importado. Los molinos constituyen comercio, señorita Carrick, y a los tipos en el comercio, que no tienen linajes antiguos, ninguna familia poderosa tras ellos, no se les permite entrar al club. ¿Comprende?
– Sí, por supuesto, pero no veo qué… -Jason vio el instante en que ella se dio cuenta de lo que estaba hablando. Se negó a reconocer que Hallie lo había captado más rápido que él. Ella dijo lentamente: -Creo que iré a ver al abogado de mi tío. Él puede descubrir quién es exactamente este señor Chartley.
Jason se dio cuenta, por supuesto, de que debería haberla alentado para que fuera tras Thomas Hoverton, pese al hecho de que era una joven dama, bastante sola. ¿Tenía algún dinero después de haber pagado a Thomas Hoverton por Lyon’s gate? Y si no tenía mucho dinero, ¿llegaría a Calais para darse cuenta de que no podía comprar siquiera una baguette, mucho menos un alojamiento respetable?
Jason dijo:
– No hay necesidad de que haga nada, señorita Carrick. Mi padre ya se ha ocupado de eso. Sabremos todo sobre el señor Benjamin Chartley muy pronto.
– Pero yo…
– Estoy empezando a creer que usted tiene más cabello que cerebro. Y estoy pensando que probablemente su cabello sea más encantador que su cerebro también.
Para su sorpresa, ella no se arrojó sobre él. No se movió en absoluto. Se quedó mirando sus zapatos, el par más viejo que tenía, que era efectivamente muy bueno.
– Sí, supongo que tiene razón. Mi padre siempre me decía que debería tener la costumbre de sentarme en un rincón durante tres minutos y pensar antes de actuar. Decía que cada vez que actuaba con demasiada rapidez, él tenía que ordenar los líos más abominables. -Lo miró, con el resquicio de una sonrisa iluminando sus ojos. -Le agradezco por detenerme antes de que pudiera hacer un lío. Espero que mi cabello se vea mejor que mi cerebro. Es un pensamiento horroroso, aunque nunca he visto cómo son los cerebros. Ahora que lo pienso, tampoco tengo mucho dinero.
– Eso me preguntaba.
– No creo que los banqueros de mi padre fueran a poner más dinero en mis manos extendidas, especialmente luego de que descubrieran lo fácilmente que fui estafada. Creerían que soy ingenua e incompetente, en pocas palabras, una mujer. Pero el dinero no es lo importante aquí. Tengo mi pistola, una pequeña fusta y un cuchillo, atado a mi tobillo. Thomas Hoverton jamás hubiese imaginado que yo iba tras él. Probablemente lo encontraría en Calais, brindando por su buena fortuna. Entonces podría cortarle la garganta.
– O los villanos la encontrarían primero. Quizás dispararía a un villano, señorita Carrick, ¿pero al segundo y el tercero acechando en el callejón? Con esas faldas sería difícil sacar el cuchillo lo suficientemente rápido.
Ella levantó la mano y la cerró en un puño. Él se rió.
Jason se dio cuenta de que ella lo miraba con atención, la cabeza inclinada a un lado.
– ¿Qué sucede?
– Sé que no le gusto, señor Sherbrooke. No lo comprendo. Podría simplemente haberme dejado ir. Habría partido y usted podría hacer lo que deseara. Ahora habrá interminables complicaciones.
– No quiero que la lastimen y muy probablemente sucedería eso. Nunca he confiado en los franceses, especialmente luego de negocios que tuve con mademoiselle Benoit en Baltimore, quien… Bueno, eso no importa.
– Oí a mi padre decir que los franceses creían que Dios no había destinado los Diez Mandamientos a ellos, ya que no los había escrito en francés, y por eso era que la sífilis estaba tan extendida.
Fascinado, Jason dijo:
– ¿Le habló acerca de la sífilis?
– No, yo escuchaba a hurtadillas. Cuando logré deslizar el tema de la sífilis muy habilidosamente en una conversación, pensé que él explotaría, de tan roja que se puso su cara. ¿Quién es esta mademoiselle Benoit?
Jason quería reír desesperadamente, pero se las arregló para contenerse. No quería que ella sacara su pistola, su látigo o su cuchillo de la bota y lo despachara. Se aclaró la garganta.
– Mademoiselle Benoit no es asunto suyo. Bueno, deje de preocuparse. Resolveremos esto.
– ¿Cómo? -Hallie se golpeó la frente con la palma de la mano. -Qué estúpida soy. No habrá ninguna complicación. Si su padre amenaza al señor Chartley con el ostracismo social, entonces él le venderá la propiedad a usted. No tendré ninguna oportunidad de obtenerla. -Jason se encogió de hombros, ya que era la verdad, después de todo. -Estará hecho antes de que pueda traer aquí a mi tío para hacerle lo mismo.
– Sí, eso es bastante cierto.
– Así que ha ganado, señor Sherbrooke.
– Es muy agradable de su parte decirlo, señorita Carrick, pero un poco prematuro. Sugiero que posponga las felicitaciones hasta luego de haber descubierto cuáles son las esperanzas y aspiraciones del señor Chartley en nuestra bella ciudad.
– Apuesto a que tiene una hija de dieciocho años a la que quiere casar con algún barón en bancarrota, cuyos bolsillos llenará hasta rebosar.
– Eso espero.
– Bien podría ir tras Thomas Hoverton, o mis hermanos me lo recordarán el resto de mi vida. Ya puedo oírlos. “Hallie, ¿dices que compraste una propiedad y que el dueño la vendió a alguien más primero, y luego huyó a otro país?” “¿Sabías que era un canalla y ni siquiera tomaste alguna precaución?” “¿Qué tan grande dijiste que era tu cerebro, Hallie?” Y así seguirá interminablemente hasta que me estaquee a mí misma.
Nuevamente, Jason quiso reír, pero no lo hizo.
– Sólo esperemos y veamos qué sucede con el señor Chartley. Sin importar que me quede o no con Lyon’s gate, la ayudaré a encontrar a Thomas.
Jason no podía creer que había dicho eso. Se quedó en silencio, observándola.
– No está tan furioso como debería con Thomas Hoverton -le dijo ella lentamente, observándolo. -¿Por qué?
Jason sonrió.
– La realidad es que él no se quedó con mi dinero. No porque yo sea un excelente hombre de negocios, créame. Fue el abogado Sherbrooke, el astuto Willy Bibber, quien se rehusó a pagar al abogado una sola moneda hasta que yo tuviera real posesión de Lyon’s gate.
Hallie se sentía como una completa y absoluta tonta. Giró sobre sus talones y volvió a subir la amplia escalera. A mitad de camino, se detuvo y se dio vuelta para ver a Jason parado en el vestíbulo, mirándola atentamente.
Ella dijo, sin emoción en su voz:
– Ahora comprendo por qué lord Renfrew tomó a la señora Matcham como amante ni dos semanas antes de que fuésemos a casarnos. Creyó que yo era demasiado estúpida y que estaba demasiado enamorada de él como para descubrirlo. ¿Sabe qué? No me enteré acerca de la señora Matcham hasta después de haber roto nuestro compromiso. Lo que descubrí fue que a su sastre, un tal señor Huff, no le había pagado durante seis meses. Él vino a mí, verá, esperando que yo le pagara. Me dijo que no estaría sorprendido si más proveedores llegaban a mi puerta, ya que todos los acreedores de su señoría sabían que él había encontrado una encantadora paloma regordeta, tan verde que probablemente comenzaría a florecer antes de la primavera.
– Esa es una dosis de humillación considerable -dijo Jason. -¿Está hablando de William Sloane?
– No, William Sloane perdió casi todo el dinero en juegos antes de morir convenientemente, y su hermano, Elgin Sloane, se convirtió en lord Renfrew.
– Pero, ¿su tío no lo conocía? Para asegurarse de que él no estaba casándose con usted por su dinero, o…
– Sí, lo hizo. Era William quien tenía la mala reputación, no Elgin. Después de todo, Elgin Sloane había estado en la escena de Londres sólo siete meses antes de conocerme. Nadie conocía el verdadero estado de sus finanzas.
– Así que sólo los proveedores sabían la verdad sobre él.
– Evidentemente.
– Al menos lo descubrió antes de casarse.
– Si lo hubiese descubierto después de la boda, le hubiese disparado.
– Esa es una cosa americana. -Pero Jason se rió. -Hubiese sido colgada aquí. ¿Fue entonces que decidió que quería tener una caballeriza?
– Sí. Me volveré independiente, y nunca me casaré.
– Como he dicho, señorita Carrick, probablemente hay muchas propiedades en venta, así como muchos hombres allí afuera que no son canallas como Elgin Sloane.
Ella descartó sus palabras.
– O, supongo, podría convertirme en monja.
– No puedo imaginar a ninguna madre superiora que se precie aceptándola. Dudo mucho que sea lo suficientemente dócil como para aceptar órdenes.
Hallie se encogió de hombros.
– De cualquier modo, nunca me casaré, no a menos que pierda el juicio por completo y tire mi dinero en las manos de otro sinvergüenza. Creo que contrataré a alguien para que me cuide. Si estoy en peligro de volver a caer en esa despreciable trampa nuevamente, esa persona simplemente me meterá dentro del barril de arenque.
– Como dije, no todos los hombres son sinvergüenzas, señorita Carrick.
Ella volvió a encogerse de hombros, sin mirarlo. Jason sintió su dolor y odiaba sentirlo. Ella se dio vuelta para subir por las escaleras cuando él dijo:
– Al igual que usted, señorita Carrick, también he decidido que jamás me casaré. Soy afortunado de que no sea mi responsabilidad proporcionar un heredero para el linaje Sherbrooke, así que no importará.
Ella no dijo nada, pero Jason sabía que su atención estaba concentrada en él. Sin embargo, no quería decir nada más, y se horrorizó por haber dicho tanto. Nunca hablaría de eso, jamás…
– A mí me sucedió casi cinco años atrás.
Cerró la boca. Era un tonto, un idiota. Nada de esto era asunto de ella, asunto de nadie.
– ¿Iba a casarse con una muchacha que lo quería sólo por su dinero?
Él rió, esa vez fue una risa grave y atroz desde su interior, y las palabras salieron desordenadamente.
– Oh, no, yo superé por mucho su miserable traición, señorita Carrick. Escogí a una muchacha que hubiese matado a mi padre si Corrie no le hubiera disparado y asesinado.
Jason no podía soportarse. Había revelado todo eso sólo para hacer sentir mejor a esta escandalosa joven. Gracias a Dios no había nada más para escapar de su condenada boca. Era una pena que uno no pudiera recuperar palabras precipitadas y meterlas nuevamente en su garganta. Giró sobre sus talones y abandonó la casa de ciudad.
Hallie Carrick se quedó parada en las escaleras un largo rato. Había oído todo tipo de chismes acerca de por qué Jason Sherbrooke había abandonado abruptamente Inglaterra y se había ido a vivir con los Wyndham, pero nada parecido a esto. Él tenía razón. Ella estaba herida y humillada porque un hombre deshonroso había intentado meter las manos en su dinero. Lo que le había sucedido era común, pero lo que le había pasado a él… el modo en que había sido usado, le pudría el alma. Había escapado a Norteamérica; había intentado huir de sí mismo. Hallie no creía que lo hubiese logrado.
Se dio vuelta para subir a su dormitorio. Él nunca confiaría en otra mujer. Apostaría su considerable dote en eso. No podía culparlo.